Cruces en el paisaje




La Semana Santa es sin duda el mejor momento para admirar y contemplar, en las calles y en los templos, el rico patrimonio artístico de nuestras hermandades y cofradías. Para muchos, supone también un periodo de descanso en el que podemos aprovechar para descubrir distintos rincones de nuestro entorno cercano, muchos de ellos poco conocidos, que esconden pequeñas sorpresas. Sin embargo, este año, confinados como estamos sin poder hacer ni una cosa ni otra, rescatamos para ustedes una entrada de años anteriores en la que les proponemos algunos de estos parajes o lugares que, por aquello de la "semana de pasión", hemos querido que tuvieran como elemento común la presencia de la “cruz”.

Cruces en la toponimia

Desde tiempo inmemorial ha sido costumbre situar cruces a orillas de los caminos a la salida de los pueblos y ciudades, en lugares elevados, en la cumbre de cerros y montes sobresalientes o en los puertecillos por los que las antiguas hijuelas y cañadas atravesaban los parajes serranos.



La cruz o las cruces, además de su carácter simbólico, religioso o conmemorativo suponían un hito, una referencia en el paisaje que, en muchas ocasiones ha dejado también su huella en la toponimia. Este es el caso de una de las cruces más llamativas y conocidas de nuestra campiña, la situada en lo más alto de la Sierra del Valle. Como nos apunta nuestro amigo Juan García, “desde su instalación en la primera década del s. XX el entonces denominado Cerro del Águila paso a ser conocido como Monte de la Cruz. Esta singular cruz de hierro se debe a la iniciativa de la Comunidad Salesiana que se instala en El Valle en 1909 bajo los auspicios de los hermanos Vicente y Rafael Romero. Este último era sacerdote y miembro del cabildo de la catedral de Jerez. Con el apoyo de D. Rafael, conocido cariñosamente por los vallenses como “el Abuelito”, instalan una cruz en la cima del monte y la bendicen e inauguran el 5 de mayo de 1910” (1). La cruz, desde cuya base se divisa un soberbio panorama, será desde entonces el símbolo de esta sierra y del pueblo.

En otros casos, las cruces eran mucho más modestas y, aunque no se conservan, debieron existir junto a la Cañada de la Sierra a su paso por las cercanías de Cuartillo. No en balde, las tierras de Salto al Cielo fueron conocidas tiempo atrás como Dehesa de Las Cruces y de la Parrilla, siendo adquiridas en el primer tercio del siglo XVIII por el Monasterio de La Cartuja para ampliar sus posesiones. En ellas se levantaría a comienzos de la centuria siguiente la conocida ermita de Salto al Cielo. Una modesta cruz preside todavía la linterna que se alza sobre la media naranja de la ermita, visible desde un amplio sector de la vega baja del Guadalete.

Muy cerca de este lugar corren las aguas del Arroyo de Las Cruces, topónimo en el que perdura la antigua denominación de estos parajes. Este arroyo tiene su origen en las proximidades de la planta potabilizadora de Cuartillo. Sobre él se traza el Puente de las Cruces, con tres grandes arcos de sillares de cantería, que construyera el ingeniero Ángel Mayo en 1868 para dar paso por esta zona al Acueducto de Tempul (2). El arroyo atraviesa las tierras de Las Majadillas y Salto al Cielo para, después de embalsarse en las cercanías del Rancho de El Cortesano, unirse al arroyo de Cuerpo de Hombre en San Isidro, donde desemboca en el Guadalete.



Otro arroyo con el nombre de Las Cruces, nace en las faldas de la Sierra del Valle y atraviesa por tierras de Las Salinillas, el Algarrobillo y del Rancho Las Cruces, colindante con a la Cañada de las Salinillas que une el Valle con Gigonza.

En muchos pueblos de la provincia es frecuente el topónimo “Puerto de las Cruces”, al igual que en Jerez. En la mayoría de las ocasiones, este nombre tuvo su fundamento en la existencia de cruces de piedra o de madera que se situaron en los pasos de los caminos por parajes serranos, en los collados o en lugares abiertos junto a los puertos. Este es el caso del Puerto de las Cruces en la Dehesa de La Atalaya (próxima al embalse de Los Hurones), por el que cruzaba la Cañada de la Higuera que, desde tierras de Algar se dirigía a Ubrique.

