Escenas medievales de caza en torno a Jerez.
De montería con Don Alfonso el Onceno.




Como todos los años, cada vez que salimos al campo en plena temporada de caza y escuchamos en los lugares más intrincados de nuestros montes los disparos de escopeta de los cazadores, volvemos a recordar que las sierras y bosques, los parajes montañosos y los espacios forestales están habitados por especies singulares que ahora se incluyen genéricamente bajo el nombre de “caza mayor”. Cabra montés, venado, corzo, gamo, muflón o jabalí, son las más relevantes de cuantas podemos encontrar en los parajes naturales y en los cotos de la geografía gaditana.

Desde la más remota antigüedad queda constancia de que en las tierras de la provincia de Cádiz la caza fue una actividad de gran importancia. En muchas de las pinturas rupestres de las cuevas y abrigos de las sierras del sur, pueden verse representaciones de animales y escenas relacionadas con la caza como sucede, por citar sólo algunas, en las cuevas del Ciervo o de Bacinete (Los Barrios), en la Cueva de las Palomas o en la de Atlanterra (Tarifa) y, especialmente, en la Cueva del Tajo de las Figuras en Benalup-Casas Viejas. De todo ello el lector interesado podrá encontrar magníficas imágenes en los trabajos desarrollados por Lothar Bergmann y sus colaboradores de los que hemos tomado la ilustración correspondiente a esta cueva (1).

Escenas medievales de caza en nuestras campiñas y montes.



Los testimonios escritos más sobresalientes sobre la caza en nuestra zona corresponden a los siglos medievales, teniéndose ya constancia de la importancia de las actividades cinegéticas en nuestro territorio durante la época andalusí. Tal como señala el profesor Abellán, la zona era un excelente lugar para la caza de aves, tanto es así que “…una laguna al sur de Jerez era conocida como “La laguna de las Aves”, identificándose este espacio con la actual Laguna de Medina (2). Otro testimonio citado por este autor lo ofrece Ibn Hayyan, quien recoge de las crónicas de al-Razi que el emir “Abd al Rahman II solía venir a Sidonia a cazar grullas” aves que, por cierto, ya no frecuentan en gran número nuestros humedales (3). Abellán apunta también otra referencia de la misma fuente donde se pone de manifiesto como “…el emir Abdarrhman b. Alhakam salió a cazar grullas, de lo que gustaba mucho, tras regresar de una lejana campaña que había hecho, y alargó su partida de caza, según costumbre que tenía, de modo que a veces llegaba a la cora de Sidonia o a Cádiz y otros lugares más lejos, pero esta vez se excedió, siendo época de invierno y temporada de grullas, hasta el punto de desazonarse sus compañeros, a los que causo fastidio” (4). Es muy probable que este segundo humedal pudiera ser la antigua laguna de La Janda.

Como ninguna otra fuente medieval, la Crónica de D. Alfonso el Onceno, recoge esta pasión de los poderosos por la caza y la especial predilección de este rey por su práctica. El historiador local Fray Esteban Rallón, tomando referencias de esta Crónica, nos recuerda en su Historia de Jerez que en 1342, cuando el rey Alfonso XI se dirige a cercar Algeciras “…hecha la masa del ejército, salió de nuestra ciudad a 5 de julio de este año, e hizo su primer alojamiento de la otra banda del Guadalete y el día siguiente descansó junto a la Laguna de Medina, dónde se embarcó en una laguna y fue a tirar a los cisnes, que había muchos en ella” (5). El interés por la caza y los “cazaderos” de nuestro entorno se vuelve a poner de manifiesto cuando el mismo rey, en 1349, se dirige hacia el sur con un poderoso ejército para tratar de poner cerco a Gibraltar, deteniéndose de nuevo en un lugar ya conocido para él, la Laguna de Medina, “a tirar a los cisnes como la vez pasada” (6).



Entre los numerosos testimonios sobre la caza en otros lugares próximos, mencionaremos como los Ponce de León, Duques de Arcos, utilizaban también la Sierra de Cádiz como cazadero, en especial los montes de Benamahoma en los que, en el siglo XV, se tiene constancia de la presencia de osos, amén de jabalíes, lobos, corzos y venados, por citar sólo las especies más relevantes. De entre todos ellos, como nos recuerdan los hermanos De Las Cuevas, las piezas más codiciadas eran los “puercos” o jabalíes a los que se cazaba con la ayuda de perros “…lebreles, o alanos en traíllas, luchan con los jabalíes, “como si fuesen dos hombres de armas”. Por muy lejos que queden los monteros conocen, en el silencio de la noche, que los lebreles se han agarrado a las orejas… Acudían, entonces y mataban a los jabalíes, hundiéndoles una daga en el corazón”. Las aficiones venatorias de los duques de Arcos en “el bosque de Benamahoma”, les llevará a construir un palacete o residencia de caza que dará lugar, con el paso del tiempo a la actual población de El Bosque (7).

