“Violencia roja y azul”:
un libro y una veleta

'Escuelas José Antonio': veleta. (La Barca de la Florida)

A través de nuestro buen amigo José Antonio Espinosa Maestre llegó hasta su hermano Francisco, reconocido historiador e investigador, una curiosa fotografía que habíamos realizado en La Barca de la Florida meses atrás. Se trata de la imagen de una veleta que aún corona la espadaña del antiguo edificio que perteneció a las Escuelas “José Antonio”, levantado en 1937 en plena Guerra Civil. En la veleta (que forma parte de nuestra serie sobre veletas en la campiña de Jerez) puede verse aún uno de los típicos símbolos del franquismo,-el yugo y las flechas, sobre el que se recorta la silueta de un soldado, rodilla en tierra, en posición de disparo.

En aquellos días, Francisco Espinosa Maestre andaba terminando los detalles finales de su último libro, “Violencia roja y azul”, y vio en esta curiosa imagen una posibilidad para ilustrar su portada, como finalmente ha terminado sucediendo, lo que agradecemos con todo afecto.
Portada del libro
El libro, editado por Crítica, ya ha visto la luz, habiendo sido presentado en Sevilla el pasado 20 de octubre y en Madrid, al día siguiente, en un marco muy especial: el Ateneo. La presentación estuvo a cargo de su coordinador, Francisco Espinosa, participado también en la misma José Antonio Martín Pallín, magistrado del Tribual Supremo, y la profesora e historiadora Mirta Núñez.

Francisco Espinosa Maestre es historiador y director científico del conocido proyecto para la recuperación de la memoria histórica, Todos los Nombres. Autor de numerosos artículos y trabajos de investigación, ha publicado también otros títulos como La justicia de Queipo, La columna de la muerte o Contra el olvido, de obligada consulta para quienes quieran profundizar en las claves de la guerra civil y la represión franquista y, particularmente, en lo que se refiere a Andalucía y Extremadura.

'Escuelas José Antonio': yugo y flechas de la veleta. (La Barca de la Florida)En esta ocasión, con Violencia roja y azul, nos presenta un trabajo en el que participan también los historiadores José María García Márquez, José Luis Ledesma y Pablo Gil Vico. Ya en la introducción queda claro que la “violencia roja y azul” no puede abordarse en términos de neutral equidistancia en la que, a buen seguro, encontrarían coartadas históricas y morales los nostálgicos del franquismo. Por el contrario, estamos ante un trabajo en el que, aunque se da cuenta también de los episodios de violencia en la retaguardia republicana, se pone claramente de manifiesto la política de exterminio y terror que desplegaron los alzados en 1936 más allá de los episodios bélicos que constituyeron la Guerra Civil.

La obra consta de cuatro partes bien diferenciada en las que se analiza el periodo comprendido entre el inicio de la guerra en julio de 1936 y el inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial hasta 1950. En la primera de ellas, realizada por Francisco Espinosa, se nos ofrece una visión global de la represión franquista. José María García Márquez aborda en la segunda parte el despliegue de esta política de terror en las zonas ya ocupadas por los franquistas. En la tercera parte, José Luis Ledesma estudia los episodios de violencia que tuvieron lugar en la zona republicana. La última parte del libro, obra de Pablo Gil, trata de la represión que llevó a cabo, sin tregua, la “Justicia Militar”. Ángel Viñas, ha puesto de relieve recientemente en una reseña publicada en el suplemento cultural Babelia (El Pais, 23/10/2010), las claves más relevantes de Violencia roja y azul que, por su interés reproducimos:

'Escuelas José Antonio': espadaña y veleta. (La Barca de la Florida)Cuando Queipo de Llano se sublevó no tuvo empacho en declarar mayestáticamente: "La historia nos juzgará". Desde hace tiempo los investigadores han seguido su "invitación". La rebelión dio lugar a un corte en la evolución natural de la sociedad española. Sus consecuencias quedaron anegadas en sangre y en silencio. No se aclararon durante la dictadura. Hoy, el estudio de la represión avanza ya a velocidad de crucero y este importantísimo libro debería ser objeto de estudio en los diversos tramos de la educación pública y calar en los forjadores de opinión y los españoles de nuestros días.

