De La Cartuja a La Corta: los baños en el río.
Un paseo por las playas fluviales del Guadalete




Desde el pasado sábado 21 de junio a las 12h 51m hora oficial peninsular, ya estamos en verano. Esa es, al menos, la información que nos llega desde el Observatorio Astronómico Nacional y se añade que esta estación durará 93 días y 15 horas y terminará el 23 de septiembre con el comienzo del otoño. Sea como fuere, si algo caracteriza de manera inequívoca la llegada del verano, es el inicio de la temporada de baños que, desde hace ya unas semanas, viene marcada por el éxodo de los jerezanos hacia las playas cercanas. Sin embargo, cuando en tiempos pasados se hablaba de “verano” y de “baños”, en lo que de verdad se pensaba era en bañarse en el río. En el Guadalete.

Los baños en el Guadalete.



Y es que las “playas de Jerez”, durante la segunda mitad del siglo XIX no eran Valdelagrana o La Puntilla, La Ballena o El Palmar… sino la ribera del río comprendida entre la Huerta de la Cartuja -junto al Monasterio- y el Vado de los Hornos. Este último lugar se corresponde con la actual barriada rural de La Corta, donde a comienzos del siglo XX se construiría un azud para los regadíos de los Llanos de las Quinientas.



Los alrededores del Puente de Cartuja y de El Portal fueron también otros parajes fluviales a los que los jerezanos acudían para bañarse en el Guadalete. El investigador de nuestra historia ferroviaria Francisco Sánchez Martínez, nos informa que ya en el verano de 1854, recién inaugurado el primer tramo del ferrocarril entre Jerez y El Puerto de Santa María, “…la empresa ferroviaria establecía un servicio especial para llevar a la gente a tomar los baños en el río Guadalete junto al muelle del Portal, los precios de ida y vuelta eran de 3 reales/v en 3ª clase, y 5 reales/v en 2ª clase”. (1)

En la segunda mitad del siglo XIX los baños en el río debieron ser muy populares y, para regularlos, el Ayuntamiento de Jerez elaboró las correspondientes Ordenanzas Municipales de Baños Públicos en el Guadalete. Esta normativa se publicaba con la llegada del verano, época en la que los jerezanos encontraban en el río el mejor lugar de esparcimiento. Su lectura detenida nos aporta curiosas referencias sociológicas de esa época en la que todavía no estaban de moda los baños de mar. Como ejemplo de ellas, sirvan las correspondientes al año 1873 en las que se incluyen artículos realmente llamativos:

Art. 281. La temporada de baños en el río Guadalete durará desde el 16 de julio al 8 de septiembre ambos inclusive. Antes ó después de esta fecha sólo podrán bañarse los que justifiquen por certificación facultativa la necesidad de hacerlo, adquiriendo al efecto el competente permiso. El Alcalde podrá, sin embargo, anticipar el principio de la temporada ó hacerla más duradera, si la estación ó cualquiera otra circunstancia aconsejase alguna de estas variaciones.

Art. 282. Para los baños al aire libre se señala el espacio que hay entre los sitios llamados Vado de los Hornos y Huerta de la Cartuja, reservándose a toda hora para las mujeres una cuarta parte del dicho sitio, a contar desde el primer punto.

Art. 283. No podrán establecerse cajones para baños sin permiso previo de la alcaldía, siendo de cargo del que lo solicite, sufragar los gastos de reconocimiento pericial que se efectúe y hacer todo lo que se le prescriba para la debida seguridad de los bañistas.

Art. 284. Se prohíbe que se bañen los niños si no van acompañados de personas mayores: así como que lo hagan juntas personas de distinto sexo, aún cuando estén casados. Los individuos pertenecientes á establecimientos de Beneficencia necesitarán además el permiso de sus jefes.

Art. 285. Todos los bañistas quedan obligados á usar, según su sexo, el traje que la decencia prescriba, prohibiéndose además cruzar el río á nado, promover juegos ó alborotos dentro del agua, y en absoluto todo hecho ó dicho ofensivo á la moral.

