Por los Llanos de la Ina con don Rodrigo y Orelia.
La Batalla de Guadalete en la versión de Antoine de Latour (I).




Entre los hechos históricos que han marcado de manera determinante la Historia de España, se encuentra sin duda la conocida como Batalla de Guadalete que supuso la desaparición de la Hispania visigoda. En diferentes ocasiones, nos hemos ocupado en esta ventana a la historia y a los paisajes de la campiña que pretende ser “Entornoajerez”, de este singular episodio bélico del que hace unos años, en julio de 2011, se cumplieron los XIII siglos de su conmemoración.

Aunque en lo relativo a las fechas en las que aconteció la famosa batalla hay bastantes coincidencias (entre el 19 y el 26 de julio del 711), en lo relativo al espacio físico donde la contienda tuvo lugar existen no pocas discrepancias. La Laguna de la Janda, las orillas del río Barbate, los alrededores de Medina sidonia o Vejer, las tierras de Sidueña o los campos de Sangonera, en Murcia… son algunos de los escenarios donde diferentes historiadores han ubicado a lo largo de esos últimos siglos este decisivo enfrentamiento.

Sea como fuere, en la historiografía tradicional y aún en el imaginario colectivo, se habla siempre de la batalla de Guadalete para aludir a este suceso histórico y que historiadores como Claudio Sánchez Albornoz ubican en las orillas del Wadi Lakka, nuestro Guadalete. No es de extrañar por ello que, dada la cercanía del río a nuestra ciudad, muchos autores han vinculado algunos parajes de la campiña jerezana próximos al Guadalete, con el posible escenario de esta batalla, aunque a nadie escapa que a falta de fundamentos históricos se recurra especialmente a los literarios y aún a las leyendas. Este es el caso del paraje de los Llanos de Caulina, donde la sitúa el historiador gaditano Adolfo de Castro, entre otros, y del que ya nos ocupamos en otro artículo.



En nuestro paseo de hoy por los paisajes de la literatura y de la historia, en torno a Jerez, recorreremos los Llanos de la Ina y los alrededores del monasterio de La Cartuja y Lomopardo donde sitúa el escenario de aquella batalla el escritor francés Antoine de Latour.

Con Antoine de Latour por los Llanos de la Ina.

Considerado como uno de los primeros hispanistas franceses, Antoine de Latour llega a nuestro país en 1848 residiendo en Sevilla. Allí trabajó como secretario de los Duques de Montpensier, quienes habían instalado en esta ciudad su “corte” tras salir de Francia, agitada en aquellos años por los episodios convulsos que darían lugar a la segunda república. Nuestro personaje, como era habitual en todos los ilustrados, visita Jerez mostrando su admiración por los “inmensos campos de viñas” que encuentra en el camino que recorre desde El Puerto de Santa María. En el relato de su viaje no faltan referencias a la ciudad y a sus numerosas y afamadas bodegas, sus calles, al Alcázar, al monasterio de La Cartuja o al embarcadero de El Portal. Pero si algo llama la atención en sus consideraciones son sus amplias referencias a la Batalla del Guadalete.

En el prólogo del libro “La Bahía de Cádiz de Antoine de Latour”, Juan Manuel Suárez Japón repara también en el interés del escritor francés por este trascendental episodio bélico señalando que “…el Latour viajero y curioso, observador y narrador versátil, se nos marcha tras su imaginación desatada y romántica hasta el cercano Guadalete donde él decide situar el recuerdo de la batalla final de D. Rodrigo” (1). Vamos nosotros, de la mano de sus escritos y fabulaciones a recorrer de nuevo estos parajes, “testigos” de la batalla.

La visita al Monasterio de la Cartuja ha sido una constante en todos los viajeros que han pasado por Jerez (2). Latour cumplirá también con este rito (3) y, al describir los alrededores del monasterio anota: “… el río rodeaba melancólicamente el campo de batalla de don Rodrigo para perderse luego en la serranía de Ronda, llena también del recuerdo de los moros”. Tras dirigir su mirada a los Llanos de la Ina no puede por menos que evocar los episodios históricos



a los que añade tintes épicos: “Esta llanura del Guadalete es uno de esos circos que parecen formados para siempre para presenciar el desenlace, en un día determinado, de algunos de los enormes dramas que marcan las fases de la historia. Detengámonos un momento ante aquella fecha fatal de 711 y ante la gran catástrofe que tanto sitio ocupó en los anales de España… ¿Cómo narra la historia el brusco final de la dominación goda? Digo la historia y no los historiadores pues si los modernos, instruidos en una crítica más difícil y en una ciencia más exacta desecharon rigurosamente la leyenda, los antiguos fueron menos escrupulosos”.

