Cuando se desborda el Guadalete.
Noticia de algunas avenidas e inundaciones históricas.




Cada año, cuando empiezan las lluvias en la campiña y, cuando como en estos días pasados se registran fuertes precipitaciones en la Sierra de Grazalema, el Guadalete baja crecido y caudaloso, como todo un gran río. En algunas ocasiones, tal como ha sucedido en las últimas décadas, sus grandes avenidas han llegado a provocar graves inundaciones en la vega baja. A veces, su cauce se ve desbordado también por los importantes volúmenes desembalsados en los episodios más agudos y así, de una u otra forma, nuestro Guadalete llega a presentar un aspecto que sobrepasa con mucho la imagen típica de río “discreto” y de “segunda fila” que tenemos de él. Por estas razones, no es de extrañar que de un tiempo a esta parte, cuando llueve durante unos días por encima de la media habitual, todas las poblaciones ribereñas están pendientes del río.




En nuestro recorrido de hoy vamos a acercarnos al Guadalete para observar los efectos de sus “salidas de madre”, (nunca mejor dicho). Pero esta vez el paseo lo haremos en el tiempo para recordar algunas de las inundaciones históricas de los últimos dos siglos. ¿Es el Guadalete un río caudaloso? Veamos algunos datos.

El caudal de un río es el volumen de agua que fluye en un determinado lugar por unidad de tiempo. Si en las fuentes y manantiales el caudal se mide en litros por segundo, en lo que respecta a los ríos se expresa en metros cúbicos por segundo y, como es lógico, resulta un parámetro muy variable que está en función de las precipitaciones que se registran en los distintos puntos de la cuenca, de la red de afluentes tributarios y de otras cuestiones no menos importantes como la evaporación, la infiltración, la extracción y derivación de aguas para riegos…

Si algo define a nuestro río es la irregularidad de sus caudales, característica común a otros cursos fluviales de nuestra región que, como el Guadalete, presentan un régimen que puede ser calificado de “subtropical mediterráneo de origen pluvial” (1). Aunque la fuerte regulación a la que está sometida toda la cuenca por efecto de los embalses,



desdibuja en buena medida el funcionamiento natural de nuestro río y, por lo tanto, afecta también al caudal que de ordinario cabría esperar, puede afirmarse que, por lo general, el Guadalete experimenta grandes crecidas en otoño e invierno y un fuerte descenso de caudales en verano. La variabilidad de las precipitaciones a lo largo del año y de los distintos sectores de la cuenca es la causante principal de las grandes oscilaciones de este caudal que, frente a los altos valores de diciembre y febrero,presenta un extremado estiaje en los meses más cálidos. Así pues, salvo en caso de fuertes precipitaciones (como las de estos inviernos pasados) o de grandes sequías (como las de hace unos años), las variaciones del caudal son estacionales respondiendo más o menos regularmente a las condiciones climáticas de las que son reflejo. Conviene aclarar que de un tiempo a esta parte, los continuos desembalses para el riego de la comarca Noroeste hacen que quien se asome al río en verano lo encuentre, por lo general, con tanta o más agua que en otoño o primavera ya que, con la construcción del azud de El Portal el tramo comprendido entre la Junta de los Ríos y Jerez, mantiene un caudal regular que no es el que de manera natural le correspondería.



El caudal medio de la cuenca, tal como extraemos de distintos informes de la GHG (2), es de unos 6,5 m3/s, cifra que, como cabe suponer, sufre enormes variaciones. Así, a modo de ejemplo, estos datos medios alcanzan valores más altos en los años húmedos como 1978/79, acercándose a los 17m3/s, o descienden a valores inferiores a los 2 m3/s en años de fuerte sequía como 1975/76, por citar sólo algunas referencias.

Los excepcionales registros pluviométricos de la Sierra de Grazalema.

Es conocido que la Serranía de Grazalema, en la cabecera de la cuenca del Guadalete, alcanza los mayores registros pluviométricos del país, por lo que estos datos también tienen su reflejo en los caudales medios específicos del curso alto de nuestro río y en los de sus afluentes que se benefician de los efectos de estas elevadas precipitaciones. Así se han obtenido valores medios de 8,1 m3/s para el Guadalete hasta el Pantano de Bornos, de 17,2 m3/s para el Majaceite hasta Los Hurones, o de 6,1 m3/s. para la cuenca parcial de este río entre Los Hurones y el Pantano de Guadalcacín;



datos todos ellos superiores al caudal medio de la totalidad de la cuenca. Para los lectores curiosos, recordamos que se conocen con exactitud los caudales diarios del Majaceite a su paso por el Pantano de Guadalcacín desde 1932 y los del Guadalete en Bornos desde octubre de 1958. (3)