Entre los siglos XIII y XV, buena parte de los montes y espacios forestales de la provincia quedarán como “tierra de frontera”, de modo que, como acertadamente han señalado Cueto Álvarez de Sotomayor y Sánchez García “…la provincia quedará dividida por un eje NE-SW, espacio de “tierra de nadie” consecuencia del hecho fronterizo entre dos ámbitos diferentes “castellano e islámico. En la mayor parte de nuestra geografía se produjo una coincidencia entre frontera natural y frontera política, al coincidir esta última con las zonas de contacto entre las tierras bajas y las áreas montañosas.” Ello provocará la lógica despoblación parcial de buena parte del campo que traerá consigo la aparición de grandes espacios vacíos en las zonas interiores y montañosas. De acuerdo con estos autores “…como consecuencia de este despoblamiento, durante el siglo XIII se produce un notable retroceso de los cultivos en beneficio de la vegetación espontánea… Con el avance del bosque y el matorral se produce una expansión de la fauna salvaje propia del territorio, entre las que estacan especies como el oso, el jabalí, los cérvidos (ciervo y corzo) y el lobo” (8).

De caza con don Alonso el Onceno por los montes de Jerez.

Para conocer el estado de nuestros bosques y montes en los siglos en los que fuimos “tierra de frontera”, existe una fuente de excepcional interés: el Libro de la Montería. Atribuido a Alfonso XI y escrito entre 1340 y 1350, es un testimonio de primer orden sobre la riqueza cinegética de las sierras gaditanas, haciendo especial hincapié en los montes del sur de la provincia. De su lectura, se deduce la presencia en las áreas montañosas próximas a Jerez de especies tan significativas como el oso (extinguido en el siglo XVI), jabalíes, corzos y venados o el lobo, cuyos últimos ejemplares en la provincia se cazaron en los Montes de Jerez hace casi un siglo (9). Por citar sólo algunos de estos interesantes pasajes contenidos en esa monumental obra, traemos aquí el que recoge las referencias a una parte de los términos de Arcos y de Tempul, sobre la que el lector interesado podrá encontrar más información en los trabajos de los profesores Pérez Cebada y Martín Gutiérrez:


El monte de Dos Hermanas es bueno de puerco en verano; la Foz de Guillena es buen monte de puerco en verano; el Bodonal de Gil Gómez es buen monte de puerco en verano; el Labadín es buen monte de puerco en verano; Atrera es buen monte de puerco en verano; la Xara de Algar es buen monte de osso et de puerco en verano. E es la bozería en cabo de la Foz, que no passe contra la Sierra de las Cabras, e porque es el monte grande, ha menester, que estén monteros con canes para renovar e para que dessennen, que digan a que parte quiere ir el venado. E son las armadas en la ladera del Alcornocal” (10).


El texto no puede ser más explícito y rico en información y, aunque han pasado casi siete siglos desde que fue escrito, reconocemos en él los escenarios en los que se llevaban a cabo estas monterías medievales. Para la caza del jabalí (“puerco”) ahí estaba ya, con ese mismo nombre, la Sierra de Dos Hermanas, con sus cumbres calizas gemelas a las que debe su nombre, cubiertas con una densa vegetación, como pueden verse ahora, antes de que la cantera que se explota en su base termine por desfigurar su hermosa silueta.

La Foz de Guillena es el nombre con el que en los documentos medievales se conoce a la Angostura del Majaceite (11), lugar en el que se levanta la presa de Guadalcacín. Esta estrecha hoz (“foz”), que forma el cauce del río a los pies de Sierra Valleja conformaba un embudo natural muy apto para las monterías y para canalizar las piezas de caza mayor hacia la estrecha angostura del río, donde a comienzos del siglo XX se construiría el primer pantano de la provincia.