Latour pasa revista a los relatos que sobre la Batalla de Guadalete escribieron los autores más relevantes. Critica la falta de rigor y el exceso de fabulación del padre Mariana quien en su monumental obra Historia general de España (1592), a decir de Latour, “no rechaza lo que la imaginación algo crédula de sus compatriotas fue añadiendo al primitivo relato de la caída de Don Rodrigo”. Al referirse a otro famoso historiador, Antonio Conde y a su célebre obra Historia de la dominación de los árabes en España (1820), le reconoce el mérito de fundamentar sus estudios de manera más sólida al ser “quien primero consultó en los autores árabes los elementos de su narración”, desterrando así muchos episodios procedentes de la leyenda y del que dice que “ni siquiera nombra a la hija del conde Julián” a quien todos los relatos de la historiografía más tradicional habían mencionado como un personaje “histórico”, y a quien autores anteriores venían asignando un papel importante en los hechos que desencadenaron la Batalla.

Latour elogia también los estudios de Modesto Lafuente, otro célebre historiador decimonónico que publica su gran obra Historia general de España (1850-1857) en los años en los que nuestro escritor francés reside en Sevilla. De sus aportaciones sobre los hechos de Guadalete dice Latour: “don Modesto Lafuente que en España y en el momento en que escribo eleva a su país un monumento en el que cada parte nueva extiende y consagra su autoridad, recuerda la tradición, pero ajustándose, como Conde, a las causas verdaderas y a los hechos incontestables”. Antoine de Latour está dispuesto a ser riguroso en su relato sobre la Batalla de Guadalete, pero deja entrever que no desdeñará las referencias que aporta la leyenda: “Sería mala voluntad por mi parte el no seguir tales ejemplos, aunque más adelante enfrente la tradición a la historia y busque la parte de verdad que en alguna medida se mezcla siempre a la fábula”.

La batalla de Guadalete según Latour.

Así las cosas, Latour relata como Teodomiro, lugarteniente de Roderico al mando del ejército godo, hace frente con mil setecientos jinetes a los doce mil hombres mandados por Tareg-ben-Zain (Tariq) a quienes no puede contener en Algeciras. La petición de ayuda a Roderico lo sorprende en el norte luchando contra los partidarios de Witiza: “intentó inmediatamente aliarse con ellos frente a aquellos que él, ignorante de la traición, llamaba el enemigo común… Roderico envió rápidamente lo que le quedaba de la caballería para reforzar el insuficiente ejército de Teodomiro. Esta ayuda, de por si escasa, llegó agotada e incapaz de detener las incursiones que ya habían alcanzado Medina Sidonia”.

Llegados a este punto del relato Latour comienza con las primeras concesiones a la fábula cuando escribe “el 25 o 26 de julio de 711, los dos ejércitos se encontraron a orillas del Guadalete cerca del lugar donde más tarde se elevaría Jerez. El lugarteniente del emir, en una carta que envió a Muza tras la batalla, cuenta que Roderico avanzaba en el combate sobre un carro adornado con mármol y tirado por dos mulas blancas. Tenía sobre la cabeza una corona de perlas y sobre sus hombros un manto púrpura bordado en oro”. Y sabedor del componente fabuloso de esta parte de su relato, que Latour ha recogido en la historiografía clásica citado por otros muchos autores, añade: “este detalle parece verosímil conocido el gusto de los bárbaros por el fasto”.

Tras los primeros enfrentamientos, descritos por el hispanista francés en términos épicos, y ante el estancamiento de la batalla, Tariq, al ver flaquear a sus tropas arenga a los soldados: “Conquistadores del Magreb, ¿adónde vais? ¿adónde os lleva una huida tan vergonzosa e imprudente?, delante de vosotros está el enemigo y detrás el mar. El único refugio está en vuestro valor y en la ayuda de Dios. Haced, musulmanes lo mismo que yo”.

Latour guarda para el desenlace de su relato un final épico y novelesco, muy al gusto de los escritores románticos. Así, Tariq, después de jalear a sus “voluntarios de la fe”, dando ejemplo de arrojo y de valor “… lanzó su caballo contra las filas enemigas buscando a Roderico con mirada fiera. El rey, por su parte, había descendido de su carro y mandado traer a su caballo Orelia. Si creemos a los historiadores árabes apenas si tuvo tiempo de ponerse a la defensiva: Tareg, se lanzó sobre él con todo el furor de su caballo y lo atravesó con su lanza y derribándolo le cortó la cabeza que envío al emir como testimonio de su victoria. Los moros, siguiendo su ejemplo se lanzaron sobre los cristianos con renovado ardor e hicieron una horrible matanza: “durante mucho tiempo, cuenta el historiador árabe, esta tierra permaneció cubierta de huesos blanqueados…”. “Así termina la batalla del Guadalete, así acaba la monarquía de los godos en España…”.