Francisco Espinosa, uno de los primeros historiadores que levantó las densas capas de ofuscación y mentiras que ocultaron la sangrienta represión que desde el comienzo mismo 'Escuelas José Antonio'. (La Barca de la Florida)lanzaron los autoproclamados salvadores de la patria, ha conjuntado a tres investigadores. El subproducto ha sido la feliz combinación de cuatro modélicos estudios. Espinosa mismo hace un resumen brillante del estado actual de la ya substancial historiografía sobre la represión durante la Guerra Civil y la posguerra. José María García Márquez deslumbra con un detalladísimo análisis de los mecanismos que recubrieron la lluvia de sangre que se abatió sobre la Andalucía documentable en los legajos del Tribunal Territorial Militar Segundo. José Luis Ledesma ofrece una fantástica primicia de su tesis doctoral sobre la represión en la zona republicana (incluidos Paracuellos y otras atrocidades). Pablo Gil Vico aborda un innovador ensayo sobre la perversión del Derecho, la actuación del Cuerpo Jurídico Militar y el Consejo Supremo de Justicia Militar. A ver a quién los desmonta.

'Escuelas José Antonio': placa conmemorativa. (La Barca de la Florida)Con rigor académico, los capítulos de esta obra van mucho más allá del distorsionador debate sobre quién mató más (los sublevados y en una relación de casi 3 a 1) y estudian la esencial diferencia entre las mecánicas, finalidades y filosofías aplicadas en los territorios donde no hubo guerra, porque quedaron desde el principio en manos sublevadas, en las zonas que fueron conquistando y en las áreas en que no triunfaron. Con su lenguaje y sus claves. Con nombres y apellidos. Con estudios de casos representativos. No hubo descontrol en los asesinatos. Falangistas, soldados y civiles hicieron su sucio trabajo a las órdenes del sector más ideologizado de la oficialidad sublevada: hombres comunes y corrientes, como ejemplificó en el caso nazi Christopher Browning. También "se pasaron". 'Escuelas José Antonio': azulejo devocional. (La Barca de la Florida)Cuando llegó la hora de la victoria un mando de la Guardia Civil anunció, con presciencia, que la guerra había terminado pero que la campaña continuaba. En resumen, se trata de un libro que pone al lector de hoy frente a hechos que repugnan a una sociedad civilizada. ¿Cuándo los aceptará un sector de la española?

El crucero continúa. Para el año que viene ya se anuncian trabajos tanto de investigadores jóvenes (el propio Ledesma, Jorge Marco/Gutmaro Gómez Bravo) como de un veterano (Paul Preston). Tampoco harán las delicias de los seudohistoriadores neofranquistas. A lo mejor hasta los leen los juzgadores de Garzón, pero si no lo hacen que ojeen al menos el coordinado por Francisco Espinosa
”.

La veleta de las antiguas “Escuelas José Antonio” de La Barca de la Florida (cuya imagen sirve de portada a este libro) ya no gira. Con su yugo y con sus flechas, con su falangista en posición de disparo, apunta desde hace décadas en la misma dirección: al pasado. A ese pasado que trabajos como los de Francisco Espinosa están desenmascarando, con todo rigor y con nuevos planteamientos, ahora que la recuperación de lo que se ha dado en llamar “memoria histórica”, no ha hecho más que empezar.


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Foto denuncia:
nuestro patrimonio arqueológico en una escombrera


En diferentes ocasiones hemos mostrado en entornoajerez nuestra preocupación por el deterioro del patrimonio rural y por la escasa protección de los yacimientos arqueológicos de nuestro entorno que, lejos de ser puestos en valor, se deterioran de la mano de la incuria, la desidia y el abandono. ¿A quién le importan los vestigios de nuestro pasado, nuestra cultura y nuestra historia?

Lamentablemente, de nuevo debemos traer aquí otro ejemplo más que hemos podido conocer gracias a la comunicación que nos han hecho llegar unos amigos acerca del posible vertido de material arqueológico, como si de escombros se tratase. Para comprobar sobre el terreno el asunto nos desplazamos al lugar en cuestión: la nueva urbanización en construcción entre la barriada de Las Flores y Pozoalbero, junto a la N-IV. Colindante con los muros de la finca de Pozoalbero y la carretera, una de las parcelas está siendo rellenada con escombros y tierra entre la que se aprecian numerosos restos cerámicos, presumiblemente de origen romano.

