Un paseo por los Montes de Propios de Jerez.
Itinerario de La Albina.




Los Montes de Propios de Jerez tienen su origen hace más de siete siglos, tras la conquista cristiana del territorio, como resultado de la agregación del término de Tempul al alfoz de nuestra ciudad en el año 1300 por la donación del rey Fernando IV. Este inmenso patrimonio municipal, que debió contar durante el siglo XVIII con más de 35.000 hectáreas, se ha visto reducido en la actualidad hasta una superficie aproximada de 7.000 hectáreas, enclavadas en el Parque Natural de Los Alcornocales. Paradójicamente, estos montes que nacieron como bienes comunales, es decir, propiedad del «común» de los vecinos de Jerez, permanecieron hasta hace unos años cerrados e inaccesibles en la práctica para los jerezanos. Las reivindicaciones de diferentes colectivos ciudadanos agrupados en la Plataforma para la regulación del Uso Público de los Montes de Propios de Jerez, se vieron parcialmente atendidas con la apertura en diciembre de 2004 de cuatro itinerarios para la práctica del senderismo y la educación ambiental. (1)

En la actualidad, las rutas (2) para conocer estos espacios naturales de gran riqueza ecológica y paisajística, son las de Rojitán, Cerro del Charco, Brañahonda y La Albina, estando en estudio la apertura de otras cinco por los parajes de Pico de la Gallina, Montifarti, La Jarda-Casa de Torres, El Quejigal y La Jarda-Arroyo del Parral.



En nuestra visita de hoy, en torno a Jerez, vamos a recorrer uno de los itinerarios más completos y variados de entre los que actualmente pueden realizarse en los Montes de Propios: el de La Albina. ¿Nos acompañan?

Por el Arroyo del Astillero.



Nuestro paseo se inicia en las inmediaciones del Puente del Arroyo del Astillero donde dejaremos aparcados los vehículos y al que habremos llegado por la carretera que conduce al Charco de los Hurones. Como el resto de las rutas autorizadas, el itinerario de La Albina discurre en su totalidad por espacios enclavados en el Parque Natural de los Alcornocales. Con un recorrido circular cercano a los 12 km., en su mayor parte por pistas forestales. Por las características de su entorno está considerado como de dificultad media-baja, siendo muy recomendable para todos los que quieran acercarse al conocimiento del bosque mediterráneo.

Junto al puente, bien señalizado, parte el camino que conduce a La Alcaría que recorreremos en sus primeros quinientos metros. Llegaremos entonces, tras pasar por un llano con magníficos ejemplares de quejigos, a una angarilla situada junto a la puerta de acceso a dicha finca, a la derecha del camino y en las proximidades de la casa del Astillero.

Desde aquí parte una pista forestal que se interna, en este primer tramo, por un alcornocal aclarado donde no faltan acebuches y quejigos. Al poco, el camino avanza en paralelo al cauce del Arroyo del Astillero que nos acompaña a nuestra izquierda durante buena parte de nuestro itinerario. Salvo en determinados periodos de la estación seca, el agua corre por entre los grandes cantos de arenisca que salpican su cauce y se remansa en pozas y albinas. Su murmullo nos acompañará a lo largo de todo el recorrido.



El curioso topónimo que da nombre a este arroyo (que en algunos mapas figura indistintamente como del “Artillero”), alude a la antigua vinculación de estos montes a la Armada ya que, especialmente en el siglo XVIII, los veedores de la Marina seleccionaban en estos bosques los mejores ejemplares de quejigos para utilizar su madera en la construcción naval. (3)

El Arroyo del Astillero se forma con la unión de los arroyos Albina de las Flores, de La Zarzalera y del Quejigal, a los que se suma después el de La Alcaría. Su cauce está escoltado por la típica vegetación de ribera presente en los “canutos” de estas sierras del sur y en el bosque en galería no faltan especies arbóreas como alisos, fresnos o sauces, siendo también frecuentes otras de porte arbustivo como tarajes, adelfas, ojaranzos o avellanillos. Una espesa maraña vegetal oculta a veces la visión del arroyo debido a que en sus orillas, en las zonas más húmedas y umbrosas, prospera una densa vegetación arbustiva, así como especies trepadoras entre las que pueden verse zarzas, escaramujos, durillos, nuezas, zarzaparrillas, hiedras…

