Cuando el bosque no deja ver los árboles.
Árboles singulares en torno a Jerez.




Es conocido el viejo refrán que afirma sabiamente que “los árboles no dejan ver el bosque”. Pero con frecuencia sucede lo contrario: es el bosque el que no deja admirar los árboles que encierra, los hermosos ejemplares que oculta, aquellos que atesoran algunas características más notables que los hacen destacar sobre los demás.

Desde hace unos años, sin embargo, están siendo posibles las dos cosas a la vez: disfrutar de los bosques y admirar los árboles más sobresalientes que albergan. Y ello gracias a una serie de publicaciones de la Consejería de Medio Ambiente que nos descubren los Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, con monografías dedicadas a cada provincia. Esta interesante iniciativa divulgativa se complementa con una práctica aplicación informática en la que se va actualizando los inventarios, incluyendo nuevos ejemplares que no aparecían en los libros editados años atrás.

Arrimándonos a los buenos árboles.

Sentimos desde siempre una especial fascinación por los árboles. Por esas encinas cuyas raíces se agarran a los peñascos calizos de las sierras más abruptas, allá en Benaocaz o Grazalema; por los pinos que se asoman a los acantilados en La Breña; por las robledillas que crecen, azotadas por el viento, en lo más alto del Aljibe; por los pinsapos que brotan con nuevos bríos en las paredes empinadas de la sierra de Zafalgar;



por los enebros marítimos acorralados en los acantilados de Roche, por los eucaliptos centenarios repartidos por tantos rincones de la campiña de Jerez; por los viejos y nudosos acebuches que custodian, como si de un lugar mágico se tratase, la entrada de la Cueva de las



Palomas, a los pies de la Sierra de las Cabras... Y es que nos gustan los árboles, en general y sin excepciones, sean grandes o pequeños, los de porte soberbio y majestuoso y los más discretos y humildes. Por esa razón, en nuestros recorridos por las campiñas y serranías en torno a Jerez siempre nosatraen las arboledas, los sotos ribereños, los “bosques isla” que se conservan en muchos lugares.



Hoy, sin embargo, reclamamos su atención sobre algunos de los más notables que, por su especial relevancia o destacada singularidad, reúnen todos los requisitos para ser considerados como emblemas de nuestro patrimonio natural (“Bienes de Interés Natural”, podríamos denominarlos, a imitación de los BIC) y que están siendo ya reconocidos al incluirse en inventarios y catálogos que garanticen su protección.



Como se recoge en la presentación del Inventario de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, “un árbol es considerado singular cuando destaca del resto de los ejemplares de su misma especie, bien sea por adoptar una forma poco habitual, tener una avanzada edad, poseer dimensiones excepcionales, adquirir un alto valor paisajístico, localizarse en lugares poco habituales para su especie,por su historia o tradiciones populares, o sencillamente por su rareza”.

Árboles singulares en torno a Jerez: lo mejor de nuestros bosques y dehesas.

De los 56 ejemplares que figuraban en el primer Inventario de Árboles Singulares de la provincia de Cádiz, se ha ido ampliando la lista hasta incluir los 80 actuales. Y aunque no están todos los que son, si puede afirmarse que son todos los que están. Como puede imaginarse, en esta acertada selección repartida por toda la geografía provincial, figuran los representantes más sobresalientes de las especies propias de nuestros ecosistemas (acebuches, alcornoques, encinas, enebros, lentiscos, pinsapos, quejigos, pinos…), pero también otros de especies foráneas (eucaliptos, ombúes, naranjos...) o



de algunas de escasa o rara presencia en nuestro territorio (arces, tejos…).

