La gran riada en Jerez (III).
En el centenario de la riada del 7 de marzo de 1917.


En estos días se cumplen cien años de la gran riada del 7 marzo de 1917 que tuvo graves consecuencias en toda la cuenca del Guadalete. Para recordar aquel suceso, hemos relatado en las anteriores entregas su incidencia en la Sierra de Cádiz, en Arcos y en la Junta de los Ríos. Hoy continuamos con los impactos de aquella excepcional avenida del Guadalete a su paso por el término municipal de Jerez.

Tras la destrucción de los puentes de Villamartín, San Miguel en Arcos, y el de la Junta de los Ríos, la arriada inundó las tierras de Majarromaque, Berlanguilla y Vega Romana, alcanzando la lámina de agua a su paso por el paraje de La Florida, una anchura desconocida hasta entonces. En la campiña de Jerez, lo peor estaba aún por venir, y el enorme caudal del río (que luego se estimó en 2000 m3 por segundo) crecido con las aguas del Majaceite, del Salado de Espera, de los arroyos de Jédula y del Zumajo… iba a arrastrar también el puente-sifón del acueducto de Tempul, cortando así el suministro de agua potable a la ciudad de Jerez (1).

El puente-sifón de La Florida: una obra singular.

Construido medio siglo antes, el “puente-sifón del Guadalete”, como era conocido, formaba parte del trazado del Acueducto de Tempul, y había entrado en servicio en 1869. Proyectado, como el resto de la obra, por el ingeniero Ángel Mayo, este sifón, el de mayor longitud de todo el acueducto y el de mayor coste, era también el más singular y complejo ya que cruzaba el río Guadalete a través de "un puente de hierro de tres tramos de 25 metros de luz el del centro, y de 20 cada uno de los laterales con arcos de sillería en ambas márgenes" (2). Con una longitud de 18.250 metros, el sifón arrancaba de los Llanos del Sotillo, cruzando las dehesas de Malabrigo y Berlanguilla para ir bajando suavemente hasta el río. En este tramo descendente de más de 11 km, el acueducto tenía hasta el puente una carga de 89 m. A partir del puente, empezaba la rama ascendente con una longitud de 7.010 m. y un desnivel entre las dos bocas de 22. El punto más crítico del sifón, y casi podríamos decir que de todo el acueducto, era sin duda el paso del río a través de este puente de hierro del que guardamos memoria gráfica gracias a las fotografías de Antonio Palomo González que gentilmente nos ha facilitado su sobrino nieto Francisco Lozano Romero (3).



Consciente de la dificultad técnica que esta obra suponía, ya que requería apoyos en el lecho del río, el ingeniero había proyectado inicialmente una presa en la que se apoyaría la tubería, si bien, como él mismo indica, "al aprobar el Gobierno el proyecto, manifestó la conveniencia de que la Empresa hiciera el paso del río por medio de un puente, lo cual obligó a variar el emplazamiento 2 km aguas abajo". En este lugar las orillas tenían mayor pendiente lo que permitía mejores estribos para la obra que, como indica Ángel Mayo en su Memoria “... se compone de tres tramos de hierro del sistema de celosía, formando una viga continua tubular de 71,40 m. de longitud total, 1,60 m. de ancho por 1,70 m. de altura, dentro de la cual van colocados los tubos que forman el sifón. La viga de hierro se apoya en dos estribos de sillería y en dos pilas tubulares de 1,60 m. de diámetro, dejando un tramo central de 25 metros de luz, y los dos laterales de 20 metros cada uno". (4)

Para cimentar en el lecho del río las pilas en las que se apoyaba el puente, el ingeniero explica en su Memoria que "se han introducido por medio de buzos con escafandras que bajaban al interior de la pila, para excavar y hacer descender los tubos, hasta que se llegó a un conglomerado de gran dureza y resistente en la pila del lado de Jerez, y a la arcilla dura y compacta en la de Tempul, desde cuyo fondo se hizo el relleno de hormigón perfectamente hidráulico, formando así dos columnas o monolitos que constituyen los dos apoyos." El puente tenía una prolongación de 36,30 m. por la margen izquierda, con seis arcos de sillería para desagüe, más un terraplén de 120 m. sobre el que descansaba la tubería. Un arco de sillería rebajado, de 6 m. de luz unía el puente al estribo del lado de Jerez.

