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Por las Tablas y Añina.
Mosto, paisajes e historia.




Como ya conocen nuestros lectores, en estas páginas de “entornoajerez” nos gusta pasear sin prisas por los rincones menos transitados de la campiña, recreándonos en los paisajes y en la historia. Y para ello nada mejor que recorrer esas poco frecuentadas carreteras secundarias que se adentran por los parajes serranos, en los amplios espacios marismeños o las que, en los alrededores de la ciudad, nos permiten acercarnos a los tradicionales pagos de viñas.

Hoy les proponemos un paseo por la conocida como carretera de La Tablas (CA-3100), una vía de 4 km de recorrido perteneciente a la red provincial (1) que une la Autovía de Sanlúcar con la carretera de El Barroso, también conocida como de Bonanza, de “Las Viñas” o “del Calvario” (2). Un siglo atrás, este camino era denominado Cañada de Marihernández y por su primer tramo discurría también, desde mediados del siglo XIX -como veremos- el Ferrocarril de Jerez a Bonanza. La carretera cruza hoy un hermoso paraje dejando a sus lados afamados pagos de viña, aunque lamentablemente ya se han perdido muchas de ellas. Así, a la derecha de la ruta se extienden, por este orden, los viñedos de los pagos de San Julián, Zarzuela y Añina mientras que a la izquierda lo hacen los de Marihernández, Las Tablas y Añina (3). ¿Nos acompañan?

Tras las huellas de Roma.



Nuestro recorrido comienza tomando el desvío señalizado en la autovía de Sanlúcar que deja a la derecha la viña Santa Honorata. Pintado en los tejados de sus lagares, como era tradicional hace unas décadas, se aprecia desde la carretera el nombre de la casa propietaria de estos viñedos: Sánchez Romate. Junto a la bodega está el carril de acceso al cercano enclave diseminado de El Polila que con Las Tablas y Añina forman una misma barriada rural. Este lugar toma el nombre de un conocido ventorrillo que a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado se abrió en la zona. Por el apodo de “El Polila” era conocido su propietario, llegado de Trebujena, en torno a cuya venta se establecieron otras viviendas (4).

Ya en la carretera de Las Tablas, sale a nuestro encuentro, a la izquierda, la antigua viña de Candelero, que cuenta hoy con un establecimiento de hostelería, un “mosto”, que figura, junto al de Añina, entre los más renombrados de la campiña. En sus accesos, el paseante podrá observar una curiosa muestra de antigua maquinaria agrícola que se utilizaba en las faenas de la viña y la bodega, entre las que destaca una singular prensa. No en balde, la viña de Candelero, cuenta con más de un siglo y medio de historia a sus espaldas siendo una de las pocas de estos pagos que no ha cambiado de nombre tal como puede comprobarse en los planos y mapas de época.

Según distintos autores, este camino por el que ahora se traza la carretera pudo ser el que recorría hace 20 siglos la Vía Augusta, una de las más importantes de cuantas cruzaban la Bética (5). Partiendo de Gades (Cádiz) y pasando por el Portus Gaditanus (El Puerto de Santa María), esta antigua vía romana atravesaba las tierras de Añina en dirección a Hasta Regia para continuar después su largo recorrido hacia Roma. En épocas no muy lejanas, a mediados del siglo XIX, el mapa provincial de Francisco Coello (1868) aún daba constancia de ello señalando en estos parajes su hipotético trazado con la leyenda “vestigios de la vía romana” (6). Todavía hoy, la fotografía aérea nos revela el trayecto que seguía entre El Barroso y el cortijo de Tabajete hasta las inmediaciones de las Mesas de Asta, donde se encontraba la ciudad romana de Hasta Regia (7).

