Paisajes de una carretera de altura.
De Grazalema a Zahara por el Puerto de las Palomas.




Después del recorrido por la historia de esta carretera de nuestra entrada anterior, acompáñennos ahora por sus paisajes. Nuestra ruta comienza en Grazalema de donde hemos salido una soleada mañana de invierno después de presentar nuestros respetos al Peñón Grande.



Tras recorrer poco más de un km. en paralelo al cauce del Guadalete –que vemos aquí como un arroyo, oculto por las adelfas- tomaremos la dirección Algodonales-Zahara.



A nuestra izquierda dejaremos el desvío que se dirige a Benamahoma y enfilaremos las primeras rampas de la carretera provincial CA-9104 que, tras 14 km de recorrido, nos llevará hasta Zahara de la Sierra.


Casi todos los años, en las semanas más frías del invierno, se registran nevadas en estos parajes. Por esta razón es necesario a veces el uso de cadenas en esta vía al formarse placas de hielo sobre el asfalto, llegando incluso a cortarse al tráfico cuando se registran copiosas precipitaciones.


En su primer tramo, la carretera discurre entre un frondoso pinar donde la especie predominante es el pino marítimo o rodeno (Pinus pinaster), también conocido como pino resinero. Fruto de una repoblación forestal, se forma aquí un bosquete de más de 50 hectáreas que se extiende por las laderas del Arroyo del Fresnillo, amortiguando la acción erosiva de las aguas llovedizas.




Apenas hemos recorrido un km, a nuestra izquierda arranca la pista que conduce, en un cómodo paseo, a la Presa del Arroyo Fresnillo, de cuyas aguas se abastecen Grazalema, Villaluenga y Benaocaz. Terminado en 2002, puede embalsar un cuarto de Hm3.




Una pequeña explanada que se abre en el solar de una antigua cantera, nos anuncia el acceso al sendero del Pinsapar, uno de las rutas más frecuentados del Parque Natural de la Sierra de Grazalema. La caseta del control de visitas y un panel informativo, informan al caminante de los pormenores de esta ruta.


Desde este lugar, podremos admirar el paisaje que se ofrece a nuestras espaldas donde se levantan imponentes los paredones rocosos y las crestas de la Sierra del Endrinal.


La carretera asciende ahora entre rodales de pinos, por un tramo remodelado en 2010 que fue literalmente barrido por las lluvias torrenciales.


En ocasiones, se abren pequeños espacios en los arcenes que nos permiten asomarnos a disfrutar del paisaje, obteniendo, como en este caso, magníficas vistas del embalse del Fresnillo.


A veces, salen a nuestro encuentro los habitantes del bosque, como esta culebra de herradura de más de un metro de longitud


Poco antes de llegar al PKm 2, una cancela nos anuncia una de las pistas que se interna en el pinar.


A la izquierda encontramos también una fuente de la que sólo mana agua en los meses más lluviosos.


Entre los PKM 2 y 3, la carretera trepa por las laderas de Las Cumbres, mostrándonos a su derecha un espectacular paisaje. A vista de pájaro vemos a nuestros pies la Ribera de Gaidovar surcada por el Arroyo del Caballo al que delatan los chopos y álamos, las faldas de Monte Prieto, el pico de Malaver –en cuyas laderas crece un denso pinar junto al que resplandece el caserío de Montecorto- , las lomas del Puerto de Clavijo… Algo más lejos, destaca el relieve tabular de las Mesas de Ronda, donde se asienta la ciudad romana de Acinipo y, cerrando el horizonte, los perfiles de la sevillana Sierra del Tablón y de la malagueña Sierra de las Nieves.


A nuestra espalda, una vez que ya hemos ganado altura, se muestran altivas las cumbres de la Sierra del Endrinal, el Reloj y el Simancón, despuntando tras la silueta del Peñón Grande.




Los “quitamiedos” son una constante en el margen derecho de la carretera, cuya calzada se ha tallado –literalmente- en la roca en muchos lugares, para abrirse paso por estas paredes verticales próximas al Puerto de las Palomas, donde las señales nos anuncian peligro de desprendimientos.


Al llegar al puerto, hacemos un alto en el camino para recrearnos en el paisaje. Aunque el cartel indica que nos encontramos a 1357 m, la altitud real es de 1189 m. Catalogado como de “primera categoría”, ha sido escenario de diferentes etapas de montaña en la Vuelta Ciclista a España en las ediciones de 1986, 1990 y 2002.


En las faldas del Cerro de las Lomas se ha construido un mirador de fácil acceso, donde encontraremos paneles informativos sobre la avifauna que sobrevuela estos parajes, así como panorámicas explicativas del majestuoso paisaje que se abre ante nuestros ojos.




Hacia el norte destacan, entre otros muchos parajes, la Cambronera, la Garganta Verde, la Sierra de Lijar, con Algodonales a sus pies y, más cerca de nosotros, la mole rocosa de Monte Prieto. El tajo de Ronda se adivina hacia el sureste, con la Sierra de las Nieves al fondo. Delante de ella, algo más al sur, se extienden las laderas cubiertas de alcornocal del Puerto de los Alamillos y la Sierra del Endrinal con sus inconfundibles relieves.




