Por el Guadalete con el jesuita Martín de Roa (1617).
Un recorrido por el río y sus paisajes a comienzos del s. XVII.




En diferentes ocasiones hemos visitado en estas páginas de entornoajerez las riberas del río y nos hemos ocupado de sus paisajes más sobresalientes, tal como podemos contemplarlos en la actualidad. Sin embargo, hoy les proponemos un recorrido por el Guadalete dando un salto hacia actualidad. Sin embargo, hoy les proponemos un recorrido por el Guadalete dando un salto hacia atrás en el tiempo de cuatro siglos, de la mano del jesuita Martín de Roa, para conocer como era este río a comienzos del siglo XVII.

Nuestro escritor (Córdoba, 1560 - Montilla, 1637) fue un ilustre erudito que llegó a ser rector del Colegio de la Compañía de Jesús de Jerez, así como de los de otras ciudades andaluzas. Ocupado también en la investigación histórica, escribió diferentes trabajos, de acuerdo al gusto de la época, en los que trataba de indagar sobre la antigüedad de algunas de las ciudades (Córdoba, Málaga, Écija) cuyos colegios jesuitas dirigió. El libro que dedicó a Jerez lleva por título “Santos Honorio, Eutichio, Eſtevan, Patronos de Xerez de la Frontera” y fue publicado en Sevilla en el año 1617, siendo una de las historias locales más antiguas escritas sobre nuestra ciudad. Tras la Historia de Xerez de la Frontera de Gonzalo Padilla, obra del siglo XVI, considerada como la primera Historia Medieval de Jerez, la del padre Martín de Roa, bien puede ocupar el segundo puesto.

El capítulo XVI de su libro está dedicado a nuestro río y lleva por título “Del Río Guadalete, quantos aya dente nombre en Eſpaña. Origē de ſu apellido: i ſus cualidades” (1). En él, además de ocuparse de los orígenes mitológicos de su nombre, realiza una de las primeras descripciones que sobre el Guadalete se han publicado, aportando datos de gran valor para conocer aspectos geográficos de la comarca, y del papel de la importancia del río como fuente de riqueza y vía de comunicación para las poblaciones ribereñas. Ya en el siglo XVII, se pone de relieve la importancia del embarcadero del Portal como salida natural hacia las poblaciones de la Bahía de los productos jerezanos, informándose también del transporte fluvial que por el Guadalete se realiza de las distintas “mercaderías” con las que comercia la ciudad.

El nacimiento, la campiña y el puente de Cartuja.



La descripción comienza así: “Al medio dia deſta ciudad de Xerez de la Frontera, diſtante como una milla paſſa el Rio Guadalete conocido ſegun eſcriven Autores, en la antigüedad. Nace a los fines de la Eſpaña i del mundo, q‾ los antiguos conocieron, en las tierras de Ronda tres leguas sobre ellas en lo mas aſpero de la montaña: llega a la ciudad, i atraveſſando las tierras de Xerez recoge las aguas de ſus fuentes, i gargantas; ſale a lo llano tan caudaloso, que no da vado a los paſſageros. Paſſa cerca de la ciudad de Arcos, viene regando los canpos de Xerez haſta el Monaſterio de la Cartuxa; donde tiene una puente de piedra, maravilloſa labor, q‾ iguala las mejores de Eſpaña.

Tiene aquí la ciudad unos molinos que rinden cada un año tres mil ducados del poſſito: i la peſqueria de los ſabalos, q‾ los naturales llaman Almona, dos mil tambien a ſus propios
”.

En su relato, el padre Martín de Roa da cuenta de las principales ciudades y paisajes que recorre el Guadalete desde su remoto nacimiento “en lo más áspero de la montaña”, en un lugar situado en “los fines de la España y del mundo”, como denominaban los antiguos a esos parajes. Sin aludir directamente a Grazalema, puesto que todavía no se había fijado geográficamente su lugar de nacimiento, se apunta el origen del río en las “tierras de Ronda”.

Medio siglo más tarde, cuando Fray Esteban Rallón escriba su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera… también situará las fuentes del Guadalete en la misma comarca de la sierras de Ronda, “a quien los antiguos llamaron montes Oróspedas”. (2)

Martín de Roa apunta un dato curioso acerca de la naturaleza caudalosa del río que en “lo llano”, es decir, en las tierras de la campiña, “no da vado a los pasajeros”. Y no le falta razón al jesuita ya que conviene recordar que, salvo el viejo puente de Zahara y el puente de barcas de Arcos, el río no podía vadearse más que en los meses secos por contados lugares como los azudes de molinos o los parajes donde se acumulaban depósitos de antos rodados, los “cascajares”, por donde cruzaban personas y bestias de carga.

Se citan también los principales lugares que se vinculan tradicionalmente al Guadalete, con las indeterminaciones ya comentadas de su curso alto, y así menciona “la sierra”, Arcos, Jerez, La Cartuja, El Portal, Sidueña, El Puerto…

La descripción se recrea en uno de los rincones más estrechamente relacionados con Jerez y el río: los alrededores del monasterio de La Cartuja. Junto a “la puente de piedra”, que cuando Martín de Roa publica su libro apenas llevaba 75 años en uso (3), señala también las utilidades que el Guadalete proporciona a los ribereños, mencionando la existencia en su curso de aceñas y molinos, huertas o pesquerías de sábalos y apunta datos de gran interés económico que revelan ya el aprovechamiento y los beneficios que el concejo de Xerez obtenía del río hace 400 años. La pesca de sábalos, “la Almona”, que se realizaba mediante diferentes artes utilizando velos, trasmallos o con la instalación de tablas a modo de represa en los arcos del puente de Cartuja, continuaría en este mismo lugar hasta bien entrado el siglo XIX.