No es de extrañar por ello la aparición en estos parajes de restos romanos. De algunos nos daba cuenta ya en el siglo XVIII el historiador Bartolomé Gutiérrez quien al hacer balance de los vestigios arqueológicos jerezanos relata: “De estas Romanas memorias tenemos otras dos lápidas halladas a una legua de Xerez, en el pago llamado de San Julián. Agostando en la viña de D. Gerónimo Mures, Presvítero, descubrieron una Bóbeda ó Sepulcro de bien labrada Arquitectura con dos lápidas en los estremos, y sobre él una piedra ó Losa grande sin rótulo pero las otras dos estaban escritas con un epitafio cada una que contenían los enterramientos de Padre e hijo” (8). Una de estas lápidas tenía grabado el nombre de LVCIUS, mientras que la otra, en caracteres latinos rezaba “En este sitio reposa Lucio Alpidio hijo de Lucio. Séate la tierra ligera” (9).

Otra posible muestra de esta antigua presencia romana en la zona es el propio topónimo “Añina”. Al igual que sucede con Balbaina, al que se pone en relación con las posesiones de la familia de los Balbo, de la Gades romana; según distintos autores el nombre de Añina, de origen latino, apunta a un posible nomen possessoris, el de un romano llamado Annius (o Anius), nombre que consta en la epigrafía gaditana y que tal vez fuera uno de los primeros propietarios de viñas de la zona (10).

Continuando con nuestro camino, y dejando atrás Candelero, la carretera inicia ahora un suave descenso que deja a la derecha las tierras del pago de San Julián. Una puerta enrejada nos anuncia el camino de acceso a la antigua viña Las Conchas. Juan Pedro Simó desvelaba como este curioso patronímico femenino era debido a cuatro mujeres de nombre “Concha”, pertenecientes a la familia Pérez-Lila, antigua propietaria de la hacienda (11), que tiene su caserío principal en El Paraíso, una hermosa estancia rodeada de una frondosa arboleda y un cuidado jardín, visible desde la Cañada de Cantarranas.



Algo más adelante, frente a las primeras casas de Las Tablas y lindando con Las Conchas, una portada reclama nuestra atención: “Phelipe Zarzana Spínola”. Se trata del acceso a los cuidados viñedos de Ximénez-Spínola que, desde el s. XVIII vienen cultivando en exclusiva la variedad Pedro Ximénez, produciendo unos vinos sencillamente excepcionales, situados ya entre los de mayor calidad del marco.

Las Tablas. Un curioso pasado ferroviario.

Como se ha dicho, el primer tramo de la carretera por la que venimos recorriendo estos paisajes, sigue la huella de la antigua Cañada de Marihernández, pero como dato curioso, hace tan sólo cincuenta años podía verse también, junto al camino, la traza del Ferrocarril de Jerez a Bonanza que, con 29 km de recorrido, tenía parada en Las Tablas, donde se construyó un apeadero en el km 11,5 de la línea. Como nos recuerda el investigador Francisco Sánchez Martínez, el mejor estudioso de nuestro pasado ferroviario, “el apeadero fue abierto al servicio cuando se inauguró el trozo de Alcubilla a Sanlúcar el 30 de agosto de 1877 y se cerró cuando fue clausurada la línea el 1 de octubre de 1965, posteriormente fue demolido” (12). Se ha cumplido por tanto el 150 aniversario de la puesta en marcha de aquella línea que permitió que, durante casi un siglo, el tren circulara por estos pagos transportando hasta el embarcadero de Bonanza las botas de los caldos jerezanos y prestando un gran servicio a los trabajadores de las viñas de estos pagos.



Recuerda el citado autor que ya desde sus inicios todos sus trenes en ambos sentidos (hasta 8 servicios en 1878) paraban en el apeadero de Las Tablas “debido posiblemente al número de viticultores que se desplazarían a trabajar en las viñas colindantes” (13). Hasta tal punto debió estar concurrido el apeadero que la Dirección de los Ferrocarriles Andaluces reclamó ya en 1878 vigilancia de una pareja de guardias de la Guardia Rural jerezana en la estación de Las Tablas para que estuviesen presentes en las horas de salidas y llegadas de los trenes, al objeto de “observar un buen orden”, como sucedió. Una muestra de la permanente utilización de esta pequeña estación-apeadero fue la construcción en 1931 por parte del Ayuntamiento de una variante que desde el camino vecinal del Barroso (actual carretera del Calvario) enlazaba con la Estación de Las Tablas, esa misma vía que se conocería después como carretera de Añina-Las Tablas (14). Como recuerdo de aquel concurrido apeadero nos queda la imagen conservada por el Club Ferroviario Jerezano (15).