Art. 288. En el Puente de Cartuja y sitio del Portal, se bañarán los caballos y demás bestias con absoluta prohibición de ejecutarlo en otro punto. En estos mismos sitios y otros no señalados para baños de personas podrán los laneros, tintoreros, etc., lavar los efectos propios de sus artes y oficios durante la temporada de baños, verificándolo en las demás épocas donde lo crean más conveniente.

Art. 289. Los que contravinieren las disposiciones de este capítulo incurrirán en la multa de 2 a 25 pesetas, según los casos
.”

La Corta y los alrededores del Puente de Cartuja, fueron lugar habitual de baños hasta la década de los 60 del siglo pasado, época en la que los vertidos urbanos e industriales convirtieron al río en una cloaca. En una de las fotografías que ilustra esta entrada, puede verse a nuestro viejo amigo Pepe Salas, disfrutando de un baño con sus amigos en el río en la década de 1950. Parajes como los de La Greduela, Bucharaque (en La Barca), Tablellina, en las cercanías de la Junta de los Ríos… fueron otros tantos lugares de baños en el Guadalete, antes de que la contaminación terminara con ellos.

Baños en el río en El Puerto de Santa María.

En El Puerto de Santa María, junto a los baños de mar en la Playa de La Puntilla, el verano se anunciaba también con los baños en el Guadalete. Como ha estudiado el historiador portuense Enríquez Pérez Fernández (3), existen ya noticias de regulación municipal de los baños en el río desde 1816, cuando se concedió en exclusiva a la Casa de Niños Expósitos la facultad de instalar barracas, cajones y aposentos para los baños "aplicando su producto al aumento del salario de las nodrizas o amas de cría y a las demás urgencias y necesidades que padece la casa y los inocentes niños".

Pero será a partir de 1860 cuando empiezan a adquirir más relevancia. La temporada se iniciaba con el verano, por San Juan, debiendo ponerse fin a la misma después de la Virgen de los Milagros, el 8 de septiembre. Como sucedía en Jerez, también en El Puerto hombres y mujeres ocupaban espacios diferenciados, estableciéndose multas de cuatro ducados a los hombres que fueran sorprendidos en la zona reservada a las mujeres. En esta época operaban tres empresas de baños en el río y una en La Puntilla, lo que da idea de la importancia de los baños en el Guadalete frente a los de mar. Para facilitar los baños en el río y evitar los peligros de las corrientes, se instalaban en la orilla barracas y una pasarela que comunicaba con una estructura de madera techada, situada en el río, donde se encontraban los baños flotantes, con cajones sumergidos que impedían que los bañistas pudieran ser vistos (4).

Entre las escasas imágenes que se conservan sobre aquellos baños en el río destacan por su espectacularidad las del arquitecto y fotógrafo jerezano Francisco Hernández-Rubio, rescatadas por Adrián Fatou y que pudimos admirar hace unos meses en la magnífica exposición “Arquitectura de una mirada”. Realizadas en los primeros años del siglo XX, se observan en ellas los bañistas en la orilla del río, a los pies del antiguo Puente de San Alejandro, con las salinas al fondo, desde el que se lanzan al Guadalete los niños y jóvenes en atrevidas piruetas (5).

También en El Puerto –como en Jerez- el Guadalete quedará vedado para el baño a partir de la década de los 60 del siglo pasado, como consecuencia de la contaminación de sus aguas. Habrá que esperar hasta julio de 1995, tras más de una década de lucha por la recuperación del río y la puesta en marcha de un Plan de Saneamiento, para que los colectivos ciudadanos y ecologistas integrados en la Federación Ecologista Pacifista Gaditana, celebren la fiesta “El Guadalete empieza a vivir” dándose un simbólico “baño popular” en las aguas del río Guadalete que empieza, por fin, un proceso de lenta recuperación.

Una bañista de excepción: Fernán Caballero.