En el entorno de la campiña se encuentra un buen número de estos árboles y, si tuviésemos que elegir alguno de los que crecen en el término municipal de Jerez, destacaríamos el alcornoque de Rojitán, un soberbio ejemplar que crece en el paraje conocido como Llanos de



La Jarda, en terrenos pertenecientes a la finca de Rojitán que forma parte de los Montes de Propios de Jerez. El viajero que desde Jerez o Algar se dirige hacia el Puerto de Gáliz por la carretera de Cortes, fijará a buen seguro la vista en este magnífico alcornoque que por la armoniosa composición de su copa y su porte aparasolado, llama la atención aislado en un prado en las proximidades del punto kilométrico 58. Alcornoques singulares son también los de Berlanguilla (entre La Barca y San José del Valle) o el del Camino de las Playeras, en Arcos.

Los acebuches, que tanto abundan en nuestras campiñas y sierras, cuentan con ejemplares sobresalientes, como los de Berlanguilla o Los Cuquillos. El primero de ellos, sobresale entre un cultivo de algarrobos, destacando por su equilibrado porte y por las curiosas oquedades y hendiduras que se forman en la base del tronco y el fuste. El de Los Cuquillos, cercano al manantial del Tempul, es de mayores dimensiones. Ubicado en el paraje conocido como Majal de San Pedro, en una ladera junto a la carretera de Cortes, con el embalse de Guadalcacín y la Sierra de Aznar como telón de fondo, tiene más de 10 m. de perímetro de su base y una espectacular copa aparasolada que cubre una superficie cercana a los 350 m2. En tiempos pasados, cuando la finca fue propiedad de José Berdún Lorenzo, bajo su sombra se cobijaba el rebaño de 400 ovejas que pastaba en estos prados, según nos contaba su hijo Rafael.



Menos conocido, pero no menos hermoso ni destacable, es el taraje del Puente de La Barca de La Florida, un ejemplar singular por muchos motivos, ente los que destacan la gran altura de su copa, el notable calibre de sus troncos que brotan de una misma cepa y su magnífica estampa que se dibuja con el puente metálico del Guadalete como fondo. Aunque hace unos años se “podaron” algunos de sus troncos, el taraje supera los 10 m. de altura, descollando su copa por encima del tablero del puente y confundiéndose con las celosías de la estructura de sus grandes arcos metálicos.



De más difícil acceso para el viajero curioso son otros árboles singulares de nuestro entorno que, por encontrarse en puntos alejados de las carreteras o en el interior de fincas privadas, son menos conocidos. Son los casos del madroño de La Ventalleja, el tejo de El Marrufo, el piruétano de Berlanguilla o el mesto del Encinar de Vicos. Este último es un curioso ejemplar, híbrido entre alcornoque y encina, de más de



15 m. de altura que sobresale entre el bosque adehesado del Encinar de Vicos. Su formidable copa proyecta una sombra de casi 600 m2.

Por su porte arbóreo y sus notables dimensiones, llaman la atención varios ejemplares de singulares lentiscos, especie que habitualmente presenta porte arbustivo. Destacamos aquí los lentiscos del Pinar de Coy (o Coig), junto a la antigua carretera de Jerez a El Puerto, con alturas que superan los 6 m. Otro notable ejemplar es el lentisco de la Cañada de los Sotillos, vía pecuaria entre San José el Valle y Arcos. El lentisco se halla junto a la cañada, en las proximidades de la finca El Chaparral y de las centrales Termosolar y Térmica. Forma parte de un frondoso seto vegetal destacando por la formidable altura de su copa.

Otros árboles singulares de nuestro entorno son el conocido Pino de la Vereda (Chipiona), de inconfundible silueta, o el eucalipto del Pinar de La Algaida, magnífico ejemplar de más de 40 m. de altura que sirvió antaño de puesto de observación para los forestales que velaban en verano por el control de incendios. Presenta la particularidad de tener incrustados en su tronco unos aros metálicos, a modo de escalera, para acceder a la “torre de vigilancia natural” que fue en su día.

Entre nuestros árboles singulares favoritos, se encuentra también el conocido Ombú de Faín, que resiste el paso del tiempo y los embates de la voracidad urbanizadora, a los pies de la carretera que une Arcos con Algar. Junto a la entrada de una antigua hacienda de olivar, el Cortijo de Faín, este árbol originario del Cono Sur americano, llama la atención por el gran calibre de su tronco. Aunque ya se encuentra muy deteriorado y



su copa se ha reducido, el perímetro de su tronco en la base supera los 14 m. y medido a 70 cm. del suelo, los 10 m.