Aún se mantiene también el nombre del Puerto de la Cruz, para el de un puertecillo existente en la carretera que une el Puerto de Gáliz y el Mojón de la Víbora entre El Marrufo y el Canuto del Lobo, en las proximidades de las Casa del Abanto. Con este mismo nombre se conservan también en los caminos serranos otros puertos en la Dehesa de la Alcaría y en la de Benahú, y con el de Piedra de la Cruz o de las Cruces, otros tantos parajes en las dehesas de Fasana (donde confluyen los arroyos de La Sauceda y Pasada Blanca) y de Garganta Millán, todos ellos en el rincón más oriental del término, lindando ya con los de Cortes y Ubrique. En tiempos pasados, tal como nos recuerda A. López Cepero, existió también un Quejigo de la Cruz en la Dehesa del Cándalo (3).



Más transitado en la actualidad es el Puerto de la Cruz, paraje situado en el acceso a la barriada rural vallense de Alcornocalejo o Briole donde se cruzan la carretera que desde san José del Valle se dirige al embalse de Guadalcacín y la Cañada de la Peruela o de Briole. Por este lugar discurría una de las principales vías pecuarias del término y se trazó en la antigüedad el acueducto romano de Tempul a Gades a través de una galería subterránea. Muchos siglos después, este puerto vería pasar las conducciones del acueducto de Tempul a Jerez, uno de cuyas torretas de acceso vemos aún junto al Puerto.



Muy conocido es también el Puerto de las Cruces que se encuentra en el límite de los términos municipales de Jerez y El Puerto de Santa María, en un paraje situado junto a los accesos a los Depósitos de la Sierra de San Cristóbal. Aún perviven aquí dos columnas apoyadas en sendos pedestales, en los que faltan las cruces que las coronaban y que estaban situadas a las orillas del camino real ente Jerez y El Puerto. Este paraje de Las Cruces ha quedado ya para siempre en la literatura en la obra Caín, del Padre Coloma (1873) donde describe este rincón, los caminos que lo transitaban, y los paisajes del valle de Sidueña (4).

Cruces en los viñedos.

No faltan tampoco en el viñedo jerezano o en las tierras de cereal otras referencias a las cruces. Entre ellas pueden citarse la antigua viña de La Vera Cruz, en el pago de Zarzuela, junto a la actual barriada rural de Añina o La Cruz del Husillo, situada en el pago de Marihernández, junto a Las Tablas, aunque en este caso se hace referencia en el nombre a la denominación con la que se conoce la cruz formada por el brazo horizontal y el tornillo de hierro o madera que se utiliza para el movimiento de las prensas. La antigua viña Santa Cruz, ya desaparecida, cedió su nombre al actual Polígono Industrial Santa Cruz, en la carretera de Sevilla, levantado en los terrenos de aquellos viñedos. El Haza de la Cruz da nombre todavía a sendas parcelas de tierras de secano situadas en Las mesas de Santiago y Mesas de Asta.



Junto a todas ellas, se conserva también la conocida viña La Santa Cruz, ubicada en el pago de Balbaina, entre la cañada de Las Huertas y la carretera de Rota, adquirida hace unos años por la empresa Huerta de Albalá. En la parte más alta de la ladera del cerro donde se asienta esta antigua viña, se alza una sencilla cruz de hierro sobre un pedestal que despunta entre los trigales.





Cruceros monumentales y pequeñas cruces.

En este recorrido por las cruces de la campiña no queremos dejar de mencionar dos de los cruceros más sobresalientes de cuantos podemos admirar en las cercanías de la ciudad. Uno de ellos, el más conocido, es el situado en el patio exterior de La Cartuja, conocido como Cruz de la Defensión. Este hermoso crucero fue visitado por el conocido pintor y dibujante francés Gustavo Doré quien lo incluyó, junto a otros grabados de la ciudad, en su conocida obra L´Espagne, moeurs et paysages (1862). En palabras del profesor Antonio Aguayo, “se trata de una hermosa cruz pétrea, que conmemora la victoria de las tropas cristianas sobre las sarracenas, gracias a la intervención milagrosa de la Virgen, que da lugar al nombre de Defensión, que adopta la cartuja jerezana”. Apunta este autor que la cruz se levanta bajo el priorato de Tomás Rodríguez, constituyendo “una bella obra del Renacimiento jerezano” (5).