Consciente de que en este puente-sifón el acueducto tenía su punto más vulnerable, Ángel Mayo alerta de los riesgos y propone la posibilidad de tener un "plan b" en caso de averías: "este puente es la obra de más cuidado y que exige mayor vigilancia del acueducto, por lo cual tiene un guarda especial, pues siendo el punto de mayor carga del sifón, es al mismo tiempo de difícil y larga reparación cualquier accidente, además del que ya hemos indicado anteriormente, que en ríos de las condiciones del Guadalete, nunca hay la seguridad absoluta de que esta obra no sufrirá algún desperfecto, á no darla dimensiones extraordinarias, que se salen fuera de las condiciones de la que nos ocupa, y en donde hay que tener presente el principio de economía, por lo cual después de la terminación del acueducto, aconsejamos a la Compañía, que para tener siempre asegurado el surtido de la población de Jerez,... debieran colocarse dos filas de tubos independientes en este sitio: una la que pasa por el puente, y la segunda, de 0,46 m. de diámetro, por el lecho mismo del río... aprovechando el emplazamiento que se presenta en el vado de la Barca de la Florida, cien metros aguas abajo del puente actual. El proyecto de esta importante adición, así como el presupuesto, se formuló hace años” (5).

Jerez sin agua: el puente-sifón arrastrado por la riada.

No estaba equivocado el ingeniero y, apenas cincuenta años después de construido, el puente-sifón del Guadalete, la obra más emblemática del Acueducto de Tempul, sería arrastrado por la gran avenida del 7 de marzo de 1917 que, como venimos relatando, había hecho estragos aguas arriba en todas las poblaciones ribereñas. El testimonio de un testigo presencial de los hechos podía leerse unos días después en El Guadalete, describiendo con toda su crudeza la catástrofe: "El guarda que la Junta de Obras del Pantano de Guadalcacín, tiene a su servicio en el vivero que posee en la Junta de los ríos, refiere que la noche del desbordamiento del Guadalete, la pasó vigilando los terrenos bajo su custodia. A las cuatro de la mañana, dice el guarda, que en la dirección de Arcos, vio avanzar hacia La Florida una montaña enorme de agua, que levantó el puente del sifón y desapareció con él. Según los técnicos se deduce que la enorme cantidad de troncos, leña, basura, etc. etc. obstruyeron los ojos del puente de San Miguel de Arcos embalsando el agua, hasta que la formidable fuerza de la corriente volcó el puente, no pudiendo resistir el de La Florida la furiosa velocidad que llevaban las aguas cuando llegaron a él. El guarda aún recuerda asustado el fantástico y aterrador espectáculo"(6).

El enorme caudal multiplicó sus efectos devastadores por el violento empuje que provocaba la gran masa de árboles y vegetación que arrastraba la riada, ante la que el puente-sifón acabo cediendo. “El tramo metálico se había partido por el centro arrastrando la avalancha a cien metros de su emplazamiento el trozo perteneciente al estribo de la margen izquierda, tumbándolo en la orilla, mientras que el trozo de la derecha había sido arrastrado a unos trescientos metros, quedando en lo alto de unos tarajales que nunca habían sido cubiertos por las aguas del río. Por el suelo quedaron los seis arcos de sillería destruido en cerca de un centenar de metros de los ciento veinte que tenía el terraplén continuador del puente” (7). La imagen de las grandes vigas de celosía del puente arrastradas por la corriente que tomara el arquitecto Hernández Rubio, y que ilustran este reportaje, hablan por sí solas de la magnitud de la avenida (8).

La destrucción del puente-sifón tuvo para Jerez fatales consecuencias al cortarse el suministro de agua potable que tardaría en solucionarse, de manera provisional, casi dos meses, como veremos en nuestra próxima entrega. No es de extrañar por ello que, además de la prensa local, los diarios nacionales se hicieran eco de la noticia con destacados titulares. ABC en su edición el día 8 de marzo que “El temporal de aguas ha roto el sifón de los manantiales de Tempul que surte de agua a Jerez de la Frontera. Como dicho sifón está materialmente cubierto por las aguas, no podrá recomponerse hasta que éstas bajen” (9). La Correspondencia, se expresaba en similares términos informando que “desde Cádiz marcharon buzos y marineros para prestar los auxilios que sean necesarios, pues a causa del temporal han sido rotos los depósitos de aguas y las tuberías de conducción de aguas que abastecen a la ciudad de Jerez” (10).

Los llanos de la Ina inundados: rescate de víctimas.

Tras arrasar La Florida, la avenida inundó las vegas del Boyal, de la Harina, de El Torno, de Spínola, del Alamillo… Frente a Revilla y en torno al Cerro del León, la inmensa lámina de agua cubrió los Llanos de La Gredera y de la Ina, llevándose tras de sí las huertas y los sembrados, los aperos del campo, las chozas y las construcciones de los cortijos e inundando lo que quedaba de la Ermita. El viejo puente de Cartuja, construido en sólidos pilares de cantería, resistirá sin embargo el enorme caudal que el río transportaba, aunque sus accesos quedaron



rodeados por las aguas, como sucedió con el Molino de la Villa, actual Venta de Cartuja. La carretera de Medina fue también cortada por la inundación, quedando de todo ello como prueba las imágenes que publicó la revista Mundo Gráfico una semana después de la riada (11).

