Una “roca” amenazante:
por los cerros de la Sierrezuela



“La roca” es el título de una conocida película de acción pero, desde hace unos días, es también la expresión de una nueva amenaza que se cierne sobre un paraje de nuestro entorno rural. Con motivo de las intensas lluvias que durante más de dos meses se han venido registrando en nuestra zona, una gran roca está a punto de desprenderse en el cauce del río en las cercanías de La Gredera .

Hace escasamente dos semanas la prensa local se hacía eco de la noticia de que “un peñasco” corría serio peligro de caer al cauce del Guadalete. Los trabajadores de la finca de Salto al Cielo habían dado la voz de alarma alertando de su inminente desprendimiento. De llegar a producirse podría provocar un taponamiento del cauce del río que se desbordaría así por los “castigados Llanos de la Gredera y de la Ina. Para valorar de cerca los riesgos se desplazaron al lugar técnicos de la Agencia Andaluza del Agua quienes llegaron a barajar la posible voladura controlada de la roca, si fuese necesario, una vez que las condiciones del entorno permitieran el acceso hasta el lugar de la maquinaria pesada necesaria para desalojar el gran volumen de material que, necesariamente, caería sobre el cauce. De acuerdo con las declaraciones publicadas, se había producido “una gran grieta en un peñasco encima de una curva de los meandros del cauce. La "inquietante" -así la han definido las autoridades- Aspecto de la grieta el 3/12/2004grieta podría provocar el desplome del promontorio y taponar el río agravando la ya de por sí complicada situación actual. La fisura aparecida en el farallón de piedra y tierra tiene unas dimensiones de unos 20 metros de largo, ocho de ancho y una profundidad de otros dos aproximadamente. Las intensas precipitaciones han provocado el corrimiento de tierra. Fuentes de la Agencia Andaluza del Agua (AAA) no negaron ayer que la situación es "preocupante" porque un posible desplome del peñasco puede producirse "inminentemente o en un mes".

Aspecto que presentaba el 20/07/2008Tras establecer un perímetro de seguridad para impedir el acceso a la zona y evitar riesgos, sólo cabe esperar la evolución de la falla producida habiéndose colocado testigos que permitan registrar nuevas alteraciones del terreno.

La “roca”, el “peñasco”, “el cancho”,… el gran protagonista de esta nueva e inquietante amenaza, puede verse dominando los Llanos de La Gredera y de la Ina porque forma parte La 'roca' y la grieta el 13/03/2010del promontorio rocoso del cerro de la Sierrezuela (126 m.), siendo la máxima elevación de estos contornos. Los paseantes curiosos podrán observarlo desde cierta distancia –y sin riesgos- desde la Ermita de la Ina, desde las inmediaciones del Cortijo de La Gredera, o desde la Carretera de La Ina, poco antes de llegar a esta barriada rural. Si damos un pequeño paseo por el dique de la margen derecha de la Greduela “río arriba”, tomando el sendero que parte desde el puente junto a la Venta de Las Carretas, podremos contemplarlo muy de cerca y observar la gran fisura que separa ya el peñasco de los cortados rocosos de los que forma parte. Al final del camino (desde donde hemos tomado algunas de las fotografías que ilustran esta entrada), una cinta de protección civil marca la zona de seguridad prohibiendo el paso.

20 de julio de 200813 de marzo de 2010

A pesar de la espectacularidad de la falla y del riesgo cierto que entraña, su historia es ya antigua y no hace sino demostrar que, como sucede en otros puntos de nuestro entorno (la “peña de Arcos”, los cantiles del Castillo de Zahara”, las paredes del cerro de La Batida”…) las fuerzas de la naturaleza, los agentes erosivos… la geología en sumo, sigue actuando y está “viva”, si se nos permite la expresión.

