Por el Charco de los Hurones.
El encanto de las carreteras secundarias.




Las carreteras secundarias, esas vías poco transitadas por las que se puede circular a velocidad moderada y que nos permiten parar en cualquier recodo del camino para contemplar el paisaje, han tenido siempre para nosotros una especial atracción. Podríamos denominarlas también como “carreteras con encanto”, porque al recorrerlas, disfrutamos de sus valores paisajísticos, de la riqueza de su entorno, de su vinculación con la historia, la literatura o la naturaleza.



Hoy les proponemos pasear o recorrer en su vehículo por una ruta muy singular, la que conduce hasta la presa de los Hurones. Arranca esta vía como un ramal de la carretera de Jerez a Cortes, en el punto kilométrico 56, donde encontraremos una desviación a la izquierda a la altura del cortijo de Rojitán. Tras un corto recorrido de algo más de 7 km., llegaremos al Poblado de los Hurones, al pie de la presa, fin de nuestro camino.



Pero vayamos despacio, recreándonos en los parajes por los que discurre y parando cuantas veces sea necesario para disfrutar de los muchos puntos de interés que este privilegiado entorno nos ofrece.

Caminos centenarios: por la antigua Cañada de Rojitán.



La carretera de los Hurones sigue, en la mayor parte de su recorrido, el trazado del antiguo camino conocido como Cañada de Rojitán, Charco de los Hurones y Ubrique. Se trata de una vía pecuaria que ponía en comunicación las rutas que venían desde la campiña de Jerez y las tierras de Alcalá de los Gazules y Tempul con la Sierra de Cádiz siguiendo el valle del Majaceite. Desde mediados de la década de los cuarenta del siglo XX existía ya en el mismo lugar una “carretera particular” que conducía hasta la Dehesa de La Alcaría.



Su trazado fue mejorado y ampliado con motivo de la construcción de la presa de los Hurones, a comienzos de la década de los cincuenta del siglo pasado. En estas fechas se realizaron también algunas de las obras que pueden verse a lo largo del recorrido, como la canalización del acueducto de los Hurones y los sifones de esta misma conducción, el puente sobre el Arroyo del Astillero y el poblado para los trabajadores de la presa que aún se conserva (1). Junto a ello, se construyeron también algunas viviendas para la guardería de montes, hoy abandonadas, que encontramos a pie de carretera en diferentes puntos. También se llevó a cabo una repoblación con pinos y eucaliptos en distintos parajes para la defensa de los taludes y laderas colindantes con la carretera llegando a techarla en la actualidad en algunos tramos con sus copas entrelazadas.

La ruta arranca en un paraje abierto y despejado, donde despuntan grandes eucaliptos, y por el que fluye el arroyo de Las Palas que nos habrá acompañado a lo largo de nuestro camino por la carretera de Cortes. Este lugar fue un antiguo descansadero de ganado, conocido como Rodeo de Cartuja, topónimo el de “rodeo” que hace alusión a un lugar donde se reúne el ganado mayor, así como a sus primitivos propietarios. Desde este punto partía hacia el sur, siguiendo la carretera de Cortes, la Cañada de la Jarda, buscando el Puerto de Gáliz y, hacia el norte, la antigua Cañada de Rojitán (por donde discurre nuestra “carretera con encanto”), camino del Charco de los Hurones y de las tierras de la villa medieval de Cardela y de Ubrique.

Lo primero que llama la atención del viajero, apenas toma la carretera, es el caserío del Cortijo de Rojitán, restaurado hace unos años y en la actualidad transformado en alojamiento rural que gestiona el Ayuntamiento de Jerez. Las tierras de este cortijo son las que se extienden a ambos lados del camino en los tres primeros kilómetros, alternándose suaves laderas ocupadas por pastizales, con un monte adehesado en las que pasta el ganado vacuno.



Las faldas de estos cerros de arenisca y sus rincones más abruptos, están ocupados por bosquetes de quejigos y alcornoques, donde se desarrolla en todo su esplendor la vegetación natural propia del monte mediterráneo. Estos parajes se agregaron a los Montes de Propios de Jerez en 1991, cuando las fincas de Rojitán y La Gordilla (colindante con la primera) pasaron a ser de propiedad municipal. Curiosamente, estas tierras habían pertenecido tradicionalmente al común de Jerez, que las vendió siglos atrás. Rojitán fue adquirida por el conocido marqués de Villapanés quien la compró en 1755 cuando el ayuntamiento tuvo que desprenderse de ella para financiar diversas obras públicas. (2)

Por los Montes de Propios de Jerez.