Numerosos jerezanos, desde las primeras horas de la mañana del día 7 de marzo, se acercaron hasta las inmediaciones del monasterio de La Cartuja, entonces ocupada parcialmente por el Primer Depósito de Caballos Sementales de la Yeguada Militar, para ver la insólita crecida del río. El Guadalete informaba que "las aguas habían inundado los Llanos de la Ina... y muchas haciendas de la orilla izquierda del río... a las once de la mañana cubrían casi por completo los ojos del puente próximo al Monasterio de Cartuja” (12). En este lugar se personaron de inmediato las autoridades locales, encabezadas por el alcalde D. Julio González Hontoria, y el arquitecto municipal D. Rafael Esteve, quien se trasladó con el escaso material de salvamento del que disponía el municipio.



La crecida había sorprendido en las chozas y casas de la vega a algunas personas que era urgente rescatar, así como a un grupo de soldados de la Yeguada Militar que se encontraban en las dehesas de Zarandilla y La Isleta. El Gobernador Militar de Jerez, D. Miguel Núñez de Prado hizo un llamamiento para que, quien dispusiera de vehículos y de material de salvamento, acudiera a prestar auxilio, a lo que respondieron numerosos vecinos, así como los propietarios de distintas bodegas de la ciudad. Sin embargo, ante la falta de medios, iba a resultar providencial, la intervención de “tres individuos que se ofrecieron a prestar cuantos auxilios fuesen necesarios, advirtiendo que sólo contaban con una barquilla". Se trataba de los barqueros Francisco Atalaya Bellido, su hijo Sebastián Atalaya Pastoriza (vecinos de la calle Santa Cecilia) y Francisco Carmona Moreno (vecino de la calle Sol).

Su entrega y valor resultó determinante para salvar la vida a las personas que habían quedado rodeadas por la inundación “en unas chozas cercanas a La Corta del río… en inminente peligro de perecer ahogados. Sobre las techumbres de aquellas modestas viviendas se divisaban a cinco hombres que pedían auxilio, unos haciendo disparos con escopetas, otros ondeando prendas de vestir” (13). Sin pensarlo dos veces, y sin más ayuda que su experiencia en el río y su pequeña lancha, salieron hacia el lugar y tras media hora de interminable travesía consiguieron llegar a las chozas casi cubiertas por las aguas rescatando a sus cinco ocupantes. En una segunda intervención, los Atalaya y Carmona lograron salvar a otras cinco personas cercadas en La Isleta siendo trasladados al Cuartel del Depósito de Sementales en La Cartuja. Los numerosos vecinos que desde Jerez habían venido a ver la riada, fueron testigos de cómo, pese a la falta de medios, los barqueros de La Corta se habían convertido en héroes. El Guadalete informaba cómo a lo largo de la mañana "multitud de personas acudieron a las proximidades de La Cartuja... a caballo, en bicicletas y motocicletas, carruajes y automóviles y a pie... pudiendo contarse centenares de curiosos".



Sin descansar, ante la gravedad de la riada, "después de las dos de la tarde, los lancheros se dirigieron al cortijo de Zarandilla, en cuya casa, cercada por las aguas, se encontraba el Veterinario de la Yeguada Militar, D. Manuel Bellido y catorce soldados. En la barquilla trajeron a tierra a ocho soldados, los que al desembarcar manifestaron que tanto el Sr. Bellido como los restantes compañeros habían optado por quedarse en la indicada finca, interesando que se les llevara pan y agua". En Zarandilla (en la actual zona de Las Pachecas) llegó el agua a metro y medio de altura. El veterinario y los soldados que allí se encontraban, se refugiaron en el piso alto de la casa temiendo también por la suerte de unas cuarenta yeguas que quedaban en las cuadras “a las que el agua llegaba a los corvejones”. Como publicaba el diario El Guadalete, todas las cabras pertenecientes a la Yeguada Militar perecieron ahogadas y los valiosos caballos hubiesen corrido la misma suerte de no ser por la



intervención del capitán jefe de la Yeguada, D. Álvaro Rodríguez, que en unión de otros soldados, “consiguió salvar una importante punta de yeguas que estaban próximas a perecer ahogadas... se hallaban en terrenos de Lomopardo, aunque aislados y fuera de peligro" (14).

La prensa local –como también la nacional- dedicó amplios reportajes a la inundación del día 7 y a la heroica intervención de los barqueros de La Corta con grandes titulares: "Atalaya y los suyos, dignos de recompensa". "Dichos individuos fueron ovacionados con verdadero entusiasmo por su meritísima labor, digna de preciada recompensa, como estimaron cuantos tuvieron ocasión de apreciarla" (15).

No es de extrañar por ello que dos días después, en la sesión ordinaria del Pleno municipal del 9 de marzo, el alcalde de Jerez, Julio González Hontoria hiciese constar “los trabajos de salvamento llevados a cabo con verdadero heroísmo” por los barqueros, proponiendo para premiarlos que “procedía se hiciese suscripción a favor de tan beneméritos individuos así como que se solicitase la distinción de la cruz de beneficencia a que tan legítimamente se habían hecho acreedores. Adhiriéronse a esta propuesta los Sres. Barrera, Moliné y Lassaletta, acordando el Cabildo encabezar suscripción con tal fin con la suma de 250 ptas…, y solicitar del Gobierno de S.M. la inclusión de los citados tres individuos en la Orden civil de Beneficencia” (16). Días después, se incluiría también al barquero Pedro Amador en el citado expediente por su intervención en las tareas de salvamento (17).

