Por el Charco de los Hurones.
El encanto de las carreteras secundarias.



Publicada el 13/04/14

Las carreteras secundarias, esas vías poco transitadas por las que se puede circular a velocidad moderada y que nos permiten parar en cualquier recodo del camino para contemplar el paisaje, han tenido siempre para nosotros una especial atracción. Podríamos denominarlas también como “carreteras con encanto”, porque al recorrerlas, disfrutamos de sus valores paisajísticos, de la riqueza de su entorno, de su vinculación con la historia, la literatura o la naturaleza.



Hoy les proponemos pasear o recorrer en su vehículo por una ruta muy singular, la que conduce hasta la presa de los Hurones. Arranca esta vía como un ramal de la carretera de Jerez a Cortes, en el punto kilométrico 56, donde encontraremos una desviación a la izquierda a la altura del cortijo de Rojitán. Tras un corto recorrido de algo más de 7 km., llegaremos al Poblado de los Hurones, al pie de la presa, fin de nuestro camino.



Pero vayamos despacio, recreándonos en los parajes por los que discurre y parando cuantas veces sea necesario para disfrutar de los muchos puntos de interés que este privilegiado entorno nos ofrece.

Caminos centenarios: por la antigua Cañada de Rojitán.



La carretera de los Hurones sigue, en la mayor parte de su recorrido, el trazado del antiguo camino conocido como Cañada de Rojitán, Charco de los Hurones y Ubrique. Se trata de una vía pecuaria que ponía en comunicación las rutas que venían desde la campiña de Jerez y las tierras de Alcalá de los Gazules y Tempul con la Sierra de Cádiz siguiendo el valle del Majaceite. Desde mediados de la década de los cuarenta del siglo XX existía ya en el mismo lugar una “carretera particular” que conducía hasta la Dehesa de La Alcaría.



Su trazado fue mejorado y ampliado con motivo de la construcción de la presa de los Hurones, a comienzos de la década de los cincuenta del siglo pasado. En estas fechas se realizaron también algunas de las obras que pueden verse a lo largo del recorrido, como la canalización del acueducto de los Hurones y los sifones de esta misma conducción, el puente sobre el Arroyo del Astillero y el poblado para los trabajadores de la presa que aún se conserva (1). Junto a ello, se construyeron también algunas viviendas para la guardería de montes, hoy abandonadas, que encontramos a pie de carretera en diferentes puntos. También se llevó a cabo una repoblación con pinos y eucaliptos en distintos parajes para la defensa de los taludes y laderas colindantes con la carretera llegando a techarla en la actualidad en algunos tramos con sus copas entrelazadas.

La ruta arranca en un paraje abierto y despejado, donde despuntan grandes eucaliptos, y por el que fluye el arroyo de Las Palas que nos habrá acompañado a lo largo de nuestro camino por la carretera de Cortes. Este lugar fue un antiguo descansadero de ganado, conocido como Rodeo de Cartuja, topónimo el de “rodeo” que hace alusión a un lugar donde se reúne el ganado mayor, así como a sus primitivos propietarios. Desde este punto partía hacia el sur, siguiendo la carretera de Cortes, la Cañada de la Jarda, buscando el Puerto de Gáliz y, hacia el norte, la antigua Cañada de Rojitán (por donde discurre nuestra “carretera con encanto”), camino del Charco de los Hurones y de las tierras de la villa medieval de Cardela y de Ubrique.

Lo primero que llama la atención del viajero, apenas toma la carretera, es el caserío del Cortijo de Rojitán, restaurado hace unos años y en la actualidad transformado en alojamiento rural que gestiona el Ayuntamiento de Jerez. Las tierras de este cortijo son las que se extienden a ambos lados del camino en los tres primeros kilómetros, alternándose suaves laderas ocupadas por pastizales, con un monte adehesado en las que pasta el ganado vacuno.



Las faldas de estos cerros de arenisca y sus rincones más abruptos, están ocupados por bosquetes de quejigos y alcornoques, donde se desarrolla en todo su esplendor la vegetación natural propia del monte mediterráneo. Estos parajes se agregaron a los Montes de Propios de Jerez en 1991, cuando las fincas de Rojitán y La Gordilla (colindante con la primera) pasaron a ser de propiedad municipal. Curiosamente, estas tierras habían pertenecido tradicionalmente al común de Jerez, que las vendió siglos atrás. Rojitán fue adquirida por el conocido marqués de Villapanés quien la compró en 1755 cuando el ayuntamiento tuvo que desprenderse de ella para financiar diversas obras públicas. (2)

Por los Montes de Propios de Jerez.