Continuando nuestra ruta, la carretera deja a ambos lados, los pastizales y dehesas de los Montes de Propios de Jerez. A la izquierda la perspectiva se abre mostrándonos los Cerros de la Penitencia y el Peñón de la Becerra, donde destacan las grandes lajas o tajos, constituidos por los estratos verticales de la roca conocida como “arenisca del Aljibe”, que nos acompañará durante todo el camino formando riscos, cortados y pequeñas paredes entre las que a veces se encajona la carretera y el río. En distintos puntos veremos las conducciones del acueducto de los Hurones y las casetas de un sifón que cruza bajo la calzada.



A partir del km. 3, la carretera se interna en un paisaje más cerrado y abrupto y, en muchos lugares, discurre techada por las copas de los árboles que crecen en sus cunetas. A la izquierda de la ruta, el viajero verá los llamativos tajos pétreos de Los Bermejales, a cuyos pies se adivinan los sotos de sauces y fresnos que acompañan al río Majaceite formando en algunos tramos de sus riberas hermosos bosquetes. Junto al camino encontramos diferentes puertas de acceso a las fincas colindantes que nos alertan de la presencia de ganado bravo.



En las proximidades del Km. 4, en un sombrío recodo de la carretera, a la izquierda, veremos las ruinas de una casa que perteneció a la guardería de los Montes de Propios, como nos lo recuerda uno de los muchos monolitos que, en diferentes puntos, señalizan la propiedad municipal de estas tierras. Algo más adelante, también a la izquierda del camino, veremos otra casa construida en la década de los cincuenta del siglo pasado, que estuvo destinada a la guardería. En sus cercanías, una gran cancela señala el carril que conduce al “Parque Forestal de los Hurones”, paraje al que podremos acceder cómodamente por otro lugar.



Poco antes de llegar al punto km. 5, veremos a la izquierda de la calzada la caseta de uno de los mayores sifones del acueducto de los Hurones y algo más adelante, a la derecha, el camino que conduce a la Casa del astillero y a la finca de La Alcaría, uno de los más hermosos cortijos de la provincia de Cádiz, dedicado a la ganadería, la explotación forestal y las actividades cinegéticas y al que visitaremos en otra ocasión. Su nombre, de resonancias árabes, común en otros puntos de nuestra geografía, deriva de la voz al-Qarya, que alude a la existencia de una aldea, caserío o “alquería”, en tiempos de la dominación musulmana de estos parajes. Por este camino se accede a uno de los itinerarios que se han habilitado para la práctica del senderismo en los Montes de Jerez: el de La Albina.

En el Puente del Astillero.



Al poco de pasar el km. 5, la carretera cruza el Arroyo del Astillero por un sólido puente en el que se apoya también la canalización del acueducto de los Hurones. El nombre del arroyo (que en algunos mapas, aparece erróneamente, como del Artillero), nos recuerda la vinculación de estos montes a la Armada ya que, especialmente en el siglo XVIII, los veedores de la Marina escogían en estos bosques los mejores ejemplares de quejigo y alcornoque para utilizar su madera en la construcción naval. (3)

En el entorno del puente se instaló hace más de dos décadas una zona recreativa, el Parque Forestal de los Hurones, que se encuentra hoy día en estado de total abandono. Ecologistas en Acción ha denunciado en diferentes ocasiones los riesgos ambientales que suponen mantener sin los equipamientos y la vigilancia forestal adecuada este espacio que, conviene recordar, se encuentra enclavado en pleno Parque Natural de Los Alcornocales. Con todo, este paraje de gran valor paisajístico, merece un paseo ya que en sus proximidades el Arroyo del Astillero se une al río Majaceite, que aparece aquí escoltado por un frondoso bosque en galería de gran interés.

Al retomar el camino, después de una parada, veremos a la derecha de la carretera la caseta de salida del sifón de los Hurones, hasta donde llega la conducción procedente de la cercana presa, cruzando la montaña través del Túnel de la Alcaría, de casi tres kilómetros de longitud (3).

A partir de este punto, y en los dos kilómetros siguientes hasta el poblado de los Hurones, la carretera se interna en una garganta excavada por el Majaceite, que corre a la izquierda y nos acompañará ya hasta la presa. En distintos puntos, podremos observar las paredes y pequeños tajos que forman las lajas de arenisca. En algunas de ellas es fácil observar buitres, en sus tradicionales posaderos.