El núcleo rural de Las Tablas comenzó a desarrollarse a partir de la década de los 20 del siglo pasado cuando en torno al apeadero comenzaron a construirse las primeras chozas de los jornaleros de las viñas, en el llano conocido como Descansadero de las Tablas.



Este lugar, donde hoy se levanta la barriada, era un amplio espacio público de “10 aranzadas de extensión” situado en el cruce de la Cañada de las Tablas (que venía desde Montana) con la de Marihernández (16). Sin embargo, estos parajes tuvieron ya desde antiguo una importante población diseminada. De los pagos cercanos a la ciudad, las tierras de Añina, San Julián y Las Tablas siempre se encontraron entre las que contaban con más casas de viña, muchas con población estable. Por citar sólo algunos datos, recordaremos que, en el Nomenclátor de 1850, época de expansión del viñedo, se citan para Añina 55 viviendas, 33 para San Julián y 3 para El Barroso. Las Tablas no aparece todavía como diseminado. A finales de siglo, en 1892 se cuentan ya en Añina 74 edificios diseminados con 174 habitantes. San Julián tiene 21 edificios con 144 habitantes (17). En la década de los noventa del siglo pasado, entre los tres núcleos que integran la barriada rural de las Tablas, sumaban 500 vecinos. Hoy cuenta con unos 300 habitantes que se multiplican cada fin de semana con los muchos visitantes de sus conocidas ventas para degustar el mosto, el ajo campero y la berza. No en balde aquí se celebra desde 2004 en diciembre la popular Fiesta del Mosto, cita gastronómica ineludible que atrae cada año cientos de visitantes, como ha vuelto a suceder el pasado viernes 8 de diciembre en su XIV edición.

Por el pago de Añina.



Saliendo de Las Tablas, la carretera deja a la derecha la viña La Zarzuela, una finca segregada de Las Conchas, que cuenta con renovadas instalaciones de la mano de la empresa Spirit Sherry y donde se realizan interesantes actividades de enoturismo. Junto a ella están también las tierras de la antigua viña de la Vera Cruz que hoy se presenta ante el paseante en su portada con el nombre de “G.L.”.



La carretera sube ahora, camino de Añina, por una pequeña cuesta dejando a ambos lados tradicionales viñedos. A la izquierda, casi oculta entre los cipreses la Casa Viña del Alcalde, que fuera del editor y escritor Vicente Fernández de Bobadilla. Esta viña es la "protagonista" de su primer libro: "Huésped de mi viña", publicado en 1950 y que ha conocido recientemente una reedición en cuya portada figura un hermoso dibujo de esta viña.



Su autor fue uno de los máximos responsables de la prestigiosa revista Selecciones del Reader Digest, de la que llegó a ser vicepresidente y director de la edición para España e Iberoamérica. En su obra, recoge unas deliciosas descripciones de la vida en la viña, de sus tareas y de los paisajes de estos pagos de Las Tablas y de Añina.

A la izquierda del camino, aislado entre las cepas, llama la atención del paseante un antiguo caserón (Casa de María) desde el que se observa un amplio panorama.

Llegamos así al pequeño núcleo rural de Añina, construido en el descansadero del mismo nombre donde se cruzan la carretera de Las Tablas con la Hijuela de Añina.

Como se ha comentado, el nombre de Añina puede tener origen latino, lo que podría confirmar la antigua ocupación de estas tierras de albariza para el cultivo de la vid hace ya veinte siglos.

De lo que si hay constancia documental es de la presencia de viñedos en el Pago de San Julián, al menos desde 1392 y en Añina desde finales del siglo XV, por lo que los paisajes de vides y la elaboración de mostos y vinos viene desde antiguo (18).



