Un recorrido por las torres y castillos en torno a Jerez




Durante los siglos medievales nuestro territorio fue un espacio fronterizo, escenario de numerosos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes. No es de extrañar por ello que unos y otros construyeran castillos y fortalezas, torres y atalayas repartidas por la campiña y las serranías en torno a Jerez, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días. Los orígenes, funciones y tipología constructiva de cada una de ellas son muy variados pero, en líneas generales, obedecen a un propósito defensivo y de control del territorio, estando ubicadas en puntos estratégicos (sierras, cerros sobresalientes, peñones rocosos) desde los que se divisa un amplio horizonte y desde los que, en muchos casos, se tiene contacto visual con otras torres y fortalezas.

El historiador Bartolomé Gutiérrez señala en relación a su disposición espacial, y al papel que desempeñaban en la defensa de la ciudad estas construcciones militares, que “…son puestas en tal disposición que se ven unas a otras; y estas y las de la costa, que pertenecen a otras poblaciones (como las de tierra adentro) eran atalayas para enemigos, avisándose de unas a otras con los hachos encendidos; de modo que en corto espacio de tiempo, se noticiaban las novedades que ocurrían en toda la costa y su comarca; distinguiendo la urgencia según el modo de la señal con ahumadas o con luces y otras diferencias”. (1)



Para comunicar posibles amenazas, los castillos, atalayas y torres de almenara se valían de fuegos y ahumadas, permitiendo así la conexión de puntos distantes del alfoz, incluidas las zonas costeras, con la ciudad. En nuestro “recorrido” de hoy nos proponemos visitar aquellas de las que se conserva algún vestigio, así como otras de cuya existencia se guarda memoria en las fuentes documentales.

Torres en la campiña.



De entre las levantadas en época islámica, destaca la de Torrecera, una torre vigía construida en tapial y levantada por los almohades, probablemente en las primeras décadas del s. XIIII. La torre, que aún mantiene en pie tres de sus muros, está ubicada en el Cerro del Castillo, una pequeña elevación visible desde grandes distancias, en conexión visual con la ciudad y con Medina Sidonia. Desde su altura domina un amplio espacio de la vega baja del Guadalete así como el valle del arroyo Salado de Paterna, vía de comunicación natural con Alcalá y la zona sur de la provincia. Esta ruta fue seguida, entre otros, por Alfonso XI y su ejército en 1333 para la toma de Gibraltar.

De esta misma época puede ser también la cerca, también de tapial, que rodea la torre ubicada en las cumbres de la Sierra de Gibalbín, si bien los restos que se conservan de este torreón, reconstruido en distintos momentos, son de época cristiana. En sus lienzos, todavía pueden observarse grandes sillares procedentes de la ciudad romana que se levantó en las cumbres y las



faldas de esta sierra junto al cercano cortijo de La Mazmorra, de los que aún se aprecian las ruinas de distintas construcciones. A los pies de esta sierra aún se conservan también vestigios de otra antigua torre vigía: la Torre de la Hinojosa o de Pedro Díaz. Integrados en el actual



cortijo de La Torre de Pedro Díaz, aún pueden apreciarse los sillares y muros e tapial de la que fuera una sólida torres que despunta entre el caserío que la rodea.

También de época andalusí, como la anterior, fue la torre de Mesas de Asta, fabricada con tapiales y de cuya existencia hay constancia desde el siglo XIII hasta bien entrado el s. XVIII, aunque en la actualidad nada se conserva de ella. Esta torre debió estar en conexión con la que se alzaba en Los Alíjares, ubicada en un cerro que domina el antiguo camino de Sanlúcar y cuya base forma hoy parte de las construcciones del actual cortijo de Alíjar. Algo parecido sucede con la Torre de Macharnudo, también de origen medieval, que hoy vemos completamente remozada formando parte de las dependencias de la viña El Majuelo. Esta torre, levantada sobre un cerro que domina un gran territorio, enlaza visualmente con las de Gibalbín, Mesas de Asta, Alíjar y Espartinas, permitiendo el control de un amplio territorio.