Para saber más:
(1) La Bahía de Cádiz de Antoine de Latour. Traducción y notas: Lola Bermúdez e Inmaculada García. Diputación de Cádiz., 1986. De esta obra (pp. 123-134) han sido tomadas las citas textuales entrecomilladas.
(2) Clavijo Provencio, R.: Jerez y los viajeros del XIX. B.U.C. Jerez, 1989. A este respecto puede también consultarse el libro de este mismo autor Viajeros apasionados. Testimonios Extranjeros sobre la provincia de Cádiz 1830-1930. Diputación de Cádiz, 1997.
(3) García Lázaro, J. y A.: Signos y dibujos en el patio de La Cartuja. Un paseo con Antoine de Latour, Diario de Jerez, 8 de noviembre de 2015.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, XIII siglos. Batalla de Guadalete, Los Llanos de Caulina como escenario de la Batalla de Guadalete: la versión del historiador Adolfo de Castro
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 26/11/2017

La Estación de El Portal.
S.O.S para la recuperación de un edificio centenario.




Entre las fotografías que ilustran este reportaje sobre la vieja Estación de ferrocarril de El Portal hay apenas unos años de diferencia. En ellas se refleja el paso del tiempo, pero son también un triste ejemplo de lo que la incultura de unos vándalos es capaz de hacer con un edificio centenario que encierra una larga historia entre sus muros.



Las imágenes hablan por sí solas de todo ello, pero también de la desidia y dejadez de sus propietarios (ADIF) y de las distintas administraciones que, de una u otra forma, debieron haber velado para que esto no llegara a pasar.

Hace ahora una década, los vecinos de El Portal vieron por fin cumplidos uno de sus principales anhelos: la eliminación de un peligroso paso a nivel que habían conocido “toda la vida”. Por eso, cuando el 27 de julio de 2007 entró en servicio el nuevo viaducto del ferrocarril sobre el Guadalete, -que con sus 3.221 m se convertía en el de mayor longitud de la red ferroviaria española- muchas cosas se ganaron…, pero se perdía también para siempre el uso para el transporte ferroviario de la vieja Estación y Apeadero de El Portal.

De manera casi inmediata a la supresión del antiguo tramo entre el Puente del Duque y el embarcadero de la Marina, comenzó el desmantelamiento de las vías y unos meses después ya no quedaba casi nada que recordara que, por allí, durante más de 150 años, pasaba el tren, uno de los primeros trenes que circularon de España. Ese tren del que tan sólo la vieja estación guardaba viva la memoria. Ya entonces, los vecinos de El Portal con Diego Almodóvar a la cabeza, reclamaron que se diese un uso social a este antiguo edificio para evitar así su demolición y rescatar todo su valor histórico y simbólico. A las claras queda que no se han cumplido las promesas de recuperación que se plantearon durante la última década y que este centenario edificio se encuentra hoy parcialmente arruinado.



Como pensamos que no es tarde todavía para su recuperación, en nuestra visita de hoy queremos ocuparnos de esta vieja estación, de su significación y de sus valores patrimoniales, para hacer un llamamiento público al objeto de que se rescate de la ruina.

Un poco de historia.

En la memoria colectiva de nuestra ciudad se guarda como uno de los logros más brillantes el haber contado con la primera concesión otorgada en España para la construcción de un “camino de hierro”. La iniciativa, promovida por José Díez Imbrechts en 1829, pretendía unir Jerez con el embarcadero de El Portal y facilitar así el transporte de vinos hacia la Bahía a través del Guadalete. Aunque no llegó a materializarse, su hijo Luis Díez Fernández de la Somera, conseguirá dos décadas después hacer realidad el primer proyecto ferroviario de Andalucía al obtener en 1850 la concesión para construir y explotar una línea férrea entre Jerez y El Puerto de Santa María, que se vería ampliada un año más tarde hasta El Trocadero (1).

La obra supuso un revulsivo económico y comercial en el Jerez de mediados del siglo XIX al facilitar la salida de nuestros vinos hacia los puertos de la bahía de Cádiz, evitando así el costoso y accidentado transporte fluvial por el Guadalete. No es de extrañar por ello que este gran proyecto figure, junto al de la construcción del acueducto de Tempul para el abastecimiento de agua potable a la ciudad, como uno de los más relevantes de cuantos se acometieron en el pujante Jerez del XIX (2).