Junto al aparcamiento donde hemos dejado el coche, frente al mirador, arranca un sendero circular por las faldas de Monte Prieto que nos lleva, en un agradable y cómodo recorrido, hasta la cumbre del Monte Coros (1328 m).


En las proximidades del Puerto de las Palomas podremos admirar una curiosa formación rocosa, la Aguja, que se alza como un auténtico torreón pétreo desafiando la verticalidad de las empinadas laderas de Monte Prieto. La Aguja es todo un reto para los amantes de la escalada, a los que en muchas ocasiones hemos visto trepando por sus verticales paredes o coronando su cima.


Retomamos nuestro camino que a partir de este punto y hasta Zahara es un continuo descenso de casi 11 km en el que salvamos más de 700 m de desnivel, con una pendiente media cercana al 7%. En estos primeros kilómetros, desde que dejamos Las Palomas y hasta que llegamos al mirador del Puerto de los Acebuches, el viajero debe extremar la prudencia en la conducción sin dejarse distraer por el increíble paisaje que se abre a nuestro paso y que podremos admirar parando nuestro vehículo en alguno de los ensanchamientos del arcén.


La carretera discurre ahora por el anfiteatro natural que forman las vaguadas de la cabecera del arroyo de Higueroba y en muchos tramos, su calzada se ha construido, literalmente, colgada en las faldas de la montaña. Si en unas ocasiones se han tallado para dejarle paso los estratos calizos de la ladera, en otras se han levantado muros y contrafuertes para dibujar su trazado bordeando los abismos rocosos de estas montañas.


En su vertiginoso descenso hacia Zahara, el recorrido nos permite una lectura del paisaje desde arriba hacia abajo, un cambio de mirada muy distinto al que se nos ofrecía en el ascenso desde Grazalema. La escena gana ahora en profundidad y amplitud. Si en los primeros planos, la vista se recrea en los requiebros, los tornos y las cerradas curvas en herradura que la carretera describe en estos parajes, en el horizonte se nos muestran los hitos más sobresalientes del paisaje. Al norte se imponen los relieves bien definidos de la Sierra de Lijar, hacia el o las estribaciones de Sierra Margarita y el Peñón de los Toros.


La lámina de agua del embalse de Zahara-El Gastor nos descubre el valle del Guadalete y aporta a la escena un hermoso contrapunto horizontal y azul.


La sucesión de rampas y de muros de contención sobre los que se ha construido la calzada o la presencia ininterrumpida de quitamiedos, esos pequeños pretiles almenados, poseen una estética propia que dotan a esta vía de esa singular identidad y de ese encanto especial que la hacen tan diferente de todas las carreteras de la provincia. En algunas rampas, la pendiente supera el 10% y la calzada describe imposibles curvas.


En cualquier rincón, la carretera se transforma en una permanente ventana al paisaje y el viaje, -sosegado y tranquilo, gobernado por el rimo lento que impone el peculiar trazado de la vía- en la mejor forma de percibirlo en toda su dimensión y de disfrutar los variados escenarios que se abren ante nosotros.


Entre los viejos quitamiedos se divisa el caserío de Algodonales, al pie de la Sierra de Líjar y, algo más lejos, el de Montellano, cobijado por la Sierra de San Pablo.


A medida que vamos descendiendo se nos ofrecen otras perspectivas de la propia carretera que, aunque de un “objeto construido” se trate, forma también ya parte inseparable del paisaje.


La silueta tan característica del Peñón de Lagarín (o Algarín), preside las laderas de estas tierras de El Gastor, que desciende hasta el embalse cubiertas de olivares. A la izquierda se divisa el pueblo de Olvera y cerrando el horizonte, sobre el peñón, el lomo rocoso de la Sierra del Tablón coronada por el Terril, la cumbre más alta de la provincia de Sevilla.


En algunos lugares, y para recordarnos que circulamos por el corazón del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, la carretera atraviesa bosquetes de pinsapos que crecen en las laderas más umbrías de estos parajes. Estos inconfundibles abetos, se nos muestran aquí como anticipo del hermoso pinsapar que podremos entrever, algo más abajo, en la falda norte de la Sierra del Pinar, desde el mirador del puerto de Los Acebuches..





Las rampas y las curvas se suceden y si nosotros ahora las bajamos cómodamente, los amantes del ciclismo las suben con grandes esfuerzos para grabar en su palmarés el mítico ascenso al Puerto de las Palomas. La Vuelta Ciclista a España ha consagrado también este puerto y ha discurrido por estos mismos rincones que ahora recorremos hasta en tres ocasiones. En estas mismas curvas luchaba, vestido de amarillo, Álvaro Pino en 1986, o se escapaba Marco Giovanetti en 1990, camino de Ubrique. En la Vuelta de 2002, Francisco Mancebo intentó no pocos ataques por estas rampas para dejar atrás al gran escalador italiano Simoni, quien llegaría por delante al Puerto de las Palomas.