Aunque algo más alejado de nuestro territorio, no queremos dejar de referirnos a un auténtico Monumento Natural, figura de protección de la que gozan sólo algunos de los más sobresalientes árboles singulares. Se trata una encina centenaria: el Chaparro de la Vega, que podemos admirar en la localidad sevillana de Coripe, junto a la Vía Verde de la Sierra. Ubicado en un paraje de fácil acceso conocido como La Vega, el Chaparro domina, con su imponente silueta, una amplia zona de prados abiertos entre los cerros circundantes. Lo primero que sorprende al visitante es el diámetro de su tronco, próximo a 1,20 m. En la base, su perímetro supera los 4,50 m. y medido a 1,30 m. del suelo, se aproxima su contorno a los 4 m., lo que da idea de la regularidad del fuste que se divide en gruesas ramas secundarias a una altura aproximada de 2,50 m. Si nos situamos bajo su copa, que llega en su punto más alto hasta los 13 m. de altura, podremos admirar la poderosa estructura que componen sus ramas que, armoniosamente distribuidas, dan lugar a un inmenso parasol de casi 30 m. de diámetro. No es de extrañar que la encina proyecte una superficie de sombra próxima a los 600 m2 bajo la que, como presumen los vecinos de Coripe, cabe literalmente todo el pueblo. Estas considerables



dimensiones se ven superadas por la belleza y armonía de sus formas que hacen de esta gran encina un Monumento Natural incomparable.

No queremos terminar sin lamentar aquí las pérdidas de algunos de los árboles singulares catalogados. Unos, por los efectos del viento, que desgajó sus ramas, como el viejo madroño de El Gato (San José del Valle), otros, como el conocido lentisco de La Perdiz por el asfaltado de su entorno que acabó con el mínimo espacio que necesitaba para seguir viviendo.

Finalizamos este rápido recorrido por algunos de nuestros árboles singulares solicitando también, a ”quien corresponda”, la inclusión en este inventario de otros ejemplares, tal vez más modestos pero no menos valiosos, como los pinos de Cuartillo, el ombú de Gigonza, los lentiscos de Santa Teresa o de la Viña de Las Tablillas , los acebuches de la Cueva de las Palomas, los piruétanos del Cerro del Viento, el ciprés de Zarpa… Pero de ellos nos ocuparemos en otra ocasión.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 26/10/2013

Por la Serranía de Grazalema tras los escenarios de la Batalla de Guadalete

Serranía de Grazalema desde 'Las Anderas'En 2011, para conmemorar los XIII siglos de la Batalla de Guadalete , escribimos una serie de artículos en los que dábamos cuenta de diferentes versiones aportados por la historiografía tradicional, en lo que se refiere a los posibles escenarios de la batalla, algunos verdaderamente "traídos con pinzas".
Les dejamos aquí una curiosa idea que sitúa el lugar de la contienda en los parajes serranos donde se encuentra el nacimiento del río y de sus principales afluentes. 