De la mano de una de nuestras más renombradas escritoras decimonónicas, Fernán Caballero, podemos hacernos una idea muy aproximada de cómo eran aquellos baños en el ríoGuadalete a mediados del siglo XIX. Lo describe con detalle en una de sus novelas más célebres “Un verano en Bornos”, escrita en 1850.

Cecilia Böhl de Faber se deshace en elogios hacia esta localidad serrana señalando los baños en el río Guadalete como uno de sus atractivos: “Este pueblo es muy lindo y tiene un indisputable aire señorito (así traduzco el come il faut francés).

Se deja ver que la esplendidez con que Cádiz en otros tiempos esparcía, y aún tiraba el dinero, lo hizo llegar a este apartado lugar, al que vendrían aquellos millonarios que sabían serlo, á buscar el bienestar y la salud que procuran sus aires puros, sus hermosas aguas y los baños de su río, suaves y tónicos á un tiempo, por afluir a él en estas cercanías algunas fuentes minerales
”.

En su Carta VII descubrimos las “casetas” de baño de la época y la curiosa forma en que se construían y utilizaban: “Hemos empezado los baños en el río. Según la costumbre establecida aquí, nos han hecho una choza anfibia, esto es, que se asienta en la orilla y se prolonga en el río. La parte acuática está sin techar, pues nos bañamos á la caída de la tarde, cuando ya el sol ha descendido; sus cuatro paredes de cañas, castañuelas y junco vano, unidas por una tomiza de palma y sujetas á unos postes con jical de esparto, forman una florida alberca de agua corriente y tibia, muy preferible á las de alabastro con sus estancadas aguas. El buen hombre que la hizo, dejó en el fondo una puerta abierta para que la persona que quisiese pudiese salir al río; pero mi madre me había prohibido hacerlo, porque, aunque no es profundo, le habían advertido que tenía ollas, esto es, unos hoyos en que es muy fácil caer y ahogarse la persona que no sepa nadar” (6).

En las distintas cartas que componen “Un verano en Bornos”, Fernán Caballero menciona en muchas ocasiones estos baños en el Guadalete: “…el río y el aire son bienes comunes; cada cual puede disfrutarlos sin acreditarse por eso de socialista”, llega a decir en una de ellas. En su carta VIII resume lo que suponen para ella los baños, a través de uno de sus personajes: “Luisa mía: nada me prueba tanto como la benéfica influencia que sobre mi han ejercido estos aires y estos baños, como lo hace el bienestar moral de que por grados voy gozando”.

Las playas fluviales en la actualidad.



Hoy día, los baños en el Guadalete y en algunos de sus arroyos tributarios son una rareza… pero aún existen puntos donde se practican de la mano de nuevas instalaciones. Entre las pequeñas “playas fluviales” o parajes donde los vecinos acudían a bañarse mencionaremos las que existían en las riberas del Bocaleones o del Arroyomolinos. En este último arroyo encontramos la “Playita de Zahara”, nombre con el que se conoce a la adecuación recreativa instalada en su cauce hace apenas veinte años, donde la construcción de una represa en el cauce del arroyo ha dado lugar a una “piscina” natural de aguas cristalinas que cuenta con distintos servicios para facilitar el baño.

Aguas abajo de la presa de Zahara, se construyeron hace unos años pequeños azudes para crear una lámina de agua permanente en el Guadalete y facilitar el baño. Son los casos del Puente de la Nava en Algodonales y de La Toleta, en las proximidades de uno de los accesos a la Vía Verde, en Puerto Serrano. Ambos se encuentran hoy deteriorados. Atrás quedan los tiempos en los que familias enteras acampaban en las alamedas junto al puente viejo de La Nava, conocido como “el de los americanos”, para pasar unos días de “veraneo” junto al río y bañarse en sus aguas.



En la cuenca del Majaceite, uno de los rincones preferidos por los bañistas eran las inmediaciones del Puente del Arroyo del Astillero, muy cerca del poblado del Charco de los Hurones. Este lugar llegó a contar con instalaciones recreativas dependientes del Ayuntamiento de Jerez, hoy en estado de abandono. Aguas abajo, este mismo arroyo tenía otra zona para baños muy concurrida hace unas décadas, antes de que las aguas del embalse



de Guadalcacín la cubrieran: los alrededores del viejo puente del Picao, entre Tempul y Algar. El embarcadero de Bornos y el Club Naútico del Santiscal, en el embalse de Arcos son también otras zonas donde pueden verse bañistas.