En algunas ocasiones los caudales registrados arrojan cifras fuera de lo común que nos hacen pensar en datos referidos al río Ebro o al Tajo, y no al Guadalete. En años extraordinariamente lluviosos la enorme red de drenaje que constituye la cuenca del Guadalete ha canalizado descomunales volúmenes de agua que han provocado graves avenidas e inundaciones de las vegas. Entre las mayores que se recuerdan desde que existen registros de estas mediciones, están las de marzo de 1917, y, sobre todo,

RíoFecha CaudalMedido en
MajaceiteEnero 1881650 m3/sEmbalse de Guadalcacín
MajaceiteJunio 1930915 m3/sEmbalse de Guadalcacín
GuadaleteJunio 19301.100 m3/sEmbalse de Bornos
GuadaleteMarzo 1960845 m3/sEmbalse de Bornos
GuadaleteFebrero 19631.400 m3/sEmbalse de Bornos
MajaceiteFebrero 1963700 m3/sEmbalse de Guadalcacín
GuadaleteEnero 19701.260 m3/sEmbalse de Bornos

las de febrero de 1963, cuando el caudal del río en el Pantano de Bornos llegó a los 1.400 m3/s, aunque como puede verse en el cuadro anterior, durante el pasado siglo algunas episodios de crecidas llegaron a superar los 700 m3/s.

Algunas inundaciones históricas.

De las avenidas de 1881 el periódico local El Guadalete daba cumplida información. En su edición del 30 de enero se decía: “Si grande fue la crecida del Guadalete el viernes mayor la tuvo ayer como natural consecuencia del diluvio que cayó desde las 10 de la madrugada hasta cerca de las 10 de la mañana. La laguna de Torrox, tan próxima a Jerez, aparecía con tal cantidad de agua que se unía, según nos dicen con las vertientes del río por el lado de El Portal, habiendo quien juzgaba que al amanecer, cuando estuvo más plena, se pasara con una lancha desde dicha laguna hasta el mismo río. La verdad es que la campiña rebosa agua por todas partes ocasionando ésta no pocos daños”.

Aún recordamos las grandes inundaciones de diciembre de 1996, o las más recientes de diciembre de 2009, enero de 2010 y diciembre de 2010. De todas ellas se hicieron eco los medios de comunicación nacionales. Los llanos de la Ina y las Pachecas y las inmediaciones de El Portal del Puente de la Cartuja fueron entonces portada de todos los telediarios. Pues la gravedad de estos últimos



sucesos se vio superada con creces con los episodios de inundaciones vividos en 1881. Así, el mismo periódico, informaba el 1 de febrero de ese año que: “... Multitud de personas en carruajes y a pie acudieron el domingo a ver el puente de la Cartuja y sus inmediaciones. El molino sigue sin funcionar y aunque ya habían descendido bastante las aguas, todavía era extraordinaria la crecida, viéndose cubiertos algunos pequeños caseríos, en cuyos tejados se dice que el viernes hubieron de refugiarse por algunas horas los que los habitaban. Por el lado del arrecife del Portal hubo bastante concurrencia de curiosos, a examinar los grandes desbordamientos que por allí ha tenido el río, ocasionando no pocos desperfectos en la vía férrea y fuera de ella. Los trenes de Cádiz llegaron también el domingo con retraso”.

Los efectos de esa avenida en las infraestructuras y en otros puntos de la cuenca, como la Junta de los Ríos, eran también recogidos por “El Guadalete”, donde podía leerse “… ayer se nos aseguró por una persona procedente de Arcos que el puente de la confluencia del Majaceite y el Guadalete en la carretera de Arcos a Paterna, estaba casi destruido por la riada”.

De mayor gravedad aún fueron las inundaciones de 1930. En el Pantano de Guadalcacín se midió un caudal para el Majaceite de 915 m3/s. El aliviadero del embalse desalojó en 76 horas un volumen de 103.000.000 de m3, casi una vez y media del equivalente a su capacidad. La crecida del Guadalete en la cerrada de Bornos, lugar en el que décadas más tarde se construiría otro embalse, fue determinada experimentalmente en el laboratorio de hidráulica que se instaló en la presa de Bornos y se evaluó en 1.100 m3/s.



Aguas abajo, en las vegas de Arcos y de Jerez, estas avenidas ocasionaron graves inundaciones. El sábado 7 de junio de 1930, el Diario de Jerez recogía en titulares: “Continúa el temporal causando daños y víctimas. Se desborda el río Guadalete y las aguas arrastran hogares, cosechas y ganados. Varios cortijos inundados. Rotura del Puente de la Florida. Familias sin albergue. Cuadro desolador. Comunicaciones ininterrumpidas”.