Menos conocido es el Crucero de Alcántara, que se levanta en un llamativo montículo, cubierto de vegetación, situado en las inmediaciones de la carretera de Arcos entre los cortijos de Cartuja de Alcántara y La Peñuela. El observador puede adivinar entre las copas de la frondosa arboleda que crece sobre las laderas del cerro, la silueta de una cruz que despunta ligeramente sobre la espesura vegetal que parece protegerla. Se trata de un crucero mandado levantar por D. Salvador Díez, antiguo propietario de la finca de Cartuja de Alcántara e inaugurado en 1911. Como reza la lápida que figura en su base, la cruz fue bendecida por el arzobispo de Sevilla, D. Enrique Almaraz y Santos “con gran asistencia de clero y fieles… el día 24 de octubre de 1911, concediendo 100 días de indulgencia por cada Padre Nuestro o Credo que se rece delante de ella en memoria de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo” (6).



Para cerrar este recorrido que tiene como hilo conductor las cruces y sus referencias geográficas y materiales en distintos rincones de nuestra campiña, destacamos también la gran cruz que se alza en el monumento al Sagrado Corazón de Jesús levantado en la viña el Majuelo. Presidiendo uno de los viñedos de más nombradía del Marco de Jerez, y sobre un gran pedestal cilíndrico, llama la atención del visitante una figura monumental de Cristo con la mano derecha levantada y la izquierda sujetando una gran cruz de piedra que tiene grabada la leyenda “In hoc signo vinces”.



En las veletas y en las rejas, sobre los pozos y las puertas, en los paneles cerámicos, en las hornacinas de muchos cortijos… por todas partes cruces. Grandes unas y otras pequeñas, casi diminutas, como las que encontramos en los muros o en el interior de nuestras capillas y oratorios rurales. A modo de ejemplo, en la Ermita de la Ina, una "cruz de la victoria", recuerda la hazaña de Diego Fernández de Herrera y la batalla que en estos llanos se libró entre los jerezanos y los musulmanes en el siglo XIV. En el interior de esta misma ermita, podemos admirar un "vía crucis" que ha sido plasmado en sencillos azulejos presididos por una pequeña cruz.

Para saber más:
(1) Información facilitada por nuestro amigo Juan García Gutiérrez.
(2) Memoria relativa a las obras del Acueducto de Tempul para el abastecimiento de aguas a Jerez de la Frontera, por D. Ángel Mayo. Anales de Obras Públicas, nº 3, 1877. Pgs. 59, 63 y 64.
(3) López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000
(4) García Lázaro A. y J.:Por las tierras de Sidueña con el Padre coloma”. Blog “Entornoajerez”. 31/03/2009. Sobre la novela Caín puede consultarse: López Romero, José.: Edición de Caín del Padre Luis Coloma. Biblioteca Virtual Cervantes. También puede consultarse en Biblioteca on-line del C.E.H.J.. 2007.
(5) Aguayo Cobo, A.: Arquitectura religiosa del renacimiento en Jerez II. Cartuja de la Defensión. Convento de Santo Domingo. UCA, 2006, pp. 23-24. Sobre este crucero hemos escrito: García Lázaro A. y J.:Con Gustavo Doré en el patio de La Cartuja”. Blog “Entornoajerez”. 05/10/2014.
(6) García Lázaro A. y J.:El crucero de la Cartuja de Alcántara cumple cien años”. Blog “Entornoajerez”. 24/10/2011.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 29/03/2015

Un paseo por los Montes de Propios de Jerez.
Itinerario de La Albina.