En un pequeño claro que se forma en las laderas, a la derecha del sendero, encontramos un pilón que alimenta un cercano manantial protegido por una rústica construcción. Se trata de la fuente del Carrizalejo, como nos informa A. Barroso Robles. Estos y otros elementos se restauraron gracias a un Campo de Trabajo. Muchos de estos manantiales y fuentes de los Montes están siendo catalogados por J.M. Amarillo Vargas y J.A. Sánchez Abrines y pueden consultarse en www.conocetusfuentes.com (4)



A partir de este punto, cuando apenas hemos recorrido 1,5 km, una malla metálica (a la izquierda del sendero) nos acompañará durante un buen trecho, impidiendo el acceso al arroyo y siendo una auténtica “barrera” para la fauna silvestre a pesar de las “pasaderas” que se han practicado en su base, cada cierta distancia, para el paso de pequeños mamíferos. Entre los alambres de esta vallado encontramos en una ocasión lo que quedaba del esqueleto de un pequeño corzo que, atrapado sin posibilidad de escapar, acabó por morir sirviendo de alimento a los buitres que, desde este lugar, pueden verse posados en los cercanos riscos que despuntan al otro lado del arroyo. A los pies de este lomo rocoso se une al Arroyo del Astillero el de La Alcaría.



Junto al sendero, en pequeños claros del bosque, nos será fácil ver las soleras de los antiguos hornos de carbón, los boliches. En épocas pasadas el carboneo ocupó a no pocos arrieros, pastores y carboneros en estos parajes. Acebuches, agracejos y, sobre todo quejigos, proporcionaron leña abundante para la fabricación de carbón vegetal. Viejos quejigos, desmochados y deformados nos muestran las cicatrices de aquellas podas inadecuadas que facilitaban después el ataque de hongos y parásitos. Con ellos venían de la mano los procesos de pudrición de la madera que acabaron con muchos ejemplares centenarios.

Camino de la Albina.

El grueso tronco de uno de estos grandes quejigos, abatido por el viento, obstaculiza el paso por el camino, poco antes de que se termine el vallado y se cruce el lecho del arroyo por un pequeño vado fácilmente franqueable. A partir de este punto el sendero deja a su derecha el arroyo mientras discurre a los pies de la Loma de los Alcázares. En sus laderas el bosque se aclara presentando una zona más abierta de vegetación en la que se suceden pequeños prados. Estamos ahora en la Vegueta de La Papicha y donde encontramos otro pilón alimentado por la fuente de la Papicha. El manantial está protegido por una pequeña hornacina construida con bloques de arenisca y coronada por un singular tejadillo cónico. (4) Entre los prados, a la sombra de los alcornoques y quejigos, junto a los espinos, durillos y labiérnagos, oyendo el rumor del arroyo, descansamos un rato para reponer fuerzas.



Continuamos de nuevo el camino para llegar, al poco, a un hermoso paraje en el que el arroyo forma una gran poza alargada, una “albina”, sombreada por fresnos, alisos y quejigos. Las albinas son, en estos entornos serranos, las pequeñas zonas encharcadas que se concentran en las vaguadas de las vegas y en los llanos que se abren en el bosque, cuyo suelo arcilloso actúa como base impermeable que permite la acumulación de agua (5).



Situadas en la mayoría de los casos al pie de la falda de un monte, también se aplica este nombre a las pozas y charcas que se forman en el cauce de los arroyos y que se mantienen con
agua durante el verano, mientras el resto del cauce está seco.

Seguimos nuestra ruta tras recrearnos en este paraje y en la “albina”. Al cruzar a la otra orilla del arroyo reclamarán nuestra atención unos curiosos cercados que volveremos a encontrarnos en otos lugares del itinerario. Se trata de trampas para cerdos ibéricos asilvestrados que se han hibridado con los jabalíes autóctonos. En sus proximidades podremos ver también unas pantallas de brezo que no son sino un “observatorio” de corzos, que acuden también a este rincón del bosque donde se han dispuesto comederos debidamente protegidos para que en ellos no puedan entrar los “cochinos” o los venados.



Por el alcornocal.

Tras un pequeño repecho, abandonamos el llano de la “albina” para llegar a una pista forestal. Hasta este punto habremos recorrido algo más de 4 Km. desde que iniciamos nuestro itinerario.


