De colores.
Un recorrido por los colores y la toponimia de la campiña (y 2).




La semana pasada iniciamos un recorrido en el que proponíamos a los lectores un curioso itinerario por nuestros paisajes, poniendo nuestra mirada en aquellos lugares cuyos nombres guardaban alguna vinculación con los colores. Así, nos ocupamos de todos aquellos relacionados con el blanco y el negro, muy abundantes en distintos rincones de nuestro término. Si les apetece, hoy vamos a terminar este singular periplo recordando otros muchos lugares en los que están presentes una variada gama de tonalidades.

Pardo, bermejo, colorado, rojo.

El color pardo es, a decir del Diccionario de la R.A.E., “semejante al de la tierra y que tira a marrón o a rojizo”. Siendo el color de la tierra, por excelencia, en nuestro extenso alfoz, no podían faltar referencias a las tonalidades pardas de los paisajes del entorno. En relación con él, uno de los topónimos más conocidos es el de Lomopardo, que da nombre a un cerro próximo al Monasterio de La Cartuja, y a la barriada rural que se asienta a sus pies, a orillas de la Cañada de Albadalejo. Hace unas décadas, sus laderas fueron alteradas por las labores de una cantera que extraía las margas tableadas que afloran en esta pequeña elevación desde la que se domina el valle del arroyo Salado y su confluencia con el Guadalete en el Vado de Medina. Este paraje, conocido en siglos pasados como Cerros del Real, está cargado de historia debido a su estratégica situación y debe su nombre a los tonos ocres y marrones de las lomas que se extienden hacia Estella y Salto al Cielo.



Con el nombre de Mataparda se denomina una zona de monte adehesado ubicada en las faldas occidentales de la Sierra de Gibalbin que caen hacia la Laguna de Los Tollos. Colindantes con la provincia de Sevilla, las tierras de Mataparda fueron en los pasados siglos un extenso encinar y aún hoy, sobreviven entre los sembrados numerosos ejemplares de estos hermosos árboles. Las encinas crecen aquí sobre un suelo de tonos pardos y rojizos, desarrollado sobre los glacis pleistocenos en el piedemonte de la sierra.

El color bermejo está también muy presente en la toponimia de la comarca, y ha de entenderse como rojo o rojizo, haciendo alusión a la coloración del suelo, de las rocas o de los cortes del terreno de los parajes a los que se asocia. Así, por ejemplo, el arroyo Bermejo debe su nombre a la tonalidad de las tierras que atraviesa, cuyos lodos rojizos arrastran sus aguas. Corre por las faldas de Gibalbín y Mataparda siendo retenido en el embalse del Pellejero, en el Cortijo de la Sierra, para continuar después hacia la zona de Romanina.



Muy conocido es también el arroyo de Fuente Bermeja principal curso de los que alimentan la Laguna de Medina y que tiene su origen en la dehesa y el cortijo del mismo nombre. Este topónimo alude a la naturaleza ferruginosa de las aguas del pequeño manantial que nutre al arroyo, denominado como Pocillo de Fuentebermeja en la relación de fuentes herrumbrosas y medicinales que a mediados del siglo XVIII apunta el Historiador Bartolomé Gutiérrez (1) y mencionado también por Madoz, en su Diccionario Geográfico (2).



Un bermejal es una extensión grande de terreno bermejo o una zona rocosa donde predomina o destaca este color, de ahí que Los Bermejales de nombre a las laderas de la Dehesa de la Atalaya que caen sobre el Majaceite, donde sobresalen algunas paredes rocosas de arenisca de esa tonalidad, en un paraje situado frente a la antigua zona recreativa de Los Hurones. Por la misma razón (la coloración de la tierra) se conoce también como Los Bermejales a una dehesa arcense en las proximidades de La Perdiz, situada junto a la carretera de Algar y colindante con el embalse de Guadalcacín.

Con la denominación de torcal de Cancha Bermeja es conocido un curioso roquedo calizo que se alza en las proximidades de la Sima del Republicano, en Villaluenga, donde pueden admirarse las clásicas formas geológicas del modelado kárstico y en los que los tonos rojizos tiñen las paredes rocosas de este paraje.