Castillos y fortalezas.

En el punto más alejado del extenso alfoz jerezano se levantaba el Castillo de Tempul a cuyos pies se encontraba una aldea que, con la fortaleza y sus términos, fueron puestos por Alfonso XI bajo la jurisdicción directa del concejo jerezano en el siglo XIV. El castillo, jugó un importante papel en la época



medieval y aún en la actualidad se conservan los restos de algunos muros y el arranque de una de sus torres. Su emplazamiento, en un lugar muy próximo al copioso manantial, era de gran importancia estratégica en las luchas de frontera. La fortaleza, encaramada sobre un peñasco de roca ofítica, era de acceso muy difícil, controlándose desde este punto el paso natural del río



Majaceite, que corre a sus pies, y las comunicaciones con la Serranía. Hay que recordar que hasta la toma de Jimena y posteriormente de Cardela y de las demás fortalezas de la Serranía de Grazalema, bien entrado el siglo XV, el sector más oriental de los términos de Jerez fueron una frontera inestable con el reino nazarí de Granada, por lo que el Castillo de Tempul jugó un papel estratégico en la defensa del alfoz jerezano.



Entre los castillos medievales mejor conservados en la actualidad en el entorno rural de la campiña destaca el de Gigonza. Ubicado en las faldas de la Sierra del Valle, aún se mantienen en pie sus recios torreones y su cerca almenada. En su entorno existió una aldea medieval y



durante el siglo XIX y el primer tercio del XX acogió también un establecimiento balneario que se aprovechaban de sus manantiales de aguas sulfurosas. Desde Gigonza existe conexión visual con Torrecera, así como con los castillos de Arcos y Medina controlándose también las vías de comunicación entre ambas poblaciones.

Tras la conquista de Jerez por Alfonso X, se levantarán otras fortalezas y torres para el control de la zona de frontera y la defensa del territorio y se aprovecharán y reforzarán algunas de las ya existentes. De época cristiana es ya la Torre de Sidueña, posteriormente conocida como Castillo de Doña Blanca, ubicada a los pies de la Sierra de San Cristóbal, sobre el antiguo emplazamiento de la Shidûna andalusí, en una colina que domina el estuario del Guadalete, bajo la que se encuentran también los restos de un enclave fenicio presente aquí desde la primera mitad del siglo VIII a.C. La Torre ocupaba un lugar estratégico en el camino que unía Jerez y el Puerto de Santa María, siendo construida entre los siglos XIV y XV. Utilizada también como ermita, debió ejercer un papel de control sobre las embarcaciones que remontaban el Guadalete, navegable entonces hasta La Corta. Esta torre, conservada en la actualidad y recientemente restaurada, debió estar en conexión con la existente en las cumbres de la Sierra de San Cristóbal, ya desaparecida. Esta última, por su privilegiado enclave entre Jerez y el mar, jugó un papel fundamental para dar aviso a la ciudad de las amenazas procedentes de la costa al enlazar visualmente con la Torre de la Atalaya (también conocida como de la “Vela”, del Reloj” y del “Concejo”, adosada a la Iglesia de San Dionisio. Del valor estratégico de la desaparecida torre de San Cristóbal da cuenta Fray Esteban Rallón en su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera, al referirse a ella como “…el castillo y atalaya, árbitro del océano y de la tierra, índice de la paz y de la guerra que con sus fuegos y albarradas avisa a nuestra ciudad y su comarca de lo uno y lo otro”. (2)



Torres en los caminos de la sierra.

En el camino de Arcos, dominando los Llanos de Caulina y los accesos a la Sierra se levanta la Torre de Melgarejo. Hasta mediados del XIX, estuvo rodeada de un recinto murado (parcialmente destruido y muy reformado) y en los siglos medievales llegó a contar con dependencias subterráneas y foso. Esta torre, que fue construida probablemente en el s. XIV, formaba parte del sistema defensivo y de alerta de la ciudad en los siglos medievales y desde ella se enlazaba visualmente con la mayoría de las situadas en el sector norte del alfoz jerezano. Fernán Caballero, en su novela Lucas Garcia (1852), nos aporta una curiosa descripción de la torre y de sus leyendas.