En los últimos años, han surgido dos nuevas instalaciones a orillas del embalse que nos permiten disfrutar del contacto con la naturaleza, de los deportes acuáticos y del baño. Se trata del complejo del Tajo del Águila en Algar (con embarcadero, piscina, alojamientos rurales…) y la conocida como “Playa de San José del Valle”, (actualmente se realizan mejoras) una adecuación creada en las cercanías de la presa de Guadalcacín que cuenta con playa artificial acotada para el baño y embarcadero con piraguas, canoas y barcas.


Ver La "Playa de Jerez": baños en el Guadalete en un mapa más grande

¡Qué tengan ustedes un buen verano!

Para saber más:
(1) Sánchez Martínez, F.: “El Portal, su muelle, el arrecife a Jerez y el Ferrocarril (II)”, Diario de Jerez, 11/06/2013.
(2) Clavero, J. García Lázaro, A. y Grupo Entorno.: El Guadalete Empieza a Vivir. F.E.P.G., Consejería de Obras Públicas. 1996.
(3) Pérez Fernández, Enrique.: El vergel del Conde y el Parque Calderón: historia de dos paseos de El Puerto de Santa María. Biblioteca de Temas Portuenses. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, 2000.
(4) “Los baños de mar en El Puerto”. Diario de Cádiz, 20/07/2008. De este artículo hemos tomado la ilustración de las casetas de baño en el río.
(5) De la exposición “Arquitectura de una mirada. Francisco Hernández-Rubio, fotógrafo” comisariada por Adrián Fatou hemos tomado la fotografía que muestra a un joven saltando al río Guadalete desde el Puente de San Alejandro que ilustra la portada del libro-catálogo.
(6) Fernán Caballero.: Un verano en Bornos. Gráficas El Exportador. Jerez, 1985. Ed. Asociación de Amigos de Bornos. Pgs.161-162, 201-211 y 215.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Río Guadalete, El Paisaje y su gente, El Paisaje en la literatura, Paisajes con historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 29/06/2014

Un recorrido por el Término Municipal de Jerez en 1897
El Plano de Antonio Lechuga y Florido.




Casi siempre, en aquellas películas de aventuras de nuestra infancia que transcurrían en parajes remotos, había un “mapa del tesoro” que permitía a los protagonistas guiarse por montañas y valles o llegar hasta escondidas cuevas o playas secretas donde se ocultaba un cofre lleno de joyas y monedas de oro. El mapa era la clave sin la que no era posible encontrar el tesoro buscado. Sin embargo, a veces, el auténtico tesoro es el mapa. Este es el caso de aquel fragmento de la Tabula Rogeriana de al-Idrisi, conservado en Oxford, aquel en el que Jerez, la “Šeriš” musulmana aparece -quizás por primera vez- en un mapa fechado a mediados del siglo XII.

El que hoy destacamos es también un documento muy singular, otro “tesoro de mapa” tanto por la valiosa información que contiene, como por la forma en la que ha sido “rescatado” y restaurado digitalmente para el disfrute de todos. Nos referimos a lo que sin duda podemos calificar como una auténtica “joya” de la cartografía histórica jerezana: el “Plano del Término Municipal de Jerez de la Frontera”. Como figura en su leyenda, fue Arreglado a la escala de 1/100.000 para la Guía de Jerez de 1897, por Antonio Lechuga y Florido.



Hace tiempo que ya teníamos referencias de él a través de las citas de A. Góngora y del Catálogo de Cartografía Histórica de Cádiz (1), sin embargo, hasta hace unos años no habíamos podido tener acceso a copias con la calidad suficiente para su estudio.