El mismo día se narra como, al igual que ahora, ya se producía lo que algunos han dado en llamar “turismo de catástrofes” y así, relata el diario que muchos jerezanos acudieron a Los Albarizones, desde donde se veían inundadas las vegas de La Cartuja, trasladándose el ejército a rescatar a las personas cuyas casas inundadas habían quedado aisladas. La Ina, Los Villares, La Gredera, Zarandilla, Río Viejo, El Torno… quedaron entonces, como ahora, rodeados por las aguas.



El domingo 8 de junio de 1930, el mismo periódico anunciaba en titulares: “Después del temporal. Sus víctimas y sus efectos. La Cartuja Inundada. En las barriadas rurales de San José del Valle, El Mimbral y El Portal. Daños y víctimas. El Vecindario se muestra interesado en la desgracia y generoso con las víctimas”.

Las grandes lluvias de febrero de 1963 (en Grazalema se llegaron a registrar aquel año 4.385 litros por metro cuadrado), provocaron la mayor avenida que se conoce en el Guadalete, cuyo caudal máximo en el Pantano de Bornos fue de 1.400 m3/s. Al estar construidos ya los embalses de Bornos y Arcos, los efectos de la gran avenida se atenuaron. Pese a todo, las enormes crecidas que el río experimentó afectaron gravemente a los Llanos de la Ina y El Portal que se inundaron, como volvió a ocurrir en la crecida de 1970 y, más recientemente en las de 1996 y en las actuales de 2009 y 2010.



En otra ocasión “viajaremos” en el tiempo para relatar los efectos de estas graves inundaciones de 1963 y de otras que alcanzaron también proporciones de catástrofe, como las de marzo de 1917. En este último episodio, las aguas del Guadalete arrastraron los puentes de Villamartín, Arcos, Junta de los Ríos y el puente-sifón de la Florida por el que cruzaba el río la tubería del acueducto de Tempul, tal como nos muestra la fotografía que el arquitecto Francisco Hernández Rubio realizo de aquel suceso. A consecuencia de ello, la ciudad se quedó entonces sin suministro de agua potable. Otras inundaciones y crecidas del Guadalete que asolaron nuestros campos durante el siglo XX fueron, junto a la ya comentada de 1917,  las de los días 3 y y de junio de 1930. De gran importancia también hay que señalar las de 1946, 1970 y, más cerca de nuestro tiempo y que recordarán muchos lectores, la de 1996, que provocó la evacuación de muchas familias de la zona de Las Pachecas, El Portal y El Portalillo.



Pero esas son otras historias a las que volveremos en otros recorridos “en torno a Jerez”. Hoy, después de estos días de lluvia, es un buen día para acercarnos hasta el río y ver que, afortunadamente, sus aguas no se han “salido de madre”.

Para saber más:
(1) García Lázaro, A.: El Guadalete, Cuadernos de Jerez. Cuaderno del Profesor. Ayuntamiento de Jerez, 1989. pp.36-40.
(2) CHG: Aprovechamientos hidráulicos de la cuenca del Guadalete. Dirección General de Obras Hidráulicas. 1961
(3) CHG: Estudio preliminar para la redacción del anteproyecto de la presa de algodonales en el río Guadalete. (S/F) y Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente. CHG.: Redacción de la Propuesta del Plan Hidrológico del Guadalete-Barbate. Memoria. Synconsult. S.L. 1994.
Periódicos El Guadalete y Diario de Jerez.: Ediciones de las fechas citadas en el artículo, consultadas en la Biblioteca Municipal de Jerez.

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Si te interesa puedes ver más artículos en este blog relacionados con El río Guadalete y las inundaciones.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 15/02/2014

Un nuevo embalse en la Laguna de Medina.
Breve historia de un disparatado proyecto.




La consideración de los humedales como espacios naturales que merecieran ser protegidos, es una cuestión que ha empezado a ser admitida en nuestra legislación y en la opinión pública en las últimas décadas. Bien al contrario, desde el último tercio del siglo XIX y hasta muy avanzado el XX, una línea de pensamiento y acción política en materia de intervención en el medio, la corriente “higienista”, consideraba que marismas, lagunas y zonas húmedas eran espacios improductivos y podían ser foco de enfermedades, por lo que era necesario desecarlas.



La progresiva desaparición de los humedales.