Pero, ¿de qué rocas estamos hablando?, ¿qué materiales son estos que, vistos desde lejos se nos antojan de aspecto terroso, poco consistentes y deleznables? Estos estratos rocosos se formaron en el periodo Triásico de la era Secundaria (hace al menos 180 millones de años) y se encuentran entre los más antiguos de cuantos pueden verse en el valle del Guadalete (y aún en la provincia), estando en la base de otras formaciones rocosas más “modernas”. Afloran y salen a la luz debido a la tectónica y, fundamentalmente, a los procesos erosivos que desnudan los estratos superiores y nos muestran así estas rocas más antiguas. Están constituidos por margas y arcillas abigarradas, así como por yesos (blancos, negruzcos, rosáceos…) entre los que es fácil descubrir también pequeños cuarzos de colores rojizos conocidos como “jacintos de Compostela”. La extensa red de canales de riego que vemos en nuestra campiña se construyó, en buena parte, apoyada en terrenos donde predominan estos materiales que se formaron originariamente en ambientes donde predominaban condiciones climáticas de sequedad y calor, lo que permitió fuertes procesos de evaporación y de depósitos de sales y yesos.

No es preciso decir que las “rocas” así formadas, resultan menos consistentes que otras también presentes en nuestro territorio a las que debemos los relieves más abruptos y montañosos, como calizas o areniscas. La consecuencia más clara es que estos materiales margosos y yesíferos del Triásico son más vulnerables a los agentes erosivos y, especialmente, a la acción del agua de lluvia y de las escorrentías superficiales que terminan por desgastar mecánicamente o por disolución química de los yesos y sales que contienen, estos materiales “más blandos” y las rocas que los conforman.

Desde la carretera de La Ina, cuando contemplamos en el horizonte cercano los cortados de aspecto “terroso” de la Sierrezuela, apreciamos ya desde lejos que el río, en un trabajo lento pero implacable, ha ido erosionando la base de los cerros y socavando los cimientos de estos pequeños cantiles que caen casi verticales sobre el cauce en diferentes lugares, como el que se aprecia frente al cortijo de La Gredera, donde despunta amenazante “el peñasco” que nos ocupa.


Recorriendo estos parajes hace seis años, tuvimos ocasión de visitar una tarde de invierno la parte superior de los cortados de la Sierrezuela y, con la debida prudencia, acercarnos a la zona fallada y fisurada que, estos días, está siendo noticia. Ya entonces las grietas presentaban un gran desarrollo y una considerable profundidad (como puede verse en las fotografías que tomamos entonces) y, a juzgar por las bandadas de palomas, grajillas y otras aves de roca que salieron de estas grandes fisuras cuando nos acercamos, las oquedades en su interior debían tener también un gran desarrollo. Desde lo alto de la Sierrezuela puede verse una magnífica perspectiva de los Llanos de La Gredera y de la Ina, y se aprecia como el río, viene directo hacia las paredes de estos cortados con una dirección SE-NO, dando un brusco giro en 90 grados al encontrarse con los paquetes rocosos de estos cerros, para tomar la dirección SW, buscando los llanos de La Greduela y la zona donde se asienta la Ermita de la Ina. La acción erosiva del río socaba literalmente la base del cerro y provoca continuos desprendimientos de rocas de yeso y paquetes arcillosos y margosos. De la misma manera, la acción erosiva de las aguas de arroyada facilita la disolución de los materiales superficiales, actuando en capas más profundas a las que llega a través de las grandes grietas y fisuras que se producen y que se ven ensanchadas, con grandes oquedades y cavidades, merced a este trabajo permanente de desgaste al que se ven sometidas.

En junio de 2008, cuando realizábamos trabajos de reconocimiento de las riberas del río, tuvimos ocasión de recorrer, no sin dificultad, la base de los cantiles, observando de cerca el gran caos de bloques y rocas (de yeso en su mayor parte) existentes a los pies de la Sierrezuela. Obtuvimos entonces las imágenes que también ofrecemos y en las que, más cerca que nunca, pudimos comprobar las grandes dimensiones que, ya entonces, tenía la “grieta”… y la roca que en estos días amenaza con desprenderse. Comprobamos también como el cauce del río presentaba grandes depósitos de materiales de acarreo, estrechamientos y, como dato curioso, un pequeño islote interior, en forma de huso (visible en una de las fotografías), producido por los sedimentos que continuamente llegan hasta aquí fruto de los desprendimientos y de los arrastres de cercano arroyo de La Teja, que se une al río procedente de la zona de Cuartillo y del pequeño valle por el que discurre la Cañada de Las Perdices.