Los Montes de Propios de Jerez tienen su origen hace más de siete siglos, tras la conquista cristiana del territorio, como resultado de la agregación del término de Tempul al alfoz de nuestra ciudad en el año 1300 por la donación del rey Fernando IV. Este inmenso patrimonio municipal, que debió contar durante el siglo XVIII con más de 35.000 hectáreas, se ha visto reducido en la actualidad hasta una superficie aproximada de 7.000 hectáreas, enclavadas en el Parque Natural de Los Alcornocales. Paradójicamente, estos montes que nacieron como bienes comunales, es decir, propiedad del «común» de los vecinos de Jerez, permanecieron hasta hace unos años cerrados e inaccesibles en la práctica para los jerezanos. Las reivindicaciones de diferentes colectivos ciudadanos agrupados en la Plataforma para la regulación del Uso Público de los Montes de Propios de Jerez, se vieron parcialmente atendidas con la apertura en diciembre de 2004 de cuatro itinerarios para la práctica del senderismo y la educación ambiental. (1)

En la actualidad, las rutas (2) para conocer estos espacios naturales de gran riqueza ecológica y paisajística, son las de Rojitán, Cerro del Charco, Brañahonda y La Albina, estando en estudio la apertura de otras cinco por los parajes de Pico de la Gallina, Montifarti, La Jarda-Casa de Torres, El Quejigal y La Jarda-Arroyo del Parral.



En nuestra visita de hoy, en torno a Jerez, vamos a recorrer uno de los itinerarios más completos y variados de entre los que actualmente pueden realizarse en los Montes de Propios: el de La Albina. ¿Nos acompañan?

Por el Arroyo del Astillero.



Nuestro paseo se inicia en las inmediaciones del Puente del Arroyo del Astillero donde dejaremos aparcados los vehículos y al que habremos llegado por la carretera que conduce al Charco de los Hurones. Como el resto de las rutas autorizadas, el itinerario de La Albina discurre en su totalidad por espacios enclavados en el Parque Natural de los Alcornocales. Con un recorrido circular cercano a los 12 km., en su mayor parte por pistas forestales. Por las características de su entorno está considerado como de dificultad media-baja, siendo muy recomendable para todos los que quieran acercarse al conocimiento del bosque mediterráneo.

Junto al puente, bien señalizado, parte el camino que conduce a La Alcaría que recorreremos en sus primeros quinientos metros. Llegaremos entonces, tras pasar por un llano con magníficos ejemplares de quejigos, a una angarilla situada junto a la puerta de acceso a dicha finca, a la derecha del camino y en las proximidades de la casa del Astillero.

Desde aquí parte una pista forestal que se interna, en este primer tramo, por un alcornocal aclarado donde no faltan acebuches y quejigos. Al poco, el camino avanza en paralelo al cauce del Arroyo del Astillero que nos acompaña a nuestra izquierda durante buena parte de nuestro itinerario. Salvo en determinados periodos de la estación seca, el agua corre por entre los grandes cantos de arenisca que salpican su cauce y se remansa en pozas y albinas. Su murmullo nos acompañará a lo largo de todo el recorrido.



El curioso topónimo que da nombre a este arroyo (que en algunos mapas figura indistintamente como del “Artillero”), alude a la antigua vinculación de estos montes a la Armada ya que, especialmente en el siglo XVIII, los veedores de la Marina seleccionaban en estos bosques los mejores ejemplares de quejigos para utilizar su madera en la construcción naval. (3)

El Arroyo del Astillero se forma con la unión de los arroyos Albina de las Flores, de La Zarzalera y del Quejigal, a los que se suma después el de La Alcaría. Su cauce está escoltado por la típica vegetación de ribera presente en los “canutos” de estas sierras del sur y en el bosque en galería no faltan especies arbóreas como alisos, fresnos o sauces, siendo también frecuentes otras de porte arbustivo como tarajes, adelfas, ojaranzos o avellanillos. Una espesa maraña vegetal oculta a veces la visión del arroyo debido a que en sus orillas, en las zonas más húmedas y umbrosas, prospera una densa vegetación arbustiva, así como especies trepadoras entre las que pueden verse zarzas, escaramujos, durillos, nuezas, zarzaparrillas, hiedras…

En un pequeño claro que se forma en las laderas, a la derecha del sendero, encontramos un pilón que alimenta un cercano manantial protegido por una rústica construcción. Se trata de la fuente del Carrizalejo, como nos informa A. Barroso Robles. Estos y otros elementos se restauraron gracias a un Campo de Trabajo. Muchos de estos manantiales y fuentes de los Montes están siendo catalogados por J.M. Amarillo Vargas y J.A. Sánchez Abrines y pueden consultarse en www.conocetusfuentes.com (4)