Cualquier observador que pasee por los viales que rodean a la parcela, como hacían nuestros amigos, descubrirá entre los rellenos recientemente vertidos, restos de ánforas (con abundantes fragmentos de bocas, cuellos, y asas), así como de tégulas o de ladrillos de gran tamaño. Desde la acera que bordea el lugar se aprecian también vestigios de piezas informes que pudieran corresponder a fallos de cocción de ánforas, que indicarían la existencia de un alfar en el lugar de procedencia de estos materiales. Entre los numerosos restos se adivinaban cerámica de barniz rojo y de “terra sigillata” que podrían darnos pistas de posibles piezas de uso doméstico.

¿De dónde procede todo este material? ¿Quién lo ha traído hasta aquí con la finalidad de nivelar y rellenar el terreno? ¿Se van a seguir extrayendo más restos de manera incontralada, destruyendo un posible yacimiento, para ser utilizados como escombros? Penoso ejemplo del futuro que depara a nuestro patrimonio arqueológico si no se frenan a tiempo deplorables actuaciones como esta. Mucho nos tememos que, en algún lugar cercano, se están destruyendo los vestigios de una villa romana, habida cuenta de la riqueza arqueológica de esta zona.

Hace unas semanas, la prensa deba cuenta de las denuncias de la Asociación de Vecinos Palos Blancos que alertaban sobre la destrucción de los restos de un horno romano. La misma asociación llamo también la atención de los responsables municipales de Urbanismo y de Cultura, acerca de la aparición de los restos de otra villa romana en las proximidades de este lugar.

La Carta Arqueológica Municipal deja clara la localización en la zona Norte de la ciudad de numerosos enclaves de la época romana (y también de otros periodos de nuestra historia). Por citar sólo algunos de ellos, recordaremos los que se destruyeron en 1980, con la construcción de la urbanización El Almendral donde existió un villa romana con alfares asociados, de los siglos I-III d.C. También en Rabatún, prospecciones del Museo arqueológico Municipal realizadas por Laureano Aguilar y Francisco Barrionuevo (1999) dieron también con los restos de un alfar romano. Estos mismos arqueólogos documentaron en 1994 y 2004 los restos de otro alfar en La Romera (Montealto) en el que se encontraron gran cantidad de restos de ánforas y fallos de horno del siglo I d.C. Muy cerca de este lugar, en Los Villares, junto a los depósitos de agua de Montealto, Ester López Rosendo excavo en 2004 y 2005 una villa romana donde parecieron numerosas ánforas. Más recientemente, con motivo de las obras del desdoblamiento de la N-IV, el arqueólogo Diego Bejarano ha sacado a la luz en el Cortijo de Siles (Ciudad del Transporte) un alfar romano, localizando también restos de un horno, posiblemente del periodo republicano. Valgan estos apuntes incompletos y apresurados para señalar que la zona donde han aparecido estos vertidos que denunciamos, conserva numerosos vestigios de la época romana.

Quizás aún estamos a tiempo de conocer (y salvar lo que queda de él) un nuevo enclave que nos ayude a conocer mejor nuestro pasado. Bastará para ello que quienes deben velar por nuestro patrimonio, indaguen sobre la procedencia de estos rellenos antes de que una parte de nuestra historia acabe en una escombrera.

Ventas con historia:
la venta de la Junta de los Ríos cumple cien años

Venta 'Junta de los Ríos'

Para empezar nuestro recorrido por esas viejas ventas con mucha historia a sus espaldas, nada mejor que hacerlo con una centenaria, con una que precisamente estrena su primer siglo de vida en 2010: la Venta de la Junta de los Ríos.

En el último tercio del XIX se construye la carretera Arcos-Vejer, para abrir una nueva vía de comunicación entre las tierras del interior de la provincia. Para cruzar el Guadalete y el Majaceite se levanta un puente en el paraje conocido como Junta de los Ríos, que será paso obligado de las comunicaciones entre la Sierra y las poblaciones de la Janda. De la misma manera se Puente de la Junta de los Ríostraza también un ramal hasta Jédula para unir el lugar con la carretera de Arcos-Jerez. En estos años del cambio de siglo, en los alrededores del puente comienzan a levantarse algunas casas y chozas que albergaban a los trabajadores temporeros del campo.

El lugar se muestra cada vez más concurrido, en especial a partir de 1906 cuando se inician las obras de la presa de Guadalcacín, en el paraje de la cerrada del Majaceite, próximo a la Junta. La obra, proyectada por Quijano, no terminará hasta 1917, trabajándose también en estos años en la construcción de los sifones Sifón en arco ('morcilla')en arco del canal de riego del Guadalcín (las populares “morcillas”) que mantendrán ocupados hasta 1921 a un buen número de trabajadores de la zona. Y es aquí, en este paraje y en este contexto, donde nace la pequeña historia de la Venta de la Junta de los Ríos, que en 2010 cumple 100 años.