En estos días en los que parecen haberse ensanchado las grietas y fisuras de estos paredones de la Sierrezuela, y en los que “la roca” constituye una amenaza cierta (como lo ha sido siempre), se ha vuelto a poner de manifiesto como nuestro entorno nos depara parajes singulares, como estos cortados de la Gredera y Salto al Cielo, que encierran no pocas sorpresas.

Otra vez la primavera:
elogio de las “malas hierbas”


Margaritas
Fiel al ritmo de los días, a ese cotidiano repetirse de las estaciones -aunque algo caprichosa en los horarios- el pasado sábado, 20 de marzo, a las 18:32 horas, se inició la primavera en el hemisferio norte. En su rigor teórico, los astrónomos han previsto que durará 92 días y 18 horas, pero en la práctica, la primavera llevaba ya entre nosotros unas semanas, desde que cesaron las lluvias y el sol había hecho renacer todo lo vegetal.

Ya está aquí la primavera y de nuevo los brotes de los árboles y arbustos, las hierbas y las flores, tal vez con más prisa y más ganas que otros años, van cambiando el aspecto del campo, del paisaje. Recorremos los caminos de la campiña y sale la primavera a nuestro encuentro. De esta hermosa manera lo expresa hoy, en su sección A cepa revuelta, de Diario de Jerez, Jesús Rodríguez:

“Esta mañana he estado paseando por la Cañada de la Loba. Los verdes tenían belleza y vitalidad de adolescentes y se paseaban por las besanas, fatigándolo todo. He tomado la vereda que lleva a la viña de mi amigo Frasquito… ¡Las veredas del campo! Sendas humildes hechas con pasos ajenos. Nuestros pies obedecen a esas viejas pisadas de otros hombres y, a la vez, afirman el camino para otros que vendrán algún día a transitarlo. Así constatan, como pocas cosas, el sino del hombre: seguir y crear. En la albarrada que hace linde con el trigal se agolpaban amapolas, jacintos, lavandas, labiérnagos, coscojas, aulagas, torviscos… Y entre ellas, subrepticias, las flores anónimas que se prende abril en sus mañanas. Esas que lo inundan todo con su color y su nombre clandestino. Sólo sabemos de ellas su lozanía y su querencia por lindes y ribazos, pero desconocemos cómo se llaman. La gente del campo las nombra, como si nada : "carmentinas, todabuenas, sanchecias, algazules, escarchadas, hierbadoncellas, mocos de pavo, palos de cochino, aguaturmas, ombligos de venus, dividivis, amormíos…"; y nosotros, los de ciudad, nos quedamos asombrados con ese santoral de la modestia. Estas flores de nombres ignorados, se pierden, como las monjas, por la humildad, y por eso agarran en lo menos evidente. Vamos andando entre los pasiles del roquedo y las vemos emerger de entre sus fisuras y gravillas, haciendo del aire, con su breve olor, una cañada de hermosura. Cuando las descubrimos, hacemos una parada en nuestro paseo para admirar aquellas piedras florecidas, y después, agradecemos de corazón a la primavera que colonice con frutos de belleza hasta lo más inhóspito. En su humildad, sin embargo, llevan también su desgracia, porque no saber cómo se llaman quita a los hombres apego y nadie se lamenta si una de esas flores desconocidas es tronchada por el pie, la rueda o los cascos de la yegua…”

Entre todos los regalos con los que la primavera nos obsequia, sentimos especial predilección por estas flores silvestres, humildes, discretas, “vulgares”, con nombres apenas conocidos, esas que crecen en las cunetas, en los bordes de los campos y de los caminos, las que, como los jaramagos, tapizan los baldíos. Esas que pasan desapercibidas y a las que muchos califican como “malas hierbas”. A buen seguro, algunas de estas especies vegetales resultan poco recomendables y causan perjuicios a agricultores y viñistas, a jardineros y a quienes se ocupan del mantenimiento de caminos y carreteras… pero no puede ya concebirse el paisaje sin ellas. Con la primavera, estas “malas hierbas”, esas que crecen “donde no deben”, donde no se las quiere, se hacen presentes en todos los rincones y, pese a las “molestias” que causan a algunos, nos compensan a todos con la belleza de sus flores.