La inundación en El Portal.



Al igual que en los alrededores de La Cartuja y La Corta, en las proximidades de El Portal el río alcanzó sus máximos caudales inundando los Llanos de Las Villas y las Quinientas, El Torno de Carranza, Río Viejo y La Herradura… La lámina de agua se extendió por todo el estuario y las marismas de Doña Blanca afectando también seriamente a El Puerto de Santa María.

La prensa nacional se hacía eco de que la riada había cortado la vía férrea en El Portal inundando un tramo de seis km (18). Las comunicaciones por ferrocarril no se restablecerían hasta varios días después ya que “el tren sigue cortado en El Portal y las comunicaciones entre Sevilla Cádiz no pueden avanzar por rodear la vía férrea grandes lagunas de agua, principalmente en los términos de Las Cabezas, Alcantarilla, Lebrija, Llanos de Caulina y Jerez, que se hallan anegados por la gran cantidad de agua que baja de la Sierra de Gibalbín. En el Portal siguen los trabajos de salvamento utilizándose lanchas” (19).

Conviene recordar que a finales del siglo XIX se había construido en El Portal una fábrica azucarera, así como una estación, un puente de hierro sobre el río y un barrio obrero. Buena parte de estas instalaciones quedaron seriamente dañadas por la riada y por el nivel alcanzado por la lámina de inundación al llegar “las aguas del río hasta las copas de los árboles que no fueron arrancados. Han sufrido daños los edificios de la Azucarera Jerezana y la casa del Jefe de la Estación. Muchas chozas han sido derribadas, rivalizando las autoridades y vecinos en el salvamento del personal. En los alrededores de El Portal, alcanza la inundación varios kilómetros de extensión” (20).

En El Puerto de Santa María, en la desembocadura del Guadalete el panorama era también desolador informando que "las aguas han traído restos de chozas, árboles, animales y enseres que arrastró, sembrando la ruina en todas partes. Las líneas telefónicas y telegráficas han quedado destruidas. No han llegado trenes de Madrid; están detenidos en El Portal” (21).
(Continuará)
Para saber más:
(1) Gavala y Laborde, Juan.: Descripción geográfica y geológica de la Serranía de Grazalema. (del Boletín del Instituto Geológico de España, tomo XIX, 2ª serie). Madrid, 1918, p. 27-28. Véase también González Quijano, P.M.: “Los bosques y las inundaciones”, La Correspondencia Española, Año LXVIII Número 21593 - 1917 marzo 27, p. 3.
(2) Memoria relativa a las obras del Acueducto de Tempul para el abastecimiento de aguas a Jerez de la Frontera, por D. Ángel Mayo. Anales de Obras Públicas, nº 3, 1877, p. 59.
(3) Agradecemos a Francisco Lozano Romero, sobrino nieto de Antonio Palomo González y conservador de su legado fotográfico, la cesión de la imagen del puente-sifón del acueducto de Tempul que ilustra esta fotografía.
(4) Memoria… Obra citada, pp. 97-98.
(5) Ibídem
(6) El Guadalete, 13 de marzo de 1917, p. 1
(7) Rodrigo de Molina. Jerez, cincuenta y tres días sin agua. Diario de Jerez, 4 de Junio de 1989.
(8) Las imágenes del puente-sifón arrastrado por la corriente, tomadas por Hernández Rubio, arquitecto municipal de Jerez en 1917 han sido tomadas de Gavala y Laborde, Juan: Descripción geográfica y geológica de la Serranía de Grazalema (del Boletín del Instituto Geológico de España, tomo XIX, 2ª serie). Madrid, 1918, p. 27. y de la exposición “Arquitectura de una mirada. Francisco Hernández-Rubio, fotógrafo” comisariada por Adrián Fatou.
(9) ABC, 8 de marzo de 1917, p. 18.
(10) La Correspondencia, 8 de marzo de 1917, p. 3 y 9 de marzo de 1917, p. 3.
(11) Mundo Gráfico, Las inundaciones de Jerez, 14 de Marzo de 1917. El reportaje incluye dos fotografías con los siguientes pies: “La carretera de Jerez a Medina inundada por las aguas” y “Los terrenos de la Yeguada Militar inundados por las aguas”.
(12) El Guadalete, 8 de marzo de 1917, p.2
(13) Ibídem
(14) Ibídem
(15) El relato del salvamento pudo leerse en los diarios nacionales del momento, como por ejemplo La Correspondencia de 9 de marzo de 1917, p.3 o ABC de 9 de marzo de 1917. Los entrecomillados que figuran en el texto corresponden a la edición del diario local El Guadalete de 8 de marzo de 1917, p.2.
(16) AMJF, Actas Capitulares. Sesión Ordinaria celebrada el viernes 9 de marzo de 1917, nº 17. Ver punto 7, folios 353-355.
(17) A propuesta del concejal Sr. Moliné, conocedor de los hechos: AMJF, Actas Capitulares. Sesión Ordinaria celebrada el viernes 30 de marzo de 1917, nº 24. Ver punto 11, folios 400-401.
(18) ABC, 8 de marzo de 1917, p. 18.
(19) La Correspondencia, 9 de marzo de 1917, p.3.
(20) Ibídem
(21) La Correspondencia, 8 de marzo de 1917, p.3.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 26/03/2017