Como no podía ser de otra manera, el trazado del ferrocarril, en su camino hacia el Puerto, después de atravesar las trincheras y terraplenes de Vallesequillo se dirigía hacia el embarcadero de El Portal, que hasta esas fechas aún estaba en uso. En este lugar, la traza se construyó en la margen derecha del Guadalete, aproximándose tanto a él que “… ha sido preciso variar un trozo de 500 metros lineales de la carretera general para el paso de la línea por el sitio que ocupaba la carretera antigua” (3), terminándose la explanación hasta El Portal el 20 de septiembre de 1853. Junto a El Portal, fue preciso también construir una alcantarilla para dejar paso a las aguas del Arroyo de Morales. En la actualidad aún se conserva este puentecillo, el último superviviente de cuantos se levantaron entre 1852-1853 y que se menciona en la descripción de las obras. Hoy día canaliza los caudales de salida de la depuradora (4).



En este primer proyecto, se construyó en El Portal un pequeño apeadero en las proximidades del embarcadero, que fue ya utilizado por los jerezanos desde los inicios de la puesta en marcha de la línea. Así, el investigador de nuestra historia ferroviaria Francisco Sánchez Martínez, nos informa que ya en el verano de 1854, recién inaugurado el primer tramo del ferrocarril entre Jerez y El Puerto de Santa María, “…la empresa ferroviaria establecía un servicio especial para llevar a la gente a tomar los baños en el río Guadalete junto al muelle del Portal, los precios de ida y vuelta eran de 3 reales/v en 3ª clase, y 5 reales/v en 2ª clase” (5). Sin embargo, los mejores días para este modesto apeadero estaban por venir, y lo harían de la mano de la construcción de la Azucarera Jerezana.

En los años finales del siglo XIX y los primeros del XX, El Portal vivirá una gran actividad fabril. En 1897, la Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete obtuvo del Gobierno una concesión para regar con las aguas del río (a través del azud de La Corta) unas dos mil hectáreas, destinadas al cultivo de la remolacha que sería molturada en la fábrica azucarera construida en los años siguientes. Aunque la experiencia resultó fallida y ya en 1906 cesó su actividad, el enclave de El Portal se transformó en esos años viendo surgir naves, almacenes y dependencias junto a la Azucarera Jerezana´, así como un nuevo puente de hierro que cruzaba el Guadalete junto a La Herradura (6). El apeadero ferroviario allí existente se transformó con la construcción de una nueva Estación. Sánchez Martínez apunta que “la estación de El Portal había sido abierta de forma regular al servicio público de viajeros el 1 de enero de 1904”, época que coincide con el máximo apogeo de los trabajos de la Azucarera (7).

La por entonces nueva estación de El Portal cobraría protagonismo en 1917 cuando, con motivo de la gran riada del 7 de marzo, la línea férrea de Madrid a Cádiz, quedó cortada por unos días al inundarse un tramo de 6 km entre la estación y la vega baja del río. Desde este lugar se llevaron a cabo las operaciones de rescate y salvamento con lanchas de los vecinos que habían quedado aislados en los campos de los alrededores por la crecida del Guadalete (8). Las graves inundaciones afectaron seriamente a la Azucarera Jerezana y, sólo en parte a la estación de El Portal. La Correspondencia, un diario de tirada nacional, informaba al respecto que “...Han sufrido daños los edificios de la Azucarera Jerezana y la casa del Jefe de la Estación. Muchas chozas han sido derribadas, rivalizando las autoridades y vecinos en el salvamento del personal. En los alrededores de El Portal, alcanza la inundación varios kilómetros de extensión” (9).

Hay que recuperar el edificio de la Estación de El Portal.



Después de aquel recordado episodio y tras la vuelta a la normalidad, la estación siguió prestando servicios durante más de un siglo a los viajeros de este enclave rural, uno de los más poblados en el entorno de la ciudad, cerrando definitivamente sus puertas en julio de 2007. En septiembre de ese mismo año el Ayuntamiento de Jerez recibía un escrito de la Dirección Ejecutiva de Estaciones de Viajeros (de ADIF) en el que se comunicaba que el edificio de la Estación de El Portal no se demolería y sería conservado, como venían reclamando los vecinos.



Se contestaba así formalmente a una petición municipal cursada en agosto de ese mismo año, en el que la entonces alcaldesa, Pilar Sánchez, solicitaba al Gerente de ADIF que, ante el desmantelamiento previsto de las infraestructuras que habían quedado fuera de servicio, tras la inauguración del nuevo viaducto de El Portal, se respetase el edificio de la antigua estación. Se argumentaban para ello razones de carácter histórico por tratarse del primer tramo ferroviario de Andalucía y uno de los primeros de España. ADIF pedía para ello -mientras se acometía la remodelación que permitiera la conservación y los nuevos usos de la Estación- la adecuada protección para evitar “…el deterioro, vandalismo y la ocupación por personas ajenas del citado edificio”.