Las imágenes que ofrecemos sobre este plano, cuyo original en color tiene unas dimensiones de 54 x 78 cm. y del que también se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional, han llegado hasta nosotros gracias a la generosidad del profesor e investigador don Francisco de B. Zuleta Alejandro. En el enlace http://www.gigapan.com/gigapans/44987 (2) los lectores interesados tienen la oportunidad de consultarlo detenidamente. Podremos admirar así el magnífico trabajo realizado en 2010 por F. Zuleta, en el que se reproduce fielmente un original de la colección de don Emilio Lustau Ortiz de Latierro, que ha sido reconstruido digitalmente con partes de otro original de su propiedad. Estos documentos forman parte de los proyectos de Investigación Histórica e Información Geográfica del Seminario Agustín de Horozco de la Universidad de Cádiz que dirige el Dr. Lázaro Lagóstena Barrios. A todos ellos agradecemos desde aquí su amabilidad y las facilidades
mostradas para poder consultar y ofrecer este interesante Plano.

Antonio Lechuga y Florido, un curioso personaje.

El autor de este plano-mapa de nuestro término municipal fue el “polifacético” periodista jerezano Antonio Lechuga y Florido, hombre curioso y activo, movido por múltiples inquietudes políticas, culturales y comerciales. A modo de ejemplo de sus numerosas colaboraciones en la prensa escrita baste recordar que en 1889 fue el primer director de El Defensor de Jerez, “diario independiente” de orientación republicana. Entre 1890 y 1897 fue redactor del diario Jerez. Dos años más tarde, en 1899, firma también como colaborador en El Eco de Jerez, “periódico de intereses locales y generales”, y en ese mismo año será también director del diario local El Mensajero. (3)

Lechuga y Florido fue miembro destacado de diferentes asociaciones culturales de la ciudad, como el Ateneo Científico, Literario y Artístico, fundado en 1897, y en el que al año siguiente de su creación ya forma parte como secretario de la Sección de Literatura y Lenguas. En 1905 se incorpora también a la Junta Directiva de la Academia de Bellas Artes de Santo Domingo (4). En el plano político, Antonio Lechuga fue concejal del Ayuntamiento de Jerez en 1910.



Juan de la Plata traza un perfil biográfico de este singular personaje y nos informa que “…fue periodista en ejercicio desde 1878 y escribió de todo, bajo las formas de artículos políticos o literarios, crónicas, poesías, novelas cortas, narraciones, criticas, con o sin seudónimo, o con su propio nombre, en los periódicos locales 'El Defensor de Jerez' y 'Jerez'; y colaborando en periódicos de Sevilla, de Córdoba, de Santander, de Madrid, de Cádiz, de San Fernando y de Málaga. Pero a pesar de tanto multiplicarse escribiendo, se decía que nunca consiguió reunir dos pesetas. Hombre que tenía tanto de periodista por fuera, como por dentro; desaliñado en el vestir, barbudo y soñador; confesándose políticamente, él mismo: "Yo he sido siempre y soy republicano; me he significado públicamente en todos los actos de mi partido y atenderé con preferencia el culto de esos ideales por encima de todas mis conveniencias.

Lechuga sirvió de joven, durante cuatro años, como voluntario, en la Marina, entre la Capitanía General de San Fernando y el Ministerio, en Madrid, y al término de su compromiso militar, estuvo de dependiente de un importante comercio; haciéndose más tarde comerciante en vinos y viajando luego a todas las provincias españolas. Su vida la consagró por entero al trabajo y al estudio; admiraba a Cervantes y a Campoamor; a Ribera y a Velázquez; se deleitaba con Mozart y se entusiasmaba con Castelar…
” (5).

El “Plano del Término Municipal de Jerez de la Frontera” de 1897.

El Plano “se repartió como regalo a los suscriptores de la Guía de Jerez por D. Miguel de Bustamante, correspondiente al año 1897”, siendo muy apreciado en la ciudad al representar, por primera vez en un formato de medianas dimensiones y con buen número de detalles, todo el término municipal a escala 1:100.000 (6). En su elaboración, Lechuga aprovechó sin duda trabajos anteriores, realizando una completa y más que aceptable labor de síntesis de la información topográfica disponible hasta el momento.