Un capataz que trabaja en las obras del embalse, levantó un modesto ventorrillo en 1910 al que acuden los trabajadores y en el que paran también algunos de los viajeros que transitan por la carretera. En 1917 cambia de manos al hacerse cargo de la Venta un agricultor residente Antigua presa de Guadalcacínen la zona a quien apodaban “Capacha” que a decir de los vecinos más viejos del lugar era buen “surcador”. Son los años en los que se construyen los canales de riego y las “morcillas”, levantándose posteriormente en el lugar el Vivero de Obras Públicas cuyas instalaciones ocupan hoy la Granja Escuela Buenavista.

En la posguerra el negocio fue adquirido por Sebastián Benítez Leal, quien paga por él en 1941 36.000 pesetas, todo un capital para la época. La venta es explotada en estos duros años por los hijos del propietario. María Benítez y su marido José Pino se encargan de ella en un primer momento y, posteriormente, lo harán Francisco Benítez y su esposa Mariana Fernández. La familia Benítez irá ampliando progresivamente el negocio de la Venta 'Junta de los Ríos': jardinesVenta e instalará una panadería de la que se surtían, además de la población y los transeúntes, los cortijos diseminados por estos parajes donde ya se empiezan a consolidar los núcleos de Jédula, La Pedrosa, Majarromaque...

Es la época de las cartillas de racionamiento. Los hermanos arcenses Ricardo Luna, propietarios de la fábrica de harina en la Peña Picada, serán entonces los proveedores de harina en estos tiempos difíciles, mientras que los suministros de vino estarán a cargo de Manuel Benítez López, bodeguero de Jerez y de la firma Palomino y Vergara. Estas y otras mercancías llegaban hasta la venta en un pequeño carromato de dos ruedas tirado por una caballería con la que los encargados de la venta viajaban hasta Arcos y Jerez para Venta 'Junta de los Ríos'abastecerse.

En 1956 la venta será vendida por 160.000 pesetas a un granadino, Felipe, que con su mujer Magdalena, continuaron también al frente de la panadería. De ellos el negocio pasará a José Alpresa Sevillano quien incorporará a la venta una curiosa actividad: un pequeño taller de bicicletas. Unos años después, en 1968, arrendará la venta a Rafael Vázquez Calero Venta 'Junta de los Ríos'quien a su vez la subarrienda a su sobrino José Partida Amarillo y su esposa. Para entonces el local es mucho más que una venta y dispone también de una pequeña tienda de comestibles en la que se abastecían los vecinos de la zona, así como de una barbería atendida por Vargas que gozó de reputada fama de barbero en todos los contornos. De esta época es también José Mancera, uno de los primeros camareros de la venta, Venta 'Junta de los Ríos'que actualmente reside en Arcos.

En 1968 Antonio Ramírez Ramos, padre del actual propietario, tomará la venta en arriendo a José Alpresa, hermano de su esposa Manuela Alpresa Sevillano, teniendo como socio durante los tres años siguientes a su sobrino José Cañas Ramirez. Aunque procedían de una familia de agricultores, tenían también una pequeña tienda de comestibles y un bar en el pantano de Bornos por lo que contaban con experiencia en este tipo de negocios. En este periodo la venta fue ampliando la tienda de comestibles y ultramarinos y llegó a contar con una carnicería.

Venta 'Junta de los Ríos'A partir de 1971 continuarán regentando la venta Antonio Ramírez, su esposa Manuela Alpresa y sus cinco hijos. En 1975, al fallecer José Alpresa Sevillano, su hermana Manuela, madre del actual propietario, recibió la Venta en herencia. Para entonces el negocio familiar va creciendo y junto al bar, la tienda de comestibles y la carnicería, se amplían las instalaciones para albergar también una ferretería, un pequeño taller Venta 'Junta de los Ríos'de motos, llegando incluso a vender materiales de construcción: todo un pequeño “hipermercado” rural. De este negocio surgirán también, años después, el Hostal Andalucía, el Restaurante Andalucía y la antigua venta San Rafael.