En los lugares en los que la anchura del arcén lo permite, podremos parar para bajar hasta la orilla del Majaceite, escoltado por sauces, fresnos y adelfas, que forma en estos lugares pozas, remansos y playas de guijarros de gran belleza.



La carretera continua, sombreada la calzada por las copas de los árboles que en todo momento escoltan sus orillas.

A la derecha de la ruta, una pequeña hornacina que alberga una fuentecilla incluida en el catálogo de Fuentes y Manantiales de Andalucía, nos anuncia que, a la vuelta del camino, nos espera el Poblado de los Hurones (4) donde podremos terminar nuestro recorrido con una visita a la presa y un refrigerio en la conocida “Venta El Pantano”.





Los detalles de la visita al poblado y la presa los dejamos para otra salida.



Para saber más:
(1) Jiménez Blanco, José Ignacio.: Privatización y apropiación de tierras municipales en la Baja Andalucía. Jerez de la Frontera 1750-1995. Ayuntamiento de Jerez, 1996.
(2) El lector curioso podrá encontrar una relación de las principales especies maderables de nuestros montes, en las que tenía interés la Marina, en los trabajos de J. Espelius (1760) “Carta Geographica, o Mapa General de los Pueblos, Montes, y sus Prales. arboledas y extenciones, justicias, guardas q. los custodian, vecindarios, matriculads. y embarcacs., q. comprenn. la Prova. de Marina de Sn. Lucar de Barrameda según la inspecn. del año 1754, una de las que compon. la Yntena. Gl., d'Cadiz Execudo. cn. Rl. apron. pr. el Yngro. Extrio., D., S., M., Dn., Jph. Espelius.”, disponible en internet.
(3) C.H.G.: El abastecimiento de agua a la Zona Gaditana, 1957-1982. M.O.P.U. 1982.
(4) “Las obras hidroeléctricas de la provincia de Cádiz”.Tirada aparte de la Revista Ibérica, 1956

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Patrimonio en el mundo rural, Mapas en torno a Jerez, Carreteras con encanto, Rutas e itinerarios.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 13/04/2014

Escenas medievales de caza en torno a Jerez.
De montería con Don Alfonso el Onceno.




Como todos los años, cada vez que salimos al campo en plena temporada de caza y escuchamos en los lugares más intrincados de nuestros montes los disparos de escopeta de los cazadores, volvemos a recordar que las sierras y bosques, los parajes montañosos y los espacios forestales están habitados por especies singulares que ahora se incluyen genéricamente bajo el nombre de “caza mayor”. Cabra montés, venado, corzo, gamo, muflón o jabalí, son las más relevantes de cuantas podemos encontrar en los parajes naturales y en los cotos de la geografía gaditana.

Desde la más remota antigüedad queda constancia de que en las tierras de la provincia de Cádiz la caza fue una actividad de gran importancia. En muchas de las pinturas rupestres de las cuevas y abrigos de las sierras del sur, pueden verse representaciones de animales y escenas relacionadas con la caza como sucede, por citar sólo algunas, en las cuevas del Ciervo o de Bacinete (Los Barrios), en la Cueva de las Palomas o en la de Atlanterra (Tarifa) y, especialmente, en la Cueva del Tajo de las Figuras en Benalup-Casas Viejas. De todo ello el lector interesado podrá encontrar magníficas imágenes en los trabajos desarrollados por Lothar Bergmann y sus colaboradores de los que hemos tomado la ilustración correspondiente a esta cueva (1).

Escenas medievales de caza en nuestras campiñas y montes.



Los testimonios escritos más sobresalientes sobre la caza en nuestra zona corresponden a los siglos medievales, teniéndose ya constancia de la importancia de las actividades cinegéticas en nuestro territorio durante la época andalusí. Tal como señala el profesor Abellán, la zona era un excelente lugar para la caza de aves, tanto es así que “…una laguna al sur de Jerez era conocida como “La laguna de las Aves”, identificándose este espacio con la actual Laguna de Medina (2). Otro testimonio citado por este autor lo ofrece Ibn Hayyan, quien recoge de las crónicas de al-Razi que el emir “Abd al Rahman II solía venir a Sidonia a cazar grullas” aves que, por cierto, ya no frecuentan en gran número nuestros humedales (3). Abellán apunta también otra referencia de la misma fuente donde se pone de manifiesto como “…el emir Abdarrhman b. Alhakam salió a cazar grullas, de lo que gustaba mucho, tras regresar de una lejana campaña que había hecho, y alargó su partida de caza, según costumbre que tenía, de modo que a veces llegaba a la cora de Sidonia o a Cádiz y otros lugares más lejos, pero esta vez se excedió, siendo época de invierno y temporada de grullas, hasta el punto de desazonarse sus compañeros, a los que causo fastidio” (4). Es muy probable que este segundo humedal pudiera ser la antigua laguna de La Janda.