En cierta ocasión, paseando por la Cañada de Espera, un hombre que llevaba en la mano una bandera, cubierto con un impermeable, nos hizo señas desde unas decenas de metros, en medio de un campo. Al poco se nos acercó y nos previno de las pasadas de una avioneta que volaba a lo lejos: “está fumigando para matar las malas hierbas”. Macizos de margaritas y amapolas, de viboreras y malvas, de borrajas y vinagretas, de zullas, de azureas, de jaramagos… llenaban las cunetas, ocultando los palmitos, y crecían también entre un olivar cercano y en los linderos de una loma sembrada de cereal. Malas hierbas…

Me alejé entonces del camino y en las divagaciones ociosas que entretienen el paso lento de los caminantes, pensé si estas “malas hierbas”, si estas hierbas que hermoseaban con sus flores los bordes de las hijuelas y los campos, estás que formaban parte de esa “lista negra” de los agricultores, serían consideradas “buenas hierbas” en algún lugar. Y allí, a buen seguro, que lejos de fumigarlas y rozarlas para acabar con ellas, se las trataría con el mimo que se dispensa a las flores que cultivamos en los jardines. “Seguramente, -pensé-, que en algún remoto paisaje, las mejores praderas estarán tapizadas por estas “malas hierbas” que aquí tratamos de eliminar de nuestros campos con herbicidas. Es de justicia que así sea, -suponía mientras veía acercarse la avioneta-, y de que puedan gozar allí de una lluvia de agua fina, de rocío limpio cada mañana, y de que sean “bien tratadas” y “admiradas”.

Rescatábamos, a modo de divertimento, aquellas “disquisiciones”, en estos días de marzo cuando vuelven de nuevo a brotar con más fuerza que otros años todas las hierbas (las “buenas” y las “malas”), algunas de cuyas flores les dejamos para que ustedes valoren su condición.


Y nos vamos tomando de nuevo prestadas la palabras de Jesús Rodríguez para decir que, paseando estos días por cualquier cañada de nuestra campiña, admirando los prodigios que obra la primavera en los ribazos de los campos, en los setos de los caminos, en las laderas incultas, en las orillas de los arroyos… disfrutando del renacer y el empuje de la naturaleza, sentimos “…lo mismo que debió sentir Dios aquel día tercero en que creó las cosas vegetales y vio que eran buenas.”

¡Agua va!:
la presa de Zahara rebosa por el aliviadero


Pantano de Zahara (12/03/2010)
Cuando todo el mundo estaba esperando que la presa de Guadalcacín, el mayor de los embalses de la provincia y uno de los de más capacidad de Andalucía, rebosara por el aliviadero… se le ha adelantado el de Zahara.

Aliviadero del pantano de Zahara (12/03/2010)

Los viajeros que, viniendo de Algodonales hacia Zahara, divisan desde una curva de la carretera el enorme murallón rocoso del cuerpo de presa, se han encontrado en estos días con una gran novedad. En su flanco izquierdo, deslizándose precipitadamente por el gran tobogán del aliviadero, una gran cascada artificial, una luminosa lámina de agua, ha puesto en el paisaje una nota sorprendente: el embalse, lleno hasta su máxima cota, ha rebosado.

Cuerpo de presa de Zahara (29/08/2009)

Cuerpo de presa de Zahara (12/03/2010)

Así, como se muestra en estas imágenes, pudimos ver el embalse de Zahara el viernes pasado, 12 de Marzo, cuando por su aliviadero se deslizaba una lámina de agua más de medio metro de espesor. Aunque la presa de Guadalcacín es de mayores dimensiones, quienes durante estas semanas han estado esperando impacientes su rebosamiento, pueden hacerse ya una idea muy aproximada de cómo se producirá: basta que visiten el embalse de Zahara y lo comprueben.