Continuando nuestra ruta, la carretera deja a ambos lados, los pastizales y dehesas de los Montes de Propios de Jerez. A la izquierda la perspectiva se abre mostrándonos los Cerros de la Penitencia y el Peñón de la Becerra, donde destacan las grandes lajas o tajos, constituidos por los estratos verticales de la roca conocida como “arenisca del Aljibe”, que nos acompañará durante todo el camino formando riscos, cortados y pequeñas paredes entre las que a veces se encajona la carretera y el río. En distintos puntos veremos las conducciones del acueducto de los Hurones y las casetas de un sifón que cruza bajo la calzada.



A partir del km. 3, la carretera se interna en un paisaje más cerrado y abrupto y, en muchos lugares, discurre techada por las copas de los árboles que crecen en sus cunetas. A la izquierda de la ruta, el viajero verá los llamativos tajos pétreos de Los Bermejales, a cuyos pies se adivinan los sotos de sauces y fresnos que acompañan al río Majaceite formando en algunos tramos de sus riberas hermosos bosquetes. Junto al camino encontramos diferentes puertas de acceso a las fincas colindantes que nos alertan de la presencia de ganado bravo.



En las proximidades del Km. 4, en un sombrío recodo de la carretera, a la izquierda, veremos las ruinas de una casa que perteneció a la guardería de los Montes de Propios, como nos lo recuerda uno de los muchos monolitos que, en diferentes puntos, señalizan la propiedad municipal de estas tierras. Algo más adelante, también a la izquierda del camino, veremos otra casa construida en la década de los cincuenta del siglo pasado, que estuvo destinada a la guardería. En sus cercanías, una gran cancela señala el carril que conduce al “Parque Forestal de los Hurones”, paraje al que podremos acceder cómodamente por otro lugar.



Poco antes de llegar al punto km. 5, veremos a la izquierda de la calzada la caseta de uno de los mayores sifones del acueducto de los Hurones y algo más adelante, a la derecha, el camino que conduce a la Casa del astillero y a la finca de La Alcaría, uno de los más hermosos cortijos de la provincia de Cádiz, dedicado a la ganadería, la explotación forestal y las actividades cinegéticas y al que visitaremos en otra ocasión. Su nombre, de resonancias árabes, común en otros puntos de nuestra geografía, deriva de la voz al-Qarya, que alude a la existencia de una aldea, caserío o “alquería”, en tiempos de la dominación musulmana de estos parajes. Por este camino se accede a uno de los itinerarios que se han habilitado para la práctica del senderismo en los Montes de Jerez: el de La Albina.

En el Puente del Astillero.



Al poco de pasar el km. 5, la carretera cruza el Arroyo del Astillero por un sólido puente en el que se apoya también la canalización del acueducto de los Hurones. El nombre del arroyo (que en algunos mapas, aparece erróneamente, como del Artillero), nos recuerda la vinculación de estos montes a la Armada ya que, especialmente en el siglo XVIII, los veedores de la Marina escogían en estos bosques los mejores ejemplares de quejigo y alcornoque para utilizar su madera en la construcción naval. (3)

En el entorno del puente se instaló hace más de dos décadas una zona recreativa, el Parque Forestal de los Hurones, que se encuentra hoy día en estado de total abandono. Ecologistas en Acción ha denunciado en diferentes ocasiones los riesgos ambientales que suponen mantener sin los equipamientos y la vigilancia forestal adecuada este espacio que, conviene recordar, se encuentra enclavado en pleno Parque Natural de Los Alcornocales. Con todo, este paraje de gran valor paisajístico, merece un paseo ya que en sus proximidades el Arroyo del Astillero se une al río Majaceite, que aparece aquí escoltado por un frondoso bosque en galería de gran interés.

Al retomar el camino, después de una parada, veremos a la derecha de la carretera la caseta de salida del sifón de los Hurones, hasta donde llega la conducción procedente de la cercana presa, cruzando la montaña través del Túnel de la Alcaría, de casi tres kilómetros de longitud (3).

A partir de este punto, y en los dos kilómetros siguientes hasta el poblado de los Hurones, la carretera se interna en una garganta excavada por el Majaceite, que corre a la izquierda y nos acompañará ya hasta la presa. En distintos puntos, podremos observar las paredes y pequeños tajos que forman las lajas de arenisca. En algunas de ellas es fácil observar buitres, en sus tradicionales posaderos.