Sin embargo, en los años siguientes, se olvidaron pronto



las promesas de recuperación se olvidaron. De nada sirvieron las continuas demandas de los vecinos y el edificio de la vieja estación comenzó a ser objeto de actos vandálicos. Al lento deterioro de sus dependencias siguió la ocupación de su entorno y el progresivo derrumbamiento de sus tejados, acelerado por un incendio que destruyó parte de la armazón de madera que los sustentaba.

Pero aún es posible revertir la situación. En los últimos meses, de la mano del proyecto de construcción de un sendero fluvial entre Jerez y El Puerto, recientemente anunciado a cargo



de los fondos ITI (Inversión Territorial Integrada), se ha vuelto a reclamar por parte de Ecologistas en Acción y otros colectivos ciudadanos la recuperación de la vieja estación. Con ello se conseguiría un doble objetivo y así, de una parte, se ganaría un espacio público que podría tener uso social para los vecinos de El Portal o formar parte del equipamiento asociado al sendero. De la misma manera, se recuperaría un elemento patrimonial testigo de la antigua traza del ferrocarril por la que está previsto que discurra parte del mencionado sendero fluvial. La estación, que formó parte del conjunto de construcciones que a comienzos del siglo XX se edificaron en torno a la Azucarera Jerezana (barrio de casas para trabajadores, capilla, almacenes…) guarda como aquellos el sello de la arquitectura industrial de la época y sería un despropósito derribarla.



Deseamos y confiamos en que esta vez sí, la sensatez esté de parte de quienes desean ver renacer la antigua Estación de El Portal.

Para saber más:
(1) García Lázaro, J. y A.: Nuestro patrimonio ferroviario. Algunos elementos singulares de la línea férrea de Jerez a El Portal. Diario de Jerez, 11/01/2014.
(2) El lector interesado podrá encontrar referencias sobre esta importante obra en los siguientes trabajos:
-Caro Cancela, D. (1990): “El primer ferrocarril de Andalucía. La Línea Jerez-El Puerto- Trocadero (1854-1861)”, en Páginas. Revista de Humanidades nº 5, oct-nov. 1990, pp. 70-85, Jerez.
-Pérez Serrano, J.; López Rodríguez, F.; y Reyes Fernández, M.J. (2003).: “Aproximación a los orígenes del ferrocarril en la provincia de Cádiz: la línea de Jerez de la Frontera-El Trocadero”, en Cuenca Toribio J.M. (ed.). Actas del III Congreso de Historia de Andalucía. CajaSur, Córdoba, 173-183.
-Revista de Obras Públicas (1853): “Ferro-carril de Jerez al Trocadero”. Tomo I. p. 67-68.
-Sánchez González, R. (1986): “Los inicios del Ferrocarril en El Puerto de Santa María. La formación de la línea Jerez-Puerto (1834-1850)”. Gades, 14, pp. 45-64.
-Sánchez Martínez, F. (2005/2006): “Jerez, cuna del primer ferrocarril andaluz (1850-1861)”, en Historia de Jerez, Nº 11-12, Jerez, Ayuntamiento de Jerez/Diputación Provincial de Cádiz, pp 139-156.
-Sánchez Martínez, F. “Ferrocarril de Jerez al Río Guadalete. La primera concesión ferroviaria de la península”, en Vía Libre, la revista del Ferrocarril. Disponible en este enlace:
http://www.vialibre-ffe.com/noticias.asp?not=1230&cs=hist
-Sánchez Martínez, F. (2013) “Historia del Ferrocarril de Sevilla a Jerez y de Puerto Real a Cádiz (1856-1861)”, en Vía Libre, la revista del Ferrocarril. Disponible en este enlace:
http://www.vialibre-ffe.com/noticias.asp?not=11319
-Torrejón Chaves, J. (2006): “Cádiz y los orígenes del Ferrocarril en España”. Comunicación presentada al IV Congreso Historia Ferroviaria. Málaga, sept. 2006.
(3) Revista de Obras Públicas (1853): “Ferro-carril de Jerez al Trocadero”. Tomo I. p. 67-68.
(4) García Lázaro, J. y A.: Nuestro patrimonio ferroviario…
(5) Sánchez Martínez, F.:El Portal, su muelle, el arrecife a Jerez y el Ferrocarril (II)”, Diario de Jerez, 11/06/2013.
(6) García Lázaro, J. y A.: Azúcar amargo, Un siglo de azucareras en la campiña. Artículo publicado en www. entornoajerez.com el 8 de julio de 2013.
(7) Sánchez Martínez, F.:Ferrocarril de Jerez al Río Guadalete…
(8) Pueden verse al respecto las noticias aparecidas en ABC, 8 de marzo de 1917, p. 18 y La Correspondencia, 9 de marzo de 1917, p.3. Sobre la riada y sus repercusiones en El Portal, el lector curioso puede consultar: García Lázaro, J. y A. La gran riada en Jerez (III), Diario de Jerez, 26 de marzo de 1917.
(9) La Correspondencia, 9 de marzo de 1917, p.3.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, Patrimonio en el medio rural.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el19/11/2017

Naturalistas históricos por las Sierras de Cádiz y Serranía de Ronda en los siglos XIX y XX

Los días 25 y 26 de Noviembre de 2017 van a tener lugar en el salón de actos del IES Los Remedios de Ubrique., las Jornadas sobre Naturalistas Históricos en las Sierras de Cádiz y la Serranía de Ronda en los siglos XIX y XX.

