San Telmo: el “puerto” de Jerez.
Un sueño de siglos.




A mediados del siglo XIX la ciudad estaba empeñada en uno de sus más grandes desafíos: tener una vía de unión directa con el mar para facilitar la exportación de vinos. La línea férrea Jerez-El Trocadero, la primera de Andalucía, haría realidad en 1856 buena parte de aquel viejo sueño que durante tantos años acarició la ciudad. Un sueño que se resumía en aquel grito de “¡Al Trocadero!”, que se hizo tan popular, como síntesis de todos los anhelos y que un poeta local resumía con un expresivo verso: “Fuera las dudas y el terror siniestro, demos un paso más y el mar ya será nuestro”. Llevar Jerez al mar … (1)

Siglos atrás, sin embargo, la gran aspiración de la ciudad era otra mucho más ambiciosa: traer el mar a Jerez. Desde el siglo XVI, de manera recurrente, el concejo anduvo embarcado en dos grandes empresas: la traída de aguas y la canalización del Guadalete y su unión con el Guadalquivir. Si bien la primera de ellos vio la luz avanzado ya el XIX, la mejora de la navegación por el Guadalete y el sueño de acercar el río y el mar a los pies de la ciudad, han conocido tantas frustraciones como proyectos se han sucedido en todos estos siglos.

Un embarcadero en la Puerta Nueva y la Ermita de Guía.



Al menos desde el quinientos, la historiografía local ofrece no pocas referencias sobre distintos estudios e informes que pretendían “hacer de Jerez puerto de mar”. De ellos nos da buena cuenta el investigador A. M. Cuadrado Román en sus documentados trabajos acerca de los proyectos de obra pública hidráulica en Jerez y apunta que, “por su elevado coste económico, las rivalidades de las ciudades vecinas o la desidia político administrativa” nunca llegaron a materializarse. El lector curioso podrá encontrar amplia información de ellos en las distintas publicaciones del citado autor (2).

Por reseñar sólo algunos de estos proyectos, citaremos que Fray Esteban Rallón, en su Historia de Jerez de la Frontera, recoge ya en 1563 el de Guillermo Banesque (o Guillermo Báñez, según el historiador J. Portillo), quien sostuvo ante el cabildo que el río “se podía traer hasta la Puerta Nueva” del Arroyo, o el de Martín Alemán (1573), ingeniero y relojero del rey, quien pretendía “volver a su madre el río Guadalete y acercarlo a la ciudad y ponerlo en el convento de Guía” (3).



Primera noticia de la traza. Atribuida conjuntamente a Juan de Herrera, que dibujaría la representación de la ciudad, y a Pietre Janson, que trazaría la canalización y muelle de embarque.



Igualmente sugerente es la propuesta atribuida por F. Íñiguez Almech (4) a Juan de Herrera y Pietre Janson (1566) de la que se conserva un curioso plano en el que se representa la ciudad de Xerez a cuyos pies aparece un puerto artificial, integrado por dos lagos circulares, con acceso desde la Puerta Nueva y la Cuesta de San Telmo. Estos lagos circulares se unen por un canal. Del lago superior nace hacia la derecha otro canal que conduce a un tercer estanque, ubicado junto al río en El Portal (5). Como dio a conocer N. García Tapia, este proyecto, basado en la traza anterior, sería desarrollado por el carmelita Fray Mariano Azaro y el ingeniero Francisco de Montalbán (1581) quienes lo presentaron al Consejo de Estado del rey Felipe II y que lleva por nombre: “Relación que el padre Mariano Ázaro hizo a su Majestad sobre el estuario navegable que se pretende hacer en Jerez de la Frontera s/f, aunque remitida al Consejo Real el 7 de Noviembre de 1582” (6). Las dársenas circulares estarían muy cercanas a la ciudad, en la Puerta Nueva y San Telmo, unidas por un canal navegable de 3.500 pies, comunicadas a su vez con una tercera ubicada en el Portal, junto al río a través de un largo canal de 9.400 pies y 30 de anchura. El canal se llenaba aprovechando las aguas del Guadajabaque y terminaba en el río Guadalete, situado a un nivel algo más bajo. Los barcos procedentes de la Bahía de Cádiz desembarcarían sus mercancías en el muelle del río y a través de los canales serían transportadas a la ciudad (7). El informe apuntaba también la interesante idea de que esta doble dársena a los pies de la ciudad permitiría que la flota de Indias pudiese atracar en Jerez sin necesidad de remontar el Guadalquivir y su peligrosa barra. ¡Se imaginan si se hubiese realizado…!