Por citar sólo algunos ejemplos cercanos, a mediados del siglo pasado un amplio sector del entorno de Doñana, la antigua Laguna de la Janda o las marismas del Guadalquivir en Lebrija, experimentaron grandes transformaciones ambientales que terminaron con la desecación y el drenaje de inmensas superficies. En nuestro término municipal, las marismas de Mesas de Asta, Tabajete y Rajaldabas, así como las del Bujón y Casablanca, fueron objeto en la década de los 50 del siglo pasado, de obras de canalización para la construcción de grandes colectores, los Caños de Jerez y de Capita, a través de los cuales desaguan desde entonces estas tierras encharcadizas hacia el Guadalquivir. La misma suerte corrieron los aguazales del estuario del Guadalete, a caballo entre los términos de Jerez, Puerto Real y El Puerto de Santa María: las conocidas marismas de Doña Blanca, Cetina y Las Aletas, cuya puesta en cultivo se saldó con un gran fracaso.

A menor escala, muchas lagunas estuvieron también en el punto de mira de las tendencias desarrollistas y gran parte de ellas desapareció bajo el arado o sufrió daños irreversibles por los graves impactos a los que se vieron sometidas. Baste recordar en el entorno de Jerez, la roturación para su puesta en cultivo de las lagunas de Rajamancera (entre este enclave rural y La Ina), La Isleta (en Las Pachecas) o Bocanegra (en las cercanías de Roa La Bota), o la utilización de una parte de las marismas de Las Mesas y El Bujón, a los pies de Mesas de Asta, como balsas de decantación de la antigua Azucarera de Guadalcacín. La laguna de Las Quinientas, se transformó también, a finales de la década de los sesenta del pasado siglo, en balsa de los vertidos contaminantes de la Azucarera del Guadalete, estando activa durante muchos años. En la de los Tollos, junto a lo localidad de El Cuervo, se autorizó una explotación minera (entre 1976 y 1998) que dañó seriamente la laguna, si bien en la actualidad se están terminando los trabajos de restauración tras años de lucha de los colectivos ecologistas y ciudadanos.



Un proyecto de embalse en la Laguna de Medina.

La laguna de Medina, que con sus 375 hectáreas es la segunda en extensión de Andalucía después de la de Fuente de Piedra, estuvo también a punto de desaparecer, llegando a ser cultivada en toda su superficie durante los años más secos, viendo también reducida su extensión. Desde el 9 de abril de 1987, fecha en la que se declaró este espacio como Reserva Natural, goza ya de la protección legal que ha permitido su progresiva regeneración y su consolidación como uno de los humedales más importantes de la provincia. (1)

Sin embargo, traemos hoy aquí el recuerdo de un proyecto que en la década de los cincuenta del siglo pasado, a punto estuvo de convertir nuestra emblemática Laguna de Medina en un embalse. Aquellos tiempos de postguerra estuvieron marcados por la construcción de las grandes obras hidráulicas (los famosos “pantanosde Franco) y, en lo que se refiere a la provincia de Cádiz, son los años en los que se están construyendo las presas de Bornos y Los Hurones, así como las conducciones de abastecimiento de agua potable a la Zona Gaditana. El pantano de Guadalcacín, único en servicio en la cuenca del Guadalete, da servicio ya en esa época a una amplia zona regable a través de una extensa red de canales. Sin embargo la demanda de agua para riego y para el consumo humano e industrial no para de incrementarse y, junto a los proyectos de recrecimiento de la presa de Guadalcacín, surge una idea más eficaz y de menor coste económico: transformar en embalse la Laguna de Medina.

Veamos cómo se expone la idea en 1956, en una “Tirada aparte” de la Revista “Ibérica” (separata, diríamos ahora), dedicada a “Las obras Hidroeléctricas de la Provincia de Cádiz”:

Como las posibilidades hidráulicas del río Majaceite son superiores a las necesidades de las 10.000 hectáreas servidas por los actuales canales construidos y en construcción, se ha previsto la posibilidad de ampliar la superficie regable. Para utilizar el agua excedente se puede construir un embalse lateral aprovechando la Laguna de Medina, situada cerca de Jerez de la Frontera. Para ello basta construir una presa de unos 20 metros de altura que cierre la vaguada por donde la laguna desborda en época de lluvias abundantes. Con ello se logrará un embalse aproximado a los 25 millones de metros cúbicos.



La laguna no tiene aportaciones de agua, salvo la que recoge de las lluvias, por lo cual se proyecta llenar el futuro embalse llevando el agua desde el pantano de Guadalcacín, por los canales de la margen izquierda del Guadalete, durante los meses de invierno en que no se utilizan para riego
”. (2)



Nueva red de canales.