La gran riada (II): Arcos y Junta de los Ríos.
Se cumplen cien años de la riada del 7 de marzo de 1917.


En estos días se cumplen cien años de la gran riada de marzo de 1917 que tuvo consecuencias graves en toda la cuenca del Guadalete. Para recordar aquel suceso, recreamos la semana pasada su incidencia en Grazalema, Villamartín y Bornos. Hoy continuamos con los impactos de aquella excepcional avenida en Arcos y en el curso bajo del río.

La riada en Arcos.

Al igual que en toda la provincia en Arcos descargó “una espantosa tormenta de agua y granizo” (1). Como relataría el corresponsal de El Guadalete en su sección de “Notas Arcobricenses”, "desde las primeras horas de la noche del lunes (5 de marzo) hasta las nueve de la mañana de hoy miércoles (7 de marzo), no ha cesado de llover en esta ciudad unas veces, la mayoría, de un modo torrencial y otras aguaceros, todo acompañado de un viento fortísimo que impedía el tránsito del vecindario por las calles. Los daños causados por el temporal en la población y riberas del río Guadalete son enormes. Jamás se ha conocido una crecida tan alta... pues ha subido más de ocho metros sobre su nivel ordinario” (2).

Todos los diarios nacionales (La Nación, El País, ABC, Heraldo de Madrid, La Correspondencia…) avanzaban los daños más relevantes causados por la inundación en términos parecidos: "hay dos ahogados; pero se cree que no se reducen a estas las desgracias. Se ha hundido el ojo central de un puente. Un desprendimiento del terreno arrastró un molino que tenía más de 6.000 arrobas de aceite. Muchas casas del pueblo han quedado destruidas y la desolación es enorme. Como se conserva parte del puente, tratase activamente de unirle a la otra orilla” (3). A las 8 de la noche, el alcalde de Arcos consiguió hacer llegar un telegrama al de Jerez, Julio González Hontoria, dándole cuenta de la catástrofe y solicitando que se dirigiera al gobernado civil demandando socorros para Arcos, ante la imposibilidad de hacerlo él directamente. Aunque a esa hora el nivel del río ya había descendido unos cuatro metros, el panorama no podía ser más desolador (4). El diputado jerezano Moreno Mendoza, también recibió un telegrama del alcalde en el que le daba cuenta de la grave crisis obrera desencadenada, así como del hundimiento del puente y del consiguiente corte de comunicaciones con la mayoría de las polaciones cercanas, circunstancias de las que el diputado informó al gobierno de la nación solicitando, especialmente, la inmediata reconstrucción del puente de San Miguel (5).

En el casco urbano los daños causados fueron muy importantes. La fuerza del huracán tronchó árboles en el Paseo Duque de Almodóvar del Río, en la Plaza de la Constitución, en el Camino de las Nieves, en la calle Alameda… Se derrumbaron también “varias casas que se encontraban en estado ruinoso, un lienzo de muro de más de 200 metros de longitud, a espaldas del convento de Monjas Mercedarias” (6). El suministro eléctrico quedó interrumpido, al quedar paralizada la fábrica de electricidad a causa del temporal (7), ante lo que el gobernador civil de Cádiz telegrafío al de Sevilla “rogándole que gestione de las Compañías de electricidad faciliten fluido al pueblo de Arcos, en el que se halla paralizada su industria a causa del temporal” (8). Las crónicas de prensa no podían ser más explícitas: “la población se encuentra a oscuras por averías en los cables del alumbrado” (9).



Daños en la industria, los molinos y las huertas.

Junto a los daños en el casco urbano y en el puente, las instalaciones industriales y los molinos, quedaron también muy afectados. Ubicadas a orillas del Guadalete, la fábrica de corchos del Sr. Vázquez Segovia o la de curtidos del Sr. Reguera Marín, sufrieron importantes daños quedando “en medio del río” viendo destruidas sus instalaciones. Con todo, la peor parte la llevaron los molinos. La corriente “arrancó de cimiento el molino harinero llamado de Angorrilla”, inundándose también en el Barrio Bajo varios molinos de aceite “entrando las aguas en las tinajas y depósitos donde se encerraba el pecioso líquido subiendo éste a la superficie de aquellas, siendo arrastrado por la corriente. En el molino de D. Francisco Martel, se calculan en más de tres mil arrobas de aceite las llevadas por el río. En el D. Antonio Matos, llamado Valdespino son incalculables los perjuicios y destrozos causados por la riada. Todo el aceite que se encerraba en sus depósitos ha desaparecido… Igual le ha ocurrido a D. Antonio Dueñas en su molino La Condesa en el cual no ha quedado una gota de aceite, de las quinientas y pico arrobas que tenía almacenadas” (10).



