Salinas con historia junto a Estella del Marqués.
Un paseo por Las Salinillas




A  Paco Giles y Santiago Valiente, amigos y maestros.

En estos días azules que nos regalan los primeros días del verano, cuando el calor aprieta, nos gusta visitar algunos pequeños humedales de nuestro entorno cercano para “descubrir” el pequeño tesoro que encierran sus aguas: la sal. Eso era al menos lo que pensaban nuestros convecinos cuando, en los siglos medievales, acudían a estas pequeñas lagunas salobres que se reparten por los alrededores de la ciudad para abastecerse de esta indispensable sustancia.



En próximas salidas recorreremos algunos de estos humedales salinos, centrándonos hoy en uno de los más conocidos, el de Las Salinillas, situado en los Llanos de La Catalana junto a Estella del Marqués.

Humedales salobres en torno a Jerez.

Junto a las lagunas más conocidas de nuestro entorno (Medina, Los Tollos, Canteras, Tejón, lagunas de El Puerto), la mayoría de ellas de agua “dulce” y de carácter permanente, existen en las cercanías de la ciudad no pocas lagunas o zonas encharcables de carácter estacional que, a diferencia de aquellas, presentan en sus aguas elevadas concentraciones de sal que, en algunos casos, permiten calificar a estos humedales como “salados”. El material geológico que forma su sustrato o que está presente en los terrenos circundantes de estas pequeñas cuencas endorreicas, está integrado principalmente por yesos y margas de edad triásica, con alto contenido en sales que, al ser disueltas por las aguas superficiales, confieren este “carácter salado” a numerosos arroyos y pequeñas lagunas de buena parte de la provincia (1).

Por señalar sólo algunos ejemplos de parajes donde podemos encontrar este tipo de pequeñas lagunas, mencionaremos la que puede observarse junto al Arroyo de la Loba, -al inicio de la carretera del Calvario, a mano izquierda- que en los meses de verano, apenas aprieta el calor y el agua se evapora, nos muestra su fondo blanquecino, con una película de sal que delata la naturaleza salobre de sus aguas. Este rincón entre viñas, conocido también como Las Salinillas, es quizás uno de los más representativos de los que pueden encontrarse en las cercanías de la ciudad.

Otras zonas encharcables, donde se forman pequeñas lagunas estacionales con presencia de la vegetación propia de terrenos ricos en sal las encontramos junto a la Cañada del Amarguillo, en las proximidades de los Cortijos de Roa La Bota y Fuente Suero, en el Rincón de La Tapa, junto al cortijo de Espanta Rodrigo, en la Cañada de Morales, en Doña Benita y La Matanza, en las cercanías del Cortijo de Vicos… Todas ellas tienen en común que la naturaleza del suelo sobre el que se asientan, o las laderas que forma parte de su “cuenca de recepción”, están constituidas por materiales del triásico, como se ha dicho, de carácter margoso, ricos en yesos y sales.



Sin embargo en pocos lugares queda en evidencia este alto contenido salino de las aguas como en el paraje de Las Salinillas (de similar nombre que el primero que citamos), próximo a Estella del Marqués, del que nos vamos a ocupar hoy.

Por los Llanos de La Catalana.

La mejor forma para acceder al lugar, o bien para contemplarlo desde la distancia, es tomando la carretera que une Estella del Marqués con Lomopardo. Si salimos de la primera población, al poco de abandonar el casco urbano observaremos a la derecha de la carretera una hondonada, rodeada de viñedos. En los meses de verano nos llama la atención una lámina blanca de sal que ocupa el lecho de una pequeña laguna estacional que durante buena parte del año se forma en este lugar. Tomando un carril a la derecha, (frente al que se dirige a la Venta La Dehesa) podremos llegar fácilmente hasta Las Salinillas, por cuyos llanos cruza la gran tubería del Acueducto de Abastecimiento de agua potable de la Zona Gaditana, procedente del pantano de Los Hurones después de haber pasado por la Potabilizadora de Cuartillos. Esta conducción, actualmente cubierta por un “muro” de tierra, hubo de ser reconstruida por que la naturaleza salobre de estos suelos, encharcados buena parte del año, actuaron como elemento “corrosivo” de los elementos metálicos de la misma.