Las gestas épicas del ciclismo están grabadas en muchas de las curvas de esta carretera, en cuyas laderas se muestran también las cicatrices que en el paisaje deja toda obra pública. Lo estratos calizas tableadas, que incluyen también nódulos de sílex, nos muestran aquí la estructura rocosa de estas montañas constituidas básicamente, por materiales de la Era Secundaria.


Entre los puntos kilométricos 8 y 9, el paisaje se abre y la carretera cruza por el Puerto de Los Acebuches donde se ha habilitado un mirador: un feliz pretexto para hacer un alto el camino y admirar así este rincón de le Sierra de Grazalema. A la sombra de una encina centenaria la vista se nos pierde en la altura por entre la crestería de la Sierra del Pinar, en cuyas faldas de umbría crece el famoso pinsapar, algunos de cuyos árboles despuntan en las cumbres. Más cerca de nosotros, llama la atención la silueta de El Montón, un monte de forma cónica cubierto de densa vegetación. La Camilla, el Cerro de la Cornicabra, la Sierra de Zafalgar, el Peñón de los Toros… son otros tantos relieves que podremos contemplar desde el mirador.




En este lugar se ha levantado un monolito en recuerdo de los cinco agentes forestales, que perdieron la vida en septiembre de 1992 en su lucha contra el fuego que se desato en las faldas de Monte Prieto, muy cerca de aquí. El incendio intencionado, del que nunca se descubrió a sus autores, arrasó más de 800 hectáreas de bosque colindante con el pinsapar, ocasionando la pérdida irreparable de vidas humanas. Durante la siguiente década, una campaña de reforestación popular impulsada por Ecologistas en Acción permitió la regeneración de buena parte de la superficie quemada.


Un panel interpretativo nos informa sobre los parajes más relevantes visibles desde este lugar, entre los que destaca la Garganta Verde, profundo cañón rocoso abierto por el río Bocaleones entre los paredones calizos de Las Cambroneras, que albergan una de las mayores buitreras del país.


Retomamos nuestro camino y, al poco, una señal informativa nos avisa de que a nuestra izquierda arranca la pista de acceso a los Llanos del Rabel (o Ravel, o Ravés…).




Se trata de uno de los senderos más frecuentados del Parque Natural de Grazalema. Tras algo más de cinco km de fácil recorrido, nos deja en un llano al pie del bosque de pinsapos que crece en la cara norte de la Sierra del Pinar.




La carretera desciende ahora con menores pendientes y, algo más adelante, deja a su izquierda una pequeña explanada donde se inicia el sendero que nos conduce a la Garganta Verde, uno de los rincones más espectaculares del Parque Natural de Grazalema.


Merece la pena detenernos en este lugar para disfrutar de las magníficas vistas de estos rincones de la Sierra. El estrecho desfiladero de la Garganta Verde se nos muestra aquí muy cercano, al igual que los cerros que lo escoltan: Las Cambroneras, Los Pilones, las lomas de La Camilla…


A partir de este punto, la carretera, en suave descenso, se traza por las laderas orientales de Las Cambroneras, entre antiguos olivares, dejando a la derecha el embalse de Zahara – El Gastor del que obtendremos magníficas vistas. Frente a nosotros, anunciándonos ya las cercanías de Zahara, la imponen torre de su castillo –un auténtico “nido de águilas”- se deja ya ver desde la lejanía.




Apenas un km antes de llegar a la entrada de esta población, en un recodo de la carretera, sale a nuestro encuentro “El Vínculo”.

Esta antigua almazara, fundada en 1755, conserva aún el encanto de los viejos molinos aceiteros. Con maquinaria renovada sigue produciendo cada año uno de los mejores aceites de la sierra, habiendo adaptado algunas de sus dependencias para acoger también un confortable alojamiento rural.


En los patios y terrazas de El Vínculo se abre una balconada desde la que se obtienen unas inigualables vistas del embalse de Zahara, que tiene aquí como telón de fondo la inconfundible estampa del Tajo de Lagarín.


Apenas 500 m separan el molino de los accesos a Zahara, que nos espera encaramada en las empinadas laderas del cerro donde se asienta el castillo. Estas paredes rocosas, constituyeron en la época de dominación musulmana la mejor defensa natural de esta difícil plaza, que estuvo en mano de los granadinos hasta 1483. Salpicadas de chumberas, nos muestran también los restos de lienzos de la antigua cerca que rodeaba la fortaleza nazarí.


Nuestra ruta llega así al km 0. Una última parada junto al camino que baja hasta Arroyomolinos, nos permite disfrutar de la contemplación del embalse, en cuyas orillas se adivinan unas intrincadas calas donde nos perderemos en próximos paseos.


Ahora, después de recorrer esta inigualable carretera, nos espera Zahara, el mejor final para ese hermoso viaje.

Mapa del recorrido


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