Rafael Vargas Villalón, en su blog “Setenil Rural”, dio cuenta de las propuestas de los historiadores Ricardo Burguete y Jerónimo Bécker, quienes hace casi cien años defendieron el emplazamiento de aquella trascendental batalla de 711 en “las fuentes del Guadalete”. Durante el siglo XIX, las tesis tradicionales sobre el lugar de la confrontación entre las tropas de Rodrigo y Tariq van a verse cuestionadas. Tras la traducción de la obra de Al-Maqqari, el Pascual de Gayangos y Arcehistoriador y arabista español Pascual Gayangos fue el primero –ya en 1840- en apuntar dudas acerca de que la famosa batalla hubiese tenido lugar a orillas del Guadalete, tal como la historiografía clásica había ya asentado. En esta misma línea se pronunciaron años después el arabista holandés Reinhart Dozy (1860), en sus estudios de la crónica bereber del s. XI conocida como Ajbar Machmua, así como Emilio Lafuente (1867), o los hermanos José y Manuel Oliver Hurtado, quienes basándose en distintas fuentes árabes plantean abiertamente que la famosa batalla se libró junto a la laguna de la Janda y el río Barbate, en su conocido trabajo “La batalla de Vejer o del lago de la Janda, comúnmente llamada del Guadalete” (1869), de cuyos argumentos nos ocuparemos en un próximo artículo. Esta misma opinión fue sostenida por el prestigioso ingeniero y arabista Eduardo Saavedra (al que debemos el faro de Chipiona) quien, con la publicación de su obra “Estudio sobre la invasión de los árabes en España” (1891), dio el espaldarazo definitivo a la tesis del emplazamiento de La Janda para la batalla entre musulmanes y visigodos. Ricardo Burguete ReparazNo es de extrañar por ello que, cuando el mundo académico ya apostaba abiertamente por estos planteamientos resultara, cuando menos llamativa, la publicación de una nueva propuesta para la localización de la Batalla de Guadalete. Su autor, el prestigioso militar e historiador Ricardo Burguete Reparaz, héroe de la Guerra de África y condecorado con la cruz laureada de San Fernando, aportaba una visión original sumando a las fuentes literarias e históricas la visión de la estrategia militar, de los probables planteamientos bélicos de la contienda, realizados tras recorrer buena parte de la provincia de Cádiz y de las serranías de Málaga y Sevilla en busca de los posibles escenarios de la batalla. En 1915 publica sus ideas en un trabajo que lleva por título “Rectificaciones históricas de Guadalete á Covadonga, y primer siglo de la reconquista de Asturias. Ensayo de un nuevo método de investigación é instrumento de comprobaciones para el estudio de la historia”, donde se apunta a la zona de cabecera de la cuenca del Guadalete, en el entorno de las serranías de Grazalema, Ronda y Algámitas como los probables lugares donde e enfrentaron Tariq y Rodrigo. Jerónimo Bécker y GonzálezLas tesis de Burguete encontraron un significado propagandista en el historiador y diplomático Jerónimo Bécker y González, quien como miembro de la Real Academia de la Historia, defendió en un argumentado artículo que publica en el Boletín de esta institución (1916), la opinión de Burguete a favor de considerar las serranías donde nace el Guadalete y sus principales afluentes como un escenario mucho más acorde con la lógica militar que el propuesto por los defensores de la Laguna de la Janda como emplazamiento de la batalla. Dejemos que Becker desgrane estas ideas de Burguete: “Tras hacer un estudio detenido de las crónicas latinas… y árabes… señalando las diferencias y las contradicciones que entre unas y otras se advierten, el Sr. Burguete ha recorrido el terreno, y tratando de ajustar á éste los relatos de los hechos, ha sacado la consecuencia de que el encuentro entre el monarca visigodo y el caudillo musulmán debió tener lugar, y tuvo lugar, seguramente, en las orillas de uno de los tres brazos del Guadalete, que es el camino más accesible, y por tanto el más militar, para penetrar en el enorme macizo montañoso conocido con el nombre de Serranía de Ronda, que forma un formidable baluarte constituido por la naturaleza…” Al comentar Becquer la opinión de Burguete, guiado por la lógica militar, descartando la posibilidad de que el escenario fuese la Laguna de