Lamentablemente, el pasado verano, su esquina de poniente sufrió un desplome, viniéndose abajo parte de sus muros, dejando a la vista la bóveda de cañón de una de las antiguas salas el castillo. El cono de derrubios formado a los pies de los muros presagia la ruina de esta parte del castillo si no se actúa para frenarla.


Situado al sur del Guadalete, el Castilllo de Berroquejo controlaba los caminos hacia Medina y Vejer, siendo su ubicación de gran valor estratégico al ser este territorio el paso obligado para las rutas que unían el Estrecho con las campiñas. Emplazado sobre un peñasco calizo de difícil acceso, en un paraje cercano a Fuente Rey, aún hoy se conserva parte de su cerca y los muros de una de sus torres, desde la que se mantiene contacto visual con los castillos de Medina y Torre Estrella. El castillo Berroquejo es nombrado en las Crónicas de Alfonso XI y durante el primer tercio del siglo XIV verá acampar las tropas castellanas a sus pies en varias de las expediciones militares hacia Tarifa, Algeciras y Gibraltar.



Junto a los anteriores, se tiene también noticia de otras fortalezas y atalayas, ya desaparecidas. Una de las más referidas en la historiografía jerezana es la Torre de Santiago de Fé o de Efé (como escribe B. Gutiérrez) que se alzaba en el paraje de Las Mesas de Santiago, junto al camino de Bornos, en el emplazamiento que hoy ocupa el Cortijo de las Mesas de Santiago, donde hubo también una aldea medieval. Desde esta torre se enlazaba visualmente con las de Torremelgarejo, Gibalbín y Torre de Pedro Díaz, y se controlaban también los caminos de Bornos, Espera y el que se dirigía a Alocaz y las Cabezas por Gibalbín.

La Torre del Sotillo estuvo ubicada en el paraje de este nombre, junto al Río Guadalete en el lugar que actualmente ocupa la Cartuja, levantada probablemente sobre alguna de las pequeñas elevaciones próximas al río y desde las que se controlaba el paso natural conocido como “vado de Medina”. La Torre de Martín Dávila, de la que no se conservan restos, estuvo también próxima a otro vado del río. Se tiene constancia documental de otras atalayas ubicadas en La Suara, La Jarda, las Mesas de Soto Gordo (junto a Algar), Espartinas…

En el Cerro de la Torre, pequeña elevación que domina el valle del Arroyo Salado de Paterna, frente al Cortijo de Los Arquillos, se conservan también restos de una antigua torre y de otra más en el citado cortijo. En ambos casos, nada tienen que ver estas construcciones con instalaciones militares o de control del territorio, sino que están asociadas al acueducto romano del Tempul.

El profesor Emilio Martín Gutiérrez nos recuerda que las Ordenanzas Municipales de 1450 dedicadas a la guerra, prestan gran importancia al mantenimiento de estas atalayas: “Yten, que se de orden como en el tienpo que ouiere rebato, todos los ganados e los omes que estouieren en el campo, lo sepan por almenara o ahumadas fechas en los lugares do puedan ser vistas. E que luego que por ellos fueren vistas, dexen todas las fasiendas e se vengan a la çibdad… E para esto aya omes deputados e tengan cargo de faser las dichas almenaras e ahumadas cada uno en su lugar çierto, cada que les fuere mandado. E que tenga cargo los que primero vieren las dichas almenaras e ahumadas de llamar e apellidar a los otros çercanos dellos que no las vieren. E los que este cargo tosieren, porque mejor lo fagan, sean quitos de otros seuicios. E los lugares donde las tales personas deuen estar, son estos: en san Cristóual, en la Cabeça del Real, en la Torre de Diego Dias, en la Cabeça de Esprynas, en el Torrejón de asta, en el Cabeça de Macharnudo”. (3)



El rico legado histórico y cultural que suponen las torres y castillos repartidos por la campiña corre serio peligro de terminar por desaparecer si no se plantean intervenciones de consolidación, restauración y puesta en valor de los elementos más relevantes..Con independencia de las distintas figuras de protección de algunos de los castillos y torres mencionados, todos ellos están incluidos en la declaración genérica de Bienes de Interés Cultural de 1985. Lamentablemente, el inexorable paso del tiempo y la falta de actuación de los propietarios y de las administraciones, nos viene a recordar que para frenar el deterioro de nuestro patrimonio, hacen falta algo más que normas.