Tomaremos la pista en sentido ascendente, es decir, hacia la derecha, internándonos por las laderas de umbría, cubiertas de alcornocal, de la Loma del Charco, Majadal Alto, Cerro de Malilla y Cerrro del Charco. Durante casi 5 km, la pista ira ganando altura suavemente los que nos permitirá obtener magníficas vistas de todo el conjunto de sierras y cerros escarpados que constituyen los Montes de Jerez.

A lo largo del camino se suceden los cercados con trampas para “cochinos asilvestrados”, los comederos y bebederos para corzos y unas curiosas artesas de madera a las que los venados acuden en busca de la sal que la guardería de los Montes les proporcionan. De vez en cuando, nos sorprenden en las laderas soberbios ejemplares de alcornoques o de quejigos, que siguen apareciendo en las zonas más umbrosas donde es fácil también ver helechos, polipodios, ombligos de Venus, doradillas, musgos y líquenes… creciendo sobre las cortezas y las horquillas de los árboles o tapizando las lajas y los grandes bloques de arenisca ocasiones llamarán la atención del paseante las gruesas lianas de las hiedras, que salpican el bosque. En auténticos “troncos” de gran grosor, que rodean a los árboles que les sirven de soporte.

A lo largo del sendero tendremos también ocasión de observar las numerosas especies que pueblan el sotobosque del alcornocal en el que no faltan jaras y jaguarzos, lavandas, escobones, brezos, aladiernos, agracejos, madroños, durillos, labiérnagos, ruscos o laureles (más escasos) por citar sólo algunas. Si realizamos el itinerario en primavera disfrutaremos aún más de la floración de numerosas especies arbustivas o herbáceas que harán de nuestro paseo, una oportunidad inigualable para observar flores. En esta ocasión, la jara pringosa, las aulagas y las lavandas y cantuesos ponían la nota de color en las laderas más abiertas del alcornocal a ambos lados del camino. Un guarda nos recordaba aquello de “cantueso florío, corzo parío”.

Tras una caminata de casi cinco kilómetros, la pista llega a lo más alto, próxima ya a su fin, dejando ver al norte la presa y la lámina de agua del embalse de Los Hurones y los perfiles de la Sierra del Pinar y de la Sierra de la Silla. El paseante puede observar estos dilatados horizontes desde un mirador a la orilla del camino en cuyas cercanías un mogote de arenisca guarda en sus paredes un curioso abrigo rupestre.

A partir de este punto se inicia un suave descenso y, unos 500 m. más abajo, abandonaremos la pista para tomar un sendero a la derecha que nos conduce hasta la cercana casa del Charco perteneciente a la guardería forestal de los Montes, al pie de la carretera. Desde aquí caminando algo más de un km en un suave descenso por la orilla de la carretera, llegaremos hasta el puente del Arroyo del Astillero, donde iniciamos horas antes nuestro recorrido, dando así fin a nuestro itinerario.




Para saber más:
(1) Plataforma para la regulación del Uso Público de los Montes de Propios de Jerez.:La regulación del uso público de los montes de propios de Jerez: una propuesta abierta”. Jerez, 2001. Informe coordinado por J. Cabral Bustillo.
(2) Barroso Robles, A y Márquez Rosado, J.: Itinerario de uso público por los Montes de Propios de Jerez. Mapa Guía. Ayuntamiento de Jerez. Delegación de Medio Ambiente. 2005
(3) Una relación de las principales especies maderables de nuestros montes, en las que tenía interés la Marina puede verse en los trabajos de J. Espelius (1760) “Carta Geographica, o Mapa General de los Pueblos, Montes, y sus Prales. arboledas y extenciones, justicias, guardas q. los custodian, vecindarios, matriculads. y embarcacs., q. comprenn. la Prova. de Marina de Sn. Lucar de Barrameda según la inspecn. del año 1754, una de las que compon. la Yntena. Gl., d'Cadiz Execudo. cn. Rl. apron. pr. el Yngro. Extrio., D., S., M., Dn., Jph. Espelius”, disponible en internet.
(4) J.M. Amarillo Vargas y J.A. Sánchez Abrines han realizado la catalogación de buena parte de las fuentes, manantiales, pozos y abrevaderos de los Montes de Propios de Jerez. Las fichas de estos trabajos pueden consultarse en www.conocetusfuentes.com
(5) VV.AA.: Guía de los Montes de Propios de Jerez de la Frontera. Biblioteca de Urbanismo y Cultura. Ayuntamiento de Jerez, 1989, pp. 105-107.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Puedes ver otros artículos relacionados en nuestro blog enlazando con Parajes naturales y Rutas e itinerarios.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 18/01/2014


LAS “RETROGRAFÍAS” DE LUCÍA CRAVEN-BARTLE Y COLL

Artículo publicado el 9/06/19
La combinación en una única imagen de una antigua fotografía con otra actual, referidas a un mismo lugar, nos permite la posibilidad de mezclar tiempos y espacios ofreciendo como resultado imposibles y deliciosas escenas gracias a la “retrografía”.