Una parada en Añina, que cuenta también con un famoso “mosto” donde degustar los productos de la campiña, puede ser el pretexto para pasear por el camino que conduce a la Viña El Álamo, desde cuyo tramo final puede contemplarse un hermoso paisaje con las tierras de Montana, Prunes y Tabajete en el horizonte; o mejor aún, hacerlo por la Hijuela de Añina, que arranca junto al Mosto Añina por la que el paseante puede conectar con la cañada de Cantarranas. En ambos casos podremos observar los curiosos pozos de viña que se conservan a orillas del camino. Con bóveda de ladrillo y encalados de blanco, o construidos en sillares de arenisca de la Sierra de San Cristóbal, los pozos son ya valiosas muestras del patrimonio rural de la campiña que se están perdiendo con el tiempo y que bien merecerían conservarse ya que dan valor al paisaje del viñedo donde se asientan.



Siguiendo nuestro camino, vamos dejando a los lados antiguas casas de viña de nombres populares como La Blanquita-Las Boneas, a la izquierda, o Santa Luisa a la derecha, por citar sólo algunas. Pasado el km 1, a la izquierda de la carretera, se conserva una de las más antiguas que mantiene aún la fisonomía tradicional: El Almendral. Algo más lejos, adivinamos oculta entre cipreses sobre una colina la antigua viña El Aljibe, que se cuenta también entre las más nombradas de estos pagos como atestiguan los antiguos planos y mapas.



Nuestro camino llega a su fin y frente a nosotros vemos ya las dependencias del cortijo de El Barroso donde la carretera de las Tablas se une a la de Las Viñas o del Calvario. Este lugar, donde tradicionalmente hace su parada (“rengue”) la hermandad del Rocío de Jerez, era un importante descansadero de ganado conocido como Prado del Toro. Frente a él, a la derecha de la ruta, en su tramo final la finca colindante con la carretera lleva el curioso nombre de Haza del Mármol, un topónimo que de nuevo nos remite a la historia y a la presencia romana en estas tierras de Añina. El viajero podrá observar aquí, casi llegando al cruce, dos antiquísimos pozos con abrevaderos. Junto a ellos se descubrió en 1893 una importante inscripción romana de la que sólo pudo extraerse un fragmento, tal como se relata en el escrito que el entonces archivero municipal de Jerez, D. Agustín Muñoz Gómez, remite a Fidel Fita, presidente de la Real Academia de la Historia relatando el hallazgo.



En su carta, nuestro archivero informa de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV con calco”, señalando también que ”existe otra parte, pero es muy difícil recuperar". Al parecer, había tenido conocimiento de ella en una visita a casa de D. Juan Fadrique Lassaletta y Salazar, su descubridor, en cuya finca de El Higuerón los trabajadores encontraron la inscripción (“el mármol”) que localizaron aproximadamente “…en el vallado… frente al pozo del cortijo del Barroso”. Lamentablemente sólo pudieron tomar de ella un pequeño fragmento ya que, como recuerda Muñoz y Gómez en su carta a Fita: “Respecto á la importante lápida cristiana de “Hasta Regia”…al excavar para reformar el vallado, salió en lo más hondo de la excavación la piedra; comprendiéndose que, no pudiendo los operarios quitarla, por lo grande, procuraron partirla de cualquier modo. Según nuestro archivero, el texto legible en el fragmento de lápida recuperada decía lo siguiente: “(Roma) la Sacra Roma, dióle la vida, el aliento y nombre: Así el (Dios) uno y trino conceda gozar del cielo...” (19).

Ya en el cruce de la carretera del Calvario, una vez terminado nuestro recorrido, regresamos a Jerez dejando atrás las tierras de Las Tablas y de Añina a las que volveremos de nuevo en primavera, cuando las viñas empiecen a pintar de verde las albarizas de estos hermosos paisajes cargados de historia.