Con respecto a los molinos que menciona Martín de Roa, en 1617 apenas llevaban 35 años construidos. Como señala el historiador Manuel Romero Bejarano, entre 1581 y 1582 se edificaron a cargo del cordobés Hernán Ruiz III, maestro mayor de obras de la ciudad de Córdoba. Si bien en los años siguientes sería preciso realizar numerosas reparaciones en el azud, lo cierto es que la ciudad pudo contar desde entonces con sus flamantes “molynos de la puente”, tal como nos lo recuerda la lápida que aún podemos ver junto a uno de sus arcos en la trasera de la actual Venta de Cartuja. Estos Molinos de la Villa, estuvieron en funcionamiento hasta 1895, año en que las instalaciones quedaron inutilizadas por una riada, siendo sus últimos arrendatarios la familia de D. Miguel Primo de Rivera.(4)



El Portal, Sidueña y la desembocadura.

Dejando atrás el Puente de Cartuja y las riberas del Monasterio, el padre Roa continúa su descripción dando noticias del puerto de Jerez: El Portal.

(…) Corre deſde aquí acercandoſe a la ciudad, haſta llegar al Portal: aſsi llaman el puerto donde fe cargan, i descargan las mercaderias, que vienen, o ſalen de Xerez, apartado della como dos millas: lugar de registro. Naveganle carabelas, i vaſos de hasta cien toneladas, con gran beneficio de naturales, i eſtrangeros, que tienen ordinaria contratación.



El tortuoso cauce del río debido a los numerosos meandros entre Jerez y El Puerto, el muelle del Portal y el arrecife que desde Jerez comunicaba con este embarcadero, eran temas recurrentes que preocupaban a la ciudad.

Así, en la misma década en la que Martín de Roa nos ofrece su descripción del Guadalete en la que ya resalta la importancia del puerto jerezano, el capitán Cristóbal de Rojas, ingeniero de la Corte, visita la ciudad (1612) y plantea a los caballeros veinticuatro una serie de mejoras para facilitar la navegabilidad del río, proponiendo cortar su curso en dos puntos para enderezarlo y eliminar así varios meandros. En 1618, el Cabildo propone la construcción de un nuevo embarcadero, según el modelo del sevillano de la Torre del Oro, y apenas unos años después, el italiano Julio César Fontana presentará en 1621 un proyecto para levantar un nuevo muelle en El Portal (4). La importancia del puerto de Jerez queda también patente en el tamaño de las embarcaciones que llegaban hasta él, carabelas y vasos de hasta cien toneladas de peso, de ahí la permanente preocupación de mejorar la navegabilidad del río, las instalaciones portuarias y los accesos hasta El Portal por parte de comerciantes, vinateros y el propio concejo.



El recorrido termina con la descripción del curso bajo: (…) Proſigue el Rio ſu curſo por las famoſas huertas de Cidueña (terreno de los mas fértiles i mas ermoſos del Orbe) hasta descargar en el Occeano de Cadiz, dexando formado en fu entrada el gran Puerto de Santa Maria, que antiguamente llamaron de Mneſteo Capitan griego fundador de aquella ciudad. Seguriſsimo abrigo en peligrosos temporales a las galeras, i navios de aquella coſta. Suſtenta en toda fu corriente azeñas, i molinos en grande numero, i beneficio de los lugares vecinos. Toda la tierra que baña es por eſtremo fértil, apazible, tēplada en el invierno, i no rigurosa en el eſtio”.



Nuestro escritor no escatima adjetivos para describir las huertas de Sidueña, en torno a la torre de Doña Blanca, paraje donde los manantiales de la Piedad han permitido desde antiguo regar huertas y mantener frondosas arboledas. No en balde, este lugar estuvo a punto de ser elegido como emplazamiento para la construcción del Monasterio de La Cartuja por estos motivos.

La descripción termina con las referencias al “gran Puerto de Santa María”, al modo en el que ya se recoge en las crónicas alfonsíes, a su fundación por el mítico “Menesteo” y a las bondades de la ría del Guadalete, que sirvió de invernadero y sede de la flota de Galeras Reales durante los siglos XVI y XVII así como de la Capitanía General del Mar Océano.



En parecidos términos se expresa unas décadas después Fray Esteban Rallón quien añade que en El Puerto de Santa María “… los Excmos. Duques de Medinaceli tienen hoy su corte y donde nuestro famoso Guadalete hace puerto y segura bahía a las galeras de España”.(6)



Cierra Martín de Roa esta curiosa estampa, que nos permite imaginar cómo pudo ser el río Guadalete a comienzos del XVII, con una descripción muy común en todas las obras de la historiografía clásica al referirse, sin nombrarlos, a los Campos Elíseos: “la tierra es por extremo fértil, apacible, templada en invierno, y no rigurosa en el estío”… Las tierras que cruza el mítico Letheo, el río del Olvido, nuestro Guadalete.


