
A los pies del Cerro de los Yesos, donde el Guadalete parece recrearse en su lento discurrir ceñido por las colinas de Salto Al Cielo, hay un hermoso paraje donde, en nuestro imaginario particular, nos gusta situar aquel florido vergel del que hablan las fuentes árabes y del que ha

En tiempos pasados, estas tierras se llamaron también de La Graderuela, de la Graduela, de la


Por las riberas del Guadalete en La Greduela.
Apenas hemos cruzado el remozado puente levantado junto a la venta de Las Carretas, se abre ante nosotros el llano de La Greduela. Al pie de suaves colinas, en el ángulo izquierdo de la escena, se aprecia el caserío del antiguo Cortijo de La Greduela (o Graderuela) y un poco más a la izquierda, nos llama la atención una construcción de planta casi cuadrada, sin tejados, algo separada del cortijo: el palomar.

Desconocemos la fecha en la que fue edificado pero creemos que puede ser coetáneo del cercano Palomar de Zurita, esto es, de mediados del siglo XIX, o tal vez algo anterior en el tiempo a juzgar por el empleo en su construcción de materiales más toscos. Aunque el palomar
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A nuestro entender, existen razones para pensar que pudo ser realizado por los mismos alarifes que levantaron el Palomar de Zurita,
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Un monumento etnológico y de la arquitectura popular.
Lo primero que llama la atención en el palomar de La Greduela es la simpleza y armonía de sus formas. La impresión inicial nos puede hacer pensar en una construcción inacabada a la que le falta el tejado.

Sus muros son lisos, sin huecos ni ventanas, más allá de la pequeña puerta de entrada, que cuesta trabajo descubrir en el extremo de la pared orientada al sur. Diríamos hoy que se trata de una obra funcional y sin concesiones a los elementos que pudieran resultar superfluos para

El palomar tiene planta rectangular, casi cuadrada, como el de Zurita, aunque de dimensiones algo más grandes que aquel, con lados de 14,50 m y 16,50 y una superficie aproximada de 240 m2. Sus muros exteriores tienen diferentes alturas. El delantero, orientado al sur, donde se encuentra la pequeña puerta de acceso, se eleva hasta los 6 m. El trasero, algo más alto, llega hasta los 7,50 m. Su espesor también varía, desde 1,30 a 1 m. (aprox.) presentando una ligera inclinación desde su base hasta la media altura. A juzgar por las marcas que se aprecian, en el muro trasero debieron existir unas dependencias adosadas. A sus pies encontramos hoy una curiosa piedra de molino, tal vez procedente del que fuera antiguo molino de La Cartuja, cercano al palomar.



Nidales de palomas en vasijas cerámicas.
Sorprende siempre a quienes se asoman al interior del palomar la contemplación de los miles de hornillas cerámicas que se alinean en 24 filas o “pisos” a lo largo de los muros interiores. Para ilustrar al lector de su forma, hemos incluido en este reportaje fotografías de hornillas del

Estos nidales, salidos uno a uno de las manos de adiestrados alfareros, se cuentan entre los más elaborados de los que habitualmente se utilizaban en los palomares de otros puntos del país. Así lo entiende Augusto de Burgos en su delicioso “Diccionario de agricultura práctica y economía rural”, una obra publicada en 1853, en un tiempo cercano a las fechas en las que pudieron ser levantados estos palomares (2).




De estas hornillas de barro cocido ya nos hablaba, veinte siglos atrás Lucio Junio Moderato, más conocido por Columela, el célebre escritor agronómico romano nacido en Cádiz, quien incluye en su conocida obra Res rustica, (Los trabajos del campo), un apartado dedicado a las palomas y palomares (3). En el Libro VIII, capítulo VIII de esta magna obra escrita a mediados del siglo I de nuestra era, bajo el título “Del modo de engordar las palomas torcaces y de otras castas, y del establecimiento del palomar” nos describe con todo detalle unas prácticas que, aunque están referidas a veinte siglos atrás, encuentran gran parecido a las que leemos en los tratados de agricultura y colombicultura del siglo XIX. Al leer los fragmentos


En el palomar de la Greduela, que estuvo también enlucido de blanco por dentro y por fuera, estas hornillas tapizan literalmente la superficie de todos los muros interiores de las siete calles en las que se organiza el palomar, mostrándonos sus bocas circulares que tienen un diámetro cuya longitud es casi uniforme con escasas variaciones comprendidas entre 10 y 12 cm. En su interior, el vientre de las vasijas se ensancha hasta los 20 cm. de diámetro y su profundidad media oscila entre 20 y 23 cm. aproximadamente. En suma, unas dimensiones similares a las de las hornillas del Palomar de Zurita, por lo que creemos que han podido ser fabricadas en la misma alfarería, tal vez en algunas de las que existían al pie de los cerros de los pagos de Anaferas y Torrox o las que en el siglo XIX se ubicaban en las proximidades de la Ermita de Guía.

Los muros se dividen en 6 bandas paralelas, separadas por un resalte de ladrillo. En cada banda se disponen las filas de hornillas. La primera de ellas presenta cinco alturas y tiene su primera fila separada del suelo unos 60 cm. evitando así el acceso de posibles “enemigos” de las palomas. Las cuatro bandas siguientes tienen cuatro filas cada una. Finalmente, el último de estos “pisos” presenta una altura variable, ya que, como se ha dicho, los muros laterales tienen forma de trapecio para salvar el desnivel de 1,5 m. existente entre el muro trasero y el delantero. Así, mientras que en las primeras calles vemos tres nidos de altura, en la última se cuentan hasta 10 filas de nidales.
Más de 22.000 hornillas.

¿Cuántas hornillas tiene el palomar de la Greduela? En un cálculo aproximado comprobamos que cada una de las 7 calles interiores del palomar tiene un mínimo de 23 alturas de nidos. Cada tiene 62 vasijas a ambos lados de la calle y en los lados más estrechos que cierran las
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Nos vamos de La Greduela imaginando como, ciento cincuenta años atrás, el palomar ofrecía una estampa sin igual, con miles de aves revoloteando a su alrededor, entre los cerros y las alamedas. Entonces era un importante centro productor de carne fresca para los mercados de la ciudad, a la vez que proporcionaba pichones vivos que se transportaban en jaulas a los puertos cercanos, para garantizar el suministro en los viajes y travesías marítimas. De todo ello nos queda el recuerdo en los muros de este “monumento etnológico” que no debemos dejar perder.
Para saber más:
(1) Borrego Soto, M. A. (2008): "Poetas del Jerez islámico", Al-Andalus Magreb, 15: 41-78. De estemismo autor, puede consultarse también: Gala del mundo y adorno de los almimbares. El esplendor literario del Jerez andalusí. Col. EH Al-Andalus, Jerez, 2011.
(2) De Burgos, A.: Diccionario de agricultura práctica y economía rural. Vol. 5, pgs. 74-78.
(3) Souto Silva, M.: La cría de palomas en la historia. En “Los palomares en el sur de Aragón (Teruel)”. DGA, 2002.
(4) Lucio J. Moderato Columela: Los doce Libros de Agricultura. Traducción del latín y notas por Carlos J. Castro. Prólogo Emiliano Aguilera. Iberia, Barcelona, 1959. Tomamos la cita de M. Souto Silva.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 28/09/2014