En los lugares en los que la anchura del arcén lo permite, podremos parar para bajar hasta la orilla del Majaceite, escoltado por sauces, fresnos y adelfas, que forma en estos lugares pozas, remansos y playas de guijarros de gran belleza.



La carretera continua, sombreada la calzada por las copas de los árboles que en todo momento escoltan sus orillas. A la derecha de la ruta, una pequeña hornacina que alberga una fuentecilla incluida en el catálogo de Fuentes y Manantiales de Andalucía, nos anuncia que, a la vuelta del camino, nos espera el Poblado de los Hurones (4) donde podremos terminar nuestro recorrido con una visita a la presa y un refrigerio en la conocida “Venta El Pantano”.





Los detalles de esta visita los dejamos para otra salida.

Mapa del recorrido


Ver Por el Charco de los Hurones. en un mapa más grande

Para saber más:
(1) Jiménez Blanco, José Ignacio.: Privatización y apropiación de tierras municipales en la Baja Andalucía. Jerez de la Frontera 1750-1995. Ayuntamiento de Jerez, 1996.
(2) El lector curioso podrá encontrar una relación de las principales especies maderables de nuestros montes, en las que tenía interés la Marina, en los trabajos de J. Espelius (1760) “Carta Geographica, o Mapa General de los Pueblos, Montes, y sus Prales. arboledas y extenciones, justicias, guardas q. los custodian, vecindarios, matriculads. y embarcacs., q. comprenn. la Prova. de Marina de Sn. Lucar de Barrameda según la inspecn. del año 1754, una de las que compon. la Yntena. Gl., d'Cadiz Execudo. cn. Rl. apron. pr. el Yngro. Extrio., D., S., M., Dn., Jph. Espelius.”, disponible en internet.
(3) C.H.G.: El abastecimiento de agua a la Zona Gaditana, 1957-1982. M.O.P.U. 1982.
(4) “Las obras hidroeléctricas de la provincia de Cádiz”.Tirada aparte de la Revista Ibérica, 1956

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Patrimonio en el mundo rural, Mapas en torno a Jerez, Carreteras con encanto, Rutas e itinerarios.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 13/04/2014

Al encuentro de los cortijos de origen árabe.
Un recorrido por los topónimos vinculados con “maysar”, “machar” y “majar”.




Publicada el 01/03/2014
Sin más pretensiones que las de acercarnos al conocimiento de algunos topónimos de la zona, vamos a ocuparnos, en nuestro recorrido de hoy por las campiñas gaditanas, de una serie de nombres de lugares que se relacionan probablemente con antiguos enclaves rurales de origen árabe.

Se ha aceptado tradicionalmente que el término cortijo puede derivar del “curticulum” latino y que los árabes usaban la voz “maysar” para referirse a estas propiedades rústicas. Este vocablo ha dado origen, entre otras, a las formas “machar” o “majar” que encontramos presentes en muchos de los nombres de antiguas aldeas y caseríos diseminadas por nuestras campiñas, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Como señala el profesor V. Martínez Enamorado, “distintos autores han interpretado el machar como un tipo de explotación agraria que no es suficientemente amplia para confundirla como un núcleo de población o también como na unidad agraria elemental” (1). A diferencia de la alquería (“qarya”), para la que se propone una cierta entidad de población y una unidad de propiedad, el cortijo árabe (“maysar”) es un núcleo de orden inferior, dependiente de una ciudad o alquería, destinado básicamente a la producción agropecuaria. (2)

Por la campiña de Jerez en busca de antiguos cortijos.

El profesor E. Martín Gutiérrez, en un pormenorizado estudio titulado “Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, da cuenta de buena parte de estos topónimos que pudieran estar relacionados con la existencia de antiguas alquerías o maysar de origen andalusí, mencionados ya en las fuentes documentales desde los siglos XIII y XIV, algunos de los cuales aún perviven, alterados en sus formas originales y castellanizados, pero conservando indicios de su primitivo significado (3).

Uno de los más conocidos es el de Macharnudo, que da nombre a un pago de viñas situado junto a la carretera de Trebujena, así como a la torre o “castillo” del mismo nombre que se alza en la viña El Majuelo, desde el que se domina un amplio sector de la campiña jerezana. Su nombre alude a un caserío o cortijo ubicado en un lugar “pelado” o “desnudo”, desprovisto de vegetación, aunque hoy día cubran sus laderas extensos viñedos (4).