Aún en la actualidad se mantiene el topónimo de Cañada del Puerto de Guillen que da nombre a una vía pecuaria que une los llanos de El Sotillo con la carretera que desde San José del Valle lleva hasta Guadalcacín II, a la altura de la Hacienda La Presa. Este paraje, como el anterior, de sierras abruptas próximas a un cauce fluvial, reúne los requisitos para albergar grandes mamíferos.

De más difícil ubicación es el Bodonal de Gil Gómez al que algunos autores sitúan en el entorno de Arcos o incluso en Montegil (12). Conviene recordar que la voz “bodonal” hace alusión a un terreno encenagado o a un espacio encharcado cubierto de espadañas u otras plantas palustres (13), por lo que este espacio debió situarse, a nuestro entender, en las cercanías de las vegas de Elvira, en las proximidades de El Mimbral, de la Junta de los Ríos o en otros rincones de tierras llanas y encharcables entre los términos de Tempul y Arcos cercanas al Guadalete o al Guadalcazacín o Majaceite, al igual que los otros montes y lugares a los que se hace alusión en este capítulo del Libro de la Monterías. Tal es el caso, por ejemplo, del monte de Labadín, que se corresponde con el actual paraje de El Abadín, próximo a la Junta de los Ríos, donde estuvo ubicada la aldea medieval del mismo nombre y donde aún se conserva una amplia zona cubierta de monte bajo (14).



El monte de Atrera, aún mantiene su nombre en las Dehesas de Atrera, un hermoso y agreste territorio poblado de bosques de encinas, quejigos y alcornoques que comparten los cortijos Atrera de Alcornocosa y Atrera de Santa María.



Enclavados en el Parque Natural de los Alcornocales, estos montes en los que aún hoy se cobran piezas de caza mayor, están situados entre la carretera de El Bosque-Algar y el pantano de los Hurones. La Xara de Algar no es otra que la Jara o “bosque” de Algar (15) que todavía podemos reconocer en los montes que rodean esta población, terrenos abruptos donde no faltan las masas forestales y el matorral del monte mediterráneo denso y bien conservado donde en los siglos medievales hallaban cobijo el jabalí y el oso. El cabo de la Foz se corresponde con la actual Boca de la Foz, estrecho desfiladero entre las sierras de La Sal y de Las Cabras, también citada en el Libro de la Montería. Este último paraje es donde se describe la escena que nos hace transportarnos a la Edad Media y donde se desvelan las estrategias usadas para la caza del venado.

Y es que, tras su lectura, resulta fácil imaginarse a los monteros en el cabo de la Foz, en la entrada de la garganta de Boca de la Foz, con sus canes, lebreles y alanos, dando voces para



conducir a los venados al lugar adecuado y evitar que se internaran en el denso alcornocal de las sierras cercanas. Eran las “armadas”, filas de cazadores que con sus gritos (“bozería”) y la ayuda de sus perros, espantaban a los ciervos, a los corzos y a los jabalíes, para conducirlos a la entrada de la garganta, como si de un gigantesco embudo natural se tratara, donde les aguardaban lanceros y ballesteros.

Escenas medievales de caza, en esos mismos parajes, en torno a Jerez, donde siete siglos después aún se conservan los mismos topónimos y los mismos montes poblados de corzos, venados y jabalíes (sólo en algunos cotos), aunque ya no quede en ellos más que el recuerdo de los osos y lobos que antaño vivieron en estos parajes.