Para saber más:
(1) Red de carreteras de Andalucía. Provincia de Cádiz, Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía, 2008, p. 29
(2) García Lázaro, J. y A.: Por la carretera del Calvario: buscando el Guadalquivir (1), Diario de Jerez, 1 de junio de 2014.
(3) Una visión de los pagos de viñas y del viñedo de este sector de la campiña, tal como era hace un siglo puede obtenerse consultando López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000.
(4) Plan Especial de Hábitat Rural Diseminado El Polila. Área de Planeamiento, Delegación de Urbanismo, Ayuntamiento de Jerez, 2012, p. 5.
(5) Ruiz Castellanos A., Vega Geán E.J. y García Romero F.A.: Inscripciones latinas de Jerez de la Frontera. Epigrafía y contexto, Editorial UCA – Diputación de Cádiz, 2016, p. 173. Ver también, a este respecto: López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, págs. 163-164.
(6) Coello F.: Mapa provincial de Cádiz. 1868
(7) López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo, Op. Cit., p. 164.
(8) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, p 82.
(9) Ruiz Castellanos A., Vega Geán E.J. y García Romero F.A.: Inscripciones latinas… Op. Cit. p.174-175
(10) Ibidem, p. 173 y Padilla Monge, A.: La transferencia del poder de Gades a Asido. Su estudio a través de la perspectiva social. Habis, 21, 1990, pg. 249.
(11) Simó J.P.: José Luis Torres: empresario; Diario de Jerez, 21 de septiembre de 2014.
(12) Sánchez Martínez, F.: Las estaciones jerezanas, Revista de Historia de Jerez, Vol. 16-17, pp. 249-275, 2010, p. 265.
(13) Sánchez Martínez, F.: Ferrocarril de Jerez a Sanlúcar de Barrameda y Bonanza (1877-1965), Revista de Historia de Jerez, Vol. 14-15, pp. 311-330, 2008-2009, p. 320.
(14) Sánchez Martínez, F.: Las estaciones jerezanas… Op. cit. p. 265.
(15) La imagen del apeadero de Las Tablas está tomada de la magnífica página web del Club Ferroviario Jerezano, imprescindible para conocer nuestro pasado ferroviario.
(16) Clasificación de las Vías Pecuarias Término municipal de Jerez. Ayuntamiento de Jerez, 1948.
(17) Los datos han sido tomados del Nomenclátor de la provincia de Cádiz. 1850 y del Nomenclátor de las ciudades villas, lugares… de España, en 1º de Enero de 1888. Cuaderno 11, provincia de Cádiz, ambos disponibles en el Archivo Municipal de Jerez.
(18) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004, pp. 147 y 154.
(19) García Lázaro, J. y A.: Por la carretera del Calvario: buscando el Guadalquivir (1), Diario de Jerez, 1 de junio de 2014. Agradecemos a nuestro amigo, el historiador Jesús Caballero Ragel, la transcripción del documento titulado "Carta de A. Muñoz y Gómez donde informa a F. Fita del hallazgo de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV" con calco; existe otra parte, pero es muy difícil recuperar", donde se da cuenta de los restos encontrados en El Higuerón en 1893. Puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, Carreteras secundarias, Cortijos, viñas y haciendas, Rutas e itinerarios

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 10/12/2017

Por la “carretera del Calvario”
(I) Buscando el Guadalquivir




Como cada año, en estos días en los que se realiza la peregrinación anual a la Ermita del Rocío en Almonte, los romeros jerezanos y los de otras poblaciones cercanas cruzan las tierras de la campiña buscando el Guadalquivir. La ruta habitual seguida para ello, que atraviesa en su tramo inicial por un hermoso rincón del término municipal de Jerez, ha tenido diferentes nombres. Denominada popularmente como “carretera del Calvario”, por salir de la ciudad junto a esta antigua capilla, se la conoce también como “carretera de las viñas” ya que durante buena parte de su recorrido se cruzan antiguos pagos de viñedos que se cuentan entre los más afamados del marco.

Mucho antes de que la romería tuviese el protagonismo del que hoy goza, este “Camino del Rocío jerezano” fue también nombrado como “carretera de El Barroso”, “camino de Bonanza”, o como “camino antiguo de Sanlúcar” como se refleja en los mapas y planos de finales del siglo XIX y comienzos del XX (1).