la Janda y los alrededores del Barbate, apunta: Sierra de Grazalema-Algodonales desde 'El Terril' “Desembarcado Tarik en Gibraltrar, si su objetivo era abrir la campaña en dirección recta á Córdoba, habría sido un desatino el encaminarse hacia el Barbate y lago de la Janda, porque dejando á su derecha y á retaguardia en parte el macizo montañoso de la Serranía, se exponía á que lo ocupase Don Rodrigo, en cuyo caso se habría visto aquél precisado á retroceder y se hubiese encontrado bloqueado en el Peñón. Gibraltar sólo carece de valor, si la Serranía está ocupada y fortificada; pero si la Serranía está abandonada y desmantelada, Gibraltar tiene un valor incalculable. Mesas de 'Ronda La ViejaQue Tarik, al encontrar abandonada la Serranía se apresuró á ocuparla, lo demuestra el camino que siguió luego Don Rodrigo. Si aquél hubiese situado su ejército en las orillas del lago de la Janda, los visigodos, al llegar á término de Medinasidonia, no hubieran tenido más que tomar el camino alto de todos los tiempos que conduce á Alcalá de los Gazules y á Algeciras, envolviendo y rebasando la línea de Tarik, el cual se hubiese visto obligado á retirarse precipitadamente y á encerrarse en Algeciras ó en Gibraltar. Pero como Tarik estaba en la Serranía, Don Rodrigo no tenía más remedio que atacarlo en ésta; y como para apoderarse de un macizo montañoso no hay otro recurso que el de asediarlo por sus más anchas entradas y atacarlo ascendiendo con diversas columnas combinadas para obligar al enemigo á extender el frente, debilitándolo, Don Rodrigo, viniendo de Córdoba, no podía aventurarse á forzar el paso por los desfiladeros que desde El Margen (Almargen), por Teba y Cañete, conduce á las Mesas de Setenil; ni a Peñón de Algamitaatravesar los Gaitanes para embestir el frente oriental de la ciudadela de Ronda, y no le quedaba otro recurso que operar por el frente occidental en su parte norte, utilizando el amplio y accidentado portillo existente entre la prolongación del Peñón de Algamita por las sierras dé las Veguas (Yeguas) y de Algodonales, y la Sierra de Grazalema, en cuyo portillo nace, en tres brazos, el famoso Guadalete. " Después de recorrer detenidamente el terreno, Burguete, gran estratega militar además de historiador concluye que: “Y esto es, indudablemente, lo que hizo Don Rodrigo, atacando por ese portillo, que le permitía operar con tres columnas en combinación que se apoyasen y flanqueasen para atacar, envolver y romper á un tiempo por un flanco y por el centro la línea de defensa de Tarik, que se extendía, sin duda alguna, desde las mesetas de Setenil al cerro de San Cristóbal, en Grazalema, es decir la línea de fuentes del Guadalete; y debía estar ahí la línea de defensa, porque los musulmanes no podían esperar ser atacados por otra parte viniendo Don Rodrigo desde Córdoba. Así se explica también que Tarik pidiese urgentemente refuerzos á Muza, pues la defensa de las altas mesetas de la Serranía de Ronda exige una guarnición proporcionada á su magnitud.” Vista panorámica de Setenil de las Bodegas “Realizándose así por parte de Don Rodrigo la operación, que en el lenguaje de la ciencia militar moderna podría llamarse «ruptura operativa», se explica que diversas crónicas arábigas digan que la batalla duró de cuatro á ocho días, pues indudablemente al ascender los visigodos por las orillas de los tres brazos del Guadalete, se verían precisados á sostener durante varios días diversos combates, porque Tarik saldría á cerrarles el paso en las estrechuras para ceder lentamente con defensa obstinada en los recuestos de la montaña, hasta que se produjo la traición que ocasionó la derrota de Don Rodrigo. Pico de San Cristóbal - Sierra de GrazalemaPero la batalla no habría podido durar, no ya ocho días, como dicen algunos cronistas, ni siquiera cuatro, como afirman otros, si se hubiese librado en las inmediaciones de la laguna de la Janda, terreno ligeramente ondulado en el cual, sobre ser pequeño para el número de combatientes, las armas que entonces se usaban y la diferencia de fuerzas entre moros y cristianos, hacían imposible un combate de semejante duración. Y no se diga, como he oído afirmar á persona muy competente, que el encuentro comenzó