De similar significación que bermejo es colorado, que hace alusión al color rojizo del suelo o de determinadas edificaciones que, por presentar esta tonalidad, eran un hito de referencia en el paisaje. Ta es el caso de Viña Colorada o La Colorada, haza de tierra en Matacardillo junto a la antigua Trocha de El Puerto, así denominada por los tonos bermejos de su suelo.


El Colorado, un paraje situado entre Cuartillo, el Rancho del Liberal y la cañada de las Ánimas, debe su nombre a la especial gama rojiza de las margas triásicas donde se asienta. A diferencias de los anteriores, otros topónimos, como la Casa del Colorado (junto a la Casa de Picado Alto, por donde pasa el Túnel de Las Cabras del acueducto de Los Hurones), debían hacer alusión a algún rasgo físico del propietario. Muy conocido es también el caso de la Casa Colorada o Colorá, que con sus llamativas paredes de color almagra presidía una colina situada junto a la Laguna de Medina. Ya desaparecida por los desmontes de la cantera que abastece de margas a la fábrica de cementos, era un hito en el paisaje y todavía en la actualidad, este paraje situado en el acceso a la laguna se conoce como La Casa Colorá.

El rojo también está presente en nuestra toponimia de la mano de Rojitán o Rogitán. Este curioso y llamativo topónimo da nombre en la actualidad a un cortijo y a la Dehesa que lo alberga, incluida en los Montes de Propios de Jerez.



El cortijo, de fácil acceso desde el desvío que conduce al poblado del Charco de los Hurones, fue restaurado hace dos décadas y desde entonces se dedica a alojamiento rural. Desde el siglo XVI se menciona ya en documentos sobre Señalamiento de las dehesas de Montes de Propios el “Buhedo de Rusitan” (3) y un curioso plano sobre pergamino el siglo XVIII conservado en el Archivo Municipal de Jerez recoge el topónimo de “Roxitan”, con una tachadura y una posterior corrección para reubicarlo en otro lugar próximo, anotándose ya la forma de “Rojitán” (4). A mediados del XIX encontramos también la forma “Rogitán” en el Nomenclator oficial del gobierno de España de 1850. El primer Mapa Topográfico Nacional del Instituto Geográfico (1917) incluye la forma de “Rojitán”, que se mantendrá también en los mapas de la Diputación Provincial de la segunda mitad del pasado siglo y que ha perdurado hasta nuestros días. Por nuestra parte planteamos la hipótesis de que este curioso topónimo, pueda estar vinculado en su origen con la forma latina “russus” (rojo) de la que, a través de diferentes modificaciones a lo largo de más de cuatro siglos, se habría podido llegar a la denominación actual. La evolución del vocablo podría haber sido la de Rusitán (o Rusitano) > Roxitán> Rojitán/ Rogitán. La justificación del nombre inicial de estos parajes, requiere ya aventurarse en los territorios de la especulación… ¿Tal vez por el color pardo o rojizo de los roquedos de arenisca del Aljibe que constituyen estos montes? ¿Quizás por el apelativo de un antiguo propietario, “Rusitano”, que aludiese a alguna característica personal como su color de pelo o de piel? (5).



frente a Rojitán y la Jarda, como máxima altura del gran lomo rocoso de Montenegro, los mapas del I.G.N sitúan al Peñón Rosado. En esta ocasión nos tememos que no se trata de un topónimo relacionado con los colores del paisaje, ni con los de las rocas de arenisca del Aljibe presentes en este lugar. Creemos que se trata de un error cartográfico ya que el nombre de esta cumbre es la de Peñón Rodado. Lo mismo sucede con la cercana majada de Rosita, que figura también en el miso mapa y que debiera figurar como majada de Rositán o Rojitán.

Verde, amarillo y… azul.



A pesar de que junto a los del suelo y de las rocas, el verde es uno de los colores más presentes en nuestros paisajes, la toponimia no es muy pródiga en lugares en los que se haga referencia a este color. Con todo, hay algunos ejemplos muy significativos. Así, próximo al conocido Cerro de la Cuna, en Los Llanos del Valle, se encuentra el paraje conocido como Cruz Verde, perteneciente al término de Jerez pero colindante también con los de Alcalá de los Gazules y San José del Valle. Aunque desconocemos el origen de este curioso topónimo, el verde está bien presente durante casi todo el año en estos paisajes de suaves colinas, cubiertas de prados, en cuyas laderas nace el río Fraja y donde es fácil ver pastar al ganado retinto.