Pantano de Zahara (29/08/2009)

Pantano de Zahara (12/03/2010)

Pantano de Zahara (12/03/2010)

Pantano de Zahara (29/08/2009)

Pantano de Zahara (12/03/2010)

El embalse de Zahara tiene una capacidad de 223 Hm3, mientras que la de Guadalcacín es capaz de embalsar 800 (731 almacena a día de hoy). Sin embargo, sus aliviaderos son de dimensiones muy parecidas. El de Zahara, este que contemplamos rebosante en las imágenes, es un colosal tobogán que tiene una longitud de canal de 251 m., mientras que la “anchura” de su labio es de 26 m., habiéndose diseñado para descargar un caudal máximo de 474 m3 por segundo. El aliviadero del embalse de Guadalcacín es de similares proporciones , y si bien su labio superior es un poco más ancho (28 m.), la longitud de su canal es sensiblemente más corta (192 m.), lo que le permite desaguar por el aliviadero un caudal máximo de 238 m3 por segundo.

Aliviadero del pantano de Zahara (12/03/2010)

Aliviadero del pantano de Zahara (12/03/2010)

Aliviadero del pantano de Zahara (12/03/2010)

No esperen a que Guadalcacín rebose: acudan a ver algo muy parecido al embalse de Zahara. Como alternativa nos queda observar las imágenes que figuran en este post en el que también hemos incluido algunas tomadas el pasado verano que nos permitirán contrastar lo que dos meses de lluvia pueden llegar a conseguir: el hermoso espectáculo de una gran “cascada artificial” de más de doscientos metros de longitud. Que ustedes lo disfruten.

Zahara (12/03/2010)

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“Carreteras con encanto”:
por los Llanos del Valle hacia el Puerto de Las Palomas (II)



Como complemento a la ruta por Los Llanos del Valle y el Puerto de las Palomas, hemos incluido una presentación con algunas fotografías del recorrido así como un mapa en el que se señalan los principales hitos descritos en la anterior entrada.




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“Carreteras con encanto”:
por los Llanos del Valle hacia el Puerto de Las Palomas (I)


Fuente de los Pastores
Las carreteras secundarias, esas “carreteras con encanto”, poco transitadas, por las que podemos circular a velocidad moderada o parar en cualquier recodo del camino para disfrutar del paisaje, han tenido siempre para nosotros una especial atracción. Hoy les proponemos pasear por la que desde San José del Valle conduce al Puerto de las Palomas a través de un hermoso rincón: los Llanos del Valle. Se trata de la CA-5102, una carretera que hasta 1997 apenas tenía asfaltados cuatro kilómetros y que fue remodelada como alternativa a los caminos que quedaron inundados tras la entrada en servicio de la presa de Guadalcín II. La ruta sigue, en su mayor parte, el trazado de una antigua vía pecuaria: un ramal de la Cañada de Albadalejo y Cuartillos conocido como “Cañada Real del Boquete o Llanos del Valle".

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Foto denuncia:
cuando las obras no dejan ver el árbol



Es una historia conocida, una vieja historia. Un día se plantan unos árboles, -una hilera, un bosquete, unos pies aislados- que al cabo de unos años crecen y se hacen grandes, en algunas ocasiones muy grandes. Entonces, cuando ya nos hemos acostumbrado a su estampa, cuando ya gozamos de su sombra, cuando ya forman parte de nuestro paisaje, de pronto, nos estorban y se cortan.

Hay todo un amplio catálogo de normativas de protección, de ordenanzas municipales de medio ambiente, de catálogos de árboles singulares, de estudios de impacto ambiental que, casualmente, en la inmensa mayoría de los casos, por no decir en todos, no son de aplicación a estos árboles que acaban tumbados en el suelo ante la indiferencia de todos.