Para saber más:
- (1)- GUTIÉRREZ, B.: Coord.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera. Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, pg. 31..
- (2) - RALLÓN, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación. Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. I, pg. 2.
- (3)- MARTÍN GUTIÉRREZ, E. Y MARÍN RODRÍGUEZ J.A.: “La época cristiana (1264-1492)" en CARO CANCELA, Diego (coord.), Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval, I, Cádiz, 1999, p. 282-283.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otras entradas sobre Patrimonio en el medio rural, Mapas y Paisajes con Historia entornoajerez...

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 23/11/2013


Un recorrido por el patrimonio rural en torno a Jerez.


Atendiendo a la amable invitación del Ateneo de Jerez, el próximo jueves 29 de noviembre a las 19:00, haremos un recorrido por el rico y variado patrimonio en torno a Jerez. En la charla se abordarán seis grandes bloques de contenidos en los que se pasa revista a los elementos más relevantes de nuestro patrimonio rural.

El primero, dedicado a las Zonas Arqueológicas, se ocupa de los principales yacimientos del término municipal o cercanos a Jerez como Mesas de Asta, Gibalbín, Doña Blanca y el Poblado de las Cumbres, así como a los restos que se conservan del Acueducto Romano de Tempul.

Un segundo bloque está dedicado a las torres y castillos repartidos por nuestro alfoz, englobados la mayoría en la declaración genérica de Bien de Interés Cultural de 1985. Las torres de Melgarejo, Torrecera, Gibalbín, Doña Blanca, Macharnudo o los castillos de Tempul, Gigonza, Berroquejo son algunas de los comentadas, junto a otros menos conocidos como las de torres de Alíjar o Pedro Díaz.

Este recorrido por el patrimonio rural se detendrá también en las iglesias, monasterios y ermitas: La Cartuja, las Ermitas de la Ina y Salto al cielo o las ya desaparecidas del Mimbral o el Valle. Nos asomaremos también a algunas curiosas capillas de cortijos, así como a las cruces, cruceros y otros monumentos religiosos repartidos por muchos lugares de la campiña. Los cortijos, las casas de viña y las haciendas de olivar ocuparan otro de los apartados de la charla con ejemplos significativos de cada una de estas construcciones rurales, ligadas a la explotación de los recursos agrícolas, ganaderos y forestales, tan características de nuestros paisajes.

El patrimonio etnográfico, por la gran variedad de sus manifestaciones, será uno de los bloques más curiosos que se aborden. Así, entre otras cuestiones recorreremos algunos ejemplos relevantes de plazas de toros y tentaderos, palomares, azulejos devocionales y paneles cerámicos, puertas y rejas, veletas, silos, depósitos y chimeneas… En este bloque trataremos de las canteras históricas, de construcciones singulares dispersas en la campiña, de hitos y mojones o de los restos que se conservan del patrimonio ferroviario en el medio rural.

Para terminar, nos ocuparemos del patrimonio hidráulico. Así, haremos un rápido repaso por el relacionado con el abastecimiento de agua, haciendo referencia a fuentes, pozos y abrevaderos, a las infraestructuras de los siglos medievales, al acueducto de Los Albarizones a la Alcubilla, al acueducto de Tempul del siglo XIX o al patrimonio del Abastecimiento a la Zona Gaditana. El regadío y sus infraestructuras ocuparan la segunda parte de este bloque donde repasaremos los regadíos de La Corta y los del pantano de Guadalcacín, haciendo también un breve recorrido por las presas y embalses de la cuenca. Por último, y dentro también del patrimonio hidráulico y ligado al río, hablaremos del Puente de Cartuja y de los antiguos puentes y alcantarillas cuyos restos se conservan en nuestro término, con una mirada más detenida a los viejos puentes de hierro y a los nuevos puentes y viaductos, para terminar con los azudes.