Un topónimo histórico relacionado con el color verde, resulta hoy de difícil localización al no haber llegado hasta nuestros días dando nombre a un lugar concreto. Sabemos de él porque figuran en el documento de deslinde de términos entre Jerez y Arcos, aprobado por Alfonso X en 1274 donde, entre otros machares o cortijos árabes, se menciona el de Machar Haní (“lugar verdeante, o de color verde intenso”) cercano a los límites del término de Arcos y ubicado en las cercanías de Jédula y del actual Cortijo de Vicos (9) donde abundaban las zonas de prados y dehesas. Aunque no pertenece a nuestro término, no podemos dejar de mencionar un lugar conocido por muchos lectores: la Garganta Verde, un impresionante y estrecho cañón tallado por las aguas del río Bocaleones en las paredes calizas del monte de Las Cambroneras. Se trata de un hermoso paraje cercano a Zahara e incluido en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema, cuyo nombre se debe a la densa vegetación que por muchos rincones cubre las paredes de esta garganta (7).

Por extraño que parezca, también hay referencias en algunos rincones de nuestras campiñas a colores poco frecuentes en la toponimia, como el amarillo o el azul.

En las cercanías de la Presa de Guadalcacín, formando parte de las estribaciones de Sierra Valleja, encontramos el Peñón Amarillo, un abrupto lomo rocoso en el que desde antiguo han existido canteras de las que se extraen grandes bloques de caliza que presentan unas curiosas tonalidades ocres y amarillentas. En sus proximidades se encuentra la conocida Cueva del Higueral y a sus pies se extiende la gran lámina de agua del embalse de Guadalcacín.



La cantera, que muestra una gran actividad, ha dejado al descubierto grandes cantiles verticales donde se muestran a los ojos del visitante la singular coloración amarillenta de su roquedo. Este lugar se encuentra en el término municipal de Arcos de la Frontera. En el pago de Montealegre existió la Viña Amarillo que, en este caso, aludía al apellido de los propietarios.



Para terminar, el azul nos deja también un par de curiosas referencias. La primera es la de la Hacienda de la Rosa Celeste, donde estuvo ubicado el Balneario del mismo nombre. Este paraje situado en las cercanías de la ciudad, estuvo dedicado a campos de labor y se encontraba ubicado en los terrenos que en la actualidad ocupan la barriada de la Vid y el Campus Universitario, junto a la avenida de las Delicias. Hoy día, aún se conserva el topónimo que da nombre a una farmacia y a un edificio. Como relata Antonio Mariscal, a mediados del siglo XIX, mientras se excavaba un pozo para riego, afloró un manantial de aguas sulfurosas. Las tierras fueron adquiridas años después por D- Manuel Ponce de León, quien llego a construir en esta finca el que sería conocido como Balneario de la Rosa Celeste, del que se tiene noticia hasta el segundo tercio del siglo XIX (8).
Menos conocido es el topónimo de Arroyo de Ojos Azules, un pequeño curso de agua, tributario del Majaceite, que desagua en la actualidad en el embalse de Guadalcacín, en las cercanías del cortijo de las Vegas de Elvira. Cuando hace ciento cincuenta años se construyó el acueducto de Tempul, que en 1869 traería a Jerez las aguas del famoso manantial, fue preciso salvar el cauce de este arroyo con un puente. Junto al Puente del Bollo, en la garganta del mismo nombre, el Puente de Ojos Azules, es el mayor de esta gran obra de ingeniería, constando de cuatro arcos con 6 metros de luz cada uno. El viajero que discurre por la carretera de Cortes, puede aún ver este puente, que se vislumbra entre la vegetación del arroyo entre las Vegas de Elvira y los Romerales, mirando hacia el embalse (9).

De Colores.