Y eso es lo que hace magistralmente Lucía Craven-Bartle y Coll en esta serie de imágenes sobre Jerez en las que podemos comparar los cambios producidos por el paso del tiempo, como si de un hermoso viaje al pasado se tratase.

En esta serie de “retrografías” el espacio y el tiempo parecen haberse translocado para ofrecernos un encaje sorprendente, en el que se entrelazan el hoy y el ayer, condensando décadas de transformaciones de nuestra fisonomía urbana en la que, pese a todo, nos seguimos reconociendo.

Las imágenes pacientemente ensambladas `por Lucía Craven-Bartle, con una maestría que nos habla de su gran capacidad técnica, permiten llevar el presente al pasado -o traer el pasado al presente- y tramar no sólo distintos rincones de la ciudad, sus calles y plazas o sus edificios y monumentos más significativos, sino también la gente y el tiempo.

Porque si algo nos llama poderosamente la atención en esta cuidada selección de imágenes, es la convivencia de las personas que habitaron y habitan la ciudad en un “diálogo” sólo posible gracias a estas “retrografías”. Así, la autora no solo ha conseguido retener el tiempo, no solo ha cautivado nuestra mirada, sino que nos ha hecho reconocernos en los paisajes y en las personas de ayer… que nos hablan también de nosotros.

Gracias, otra vez, a Lucía por haber creado estas hermosas imágenes y gracias por permitirnos publicarlas en su día en estas páginas de entornoajerez, donde las volvemos a traer a petición de unos buenos amigos.

LA PLATA VIEJA... Y LA PLATA



ALAMEDA DE CRISTINA



LA MAQUINILLA POR LA VICTORIA

"¡Ay quien pudiera madre
parar la historia,
y ver la maquinilla
por La Victoria!"



LA MERCED


LOS RAÍLES DEL TREN DEL VINO POR SANTIAGO



PALACIO DE VILLAPANÉS



ARENEROS... Y EXCAVACIONES EN "LA CORTA"



POR LA CALLE LARGA



ALAMEDA DE CRISTINA... Y LA TORRE MIRADOR DEL PALACIO DE LOS MARQUESES DEL SALOBRAL



LA CALLE LARGA DESDE LA ROTONDA DE LOS CASINOS

Jerez y los elefantes.
Un curioso paseo por nuestra historia con los elefantes como protagonistas.


En nuestra entrega de hoy “entornoajerez”, les proponemos un curioso paseo por la historia y los paisajes de Jerez y sus alrededores de la mano de los elefantes. Si, aunque les suene extraño, vamos a tomar la figura de este singular animal como hilo conductor de pequeñas historias que tienen como protagonistas a los elefantes que, de una u otra manera, tuvieron algún vínculo con la ciudad y su territorio. ¿Nos acompañan?

Los primeros elefantes. Una “visita” al Paleolítico.

En una pequeña elevación a orillas de un río, sin nombre todavía, una banda de cazadores nómadas ha instalado su campamento. En estos parajes, próximos a su desembocadura, su corriente es muy caudalosa y sus aguas se extienden por la llanura formando un gran pantano.

Por el lugar han avistado algunos caballos y ciervos que salen de entre los bosques cercanos y acuden aquí a beber y a pastar. Pero sobre todo han puesto sus ojos en los grandes elefantes que merodean por las orillas, a los que han observado moviéndose torpemente por estos aguazales. Han realizado un largo viaje desde la parte alta del valle, donde los animales son menos abundante y deciden establecerse por un tiempo para cazar, construyendo sus cabañas temporales con ramas y pieles en un lugar protegido entre los árboles desde donde se divisa el río.