A partir de este punto, cuando apenas hemos recorrido 1,5 km, una malla metálica (a la izquierda del sendero) nos acompañará durante un buen trecho, impidiendo el acceso al arroyo y siendo una auténtica “barrera” para la fauna silvestre a pesar de las “pasaderas” que se han practicado en su base, cada cierta distancia, para el paso de pequeños mamíferos. Entre los alambres de esta vallado encontramos en una ocasión lo que quedaba del esqueleto de un pequeño corzo que, atrapado sin posibilidad de escapar, acabó por morir sirviendo de alimento a los buitres que, desde este lugar, pueden verse posados en los cercanos riscos que despuntan al otro lado del arroyo. A los pies de este lomo rocoso se une al Arroyo del Astillero el de La Alcaría.



Junto al sendero, en pequeños claros del bosque, nos será fácil ver las soleras de los antiguos hornos de carbón, los boliches. En épocas pasadas el carboneo ocupó a no pocos arrieros, pastores y carboneros en estos parajes. Acebuches, agracejos y, sobre todo quejigos, proporcionaron leña abundante para la fabricación de carbón vegetal. Viejos quejigos, desmochados y deformados nos muestran las cicatrices de aquellas podas inadecuadas que facilitaban después el ataque de hongos y parásitos. Con ellos venían de la mano los procesos de pudrición de la madera que acabaron con muchos ejemplares centenarios.

Camino de la Albina.

El grueso tronco de uno de estos grandes quejigos, abatido por el viento, obstaculiza el paso por el camino, poco antes de que se termine el vallado y se cruce el lecho del arroyo por un pequeño vado fácilmente franqueable. A partir de este punto el sendero deja a su derecha el arroyo mientras discurre a los pies de la Loma de los Alcázares. En sus laderas el bosque se aclara presentando una zona más abierta de vegetación en la que se suceden pequeños prados. Estamos ahora en la Vegueta de La Papicha y donde encontramos otro pilón alimentado por la fuente de la Papicha. El manantial está protegido por una pequeña hornacina construida con bloques de arenisca y coronada por un singular tejadillo cónico. (4) Entre los prados, a la sombra de los alcornoques y quejigos, junto a los espinos, durillos y labiérnagos, oyendo el rumor del arroyo, descansamos un rato para reponer fuerzas.



Continuamos de nuevo el camino para llegar, al poco, a un hermoso paraje en el que el arroyo forma una gran poza alargada, una “albina”, sombreada por fresnos, alisos y quejigos. Las albinas son, en estos entornos serranos, las pequeñas zonas encharcadas que se concentran en las vaguadas de las vegas y en los llanos que se abren en el bosque, cuyo suelo arcilloso actúa como base impermeable que permite la acumulación de agua (5).



Situadas en la mayoría de los casos al pie de la falda de un monte, también se aplica este nombre a las pozas y charcas que se forman en el cauce de los arroyos y que se mantienen con
agua durante el verano, mientras el resto del cauce está seco.

Seguimos nuestra ruta tras recrearnos en este paraje y en la “albina”. Al cruzar a la otra orilla del arroyo reclamarán nuestra atención unos curiosos cercados que volveremos a encontrarnos en otos lugares del itinerario. Se trata de trampas para cerdos ibéricos asilvestrados que se han hibridado con los jabalíes autóctonos. En sus proximidades podremos ver también unas pantallas de brezo que no son sino un “observatorio” de corzos, que acuden también a este rincón del bosque donde se han dispuesto comederos debidamente protegidos para que en ellos no puedan entrar los “cochinos” o los venados.



Por el alcornocal.

Tras un pequeño repecho, abandonamos el llano de la “albina” para llegar a una pista forestal. Hasta este punto habremos recorrido algo más de 4 Km. desde que iniciamos nuestro itinerario.


Tomaremos la pista en sentido ascendente, es decir, hacia la derecha, internándonos por las laderas de umbría, cubiertas de alcornocal, de la Loma del Charco, Majadal Alto, Cerro de Malilla y Cerrro del Charco. Durante casi 5 km, la pista ira ganando altura suavemente los que nos permitirá obtener magníficas vistas de todo el conjunto de sierras y cerros escarpados que constituyen los Montes de Jerez.