Rodeado de viñedos y de tierras de labor, el fondo de este pequeño valle -por el que discurre también el Arroyo Salado de Caulina, en paralelo a la Autopista Sevilla Cádiz-, ha formado una pequeña cuenca donde se embalsa el agua sobre el sustrato “impermeable” de las margas y arcillas triásicas, ricas en sales, que ha dado origen a esta pequeña laguna salada. Estos materiales pueden apreciarse, por ejemplo, en el cercano parque periurbano de Las Aguilillas. Las laderas sobre las que se desarrolla el viñedo (hacia Lomopardo) son de tierras albarizas (Mioceno), mientras que los materiales geológicos que encontramos en el otro lado de la vaguada, hacia Estella del Marqués, son de origen más moderno (Plioceno) y de consistencia más arenosa. Un curioso “corte geológico” que nos permite apreciar la naturaleza de estos últimos materiales puede verse en las paredes rocosas, cortadas a pico, junto a la entrada de la Venta La Cueva, en Estella (2).

Unas salinas con historia.



Una vez en Las Salinillas, observaremos que las zonas más encharcadas, mantienen la típica vegetación lagunar (tarajes, juncos, carrizos…), mientras que las que se secan en verano, más ricas en sal, presentan algunas de las especies propias de los terrenos salobres, entre las que sobresalen las salicornias (Salicornia ramosissima) (3).


Es también frecuente la presencia de aves propias de terrenos inundados destacando por su fidelidad al lugar las cigüeñuelas que pueden verse casi con total seguridad cuando visitamos el humedal.



Entre los fangos cuarteados de las orillas o la zona central de esta pequeña laguna, se forma, cuando se evapora el agua, una lámina de sal que lo cubre todo y que justifica claramente el topónimo con el que desde la Edad Media es conocido este paraje: Las Salinillas.



La utilización de las aguas, fangos y sales para diversos fines está documentada ya desde el siglo XV. El profesor Emilio Martín Gutiérrez, recoge varias citas referidas a Las Salinillas.

En una de ellas, fechada en 1434, se menciona un amojonamiento realizado por Alfonso Núñez, juez de términos, en el que se alude a esta laguna salada, ubicada en las cercanías de Jerez que era utilizada por los vecinos “para echar las ruedas de las carretas en el agua de las dichas salinas”. Se conseguía así el doble efecto de ajustar mejor las piezas, al “hincharse con el agua” y conservar mejor la madera por efecto de la sal.

En otra cita, referida a un amojonamiento realizado por el licenciado Francisco Cano en 1524, se hace también alusión a unas “salinas” en la zona de la “Dehesa de la Catalana o del Salado”, en las proximidades de la “pasada del Salado”, que se identifican con este paraje de Las Salinillas, donde se también se extraía sal para su consumo en la población (4).



Para quienes se acerquen a este paraje, conviene recordar que pese a la apariencia firme del suelo del lecho de esta pequeña laguna cubierta por algunos rincones de una costra de sal, los fangos son muy superficiales y su aspecto puede llamar a engaño, ya que es fácil que se se nos hundan los zapatos en el barro húmedo que se esconde bajo la película de sal, en especial en las cercanías de los manantiales a los que no conviene acercarse mucho. Los lugareños cuentan como no faltan ejemplos de animales atrapados en los fangos salobres e incluso relatan como un burrillo se hundió en la boca de uno de los manantiales debido a la fragilidad del suelo. Sean o no ciertos estos comentarios, conviene tenerlos en cuenta.

Las Salinillas es un paraje singular muy cercano a la ciudad, cargado también de historia, que bien merece una visita.

Para saber más:
(1) Gutiérrez Mas, J.M. et al.: Introducción a la Geología de la Provincia de Cádiz. Universidad de Cádiz. 1991
(2) Mapa Geológico de España. Hoja 1.048. Jerez de la Frontera. Instituto Geológico y Minero de España. 1988.
(3) Sánchez García I. et al. : Guía de las plantas acuáticas de las reservas naturales de las lagunas de Cádiz. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura y Medio Ambiente. 1992
(4) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004.