Esta singular escena, u otra parecida, era posible observarla en tiempos remotos, durante el Paleolítico, en diferentes puntos de nuestra campiña, junto al Guadalete. Donde hoy sólo corretean entre los lentiscos y los acebuches los conejos, las perdices y algún meloncillo, en el mismo lugar donde pastan actualmente los caballos de la yeguada de El Palmar del Conde entre Las Quinientas y El Portal, podían verse en estos mismos parajes de la vega baja del Guadalete hipopótamos, rinocerontes, grandes ciervos o caballos salvajes… y elefantes. Hace de ello “sólo” 200.000 años (milenio más, milenio



menos), cuando el clima era más cálido y húmedo en nuestras latitudes. Estas mismas escenas, también con la presencia de grandes elefantes, se repetían durante el Paleolítico inferior en las laderas de Garrapilos (1) donde hoy se aloja la Yeguada Militar, en las proximidades de La Barca, o durante el Paleolítico Medio en Majarromaque, junto a las riberas del río.

Estos y otros muchos datos de gran interés, fueron aportados por los hallazgos que, hace ya un cuarto de siglo, llevaron a cabo un equipo de arqueólogos dirigido por Francisco Giles Pacheco, en el marco de un ambicioso programa de Investigación titulado “Prospecciones Arqueológicas Sistemáticas en la cuenca fluvial del río Guadalete” en el que, entre la paleo fauna de nuestro entorno cercano destaca la presencia en los parajes ribereños de los primeros elefantes de los que tenemos constancia en nuestro territorio (2). En 1989, cuando el equipo del Proyecto Guadalete realizaba el estudio arqueológico de los paquetes de arenas y cantos rodados que iban a ser explotados en la gravera de El Palmar del Conde (3), en las proximidades de El Portal, salieron a la luz numerosos cantos tallados, así como algunos restos fósiles de grandes mamíferos, entre ellos de elefantes.

Estos enormes paquidermos, de tamaño superior a los actuales, pertenecían a la especie Paleoloxodon antiquus y se extinguieron hace aproximadamente 30.000 años. Podían alcanzar los 4 m de altura y llegar a pesar entre 6 y 7 toneladas. Sus largos colmillos eran más rectos que los de los elefantes actuales, curvándose ligeramente hacia arriba.

Noticia de elefantes en la antigüedad.



Otra curiosa referencia a los elefantes en relación con nuestro entorno cercano nos la ofrece la numismática. En este caso no se trata de su presencia real en nuestros paisajes sino de su imagen, muy repetida, en las monedas de la antigua Lascuta, una ciudad estipendaria del imperio romano que acuño monedas de tipo libio-fenicio.

Aunque no está clara todavía la localización de este enclave (que pudo hallarse en Alcalá de los Gazules o en la Torre del Esparragal, en las proximidades de Gigonza…) lo cierto es que este territorio fue ya desde la antigüedad dependiente de “nuestra” Asta Regia, tal como se desprende del conocido Bronce de Lascuta. Se trata de un excepcional documento epigráfico fechado en el 189 a.C. (el más antiguo referido a la presencia romana en Hispania) en el que el general romano Lucio Paulo Emilio decreta que “los siervos hastenses que habitaban en la Torre Lascutana fueran libres y, así mismo, ordenó que tomaran y mantuvieran el campo y la plaza fuerte que en aquel momento poseían mientras así lo quisiera el pueblo y el senado romano” (4).



Sea como fuere, lo que aquí nos interesa destacar es que, entre las monedas atribuidas a la ceca de Lascuta, son frecuentes las que muestran en el reverso la silueta de un elefante. Una buena selección de ellas puede verse en la ya clásica obra de D. Antonio Delgado, “Medallas Autónomas de España” en la que figuran distintos ejemplares de monedas procedentes del entorno de Alcalá de los Gazules y de Mesas del Esparragal, procedentes de la antigua Lascuta. Muchas de estas monedas, con inscripciones en caracteres libio-fenices, muestran en su reverso la silueta de un elefante que simboliza a África, continente de procedencia de sus primeros habitantes, tal como apunta Francisco Mateos Gago, autor del capítulo dedicado a Lascuta (5)

Elefantes en Jerez en los siglos XV y XVIII.

A falta de nuevos datos que puedan desmentirlo, casi podemos afirmar que hubo que esperar hasta finales del siglo XV para que en nuestra ciudad pudiera verse un elefante. Este singular suceso tuvo lugar en el año 1480 como puede leerse en la obra Cronicón de Benito de Cárdenas, transcrita y publicada por el profesor Juan Abellán y en la que se da cuenta de los sucesos más importantes ocurridos en Jerez entre los años 1471 y 1483.