Para saber más:
(1) Martín de Roa (1617):Santos Honorio, Eutichio, Eſtevan, Patronos de Xerez de la Frontera”. Edición Facsímil, Ed. Extramuros Edición S.L., 2007.
(2) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Ed. de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. I, p. 2
(3) Romero Bejarano, M.: La construcción del Puente de Cartuja (II), Diario de Jerez, 06/12/2010.
(4) García Lázaro, J. y A.: Una inscripción histórica que vuelve a la “luz”. www.entornoajerez.com, 03/06/2012.
(5) De los Ríos Martínez, E.: Los informes de Cristóbal de Rojas y Julio César Fontana para hacer un muelle y un puente sobre el rio Guadalete en Jerez de la Frontera, Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, Nº. 14, 2001, págs. 13-26.
(6) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez… vol. I, p. 2


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar Rio Guadalete, Paisajes con Historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 28/02/2016

Elogio de las “malas hierbas”.
Ya está aquí la primavera.




Fiel al ritmo de los días y al cotidiano repetirse de las estaciones, con esa precisión con la que los sabios calculan el incesante movimiento de los astros, la primavera de 2022 ha comenzado, según el Observatorio Astronómico Nacional, el sábado 20 de marzo a las 16h 33m hora oficial peninsular. 
Pero en la práctica, la primavera lleva ya entre nosotros unas semanas desde que las últimas lluvias regaron generosamente la tierra y el sol ha hecho renacer todo lo vegetal.


Por los carriles de las viñas.

Ya está aquí la primavera y de nuevo los brotes de los árboles y arbustos, las hierbas y las flores van cambiando el aspecto del campo, del paisaje. Recorremos los caminos de la campiña y sale la primavera a nuestro encuentro en todos los rincones. De esta hermosa manera lo expresaba hace unos años, en su sección A cepa revuelta, de Diario de Jerez, el abogado y escritor Jesús Rodríguez Gómez:



Esta mañana he estado paseando por la Cañada de la Loba. Los verdes tenían belleza y vitalidad de adolescentes y se paseaban por las besanas, fatigándolo todo. He tomado la vereda que lleva a la viña de mi amigo Frasquito… ¡Las veredas del campo! Sendas humildes hechas con pasos ajenos… En la albarrada que hace linde con el trigal se agolpaban amapolas, jacintos, lavandas, labiérnagos, coscojas, aulagas, torviscos… Y entre ellas, subrepticias, las flores anónimas que se prende abril en sus mañanas. Esas que lo inundan todo con su color y su nombre clandestino. Sólo sabemos de ellas su lozanía y su querencia por lindes y ribazos, pero desconocemos cómo se llaman. La gente del campo las nombra, como si nada: carmentinas, todabuenas, sanchecias, algazules, escarchadas, hierba doncellas, mocos de pavo, palos de cochino, aguaturmas, ombligos de venus, dividivis, amormíos…"; y nosotros, los de ciudad, nos quedamos asombrados con ese santoral de la modestia. Estas flores de nombres ignorados, se pierden, como las monjas, por la humildad, y por eso agarran en lo menos evidente. Vamos andando entre los pasiles del roquedo y las vemos emerger de entre sus fisuras y gravillas, haciendo del aire, con su breve olor, una cañada de hermosura.



Cuando las descubrimos, hacemos una parada en nuestro paseo para admirar aquellas piedras florecidas, y después, agradecemos de corazón a la primavera que colonice con frutos de belleza hasta lo más inhóspito. En su humildad, sin embargo, llevan también su desgracia, porque no saber cómo se llaman quita a los hombres apego y nadie se lamenta si una de esas flores desconocidas es tronchada por el pie, la rueda o los cascos de la yegua…
” (1).

A nosotros también nos gusta pasear por los caminos que se trazan entre los campos en torno a Jerez, por las antiguas cañadas que se ramifican en hijuelas y padrones, en veredas y sendas entre los sembrados de cereal, entre las huertas, entre los viñedos… Y allí descubrimos ese esplendor generoso de humildes y desconocidas plantas que transforman las cunetas y linderos en hermosos parterres floridos. Un buen conocedor de nuestra campiña, Juan Luis Vega Cordero, pone nombre a buena parte de ese cortejo vegetal:

En primavera las cunetas de los carriles de las viñas de Jerez es el jardín natural más impresionante que uno se pueda imaginar, un mundo botánico lleno de vida y color. Todo tipo de plantas de espigas, como las avenas locas, los alpistillos o la cebadillas de ratón; ramilletes inmensos de flores azules, como las viboreras o chupamieles; de las comestibles borrajas, que brotan ya en el invierno; los blancos de las manzanillas y margaritones, los traviesos pepinillos del diablo, las peligrosas cicutas, hierbalocas o perejil de burro o de las viznagas, de elegantes pompones blancos…, inundan los campos jerezanos al final de mayo y junio, antes de enroscarse para el verano. Gamas de amarillos de todas las clases, vinagretas para chupar, jaramagos para los canarios, hinojos para el guiso de caracoles o para el aliño de aceitunas y tagarninas para esparragar; los tonos rosados de las corregüelas, campanillas y de los conejitos o bocas de dragón, que a veces crecen hasta en mismos tejados de las iglesias del centro. Morados de las tristes malvas y de las duras achicorias y el rojo impresionante de las zullas, que derraman su 'sangre' por los campos jerezanos cuando llega la Semana Santa…” (2).



Entre trigales.