Como no puede ser de otra manera, la charla no puede profundizar en todos y cada uno de los elementos patrimoniales mencionados, de ahí que la misma se aborde, como indica el título, a modo de recorrido visual (se exponen más de 700 fotografías) que sirva para mostrar la riqueza y amplitud del patrimonio rural en torno a Jerez.

Quedan todos ustedes invitados.


Por el Guadalete con el jesuita Martín de Roa (1617).
Un recorrido por el río y sus paisajes a comienzos del s. XVII.




En diferentes ocasiones hemos visitado en estas páginas de entornoajerez las riberas del río y nos hemos ocupado de sus paisajes más sobresalientes, tal como podemos contemplarlos en la actualidad. Sin embargo, hoy les proponemos un recorrido por el Guadalete dando un salto hacia actualidad. Sin embargo, hoy les proponemos un recorrido por el Guadalete dando un salto hacia atrás en el tiempo de cuatro siglos, de la mano del jesuita Martín de Roa, para conocer como era este río a comienzos del siglo XVII.

Nuestro escritor (Córdoba, 1560 - Montilla, 1637) fue un ilustre erudito que llegó a ser rector del Colegio de la Compañía de Jesús de Jerez, así como de los de otras ciudades andaluzas. Ocupado también en la investigación histórica, escribió diferentes trabajos, de acuerdo al gusto de la época, en los que trataba de indagar sobre la antigüedad de algunas de las ciudades (Córdoba, Málaga, Écija) cuyos colegios jesuitas dirigió. El libro que dedicó a Jerez lleva por título “Santos Honorio, Eutichio, Eſtevan, Patronos de Xerez de la Frontera” y fue publicado en Sevilla en el año 1617, siendo una de las historias locales más antiguas escritas sobre nuestra ciudad. Tras la Historia de Xerez de la Frontera de Gonzalo Padilla, obra del siglo XVI, considerada como la primera Historia Medieval de Jerez, la del padre Martín de Roa, bien puede ocupar el segundo puesto.

El capítulo XVI de su libro está dedicado a nuestro río y lleva por título “Del Río Guadalete, quantos aya dente nombre en Eſpaña. Origē de ſu apellido: i ſus cualidades” (1). En él, además de ocuparse de los orígenes mitológicos de su nombre, realiza una de las primeras descripciones que sobre el Guadalete se han publicado, aportando datos de gran valor para conocer aspectos geográficos de la comarca, y del papel de la importancia del río como fuente de riqueza y vía de comunicación para las poblaciones ribereñas. Ya en el siglo XVII, se pone de relieve la importancia del embarcadero del Portal como salida natural hacia las poblaciones de la Bahía de los productos jerezanos, informándose también del transporte fluvial que por el Guadalete se realiza de las distintas “mercaderías” con las que comercia la ciudad.

El nacimiento, la campiña y el puente de Cartuja.



La descripción comienza así: “Al medio dia deſta ciudad de Xerez de la Frontera, diſtante como una milla paſſa el Rio Guadalete conocido ſegun eſcriven Autores, en la antigüedad. Nace a los fines de la Eſpaña i del mundo, q‾ los antiguos conocieron, en las tierras de Ronda tres leguas sobre ellas en lo mas aſpero de la montaña: llega a la ciudad, i atraveſſando las tierras de Xerez recoge las aguas de ſus fuentes, i gargantas; ſale a lo llano tan caudaloso, que no da vado a los paſſageros. Paſſa cerca de la ciudad de Arcos, viene regando los canpos de Xerez haſta el Monaſterio de la Cartuxa; donde tiene una puente de piedra, maravilloſa labor, q‾ iguala las mejores de Eſpaña.

Tiene aquí la ciudad unos molinos que rinden cada un año tres mil ducados del poſſito: i la peſqueria de los ſabalos, q‾ los naturales llaman Almona, dos mil tambien a ſus propios
”.