Entre la relación de hechos del año 1480 encontramos este curioso apunte: “Truxeron un elefante a esta çibdad de Xeres que nunca vino tal cosa a ella, vino de toda Castilla, que ganavan dineros por que lo viesen. Vino sábado a dies dias del mes de março de IVCCCCLCCC.” (6).

En aquel año, se viven en Jerez momentos de tensión y algunos caballeros veinticuatro han denunciado ante el rey al corregidor Juan de Robles, a quien acusan de haber vendido trigo a Portugal en la guerra que hasta octubre de 1479 había mantenido con Castilla. Son también los días en los que el jerezano Pedro de Vera, acaba de ser nombrado por los Reyes Católicos Gobernador de Gran Canaria para impulsar la conquista de las islas, y en los que se prepara la gran armada que para tal fin, partirá en agosto desde El Puerto de Santa María.

Y a ese Jerez llegó por primera vez un elefante el sábado 10 de marzo de 1480. A juzgar por la noticia, debía formar parte de alguna atracción ambulante que en su periplo habia recorrido “toda Castilla” despertando la admiración allá por donde pasaba como lo haría en nuestra ciudad. En el Jerez medieval no debieron ser muchos los entretenimientos públicos y junto a los juegos de cañas y lanzas que se celebraban en el Arenal, se hacían también pequeñas representaciones teatrales. A buen seguro que debió contarse para el ocio de las clases populares con las actuaciones de juglares, cómicos y saltimbanquis que de manera itinerante acudían por pueblos y ciudades. Sin embargo, la presencia del elefante, tuvo que suponer una atracción muy singular y muy rentable para sus propietarios “que ganavan dineros por que lo viesen” y para lo que debieron de contar con un recinto cerrado o con algún corral cercado donde presentar este fantástico animal.

La exhibición de animales exóticos, monstruosos o que presentaban algún rasgo fuera de lo común, fue siempre motivo de interés. De ello encontramos en nuestra ciudad algunos curiosos ejemplos que llamaron la atención de historiadores y cronistas. Este es el caso de un enorme cerdo que en el año 1674 fue mostrado en un privilegiado escenario y del que tenemos noticia por Sebastian Marocho quien en sus “Cosas notables ocuridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729” nos informa, entre los hechos destacados de ese año, que “trajeron a Jerez un marrano que pesó 430 libras; estuvo en la casa de las Comedias” (8). Ya en el siglo XVIII el mismo autor da cuenta de otra de estas exhibiciones muy del gusto de las clases populares y en esta ocasión cuenta como en 1737 “se vió este año un caballo blanco, comprado en Villamartín, con la natura en la cola como si fuera hembra” (9).

Pero si el primer elefante que visitó la ciudad en 1480 causo expectación, no debió ser menor la que provocó el segundo del que queda constancia documental. Y es que casi tres siglos después, volvemos a tener noticia de otro elefante en Jerez.



Sabemos de él por un curioso libro de Juan de Trillo y Borbóndonde están apuntadas todas las novedades acaecidas en esta ciudad… desde el año 1753” hasta 1836. En una escueta noticia fechada el viernes 12 de agosto de 1773 se dice que “pasó por esta ciudad, para regalo que llevaban al Rey, el elefante, y se fue al día siguiente” (10).

La visita debió suponer también una enorme atracción en una ciudad que en aquellos tiempos no ganaba para tragedias. Apenas unos meses antes, el lunes 5 de abril de ese mismo año, a las cinco de la mañana, Jerez se había visto sacudida por un terremoto que había despertado grandes temores, por lo que tres días después “salió en procesión de penitencia Nuestra Sra. de las Angustias, y fue al Calvario; y al sábado siguiente salió el Sto. Cristo de la Espiración y fue a la Iglesia Mayor”. Para colmo de desdichas “se quemó la casa de Comedias que estaba en la bajada de la Cárcel". Aunque para suceso desafortunado el que tuvo lugar el último día de ese año, cuando “pusieron la Cruz en la media naranja de la Iglesia Mayor y hubo un gran repique. Y al día siguiente 1º de Enero del año 74, cantando el Tedeum laudamus, estando en el repique el esquilón grande cogió a Antonio Orellana, y lo tiró a la calle, donde cayó muerto, rotos todos sus huesos” (11).