Las Jornadas, han sido organizadas por la Sociedad Gaditana de Historia Natural y en ellas se van a impartir conferencias sobre la presencia de afamados naturalistas ("históricos") en estos parajes durante los siglos XIX y XX. El domingo 26, se ha organizado también una salida al "TAjo de Verner", en la Sierra del Caillo (Benaocaz) para visitar el lugar donde anidaron los últimos quebrantahuesos de la provincia.

Este es el interesante programa donde, aceptando la amable invitación de los amigos de la SGHN, impartiremos una de las ponencias que lleva por título: "Macpherson y Gavala: dos geólogos a la búsqueda de un paisaje", en la que expondremos la vinculación de estos dos insignes geólogos con la Sierra de Grazalema. No os las perdáis!



Por el camino de Jerez a Arcos.
Un recorrido en 1744.




En “entornoajerez” nos gusta transitar por los carriles y antiguas cañadas de la campiña, por esos viejos y olvidados caminos en los que aún es posible descubrir algunos testimonios de la importancia que en el pasado jugaron en las comunicaciones entre poblaciones cercanas.

En nuestro paseo de hoy nos vamos a trasladar a mediados del siglo XVIII, de la mano de un curioso manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional, dado a conocer hace unos años por el historiador Antonio Domínguez Ortiz. De autor desconocido, lleva por título “Descripción de caminos y pueblos de Andalucía”, y fue escrito en torno a 1744 como apunta José Jurado Sánchez, quien ha estudiado este interesante documento que nos permite conocer la estructura de la red viaria de buena parte de la provincia (1). Para ser fieles al texto realizaremos nuestro “viaje” partiendo de Arcos para entrar en Jerez por los “callejones de las viñas”.

Cinco leguas de camino.



La descripción del camino, saliendo de Arcos, comienza aportando unos datos generales sobre la distancia entre ambas poblaciones y las características del terreno que atraviesa: “Hay desde Arcos a Xerez 5 leguas. El terreno es bueno; a la media legua está poblado de olivar, dos leguas de tierra limpia de lavor y como 3 cuartos de legua poblados de viña y olivar, sin otro monte alguno, a lo que se sigue para entrar en Xerez unos callejones, como de media legua, formados de las cercas de viñas, olivares, etc.” (2)



La distancia por carretera que hoy día hay entre ambas poblaciones es de 32 km, y algo menor (29 km) por la autovía de reciente construcción, por lo que las 5 leguas (unos 29 km) se aproxima bastante a la actual, aunque el trayecto, como veremos, se trazaba por distintos lugares. También el paisaje agrícola guarda algunas semejanzas y así, al salir de Arcos, tras bajar la cuesta de Valdejudíos las laderas de los cerros junto a la carretera están cubiertas en parte con el extenso olivar de Macharaví. Más adelante, en el camino hacia Jédula, también nos encontramos con amplias extensiones de tierra “limpia y de labor”, como a mediados del s. XVIII que pertenecen a los cortijos de La Torre, La Cantarera, Cortijo Nuevo, Jédula, ... Entre Vicos y La Peñuela, completando también las dos leguas que se apuntan en el manuscrito, se repiten las lomas de tierras de secano, apareciendo las primeras viñas en La Cartuja de Alcántara, lejos aún de la ciudad de Jerez, a diferencia de las de los callejones que se mencionan en el relato dieciochesco.

El paso de ríos y arroyos.



La red hidrográfica también está presente en esta suerte de “guía de viajes” ya que la eventualidad de tener que cruzar ríos y arroyos y la existencia de vados, pasadas o puentes era un asunto de vital importancia para un viajero. Así se indica que: “A la media legua hay el arroyo salado de esta ciudad (Arcos), que pasa por una puente pequeña de ladrillo y mampostería, es el mismo camino que se encuentra al principio del camino que va a Las Cabezas. Así mismo, a las 3 leguas y media se encuentra el arroyo que llaman del Gato, termino de Xerez; tiene su origen en las tierras que llaman Quartillos, que son pobladas de olivar y viña, y desagua en el arroyo de Sepúlveda. A las 4 leguas y media hay otro que llaman el Valadejo, tiene una calzada para pasarse, su origen en las marismas de Lebrija y Trebujena y desagua en el río de San Pedro".