Tenemos muy vivo en el recuerdo el encanto de la Venta de la Junta de los Ríos cuando a comienzos de la década de los 70 del siglo pasado, Venta 'Junta de los Ríos'veníamos a bañarnos desde Jédula con José Extremar, quien nos traía a la playita fluvial de La Pedrosa, o cuando años más tarde, nuestro amigo Alfredo Ruiz Bernad nos acercaba hasta este lugar, en su viejo Seat 600, a disfrutar de un café entre los cacharros de la Venta las tardes de verano.

Desde 2001 se hace cargo del negocio su actual propietario, Juan Jesús Ramírez Alpresa, hijo de Antonio y Manuela, quien con su esposa Josefa Villalba Ramos y con la colaboración de un amplio equipo de cocineros y camareros, ha impulsado la Venta dotándola de nuevos servicios.

Venta 'Junta de los Ríos'La remodelación de sus instalaciones no ha hecho perder al local su antiguo encanto. A los servicios de bar y restaurante, se suman también los de tienda de recuerdos y de productos de artesanía. Cerámica y cacharros de barro, forja, cuchillería, objetos de madera y corcho, pueden verse (y aún admirarse) en sus apretadas estanterías en las que lo mismo hallamos una jaula para perdices que un esquilo, un búcaro que un dornillo de barro, un cuchillo de Albacete, un taburete de corcho, una olla de porcelana de las antiguas… La Venta cuenta también con una amplia muestra de vinos y aceites de localidades cercanas (¡nunca imaginamos que había tantos!), de mieles, de chacinas, dulces, legumbres, quesos, aceitunas… de manera que este rincón se nos antoja como el más completo expositor de productos de la tierra donde el visitante encontrará, a buen seguro, una variedad difícil de hallar en otro lugar.

Nuestra garantía es su confianza”, es el lema que se exhibe con orgullo en la entrada, donde se anuncia también el centenario de esta concurrida Venta a la que, con todo merecimiento, el Ayuntamiento de Arcos ha concedido este año una Mención Especial y distinguido a sus propietarios con una merecida condecoración.

Venimos con frecuencia a este lugar y recordamos, como si fuera ahora, la primera vez que entramos en ella, en 1971, siendo un chiquillo, a pedir un vaso de agua. Habíamos venido en bicicleta desde la Azucarera de Jédula a subirnos a las “morcillas”. Entonces, nos recordó a una de aquellas viejas tiendas-cantinas del Oeste americano en las que se podía encontrar de todo. La misma grata sensación que nos invade cada vez que la visitamos.

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¿Qué están haciendo en el río?:
Inicio de los trabajos de restauración ambiental del cauce del Guadalete


De vez en cuando los ríos se “salen de madre”, se desbordan de su cauce y provocan inundaciones en las vegas del curso bajo. Sus aguas circulan entonces por rincones insospechados y llegan hasta lugares que sólo los más viejos del lugar recuerdan remotamente. Se dice entonces que “el río viene con las escrituras bajo el brazo”, elocuente expresión cargada de “saber popular”, de “memoria colectiva del paisaje” y claro exponente de lo que cualquier manual de hidrología o geomorfología exponen: los sistemas fluviales son algo más que el estrecho cauce por el que los ríos circulan buena parte del año, incluyendo también las vegas y llanuras de inundación que habitualmente ocupan campos de cultivo, viviendas o barriadas rurales.

El asunto de los efectos de las inundaciones vuelve a estar indirectamente de actualidad ya que, desde mediados de septiembre, como han explicado los responsables de la Consejería de Medio Ambiente y la Agencia Andaluza del Agua, se han iniciado los trabajos para la “recuperación del Guadalete” y la restauración ambiental de su cauce, de manera que en un tramo de 12 km. comprendido entre La Ina y La Corta, vuelva a tener el aspecto que, según indicaba el propio Consejero, presentaba en la década de los 50 y 60.

En síntesis, los primeros trabajos que ya han comenzado (y que se muestran en algunas de las fotografías que acompañan está entrada) tienen como objetivo eliminar una buena parte de los grandes eucaliptos que durante décadas han crecido en el interior del cauce del río (más de 700 pies), así como retirar más de 30.000 m3 de sedimentos (de tierra y lodo) que se han depositado en el lecho fluvial. Como señalaba la Delegada provincial de Medio Ambiente en la presentación de los trabajos previstos en el río, de cuyas palabras se hacía eco Diario de Jerez, “el objetivo derivado de los trabajos consiste en la recuperación de la capacidad de transporte de agua del cauce, con lo que se pretende abordar el problema de la progresiva invasión por la vegetación y la colmatación de las orillas del río con sedimentos finos que disminuyen la sección efectiva del canal fluvial. Se trata pues de mejorar la capacidad de evacuación eliminando los eucaliptos que se encuentran en el cauce, así como los sedimentos retenidos por ellos y de las obras de fábrica”.