Como ninguna otra fuente medieval, la Crónica de D. Alfonso el Onceno, recoge esta pasión de los poderosos por la caza y la especial predilección de este rey por su práctica. El historiador local Fray Esteban Rallón, tomando referencias de esta Crónica, nos recuerda en su Historia de Jerez que en 1342, cuando el rey Alfonso XI se dirige a cercar Algeciras “…hecha la masa del ejército, salió de nuestra ciudad a 5 de julio de este año, e hizo su primer alojamiento de la otra banda del Guadalete y el día siguiente descansó junto a la Laguna de Medina, dónde se embarcó en una laguna y fue a tirar a los cisnes, que había muchos en ella” (5). El interés por la caza y los “cazaderos” de nuestro entorno se vuelve a poner de manifiesto cuando el mismo rey, en 1349, se dirige hacia el sur con un poderoso ejército para tratar de poner cerco a Gibraltar, deteniéndose de nuevo en un lugar ya conocido para él, la Laguna de Medina, “a tirar a los cisnes como la vez pasada” (6).



Entre los numerosos testimonios sobre la caza en otros lugares próximos, mencionaremos como los Ponce de León, Duques de Arcos, utilizaban también la Sierra de Cádiz como cazadero, en especial los montes de Benamahoma en los que, en el siglo XV, se tiene constancia de la presencia de osos, amén de jabalíes, lobos, corzos y venados, por citar sólo las especies más relevantes. De entre todos ellos, como nos recuerdan los hermanos De Las Cuevas, las piezas más codiciadas eran los “puercos” o jabalíes a los que se cazaba con la ayuda de perros “…lebreles, o alanos en traíllas, luchan con los jabalíes, “como si fuesen dos hombres de armas”. Por muy lejos que queden los monteros conocen, en el silencio de la noche, que los lebreles se han agarrado a las orejas… Acudían, entonces y mataban a los jabalíes, hundiéndoles una daga en el corazón”. Las aficiones venatorias de los duques de Arcos en “el bosque de Benamahoma”, les llevará a construir un palacete o residencia de caza que dará lugar, con el paso del tiempo a la actual población de El Bosque (7).

Entre los siglos XIII y XV, buena parte de los montes y espacios forestales de la provincia quedarán como “tierra de frontera”, de modo que, como acertadamente han señalado Cueto Álvarez de Sotomayor y Sánchez García “…la provincia quedará dividida por un eje NE-SW, espacio de “tierra de nadie” consecuencia del hecho fronterizo entre dos ámbitos diferentes “castellano e islámico. En la mayor parte de nuestra geografía se produjo una coincidencia entre frontera natural y frontera política, al coincidir esta última con las zonas de contacto entre las tierras bajas y las áreas montañosas.” Ello provocará la lógica despoblación parcial de buena parte del campo que traerá consigo la aparición de grandes espacios vacíos en las zonas interiores y montañosas. De acuerdo con estos autores “…como consecuencia de este despoblamiento, durante el siglo XIII se produce un notable retroceso de los cultivos en beneficio de la vegetación espontánea… Con el avance del bosque y el matorral se produce una expansión de la fauna salvaje propia del territorio, entre las que estacan especies como el oso, el jabalí, los cérvidos (ciervo y corzo) y el lobo” (8).

De caza con don Alonso el Onceno por los montes de Jerez.