Si la primavera se deja sentir entre las lomas de albariza donde crecen los viñedos, en otros rincones de la campiña se hace aún más patente y los trigales se nos muestran con un verde intenso que alegra los sentidos. Manuel Romero Bejarano, en un hermoso artículo publicado hace unos años en estas páginas de Diario de Jerez con el título de Trigales Verdes hace este hermoso llamamiento ante el inicio de la primavera: “Llegó el tiempo de volver a los cerros, el día soñado de abandonar Jerez para subir a la tierra blanca. Hace meses que la flor del almendro comenzó a desvanecer el frío. El perfume del azahar acudió en su ayuda… Quedarse quietos con los ojos abiertos días enteros. Junto a parras retorcidas que renacen tras el invierno. Junto a casas vacías en las que ya nadie se alegra de ver crecer la cosecha. Al lado de pozos de edad inmemorial. Campos arrugados que se asombran cada año de ver el trigo granar. … Peregrinar por reinos míticos que no dejan de sorprenderse al llegar la primavera. Volver a pronunciar nombres antiguos que se adentran en lo más profundo de la memoria. Alfaraz. Balbaína. Cantarranas. Macharnudo. Orbaneja. Tabajete. Valcargado. Almocadén. Los Tercios. Capirete. Marihernández. Tizón. Añina. Cerronuevo. Burujena. Carrahola…



Cientos de primaveras. Miles de jerezanos que nacieron y murieron en estos pagos esperando alcanzar un abril más. Deseando otear el horizonte y contemplar con júbilo cómo una vez más el trigo verde estaba granado...
” (3).



Los viñedos, los trigales, los sotos y alamedas del río, los linderos del bosque… cualquier lugar depara no pocas sorpresas en este renacer de lo vegetal. Pero nosotros, entre todos los regalos con los que la primavera nos obsequia, sentimos especial predilección por estas flores silvestres, humildes, discretas, “vulgares”, con nombres apenas conocidos, esas que crecen en las cunetas, en los bordes de los campos y de los caminos, las que, como los jaramagos, tapizan los baldíos. Esas que pasan desapercibidas y a las que muchos califican como “malas hierbas”. A buen seguro, algunas de estas especies vegetales resultan poco recomendables y causan perjuicios a agricultores y viñistas, a jardineros y a quienes se ocupan del mantenimiento de caminos y carreteras… pero no puede ya concebirse el paisaje sin ellas. Con la primavera, estas “malas hierbas”, esas que crecen “donde no deben”, donde no se las quiere, se hacen presentes en todos los rincones y, pese a las molestias que causan a algunos, nos compensan a todos con la belleza de sus flores.

En cierta ocasión, paseando por la Cañada de Espera, un hombre que llevaba en la mano una bandera, cubierto con un impermeable, nos hizo señas desde unas decenas de metros, en medio de un campo. Al poco se nos acercó y nos previno de las pasadas que una avioneta que volaba a lo lejos: “está fumigando para matar las malas hierbas”. Macizos de margaritas y amapolas, de viboreras y malvas, de borrajas y vinagretas, de zullas, de azureas, de jaramagos… llenaban las cunetas, ocultando los palmitos, y crecían también entre un olivar cercano y en los linderos de una loma sembrada de cereal. Malas hierbas…

Nos alejamos entonces del camino y en esas divagaciones ociosas que entretienen el paso lento de los caminantes, pensamos si estas “malas hierbas”, si estas hierbas que hermoseaban con sus flores los bordes de las hijuelas y los campos, estás que formaban parte de esa “lista negra” para la agricultura, serían consideradas “buenas hierbas” en algún lugar. Y allí, a buen seguro, que lejos de fumigarlas y rozarlas para acabar con ellas, se las trataría con el mimo que se dispensa a las flores que aquí cultivamos en los jardines.



“Es seguro, -pensamos-, que en algún remoto paisaje, las mejores praderas estarán tapizadas por estas “malas hierbas” que aquí tratamos de eliminar de nuestros campos con herbicidas. Es de justicia que así sea, -pensábamos mientras se acercaba la avioneta-, y de que puedan gozar allí de una lluvia de agua fina, de rocío limpio cada mañana y de que sean bien tratadas y admiradas”. Rescatamos, a modo de divertimento, aquellas disquisiciones en estos días de marzo cuando vuelven de nuevo a brotar con fuerza todas las hierbas (las “buenas” y las “malas”), algunas de cuyas flores les dejamos, junto a estas líneas para que los lectores valoren su condición.

Un hermoso y premiado poemario de nuestra admirada Josefa Parra lleva por título “Elogio de la mala yerba” (4) y nosotros, modestamente, lo tomamos prestado para dar la bienvenida a esta nueva estación que ahora comienza. Nos vamos recordando de nuevo la palabras de Jesús Rodríguez para decir que, paseando estos días por cualquier cañada de nuestra campiña, admirando los prodigios que obra la primavera en los ribazos de los campos, en los setos de los caminos, en las laderas incultas, en las orillas de los arroyos… disfrutando del renacer y el empuje de la naturaleza, sentimos “…lo mismo que debió sentir Dios aquel día tercero en que creó las cosas vegetales y vio que eran buenas”.

¡Ya está aquí la primavera, y ojalá que haya venido para llevarse al coronavirus!


Para saber más:
(1) Rodríguez Gómez, Jesús:A cepa revuelta: La primera visita al campo”. Diario de Jerez, 21/03/2010.
(2) Vega Cordero, Juan Luis:Primavera en los viñedos jerezanos”, Diario de Jerez, 11/05/2013.
(3) Romero Bejarano, Manuel:Trigales Verdes”, Diario de Jerez, 18/04/2010.
(4) Parra Ramos, Josefa:Elogio de la mala yerba”, Visor Libros, 1996.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Puedes ver otros artículos relacionados en nuestro blog enlazando con El Paisaje y la Literatura

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 22/03/2015

El camino de El Portal y de Sidueña.
Acerca de un curioso plano de 1755.