en la laguna de la Janda, y que Don Rodrigo se fué retirando hasta sufrir la derrota definitiva en las orillas del Guadalete; porque esto contradice un aserto en el cual convienen todos: que la batalla se iba desarrollando en sentido favorable á los visigodos, hasta que se produjo la traición de los witizianos. Para que Don Rodrigo se hubiese ido retirando desde la laguna de la Janda, pretendiendo buscar refugio en la Serranía por el portillo del Guadalete, era preciso que desde el primer momento la suerte de las armas le hubiese sido adversa, pues nadie se bate Grazalema en retirada cuando va venciendo. Además, se olvida que en las inmediaciones de la laguna de la Janda todo favorecía á Don Rodrigo, que no sólo tenía fuerzas mucho más numerosas que las de Tarik, sino que contaba con abundante caballería, de la que carecían los musulmanes, y que éstos no eran árabes, sino bereberes, más acostumbrados á la guerra de montañas que á luchar en campo abierto: otra razón para creer que Tarik, en cuanto desembarcó, debió apresurarse á ocupar la Serranía. No se sabe de ciencia cierta en qué parte de la línea de batalla cumplieron los witizianos su compromiso de abandonar á Don Rodrigo y revolverse contra él, y no parece verosímil que se El Peñón de Zaframagón visto desde la Sierra de Líjarconfiase á parientes cercanos de Witiza el mando de las columnas que formaban las alas derecha é izquierda del ejército real; pero el terreno dice que la columna que avanzaba por Zaframagón, que correspondía al brazo tercero del Guadalete, debió ser la que consumó la traición, pues siendo aquélla la destinada á envolver, se explicaría perfectamente que al trocarse en enemiga los visigodos fuesen rechazados en la hondonada que forma el río entre Puerto Serrano y Villamartín. De este modo, acoplando á los accidentes del terreno la versión por unos y otros aceptada, procura el Sr. Burguete demostrar su tesis; y si, como dice Saavedra, donde falta el hecho positivo y comprobado, debe llenar el hueco la conjetura racional, dejando á un lado entusiasmos patrióticos, armonías sistemáticas ú opiniones admitidas por autoridad constante, si ha de ser desechado lo imposible ó contradictorio, pero buscando el sitio adecuado de donde lo haya arrancado la vulgar inadvertencia, claro es que, cuando menos, hay que otorgar a los asertos del Sr. Burguete una gran consideración. Lógica y racionalmente pensando, con un criterio estrictamente geográfico-militar, hay que admitir que la batalla se dio en el tercer brazo del Guadalete, y no debió darse en ninguna otra parte; pero ¿tenemos la seguridad de que Tarik y Don Rodrigo se atuvieron á los dictados de la estrategia? No, esa seguridad no existe, y no existiendo puede sospecharse que Tarik, encontrando abandonada la Serranía, no la ocupó, y que teniendo fuerzas muy nferiores á las Sierra del Tablón - El Terril de su adversario, no vaciló en aceptar el combate en un terreno que le era desfavorable; como puede sospecharse también, que Don Rodrigo, pudiendo realizar, un movimiento envolvente, que hubiese obligado á retirarse á los moros, prefirió atacar de frente. Porque toda esta serie de errores, cometidos por una y otra parte, es preciso admitir para creer que la batalla se dio en el lago de la Janda. Y no se diga, para justificar esa supuesta ó efectiva conducta de Tarik, que éste contaba con la traición: un caudillo medianamente prudente no puede arriesgar su ejército por la esperanza de que una parte de los enemigos abandone sus banderas. En la Serranía, si la traición no se consumaba, habría podido irse retirando poco á poco hasta encerrarse en Gibraltar: en la Janda, sin la traición de Sisberto, estaba perdido. Sin embargo, admitimos que esos errores pudieron cometerse, y por tanto no aceptamos de plano la explicación del Sr. Burguete. Nos parece muy verosímil, muy lógica, pero nada más de momento.” Vista de la Sierra Líjar desde Zahara Como ven, la Batalla de Guadalete y su escenario, fueron objeto de numerosos estudios y debates académicos que en buena parte no han sido resueltos todavía, XIII siglos después, como veremos en otros artículos.
Otros artículos sobre La Batalla de Guadalete publicados en "entornoajerez"