La Laguna de Medina veía así ampliado su vaso con un dique lateral (algo parecido a lo que se haría años después en la presa de Arcos), hasta poder contener en él un volumen que, aproximadamente, equivaldría al doble del que hoy se almacena en el embalse de Arcos. Para su distribución por las parcelas de regadío se aprovecharían también, según el proyecto, una parte de la antigua red de canales construida a principios del siglo XX por la empresa que levantó la Azucarera Jerezana en El Portal, de los que en la actualidad aún podemos ver algunos tramos en la zona de las Pachecas, Las Quinientas o el Palmar del Conde.

Para el aprovechamiento de este embalse lateral se daría salida al agua por el canal situado a más bajo nivel. Este canal riega las vegas inferiores de la margen izquierda y puede ser prolongado sin dificultad con lo cual se aumentaría la zona regable en una superficie de 1.800 hectáreas de terrenos de excelente calidad. En parte podrían utilizarse, con las necesarias reparaciones, unos antiguos acueductos y acequias de la desaparecida “Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete” que explotó esta zona con agua elevada a principios de siglo”.

Desconocemos si D. Fernando Suárez de Tangil y Angulo, conde de Vallellano y Ministro de Obras Públicas de la época –quien visitó las obras de las presas que entonces se construían en la provincia-, encargaría a sus ingenieros “estudios de impacto ambiental” y si estos desaconsejaron finalmente la idea ante la previsible destrucción de este espacio natural... O tal vez, las grandes necesidades de cemento y acero que reclamaban las obras en curso en Bornos y Los Hurones, fueron las que frenaron definitivamente el proyecto.



El caso es que, a diferencia de tantas otras lagunas de nuestro entorno que terminaron como escombreras y balsas de vertidos o que fueron desecadas y puestas en cultivo, la Laguna de Medina se libró finalmente de convertirse en un embalse y hoy no tenemos que lamentarnos que aquel disparatado proyecto se hubiese llevado por delante uno de los mayores humedales de Andalucía. Afortunadamente.






Para saber más:
(1) Colón Díaz, M y Díaz del Olmo, F.: Las Campiñas. Guías Naturalistas de la provincia de Cádiz. IV., Diputación de Cádiz, 1990, p. 223.
(2) “Las obras hidroeléctricas de la provincia de Cádiz”. Tirada aparte de la Revista “Ibérica”, nº 335, agosto de 1956.
Nota: Las imágenes de lo planos del proyecto de embalse fueron subidas a la red por Pedro Oteo Barranco.
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Otros enlaces que pueden interesarte: Lagunas y Humedales, Puentes y Obras Públicas y Paisajes con Historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 14/12/2014

Un resplandor en la noche.
Con Zurbarán por las riberas del Guadalete en el Sotillo.


Como muchos lectores saben, la Cartuja de Jerez tuvo entre sus numerosos tesoros artísticos diferentes obras del insigne Francisco de Zurbarán, uno de los maestros de la pintura española del Siglo de Oro.

Es conocido que, tras la desamortización de Mendizábal en 1836, se dispersaron los bienes del monasterio y en especial sus cuadros y esculturas, encontrándose hoy repartidos por algunos de los museos más importantes del mundo. Buena parte de las tablas y lienzos que el célebre pintor de Fuente de Cantos realizó para la cartuja jerezana, se conservan en la actualidad en el Museo Provincial de Cádiz, mientras que cuatro de sus cuadros se exhiben en el Museo de Grenoble y en el polaco de Poznan lo hace la Virgen del Rosario, una pintura de grandes dimensiones.

Junto a todos ellos, el titulado “La batalla de Jerez”, la que fuera la pieza central del retablo de la Cartuja, es el que por muchas razones se considera una de sus obras más lograda, pudiendo admirarse hoy en el Metropolitan Museum of Art de New York. De este famoso cuadro y de su vinculación con la historia de la Cartuja y con un célebre episodio bélico ocurrido a mediados del siglo XIV a orillas del Guadalete, vamos a ocuparnos en las siguientes líneas.

Con Zurbarán por las orillas del Guadalete en El Sotillo.

En 1638, cuando Francisco de Zurbarán recibe el encargo del Monasterio de Santa María de la Defensión para pintar un retablo destinado a su altar mayor, así como otros cuadros para distintas dependencias, cuenta con 40 años de edad y es ya un reconocido maestro. Tras una estancia en Madrid en la que visita a su amigo Diego Velázquez y se relaciona con los pintores italianos que trabajan en la corte, comenzará a abandonar el tenebrismo de sus comienzos, ganado sus cuadros en claridad con tonos menos contrastados. Reconocido con el título de "Pintor del Rey", vuelve a Llerena donde tiene su taller en el que trabaja también, junto al encargo de la Cartuja jerezana, en otros cuadros de motivos religiosos para el mercado americano.