En 1604, el portugués Antonio Grafión, (8) quien dirigió la fábrica de pólvora de Cartagena, propone también la construcción de un canal desde El Portal a la Puerta Nueva… Y como éste otros muchos proyectos que pretendían acercar el río a la ciudad o la unión del Guadalete con el Guadalquivir…. Un sueño de Jerez que duró siglos.

Los proyectos de Juan Machimbarrena.



En el “ADN” de la ciudad debe estar –como se dice ahora- el sueño de "una salida al mar". Por esta razón no dejaron de sucederse proyectos y más proyectos. Tanto es así que, la última de estas iniciativas fallidas tuvo lugar hace apenas setenta años, en 1946, y se debe al ingeniero de caminos vasco Juan Machimbarrena Aguirrebengoa. Machimbarrena, quien fuera presidente del Partido Republicano Federal de Guipuzkoa en 1931, había ocupado la plaza de ingeniero municipal de San Sebastián en la década de los veinte del siglo pasado, interviniendo directamente en las grandes reformas urbanísticas que se llevaron a cabo en aquella ciudad, entre ellas la intervención en las obras de canalización y desvío del río Urumea.

En 1946 sustituye a Antonio Durán Tovar, como Director de la Comisión Administrativa de la zona portuaria de El Puerto de Santa María. Entre otras muchas iniciativas de mejora (drenajes, ensanchamiento y encauzamiento del río, construcción de muelles comerciales…) plantea también la conveniencia de mejorar las comunicaciones terrestres del Puerto de Cádiz a la vez que apunta la novedosa idea de establecer una “comunicación marítima fluvial entre Cádiz y Jerez de la Frontera” (9).

El ingeniero pretende ante todo “abaratar las comunicaciones de los puertos de la bahía de Cádiz” ante el auge que está empezando a tener el movimiento comercial en la zona y presenta su proyecto como una alternativa a la doble vía de ferrocarril que por entonces demandaban las autoridades de Cádiz. A juicio de Machimbarrena la solución ferroviaria no evitaría el gran coste económico que suponía “el volumen innecesario de toneladas-kilómetro a transportar por el contorneo de la bahía”. Junto a estas consideraciones reconocía también que “la zona servida por el Guadalete” tenía un enorme peso comercial y que Jerez era “el verdadero centro de gravedad de la provincia, convergiendo en ella el ferrocarril Cádiz-Madrid, el de Jerez-Almargen y el de Jerez-Sanlúcar, así como las carreteras a Algeciras, Medina, Arcos, Cortes, Sevilla, Cádiz, Trebujena y Sanlúcar”.

Como consecuencia de este diagnóstico basado en criterios técnicos y económicos, redacta en 1946 su anteproyecto denominado “Plan General de Habilitación del Puerto de Puerto de Santa María y enlace fluvial con Jerez de la Frontera”. En última instancia pretende con él establecer una comunicación marítima fluvial entre Cádiz y Jerez.

El Canal de El Portal.

Machimbarrena propone para ello el “encauzamiento y canalización del río Guadalete al Portal, en longitud de 10 kilómetros, y la construcción de un canal desde este último lugar a Jerez, con un desarrollo de 5 kilómetros”. Además de las razones económicas ya expuestas, argumenta como la canalización de ríos es algo habitual en los países europeos e insiste en un claro principio inspirador de la idea afirmando que introducir el mar, “adentrando la navegación hasta el propio corazón de una zona terrestre es, en buena economía, cosa mucho más deseable que lo contrario, esto es, alargar la tierra introduciéndola en el mar”.

El proyecto contempla realizar algunas modificaciones en un tramo de 12 km. del río, desde el Puente de San Alejandro hasta El Portal. A decir del ingeniero, el Guadalete presenta en su cauce entre estos dos puntos, “grandes alineaciones rectas y curvas perfectamente aprovechables”. Para facilitar la navegación, y dar al encauzamiento la traza adecuada, planea realizar 11 cortas con las que rectificará los meandros más cerrados y “las bruscas inflexiones y pequeños radios que hoy tiene el río”, reduciendo también con ello su recorrido en dos kilómetros (10).