El arroyo salado al que se alude no es otro que el Salado de Espera, que cruza actualmente la carretera y la autopista en el punto conocido como Venta La Mina, un singular paraje así denominado porque desde mediados del siglo XIX y hasta comienzos del XX se explotó allí una mina de azufre. Este arroyo, que se une al Guadalete en las cercanías de la Junta de los Ríos, ha tenido siempre furiosas crecidas que lo hacían intransitable en la época de lluvias. No es de extrañar por ello que, al menos desde el siglo XVII, haya contado con pequeños puentes o alcantarillas para cruzarlo. En la actualidad aún se mantiene en pie la “puente pequeña de ladrillo y mampostería” a la que se alude en nuestra “guía de viajes” cuya visita recomendamos al lector.



La alcantarilla del Salado, a los pies de los cerros del Guijo, junto a la antigua Venta La Mina, era también conocida como Puente de Valdejudíos, mientras que en otras fuentes es denominada como “alcantarilla de Matajaca”, o incluso como “alcantarilla de Jerez”. Al menos desde 1611 ya consta la existencia de un puente en este lugar del camino de Arcos a Jerez (3), así como otras referencias a su reparación y reconstrucción a lo largo de los siglos XVII y XVIII (4).

Aunque en la Descripción no se hace mención a otros arroyos que el camino de Arcos debió también cruzar (los de Jédula, Arroyo Dulce y Canillas) sí que repara en el “arroyo que llaman del Gato”. Este arroyo, que figura ya en todos los mapas de los siglos XVIII y XIX, pasa hoy día desapercibido a los viajeros. Tiene su origen, como bien apunta el texto, en “las tierras que llaman Quartillos”, entregando sus aguas al “arroyo de Sepúlveda” que no es otro que el actual arroyo Salado de Caulina. La cabecera del arroyo del Gato la encontramos junto al cortijo de Alcántara, cercano a Cuartillo, donde una hermosa galería de olmos lo escoltan en su primer tramo. Curso abajo es embalsado en la zona trasera del Circuito de Velocidad y del Campo de Golf de Montecastillo, al que abastece de agua de riego. Canalizado después por un modesto desagüe abierto entre los aparcamientos del Circuito, se une al Salado de Caulina en las tierras de la antigua finca de Sepúlveda, que en otros tiempos dieron nombre a este último arroyo. Como se ve, el antiguo



camino de Arcos en el s. XVIII, seguía a partir de la Torre de Melgarejo la traza de la actual Cañada de Bornos que discurra junto a la carretera que hoy en día comunica Estella del Marqués con el Circuito. Evitaba así el cruce de Los Llanos de Caulina que en aquel siglo era una tierra encharcadiza e inculta, cubierta por palmares y juncales, que sólo permitía su tránsito en la estación seca.

Desde el arroyo del Gato, y ya a solo media legua de Jerez (algo menos de tres km), la “guía” nos indica que el camino se encontraba con otro arroyo que “llaman el Valadejo,” y que éste “tiene una calzada para pasarse”. El Valadejo (metátesis de Badalejo o Albadalejo), no es otro que el actual arroyo Salado de Caulina. El descansadero de Albadalejo (todavía conserva este nombre) es el paraje en el que se edificaría en parte el pueblo de Estella del Marqués, y el que daba nombre a este rincón de la campiña surcado por el arroyo Salado. Para cruzarlo existían dos puentes (como puede verse en todos los mapas de los siglos XVIII y XIX, ya que, en este lugar, junto a la actual Venta La Cueva y al Vivero Los Cántaros, el arroyo se bifurcaba en dos brazos, que volvían a unirse aguas abajo, buscando ya el Guadalete en un curso paralelo a la autopista.



Como dato curioso (erróneo en este caso), el texto señala que el arroyo tiene su origen en las marismas de Lebrija y Trebujena, aunque en realidad procede de la confluencia de los pequeños cursos fluviales que bajan de la sierra de Gibalbín. Los altos de Montegil forman una divisoria que impide la comunicación de estas aguas con las de las marismas, que vierten ya al Guadalquivir. De gran interés resulta también la afirmación de que el Valadejo… “desagua en el río de San Pedro” en lugar de en el Guadalete, al que se une junto al Monasterio de La Cartuja, a la altura de Viveros Olmedo. La explicación de este cambio de nombre hay que buscarla en el hecho de que el Guadalete presentaba hasta mediados del s. XVII dos brazos en su estuario: el que desembocaba en El Puerto de Santa María, y el conocido como “madre vieja” o Albadalejo que en 1648 el Cabildo jerezano (bajo el auspicio de la cofradía de San pedro) comunicaron con un canal para darle salida a la Bahía de Cádiz en las cercanías de Puerto Real (5). Este brazo (que luego sería cortado) pasaría a llamarse desde entonces río San Pedro.