Ha sobrevivido también en el tiempo el nombre de Majarazotán (o Majarrazotán), paraje situado en las proximidades de los Llanos de Caulina cruzado por los canales de riego del pantano de Guadalcacín y por la antigua traza del ferrocarril de la sierra. El profesor E. Martín plantea que pudiera tratarse del mayar de Azotán, assultan, el poder, el rey", es decir, del cortijo del rey. Es posible que nos encontremos con bienes fundiarios que pertenecían al reyezuelo Abén Abit, que tal, como describe la crónica alfonsina, “era sennor de Xerez” en los momentos previos a la conquista” (5). Si bien ya se ha perdido, se cita en protocolos notariales del siglo XVI el topónimo de Majarabrahen (cortijo de Abrahén, nombre judío), en referencia a una propiedad en las proximidades del actual Cuartillo y pudiera estar vinculado a alguno de los primeros repobladores de la ciudad a quienes se repartieran tierras en esos parajes. (6)

Uno de los nombres más llamativos en relación con las antiguas aldeas de origen andalusí repartidos por la campiña jerezana es sin duda el de Majarromaque (7). Su sonoridad y su rareza encierran un hermoso origen: “el majar del yeqüero”. Con diferentes formas según las fuentes documentales (Majarrocán, Matharrami, Macharrama, Marrumaque…) (8), resulta cuando menos curioso que en estos parajes a orillas del Guadalete, persiste la misma actividad que hace mil años: la cría de caballos en las dehesas de Garrapilos y Vicos, junto a Majarromaque.

Otros topónimos relacionados con los anteriores resultan hoy de más difícil localización al no haber llegado hasta nuestros días dando nombre a un lugar concreto.



Sabemos de ellos porque figuran en el documento de deslinde de términos entre Jerez y Arcos, aprobado por Alfonso X en 1274. Son los de Machar Xebut, Machar Almidax (“camino trillado”) y Machar Allha, (próximos todos a la zona del actual cortijo de Vicos y a Jédula), así como el de Machar Haní (“lugar verdeante, o de color verde intenso”) más cercano al término de Arcos y en el mismo sector (9). Aunque desconocemos el emplazamiento de Machar Almidax sabemos que lindaba con Vicos y estaban unidos por un camino: “la carrera que ba de Mathaz Almida por Vico” (10).

En las tierras de El Puerto de Santa María.

En la campiña portuense encontramos la pista de otras aldeas de origen andalusí mencionadas en el “Libro del Repartimiento” de El Puerto de Santa María, fechado en la segunda mitad del siglo XIII. Se mencionan hasta trece alquerías, de las cuales las de al-Qanatir (El Puerto actual), Grañina y Sidueña eran las más relevantes. Junto a ellas, con un territorio muy reducido se encontraban dos “machares”: Machar Grasul y Machar Tamarit.

Aunque no ha sido posible determinar el emplazamiento exacto de ambos enclaves, puede afirmarse que se ubicaban en el entorno del paraje conocido como marisma de Los Tercios, una amplia cubeta natural, rodeada de lomas de suave pendiente, que se encharca en épocas de lluvia.



Este rincón de la campiña, también denominado como Hato de la Carne por ser en tiempos pasados el lugar donde pastaba el ganado, se encuentra en el sector oriental del actual término municipal portuense, lindando ya con tierras de Jerez.

De las fuentes documentales se deduce que el término de Machar Grasul, en el momento de su reparto, lindaba al Norte con Xerez y con la aldea de Grañina, al Oeste con las aldeas portuenses de Finojera y Bollullos y al Sur con al-Qanatir (la actual ciudad de El Puerto de Santa María) y con Sidonia (o Sidueña), ubicada en el enclave del actual Castillo de Doña Blanca, con la que lindaba también por el Este. Un posible emplazamiento de este “maysar” pudiera ser el pequeño Cerro de la Caldera donde han aparecido materiales de la época (11). El cerro se encuentra en el borde occidental de la marisma de Los Tercios, un paisaje en cuyos alrededores aún se conservan antiguas casas de viña como Los Chavicos, El Agostado o La Bodogonera. En cuanto al posible significado de este topónimo, algunos autores apuntan –considerándolo en la forma Machargazul -que bien pudiera referirse a un “maŷšar de los Ŷazūla”, una de las tribus bereberes establecidas en la zona y que dan también nombre a la población de Alcalá de los Gazules (12).