Como algunos lectores recordarán, en distintas ocasiones nos hemos ocupado del estudio de diferentes piezas de nuestro patrimonio bibliográfico y cartográfico (planos, mapas, grabados) que pueden ayudarnos a conocer cómo eran en el pasado los alrededores de la ciudad. En el artículo de hoy vamos a referirnos a un curioso plano que se conserva en el Archivo General de Simancas, fechado en 1755 y remitido por el cabildo jerezano al Marqués del Campo de Villar, ministro de Gracia y Justicia de Fernando VI. La obra lleva por título “Plano del Camino proyectado llamado de Zigüeña. Desde la ciudad de Xerez de la Frontera al término de la ciudad del Puerto de Sta. María, como la de una calzada desde el referido camino al Río Guadalete en uno de los parages más caudalosos de él para Embarque y desembarque de los frutos y géneros para la Bahía de Cádiz, y el referido Puerto de Santa María” (1).

Este curioso plano refleja el proyecto del “Camino de Sidueña”, entre la Puerta del Arroyo y el Puerto de las Cruces, límite de los términos de Jerez y El Puerto. Aunque no figura el nombre de su autor, creemos que puede atribuirse a Pedro de Cos, maestro mayor de la ciudad en la década de los cincuenta del siglo XVIII, donde lo encontramos trabajando en las obras de la capilla del Sagrario en San Marcos y, posteriormente, dando fin al edificio de la Panadería, que terminó en 1768 (2).

Del camino de Sidueña se tiene ya noticia en los siglos medievales citándose en diferentes documentos de amojonamiento. Así, por ejemplo, en el realizado en 1434 en la Dehesa de los Buhedos de Garciagos, ubicada a ambos lados del arroyo de Guadajabaque en las cercanías de Torrox, se sitúa uno de los mojones “…atravesando una entrada de marisma, que es de cara el camino de Çidueña". En este mismo paraje se menciona también la existencia de una “alcantarilla” (3).

Durante los siglos XVI y XVII los comerciantes vinateros no dejarán de denunciar el mal estado del camino de El Portal y las dificultades para el traslado de las botas, lo que favoreció en parte que algunos de ellos se establecieran en El Puerto de Santa María y Sanlúcar (4). Estas protestas se mantuvieron también en el siglo XVIII con el incremento de la exportación de nuestros caldos a través del embarcadero del Guadalete en El Portal, reclamándose la construcción de un nuevo camino o arrecife.

La construcción del arrecife o camino de Sidueña.

El origen del proyecto que refleja este curioso plano que hoy nos ocupa, pudo estar en la propuesta de obras de utilidad pública que el Ayuntamiento jerezano envió al Gobierno de la nación, y que fueron aprobadas por R.O. de 1-10-1754, entre las que F. Sánchez Martínez destaca “la construcción de un camino desde la ciudad al Puerto de Santa María, del que partiría un ramal hasta el embarcadero del Portal” (5).



Sea como fuere, el historiador Bartolomé Gutiérrez nos recuerda que “el día 5 de Abril del mismo año 1755 se dio principio á la obra del arrecife en Xerez para cuyo efecto vino D. Tomás Giraldino de la corte y para costearlo dio el Rey facultad de que se vendiesen 450 caballerías de tierra de los baldíos de esta ciudad y con efecto se ejecutó con asistencia del corregidor (que lo era el Marqués de Alcozebar) el dicho Don Tomás Geraldino y los Diputados Marqués de Casa-Pabon y D. Juan Riquelme” (6). Apenas dos años y medio después las obras se terminaron "en 23 de set. 1757 cumpleaños del Rey Fernando 6º, siendo Corregidor D. Nicolás Carrillo de Mendoza, marqués de Alcocebar, se celebró con fuegos artificiales, música etc. la conclusión de las obras del arrecife y muelle de Portal. En la memoria descriptiva de dichas obras, cabildo de 12 de Set, se dice entre otras cosas, que: "asimismo se registraba ya enteramente acabada y plantada una mui particular grande alameda que constituye un deleitable paseo, tomando principio desde la entrada de dicho arrecife y finaliza al cuarto y medio de legua en una platea inmediata al cerro que nombran de los Frutos" (7). El historiador F. Aroca Vicenti nos recuerda como las Actas Capitulares de 1757 recogen el momento de la inauguración y recuerdan que a la entrada del arrecife se colocaron “las Reales estatuas de sus majestades… construidas con el mayor esmero y primor y colocadas en el sitio de la glorietta entrada del camino” (8). Veamos en lo que sigue los aspectos más relevantes que se reflejan en este curioso plano

La Puerta del Arroyo y la Fuente de la Alcubilla.

La salida de la ciudad se realiza por la Puerta del Arroyo, abierta en 1500, conocida también como “de la Alcubilla”, como figura en el plano (A). A su izquierda existía entonces un “Pequeño Cuartel de Cavallería y Milicias” (B) adosado a la muralla, que por sus reducidas dimensiones debió ser un modesto puesto de guardia para controlar los accesos por esta parte de la ciudad. Hasta llegar a la Fuente de la Alcubilla, el arrecife dejaba a ambos lados “hornos de ladrillos y tejas de particulares” (C) que ocuparon los terrenos donde en la actualidad se levantan la Gran Bodega Tío Pepe y las antiguas viviendas de los trabajadores de Domecq. En este mismo entorno existieron siempre ladrilleras y tejares algunas de los cuales pervivieron hasta bien entrado el siglo XX. Así, en 1434 se mencionan junto a la cercana Puerta de Rota el Tejar de Antón García y el Tejar del Palomar, próximo a la Ermita de Guía (9). A mediados del XVIII el plano nos recuerda la presencia en el inicio de la Cuesta de la Chaparra del “tejar de la Cartuxa” (D), junto al antiguo camino del Puerto (“la Trocha”), conocido entonces como “de Buenavista” (G).