A lo largo del camino se suceden los cercados con trampas para “cochinos asilvestrados”, los comederos y bebederos para corzos y unas curiosas artesas de madera a las que los venados acuden en busca de la sal que la guardería de los Montes les proporcionan. De vez en cuando, nos sorprenden en las laderas soberbios ejemplares de alcornoques o de quejigos, que siguen apareciendo en las zonas más umbrosas donde es fácil también ver helechos, polipodios, ombligos de Venus, doradillas, musgos y líquenes… creciendo sobre las cortezas y las horquillas de los árboles o tapizando las lajas y los grandes bloques de arenisca ocasiones llamarán la atención del paseante las gruesas lianas de las hiedras, que salpican el bosque. En auténticos “troncos” de gran grosor, que rodean a los árboles que les sirven de soporte.

A lo largo del sendero tendremos también ocasión de observar las numerosas especies que pueblan el sotobosque del alcornocal en el que no faltan jaras y jaguarzos, lavandas, escobones, brezos, aladiernos, agracejos, madroños, durillos, labiérnagos, ruscos o laureles (más escasos) por citar sólo algunas. Si realizamos el itinerario en primavera disfrutaremos aún más de la floración de numerosas especies arbustivas o herbáceas que harán de nuestro paseo, una oportunidad inigualable para observar flores. En esta ocasión, la jara pringosa, las aulagas y las lavandas y cantuesos ponían la nota de color en las laderas más abiertas del alcornocal a ambos lados del camino. Un guarda nos recordaba aquello de “cantueso florío, corzo parío”.

Tras una caminata de casi cinco kilómetros, la pista llega a lo más alto, próxima ya a su fin, dejando ver al norte la presa y la lámina de agua del embalse de Los Hurones y los perfiles de la Sierra del Pinar y de la Sierra de la Silla. El paseante puede observar estos dilatados horizontes desde un mirador a la orilla del camino en cuyas cercanías un mogote de arenisca guarda en sus paredes un curioso abrigo rupestre.

A partir de este punto se inicia un suave descenso y, unos 500 m. más abajo, abandonaremos la pista para tomar un sendero a la derecha que nos conduce hasta la cercana casa del Charco perteneciente a la guardería forestal de los Montes, al pie de la carretera. Desde aquí caminando algo más de un km en un suave descenso por la orilla de la carretera, llegaremos hasta el puente del Arroyo del Astillero, donde iniciamos horas antes nuestro recorrido, dando así fin a nuestro itinerario.




Para saber más:
(1) Plataforma para la regulación del Uso Público de los Montes de Propios de Jerez.:La regulación del uso público de los montes de propios de Jerez: una propuesta abierta”. Jerez, 2001. Informe coordinado por J. Cabral Bustillo.
(2) Barroso Robles, A y Márquez Rosado, J.: Itinerario de uso público por los Montes de Propios de Jerez. Mapa Guía. Ayuntamiento de Jerez. Delegación de Medio Ambiente. 2005
(3) Una relación de las principales especies maderables de nuestros montes, en las que tenía interés la Marina puede verse en los trabajos de J. Espelius (1760) “Carta Geographica, o Mapa General de los Pueblos, Montes, y sus Prales. arboledas y extenciones, justicias, guardas q. los custodian, vecindarios, matriculads. y embarcacs., q. comprenn. la Prova. de Marina de Sn. Lucar de Barrameda según la inspecn. del año 1754, una de las que compon. la Yntena. Gl., d'Cadiz Execudo. cn. Rl. apron. pr. el Yngro. Extrio., D., S., M., Dn., Jph. Espelius”, disponible en internet.
(4) J.M. Amarillo Vargas y J.A. Sánchez Abrines han realizado la catalogación de buena parte de las fuentes, manantiales, pozos y abrevaderos de los Montes de Propios de Jerez. Las fichas de estos trabajos pueden consultarse en www.conocetusfuentes.com
(5) VV.AA.: Guía de los Montes de Propios de Jerez de la Frontera. Biblioteca de Urbanismo y Cultura. Ayuntamiento de Jerez, 1989, pp. 105-107.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 18/01/2014

 
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