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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 28/06/2015


Los árboles de la ciudad se visten de verano.




En el campo, en los montes y en las zonas más agrestes de nuestras sierras, el inicio del verano se manifiesta en la vegetación arbustiva y arbórea con la aparición de los primeros frutos y, en general, con las señales, ya evidentes de la sequedad de la tierra y del ambiente. Sin embargo, en la ciudad, muchos de los árboles ornamentales que pueblan nuestras calles, plazas y parques, se muestran en estas semanas, cuando un nuevo verano comienza, con sus mejores “galas”. ¿Nos acompañan a comprobarlo?

A la sombra de las tipuanas en flor.

Las tipuanas (Tipuana tipu) tan abundantes en calles y avenidas, provistas ya sus copas de un denso follaje, nos ofrecen ahora su espectacular floración. Exhiben estos árboles sus pequeñas y hermosas flores amarillas que contrastan con el verde intenso de sus hojas y alfombran el suelo cuando caen, dando color a las aceras. Por el contrario, las jacarandas (Jacaranda mimosaefolia), que un mes atrás se vestían de gala y cubrían el suelo con sus corolas azulinas, apenas muestran ya sus últimas flores mientras sus copas se van poblando de hojas nuevas, entre las que llaman la atención sus peculiares frutos, aún verdes.

Los jaboneros de la China (Koelreuteria paniculata y K. bipinnata), están también presentes en muchas de nuestras calles, y apuntan ya los primeros “farolitos”, esos peculiares frutos formados por tres valvas, que cuelgan del árbol en numerosos ramilletes y en cuyo interior se formarán las semillas. No es de extrañar que esta especie sea también conocida como “árbol de los farolitos”, por la singular forma de sus “frutos”. En algunos ejemplares (junto a Sementales, por ejemplo) aún pueden verse también sus grandes panículas, inflorescencias de más de treinta centímetros de longitud formadas por numerosas flores de color amarillo, que despuntan en su copa y que durante los meses de mayo y junio, hacen de estos árboles uno de los más llamativos de nuestros paseos.

Más escasas, pero igualmente llamativas, son las parkinsonias (Parkinsonia aculeata). Su copa presenta un aspecto ligero y poco denso, debido al diminuto tamaño de los foliolos de sus hojas compuestas, que cuelgan de sus ramillas espinosas y, por lo general, péndulas, dando un aspecto casi transparente a su follaje. En estos días de comienzo del verano, las parkinsonias se muestran más hermosas que nunca, exhibiendo en sus copas sus racimos de flores con corolas de un intenso color amarillo salpicado de pequeñas manchas rojas.

La fragancia de las sóforas.

Una mención especial merecen las sóforas (Sophora japonica), árboles que jalonan muchas de nuestras calles y que crecen en casi todos los parques de la ciudad. Durante buena parte del año, estos árboles caducifolios que nos recuerdan a la falsa acacia, pasan desapercibidos. Sin embargo, desde primeros de junio, sus copas se cubren de pequeñas y delicadas flores de color crema amarillento, dispuestas en inflorescencias (panículas) que despiden un delicado y agradable perfume, mostrándose realmente hermosos.

Bajo las copas de estos árboles, el suelo de las aceras o de los paseos se alfombra literalmente de estas pequeñas flores, cuyos colores contrastan con el verde intenso de las hojas, ofreciendo así una hermosa combinación en estos días de comienzos del verano. En las aceras de la Ronda Este, o en las de la calle Santo Domingo (entre otras muchas) puede verse esta “alfombra de flores” y disfrutar de su aroma bajo el techo sombreado de las copas de las sóforas.



gualmente llamativos resultan en estos días los aligustres (Ligustrum japonicum, L. lucidum), que pueden verse también en toda la ciudad.

Desde comienzos de junio se visten con sus llamativas y olorosas inflorescencias, compuestas de cientos de diminutas flores de color blanco amarillento. En algunos árboles llegan a cubrir toda la copa, despidiendo una suave fragancia.