Para terminar con este recorrido por los colores en la toponimia de nuestros paisajes hemos dejado para el final el más singular de todos: Rancho de Colores, también conocido como Rancho Colores o de los Colores. Con este nombre se conoce una finca y un cerro en el que desde la década de los 80 del siglo pasado se ubica el Colegio de Sordos de Jerez. Visible desde la Autovía de El Puerto en una colina próxima a las Bodegas de Williams Humberto, frente al campo de Golf, este curioso topónimo no debe su nombre a la especial policromía del paraje donde se encuentra, sino al apellido de una ilustre familia jerezana que fue en su día propietaria del mismo. Tenemos noticia del apellido Colores, al menos desde mediados del siglo XVII. Sebastián Marocho, en sus Cosas Notables ocurridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729, da noticias de los caballeros residentes en la ciudad entre los que menciona a Fernando Colores, residente en la calle Liebre, quien a decir de Marocho, al igual que otros caballeros de Jerez, tenían “en la sala principal de sus casas, en vez de cuadros y láminas, colgadas de las paredes, lanzas, adargas, petos y morriones y brazaletes” (10).



Como pueden ver, nuestras sierras y campiñas son más “coloristas” de lo que imaginábamos y los lectores curiosos, no tienen ya escusas para darse un paseo y disfrutar de los colores que nos ofrece en torno a Jerez.

Para saber más:
(1) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, (Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. IV, p. 319.
(2) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986, p. 246.
(3) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004, pg. 258-259.
(4) Fragmentos de un mapa de las sierras del término de ciudad de Jerez. Anónimo en pergamino. S. XVIII, AMJF. C.12, nº 4 Bis.
(5) A. y J. García Lázaro: Por las tierras de Rojitán: un curioso topónimo y un alcornoque monumental. Diario de Jerez, 25 de Enero de 2015.
(6) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 278-7; Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004, P.77; Martínez Ruiz, Juan: “Toponimia gaditana del siglo XIII”, en Cádiz en el siglo XIII. Actas de las Jornadas conmemorativas del VII centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio, Cádiz, 1983, p. 119.
(7) A. y J. García Lázaro: Por la Garganta Verde. Un sorprendente cañón tallado por el Bocaleones. Diario de Jerez, 29 de Noviembre de 2015.
(8) Mariscal Trujillo, A.: La sanidad jerezana 1800-1975. Apuntes Históricos. EJE, 2001, pp. 35-38.
(9) Ángel Mayo.: memoria relativa a las obras del acueducto de Tempul para el abastecimiento de aguas a Jerez de la Frontera. Anales de Obras Públicas, nº 3, 1877, pp. 58 y 64
(10) Marocho, S.: Cosas notables ocurridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729, Publicaciones de la Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos, Primera serie, numero 3, 1939, p. 41. Transcripción y notas de José Soto Molina.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Aquí puedes ver otros artículos sobre Toponimia, Paisajes con Historia, Miscelánea, De colores. Un recorrido por los colores y la toponimia de la campiña (1).

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 29/01/2017

De colores.
Un recorrido por los colores y la toponimia de la campiña.




Con frecuencia, en los paseos por la campiña o por la sierra, nos llaman la atención los colores del paisaje: las variadas gamas de verde de la vegetación natural y de los cultivos, los tonos blancos de los suelos de albariza y de los cortijos encalados, los grises, ocres, y pardos de las rocas y la tierra… En muchas ocasiones, estos colores, por su especial contraste o relevancia, dan también nombre a montes, cerros y lomas, a arroyos y gargantas, a cortijos, viñas y parajes, que guardan así memoria en la toponimia de nuestro territorio de los más variados tonos con los que la naturaleza pinta los paisajes. En nuestro recorrido de hoy vamos a recordar algunos de los más de un centenar de lugares que hemos localizado en torno a Jerez en cuyo nombre tienen un papel destacado los colores.

Blanco de albariza y cal.

El blanco es el color que domina en la toponimia de nuestro territorio. Y no faltan razones para ello ya que en muchos rincones de la campiña, los suelos de albarizas dan al paisaje esos tonos blanquecinos tan característicos del viñedo jerezano. El blanco está también presente en algunos paisajes marismeños en los que hubo salinas o en construcciones como cortijos, casas, pozos, que han bautizado distintos rincones de nuestros campos con su color.