Este segundo elefante que pudo ser visto en Jerez tiene una curiosa historia que ha sido estudiada en distintas publicaciones (12). En ella se relata como a finales de julio de 1773 la fragata Venus de la Real Armada española, que procedente de Manila había realizado una larga travesía, desembarco en la Isla de León “un elefante asiático adulto que el gobernador de Filipinas don Simón de Anda remitía al rey Carlos III” (13). El elefante fue conducido hasta la corte por una partida militar y de operarios encargados de los cuidados del animal que recorrió a pie durante 42 días en etapas de 2/3 leguas, el largo itinerario que separaba San Fernando de la Granja de San Ildefonso, donde se encontraba el rey. En este largo viaje pasó por Jerez, Écija, La Carlota, Córdoba, Andújar, Bailén, Valdepeñas, Aranjuez o Carabanchel, hasta llegar a la Corte en La Granja. Partieron de la Isla de León la tarde del 16 de agosto, llegando a Jerez la mañana del 18. En este primer tramo del recorrido, el elefante y la partida que lo conducía, tomaron la Cañada de la Ysla y de Cádiz, llegando a Jerez procedente de Puerto Real después de rodear el estuario del Guadalete, por un camino que coincide con la actual “carretera de Bolaños”. El elefante cruzó el puente del río pasando por La Cartuja (14), acercándose a la ciudad para continuar después su ruta hacia Las Cabezas de San Juan por el camino de Sevilla y seguir después por El Arahal, Marchena y Écija hasta Córdoba.

Aunque no conocemos testimonios documentales de la respuesta de los jerezanos a su paso, más allá de la cita de Trillo y Borbón, suponemos que la expectación creada fue grande, como sucedió por todos los lugares por los que pasaba. En Córdoba, por ejemplo, un gran gentío seguía al elefante, debiéndose cortar los accesos al puente para evitar problemas. Tras su muerte en 1977 este elefante que pasó por Jerez fue naturalizado por el célebre taxidermista Juan Bautista Bru, pasando a los fondos del Museo de Ciencias Naturales donde desde entonces está expuesto, tal como muestran las fotografías que hemos incluido en esta página.

Este curioso episodio nos recuerda a la deliciosa novela de José SaramagoEl viaje del elefante”, en el que recrea un suceso parecido, cuando a mediados del siglo XVI el rey Juan II de Portugal ofrece a su primo, el archiduque Maximiliano de Austria, un elefante asiático como regalo que deberá recorrer media Europa hasta llegar a su destino (15).

Y la elefanta Buba…

Junto a los ya mencionados, otros muchos elefantes vinieron a la ciudad ya desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX de la mano del circo. El historiador Jesús Caballero Ragel menciona incluso algún espectáculo (¡qué horror!) de lucha de elefantes contra toros, que tuvo lugar en el coso jerezano, a partir de su reedificación por F. Hernández Rubio en 1894 (16). Aunque tenemos constancia de espectáculos de este tipo en Madrid, no hemos podido encontrar referencias documentales de los celebrados en Jerez a los que hace alusión este autor.

No podíamos cerrar este recorrido por los elefantes vinculados a Jerez sin mencionar a Buba, la elefanta africana que durante casi 24 años vivió en nuestro parque zoológico haciendo las delicias de grandes y mayores. Este entrañable animal, llegó al zoo jerezano en marzo de 1988, cuando era todavía una cría de cinco años, al ser adquirida a un zoológico de Lisboa donde había llegado desde Namibia, gracias “a una colecta de los niños jerezanos” con la ayuda de otros patrocinadores (17). Desde el primer momento, Buba fue una de las principales atracciones del parque, por lo que su marcha a comienzos de octubre de 2011 al zoo húngaro de Sóstó supuso una gran tristeza. Y a la vez una gran alegría al saber que el largo viaje que emprendía tenía como objetivo formar parte de “un grupo de elefantes amplio en el que va a tener la posibilidad de reproducirse” (18). Hace ahora justo un año, dos trabajadoras de nuestro parque zoológico tuvieron ocasión de visitar a Buba, “la última elefanta de Jerez”, en la reserva húngara de Sóstó donde vive actualmente. El encuentro fue emocionante y el animal reaccionó a las llamadas de sus antiguas cuidadoras reconociendo sus voces y mostrándose atenta a sus palabras… (19)-.