Distintas especies de acacias (“mimosas”) muestran también sus llamativas inflorescencias amarillas que, en ocasiones, llegan a cubrir literalmente la copa, ofreciendo entonces un aspecto espectacular. Así sucede, por ejemplo, en la Acacia karroo, también conocida como carambuco, que junto a la “fiereza” de las estípulas espinosas que posee en sus ramas, se cubre de densos ramilletes de flores amarillas. Más frecuentes en los alrededores de la ciudad y más raras en nuestros parques, estas acacias, junto a otras “mimosas” que crecen en los jardines y paseos arbolados (A. retinodes y A. cyanophylla, sobre todo) ponen una nota de color en estos días de verano.

Albizias, lagunarias, tilos…



Pocos árboles pueden presumir de flores tan vistosas y llamativas como la acacia de Constantinopla, especie también conocida como árbol de la seda (Albizia julibrissin). Sus flores, que alcanzan su máxima belleza a finales de mayo, están dispuestas en umbelas terminales y muestran sus numerosos estambres de un llamativo color rosa que va perdiendo intensidad a medida que maduran. En estos primeros días de verano, la mayoría de estos árboles muestran ya las flores con un aspecto menos vistoso y dejarán paso, progresivamente a unas legumbres que nos recuerdan a las del árbol del amor. Las lagunarias (Lagunaria patersonii), que eran muy escasas en nuestras calles, están siendo plantadas en los últimos años en muchos de los nuevos paseos. Esta especie, conocida también vulgarmente como “árbol del pica-pica”, podemos verla, por ejemplo, en la calle Porvenir, en Madre de Dios o frente a la Ermita del Cristo de la Expiración. Su copa es piramidal y densa y sus hojas son de un color verde pálido, con envés tomentoso entre las que resaltan, en estos días de inicio del verano, sus flores rosadas. Muy llamativas, estas flores son de mediano tamaño y se presentan solitarias. Por su forma nos recuerdan, salvando las distancias, a las del hibisco. En muchos de estos árboles las flores han dejado ya paso a los primeros frutos.



Espectaculares se muestran también en estos días los sauzgatillos (Vitex agnus-castus), un arbusto de la familia de las verbenáceas que llena su copa con hermosos racimos terminales de flores azules en estos días de comienzos del verano. Los vemos en San Joaquín, en la C/ José Cádiz o en el Parque de Puertas del Sur. En este mismo lugar las copas del pino carrasco (Pinus halepensis) muestran ya sus nuevas piñas, aún verdes que conviven junto a las del verano anterior. Pero sin duda, lo que más llama la atención en este parque, son los contados ejemplares de árbol de las llamas (Brachychiton acerifolius) que el paseante puede localizar desde la lejanía, entre la confusión del ramaje de la densa arboleda de este parque, por lo impactante de su floración que transforma su copa en una espectacular explosión de color. Las flores de este curioso árbol, traído a comienzos de los 90 del siglo pasado de los viveros de la Expo de Sevilla, son muy vistosas, de un intenso color rojo carmín, creciendo en racimos axilares que aparecen, habitualmente, cuando el árbol está casi sin follaje. Las pequeñas flores, acampanadas, de 1 cm de diámetro y con su cáliz glabro, tapizan literalmente el suelo del parque y de los paseos ofreciendo una hermosa escena.



Muy llamativos resultan también en estos días, los olmos de bola (Ulmus minor var. Umbraculífera) que crecen en muchas calles de la ciudad (Ronda del Pelirón, calle Fresa…) y que llaman la atención del paseante por la forma globosa. Si en invierno nos mostraba sus numerosas ramas delgadas, a comienzos de verano lo vemos vestido con un denso y apretado follaje que realza su llamativa copa esférica. Acabamos, para no hacer interminable esta relación, con los tilos (Tilia sp.) que aunque más escasos, están representados en las calles de la ciudad por distintas especies. Los de la calle Pizarro (Tilia x vulgaris), junto a la barriada de La Plata, nos muestran ahora las brácteas de color blanco verdoso que contrastan con el verde más intenso y oscuro de sus hojas y que aparecen una vez que ya se han perdido las flores. De estas brácteas cuelgan sus característicos frutillos globosos.