En la Fuente de la Alcubilla (E), comenzaba el “camino proyectado llamado de Zigueña” (H), que coincidía en su recorrido inicial con la que hoy día es la parte llana de la calle Cuesta de la Chaparra hasta la rotonda de Cuatro Caminos. En este lugar se iniciaba un gran tramo recto que cruzaba las Playas de San Telmo (coincidente con la actual Avenida de Blas Infante) y llegaba hasta el Cerro del Fruto (I), pequeña loma ya desaparecida, que se levantaba junto la actual rotonda del Balneario. A sus pies, el proyecto indica que se construyó una “plazuela y arboledas” donde confluía “el camino que va a la cuesta de San Telmo”. Como se puede ver, los principales ejes que organizan el actual trazado viario de esta zona de la ciudad tienen su origen en este ambicioso proyecto que cuenta ya con más de dos siglos y medio a sus espaldas.

La “segunda Platea” y el “Cerro del Fruto”.

Algo parecido sucede con las “rotondas”, de las que tenemos aquí los primeros antecedentes en nuestra trama urbana.

Estas glorietas o plazuelas, serían también denominadas popularmente como “plateas”, siendo la “primera platea” la que estaba próxima a la Alcubilla, junto a la actual de Cuatro Caminos y la “segunda Platea” al Cerro del Fruto tal como figura en el plano. “Platea” tiene aquí el significado antiguo de “lugar amplio y espacioso”, “plaza”, “explanada”, “patio” … que luego se emplearía para dar nombre al patio de butacas de un teatro.



Esta última acepción ha llevado a algunos autores a mantener la hipótesis de el origen del topónimo hay que buscarlo en la idea de que la loma del Cerro del Fruto servía de improvisado anfiteatro natural para ver las antiguas carreras de caballos que en siglo XIX se llevaban a cabo en las playas de San Telmo, siguiendo el trazado del arrecife (10). Otros incluso, mantienen esta misma idea aplicada a las carreras de motos que se llevaban a comienzos de los 70 del siglo pasado cuando se trazaron las avenidas del polígono El Portal, supuestos ambos, que como se ha visto no se corresponden con el origen de las “plateas”.

Con respecto al Cerro del Fruto (paraje conocido también como Cerrofruto o Cerro Frutos), su nombre original fue el de Cerro de los Frutos o de Frutos. Así se le denomina, por ejemplo, en las actas capitulares de 1757 en las que se alude a las obras del arrecife del Portal, y en otras fuentes documentales (11). Aunque desconocemos el origen de este popular topónimo que ha permanecido hasta nuestros días, apuntamos la posibilidad de que se deba a Juan de Frutos, carretero, propietario de tierras próximas a la ciudad en el Camino hacia la aldea del Portal -que pasaba por este lugar- cuyo nombre aparece en diferentes ocasiones en las sentencias de amojonamientos de 1524 (12). En todo caso, tanto el nombre, como el apellido Frutos eran comunes en el Jerez de los siglos medievales (13). Las lomas del Cerro de Frutos lindaban al norte con las Hazas Cirujanas, tierras que en 1434 pertenecieron al çirujano Alfonso Martínez, a quien deben este nombre que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX (14). Limitadas siglos más tarde por la traza del Ferrocarril, en parte de ellas se construyó la conocida barriada del MOPU.

A los pies del Cerro del Fruto, tal como se indica en el plano, se unía al camino de Zigüeña otro camino “que va á la cuesta de San Telmo” (K) que como el que venía desde la ciudad contaba con filas de árboles a sus lados, transformándose así en un “paseo” para el disfrute de los jerezanos. En la “segunda platea” o explanada situada junto al Cerro del Fruto se hizo, según se planeaba en el proyecto, “una plazuela -la “platea”- y se plantaron arboledas, probablemente de olmos o álamos, las especies más usuales en los paseos del XVIII (15).



A partir de este lugar (que se corresponde con la actual rotonda de El Balneario), el camino dejaba ya de estar arbolado y cambiaba su orientación hacia el este, en dirección a El Portal.

Camino de El Portal.



El camino seguía entre viñedos y olivares dejando a la derecha el Guadajabaque y continuaba por un trazado similar al que tiene actualmente la Avenida Alcalde Cantos Ropero que cruza el Polígono El Portal. Aunque este arroyo ha desaparecido hoy en día en este tramo, encauzado por los colectores urbanos, hasta mediados del siglo XX aún era visible en estos lugares, siendo denominado Arroyo de Morales.

A la derecha del camino, en un paraje próximo al que ocupó el antiguo Balneario, el plano nos muestra los viñedos (L) del Casería de Sarzana. Algo más adelante, a la izquierda, figura la Casería de Vidauri, con su olivar, en las tierras ocupadas hoy por la Azucarera del Guadalete. El nuevo camino proyectado, con grandes tramos rectos, deja a la izquierda al Arroyo de Aguabahaque, como también se conocía al Guadabajaque. Éste, nos muestra en su cauce una “alcantarilla antigua, casi derruida” (V) por la que cruzaba el camino que se dirigía a los olivares de Parpalana, que han vuelto a recuperarse en estos años. De una de estas antiguas alcantarillas da cuenta el profesor Juan Abellán en un interesante estudio sobre las estructuras viales en el Jerez del siglo XV (17).