El Cerro Blanco (152 m) es una elevación a medio camino entre Torremelgarejo y Jédula, frente a La Peñuela, cuyas faldas de albariza acogen uno de los viñedos situados más al este del término. En su zona más elevada, el caserío del cortijo de Motecorto Alto es visible desde muchos lugares de la campiña. Ríos Ruiz lo menciona en una de sus obras: “…y escuchábanse… retumbar los relinchos y galopes de los potros cartujanos, allá por Jédula, La Jarilla y La Jareta, Cerro Blanco…” (1). Al norte de la ciudad, por el camino de Lebrija, el arroyo Blanquillo corre por las faldas de Montegilillo para entregar sus aguas en el caño del Bujón, atravesando la carretera de Morabita junto al Rancho del Moral y la casa del Hinojal. En su pequeña recorrido pasa por entre cerros de albariza arrastrando en sus aguas los limos blancos que dan color a su cauce. Sin embargo, muy lejos de este lugar, el arroyo de Pasada Blanca debe su nombre, no al tono de las tierras y roquedos que atraviesa, sino al de sus aguas de naturaleza sulfurosa y con aspecto lechoso, ya que proceden de un manantial conocido desde los siglos medievales por sus propiedades medicinales. En estos parajes, situados en el extremo oriental del término de Jerez, colindantes con el de Cortes, este topónimo de Pasada Blanca bautiza también a la garganta por donde discurre el arroyo, a la dehesa que atraviesa, a una casa del lugar y a los baños que tradicionalmente se tomaban en las pozas de este pequeño curso fluvial tributario del Hozgarganta y que aún eran frecuentados a mediados del siglo XIX como menciona Madoz en su Diccionario Geográfico (2). En sus proximidades encontramos también la Loma de Casablanca y el rancho del mismo nombre, en tierras ya de la cercana dehesa de Benahú.



El topónimo de Mojón Blanco es conocido también desde los siglos medievales y da nombre al cortijo, al cerro y al puntal de Mojón Blanco, figurando en los documentos de delimitación de términos donde se señalaba la mojonera que definían las lindes. En este caso, suponemos que aluden a un hito que se construiría en piedra y se pintaría de blanco para su visualización desde la distancia. El cortijo de Mojón Blanco, cercano al de Cápita, y el cerro colindante del mismo nombre era el lugar donde confinaban los términos de Lebrija, Jerez y Trebujena: un trifinium. Con idéntico nombre se mantiene todavía otro cerro de Mojón Blanco (y el caserío homónimo), en las proximidades de Gibalbín, frente al cortijo de Las Navas, señalando en este caso el punto donde confluían los términos de Arcos, Lebrija y Jerez (3).



Junto a los ríos y los montes, las casas y construcciones son también elementos visuales de primer orden en el paisaje y no es de extrañar que su color bautice en muchos casos a los parajes donde se enclavan. Así, el cortijo de Casablanca, llama la atención por su peculiar fisonomía, destacando en el paisaje de dilatados horizontes de las marismas que llevan también su nombre y que el viajero descubre en las proximidades de la vecina población de El Cuervo, junto a su conocido silo de cereales.

También es muy conocido otro cortijo de nombre Casablanca situado en las proximidades de la Junta de los Ríos y cercano a Jédula. Su imponente caserío preside un cerro desde el que se contempla un hermoso paisaje de campiña.



Menos a la vista quedan para el paseante las tierras de Casablanquilla, junto al cortijo de Los Ballesteros, cuyo acceso vemos en la carretera de Gibalbín una vez que hemos dejado atrás el cortijo de Jara.



Entre los numerosos pozos y abrevaderos repartidos por todos los rincones del alfoz jerezano, los hay que tienen nombre propio, como el Pozo Blanco del cortijo de Fuente Rey u otro con esta misma denominación perteneciente al cortijo del Chorreadero, próximo a Paterna, ambos los encontramos ya señalados en el Plano Parcelario de López Cepero de 1904 (4). Entre las viñas, no podían faltar tampoco las referencias al color blanco, teniendo en cuenta que buena parte de ellas se asienta en suelos de albariza. Este es el caso de la conocida Viña La Blanquita, junto a la carretera de Rota, en el pago de Balbaína. También frente al núcleo rural de Añina existe otra viña con la denominación de La Blanquita. Por el contrario, Viña Blanco (una en el pago de Solete, junto a Santa teresa y otra en Cerro Pelado), creemos que puede deber su denominación al apellido de un propietario.