Volveremos en otoño a recorrer los campos, los bosques y las riberas “en torno a Jerez” para recrearnos en los frutos y en los colores con los que las hojas de los árboles y arbustos se cubren en esta estación.

Que pasen ustedes un buen verano.

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San Telmo: el “puerto” de Jerez.
Un sueño de siglos.




A mediados del siglo XIX la ciudad estaba empeñada en uno de sus más grandes desafíos: tener una vía de unión directa con el mar para facilitar la exportación de vinos. La línea férrea Jerez-El Trocadero, la primera de Andalucía, haría realidad en 1856 buena parte de aquel viejo sueño que durante tantos años acarició la ciudad. Un sueño que se resumía en aquel grito de “¡Al Trocadero!”, que se hizo tan popular, como síntesis de todos los anhelos y que un poeta local resumía con un expresivo verso: “Fuera las dudas y el terror siniestro, demos un paso más y el mar ya será nuestro”. Llevar Jerez al mar … (1)

Siglos atrás, sin embargo, la gran aspiración de la ciudad era otra mucho más ambiciosa: traer el mar a Jerez. Desde el siglo XVI, de manera recurrente, el concejo anduvo embarcado en dos grandes empresas: la traída de aguas y la canalización del Guadalete y su unión con el Guadalquivir. Si bien la primera de ellos vio la luz avanzado ya el XIX, la mejora de la navegación por el Guadalete y el sueño de acercar el río y el mar a los pies de la ciudad, han conocido tantas frustraciones como proyectos se han sucedido en todos estos siglos.

Un embarcadero en la Puerta Nueva y la Ermita de Guía.



Al menos desde el quinientos, la historiografía local ofrece no pocas referencias sobre distintos estudios e informes que pretendían “hacer de Jerez puerto de mar”. De ellos nos da buena cuenta el investigador A. M. Cuadrado Román en sus documentados trabajos acerca de los proyectos de obra pública hidráulica en Jerez y apunta que, “por su elevado coste económico, las rivalidades de las ciudades vecinas o la desidia político administrativa” nunca llegaron a materializarse. El lector curioso podrá encontrar amplia información de ellos en las distintas publicaciones del citado autor (2).

Por reseñar sólo algunos de estos proyectos, citaremos que Fray Esteban Rallón, en su Historia de Jerez de la Frontera, recoge ya en 1563 el de Guillermo Banesque (o Guillermo Báñez, según el historiador J. Portillo), quien sostuvo ante el cabildo que el río “se podía traer hasta la Puerta Nueva” del Arroyo, o el de Martín Alemán (1573), ingeniero y relojero del rey, quien pretendía “volver a su madre el río Guadalete y acercarlo a la ciudad y ponerlo en el convento de Guía” (3).



Primera noticia de la traza. Atribuida conjuntamente a Juan de Herrera, que dibujaría la representación de la ciudad, y a Pietre Janson, que trazaría la canalización y muelle de embarque.



Igualmente sugerente es la propuesta atribuida por F. Íñiguez Almech (4) a Juan de Herrera y Pietre Janson (1566) de la que se conserva un curioso plano en el que se representa la ciudad de Xerez a cuyos pies aparece un puerto artificial, integrado por dos lagos circulares, con acceso desde la Puerta Nueva y la Cuesta de San Telmo. Estos lagos circulares se unen por un canal. Del lago superior nace hacia la derecha otro canal que conduce a un tercer estanque, ubicado junto al río en El Portal (5). Como dio a conocer N. García Tapia, este proyecto, basado en la traza anterior, sería desarrollado por el carmelita Fray Mariano Azaro y el ingeniero Francisco de Montalbán (1581) quienes lo presentaron al Consejo de Estado del rey Felipe II y que lleva por nombre: “Relación que el padre Mariano Ázaro hizo a su Majestad sobre el estuario navegable que se pretende hacer en Jerez de la Frontera s/f, aunque remitida al Consejo Real el 7 de Noviembre de 1582” (6). Las dársenas circulares estarían muy cercanas a la ciudad, en la Puerta Nueva y San Telmo, unidas por un canal navegable de 3.500 pies, comunicadas a su vez con una tercera ubicada en el Portal, junto al río a través de un largo canal de 9.400 pies y 30 de anchura. El canal se llenaba aprovechando las aguas del Guadajabaque y terminaba en el río Guadalete, situado a un nivel algo más bajo. Los barcos procedentes de la Bahía de Cádiz desembarcarían sus mercancías en el muelle del río y a través de los canales serían transportadas a la ciudad (7). El informe apuntaba también la interesante idea de que esta doble dársena a los pies de la ciudad permitiría que la flota de Indias pudiese atracar en Jerez sin necesidad de remontar el Guadalquivir y su peligrosa barra. ¡Se imaginan si se hubiese realizado…!