Las huertas y los campos quedaron aún peor parados. El diario ABC resumía los efectos con esta lacónica frase: “en Arcos el temporal destrozó la campiña” (11). El corresponsal de El Guadalete describía en su crónica la triste escena que la riada había dejado en los campos cercanos al río: La ribera de huertas está completamente inundada viéndose solamente las copas de los árboles, y en los tejados de las casas, los colonos, sus familia y operarios aguantando el temporal desde media noche, ateridos de frío, dando gritos de socorro que nadie podía prestarle. Multitud de personas que habían acudido al Paseo de Boliches para desde alli contemplar la arriada, se retiraban con los ojos arrasados en lágrimas al ver el horroroso cuadro… Han perecido cientos de cabezas de ganado lanar, cabrío, cerda, vacuno y algunas caballerías” (12). Con la vuelta de las aguas a su cauce, apenas diez días después, pudieron apreciarse mejor las consecuencias de la riada: “Apena el ánimo ver nuestra frondosa y exhuberante ribera de huertas, hoy arrasadas por completo, sin vallados, casi sin arboleda, por haberla arrancadao la fuerza de la corriente y sus blancas casitas derruidas y algunas convertidas en un montón de escombros. ¡Pobres huertanos! ver en unas horas desaparecer el fruto de su constante y rudo trabajo, sus enseres de labor, sus ganados, muebles, ropas y pequeños ahorros” (13).

Las inundaciones habían dejado el campo y la industria arrasados y el hundimiento del puente de San Miguel y de otros en la cuenca, habían bloqueado las comunicaciones. La crisis social no se hizo esperar y el mismo día 8, aunque el temporal había amainado y las aguas del río habían descendido, se desataron las primeras protestas, siendo requerida la Guardia Civil para proteger las panaderías por temor de sufrir asaltos ante la carencia de víveres. Ese mismo día se llevó a cabo “un reparto de pan, siendo socorridos 625 obreros; pero muchos quedaron sin sustento. Algunos industriales desaprensivos intentaron elevar el precio de los artículos de primera necesidad; pero el alcalde lo impidió enérgicamente. De Jerez se enviaron a Arcos por orden superior 5.000 k. de harina y 1.000 de pan. Se gestiona que la Compañía Sevillana de electricidad facilite fluido a la fábrica de pan de Arcos” (14). Ante la desesperación y la falta de recursos, no faltaron quienes fueron a buscarlos al río donde “las guardias civil y rural hicieron regresar ayer a numerosas personas que se dirigían a los sitios inundados y al río con objeto de apoderarse de las carnes de los animales que habían perecido ahogados.” (15).

El puente de San Miguel destruido.



Una de las peores consecuencias que para Arcos tuvo la riada fue sin duda la destrucción del Puente de San Miguel. Levantado en 1867 con un coste de dos millones de reales de la época, esta sólida obra de sillería retuvo entre sus ojos los grandes árboles arrancados por la corriente, pero no pudo resistir la onda de avenida que empujó con una fuerza sorprendente al puente hasta derribarlo. Si la destrucción del puente de Villamartín cortó la carretera Jerez-Ronda, el arrastre del de San Miguel, dejaba incomunicada la campiña con El Bosque y la Serranía de Grazalema.

Como medida urgente, el mismo día 8 el alcalde ordena tender una “guindaleta” entre ambas orillas del puente “por medio de la cual se ha establecido comunicación con los vecinos de la otra parte del río los que gracias a este medio, pudieron proveerse de los artículos de primera necesidad de que carecían" (16). Gracias a este cable (en realidad, una cuerda de cáñamo), que logra tenderse a las dos de la tarde se pasan vivéres y otros artículos de primera necesidad (17).

En los días siguientes se suceden las peticiones para la construcción de un nuevo puente. El ingeniero jefe de Obras Públicas, D. Enrique Martínez, comunicó de inmediato al gobernador civil que era “…urgentísima la construcción del Puente de San Miguel, que se proyecta construir de hierro o de hormigón armado, cuyo proyecto se enviará a la aprobación del ministro de Fomento. Mientras tanto ha sido habilitado un vado para que pasen coches, carros y automóviles, y se espera que dentro de tres días quedará en condiciones de que pasen personas” (18).