Lo hemos vistos estos años en La Marquesa (donde lo denunciaron los amigos de Tempul), en la rotonda del monumento a Álvaro Domecq, en el Parque González Hontoria, frente a la antigua central lechera, en la Avenida de Europa, en el Camino de Espera, en el Altillo, en la explanada frente al Estadio de Chapín, en la avenida de la Rosaleda (lo denunció Ecologistas en Acción), en tantos sitios… Las víctimas, han sido viejos olmos, brachichitos que molestan para ampliar una acera, cipreses que incordian en medio de una explanada que se asfalta, almeces centenarios que estorban ante cualquier obra… y eucaliptos. Sobre todo eucaliptos.

En otras ocasiones hemos escrito que estos viejos eucaliptos repartidos por la campiña y por la ciudad (los del Hontoria, por ejemplo) y, ante esa “xenofobia arbórea” que parece haberse desatado contra ellos, hemos insistido en que deben verse y valorarse como árboles ornamentales singulares. Muchos de ellos, por sus especiales características (calibre, porte, razones históricas, estéticas y aún ecológicas, longevidad -árboles centenarios-...) deben también ser conservados y protegidos.

En estos días, de nuevo asistimos al triste espectáculo de ver por el suelo a un toda una fila de estos “gigantes vegetales”. Esta vez le ha tocado el turno a una hilera de magníficos ejemplares de eucaliptos que crecían junto a la carretera de acceso al aeropuerto de La Parra, tal como ha denunciado nuevamente Ecologistas en Acción.

Desconocemos que obras han sido esta vez las que han motivado esta tala (¿tal vez las de la ampliación de la línea férrea?), pero una vez más se ha optado por cortar un buen número de magníficos ejemplares que, con decenas de años en sus ramas, casi centenarios, hemos visto cortados y caídos en el suelo. En algunos de ellos, con casi dos metros de diámetro en su pie, chorreaba aún su savia roja, formando regueros, como si de la sangre de un gigantesco animal herido se tratara. Y sentimos lo que hemos sentido ya tantas veces, cada vez que vemos en el suelo uno de estos gigantes: que cuesta mucho trabajo justificar lo que se ha hecho.

Elimínense los árboles enfermos, pódense los que supongan un riesgo para las personas, tálense aquellos que de manera inevitable supongan un obstáculo insalvable en obras que de otro modo sería muy costoso realizar... Pero respétense aquellos árboles que, como los que denunciamos, puedan salvarse, cuando menos parcialmente. Y para tratar de evitar nuevas talas, ya va siendo hora de que se elabore el Catálogo Municipal de Árboles Singulares en el que, a buen seguro, hubiese habido un hueco para estos viejos eucaliptos de La Parra.

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Por el Acueducto romano de Tempul: en el Cerro de la Torre


Cañada de Los Arquillos. Loma de la Rendona
En diferentes ocasiones hemos hecho referencia a los elementos más significativos que integran el Patrimonio Hidráulico de Andalucía en nuestra provincia entre los que, sin duda alguna, ocupa un lugar destacado el acueducto romano de Tempul.

Torre de salida del Sifón de Los Arquillos vista desde el SaladoCon un recorrido cercano a los 75 km, el “Acueducto de Gades” fue el de mayor longitud de la Hispania romana. Atribuido por distintos autores al patrocinio e impulso de Balbo el Menor, se trata de una de las obras de ingeniería civil más sobresalientes de la antigüedad en lo que a nuestro entorno se refiere. Citado por los geógrafos hispano-musulmanes de los siglos XII y XIII, conocemos con bastante aproximación su trazado ya que a los vestigios materiales que han llegado hasta nuestros días, se suman los datos aportados por los informes y descripciones que a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII se encargaron a diferentes arquitectos e ingenieros Cerro de la Torre-Pieza del acueductopara tratar de recuperar su uso. Entre los muchos restos que aún se conservan repartidos por todo su recorrido, que iremos visitando en otras salidas, nos ocupamos hoy de los que pueden verse en el “Cerro de La Torre”.