Las principales actuaciones se van a llevar a cabo en el Puente de Cartuja, donde ya está muy avanzada la eliminación de los grandes eucaliptos que crecían en el cauce y junto al mismo puente. En este mismo lugar se reducirán también los depósitos de materiales de acarreo acumulados en la isleta que se sitúa en el centro del río, aguas arriba de la Venta de Cartuja, con lo que funcionalmente, el Guadalete presentará en este punto dos canales de circulación al limpiarse de sedimentos el segundo de los brazos del río, más próximo a la Venta. El viejo puente de “cantos”, verá también despejados de limos, lodos y otros obstáculos algunos de sus ojos, hoy prácticamente cegados para la circulación del agua.

Las riberas colindantes al Puente de La Greduela serán también objeto de una intervención similar, eliminándose los bosquetes de eucaliptos que crecen en las orillas y en el cauce, así como los materiales acumulados que lo han estrechado y que contribuyen negativamente a la capacidad de desagüe del río. Si el agua circula más fácilmente, el terreno se drenará con mayor rapidez en casos de inundación.

Junto a todo ello se han anunciado también otra actuaciones para eliminar algunos de los rellenos que se han producido en todas estas décadas en las riberas del río dentro del Dominio Público Hidráulico, que han reducido de forma importante la sección del Guadalete. Aunque desconocemos que rellenos serán eliminados, debemos mencionar por su gran impacto ambiental los que se han efectuado en las inmediaciones de los puentes de Cartuja, la Greduela y del Salado, o los que existen junto a los puentes de la Autovía de Los Barrios.

Silvia López, Delegada provincial de Medio Ambiente confiaba en que estas primeras actuaciones, que cuentan con una inversión total de 400.000 euros, contribuyan a mitigar los posibles daños que futuras crecidas y avenidas del Guadalete puedan ocasionar en el futuro. A los trabajos de limpieza y restauración del cauce se sumarán otras medidas que, como indicó también el Consejero de Medio Ambiente, disminuyan los efectos de futuros episodios de inundaciones. El Consejero de Medio Ambiente, José Juan Díaz Trillo, ha cifrado la inversión prevista para la recuperación del río Guadalete en 4,5 millones de euros.

¿Servirán para algo estos trabajos?

Esa es la gran pregunta que los vecinos de las barriadas rurales ribereñas y los colectivos que integran las Plataforma para la recuperación del Guadalete se plantean. Por nuestra parte, y dado que el asunto requiere un análisis más profundo que se escapa al espacio que dedicamos a estos reportajes, creemos que estas primeras intervenciones son insuficientes pero necesarias. Y es preciso acometerlas ya que buena parte de los árboles que invaden el cauce y de los sedimentos que lo estrechan constituyen un problema generado, en gran medida, en las últimos cincuenta años como puede deducirse también a la vista de algunas viejas fotografías que aquí exponemos. Sin embargo, que nadie espere soluciones definitivas para que no vuelva a haber inundaciones. Nos tememos que eso no es posible.

Conviene recordar que las crecidas de los ríos, y con ellas las inundaciones, forman parte de la dinámica natural en nuestro entorno mediterráneo. Mientras que en verano la mayoría de los cursos fluviales de nuestras latitudes sufren un busco descenso de caudales, en inviernos lluviosos pueden llegar a originar episodios de inundación: así es el funcionamiento hidrológico de un río como nuestro Guadalete. Si bien las avenidas y desbordamientos no son un fenómeno frecuente, es conocido que en cada periodo de diez o veinte años se vienen registrando inundaciones que afectan seriamente a la vega baja.

Pese a todo, cuando nos referimos al cauce por el que el río circula, la “madre” (o la “caja” del río, como la conocen muchos habitantes de los parajes ribereños), existe una visión limitada que considera como el “terreno propio del río” exclusivamente el cauce de verano, el que se corresponde con los periodos de estiaje o de aguas bajas. Sin embargo, conviene no olvidar que las vegas, las grandes llanuras de inundación en las que el río lamina su crecida de forma natural, forman también parte del “sistema fluvial” y que, por tanto, tarde o temprano serán ocupadas temporalmente cuando se produzcan crecidas de cierta consideración como las que han tenido lugar en el último invierno.