Las tierras de la aldea de Machar Tamarit quedarían más próximas a la Sierra de San Cristóbal, lindando al Norte con Xerez y Machar Grasul y al Sur y el Este con el término de Sidonia (13). Las laderas del antiguo cortijo de Pozo Lozano entre Las Beatillas y la autovía de Jerez-El Puerto son los parajes donde tal vez pudo asentarse esta alquería. El topónimo (tamarit o tamarite), presente también en otras provincias, podría estar relacionado con la existencia en sus alrededores de tarajes. Estos arbustos son frecuentes en la vegetación que acompaña a los arroyos de la zona y, especialmente, en el cinturón perilagunar de Los Tercios.

“Machares” en la campiña arcense.

En el término de Arcos debieron existir también con numerosos “machares”. De algunos de ellos tenemos noticia ya en 1258 gracias al documento en el que Alfonso X autoriza a la Orden de Calatrava a cambiar o comprar heredades a los lorigueros y menestrales de Sevilla (14), a quienes el monarca había hecho donación unos años antes de buena parte del término municipal de esta villa. Entre los cortijos mencionados aparecen los nombres de Machar Experem (referido a Espera), Machar Ruxca, Machar Fragos, Machar Almaay, Machar Halil, Machar Aznaz (Aznar?) y Machar Cancas Almoreira, Machar Alcavit… (15). Este último topónimo, que figura en otras fuentes como Machar Alcarix se ha querido identificar con la aldea que pervivió en época andalusí en el paraje donde se ubicó la ciudad romana de Carissa Aurelia.

Otro posible topónimo vinculado a estos enclaves rurales de la campiña arcense es el de Macharaví o Marcharaví (Majar + antropónimo árabe) que da nombre a un paraje situado entre el Arroyo Salado de Espera y la cuesta de Valdejudíos, en la entrada de Arcos desde Jerez, donde se asienta en nuestros días un extenso olivar.

En los campos de Matrera.



Una interesante relación de otros cortijos, granjas y pequeñas aldeas del rincón nororiental de las campiñas gaditanas es la que nos ofrece un diploma real, sellado en Brihuega en 1256, en el que Alfonso X hace concesión a la orden de Calatrava de la villa y el castillo de Matrera con todos sus términos. En la descripción de los límites del amojonamiento, aparecen interesantes topónimos donde no faltan los referidos a algunos de estos “machares” cuyo rastro aún puede seguirse 750 años después en los nombres actuales de ciertos parajes, montes y arroyos de esta zona. Así, aparecen en el citado documento los de Machar Caztalla, Machar Cuencas, Machar Palmet, Machar Saiar, Machar Alabran, Machar Carcaran. Se mencionan también en esta concesión los términos de Alvalat e Machar Huebli, que quedan excluidos de los de Matrera por donación del rey a don Alfonso Tellez (16).



El geógrafo José María Arenas Cabello, en un reciente estudio sobre “Los confines de Matrera” (17), realiza una documentada investigación sobre los topónimos que figuran en este documento alfonsí, identificando buena parte de estos “machares”. Así, siguiendo a este autor, Machar Caztalla podría relacionarse con el actual Cerro del Castellón, entre los cortijos de Abrajanejo y Atrera. A sus pies se encuentra la conocida laguna de Benajima, también de resonancias árabes. El nombre del cerro haría alusión a la existencia de una posible construcción defensiva en su cumbre. De Machar Cuencas y Machar Palmet, que debieron situarse en el límite del término de Arcos, no ha quedado rastros en la toponimia actual, si bien el segundo puede hacer alusión a un paraje poblado de palmitos, siendo frecuente (con esta forma o las de Palmete y Palmetín) en otros puntos de la provincia.



Aunque con pequeñas modificaciones, quizás el que con mayor claridad ha llegado hasta nuestros días es el topónimo relativo a Machar Saiar, que ha pervivido en el nombre del arroyo Zanjar, que vierte sus aguas al Guadalete en el embalse de Bornos. Para algunos autores el término saiar o sajar, se deriva del árabe sajra (peña o roca), si bien Arenas Cabello documenta otra hipótesis más sugestiva, vinculándolo al término al-šaŷar, que en sentido literal significa “el árbol” pero que, popularmente se aplicaba también a la higuera. El arroyo Zanjar o Sajar, sería así el “arroyo de las Higueras”. Curiosamente, en torno a estos parajes si abundan los topónimos (Campo, Pozo, Casa, Mesa…) referidos a las higueras. Machar Huebli, Machar Carcarán o Machar Alabran esperan todavía ser identificados con lugares concretos.