En 1604, el portugués Antonio Grafión, (8) quien dirigió la fábrica de pólvora de Cartagena, propone también la construcción de un canal desde El Portal a la Puerta Nueva… Y como éste otros muchos proyectos que pretendían acercar el río a la ciudad o la unión del Guadalete con el Guadalquivir…. Un sueño de Jerez que duró siglos.

Los proyectos de Juan Machimbarrena.



En el “ADN” de la ciudad debe estar –como se dice ahora- el sueño de "una salida al mar". Por esta razón no dejaron de sucederse proyectos y más proyectos. Tanto es así que, la última de estas iniciativas fallidas tuvo lugar hace apenas setenta años, en 1946, y se debe al ingeniero de caminos vasco Juan Machimbarrena Aguirrebengoa. Machimbarrena, quien fuera presidente del Partido Republicano Federal de Guipuzkoa en 1931, había ocupado la plaza de ingeniero municipal de San Sebastián en la década de los veinte del siglo pasado, interviniendo directamente en las grandes reformas urbanísticas que se llevaron a cabo en aquella ciudad, entre ellas la intervención en las obras de canalización y desvío del río Urumea.

En 1946 sustituye a Antonio Durán Tovar, como Director de la Comisión Administrativa de la zona portuaria de El Puerto de Santa María. Entre otras muchas iniciativas de mejora (drenajes, ensanchamiento y encauzamiento del río, construcción de muelles comerciales…) plantea también la conveniencia de mejorar las comunicaciones terrestres del Puerto de Cádiz a la vez que apunta la novedosa idea de establecer una “comunicación marítima fluvial entre Cádiz y Jerez de la Frontera” (9).

El ingeniero pretende ante todo “abaratar las comunicaciones de los puertos de la bahía de Cádiz” ante el auge que está empezando a tener el movimiento comercial en la zona y presenta su proyecto como una alternativa a la doble vía de ferrocarril que por entonces demandaban las autoridades de Cádiz. A juicio de Machimbarrena la solución ferroviaria no evitaría el gran coste económico que suponía “el volumen innecesario de toneladas-kilómetro a transportar por el contorneo de la bahía”. Junto a estas consideraciones reconocía también que “la zona servida por el Guadalete” tenía un enorme peso comercial y que Jerez era “el verdadero centro de gravedad de la provincia, convergiendo en ella el ferrocarril Cádiz-Madrid, el de Jerez-Almargen y el de Jerez-Sanlúcar, así como las carreteras a Algeciras, Medina, Arcos, Cortes, Sevilla, Cádiz, Trebujena y Sanlúcar”.

Como consecuencia de este diagnóstico basado en criterios técnicos y económicos, redacta en 1946 su anteproyecto denominado “Plan General de Habilitación del Puerto de Puerto de Santa María y enlace fluvial con Jerez de la Frontera”. En última instancia pretende con él establecer una comunicación marítima fluvial entre Cádiz y Jerez.

El Canal de El Portal.