Al llegar a las proximidades del Guadalete, el camino volvía a cambiar bruscamente su orientación, siguiendo hacia el sur, al encontrarse con el “Camino q va desde la Cartuxa al Pto. de Sta. María” (N). Se corresponde este entronque con la actual rotonda de la Depuradora donde se unía este camino, conocido como Cañada del Vado de los Hornos, que conducía hasta la Cartuja pasando por el actual emplazamiento de La Corta donde se cruzaba el río por el mencionado vado. Muy cerca de este cruce, el arrecife salvaba el Guadajabaque por un puente de nueva construcción (O), de un solo arco y de una anchura aproximada -según la escala del plano- de 8 varas, de las que 5 correspondían al vano del puente (una vara= 0,836 m). En sus cercanías, a la izquierda del camino, se encontraba la Casería de La Palma, nombre que delata la existencia de alguna gran palmera. Este enclave, ya desaparecido, se ubicó en las laderas situadas frente a la Depuradora, y aparece en el plano con gran olivar que se extiende en las laderas del pago de Parpalana.

Siguiendo el camino, y a la altura de las que hoy serían las primeras casas de El Portal, se trazó un ramal hasta el embarcadero de El Portal (Q), el que durante siglos fuera el “puerto de Jerez”. Este tramo resultaba fundamental para el acceso de las carretas a los muelles por donde se embarcaban los vinos jerezanos y por el que llegaban desde la bahía otros muchos productos para el consumo de los jerezanos.



El antiguo emplazamiento del embarcadero se situaba muy próximo a actual salida del aliviadero de Torrox y a la Azucarera Jerezana. Aguas arriba de este punto desembocaba el arroyo Guadajabaque, como nos muestra el plano.

Desde el Portal a Sidueña por el olivar de Cartagena.

Desde El Portal, el camino continuaba en dirección a Sidueña dejando el Guadalete a su izquierda y cruzando las tierras del Olivar de Cartagena, cuya casería (R) quedaba entre el arrecife y el río, como muestra el plano. Este paraje se encontraba ubicado frente a la actual entrada del Rancho de La Bola siendo una propiedad de gran extensión que se extendía por la vega, colindante también por el sur con el arroyo Mata Rocines, que desembocaba en el Guadalete junto al olivar. Como nos recuerdan Pérez Fernández y López Amador, apenas un siglo atrás, en 1648, en este paraje desviaron los jerezanos el río hacia la boca del San Pedro por un canal de unos 500 m que se cerraría después en 1654, lo que supuso que los barcos volvieran a bajar por la Madre Vieja desde El Portal. En el antiguo olivar de Cartagena los dos brazos del Guadalete estaban muy próximos (apenas 500 m), lo que, junto a su cercanía al embarcadero de El Portal, hizo de este lugar el elegido por las autoridades jerezanas para que los barcos pasaran del cauce del Guadalete (conocido como Albadalejo en este tramo) al Salado (18).



Tras el olivar de Cartagena, el camino cruzaba el arroyo de Mata Rocines, también llamado del Carrillo. El “puente de Matarrozocines” (S) era muy necesario ya que las furiosas crecidas de este arroyo hacían intransitable el camino. Aquí, el proyecto contemplaba una obra mayor que la prevista para el paso del Guadajabaque (de un solo ojo), y en este caso se construyó un puente de tres arcos y 13 varas de largo. Los arcos laterales eran más pequeños (vanos de 2 varas), mientras que el central era mayor (4 varas). Este mismo puente, una vez construido, dio paso a finales de siglo al camino Real de Madrid a Cádiz y aún en la actualidad se adivina bajo el actual, los arcos de sillería del que se construyó en el siglo XIX para el paso de la carretera nacional.

Tras cruzar el arroyo el camino de Sidueña subía una pequeña cuesta hasta un puertecillo, lugar donde se separan los términos de Jerez y El Puerto y donde el plano se termina. Este paraje se conocería como “Puerto de las Cruces” al instalarse a ambos lados del arrecife, dos columnas con sendas cruces, que aún se conservan junto al acceso a los Depósitos de San Cristóbal (19).

Como dato curioso, traemos lo referido por el historiador Bartolomé Gutiérrez, quien nos informa que a finales de mayo de 1756, durante la construcción de este tramo del camino, se produjo en este lugar un interesante hallazgo arqueológico al realizar los desmontes al pie del cerro de San Cristóbal donde se hallaron cenizas y huesos de unas personas humanas, como puesta de lado, pero tendida y todo tan corrupto, que solo los dientes tienen la mayor consistencia… era de 7 piés de largo, el Sepulcro, muy poco más, y de media vara de ancho, tasada”. El historiador, que vivía en aquellas fechas e incluso llegó a ver aquellos hallazgos, informa que los sepulcros tenían “dos piedras, á la cabecera una y otra á los piés, pero sin rótulos, y entre las cenizas que se encontraron, hallaron una moneda muy carcomida y corroída… Estaba esta moneda debajo de una teja que tenía como debajo de la cabeza y el sepulcro formado de piedra de cantería de la Sierra inmediata de S. Cristóbal y la cubierta de 3 piedras de la cantera de hácia Puerto real, estaba sobre el lado izquierdo, los piés al Oriente y la cara al Norte y junto se descubrió una forma de horno terraplenado y con varios huesos y cenizas y tiestos de barro, como de una olla sin vedrío, estaba delante del rostro este hornillo. A pocas varas de distancia se hallaron piedras de otros dos sepulcros como el dicho, pero desbaratados y terraplenados… Era la piedra de las Canteras de la próxima Sierra de San Cristóbal. Todo esto indica la vecindad á la Población de la antigua Asido, que poco más allá en la falda de Sidueña (de donde tomó el nombre de Pago) estuvo fundada. El Sábado 5 de junio se halló otro Sepulcro con la misma fábrica… y todos estos sepulcros está de oriente a poniente y los piés al nacer el sol” (20).