En su relato, el padre Martín de Roa da cuenta de las principales ciudades y paisajes que recorre el Guadalete desde su remoto nacimiento “en lo más áspero de la montaña”, en un lugar situado en “los fines de la España y del mundo”, como denominaban los antiguos a esos parajes. Sin aludir directamente a Grazalema, puesto que todavía no se había fijado geográficamente su lugar de nacimiento, se apunta el origen del río en las “tierras de Ronda”.

Medio siglo más tarde, cuando Fray Esteban Rallón escriba su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera… también situará las fuentes del Guadalete en la misma comarca de la sierras de Ronda, “a quien los antiguos llamaron montes Oróspedas”. (2)

Martín de Roa apunta un dato curioso acerca de la naturaleza caudalosa del río que en “lo llano”, es decir, en las tierras de la campiña, “no da vado a los pasajeros”. Y no le falta razón al jesuita ya que conviene recordar que, salvo el viejo puente de Zahara y el puente de barcas de Arcos, el río no podía vadearse más que en los meses secos por contados lugares como los azudes de molinos o los parajes donde se acumulaban depósitos de antos rodados, los “cascajares”, por donde cruzaban personas y bestias de carga.

Se citan también los principales lugares que se vinculan tradicionalmente al Guadalete, con las indeterminaciones ya comentadas de su curso alto, y así menciona “la sierra”, Arcos, Jerez, La Cartuja, El Portal, Sidueña, El Puerto…

La descripción se recrea en uno de los rincones más estrechamente relacionados con Jerez y el río: los alrededores del monasterio de La Cartuja. Junto a “la puente de piedra”, que cuando Martín de Roa publica su libro apenas llevaba 75 años en uso (3), señala también las utilidades que el Guadalete proporciona a los ribereños, mencionando la existencia en su curso de aceñas y molinos, huertas o pesquerías de sábalos y apunta datos de gran interés económico que revelan ya el aprovechamiento y los beneficios que el concejo de Xerez obtenía del río hace 400 años. La pesca de sábalos, “la Almona”, que se realizaba mediante diferentes artes utilizando velos, trasmallos o con la instalación de tablas a modo de represa en los arcos del puente de Cartuja, continuaría en este mismo lugar hasta bien entrado el siglo XIX.



Con respecto a los molinos que menciona Martín de Roa, en 1617 apenas llevaban 35 años construidos. Como señala el historiador Manuel Romero Bejarano, entre 1581 y 1582 se edificaron a cargo del cordobés Hernán Ruiz III, maestro mayor de obras de la ciudad de Córdoba. Si bien en los años siguientes sería preciso realizar numerosas reparaciones en el azud, lo cierto es que la ciudad pudo contar desde entonces con sus flamantes “molynos de la puente”, tal como nos lo recuerda la lápida que aún podemos ver junto a uno de sus arcos en la trasera de la actual Venta de Cartuja. Estos Molinos de la Villa, estuvieron en funcionamiento hasta 1895, año en que las instalaciones quedaron inutilizadas por una riada, siendo sus últimos arrendatarios la familia de D. Miguel Primo de Rivera.(4)



El Portal, Sidueña y la desembocadura.

Dejando atrás el Puente de Cartuja y las riberas del Monasterio, el padre Roa continúa su descripción dando noticias del puerto de Jerez: El Portal.

(…) Corre deſde aquí acercandoſe a la ciudad, haſta llegar al Portal: aſsi llaman el puerto donde fe cargan, i descargan las mercaderias, que vienen, o ſalen de Xerez, apartado della como dos millas: lugar de registro. Naveganle carabelas, i vaſos de hasta cien toneladas, con gran beneficio de naturales, i eſtrangeros, que tienen ordinaria contratación.



El tortuoso cauce del río debido a los numerosos meandros entre Jerez y El Puerto, el muelle del Portal y el arrecife que desde Jerez comunicaba con este embarcadero, eran temas recurrentes que preocupaban a la ciudad.