Como pieza central del retablo solicitado, nuestro pintor concibe un lienzo de grandes dimensiones (335 x 191 cm) en el que representa al óleo un motivo basado en una antigua leyenda. Con el título de “La batalla entre moros y cristianos en El Sotillo” (o también la “La Batalla de Jerez” o “La batalla del Sotillo”), el cuadro recrea un enfrentamiento bélico enmarcado en las luchas de frontera que tiene como trasfondo un hecho histórico sucedido a orillas del Guadalete, en un paraje conocido como El Sotillo en el que se había edificado el monasterio.

La pintura nos ofrece una escena nocturna, planteada con un claro y original carácter narrativo, en la que Zurbarán demuestra su maestría en el tratamiento de la luz (1). En medio de la noche, en primer plano, un soldado –que nos recuerda a los personajes del Cuadro de las lanzas de Velázquez- muestra al espectador lo que sucede en el fondo. Entre las arboledas que crecen junto al río, se desarrolla una reñida batalla.



Jinetes a caballo, portando lanzas y escudos, combaten duramente. Los cristianos -con cascos, petos y armaduras- luchan contra los moros -con turbantes- que aguardaban escondidos entre las espesuras de los sotos del Guadalete, al amparo de la oscuridad, para sorprender en una emboscada a los jerezanos que han salido en su busca. Sin embargo, el paraje se ha iluminado de pronto gracias a una milagrosa intervención de la Virgen, que ocupa la parte superior del cuadro, proyectando su luz dorada sobre las riberas del río. Los enemigos que esperaban al acecho han sido descubiertos y vencidos. Para perpetuar el recuerdo de esta batalla se construye allí una ermita, que aparece en el centro de la escena.

La Batalla de Jerez” fue pensada inicialmente, como se ha dicho, para ocupar el centro del primer cuerpo del retablo del altar mayor de la iglesia de La Cartuja, si bien parece ser que aún en época de Zurbarán, éste sufrió modificaciones siendo trasladados algunos lienzos a otras dependencias del monasterio. Entre ellos este que nos ocupa, -que fue sustituido por una escultura- así como otra pintura de idénticas dimensiones y formato, La Virgen del Rosario (2).

De ello da cuenta Antonio Ponz, quien visita el Monasterio en 1791 y deja escrito que “… en dos retablitos del Coro de los Legos, hay dos excelentes pinturas del citado Zurbarán, y de su mano son igualmente dos grandes cuadros puestos en las paredes de este recinto: el uno representa á Nuestra Señora con el Niño Dios, y a diferentes Monges de rodillas, en el otro está Nuestra Señora como auxiliando á los Xerezanos en una batalla que ganaron a los moros en estos contornos, en la qual pendieron al Régulo Aben-faha, que lo enviaron en presente a Alfonso XI, todavía niño. Á dicha pintura llaman de la Defensión” (3).

Una pintura con trasfondo histórico.

Como se ha dicho, Zurbarán debió ser informado por los cartujos de la leyenda de la aparición milagrosa de la Virgen de la Defensión en El Sotillo, lo que serviría de inspiración para la obra más emblemática del retablo. ¿Qué trasfondo histórico había en aquella historia de intervenciones sobrenaturales a favor de los cristianos?

Para acercarnos a los orígenes de la leyenda, conviene recordar que a la muerte de Alfonso XI y durante el reinado de los primeros monarcas de la dinastía Tras támara, los conflictos sucesorios y las luchas nobiliarias “impidieron de forma efectiva continuar con la política de Reconquista” y, de alguna manera, la frontera se mostró más vulnerable (4). Por esta razón, las campiñas y sierras jerezanas, situadas en un espacio inseguro, fueron a lo largo del último tercio del siglo XIV el escenario de no pocos enfrentamientos entre musulmanes y cristianos.

Aunque éstos no llegaron a romper el equilibrio en la zona por no ser de gran trascendencia, quedaron recogidos por los historiadores locales quienes, en algunos casos, elevaron a la categoría de batallas épicas lo que no fueron sino pequeñas escaramuzas o refriegas de poca relevancia.

Este es el caso, por ejemplo, de las batallas de Gigonza (1371) y Vallehermoso (1372).

