Por las tierras de Albalá y el Regantío.
Un paseo entre alcornoques, viñedos y bodegas con vistas a la sierra.




Esos días de invierno, en los que el campo nos muestra ya todo su verdor, son ideales para acercarnos hasta esos rincones menos conocidos de nuestro entorno cercano que guardan no pocas sorpresas. En nuestro recorrido de hoy les proponemos un paseo por las cercanías de Arcos, por las tierras de Albalá y de El Regantío, unos hermosos parajes apartados de las rutas habituales.

El viajero puede llegar hasta estos lugares por la CA-6105, pequeña carretera que une otras dos más conocidas, la de Arcos-El Bosque y la de Villamartín-Prado del Rey. Nosotros hemos salido de Arcos, en dirección a El Bosque y tras haber dejado atrás el embalse y las canteras de arenas silíceas, la carretera sube la empinada cuesta de La Escalera, en cuyas trincheras se aprecia la naturaleza de la roca que conforma estos cerros. Se trata de arenisca calcárea, la misma que encontramos en la conocida “peña de Arcos” y que volveremos a ver en otros lugares de nuestro recorrido. Llegamos al poco a una pequeña meseta sobre la que crece un extenso alcornocal y que se conoce con el hermoso topónimo de Mesas del Jardín. En este lugar, rico en aguas subterráneas, se excavaron grandes pozos que han surtido de agua potable a Arcos en los años de sequía.

Por el valle de Albalá entre alcornoques.



A la altura del km 10 encontraremos a la izquierda de la carretera el desvió hacia Villamartín, que tomaremos para iniciar nuestra ruta. Los primeros 2,5 km transcurren entre el alcornocal de El Crisnete un antiguo bosque que hoy se encuentra adehesado pero que mantiene muchos retazos de monte mediterráneo en buen estado de conservación. Este alcornocal de casi 250 hectáreas figura en el catálogo de Bosques-Isla de la provincia de Cádiz, donde se reconocen sus valores naturales. Entre otras muchas especies, crecen también aquí acebuches, algarrobos, aladiernos, coscojas, palmitos, jaras,… Algunas de las herbáceas presentes en el lcornocal son verdaderamente singulares, como la “margarita”, Hymenostemma pseudoanthemis, una compuesta endémica de nuestro territorio, o Corrigiola litoralis subsp. perezlarae, una hermosa cariofilácea de delicadas flores blancas, bautizada en honor del botánico jerezano J. María Pérez Lara (1).

Asentado sobre suelo arenoso, el alcornocal presenta también grandes claros dedicados a pastizal donde la presión ganadera (vacas, cerdos y cabras) puede amenazar esta mancha boscosa. En este tramo, podemos ver a los lados de la carretera antiguos y curiosos muros de piedra seca delimitando las fincas o la entrada a las explotaciones, como en el caso del cortijo de El Crisnete, a la izquierda de la ruta. Este curioso topónimo, lo encontramos ya recogido en documentos medievales de 1254, año en el que Alfonso X concede a Juan García, su mayordomo, “una alcaria que es en término de Archos, que dizen Crisnet… con montes, con fuentes con ríos, con pastos e con todas sus pertenencias”. Esta alquería de Crisnet era vecina de Albalat y lindera con el término de la villa y castillo de Matrera, topónimos que también persisten en la actualidad (2).



Dejando atrás el alcornocal, el camino al poco un pequeño descenso y el paisaje se abre mostrándonos el valle del arroyo de Albalá con los perfiles de la torre de Matrera en la lejanía y, como telón de fondo la Sierra de Grazalema. Este arroyo, tributario del embalse de Bornos, discurre a la derecha de la carretera delatado por su arboleda acompañante en la que no faltan sauces, fresnos, chopos, álamos y olmos. Entre sus sotos se pueden ver las ruinas de algunos molinos que aprovechaban las pequeñas pero constantes corrientes del arroyo, alimentado durante todo el año por los manantiales de la zona. Aún se conserva en la cabecera del arroyo el curioso molino El Pilón, restaurado años atrás en un paraje verdaderamente delicioso, al que accedemos desde la carretera Arcos-El Bosque en las Mesas del Jardín.

En Las Anderas.