Para saber más:
(1) Una excelente selección de pinturas rupestres de las cuevas y abrigos de la provincia de Cádiz y en especial de las que representan escenas de caza, puede verse en la web Arte Sureño: el arte rupestre del extremo sur de la península Ibérica. Disponible en el enlace: http://www.arte-sur.com/index.htm. De esta página hemos las imágenes de la cueva del Tajo de las Figuras.
(2) Abellán Pérez, J.: Poblamiento y administración provincial en al-Andalus. La cora de Sidonia”. Ed. Sarriá, Málaga, 2004. pp. 141.
(3) Ibidem, p. 141
(4) Abellán Pérez, J.: Poblamiento…, ob. cit., pp.141-142
(5) Rallón, Esteban.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, p. 72.
(6) Ibidem, p. 85
(7) De las Cuevas José y Jesús.: El Bosque. Diputación de Cádiz. 1979. pp. 11-12.
(8) Cueto Álvarez de Sotomayor. M y Sánchez García, J.M.: Cádiz. Descripción e Historia de sus masas forestales. En “Segundo Inventario Forestal 1986-1995. Cádiz”. Ministerio de Medio Ambiente. 1997, pp.: 45-46. De este segundo autor, se recomienda también la serie de tres artículos: Sánchez García, J.M.: Caza mayor en la provincia de Cádiz. Diario de Jerez, 26,28 y 29 de diciembre de 1999.
(9) García Lázaro A. y J.: Los últimos lobos de nuestros montes, http://www.entornoajerez.com/, 25 de febrero de 2009. Disponible en el siguiente enlace: http://www.entornoajerez.com/2009/02/los-ultimos-lobos-de-nuestros-montes.html. De gran interés es también el reportaje de la revista Mundo Gráfico de 14/01/1914, sobre la caza del último lobo en la provincia de Cádiz.
(10) Pérez Cebada, J.D. (2009): Regulación cinegética y extinción de especies. Jerez, siglos XV-XIX. En Revista de Historia de Jerez nº 14-15, 2008/2009. pp. 211-212.
(11) Valverde, J.A.: Anotaciones a Libro de la Montería del Rey Alfonso XI, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2010, p. 1174. En esta excelente obra, donde se analiza toda la toponimia contenida en el Libro de la Montería, se identifica la Foz de Guillena con el cortijo de Illena, junto al Guijo y al Salado en Arcos, de lo que discrepamos toda vez que está suficientemente documentada en numerosas fuentes la identificación de este lugar con la Angostura del Majaceite. Al respecto puede verse, por ejemplo, Martín Gutiérrez, E.:Los paisajes de la frontera de Arcos a finales del siglo XIII”, en González Jiménez M. y Sánchez Saus, R. (coord.), Arcos y el nacimiento de la frontera andaluza (1264-1330), Ed. UCA, Ed. USE y Ayto. de Arcos, 2016, p. 179.
(12) Valverde, J.A.: Anotaciones…, ob. cit., p. 1174.
(13) Casado de Otaola S. y Montes del Olmo C.: Guía de lagos y humedales de España. J.M. Reyero Editor. Madrid, 1995, p. 245.
(14) Martín Gutiérrez, E.:Los paisajes… ob. cit., pp. 190-191.
(15) Ibidem, p. 194.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Flora y fauna, Parajes naturales, Paisajes con historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 31/12/2017

Los Llanos de Caulina como escenario de la Batalla de Guadalete: la versión del historiador Adolfo de Castro

Arroyo Salado de Espera

En una anterior entrada recordábamos el inicio de la “cuenta atrás” para la conmemoración de los XIII siglos de la Batalla de Guadalete en julio de 2011. A lo largo de este año que resta para esta singular efeméride vamos a ir trayendo a esta ventana de “entornoajerez” algunas páginas de nuestra historiografía local y nacional, del romancero tradicional, así como referencias de Ilustración relativa a la Batalla de Guadaletefuentes árabes que, a modo de “ilustraciones”, contribuyan a recordar aquel hecho histórico.

Si en lo relativo a las fechas en las que aconteció la famosa batalla hay bastantes coincidencias, en lo relativo al lugar, al escenario geográfico de la contienda, se disparan las hipótesis más peregrinas. De la mano del célebre historiador gaditano Adolfo de Castro, recorreremos hoy los campos situados entre Jerez, Espera y Arcos, los Alfonso de Castroparajes que se extiende a los pies de las sierras de Gibalbín y Gamaza, las Mesas de Santiago y, en especial, los Llanos de Caulina, donde nuestro autor sitúa el marco de las luchas entre Rodrigo y Táriq.

Los tiempos son como ríos que no pueden volver atrás. De ellos queda en la memoria de los hombres el recuerdo de las hazañas más insignes así en valor y en virtud como en maldad. Senda estrecha y trabajosa es por donde camina el historiador, y en la que se hallan más tropiezos y estorbos de cuantos están en el campo abierto que ofrecen al entendimiento humano las buenas letras. Sin la verdad y la crítica imposibles es mover por ella con seguro pié los pasos”. Con esta solemne reflexión sobre el díficil trabajo del historiador comienza la “Historia de Cádiz y su provincia desde los tiempos remotos hasta 1814” escrita por Adolfo de Castro y publicada en Cádiz por la Imprenta de la Revista Médica en 1858.