En la primera, las tropas de Jerez combatieron y vencieron en las cercanías de la Torre de Gigonza a “los moros de Ronda y del Estrecho, que favorecidos de todo el Reino de Granada hacían muchas entradas en nuestro término… Fue esta batalla tan durable que les cogió la noche peleando, trayendo más de mil cautivos” (5). En Vallehermoso, los jerezanos hicieron frente y derrotaron a las huestes del “moro Zaide”, alcaide de Ximena, quien “juntó 400 caballeros y muchos peones; y con esta tropa se vino a los campos de Medina, donde hizo grandes daños robando gentes, ganados y víveres… y se entraron por los xerezanos terrenos para hacer lo mismo” (6). Junto a las anteriores -y por su importancia posterior en la historiografía jerezana- hay que destacar la conocida como Batalla del Sotillo, (1370), cuyo desenlace tendría implicación indirecta en la fundación del monasterio de La Cartuja.


La batalla del Sotillo.



Este enfrentamiento fronterizo tuvo lugar en un paraje cercano a la confluencia del Arroyo Salado con el río Guadalete a escasos 4 km de la ciudad. En las alamedas del río se escondieron durante la noche “un grupo de soldados musulmanes y según cuenta la leyenda piadosa, gracias a la intervención de la Virgen se hizo la luz y las tropas cristianas pudieron ver a sus enemigos”. En este mismo lugar se levantaría, apenas un siglo después el monasterio de La Cartuja que, en recuerdo al suceso milagroso que tuvo lugar en este paraje, tomaría la advocación de Santa María de la Defensión (7).



Como es de suponer, este hecho de armas ha sido ensalzado y elevado a la categoría de épico en la historiografía tradicional jerezana. Así lo describe, a mediados del XVII, Esteban Rallón, que sitúa la historia en los días en los que el rey Pedro I (El Cruel) veía ya peligrar su reinado en las luchas con su hermano Enrique: “Los moros andaban victoriosos y les pareció que era fácil acometer a nuestras fronteras. Marcharon hacia Xerez, que salió con aviso de que un grande escuadrón de moros de Ronda, Gibraltar y Ximena, les corrían sus campos. Llegaron a donde hoy es el convento de Cartuja a cuyo sitio llamaron los antiguos El Sotillo, entre cuyas matas estaban escondidos muchos moros, para dar en los cristianos, al paso malo del Salado, que estaba sin la puentecilla que hoy tiene. Peligro de que los libró Nuestra Señora, descubriéndose a todos en una nube refulgente, cuyos resplandores descubrieron los moros emboscados y cautivaron gran número, por lo cual, reconoció Xerez a tal favor, labró en el mismo sitio una ermita y le dio por nombre Nuestra Señora de la Defensión” (8).

Esta versión, con pequeñas variaciones, fue repetida por muchos autores quienes atribuían la victoria cristiana en aquella escaramuza a la milagrosa intervención de la virgen. Pedro de Madrazo, quien sitúa este episodio bélico erróneamente en el reinado de Alfonso X, lo describe en términos similares “…habiendo salido los de Jerez contra los moros que talaban sus campos, estos les tenían dispuesta una celada en una gran mata de olivares llamada el Sotillo, donde hoy se eleva la Cartuja. Los cristianos, al llegar de noche al paraje de la emboscada, fueron favorecidos por una luz sobrenatural y repentina que les descubrió el lugar donde estaban ocultos los infieles, y cayendo sobre ellos los pusieron en completa derrota. Acercándose luego al paraje de donde salía la gran claridad, vieron una imagen de la Virgen” (9).

El historiador Manuel de Bertemati, atribuye este suceso a Abu Zeid alcaide de Jimena, “el 'moro Zaide'” de las crónicas cristianas. Protagonista de otras incursiones en las campiñas fronterizas en las que talaba las huertas y olivares, robaba ganados y cautivaba campesinos, Zaide era, a decir de Bertemati un “verdadero bandido, rara vez presentaba sus huestes en abierta lid frente al enemigo: su habilidad consistía en ofender sin ser ofendido; robaba, mataba, cautivaba y huía á uña de caballo. De la célebre emboscada del Sotillo en 1368, cuando ya el rey D. Pedro hacía sus últimos esfuerzos por salvar la corona y la vida, quedó memoria en la ermita de Nuestra Señora de la Defensión, hoy ex monasterio de la Cartuja, levantada en el sitio mismo del combate por la piedad de los que milagrosamente se salvaron de aquella pérfida acechanza". Nuestro historiador, hombre ilustrado y miembro de la Real Sociedad Económica Xerezana, de la que era su secretario, omite en su relato la intervención milagrosa de la Virgen, tratando tal vez con ello de dar una explicación “racional” a aquel suceso que en los siglos anteriores se tenía por sobrenatural. Así lo cuenta: “Escondidos entre los jarales que allí abundaban, cerca del vado del río, esperaron los moros á los xerezanos al espirar la tarde de un nebuloso día; pero el cielo, que se despejó de improviso, dando paso á los purpúreos rayos del sol poniente, iluminó senderos y matorrales, dejando descubiertos á los enemigos que, sin tener tiempo para levantarse y embestir, fueron alanceados y cautivados en gran número" (10).