Junto a los vados se plantean de inmediato la instalación de un puente de madera y de una barca de pasaje. El primero frente al molino del Algarrobo, la segunda, en el mismo emplazamiento del viejo puente de San Miguel. Apenas una semana después de la riada el Conde de los Andes, diputado en Cortes por la provincia, informó al alcalde de Arcos de la aprobación por el Ministerio de Fomento de un proyecto de barca para el que se destinaron 40.000 pesetas (19). En los días posteriores la prensa local informaba que “con objeto de terminar cuanto antes la construcción de la balsa que ha de servir para establecer la comunicación con la otra banda del río, se ha dado ocupación a todos los carpinteros de Arcos. Se cree que aquella se inaugurará muy en breve dado el número de obreros empleados en su construcción” (20). La barca o balsa, que entró muy pronto en servicio no estuvo exenta de polémica, pues si al principio se anunció que sería gratis hasta la construcción del nuevo puente, en pocos días comenzó a cobrarse el pasaje, lo que trajo como reacción que “un numeroso grupo de obreros se colocara en actitud levantisca, siendo necesaria la presencia de la autoridad para calmar los ánimos, quien ordenó pasaran todos gratis. Hoy se está cobrando el pasaje con el auxilio de fuerzas de la guardia municipal” (21).



Menos problemas dio el puente de madera que comenzó a construirse apenas dos semanas después de la riada. Así, la prensa local recogía una noticia del 22 de marzo en la que se apuntaba que “han dado principio los trabajos para construir un puente provisional de madera sobre el río Guadalete junto al molino harinero "Algarrobo", capaz de soportar el tránsito de caballerías y carruajes. Las maderas que se emplearán en la obra proceden del puente de Villamartín y a los trabajos se les imprimirá gran actividad” (22). Junto a este puente que permitía el paso de carruajes, y del que han quedado testimonios gráficos, existieron también otros pequeños puentes provisionales de madera para el paso de personas, utilizandose también los vados y pasadas tradicionales cuyo cruce en los días posteriores a la riada estuvo a punto de llevarse la vida de algunos arcenses. Tales fueron los casos de Alejandro Fernández Medina, de 65 años, quien al vadear el río por la pasada de La Molina, se hundió su caballo en el fango, pudiendo salvarse por ser un excelente nadador; o el del joven Antonio Murciano Meza, quien fue arrastrado por la corriente en el vado de Los Carriles, lográndose salvar gracias a la poderosa caballería que montaba (23).



Con todo, la principal preocupación de los arcenses fue la construcción del nuevo puente. Tras la riada, el alcalde Juan J. Velazquez Gaztelu, así como el gobernador civil y distintos diputados a Cortes por la provincia solicitaron al Ministerio de Fomento su intervención para acelerar las obras. Apenas dos semanas depués el alcalde confirmaba que “el proyecto del nuevo puente se remitirá a Madrid antes del 15 del próximo” (24). Unos días más tarde, un telegrama del Conde de los Andes informaba que “el puente estará terminado en muy breve plazo. Aquel se construirá en los Altos Hornos de Bilbao y su costo ascenderá a unas 300.000 pesetas; será colgante y de un solo tramo” (25). El nuevo puente de San Miguel, proyectado por el ingeniero Juan Romero Carrasco (como el de Villamartín), fue construido finalmente en los talleres de "La Artística Valenciana", entidad con la que se contrataron las obras, siendo inaugurado el 14 de octubre de 1920. De vigas metálicas parabólicas, y con una luz de 63m, tuvo un coste de 288.00 pesetas y utilizó como apoyos los estribos del viejo puente de cantería destruido por la riada del Guadalete (26).



La riada en la Junta de Los Ríos y la vega de Abadín.

Dejando atrás Arcos, la riada inundó lo Llanos de las Huertas, las vegas de Coviches y La Pedrosa y la Vega del Drago, donde el molino de Matos quedó semidestruido por las aguas del Majaceite.

En la Junta de los Ríos, unidos los caudales del Guadalete y de sus tributarios, el Salado de Espera y el Majaceite, los efectos de la riada se multiplicaron. La presa de Guadalcacín, construida unos años antes, pudo frenar los efectos de la crecida, laminando en parte la avenida. Aún así, por su alividadero llegaron a evacuarse 500 m3 por segundo, calculándose el caudal de ambos ríos entre la Junta y La Florida, en unos 2000 m3 por segundo en los momentos de apogeo de la avenida (27). No es de extrañar por ello que la fuerza de la riada arrastrará también el puente de la Junta de los Ríos, en la carretera Arcos-Vejer, como lo había hecho aguas arriba con los de Villamartín y San Miguel. El puente de fábrica, de 5 claros de 18 metros de luz cada uno, había sido construido en 1866 y ya había sufrido graves daños por una riada en 1881, aunque en esta ocasión no pudo soportar el empuje de la avenida (28). El mismo día 7, así lo comunicó por telegrama el alcalde de Arcos al de Jerez (29), dando también de ello cuenta los diarios nacionales que informaban de que “en el sitio llamado Junta de los Ríos, se hundió el ojo central del puente” (30). Para sustituirlo, el ingeniero Juan Romero Carrasco proyecto un nuevo puente de hierro, similar al de Villamartín, que sería inaugurado en 1925.