Adolfo de Castro (1823-1898), escritor, historiador y erudito, fue también alcalde de Cádiz y gobernador de Cádiz y Huelva. A él se deben, entre otros trabajos que abordan temas vinculados con la provincia, una Historia de Jerez (1845) y su más conocida “Historia de Cádiz”, de la que extraemos las hipótesis y argumentos que sobre la Batalla de Guadalete, vierte en ella su autor.

Señala el historiador gaditano que Rodrigo, tras conocer las primeras noticias de la invasión, encamina su ejército hacia el sur especulando acerca del itinerario seguido por sus tropas que “… Al ir hácia los sitios que ocupaban los invasores, que eran Gibraltar y su campo, claramente se infiera que no había de dirijirse por Montellano y otras sierras con un ejército cuya fuerza mayor consistía en tropas á caballo. Rodrigo tomaría el mismo camino real por Utrera y Lebrija hacia Jerez que fue lo mismo que para recuperar las Algeciras hizo con su ejército don Alfonso XI".

Llanos de CaulinaPara Adolfo de Castro, Táriq, en su avance, habría evitado los terrenos quebrados y montuosos para salir al encuentro de Rodrigo con su ejército de doce mil hombres y “…haría lo que todo invasor en sus entradas: llevar a su gente por los caminos reales hasta presentar la batalla al enemigo que salga á impedir el paso. La extensión de los llanos de Caulina, tan inmediatos á a la antigua vía romana y al camino real moderno, y próximos al Guadalete, lugar el más á propósito para una batalla, y batalla en que combatió mucha caballería, desde luego con las observaciones que he presentado ofrece la historia motivos para la conjetura de que fue teatro de la sangrienta lucha que originó la pérdida de España, como en parte fue teatro de la acción, no menos terrible, en que César venció a los hijos de Pompeyo”. (pg.213)

Llanos de CaulinaYa tenemos pues, según Adolfo de Castro, un escenario probable para esta batalla, un espacio físico en el que, a su entender, encajan la “lógica” de la estrategia militar, las razones de índole geográfica, y las antiguas vías de comunicación que tendrían que haber seguido los ejércitos contendientes: los Llanos de Caulina.

Nuestro erudito historiador aún encuentra otras razones en auxilio de su tesis, recurriendo a la toponimia. Así, cree ver confirmada y “perpetuada” en los nombres de dos arroyos de la zona, la presencia de los dos principales caudillos árabes. Veamos su ingenioso razonamiento que hoy se nos antoja un tanto forzado:

En dos arroyos se conservan nombres, en mi entender alusivos á la batalla del Guadalete. Uno en el arroyo Fontetar, corrupción indudable de Fonte Táriq ó la fuente de Táriq, del mismo modo que “Gebal-Táriq se dijo Gibraltar. Aquí, pues, está consignado el nombre del caudillo de la expedición. El otro es el arroyo Musas, donde aún dura, ligeramente corrompido por el vulgo el nombre de Músa ben Nossayr, lugarteniente del Califa y por tanto el jefe del ejercito, si bien no se hallaba presente. Esto prueba que por este sitio debió colocarse el campamento de los árabes. No están ambos arroyos muy distantes de Arcos ni del Guadalete: sabido es también que los llanos de Caulina se encuentran entre Arcos y Jerez”. (pg. 214)

Adolfo de Castro acude aquí al valor probatorio de los registros toponímicos al afirmar que “…Imposible parecería que del sitio de un hecho tan notable no se hubiese conservado la memoria por nombres que de generación en generación el vulgo repitiera, aún sin saber lo que decía… De sucesos tan trascendentales para la historia de una nación ó se mantiene vivo el recuerdo en inscripciones, ó en los nombres de los sitios donde Esperahan ocurrido”.

Está claro que, a falta de lo primero, ante la ausencia de lápidas, monumentos conmemorativos y vestigios arqueológicos, hay que apoyarse en lo segundo, en la toponimia, y nuestro historiador cree haber encontrado la prueba que busca: “En los arroyos Fontetar y Musas, encuentra el investigador Castillo de Esperadilijente de estas memorias las pruebas bastantes á designar los lugares de la victoria de Táriq, el caudillo enviado de Músa” (pg.214).