La Ermita de la Defensión.



La historiografía local recuerda que para conmemorar aquella “batalla”, la ciudad mando levantar entre las alamedas de El Sotillo, donde habían tenido lugar los hechos, una ermita como exvoto a la Virgen, a cuya intervención en “defensión de los cristianos”, atribuían los jerezanos la victoria sobre los moros (11).

Como apunta Madrazo la ermita “con el título de Nuestra Señora de la Defensión, y la imagen de la Madre de Dios pintada en ella para memoria del suceso, en medio de una nube resplandeciente con los moros y caballeros jerezanos al pie, duró largos siglos atrayendo hasta nuestros días el devoto y numeroso concurso de los fieles del país, entre los cuales aún se conserva fresca memoria de los beneficios debidos a Nuestra Señora. La ermita, transformada en pequeña iglesia aneja al monasterio, quedó en cierto modo exenta, con una puerta al campo para que pudiera ser frecuentada sin ofensa para la clausura” (12).



Heredera de esta ermita, que aparece también representada simbólicamente en la parte central del cuadro de Zurbarán junto a los sotos del río, es la que hoy se conoce como Capilla de los Caminantes. Se accede a ella tras atravesar la fachada principal que da acceso al atrio. Situada junto a la antigua Hospedería del monasterio, en cuyo patio destaca una escultura de mármol de San Bruno obra de Pedro Laboria (1761), la capilla "es una construcción de mediados del siglo XVIII levantada sobre la primitiva ermita de Nuestra Señora de la Defensión... Su estructura actual presenta una sola nave y atrio de arcos de medio punto sobre columnas de mármol" (13).

En el porche de la capilla, a ambos lados de su puerta de acceso pueden verse sendos paneles cerámicos sobre la Virgen de la Merced y sobre la historia del Monasterio. En este último se recuerda también la Batalla del Sotillo.

Nos gusta acercarnos a La Cartuja y recorrer despacio el gran patio que se abre ante la fachada de la Iglesia, haciendo un alto en la Capilla de los Caminantes, siempre abierta, o pasear por los jardines de acceso al monasterio y detenernos después en la vieja Cruz de la Defensión. Y luego, cuando cae la tarde, antes de abandonar este lugar, nos gusta sobre todo asomarnos a la antigua huerta de la Cartuja, flanqueada por las alamedas del Guadalete, en las riberas del Sotillo, donde tuvo lugar aquel enfrentamiento ente moros y cristianos que recreara Zurbarán en “La Batalla de Jerez” y que ya para siempre imaginamos tal y como él la pintó.


Para saber más:
(1) Sánchez Quevedo, M.I.: Zurbarán, Ediciones Akal, 2000, p.31
(2) Ibídem, p. 33
(3) Ponz, A.: Viage de España. Tomo XVII, Carta VI. Madrid, 1792, p. 278.
(4) Martín Gutiérrez, E. y Marín Rodríguez, J.A.: “Tercera parte. La época Cristiana” (1264-1492), en Caro Cancela, D. (Coord.): Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval. Tomo 1, Diputación de Cádiz, 1999, p.269
(5) Gutiérrez, B.: Historia del estado presente y antiguo de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez 1886, Ed. facsímil de 1989, L. II, p. 234.
(6) Ibídem, p. 235
(7) Romero Bejarano, M.: De los orígenes a Pilar Sánchez. Breve Historia de Jerez. Ediciones Remedios,9, 2009, pp. 30-31.
(8) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, p. 120.
(9) Madrazo, P.: Sevilla y Cádiz, Barcelona, 1884, pp. 581-582.
(10) Bertemati y Troncoso, M.: Discurso sobre las historias y los historiadores de Xerez de la Frontera: dirigido a la Real Sociedad Económica Xerezana en noviembre de 1863, Imprenta del Guadalete, Jerez, 1883 p. 162.
(11) Pomar Rodil, P.J. y Mariscal Rodríguez, M.A.: Jerez: guía artística y monumental, Sílex Ediciones, 2004, p. 226
(12) Madrazo, P.: Sevilla y Cádiz… p. 582.
(13) Pomar Rodil, P.J. y Mariscal Rodríguez, M.A.: Jerez: guía artística… p. 229


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 28/05/2017

 
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