Resonancias de antiguos machares en otras localidades.

Sin pretender ser exhaustivos, y para no cansar al lector, terminaremos apuntando otros topónimos repartidos por distintos lugares de la geografía provincial que evocan también antiguos enclaves rurales de origen árabe. Así, en el repartimiento de Vejer se citan las aldeas de Almachar (“el cortijo”, “la aldea”) y la de Majafarta (“cortijo bien abastecido”) (18). Para este último topónimo se apunta otra interpretación: la aldea que está en un “montecillo hermoso” o en una “suave cumbre de colina”. (19)

Un nombre similar, Almarchal, lo encontramos actualmente en Tarifa. En las Dehesas de Almajar, se fundó Prado del Rey, en 1768. En Castellar pervive aún el de Majarambuz (o Majarambú), que da nombre a unos pozos y una dehesa, de actualidad en estos tiempos por su vinculación a las operaciones de venta de finca de La Almoraima. En Alcalá de los Gazules aún se conservan los nombre de El Majar de la Higuera y el Majar Largo… (20). Todos ellos no hacen sino confirmar que el legado andalusí sigue aún vivo, de alguna manera, en nuestras campiñas.


Para saber más:
(1) Gutiérrrez López, J.Mª y Martínez Enamorado, V.:Matrera (Villamartín): una fortaleza andalusí en el alfoz de Arcos”. I Congreso de Historia de Arcos de la Frontera. Ayuntamiento de Arcos, 2003, p. 114-115.
(2) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004. P. 78.
(3) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 257-300. De este trabajo hemos obtenido buena parte de los datos relacionados con el significado de los topónimos citados en la campiña de Jerez.
(4) Ibidem, pp. 263-264
(5) Ibidem, p. 269
(6) Ibidem, pp. 268-269
(7) Ibidem, p. 279,
(8) Ibidem, p. 279; Martínez Ruiz, Juan: “Toponimia gaditana del siglo XIII”, en Cádiz en el siglo XIII. Actas de las Jornadas conmemorativas del VII centenario de a muerte de Alfonso X el Sabio, Cádiz, 1983, pp 119-121; Mapa del IGN, Hoja 1048, edición de 1917.
(9) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia…, op. cit., pp. 278-79; Abellán Pérez, J.: La cora… op. cit., p. 77; Martínez Ruiz, Juan: “Toponimia… op. cit., p. 119.
(10) Martínez Ruiz, Juan:Toponimia… op. cit., p. 119.
(11) López Amador J.J., Ruiz Gil J.A. y Giles Pacheco F.: La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz. El Puerto de Santa María, 2011, p. 78.
(12) Martínez Enamorado, Virgilio.: Un país “que reporta todo tipo de bienes”. Revista Atlántica-Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social, 10, 2008, 375-398. Universidad de Cádiz, p. 384
(13) López Amador J.J., Ruiz Gil J.A. y Giles Pacheco F.: La huella de… op. cit., p. 78.
(14) “Alfonso X autoriza a la Orden de Calatrava a cambiar o comprar heredades a los lorigueros y menestrales de Sevilla en Chist”, 1258, en González Jiménez, M. ed., 1991: 227-228, nº 206
(15) Abellán Pérez, J.: La cora… op. cit., 2004. p. 77.
(16) “Alfonso X concede la villa de Matrera a la Orden de Calatrava”, 1256 en González Jiménez, M. ed., 1991: 198-199, nº 179.
(17) Arenas Cabello, J. María:Los confines de Matrera. Una aproximación a sus límites a partir de la
toponimia, la cartografía histórica y otras fuentes documentales
”. Arch. hisp. • 2012 • n.º 288-290 • pp. 13-39 •
(18) Bustamante Costa, Joaquín. “Toponimia árabe del cuadrante sudoccidental de la provincia de Cádiz”, en Janda. Anuario de Estudios Vejeriegos, 3 (1997), 27-42, 38.
(19) Martínez Ruiz, Juan:Toponimia… op. cit., p. 107
(20) Inventario de Toponimia Andaluza. Tomo 2, Cádiz. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Centro de Estudios Territoriales y Urbanos. Sevilla, 1990.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 01/03/2014

 
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