Tradicionalmente asociamos la idea de acueducto, a la clásica imagen de “puente” o de serie de arcos que salvan una vaguada, sobre los que discurre la conducción. El acueducto, sin embargo, incluye en realidad Cerro de la Torre-Pieza del acueducto 2todo el trazado desde las fuentes de captación hasta los depósitos finales donde se distribuía el agua a la población. Así, en su camino desde los manantiales de Tempul hasta Cádiz, el acueducto utilizó diferentes técnicas constructivas como galerías o minas excavadas en tramos de montaña, arcadas para el paso de los ríos y vaguadas importantes, alcantarillas o pequeños puentes para pequeños valles y arroyos y, finalmente, tramos entubados por los que el agua circulaba a presión formados por sillares de piedra perforados, unidos entre sí con rebajes y salientes machihembrados y ensamblados con mortero de cal.

Cerro de la Torre-Piezas del acueducto 3Estos tramos de entubado de piedra eran los más abundantes y su adaptación al desnivel natural del terreno, fue utilizado por los ingenieros romanos para dar al agua circulante la presión necesaria que precisaba para recorrer por gravedad, la gran distancia que separa Cádiz de la Sierra de Las Cabras, donde se encontraban los manantiales.

Junto a la zona montañosa del tramo inicial del acueducto, salvada a través de galerías excavadas en la roca, uno de los parajes que planteó mayores dificultades a los ingenieros romanos fue el valle del Arroyo Salado de Paterna a su paso por el actual Cortijo de Los Isletes AltosCortijo de Los Arquillos, cuyas laderas están separadas por más de dos kilómetros. Para salvarlo debió construirse un gran sifón, apoyado en un notable puente de arcos en la zona del fondo del valle atravesada por el Salado, sobre el que cruzaron, probablemente, varias tuberías de piedra. En ambos extremos se levantaron dos grandes torres. Veamos la primera de ellas, la situada en la cabecera del sifón de Los Arquillos.

Vista de los restos del acueducto en Los Arquillos. Al fondo el Cerro de La TorreLos restos de esta torre se encuentran ubicados en las proximidades del cortijo de Los Isletes Altos ý en el de Los Arquillos, junto al valle del Arroyo Salado de Paterna. Se llega al lugar desde la nueva carretera (un carril hasta hace muy poco) que une Torrecera y Paterna y que sigue el trazado de la vieja Cañada de Los Arquillos. Tras pasar el Cerro de Cabeza de Santa María, (que dejamos a la derecha), nos acompañará a nuestra izquierda la Loma de la Rendona, cuyas faldas están ocupadas por un extenso viñedo.

Aunque muy cerca del camino, los restos de “La Torre”, se encuentran emplazados sobre una Loma de la Rendonaempinada ladera, casi ocultos entre el viñedo, lo que dificulta su localización. Sólo el viajero avisado podrá descubrirlos si a cierta distancia, viniendo de Torrecera en dirección a Paterna, los busca con la vista a su izquierda, frente al Cortijo de Los Arquillos, cuyo caserío adivinamos en la zona central del valle.

Aún después de dos milenios, permanecen en pie parte de los sólidos muros de lo que fue un Cerro de La Torre. Restosfuerte torreón que formaba parte del sifón de de Los Arquillos, donde el acueducto debía salvar el amplio valle del arroyo Salado de Paterna que, en épocas de grandes lluvias como ha sucedido este año, quedaba totalmente anegado. Por esta razón se precisó la construcción de una serie de arcadas sobre el cauce del arroyo, algunos de cuyos pilares se mantienen aún en pie. Frente a él, y al otro lado del valle pueden adivinarse los restos de un segundo torreón, el de salida del sifón, mejor conservados, y en perfecta alineación con los vestigios de pilares y arcos que aún se conservan junto al cortijo de Los Arquillos.