Desde El Portal se proyecta un canal de 30 m. de anchura (que podría, incluso, reducirse a 20) con un calado mínimo de 2 m. calculado para la marea más baja de las previstas (la “Bajamar Viva Equinoccial”). Las márgenes del río se recrecerían con los materiales extraídos de los dragados y excavaciones de las cortas formando un malecón de 1 metro de altura por encima de la cota que alcanza la máxima pleamar prevista en la zona, cuya onda de crecida, como recuerda el ingeniero, se deja sentir hasta las “inmediaciones del Puente de Cartuja”. Conviene recordar, a este respecto, que antes de la construcción del azud de La Corta, la carrera de la marea llegaba hasta el citado puente y que en los siglos medievales pudo llegar hasta las cercanías de La Greduela. A los lados del río y del canal proyectado por Machimbarrena se trazarían caminos de servicio y sirga para los vehículos que remolcasen a las barcazas. “Como el volumen de la excavación para construir el canal navegable, incluidas las cortas, asciende a unos 2.000.000 de m3, de los que 1.200.000 corresponden al canal del Portal a Jerez, vemos podía disponerse de productos suficientes para rellenar y explanar caminos de servicio y sirga en las márgenes del río y zonas de embarcaderos, muelles y terrenos de expansión contiguos”.

El “puerto de San Telmo”.

El trazado del nuevo canal para llegar hasta la ciudad arrancaba del cauce del río a la altura de El Portal (aguas arriba de la vieja azucarera) y “discurre… por un primer tramo paralelo al ferrocarril, cruzando a éste en el kilómetro 114, y a continuación a la carretera general a Cádiz”. Este cruce se producía en la zona de la actual Estación Depuradora de Aguas Residuales y desde este punto, se proyectaba por los terrenos más bajos del actual polígono industrial de El Portal: “...desde aquí la traza seguirá el cauce seco que hoy existe paralelo a la carretera general, a la que nuevamente cruzará antes de llegar hasta las playas de San Telmo”.



Esta vaguada (cauce del antiguo rio Guadajabaque) fue utilizada posteriormente para la construcción del colector principal de aguas residuales de Jerez, actualmente canalizado a través de la depuradora.

El “mar”, o “el mar a través del río y de un canal”, llegaba así hasta las explanadas a los pies de la ciudad, donde años más tarde se levantarían las barriadas de Federico Mayo, San Telmo, Santo Tomás de Aquino y Cerrofruto, y donde Machimbarrena proyectó los embarcaderos y muelles del que hubiese sido el “puerto de San Telmo” o el “puerto de Jerez”. Este muelle terminal, perfectamente unido por carretera con la población, contaba también en el con un ramal de ferrocarril enlazada a la línea Jerez-Sanlúcar desde la cercana estación de La Alcubilla (11). Recordaba el ingeniero que “una vez concluidas las obras y construidos los muelles y embarcaderos en El Portal y Playas de San Telmo, la navegación podrá efectuarse, bien con carácter puramente fluvial, ente Jerez y el Puerto de Santa María, o mixto, fluvio-marítimo, entre Jerez y Cádiz”.



El canal estaba diseñado para permitir el paso de grandes barcazas automotoras o bien conducidas por remolcadores desde el río o arrastradas por sirgas desde las orillas, habiéndose calculado que el tiempo invertido para recorrer los 15 km. que separan Jerez y El Puerto no excediese de hora y media. El coste total del proyecto, que requeriría unos seis años de obras, rondaba los 91 millones de pesetas, estando previsto un volumen de tráfico fluvial de medio millón de toneladas.



Cuando desde el mirador situado junto a la Ermita de San Telmo contemplamos hoy la zona del polígono industrial de El Portal, o los populosos barrios de la Zona Sur, imaginamos por un momento el canal de Machimbarrena y nos parece ver, junto a la plaza de la Iglesia de Federico Mayo, los muelles y el embarcadero de las Playas de San Telmo, aquel Puerto de Jerez que –otra vez más- quedó en un sueño.