En las laderas de Gibalbín, entre la cañada y las cumbres donde despunta la torre, se ubica el cortijo de La Blanquita que perteneció en su día al médico y político jerezano Fermín Aranda y cuyo caserío aparece en uno de los azulejos de la fachada de la que fuera su casa en la plaza de las Angustias.

Las albinas, pequeñas lagunas más o menos temporales que se forman en los montes o en las zonas de marismas, son también muy frecuentes en nuestro término. Una de ellas, enclavada en la zona del Zurraque que luego pasaría a formar parte del término de Puerto Real, era conocida como la Albina Blanca, siendo ya dedicada en 1500 a la extracción de sal, como nos recuerda el profesor Emilio Martín (5). Con el color blanco se relaciona también el conocido topónimo de Los Albarizones, paraje cercano a la Cartuja que da nombre a una barriada rural y a una de las fuentes más conocidas del término, cuyas aguas fueron canalizadas en el siglo XVI hasta la Alcubilla para el abastecimiento urbano de Jerez. Otra Fuente de los Albarizones, más modesta y de menor caudal, se localiza también en las tierras del Cortijo de Picado, en la falda de la Sierra de las Cabras.



Negros, oscuros y umbríos.

A diferencia del blanco, es mucho más difícil encontrar en nuestro territorio lugares y paisajes en los que el color negro o los tonos oscuros sean los predominantes y por lo tanto, un motivo para que figuren en los mapas. Pese a todo, aún se mantienen algunos topónimos relacionados con estos colores.



Tal vez el más conocido es el de Montenegro, un lomo montañoso de casi 4 km de longitud, que en dirección norte sur, se alza frente a La Jarda, en los Montes de Propios de Jerez. A sus pies discurre la carretera que se dirige al Puerto de Gáliz y en sus faldas se desarrolla la típica vegetación presente en los montes del Parque Natural de los Alcornocales al que pertenece, con predominio de alcornoques, quejigos, acebuches y algarrobos. En su ladera oriental, la situada frente a la entrada de La Jarda, se encuentra la Laguna del Moral, próxima a los Tajos del Fraile, un espolón rocoso que se alza en el extremo norte de la Loma de Montenegro. En muchas zonas del país, este topónimo se relaciona con montes de encinas o montes muy cerrados y, aunque en el caso que nos ocupa no está claro su origen, se apunta como posible razón de su nombre, la gran densidad de vegetación de sus faldas y la espesura del matorral y del bosque que aquí se desarrolla. El Rancho de Montenegro, junto al arroyo de Cabañas y la Cañada de Albadalejo, figura ya en los mapas de comienzos del siglo XX. Próximo al Chaparrito, en los llanos de Malabrigo, es un claro antropónimo que alude al nombre de su propietario sin vinculación alguna con las características del terreno.



La Cañada de Bocanegra y la antigua Laguna de Bocanegra, situadas en las cercanías de la Fábrica de Cemento, aunque son topónimos conocidos hace más de dos siglos, pensamos que aluden al apodo de algún propietario o habitante de estos parajes, más que a los rasgos fisiográficos de este rincón de la campiña. Otro tanto sucede con el curioso topónimo de Puerto de los Negros, que figura ya en documentos de 1577 de Señalamiento de las dehesas de los Montes de Propios, estudiados por el profesor Emilio Martín (6). Situado en los montes de la Dehesa de la Alcaría, en el costado sur del actual embalse de los Hurones, este lugar era paso obligado de los caminos que desde Tempul se dirigían a Cardela y Ubrique, por lo que fue muy frecuentado en los siglos medievales. La Garganta de los Negros, un arroyo que discurre entre estos montes y el Camino del Puerto de los Negros, son también topónimos de este alejado rincón del término colindante con Ubrique. Pero, ¿a qué negros se refieren? ¿Tal vez apuntan a un lugar en el que vivieron los últimos moros vinculados al castillo de Cardela, o a un rincón de la serranía en el que habitaron negros o que fue tal vez refugio de descendientes de esclavos negros que vivieron en Jerez? (7).