Pilar de las arcadas del acueducto en Los ArquillosEn los sifones largos como el que nos ocupa, aunque los técnicos romanos pudieran determinar con bastante precisión la cota idéntica en los dos extremos, solían dejar intencionadamente, como en el caso de Los Arquillos, una caída de agua bastante notable de hasta varios metros en ambos extremos ya que las pérdidas de carga a lo largo del sifón eran importantes, incrementándose las fugas con el paso del tiempo por el deterioro de la obra. Dejamos para una próxima entrada el estudio de este tramo del acueducto y de los arcos que lo sustentaban (de cuyos restos hemos realizado un completo reportaje fotográfico) pero queremos recordar que, tal como señalan Pérez Marrero y Bestué Cardiel en un trabajo de obligada lectura para quienes quieran conocer a fondo el “Acueducto Romano de Gades”, el sifón de Los Arquillos tenía una longitud próxima a los tres kilómetros y una pérdida de carga de unos 12 m, que es el desnivel existente entre las torres de cabecera y salida.

Es probable que junto a “la torre” se situasen pequeños depósitos, a modo de albercas y tal vez un “arenero” (piscina limaria), donde se decantasen los limos y arena que pudiera arrastrar la Restos del Acueducto. Al fondo, la torre de 'salida' del sifón de Los Arquillostubería para evitar así su depósito en la parte más baja de la conducción que pudiera dificultar seriamente su correcto funcionamiento. Estos depósitos de la torre de salida del sifón debían garantizar también un nivel más o menos constante de agua en su cabecera, por lo que es probable que existiese también, junto a la torre algún sistema de eliminación o evacuación de las aguas sobrantes, llegado el caso. De esta manera se mantendría siempre la conducción Cerro de La Torre. Al fondo, la torre de Torreceracon agua circulante evitando así la entrada de aire en la tubería, lo que podría ocasionar turbulencias o golpes de presión. En última instancia, la torre debió servir también como puesto de control y observación del entorno, habida cuenta de que las operaciones de mantenimiento del acueducto, en puntos tan sensibles como el paso del Arroyo Salado, debieron ser frecuentes. Todavía hoy, desde su emplazamiento, pueden verse otros puntos igualmente estratégicos como el castillo de Torrecera, Paterna o los cerros de Cuartillo.

Cuando a los pies de la torre observamos hoy la solidez de sus muros, la fuerte trabazón de sus piedras, la gran resistencia del mortero que después de dos mil años sigue uniendo los bloques…, admiramos aún más esta obra. Entre los restos esparcidos por el suelo aún pueden Cerro de La Torre. Restosverse varios sillares horadados que formaban parte de las tuberías. Desde aquí, además de un abierto panorama sobre el valle del Salado de Paterna, podemos seguir con la vista el recorrido de la conducción hasta la torre de salida que se adivina al otro lado del valle, en el Cerro de Los Arquillos. Entre ambas, los restos de los pilares visibles también junto al caserío del cortijo de Los Arquillos.

Siempre que venimos por aquí, nos Cerro de La Torre. Restosgusta saltar con la imaginación dos milenios atrás y nos parece adivinar en esta amplia vaguada, los trabajos de los ingenieros y topógrafos romanos, con su repertorio de instrumentos de medición y nivelación (decempeda, pertica, jalones y banderolas, groma, escuadra, corobate, dioptra…) a punto de ya de terminar las obras del acueducto que llevará a Gades, después de recorrer más de 70 km., el agua de los manantiales de Tempul.

Para saber más:
- Barragán J.M., Coord..: Agua, ciudad y territorio. Aproximación geo-histórica al abastecimiento de agua a Cádiz. Cádiz. 1993 pp. 98-121
- Barragán J.M., Coord..: III. Aguas de Jerez, Tempul: entre el medio natural y la técnica hidráulica. AJEMSA, Jerez, 1993.
- Bestué Cardiel, I. y González Tascón, I.: Breve Guía del Patrimonio Hidráulico de Andalucía. Agencia Andaluza del Agua. Consejería de Medio Ambiente. Sevilla, 2006 pp. 92-95.
- Perez Marrero, J. y Bestué Cardiel, I.: Avance del estudio hidráulico del acueducto romano de Gades. IV Congreso de las Obras Públicas en la Ciudad Romana. CITOP. Lugo 2008.


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