Para conocer el estado de nuestros bosques y montes en los siglos en los que fuimos “tierra de frontera”, existe una fuente de excepcional interés: el Libro de la Montería. Atribuido a Alfonso XI y escrito entre 1340 y 1350, es un testimonio de primer orden sobre la riqueza cinegética de las sierras gaditanas, haciendo especial hincapié en los montes del sur de la provincia. De su lectura, se deduce la presencia en las áreas montañosas próximas a Jerez de especies tan significativas como el oso (extinguido en el siglo XVI), jabalíes, corzos y venados o el lobo, cuyos últimos ejemplares en la provincia se cazaron en los Montes de Jerez hace casi un siglo (9). Por citar sólo algunos de estos interesantes pasajes contenidos en esa monumental obra, traemos aquí el que recoge las referencias a una parte de los términos de Arcos y de Tempul, sobre la que el lector interesado podrá encontrar más información en los trabajos de los profesores Pérez Cebada y Martín Gutiérrez:


El monte de Dos Hermanas es bueno de puerco en verano; la Foz de Guillena es buen monte de puerco en verano; el Bodonal de Gil Gómez es buen monte de puerco en verano; el Labadín es buen monte de puerco en verano; Atrera es buen monte de puerco en verano; la Xara de Algar es buen monte de osso et de puerco en verano. E es la bozería en cabo de la Foz, que no passe contra la Sierra de las Cabras, e porque es el monte grande, ha menester, que estén monteros con canes para renovar e para que dessennen, que digan a que parte quiere ir el venado. E son las armadas en la ladera del Alcornocal” (10).


El texto no puede ser más explícito y rico en información y, aunque han pasado casi siete siglos desde que fue escrito, reconocemos en él los escenarios en los que se llevaban a cabo estas monterías medievales. Para la caza del jabalí (“puerco”) ahí estaba ya, con ese mismo nombre, la Sierra de Dos Hermanas, con sus cumbres calizas gemelas a las que debe su nombre, cubiertas con una densa vegetación, como pueden verse ahora, antes de que la cantera que se explota en su base termine por desfigurar su hermosa silueta.

La Foz de Guillena es el nombre con el que en los documentos medievales se conoce a la Angostura del Majaceite (11), lugar en el que se levanta la presa de Guadalcacín. Esta estrecha hoz (“foz”), que forma el cauce del río a los pies de Sierra Valleja conformaba un embudo natural muy apto para las monterías y para canalizar las piezas de caza mayor hacia la estrecha angostura del río, donde a comienzos del siglo XX se construiría el primer pantano de la provincia.

Aún en la actualidad se mantiene el topónimo de Cañada del Puerto de Guillen que da nombre a una vía pecuaria que une los llanos de El Sotillo con la carretera que desde San José del Valle lleva hasta Guadalcacín II, a la altura de la Hacienda La Presa. Este paraje, como el anterior, de sierras abruptas próximas a un cauce fluvial, reúne los requisitos para albergar grandes mamíferos.

De más difícil ubicación es el Bodonal de Gil Gómez al que algunos autores sitúan en el entorno de Arcos o incluso en Montegil (12). Conviene recordar que la voz “bodonal” hace alusión a un terreno encenagado o a un espacio encharcado cubierto de espadañas u otras plantas palustres (13), por lo que este espacio debió situarse, a nuestro entender, en las cercanías de las vegas de Elvira, en las proximidades de El Mimbral, de la Junta de los Ríos o en otros rincones de tierras llanas y encharcables entre los términos de Tempul y Arcos cercanas al Guadalete o al Guadalcazacín o Majaceite, al igual que los otros montes y lugares a los que se hace alusión en este capítulo del Libro de la Monterías. Tal es el caso, por ejemplo, del monte de Labadín, que se corresponde con el actual paraje de El Abadín, próximo a la Junta de los Ríos, donde estuvo ubicada la aldea medieval del mismo nombre y donde aún se conserva una amplia zona cubierta de monte bajo (14).



El monte de Atrera, aún mantiene su nombre en las Dehesas de Atrera, un hermoso y agreste territorio poblado de bosques de encinas, quejigos y alcornoques que comparten los cortijos Atrera de Alcornocosa y Atrera de Santa María.



Enclavados en el Parque Natural de los Alcornocales, estos montes en los que aún hoy se cobran piezas de caza mayor, están situados entre la carretera de El Bosque-Algar y el pantano de los Hurones. La Xara de Algar no es otra que la Jara o “bosque” de Algar (15) que todavía podemos reconocer en los montes que rodean esta población, terrenos abruptos donde no faltan las masas forestales y el matorral del monte mediterráneo denso y bien conservado donde en los siglos medievales hallaban cobijo el jabalí y el oso. El cabo de la Foz se corresponde con la actual Boca de la Foz, estrecho desfiladero entre las sierras de La Sal y de Las Cabras, también citada en el Libro de la Montería. Este último paraje es donde se describe la escena que nos hace transportarnos a la Edad Media y donde se desvelan las estrategias usadas para la caza del venado.