Y lo era porque, junto a la carretera de Sanlúcar, esta fue la vía principal de acceso a ese embarcadero que, junto a otros de la Bahía, se utilizó para el comercio y embarque de nuestros vinos.

Sea como fuere, la ruta que proponemos bien pudiera llamarse “camino del Guadalquivir”, en recuerdo de esa querencia histórica, de esa búsqueda natural que desde hace siglos, llevó a nuestra ciudad a trazar distintas vías hacia el encuentro con el gran río andaluz en las tierras de Sanlúcar, en Bonanza, en Alventu o en Trebujena. Así, el embarcadero de Alventos o Alventu (topónimo que pudiera derivar del Adventus (2) latino: “lugar de llegada”) está bien documentado en la Edad Media como punto al que mercaderías y viajeros de nuestra ciudad iban y venían utilizando esta ruta fluvial. El profesor Juan Abellán (3), al estudiar las rutas de comunicación durante la dominación musulmana, señala como desde Jerez existía una vía que llegaba hasta el Guadalquivir, al embarcadero (marsa) de Trebujena (Tirbixena). De la misma manera el puerto de Bonanza jugó un papel importante para el comercio de nuestra ciudad y a mediados del siglo XIX, de la mano del crecimiento de la vitivinicultura en la campiña, se proyectó una línea férrea, destinada fundamentalmente al comercio del vino, que comunicó Jerez y Bonanza y se mantuvo en funcionamiento entre 1867 y 1965. Sea como fuere, volvemos a recorrer hoy estos viejos caminos en torno a Jerez, cargados de historia, para acercarnos hasta el Guadalquivir, admirando el hermoso paisaje de estos rincones la campiña.

Una parada en Las Salinillas.

Salimos de la ciudad por la “Carretera del Calvario” pasando junto a la conocida Capilla y al parque Zoológico. Tras dejar atrás la zona comercial Área Sur y Luz Shopping y cruzar el paso elevado sobre la Ronda Oeste, la carretera presenta a ambos lados grandes llanadas que llegan a encharcarse temporalmente en épocas de lluvias. A la derecha veremos los silos de cereal de la Cooperativa de San Dionisio. A la izquierda, un camino conduce al paraje de Las Salinillas donde se forma una pequeña laguna salobre los años más lluviosos. Este singular humedal se forma con carácter estacional junto a la carretera y ocupa los terrenos bajos a los pies de los cerros de Santiago y Corchuelo, en cuyas laderas se ubican los famosos pagos de viña del mismo nombre.

En este lugar, tan transitado en tiempos pasados, confluyen también las cañadas del Moro, de La Loba o de Guadajabaque y la Hijuela del Corchuelo (frente a la Cooperativa San Dionisio), por la que se llega hasta Las Salinillas. Este mismo camino continúa entre viñedos para unirse a la Hijuela de Rompeserones que nos lleva a la viña de Vistahermosa, donde se alzan las renombradas Bodegas Luis Pérez cuyo llamativo edificio vemos dominando el cerro de El Corchuelo.

Hasta Las Salinillas llegan las aguas de los pequeños arroyos que drenan el rincón noroeste de la campiña jerezana. El principal de ellos, el del Amarguillo, viene de las laderas de poniente del pago de Macharnudo y ya delata en su nombre el carácter salobre de sus aguas. El Arroyo del Zorro, que se une a él en las cercanías de este lugar, arranca en las faldas de los "cerros del Carrascal y Capirete, y forma también pequeños lagunazos y aguazales a los pies del Cerro de Santiago.

Desde Las Salinillas, donde en invierno se remansan las aguas formando una laguna de escasa profundidad, el curso resultante toma ya el nombre de Arroyo de La Loba o el de Guadajabaque. Este arroyo atraviesa la Ronda Oeste bajo un paso construido recientemente y rodea el perímetro del centro comercial Luz Shopping y Área Sur para dirigirse hasta la nueva Laguna de Torrox por cuyo aliviadero se conducen finalmente sus aguas al Guadalete.