Ojalá que dentro de unos años pudiese volver a nuestro “Tempul”, ya con su familia, donde a buen seguro sería de nuevo la atracción del zoo y donde todos aguardan su regreso, un retorno que nos gusta pensar que tendrá lugar algún día. Y es que, como escribe José Saramago al comienzo de su delicioso El viaje del elefante: “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”.

Para saber más:
(1) Giles, F.; Santiago, A.; Gutiérrez, J.M.: Mata, E.; Aguilera, L.; (2001): “El registro arqueológico de los primeros grupos humanos en la comarca de Jerez y su contexto en el sur de la península. Resultados de un proyecto de investigación. Revista de Historia de Jerez, N.º 7. Cuaderno de arqueología. 2001, págs. 14-19.
(2) Giles, F..; Gutiérrez, J.M.; Santiago, A.; Mata, E. y Gracia, F.J. (1993): “Prospecciones Arqueológicas y análisis geocronológicos y sedimentológicos en la cuenca del río Guadalete. Secuencia fluvial y paleolítica del río Guadalete (Cádiz). Resultados de las investigaciones hasta 1993”. Investigaciones Arqueológicas de Andalucía 1985-1992. Proyectos. 211-227. Huelva.
(3) Giles, F.; Santiago, A.; Gutiérrez, J.M.: Mata, E.; Aguilera, L.; (1990): “Un tecnocomplejo del Pleistoceno Medio en la desembocadura del río Guadalete: el yacimiento achelense del Palmar del Conde”, Revista de Historia de El Puerto, 5.11-30. Sobre este mismo yacimiento: Giles, F.; Santiago, A.; Gutiérrez, J.M.: Mata, E.; Rodríguez, V.; (1990): “Aproximación a un complejo técnico del Pleistoceno Medio en la cuenca baja del río Guadalete. Casa del Palmar del Conde (Jerez de la Frontera, Cádiz)”. Xábiga. Revista de Cultura, 6. 83-97.
(4) González Rodríguez L. y Ruiz Mata, D.: Prehistoria e Historia Antigua de Jerez, en “Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval”. Tomo 1. Diputación de Cádiz. 1999, pp. 113-114.
(5) Delgado, A.: Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España, Sevilla, 1873, T. II, pp. 160-171 y láminas XLVI y XLVII.
(6) Abellán Pérez, J.: Cronicón de Benito de Cárdenas, Peripecias Libros, 2014, p. 47 y siguientes.
(7) Trillo y Borbón, J.: Libro en donde están apuntadas todas las novedades acaecidas en esta ciudad de Xerez de la Frontera desde el año 1753 y algunas otras que han ocurrido fuera de ella. Curiosidad observada por D. Juan de Trillo y Borbón, desde el referido año, en el cual comenzó a tener uso y retensión para ello. Jerez: 1890, Imprenta de Melchor García Ruiz, pp. 9-11.
(8) Marocho, S.: Cosas notables ocurridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729, Transcripción y notas de José Soto y Molina, Larache, Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos y Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, 1939, pp. 26.
(9) Ibidem, p. 38.
(10) Trillo y Borbón, J. de: Libro…, p. 10.
(11) Ibidem, pp. 9-11.
(12) Una síntesis completa puede verse en Sánchez Espinosa, G.:Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773”, en Goya, 295-296, Madrid, 2003, pp. 269-285. Las referencias a Jerez en la p. 270.
(13) Ibidem p. 270
(14) Torrejón Chaves, J.: El elefante que llegó a la Isla de León, Diario de Jerez, 6 de diciembre de 2016.
(15) Saramago, J.: El viaje del elefante, Alfaguara, 2008.
(16) Caballero Ragel, J.: La Feria de Ganados de Caulina, Diario de Jerez, 23 de marzo de 2010.
(17) “El Zoo contará con un elefante comprado por los niños de Jerez”, Diario de Jerez 29 de agosto de 1987.
(18) Miró, J.: Buba viaja camino de su nuevo hogar en un zoológico de Hungría. Diario de Jerez, 4 de octubre de 2011, p. 17.
(19) “Un emocionante encuentro con Buba cinco años después”, La Voz del Sur, 18 de octubre de 2016.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Miscelánea, Paisajes con historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 15/10/2017

 
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