Durante los ocho años en los que la carretera estuvo sin puente, el paso del río se solucionó parcialmente con la instalación de una barcaza de sirga de la que conocemos sus características por las fotografías antiguas que de ella se conservan, similar a la instalada en Villamartín (31).

Aguas abajo, en las vegas de Casina y La Misericordia el río alcanzó una anchura extraordinaria, inundando totalmente las vegas de Albardén y Abadín, ya en término de Jerez, con una lámina de agua superior a un metro. En este último lugar, el diario El Guadalete informaba con el titular “A punto de perecer” que “en el caserío de la huerta de Lavadín, próxima a la Junta de los Ríos, estuvieron a punto de perecer sus moradores. A las cuatro de la mañana el contratista de las obras del Pantano de Guadalcacín don Federico Sáez, que tiene aquí alquilada una habitación en la expresada huerta, fue avisado de que estaba completamente inundada la planta baja. El Sr. Sáez, con la precipitación que exigía la gravedad del peligro, ensilló su caballo y montó a la grupa a la esposa del colono de la huerta. Éste y un mozo, en otro caballo y una mula, siguieron al señor Sáez, conocedor del terreno, orientándose como podía, dada la oscuridad de la noche, se dirigió a una choza enclavada a una altura y distante de la huerta unos quinientos metros, llegando a ella, por fortuna, sin más consecuencias que el remojón sufrido, pues hay que tener en cuenta que el agua llegaba a los caballos a la altura del vientre” (32)



Sin embargo, lo peor aún estaba por venir. Aguas abajo, en La Florida, la avenida del río iba a destruir el puente sifón del acueducto de Tempul, cortando así el suministro de agua potable a la ciudad de Jerez.
(Continuará)
Para saber más:
(1) La Correspondencia, 8 de Marzo de 1917, p. 3.
(2) El Guadalete, 10 de marzo de 1917, p. 1.
(3) La Correspondencia, 9 de Marzo de 1917, p. 3.
(4) El Guadalete, 8 de marzo de 1917, p. 1.
(5) Heraldo de Madrid, 8 de marzo de 1917, p. 2.
(6) El Guadalete, 10 de marzo de 1917, p. 1. La crónica contiene la información del día 7.
(7) La Época, 10 de marzo de 1917, p. 1.
(8) La Nación, 10 de marzo de 1917, p. 9.
(9) El Guadalete, 10 de marzo de 1917, p. 1.
(10) Íbidem.
(11) ABC, 8 de marzo de 1917, p. 9.
(12) El Guadalete, 10 de marzo de 1917, p. 1.
(13) El Guadalete, 17 de marzo de 1917, p. 1.
(14) El Día, 9 de marzo de 1917, p. 2. El Imparcial destaca también esta noticia así como que, ante la insuficiencia del reparto, “hubo un conato de alteración del orden” El Imparcial, 10 de marzo de 1917, p.1.
(15) El Guadalete, 9 de marzo de 1917, p. 2.
(16) El Guadalete, 10 de marzo de 1917, p. 1.
(17) El Día, 9 de marzo de 1917, p. 2.
(18) La Correspondencia, 11 de Marzo de 1917, p. 3.
(19) El Guadalete, 29 de marzo de 1917, p. 1.
(20) El Guadalete, 17 de marzo de 1917, p. 1.
(21) El Guadalete, 31 de marzo de 917, p. 1.
(22) El Guadalete, 26 de marzo de 1917, p. 1.
(23) El Guadalete, 17 de marzo de 1917, p. 1.
(24) El Guadalete, 26 de marzo de 917, p. 1.
(25) El Guadalete, 31 de marzo de 917, p. 1.
(26) "Puente de Villamartín y de San Miguel, sobre el río Guadalete, en la provincia de Cádiz", Revista de Obras Públicas, vol.71, nº 2382, junio e 1923, pp. 62-63
(27) Gavala y Laborde, Juan.: Descripción geográfica y geológica de la Serranía de Grazalema. (del Boletín del Instituto Geológico de España, tomo XIX, 2ª serie). Madrid, 1918, p. 27-28. Véase también González Quijano, P.M.: “Los bosques y las inundaciones”, La Correspondencia Española, Año LXVIII Número 21593 - 1917 marzo 27, p. 3.
(28) García Lázaro, A. y J.:El puente de hierro de la Junta de los Ríos”, Diario de Jerez, 13 de noviembre de 2016.
(29) El Guadalete, 8 de marzo de 1917, p. 1.
(30) ABC, 8 de marzo de 1917, p. 9. y La Correspondencia, 9 de marzo de 1917, p. 3, entre otros.
(31) García Lázaro, A. y J.:El puente de hierro…”, obra citada.
(32) El Guadalete, 9 de marzo de 1917, p. 2


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 19/03/2017

 
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