Y es que, tras su lectura, resulta fácil imaginarse a los monteros en el cabo de la Foz, en la entrada de la garganta de Boca de la Foz, con sus canes, lebreles y alanos, dando voces para



conducir a los venados al lugar adecuado y evitar que se internaran en el denso alcornocal de las sierras cercanas. Eran las “armadas”, filas de cazadores que con sus gritos (“bozería”) y la ayuda de sus perros, espantaban a los ciervos, a los corzos y a los jabalíes, para conducirlos a la entrada de la garganta, como si de un gigantesco embudo natural se tratara, donde les aguardaban lanceros y ballesteros.

Escenas medievales de caza, en esos mismos parajes, en torno a Jerez, donde siete siglos después aún se conservan los mismos topónimos y los mismos montes poblados de corzos, venados y jabalíes (sólo en algunos cotos), aunque ya no quede en ellos más que el recuerdo de los osos y lobos que antaño vivieron en estos parajes.

Para saber más:
(1) Una excelente selección de pinturas rupestres de las cuevas y abrigos de la provincia de Cádiz y en especial de las que representan escenas de caza, puede verse en la web Arte Sureño: el arte rupestre del extremo sur de la península Ibérica. Disponible en el enlace: http://www.arte-sur.com/index.htm. De esta página hemos las imágenes de la cueva del Tajo de las Figuras.
(2) Abellán Pérez, J.: Poblamiento y administración provincial en al-Andalus. La cora de Sidonia”. Ed. Sarriá, Málaga, 2004. pp. 141.
(3) Ibidem, p. 141
(4) Abellán Pérez, J.: Poblamiento…, ob. cit., pp.141-142
(5) Rallón, Esteban.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, p. 72.
(6) Ibidem, p. 85
(7) De las Cuevas José y Jesús.: El Bosque. Diputación de Cádiz. 1979. pp. 11-12.
(8) Cueto Álvarez de Sotomayor. M y Sánchez García, J.M.: Cádiz. Descripción e Historia de sus masas forestales. En “Segundo Inventario Forestal 1986-1995. Cádiz”. Ministerio de Medio Ambiente. 1997, pp.: 45-46. De este segundo autor, se recomienda también la serie de tres artículos: Sánchez García, J.M.: Caza mayor en la provincia de Cádiz. Diario de Jerez, 26,28 y 29 de diciembre de 1999.
(9) García Lázaro A. y J.: Los últimos lobos de nuestros montes, http://www.entornoajerez.com/, 25 de febrero de 2009. Disponible en el siguiente enlace: http://www.entornoajerez.com/2009/02/los-ultimos-lobos-de-nuestros-montes.html. De gran interés es también el reportaje de la revista Mundo Gráfico de 14/01/1914, sobre la caza del último lobo en la provincia de Cádiz.
(10) Pérez Cebada, J.D. (2009): Regulación cinegética y extinción de especies. Jerez, siglos XV-XIX. En Revista de Historia de Jerez nº 14-15, 2008/2009. pp. 211-212.
(11) Valverde, J.A.: Anotaciones a Libro de la Montería del Rey Alfonso XI, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2010, p. 1174. En esta excelente obra, donde se analiza toda la toponimia contenida en el Libro de la Montería, se identifica la Foz de Guillena con el cortijo de Illena, junto al Guijo y al Salado en Arcos, de lo que discrepamos toda vez que está suficientemente documentada en numerosas fuentes la identificación de este lugar con la Angostura del Majaceite. Al respecto puede verse, por ejemplo, Martín Gutiérrez, E.:Los paisajes de la frontera de Arcos a finales del siglo XIII”, en González Jiménez M. y Sánchez Saus, R. (coord.), Arcos y el nacimiento de la frontera andaluza (1264-1330), Ed. UCA, Ed. USE y Ayto. de Arcos, 2016, p. 179.
(12) Valverde, J.A.: Anotaciones…, ob. cit., p. 1174.
(13) Casado de Otaola S. y Montes del Olmo C.: Guía de lagos y humedales de España. J.M. Reyero Editor. Madrid, 1995, p. 245.
(14) Martín Gutiérrez, E.:Los paisajes… ob. cit., pp. 190-191.
(15) Ibidem, p. 194.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Flora y fauna, Parajes naturales, Paisajes con historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 31/12/2017

 
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