La toponimia conserva también otros nombres relacionados con lo “oscuro” o lo “sombrío” que están estrechamente relacionados con las características del paisaje al que se refieren. Es el caso, por ejemplo de La Umbría, o Umbría del Escobar, paraje del cerro del Escobar colindante con el embalse de los Hurones y situado en la dehesa de La Alcaría. Por contraposición con La Solana, el topónimo hace alusión a las laderas orientadas al norte de este cerro, que se mantienen más sombrías y húmedas, y por lo tanto más oscuras y privadas de iluminación que las orientadas al sur o de solana. El Escobar, hace alusión a la presencia de arbustos del género Cytisus, conocidos vulgarmente como escobones. El topónimo “La Umbría”, está ya recogido en el s. XIV en el Libro de la Montería en los montes de Tarifa, referido, como en este caso a una zona sombría y oscura (8).



En relación a estos lugares umbrosos o menos expuestos al sol, hay que recordar también otros topónimos que hacen alusión a “lo oscuro” y “la oscuridad”. Este es el caso de la Cañada de la Oscuridad o del Cortijo de la Oscuridad, situados en la zona de Alcornocalejo, próxima a San José del Valle. Este último cortijo, está ligado a los sucesos de la Mano Negra y en sus tierras aún se conserva la Laguna de la Oscuridad, una hermosa lámina de agua casi permanente, rodeada de alcornoques y encinas, en un paraje situado junto a la Cañada de Arcos a Medina. Esta lagunas es también conocida como de Alcornocalejo, de Marimorena o de Medina (9). Con el nombre de La oscuridad, se conoce también un paraje del cortijo de Picado, situado en las laderas de umbría de la Sierra de las Cabras, cubierto de una densa vegetación.



En la Dehesa de Gami, en el extremo oriental del término, encontramos también el paraje de Cueva Oscura, en un hermoso y cerrado alcornocal.

Para terminar este recorrido, no podemos dejar de mencionar el topónimo de Puerto Oscuro, ubicado en las proximidades del Pico del Aljibe, en un paraje por donde salvaban estas cumbres los caminos que unían Alcalá con La Sauceda. Situado en el punto donde se parten los términos de Alcalá de los Gazules, Cortes y Jerez (un trifinium), Puerto Oscuro es la divisoria entre la Garganta de Pasada Llana, que atraviesa La Sauceda, y la Garganta de Puerto Oscuro, en cuya cabecera se sitúa el nacimiento del Río Barbate.

Continuaremos en nuestra próxima entrega, descubriendo los “colores” presentes en otros muchos rincones de nuestras campiñas y sierras.

Para saber más:
(1) Ríos Ruiz, M.: Razón, vigilia y elegía de Manuel Torre, Premio Nacional de Poesía Flamenca 1977, p. 3.
(2) Madoz, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. “Cádiz”. Edición facsímil, 1986, p. 246.
(3) Astillero Ramos J.M.: “La formación del término de Arcos de la Frontera: 1249-1544”, en M. González Jiménez y R. Sánchez Saus (coord.), Arcos y el nacimiento de la frontera andaluza (1264-1330), Ed. UCA, Ed. Universidad de Sevilla, Ayuntamiento de Arcos de la Frontera, 2016, p. 37.
(4) López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000.
(5) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera, Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 200, p. 98.
(6) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural… Ob. Cit. pp. 259-260
(7) Sobre los esclavos negros en Jerez puede consultarse el magnífico trabajo: Mingorance, J.A. y Abril, J.M.: La esclavitud en la Baja Edad media. Jerez de la Frontera. 1392-1550, Peripecias Libros, 2013, pp.122-125.
(8) Pascual Barea, J.: “El paisaje histórico de los términos de Tarifa y Algeciras según la toponimia del Libro de la Montería en el siglo XIV”, en Martín Gutiérrez, E. (Ed.) El paisaje rural en Andalucía Occidental durante los siglos bajomedievales, Servicio de publicaciones e la Universidad de Cádiz, p. 116.
(9) Sobre la Laguna de la Oscuridad puede consultarse: García Lázaro A. y J.: Las lagunas perdidas. Diario de Jerez, 07/02/2016. También disponible en internet en el enlace: Las lagunas perdidas.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 22/01/2017

 
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