Un nuevo embalse en la Laguna de Medina.
Breve historia de un disparatado proyecto.




La consideración de los humedales como espacios naturales que merecieran ser protegidos, es una cuestión que ha empezado a ser admitida en nuestra legislación y en la opinión pública en las últimas décadas. Bien al contrario, desde el último tercio del siglo XIX y hasta muy avanzado el XX, una línea de pensamiento y acción política en materia de intervención en el medio, la corriente “higienista”, consideraba que marismas, lagunas y zonas húmedas eran espacios improductivos y podían ser foco de enfermedades, por lo que era necesario desecarlas.



La progresiva desaparición de los humedales.

Por citar sólo algunos ejemplos cercanos, a mediados del siglo pasado un amplio sector del entorno de Doñana, la antigua Laguna de la Janda o las marismas del Guadalquivir en Lebrija, experimentaron grandes transformaciones ambientales que terminaron con la desecación y el drenaje de inmensas superficies. En nuestro término municipal, las marismas de Mesas de Asta, Tabajete y Rajaldabas, así como las del Bujón y Casablanca, fueron objeto en la década de los 50 del siglo pasado, de obras de canalización para la construcción de grandes colectores, los Caños de Jerez y de Capita, a través de los cuales desaguan desde entonces estas tierras encharcadizas hacia el Guadalquivir. La misma suerte corrieron los aguazales del estuario del Guadalete, a caballo entre los términos de Jerez, Puerto Real y El Puerto de Santa María: las conocidas marismas de Doña Blanca, Cetina y Las Aletas, cuya puesta en cultivo se saldó con un gran fracaso.

A menor escala, muchas lagunas estuvieron también en el punto de mira de las tendencias desarrollistas y gran parte de ellas desapareció bajo el arado o sufrió daños irreversibles por los graves impactos a los que se vieron sometidas. Baste recordar en el entorno de Jerez, la roturación para su puesta en cultivo de las lagunas de Rajamancera (entre este enclave rural y La Ina), La Isleta (en Las Pachecas) o Bocanegra (en las cercanías de Roa La Bota), o la utilización de una parte de las marismas de Las Mesas y El Bujón, a los pies de Mesas de Asta, como balsas de decantación de la antigua Azucarera de Guadalcacín. La laguna de Las Quinientas, se transformó también, a finales de la década de los sesenta del pasado siglo, en balsa de los vertidos contaminantes de la Azucarera del Guadalete, estando activa durante muchos años. En la de los Tollos, junto a lo localidad de El Cuervo, se autorizó una explotación minera (entre 1976 y 1998) que dañó seriamente la laguna, si bien en la actualidad se están terminando los trabajos de restauración tras años de lucha de los colectivos ecologistas y ciudadanos.



Un proyecto de embalse en la Laguna de Medina.

La laguna de Medina, que con sus 375 hectáreas es la segunda en extensión de Andalucía después de la de Fuente de Piedra, estuvo también a punto de desaparecer, llegando a ser cultivada en toda su superficie durante los años más secos, viendo también reducida su extensión. Desde el 9 de abril de 1987, fecha en la que se declaró este espacio como Reserva Natural, goza ya de la protección legal que ha permitido su progresiva regeneración y su consolidación como uno de los humedales más importantes de la provincia. (1)

Sin embargo, traemos hoy aquí el recuerdo de un proyecto que en la década de los cincuenta del siglo pasado, a punto estuvo de convertir nuestra emblemática Laguna de Medina en un embalse. Aquellos tiempos de postguerra estuvieron marcados por la construcción de las grandes obras hidráulicas (los famosos “pantanosde Franco) y, en lo que se refiere a la provincia de Cádiz, son los años en los que se están construyendo las presas de Bornos y Los Hurones, así como las conducciones de abastecimiento de agua potable a la Zona Gaditana. El pantano de Guadalcacín, único en servicio en la cuenca del Guadalete, da servicio ya en esa época a una amplia zona regable a través de una extensa red de canales. Sin embargo la demanda de agua para riego y para el consumo humano e industrial no para de incrementarse y, junto a los proyectos de recrecimiento de la presa de Guadalcacín, surge una idea más eficaz y de menor coste económico: transformar en embalse la Laguna de Medina.