Los cortijos del camino de Arcos a Jerez.



Pero dejemos los arroyos y volvamos de nuevo al camino para fijarnos en los cortijos que describe esta “guía de viajeros”. Partiendo de Arcos, “…. A los 3 cuartos de legua está el cortijo de Yllena; a las 2 el de Jedala; a las 4 el de Melgarejo, y a la izquierda otro de Jedala, a las 2 leguas de esta ciudad; a 3 el de Bicos, a las 3,5 el de la Peñuela y a las 4 el de los Aziagos, y otros muchos que no son de nombre”.

El cortijo de Yllena (o de Illena, en otras fuentes) ya desaparecido con este nombre (6), es el actual cortijo de La Torre oculto a los viajeros que circulan por la carretera, tras las lomas cercanas al cortijo de La Cantarera, a la derecha del camino. Por sus tierras aún se conserva la vieja traza del ferrocarril de la Sierra que comunica con la antigua estación de Jédula. Más adelante, tras dos leguas de recorrido, el camino de



Arcos dejaba a ambos lados los cortijos de “Jedala”. Se trata de los actuales de Jédula (a la izquierda) y Jedulilla (a la derecha), ambos absorbidos por el casco urbano de esta poblada pedanía arcense, pero que hasta mediados de los cincuenta del siglo pasado aún podían verse aislados entre sus tierras de labor.



Continuando el camino, y a una legua de ambos, estaba a la izquierda el de “Bicos”, actual cortijo de Vicos sede de la Yeguada militar, por cuyas cercanías atravesaba antes de llegar a La Peñuela. Este último fue siempre uno de los de más renombre de la campiña por la extensión de sus propiedades y por su poblado caserío. En el XVIII y hasta casi mediados del pasado siglo, las de La Peñuela fueron tierras de olivares, como



lo fueron las de sus vecinos Alcántara y Cartuja de Alcántara, fundos todos que pertenecieron al monasterio cartujano, si bien en este último se plantaron también viñas. Por último, la “guía” menciona el cortijo de los “Aziagos”, el actual de Los Garciagos, donde en los años 80 del siglo pasado se construyeron el circuito de Velocidad y el campo de Golf de Montecastillo. En estas tierras de cerros cubiertos de monte bajo, se explotaron durante varios siglos canteras de caliza y de rocas de yeso para la fabricación de cal y yeso en sus conocidas caleras.



Después de recorrer cinco leguas, el camino de Arcos entraba en Xerez por unos “callejones, como de media legua, formados de las cercas de viñas, olivares” cuyo trazado debió corresponder en parte con el primer tramo de la actual carretera de Cortes, a la salida de los puentes de Albadalejo que como se ha dicho estuvieron situados en el paraje en el que hoy se encuentra el puente de la autopista que conduce a Estella del Marqués. Aunque el camino descrito no coincide a partir de la Torre de Melgarejo con el que sigue la actual carretera de Arcos, hay que recordar que también existió otra variante, más directa, que cruzaba los Llanos de Caulina, si bien, como se ha dicho, en la estación lluviosa no podía ser utilizado.



Así lo deja patente el conocido mapa de Tomás López (7) que ilustra este artículo y donde se reflejan las dos variantes de este camino centenario que hoy hemos querido recorrer como lo hicieron los viajeros del siglo XVIII.

Para saber más:
(1) Jurado Sánchez, J.:Descripción de caminos y pueblos de Andalucía”, Editoriales Andaluzas Unidas, S.A. Sevilla 1989.
(2) Jurado Sánchez, J.:Descripción…” pp. 66-67. Todos los entrecomillados referidos a este manuscrito han sido extraídos literalmente de estas dos páginas.
(3) Mancheño y Olivares, Miguel: Apuntes para una Historia de Arcos de la Frontera. Edición de María José Richarte García. Servicio de Publicaciones de la UCA y Excmo. Ayto. de Arcos. 2002. Vol. I. pg. 160.
(4) García Lázaro, A. y J.: La alcantarilla del Salado. UN viejo puente con cuatro siglos de historia, www.entornoajerez.com, publicada el 27 de abril de 2012.
(5) López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, pp. 189-190
(6) Pérez Regordán, M.: Nomenclátor de Arcos de la Frontera. El Campo. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 199, pp. 194 y 273.
(7) López T.: Mapa Geográfico de los Términos de Xerez de la Frontera, Algar, Tempul y despoblados y pueblos confinantes…1787. En este trabajo hemos manejado la versión digitalizada por nuestro amigo Francisco Zuleta Alejandre conservándose otro original en el AMJF, C. 13, nº 27. 33 x 42 cms.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, En torno a Arcos, Carreteras secundarias.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 5/11/2017

 
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