No faltan en los alrededores de Las Salinillas, los años en los que no se labra y siembra su superficie, las típicas especies de la vegetación acompañante de estas lagunillas salobres, entre las que destacan las salicornias (Salicornia ramosissima) que se mantienen verdes y carnosas aún en los días más calurosos del verano. En las laderas del arroyo crecen también tarajes, carrizos, juncos…

En los meses más calurosos, el paseante curioso podrá también detenerse a observar las formas caprichosas que adoptan los tallos secos de la vegetación perilagunar, revestidos de sal, o las curiosas figuras que se forman en el lecho cuarteado de la laguna veladas por una delicada capa blanca que, por un momento, se nos antoja como cubierto por una tenue nevada. La sal forma también pequeños grumos sobre las margas que rodean el vaso de la laguna y se deposita sobre las huellas que dejan los animales que merodean por este lugar o sobre las pisadas de los visitantes. Algunos años, la cubeta de este pequeño humedal de Las Salinillas se rotura y se siembra de cereal, no pudiendo disfrutar entonces del llamativo contraste de colores entre el verde intenso de los viñedos circundantes y el blancor de la fina capa de sal que cubre su lecho.

Por la “carretera de las viñas”.



Retomamos nuestro camino que se adentra en terrenos de suaves colinas cubiertos de viñedos. A la derecha, sobre el Cerro de Santiago llaman la atención las viñas de Cerro Viejo y Cerro Nuevo, esta última reconocible por la inconfundible fila de cipreses que escoltan su camino de acceso. Algo más cerca queda la viña de La Constancia, con sus lagares y bodegas sobresaliendo entre las laderas cubiertas de cepas. En este lugar, a la derecha, arranca la antigua Cañada del Amarguillo que tiene su continuación a la izquierda con la de Cantarranas. Algo más adelante, la carretera pasa junto a la conocida Viña Los Monos y deja a sus lados otras muchas (Cartera, La Salud, San José, Los Cedros, Verdejo, La Tonelera, La Palma…) que justifican sobradamente otro de los nombres con el que se conoce a esta ruta: “carretera de las viñas”.



Poco antes de llegar a un puertecillo (Puerto de los Olivos), despunta a la izquierda, sobre el Cerro de Orbaneja, el caserío de la Viña Santa Bárbara. Restaurado y ampliado hace apenas una década, aún conserva su sabor de construcción tradicional habiéndose mantenido el almijar, la antigua nave del lagar o el fogarín, con un gran chimeneón que asoma sobre los tejados.

La carretera inicia desde aquí un suave descenso que nos llevará hasta el cortijo de El Barroso, a la vez que el horizonte se va abriendo a la campiña. A la izquierda una cancela cierra el paso a una antigua casa oculta entre los viñedos. Se trata de la Casa de las Postas, como puede leerse en la reja. El lugar se encontraba hace un siglo al pie del antiguo camino de Sanlúcar, y es de suponer que, en tiempos pasados, se apostaban aquí las caballerías para que los tiros de las carretas pudiesen ser renovados en sus idas y venidas de Jerez a Sanlúcar y Bonanza, al Olivillo, Prunes y Ventosilla, a Pozuela y Tabajete.

En el Higuerón tras las pistas de una antigua inscripción romana.