Por esta razón ofrece una valiosa información sobre los elementos más relevantes de nuestro territorio, su “ordenación” y, en especial, sobre una rica toponimia que se ha ido perdiendo paulatinamente a lo largo del último siglo y con la que, gracias al Plano, nos reencontramos. Y todo ello en una fecha clave, cuando sólo faltan 3 años para el cambio de siglo, por lo que este documento constituye un testimonio gráfico de gran valor al retratar el marco geográfico del Jerez del siglo XIX.

En el Plano puede apreciarse, por ejemplo, la incipiente red de carreteras existente a finales del XIX, donde sobresale la de Cádiz a Madrid. Esta vía mantiene aún el trazado original del antiguo Camino Real que pasaba por El Portal hasta que se adaptó el tramo alternativo por Matajaca, siguiendo el viejo camino de La Trocha del Puerto, que también recoge el mapa. Las carreteras de Sanlúcar, Arcos o Trebujena figuran también como tales, no así las de Cortes o de Medina, está última señalada como camino. El mapa da cuenta también de la línea férrea Madrid-Cádiz, junto a la que se ubica la Estación Telegráfica de El Portal, hoy desaparecida. De la misma manera nos ilustra sobre la traza del ferrocarril Jerez-Sanlúcar-Bonanza, donde figura el apeadero de las Tablas que fue desmantelado hace casi cuatro décadas. Como dato curioso, el Plano aún permite conocer los puntos en los que existieron las torres del telégrafo óptico existente a principios del siglo XIX incluyendo dos curiosos topónimos como el de “Telégrafo de Montegil” o el de “Viña del Telégrafo”. Entre las obras públicas que se representan destaca el “Canal cubierto de Tempul” como se denomina al acueducto, cuyo recorrido podemos seguir cruzando el término de Este a Oeste.

De gran interés es también la pormenorizada red de cañadas, caminos de herradura y caminos carreteros que ofrece, imprescindible para conocer el trazado de nuestras vías pecuarias, muchas de las cuales se han perdido por usurpación de las fincas colindantes o por asentamientos ilegales. En este sentido, el Plano aporta información relevante sobre algunas de estas cañadas, caminos y descansaderos que no figuran ya en el “Proyecto de clasificación de las vías pecuarias existentes en el término municipal de Jerez”, elaborado en 1948 por el Perito Agrícola D. Enrique Gallego del Fresno para la Dirección General de Ganadería, por lo que hay que deducir que se perdieron ya en aquellas fechas. Por citar sólo algunas, en el Plano se resalta la importancia que como vías de comunicación en el Jerez rural tuvieron cañadas como la del Alamillo (actual carretera de La Ina a Torrecera), la de Cuartillos cuyo trazado sigue en buena parte la actual carretera de Cortes, la Cañada Ancha, que comunicaba con Mesas de Asta o las de Espera, Bornos, Las Cabezas o Lebrija, cuyo trazado se mantiene aún parcialmente cien años después.

Barcas, pasadas, vados, lagunas… que desaparecieron.

Cuando los caminos y cañadas llegan hasta los ríos y arroyos, los cruzan por vados y vaderas, pasadas o barcas, de los que el Plano nos ofrece también algunas pistas. Se mencionan así la del Alamillo, junto al actual Puente de El Torno, la de La Florida, la del Boyal, la de Berlanguilla, la de Tempul, en el Majaceite… Los únicos puentes que cruzan el río son el de Cartuja y el del acueducto de Tempul, que el Guadalete arrastraría veinte años más tarde, en 1917.



El mapa es también testigo mudo de la desaparición de algunos humedales y en él se da cumplida información sobre ríos, arroyos (“vertientes”), lagunas y “pantanos”, en referencia a las amplias zonas de marismas de nuestro término. Así, por ejemplo, puede observarse el emplazamiento de lagunas como las de la Isleta (en las Pachecas), de Bocanegra (en las Quinientas), de Rajamancera (junto a La Ina), de Mesas de Asta o de “Torroz”, total o parcialmente desaparecidas en la actualidad.