Apenas hemos recorrido un kilómetro desde que dejamos el alcornocal veremos a la izquierda de la carretera un carril que tomaremos para subir, ladera arriba, hasta el paraje de Las Anderas. Nos apartamos así, por un momento de la carretera y seguimos unos dos kilómetros por este camino que transcurre por una antigua vía pecuaria y que asciende hasta los lomos de El Bachiller y Las Anderas. Desde este lugar, habremos ganado altura para obtener una magnífica vista de las colas del embalse de Bornos y del valle del arroyo de Albalá, donde destacan los viñedos de Huerta de Albalá y de El Regantío. Pero sin duda, el pequeño desvío habrá merecido la pena porque además de todo ello, desde Las Anderas se nos ofrecen unas inigualables vistas de la Sierra de Grazalema, cuyos perfiles, desde Sierra Margarita hasta Sierra de los Pinos, se nos muestran aquí cercanos y nítidos, como en pocos lugares.

A los lados del carril diferentes construcciones han ocupado la vía pecuaria y en muchos rincones volvemos a encontrarnos los estratos rocosos de arenisca. Cruzaremos también pequeños arroyos que nos revelan la existencia de manantiales en la zona, algunos de los cuales son muy conocidos y se encuentran al borde del camino, delatados por las espesas matas de mastranzos que los ocultan. Uno de ellos tiene su origen en las proximidades de la antigua casa de Las Anderas, actualmente en ruinas, que conserva un curioso horno de pan. El manantial, ha sido canalizado hasta una pequeña pileta que sirve de abrevadero a los rebaños de cabras y ovejas que pastan en estas laderas erosionadas de Las Anderas, el Acebuchal y la Loma del Bachiller, donde desde hace unos años se está llevando a cabo una experiencia de reforestación con algarrobos (pueden verse los cercados desde el carril en distintos puntos), con el patrocinio de la Consejería de Medio Ambiente, del CSIC y del Proyecto Life.

Por tierras de Albalá y el Regantío: viñedos y bodegas.

Pero volvamos de nuevo al valle y a la carretera. Algo más abajo, cuando apenas hemos recorrido 4 km desde que nos desviamos de la de Arcos-El Bosque, los viñedos que se extienden por las laderas a la derecha del camino, nos anuncian la proximidad de la Huerta de Albalá.

Albalá, en la acepción que recoge el diccionario de la RAE es “carta o cédula real en que se concedía alguna merced, o se proveía otra cosa”. Este nombre hace también alusión al “documento público o privado en que se hacía constar algo”. No faltan quienes, al referirse al topónimo que bautiza estas tierras acuden a estas referencias (3). Sin embargo, conviene recordar que la aldea de Albalat, figura ya en un documento de 1256 por el que Alfonso X concede la villa de Matrera a la Orden de Calatrava (4). Este topónimo (en sus distintas formas de albalá, albalat, albalate…) está muy extendido en otros puntos del país, está relacionado con el ”al-balat” de los árabes: el camino, la vía, la vereda. En ocasiones puede hacer referenciatambién a calzada o camino enlosado, por lo que es más probable este último significado que apunta a la existencia de una vía de comunicación por el valle del arroyo de Albalá en dirección a Matrera.

Sea como fuese estos parajes están cargados de historia como se puso de manifiesto hace una década, cuando se iniciaron las obras de construcción de la bodega Huerta de Albalá y salieron a la luz restos de una importante villa romana. De la mano de la escritora gaditana Francisca Larrea, estos paisajes están también en las páginas literarias, tal como leemos en su Diario del viaje a Arcos y Bornos. Describe aquí su visita a la Huerta de Albalá el 8 de junio de 1826: “Ayer tarde fuimos en borricos al huerto de Albalá, que dista de aquí una legua. El camino va por lomas y repechos ya de trigos, ya de manchones de yerba yflorecillas. Tuve la satisfacción de ver que estas sementeras no tienen la alheña que ha acometido a los campos de estelado del río. El huerto es de frutales y demás árboles que forman las arboledas de Bornos” (5). A mediados del siglo XIX Madoz, en su Diccionario Geográfico, se refiere a esta finca como Aranjuez o Huerta de Aranjuez, y alaba las bondades del terreno destacando que “se halla establecido en ella el cultivo de la batata de Málaga, y el dueño ha hecho un gran plantío de moreras y árboles frutales de esquisita calidad”. En el primer mapa provincial de Cádiz, de F. Coello (1858) aún aparece con este curioso nombre.



Historia y tradición se dan la mano en estos parajes con la modernidad, expresada en los viñedos y bodega de la finca Huerta de Albalá, reconocida ya como una de las mejores explotaciones vitivinícolas de la provincia, en la que nos vamos a detener. La bodega, con cierto aire de ”château” francés es una moderna construcción, que se levanta en una suave ladera. Enclavada en la zona central de un viñedo de 75 hectáreas en el que crecen unas 225.000 cepas, ha sido diseñada para tratar de conseguir su máxima integración con el paisaje circundante. Las variedades predominantes en el viñedo son la syrah y la merlot y, en menor proporción, la cavernet sauvignon y la tintilla de Rota, está última autóctona y de más difícil cultivo.