Al llegar al llano, la carretera deja a su izquierda la Casa del Higuerón, poco antes de cruce que conduce a Añina y Las Tablas. Las tierras de El Higuerón, hoy dedicadas a cultivos de secano, lo fueron también de viñedos, como puede verse en el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero de 1904. Uno de los sectores de esta finca, el que se encuentra colindante con el cruce de la carretera de Las Tablas, tiene el curioso nombre de Haza del Mármol, como se refleja en el citado Plano. El llamativo topónimo hace alusión a un hallazgo arqueológico del que solamente ha llegado a conocerse una pequeña parte. El viajero que circula por la carretera podrá observar aquí, entre los cultivos, dos antiquísimos pozos con abrevaderos, en un lugar que fue desde antiguo cruce de caminos donde existió un descansadero de ganado. Nuestro amigo el historiador Jesús Caballero Ragel nos informó que junto a estos pozos se descubrió en 1893 una importante inscripción romana de la que sólo pudo extraerse un fragmento, tal como se relata en el escrito que el entonces archivero municipal de Jerez, D. Agustín Muñoz y Gómez, remite a Fidel Fita, presidente de la Real Academia de la Historia relatando el hallazgo. En su carta, nuestro archivero informa de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV con calco”, señalando también que ”…existe otra parte, pero es muy difícil recuperar". Al parecer, había tenido conocimiento de ella en una visita a casa de Don Juan Fadrique Lassaletta y Salazar, su descubridor, en cuya finca de El Higuerón los trabajadores encontraron la inscripción (“el mármol”) que localizaron aproximadamente “…en el vallado… frente al pozo del cortijo del Barroso”. Lamentablemente sólo pudieron tomar de ella un pequeño fragmento ya que, como recuerda Muñóz y Gómez en su carta a Fita: “Respecto á la importante lápida cristiana de “Hasta Regia”…al excavar para reformar el vallado, salió en lo más hondo de la excavación la piedra; comprendiéndose que, no pudiendo los operarios quitarla, por lo grande, procuraron partirla de cualquier modo; hecho que se comprueba con decir que la fractura del trozo salvado cuando él lo llevó de noche á su casa, era reciente; y sin interposición de tierras u otros cuerpos, que indicasen rotura antigua entre los trozos que la componían”. Según nuestro archivero, el texto legible en el fragmento de lápida recuperada decía lo siguiente: “(Roma) la Sacra Roma, dióle la vida, el aliento y nombre: Así el (Dios) uno y trino conceda gozar del cielo...

Dejamos el Higuerón para continuar nuestro camino pensando que, enterrada en algún lugar en las cercanías de los pozos, guarda aún parte de su secreto una lápida, “un mármol”, que tal vez un día nos aporte pistas de esa familia cristiana romana, poseedora de tierras en las cercanías de Asta Regia, distante tan sólo7 km de este enclave.

Algo más adelante, en un recodo que se abre a la derecha de la carretera, encontramos la entrada de la Cañada del Amarguillo, que se abre camino en los bajos que se forman entre el Cerro Pelado, el Cerro del Hinojal y los Cerros de Macharnudo y Santiago.

La próxima semana, en nuestro recorrido “buscando el Guadalquivir”, nos detendremos momentáneamente en este rincón de la campiña. En él visitaremos hermosos parajes de viñedos y nos acercaremos a curiosas historias de canales que pudieron haber comunicado el Guadalete y el Guadalquivir. Lugares con nombres tan curiosos como Puerto Escondido o Cerro y Casa del Barco, han sido objeto de sugerentes hipótesis por parte de algunos historiadores. No se las pierdan.

Para saber más:
(1) Como “carretera del Barroso” (primer tramo) y “camino antiguo de Sanlúcar” (segundo tramo) aparece en el Plano Parcelario… de A. López Cepero (1904) y como “camino de Sanlúcar” y “Trocha a Jerez”, en el Mapa Topográfico Nacional, I.G.N., primera edición, 1917. El Plano del Término Municipal de Jerez de A. Lechuga y Florido lo recoge como “Camino de Sanlúcar a Jerez” (1897).
(2) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 257-300, p. 259.
(3) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004, p. 30.
(4) Agradecemos a nuestro amigo, el historiador Jesús Caballero Ragel, la transcripción del documento titulado "Carta de A. Muñoz y Gómez donde informa a F. Fita del hallazgo de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV" con calco; existe otra parte, pero es muy difícil recuperar", donde se da cuenta de los restos encontrados en El Higuerón en 1893. Puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

.La fotografía de la Viña Santa Bárbara nos ha sido facilitada por nuestro amigo Faly Fajarro. La imagen de la Capilla del Calvario (1890) ha sido tomada de una aportación de Manuel Jesús Garzón al grupo de Facebook "Cosas de Jerez que se han perdido con el tiempo".

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Carreteras secundarias, Paisajes con historia, El Paisaje y su gente, Rutas e itinerarios, Por la “carretera del Calvario”. (II) Buscando el Guadalquivir.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 1/06/2014

 
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