Machimbarrena propone para ello el “encauzamiento y canalización del río Guadalete al Portal, en longitud de 10 kilómetros, y la construcción de un canal desde este último lugar a Jerez, con un desarrollo de 5 kilómetros”. Además de las razones económicas ya expuestas, argumenta como la canalización de ríos es algo habitual en los países europeos e insiste en un claro principio inspirador de la idea afirmando que introducir el mar, “adentrando la navegación hasta el propio corazón de una zona terrestre es, en buena economía, cosa mucho más deseable que lo contrario, esto es, alargar la tierra introduciéndola en el mar”.

El proyecto contempla realizar algunas modificaciones en un tramo de 12 km. del río, desde el Puente de San Alejandro hasta El Portal. A decir del ingeniero, el Guadalete presenta en su cauce entre estos dos puntos, “grandes alineaciones rectas y curvas perfectamente aprovechables”. Para facilitar la navegación, y dar al encauzamiento la traza adecuada, planea realizar 11 cortas con las que rectificará los meandros más cerrados y “las bruscas inflexiones y pequeños radios que hoy tiene el río”, reduciendo también con ello su recorrido en dos kilómetros (10).

Desde El Portal se proyecta un canal de 30 m. de anchura (que podría, incluso, reducirse a 20) con un calado mínimo de 2 m. calculado para la marea más baja de las previstas (la “Bajamar Viva Equinoccial”). Las márgenes del río se recrecerían con los materiales extraídos de los dragados y excavaciones de las cortas formando un malecón de 1 metro de altura por encima de la cota que alcanza la máxima pleamar prevista en la zona, cuya onda de crecida, como recuerda el ingeniero, se deja sentir hasta las “inmediaciones del Puente de Cartuja”. Conviene recordar, a este respecto, que antes de la construcción del azud de La Corta, la carrera de la marea llegaba hasta el citado puente y que en los siglos medievales pudo llegar hasta las cercanías de La Greduela. A los lados del río y del canal proyectado por Machimbarrena se trazarían caminos de servicio y sirga para los vehículos que remolcasen a las barcazas. “Como el volumen de la excavación para construir el canal navegable, incluidas las cortas, asciende a unos 2.000.000 de m3, de los que 1.200.000 corresponden al canal del Portal a Jerez, vemos podía disponerse de productos suficientes para rellenar y explanar caminos de servicio y sirga en las márgenes del río y zonas de embarcaderos, muelles y terrenos de expansión contiguos”.

El “puerto de San Telmo”.

El trazado del nuevo canal para llegar hasta la ciudad arrancaba del cauce del río a la altura de El Portal (aguas arriba de la vieja azucarera) y “discurre… por un primer tramo paralelo al ferrocarril, cruzando a éste en el kilómetro 114, y a continuación a la carretera general a Cádiz”. Este cruce se producía en la zona de la actual Estación Depuradora de Aguas Residuales y desde este punto, se proyectaba por los terrenos más bajos del actual polígono industrial de El Portal: “...desde aquí la traza seguirá el cauce seco que hoy existe paralelo a la carretera general, a la que nuevamente cruzará antes de llegar hasta las playas de San Telmo”.



Esta vaguada (cauce del antiguo rio Guadajabaque) fue utilizada posteriormente para la construcción del colector principal de aguas residuales de Jerez, actualmente canalizado a través de la depuradora.

El “mar”, o “el mar a través del río y de un canal”, llegaba así hasta las explanadas a los pies de la ciudad, donde años más tarde se levantarían las barriadas de Federico Mayo, San Telmo, Santo Tomás de Aquino y Cerrofruto, y donde Machimbarrena proyectó los embarcaderos y muelles del que hubiese sido el “puerto de San Telmo” o el “puerto de Jerez”. Este muelle terminal, perfectamente unido por carretera con la población, contaba también en el con un ramal de ferrocarril enlazada a la línea Jerez-Sanlúcar desde la cercana estación de La Alcubilla (11). Recordaba el ingeniero que “una vez concluidas las obras y construidos los muelles y embarcaderos en El Portal y Playas de San Telmo, la navegación podrá efectuarse, bien con carácter puramente fluvial, ente Jerez y el Puerto de Santa María, o mixto, fluvio-marítimo, entre Jerez y Cádiz”.