Desde el Puerto de las Cruces, donde terminaba el proyecto del camino de Jerez a Sidueña, el arrecife seguía en dirección a este enclave para llegar después hasta el Puerto de Santa María. El plano nos informa también de otros detalles técnicos del camino como su anchura (15 varas = 12,5 m), con pretiles laterales de una vara de alto. Su firme presentaba dos calzadas con una ligera pendiente lateral del centro hacia las cunetas para facilitar la evacuación del agua. Apenas unos años más tarde el firme del arrecife se hallaba ya deteriorado por el incesante tráfico de carretas hacia el embarcadero y fueron necesarias las primeras reparaciones… que tardaron décadas en realizarse. Pero esa ya es otra historia.

Para saber más:
(1) “Plano del Camino proyectado llamado de Zigüeña. Desde la ciudad de Xerez de la Frontera al término de la ciudad del Puerto de Sta. María, como la de una calzada desde el referido camino al Río Guadalete en uno de los parages más caudalosos de él para Embarque y desembarque de los frutos y géneros para la Bahía de Cádiz, y el referido Puerto de Santa María” Archivo General de Simancas. Gracia y Justicia, Legajos, 01031. Con carta de la Junta de Obras al Marqués del Campo de Villar. Jerez de la Frontera, 12 de agosto de 1755
(2) Moreno Arana, J.M.: "Aportaciones al estudio de la arquitectura civil del siglo XVIII en Jerez de la Frontera: El Palacio de Villapanés", Laboratorio de Arte 20 (2007), Nota 48. Con respecto a la atribución a Pedro de Cos de la autoría de este plano, encontramos similitudes con otro de su autoría: “Plano trazado de la Calle Larga, 1778, que figura en Aroca Vicenti, F.: Arquitectura y Urbanismo en el Jerez del siglo XVIII, C.U. de E. sociales-Caja San Fernando, 2002, p. 60. Por nuestra parte hemos consultado a nuestro amigo el Dr. J.M. Moreno Arana quien nos apunta que “el tipo de letra y la leyenda con orla de rocalla están en la línea de otros planos suyos”
(3) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz, 2004, p. 240.
(4) Romero Bejarano, M.: De los orígenes a Pilar Sánchez. Breve Historia de Jerez, Ediciones Remedios, 9, pp. 65 y 103.
(5) Sánchez Martínez, F.: El Portal, su muelle, el arrecife y el ferrocarril (I), Diario de Jerez, 4 de Junio de 2013.
(6) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. II, p 3.10.
(7) AMJF: 1757, M. 4, fº 44: Paseo desde la platea de la Alcubilla hasta la de San Telmo, inmediata al Cerro de Frutos.
(8) Aroca Vicenti, F.: Arquitectura… Obra citada, pp. 173 y 155
(9) Martín Gutiérrez, E.: La organización… obra citada, p. 255. Otras referencias acerca de la presencia de alfarerías en la zona pueden verse en Álvarez González, T. y Martínez Glera, E.: Aproximación al estudio de la historia de la alfarería de Jerez de la Frontera a través de la documentación de su archivo municipal, Atrio, Revista de Historia del Arte, nº 6, 1993 pp. 7-26. Las imágenes aéreas del Vuelo Americano de 1956 muestran todavía la antigua fábrica de ladrillos y tejas existente junto a la Ermita de Guía.
(10) De la Plata, J.: Deportes en Jerez, Diario de Jerez, 30 de junio de 2008
(11) AMJF: 1757, M. 4, fº 44, obra citada. Gutiérrez, B.: Historia… obra citada.
(12) Tal como apunta el profesor E. Martín pasaba por este lugar: Martín Gutiérrez, E.: La organización… obra citada, pp. 251-253)
(13) Mingorance, J.A.: La colonia extranjera en Jerez a finales de la Edad Media, Peripecias Libros, 2014, p. 58; Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas de Xerez de la Frontera. Edic. Facsímil 1903, BUC, p. H.
(14) Muñoz y Gómez, A.: Calles… obra citada, p. 313; Martín Gutiérrez, E.: La organización… obra citada, p. 241; López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000.
(15) Aroca Vicenti, F.: Arquitectura… Obra citada, pp. 151-157.
(17) Abellán Pérez.:Construcción y reparación de estructuras viales. Jerez de la Frontera en el siglo XV”. Estudios sobre patrimonio, Cultura y Ciencias Medievales, nº 3, vol 1, pp. 7-21, 2002.
(18) López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, p.191.
(19) García Lázaro, A y J.: Por tierras de Sidueña con el Padre Coloma, Diario de Jerez, 27 de diciembre de 2015
(20) Gutiérrez, B.: Historia… obra citada, pp. 311-312.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: : Cartografía y grabados, Paisajes con Historia, Toponimia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 27/05/2018

 
Subir a Inicio