Los expertos consultados por la Agencia Andaluza del Agua estiman que la eliminación de los grandes árboles que obstaculizan y estrechan el cauce y el reacondicionamiento de la vegetación puede tener un efecto atenuante de las inundaciones en los Llanos de la Ina que supongan una disminución en la altura de la lámina de agua entre 20 y 30 cm. Lo que supone una cifra muy considerable ya que buena parte de los efectos de las últimas inundaciones habrían quedado, de ser acertados estos cálculos, muy reducidos. Y ello sería posible ya que la recuperación del cauce perdido por aterramientos y crecimiento desmedido de la vegetación permitiría una circulación más fluida del agua.

Pero junto a estas iniciativas se precisan también otras medidas. El deslinde y protección del Dominio Público Hidráulico, la mejora de los caminos y desagües inadecuadamente diseñados, la ampliación de la red de drenajes, la posible construcción de pequeñas presas de laminación en grabado del Puente de Cartujalos cauces de los principales arroyos, la reubicación de algunas viviendas construidas en zonas de alto riesgo de inundación, la reforestación de las riberas de afluentes y arroyos en la cuenca de la vega baja, un mayor control sobre los posibles vertidos de los lavados de áridos en las graveras… son algunas de las medidas que contribuirían a paliar los efectos de las inundaciones y que deben figurar también en un futuro proyecto de recuperación.

Aunque queda mucho por hacer, creemos que estas primeras iniciativas, que los ciudadanos pueden contemplar ya si se acercan al puente de Cartuja, son muy necesarias. Para comprobar cómo las arboledas de eucaliptos que invaden las riberas y el cauce el río, desplazando así a la vegetación natural, a los sotos y alamedas de antaño, basta con contemplar algunas de las ímagenes que atestiguan como eran estos parajes del entorno del puente de Cartuja en tiempos pasados.

Así, en un grabado del Puente de Cartuja que figura en el Plano de José San Martín de 1852 pueden verse los alrededores del viejo Molino y las orillas del río prácticamente desprovistas de vegetación. Apenas unos álamos crecen también en las riberas en otra vieja fotografía de 1917 en la que se muestra este mismo paraje, y en el que ya se aprecia la isleta central del río. Una curiosa instantánea tomada en la primera década del siglo XX, nos ofrece una escena singular donde las haya: una gran manada de toros bebe plácidamente en el río bajo los arcos del puente y descansa sobre la isleta central que ya presenta una considerable dimensión por el acúmulo de sedimentos, si bien no se aprecian árboles en ella.

Imagen procedente del 'vuelo americano' de 1956La mejor prueba de que los eucaliptos comienzan a ocupar las riberas del río a partir de la década de los 50 del siglo pasado, nos la ofrece el contraste de dos vistas aéreas que nos permiten apreciar la evolución de la arboleda y su progresiva invasión del cauce. Se aprecia también en ellas la llamativa disminución de la anchura del río.

La primera y más antigua procede del conocido como “vuelo americano” de 1956. Las Vista actual de la misma zonaimágenes actuales han sido tomadas de Google Earth. Una misma escena separada por algo más de medio siglo en la que puede apreciarse una gran variación. En la primera, los alrededores del puente de Cartuja se presentan desprovistos de arbolado (salvo la estrecha franja de álamos que crece en la ribera del molino), la isleta central aparece también sin vegetación y el cauce se muestra con una anchura considerable, especialmente aguas abajo del puente, en lo que fue el amplio Descansadero de Cartuja por el que cruzaban el río los ganados a través de un vado utilizado durante cientos de años, incluso después de la construcción del puente. La imagen más reciente nos muestra este mismo espacio (usurpado al cauce con rellenos de escombros y material de derribos de obra) donde ha disminuido considerablemente la anchura del río. La fotografía muestra igualmente como el cauce permanece casi oculto y sombreado por las copas de los centenares de eucaliptos que lo invaden, y que han colonizado también la isleta central.

Son los mismos árboles que hoy se están cortando como inicio de un largo proceso de restauración ambiental del cauce del río que, ojalá, contribuya a amortiguar el efecto de las inundaciones y a recuperar de una vez por todas el Guadalete.

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