El canal estaba diseñado para permitir el paso de grandes barcazas automotoras o bien conducidas por remolcadores desde el río o arrastradas por sirgas desde las orillas, habiéndose calculado que el tiempo invertido para recorrer los 15 km. que separan Jerez y El Puerto no excediese de hora y media. El coste total del proyecto, que requeriría unos seis años de obras, rondaba los 91 millones de pesetas, estando previsto un volumen de tráfico fluvial de medio millón de toneladas.



Cuando desde el mirador situado junto a la Ermita de San Telmo contemplamos hoy la zona del polígono industrial de El Portal, o los populosos barrios de la Zona Sur, imaginamos por un momento el canal de Machimbarrena y nos parece ver, junto a la plaza de la Iglesia de Federico Mayo, los muelles y el embarcadero de las Playas de San Telmo, aquel Puerto de Jerez que –otra vez más- quedó en un sueño.

Para saber más:
(1) García Lázaro, A. y J.: Nuestro patrimonio ferroviario. Algunos elementos singulares de la línea férrea de Jerez a El Portal. Diario de Jerez, 11/01/2014
(2) Entre otros trabajos que hemos consultado citamos Cuadrado Román, A.M. “Los canales de Jerez”. Revista de Historia de Jerez, 14-15, 2008/09, pp. 67-90 y, especialmente, “Un proyecto económico revolucionario en la españa de los austrias: la construccion de un canal para la union de los rios guadalquivir con guadalete, y pasar la casa de contratacion de indias, a jerez de la frontera”, C.E.H.J., 18/03/2014. Recomendamos también al lector interesado la serie de 5 artículos publicados por este autor en Diario de Jerez que llevan por título El Canal de Guadajabaque (I-V), así como el titulado El puerto de Jerez. El proyecto secreto de Felipe II. Diario de Jerez 02/06/2013.
(3) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Ed. de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. III, pp. 155. y 195
(4) Íñiguez Almech, F.: Los ingenios de Juan de Herrera, El Escorial, 1563-1963, IV Centenario de la Fundación del Monasterio de San Lorenzo el Real, II, Arquitectura, Artes, Madrid, 1963, pp. 181-214.
(5) La descripción de ha tomado de “Plano topográfico con canal navegable entre Jerez de la Frontera y el río Guadalete/ Fray Ambrosio Mariano Azaro y Francisco de Montalbán. IBIS. Base de datos del patrimonio bibliográfico del Patrimonio Nacional” , así como de Cuadrado Román, A.M.:Un proyecto…”. (véase cita 2).
(6) Cuadrado Román, A.M.:Un proyecto económico…”, p.3
(7) De los Ríos Martínez, E.: Los informes de Cristóbal de Rojas y Julio Cesar Fontana para hacer un muelle y un puente sobre el río Guadalete en Jerez de la Frontera. Laboratorio de Arte 14 (2001) 13-35. p. 16
(8) Cuadrado Román, A.M.: El Canal de Guadajabaque. Diario de Jerez, 20/11/2012.
(9) Todas las referencias al proyecto de J. Machimbarrena se han tomado de: Machimbarrena Aguirrebengoa, Juan.: Las comunicaciones terrestres del Puerto de Cádiz. Revista de Obras Públicas. Nº 2807, Marzo 1949, pg.97-104. De este artículo proceden los párrafos entrecomillados y los croquis.
(10) Algunos de las ilustraciones de los planos del proyecto de J. Machimbarrena y en especial los que muestran el trazado, se han tomado de: Barragán Muñoz, J. Manuel (1995):Un nuevo río para un nuevo puerto”, en Puerto, ciudad y espacio litoral en la bahía de Cádiz: las infraestructuras portuarias en la ordenación del espacio litoral de la bahía de Cádiz. Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz. Pg. 91-92.
(11) La fotografía de la Estación de la Alcubilla, derribada en 1990 ha sido tomada de la web del Club Ferroviario Jerezano.

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Otros enlaces que pueden interesarte: Puentes y obras públicas, Río Guadalete, Paisajes con historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 12/10/2014

 
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