Cuando llegamos hasta la bodega, salta a la vista que nos encontramos ante un edificio armonioso desde cuyos porches y jardines, abiertos al valle, se obtienen magníficas vistas del viñedo, de los cerros circundantes y de las colas del embalse de Bornos, pueblo cuyo caserío también se divisa. En la primera planta se encuentran las oficinas, dependencias comerciales, laboratorios y sala de catas. En los sótanos donde se aloja la bodega, llaman la atención del visitante las cuidadas instalaciones donde el orden y la limpieza son extremos. Distintas salas albergan las zonas de recogida de uvas y prensas, los enormes depósitos de fermentación, de acero inoxidable, los grandes tinos de roble francés, con capacidad de 5000 l, los “dormitorios de botellas”, donde reposan miles de ellas esperando su comercialización… Pero sin duda, la que reclama la atención del visitante es la gran bodega que alberga 1200 barricas de roble francés. Elaboradas por afamados tonelerías del país vecino, las barricas tienen una capacidad de 225 litros, de los que se evaporan, por término medio unos 16 litros al año que es preciso reponer.



Aunque la bodega se inauguró en 2006, ya en 2001 y 2002 se realizaron las primeras plantaciones y fue en 2005 cuando se obtuvo la primera cosecha que empezó a comercializarse en los años siguientes. La calidad de los vinos es excepcional. Como etiquetas principales destacan Taberner 1, vinos exclusivos y Taberner, vinos de gama alta, así como los vinos Barba Rosa y Barba Azul. Nos vamos de la bodega, que en un futuro se ampliará con instalaciones dedicadas a la restauración, volviendo de nuevo a admirar el paisaje que se contempla desde sus porches y retomamos el camino.



La carretera discurre entre viñedos y dos kilómetros adelante cruzaremos por el pago de El Regantío, donde se ubica otra importante finca dedicada al cultivo de la vid y a la elaboración de vinos. La Bodega Regantío, ampliada y remodelada hace unos años, tiene el nombre de este paraje arcense y está presente en la zona desde principios del siglo pasado, llevando a gala en su pequeña historia el haber sido la primera bodega de Andalucía en producir vino tinto. En la actualidad el proyecto enológico ha ampliado sus actividades a la restauración y al turismo y la Venta El Regantío, que comparte dependencias con la bodega, es también una prestigiosa instalación hostelera. Desde los jardines que la rodean se obtienen unas magníficas vistas de las colas del embalse de Bornos y del caserío de esta hermosa población, con la sierra del Calvario como telón de fondo.

Seguimos ahora nuestro camino y, algo más adelante, comenzaremos a ver a la izquierda de la carretera las arboledas que nos marcan el límite de las colas del pantano, una de las cuales cruzaremos por un puentecillo. A partir de este lugar, y hasta el cruce con la carretera de Prado del Rey a Villamartín, habremos recorrido 15 Km, cruzando en este último tramo por una extensa llanada con excelentes tierras agrícolas. Ya en el cruce, después de haber pasado junto al arroyo Alberite, podremos dirigirnos hacia Villamartín (a la izquierda) o hacia Prado del Rey (a la derecha), pudiendo hacer un alto en la Ermita de las Montañas, a la que volveremos en otra ocasión para subir hasta el cercano castillo de Matrera. ¡No se pierdan estos hermosos parajes!.


Para saber más:
(1) Aparicio, A., Pérez, C. y Ceballos, G.: Bosques-Isla de la provincia de Cádiz. Junta de Andalucía, consejería de Medio Ambiente, Jerez, 2001, p. 84.
(2) Astillero Ramos J.M.: “La formación del término de Arcos de la Frontera: 1249-1544”, en M. González Jiménez y R. Sánchez Saus (coord.), Arcos y el nacimiento de la frontera andaluza (1264-1330), Ed. UCA, Ed. Universidad de Sevilla, Ayuntamiento de Arcos de la Frontera, 2016, p. 128
(3) Pérez Regordán, M.: Nomenclátor de Arcos de la Frontera. El Campo. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 199. Pg. 37.
(4) Astillero Ramos J.M.: “La formación del término de Arcos…”, ob. Cit., p. 128.
(5) Francisca Larrea. Diario. Graficas el Exportador. Jerez. 1985. Edición especial realizada por la asociación de Amigos de Bornos, p. 137.
(6) Madoz, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. “Cádiz”. Edición facsímil, 1986, p. 52.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 15/01/2017

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