La toponimia y los emplazamientos referidos a pozos, fuentes, manantiales, abrevaderos, pozas y otros lugares relacionados con el agua y sus formas de captación y almacenamiento son muy numerosos, como no podía ser menos en un término en el que abundan los grandes terrazgos dedicados a la agricultura y a la ganadería. De la misma manea son muy abundantes las referencias al poblamiento rural de nuestro vasto alfoz delatado en el mapa por la presencia de muchas construcciones aisladas, diseminadas por todo el término. En este sentido se incluyen infinidad de datos sobre chozas, casas perdidas en el monte, ranchos, cabrerizas, zahúrdas y zahurdones, cortijos, casas de viñas, estancias, ventas en los cruces de caminos (La Florida, Zumajo), molinos harineros y de aceite (Cartuja, La Compañía, Espartinas, El Rizo, ), molinetas (la de Ortela, por ejemplo), caleras (El Mojo, Torremelgarejo), palomares (como el de Zurita)… ya desaparecidos muchos, pero conservados a través de la toponimia en la “memoria geográfica” de nuestro territorio.

Los alrededores de la ciudad y las viñas.



Una mirada detenida merecen los alrededores del casco urbano en los que el lector descubrirá un Jerez limitado hacia el Este por el trazado de la vía férrea y, sobre todo, una amplia referencia toponímica de espacios y lugares, de pagos y haciendas integrados ya en nuestra trama urbana. Como curiosidad, se indica la situación del antiguo Hipódromo,… frente al actual Circuito de Velocidad. De la misma manera, el Plano supone un instrumento de primer orden para conocer la extensión del viñedo jerezano en todo el término ya que los pagos y fincas dedicada a viñas están destacados (en verde) para su mejor identificación.

Los castillos y torres más relevantes de nuestro término o las ermitas rurales (El Valle, El Mimbral, La Ina), figuran también en el Plano de Antonio Lechuga. Como dato curioso, el Monasterio de la Cartuja aparece en el mapa como “Convento ruinoso”, delatando así su estado de conservación en estos años finales del siglo XIX.

No queremos terminar sin destacar el gran valor que el Plano del Término de Jerez de la Frontera aporta para investigadores y, en general, para las personas interesadas en conocer mejor nuestra tierra. De todo ello el lector curioso podrá obtener una detallada información accediendo virtualmente al mapa (en “tamaño real”) a través del referido enlace gracias al magnífico trabajo realizado por F. Zuleta Alejandro. Que ustedes lo disfruten.

Para saber más:
(1) Instituto de Cartografía de Andalucía: Catálogo de cartografía histórica de Cádiz. Consejería de Obras Públicas y Transportes, Sevilla, 1996. Pg. 195, Ref. 3062.
(2) Enlace “Plano del Término Municipal de Jerez de la Frontera”, digitalizado por F. Zuleta Alejandro: http://www.gigapan.com/gigapans/44987
(3) A. de Góngora: El periodismo jerezano. Apuntes para su historia. Imprenta de El Guadalete, Jerez, 1900.
(4) Caballero Ragel, Jesús:Exposiciones y artistas en el Jerez del XIX. Las exposiciones de la Sociedad Económica Jerezana”. Centro de Estudios Históricos Jerezanos. Págs. 70-71 y 101.
(5) Juan de la Plata: “Mas sobre la APJ, los periodistas y periódicos jerezanos (II). Diario de Jerez, 12-02-2009.
(6) A. de Góngora:Materiales para la Historia de la M.N. y M.L. ciudad de Jerez de la Frontera”. Redición y adiciones por Manuel Ruiz Lagos. C.S.I.C. C.E.H.J. Patronato “José Mª Quadrado”. Jerez, Gráficas del Exportador, 1976., pg. 15

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Cartografía Histórica, Paisajes con Historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 22/06/2014

 
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