Así, en la misma década en la que Martín de Roa nos ofrece su descripción del Guadalete en la que ya resalta la importancia del puerto jerezano, el capitán Cristóbal de Rojas, ingeniero de la Corte, visita la ciudad (1612) y plantea a los caballeros veinticuatro una serie de mejoras para facilitar la navegabilidad del río, proponiendo cortar su curso en dos puntos para enderezarlo y eliminar así varios meandros. En 1618, el Cabildo propone la construcción de un nuevo embarcadero, según el modelo del sevillano de la Torre del Oro, y apenas unos años después, el italiano Julio César Fontana presentará en 1621 un proyecto para levantar un nuevo muelle en El Portal (4). La importancia del puerto de Jerez queda también patente en el tamaño de las embarcaciones que llegaban hasta él, carabelas y vasos de hasta cien toneladas de peso, de ahí la permanente preocupación de mejorar la navegabilidad del río, las instalaciones portuarias y los accesos hasta El Portal por parte de comerciantes, vinateros y el propio concejo.



El recorrido termina con la descripción del curso bajo: (…) Proſigue el Rio ſu curſo por las famoſas huertas de Cidueña (terreno de los mas fértiles i mas ermoſos del Orbe) hasta descargar en el Occeano de Cadiz, dexando formado en fu entrada el gran Puerto de Santa Maria, que antiguamente llamaron de Mneſteo Capitan griego fundador de aquella ciudad. Seguriſsimo abrigo en peligrosos temporales a las galeras, i navios de aquella coſta. Suſtenta en toda fu corriente azeñas, i molinos en grande numero, i beneficio de los lugares vecinos. Toda la tierra que baña es por eſtremo fértil, apazible, tēplada en el invierno, i no rigurosa en el eſtio”.



Nuestro escritor no escatima adjetivos para describir las huertas de Sidueña, en torno a la torre de Doña Blanca, paraje donde los manantiales de la Piedad han permitido desde antiguo regar huertas y mantener frondosas arboledas. No en balde, este lugar estuvo a punto de ser elegido como emplazamiento para la construcción del Monasterio de La Cartuja por estos motivos.

La descripción termina con las referencias al “gran Puerto de Santa María”, al modo en el que ya se recoge en las crónicas alfonsíes, a su fundación por el mítico “Menesteo” y a las bondades de la ría del Guadalete, que sirvió de invernadero y sede de la flota de Galeras Reales durante los siglos XVI y XVII así como de la Capitanía General del Mar Océano.



En parecidos términos se expresa unas décadas después Fray Esteban Rallón quien añade que en El Puerto de Santa María “… los Excmos. Duques de Medinaceli tienen hoy su corte y donde nuestro famoso Guadalete hace puerto y segura bahía a las galeras de España”.(6)



Cierra Martín de Roa esta curiosa estampa, que nos permite imaginar cómo pudo ser el río Guadalete a comienzos del XVII, con una descripción muy común en todas las obras de la historiografía clásica al referirse, sin nombrarlos, a los Campos Elíseos: “la tierra es por extremo fértil, apacible, templada en invierno, y no rigurosa en el estío”… Las tierras que cruza el mítico Letheo, el río del Olvido, nuestro Guadalete.


Para saber más:
(1) Martín de Roa (1617):Santos Honorio, Eutichio, Eſtevan, Patronos de Xerez de la Frontera”. Edición Facsímil, Ed. Extramuros Edición S.L., 2007.
(2) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Ed. de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. I, p. 2
(3) Romero Bejarano, M.: La construcción del Puente de Cartuja (II), Diario de Jerez, 06/12/2010.
(4) García Lázaro, J. y A.: Una inscripción histórica que vuelve a la “luz”. www.entornoajerez.com, 03/06/2012.
(5) De los Ríos Martínez, E.: Los informes de Cristóbal de Rojas y Julio César Fontana para hacer un muelle y un puente sobre el rio Guadalete en Jerez de la Frontera, Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, Nº. 14, 2001, págs. 13-26.
(6) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez… vol. I, p. 2


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar Rio Guadalete, Paisajes con Historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 28/02/2016

 
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