Veamos cómo se expone la idea en 1956, en una “Tirada aparte” de la Revista “Ibérica” (separata, diríamos ahora), dedicada a “Las obras Hidroeléctricas de la Provincia de Cádiz”:

Como las posibilidades hidráulicas del río Majaceite son superiores a las necesidades de las 10.000 hectáreas servidas por los actuales canales construidos y en construcción, se ha previsto la posibilidad de ampliar la superficie regable. Para utilizar el agua excedente se puede construir un embalse lateral aprovechando la Laguna de Medina, situada cerca de Jerez de la Frontera. Para ello basta construir una presa de unos 20 metros de altura que cierre la vaguada por donde la laguna desborda en época de lluvias abundantes. Con ello se logrará un embalse aproximado a los 25 millones de metros cúbicos.



La laguna no tiene aportaciones de agua, salvo la que recoge de las lluvias, por lo cual se proyecta llenar el futuro embalse llevando el agua desde el pantano de Guadalcacín, por los canales de la margen izquierda del Guadalete, durante los meses de invierno en que no se utilizan para riego
”. (2)

Nueva red de canales.



La Laguna de Medina veía así ampliado su vaso con un dique lateral (algo parecido a lo que se haría años después en la presa de Arcos), hasta poder contener en él un volumen que, aproximadamente, equivaldría al doble del que hoy se almacena en el embalse de Arcos. Para su distribución por las parcelas de regadío se aprovecharían también, según el proyecto, una parte de la antigua red de canales construida a principios del siglo XX por la empresa que levantó la Azucarera Jerezana en El Portal, de los que en la actualidad aún podemos ver algunos tramos en la zona de las Pachecas, Las Quinientas o el Palmar del Conde.

Para el aprovechamiento de este embalse lateral se daría salida al agua por el canal situado a más bajo nivel. Este canal riega las vegas inferiores de la margen izquierda y puede ser prolongado sin dificultad con lo cual se aumentaría la zona regable en una superficie de 1.800 hectáreas de terrenos de excelente calidad. En parte podrían utilizarse, con las necesarias reparaciones, unos antiguos acueductos y acequias de la desaparecida “Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete” que explotó esta zona con agua elevada a principios de siglo”.

Desconocemos si D. Fernando Suárez de Tangil y Angulo, conde de Vallellano y Ministro de Obras Públicas de la época –quien visitó las obras de las presas que entonces se construían en la provincia-, encargaría a sus ingenieros “estudios de impacto ambiental” y si estos desaconsejaron finalmente la idea ante la previsible destrucción de este espacio natural... O tal vez, las grandes necesidades de cemento y acero que reclamaban las obras en curso en Bornos y Los Hurones, fueron las que frenaron definitivamente el proyecto.



El caso es que, a diferencia de tantas otras lagunas de nuestro entorno que terminaron como escombreras y balsas de vertidos o que fueron desecadas y puestas en cultivo, la Laguna de Medina se libró finalmente de convertirse en un embalse y hoy no tenemos que lamentarnos que aquel disparatado proyecto se hubiese llevado por delante uno de los mayores humedales de Andalucía. Afortunadamente.


Para saber más:
(1) Colón Díaz, M y Díaz del Olmo, F.: Las Campiñas. Guías Naturalistas de la provincia de Cádiz. IV., Diputación de Cádiz, 1990, p. 223.
(2) “Las obras hidroeléctricas de la provincia de Cádiz”. Tirada aparte de la Revista “Ibérica”, nº 335, agosto de 1956.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 14/12/2014

 
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