El historiador gaditano, de la mano de estos dos topónimos tan sugerentes, hace situar los campamentos de las tropas invasoras en las tierras que hoy se sitúan entre Arcos y Espera desde donde saldrían al encuentro de las huestes de Rodrigo, apenas detectada su presencia dirigiéndose hacia los Llanos de Caulina a través de las Mesas de Santiago. Veamos como lo cuenta:

El campo de Táriq, estuvo entre Arcos y Espera, según mis conjeturas. El arroyo Fontetar ó Fonte Tariq corre a un cuarto de legua del Guadalete, y el de Músas, casi paralelo a Fontetar, dista de este mismo Arroyo como tres cuartos de legua. La batalla empezaría en la tierra quebrada que media entre el lugar del campamento y los Llanos de Caulina, terminándose en estos. El ser inferior Táriq a Rodrigo en caballería hace verosímil que por este lado fueran los combates primeros”. (pg. 239)

Cortijo 'El Peral'¿Qué queda hoy de estos topónimos que sirvieron de base a sus conjeturas? Si el lector interesado consulta la cartografía del Instituto Geográfico Nacional así como los inventarios toponímicos comprobará que las diferentes ediciones de la Hoja 1049(Arcos), no aparece ninguna referencia a estos arroyos en los lugares mencionados por Adolfo de Castro., que se corresponden con el espacio por el que discurre la carretera Pequeña Holandaentre Arcos y Espera.

Esta vía la cruzan varios arroyos. Uno de ellos, el más próximo a Arcos atraviesa las tierras de la Pequeña Holanda y pasa a la Cooperativa Agrícola Arcense (a unos cuatro km. de Arcos) cuyas intalaciones se ubican al pie de la citada carretera. Se trata de arroyo denominado de Fronteta. Con este nombre figura (“deformado” a nuestro entender) en la primera edición de la citada hoja 1049 (1917) y con este mismo se mantiene en las siguientes ediciones hasta la más moderna de 2005, (la hoja 1049-1 de Bornos del MTN-25 ). Se trata sin duda del Arroyo de Fontetar (o de Fuente de Táriq) al que alude Adolfo de Castro y que arranca de las inmediaciones del Cortijo de San Andrés, en la cercana Sierra del Calvario, para desembocar en el Salado de Espera en las proximidades de El Peral y Jadramil. (Ver ilustración)

De más difícil localización es el arroyo de Musas o de Musa, al que alude Adolfo de Castro y que identificamos con el actual Arroyo de La Saucedilla. Como el anterior, también corta la carretera Arcos-Espera, en este caso junto al cortijo del Chupón, para embalsarse en una pantaneta en sus cercanías.

¿De donde tomó pues estos nombres Adolfo de Castro, su principal argumento para ubicar los escenarios de la batalla de Guadalete?. Creemos que lo hizo del mapa de Tomás López. Se trata del Mapa geográfico de los términos de Xerez de la Frontera Tempul Algar sus despoblados y pueblos confinantes, publicado en Madrid en 1787 y del que nos ocuparemos detenidamente en una próxima entrada. En él se aprecian con claridad estos dos topónimos que, a buen seguro, llamarían la atención de un erudito como Adolfo de Castro quien encontró importantes piezas para el puzle que trataba de encajar.

No paso desapercibido tampoco para el historiador otro topónimo que figura en el citado mapa, esta vez junto al Guadalete, aguas debajo de El Portal: la Barca de Florinda. En estas referencias a los nombres de lugares que pudieran estar vinculados a los protagonistas de la Batalla de Guadalete, no ignora Adolfo de Castro el personaje de Florinda, protagonista de la leyenda de La Cava, tan ligada al episodio que desencadenó la invasión árabe. En relación a este curioso topónimo del que ya nos hemos ocupado en otro artículo de este blog. Sierra de GamazaAfortunadamente, en este caso, las conjeturas del historiador son más prudentes y sin dejarse llevar por los sugestivos ecos de la leyenda de La Cava, descarta cualquier relación directa con la contienda: “Hay un pasaje del Guadalete entre Jerez y Puerto real llamado la Barca de Florinda. Ignoro el tiempo en que se impuso. Sea como quiera, no puede significar que en aquel sitio ocurrió la batalla”. (214).

Al recorrer en estos días los campos de Espera, las tierras de El Peral y Jadramil, las soledades de Sierra Gamaza, las suaves lomas de las Mesas de Santiago… no podemos sino recordar las conjeturas de Adolfo de Castro imaginando con él, las tropas de Táriq acampadas en espera de la contienda con el ejército de Rodrigo que ya se aproxima, camino del Guadalete, por los Llanos de Caulina.


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