Para saber más:
(1) García Lázaro, A. y J.: Nuestro patrimonio ferroviario. Algunos elementos singulares de la línea férrea de Jerez a El Portal. Diario de Jerez, 11/01/2014
(2) Entre otros trabajos que hemos consultado citamos Cuadrado Román, A.M. “Los canales de Jerez”. Revista de Historia de Jerez, 14-15, 2008/09, pp. 67-90 y, especialmente, “Un proyecto económico revolucionario en la españa de los austrias: la construccion de un canal para la union de los rios guadalquivir con guadalete, y pasar la casa de contratacion de indias, a jerez de la frontera”, C.E.H.J., 18/03/2014. Recomendamos también al lector interesado la serie de 5 artículos publicados por este autor en Diario de Jerez que llevan por título El Canal de Guadajabaque (I-V), así como el titulado El puerto de Jerez. El proyecto secreto de Felipe II. Diario de Jerez 02/06/2013.
(3) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Ed. de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. III, pp. 155. y 195
(4) Íñiguez Almech, F.: Los ingenios de Juan de Herrera, El Escorial, 1563-1963, IV Centenario de la Fundación del Monasterio de San Lorenzo el Real, II, Arquitectura, Artes, Madrid, 1963, pp. 181-214.
(5) La descripción de ha tomado de “Plano topográfico con canal navegable entre Jerez de la Frontera y el río Guadalete/ Fray Ambrosio Mariano Azaro y Francisco de Montalbán. IBIS. Base de datos del patrimonio bibliográfico del Patrimonio Nacional” , así como de Cuadrado Román, A.M.:Un proyecto…”. (véase cita 2).
(6) Cuadrado Román, A.M.:Un proyecto económico…”, p.3
(7) De los Ríos Martínez, E.: Los informes de Cristóbal de Rojas y Julio Cesar Fontana para hacer un muelle y un puente sobre el río Guadalete en Jerez de la Frontera. Laboratorio de Arte 14 (2001) 13-35. p. 16
(8) Cuadrado Román, A.M.: El Canal de Guadajabaque. Diario de Jerez, 20/11/2012.
(9) Todas las referencias al proyecto de J. Machimbarrena se han tomado de: Machimbarrena Aguirrebengoa, Juan.: Las comunicaciones terrestres del Puerto de Cádiz. Revista de Obras Públicas. Nº 2807, Marzo 1949, pg.97-104. De este artículo proceden los párrafos entrecomillados y los croquis.
(10) Algunos de las ilustraciones de los planos del proyecto de J. Machimbarrena y en especial los que muestran el trazado, se han tomado de: Barragán Muñoz, J. Manuel (1995):Un nuevo río para un nuevo puerto”, en Puerto, ciudad y espacio litoral en la bahía de Cádiz: las infraestructuras portuarias en la ordenación del espacio litoral de la bahía de Cádiz. Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz. Pg. 91-92.
(11) La fotografía de la Estación de la Alcubilla, derribada en 1990 ha sido tomada de la web del Club Ferroviario Jerezano.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Puentes y obras públicas, Río Guadalete, Paisajes con historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 12/10/2014


Como agua de Mayo.




Con más pena que gloria, entre el olvido institucional y ciudadano, hemos dejado pasar una de esas FECHAS HISTÓRICAS para nuestra ciudad como la del ciento cincuenta aniversario de la traída de las aguas del Tempul.

La fuente del Arenal, construida para la ocasión, abrió sus surtidores en un acto oficial celebrado el 16 de Julio de 1869, simbolizando en él la ansiada llegada de las aguas desde el manantial de Tempul hasta Jerez. Sin embargo, conviene recordar que fue el 22 de junio de 1869 a las cinco de la tarde cuando el agua comenzó a fluir por el acueducto, llegando a los depósitos instalados en el cerro del Calvario (que desde entonces se llamarían de Tempul) a las nueve y cincuenta minutos de la mañana del 23 de junio de 1869, tardando así en recorrer los 45.600 m de longitud de la obra un tiempo aproximado de 17 horas, coincidiendo con los cálculos efectuados por el ingeniero.



La ciudad celebró aquel acontecimiento por todo lo alto ya que suponía un logro verdaderamente histórico tal como quedó plasmado en las medallas, memorias, artículos y poemas, recogidos muchos de ellos en "El álbum de las aguas". El ingeniero Ángel Mayo, autor del proyecto recibió por esta magna obra los máximos honores bautizándose con su nombre una de las calles de la ciudad.

Pero este es el final de una historia que empezó, hace ahora ciento cincuenta años, en una ciudad sedienta: el Jerez de mediados del XIX. Vamos a recordarla.

    


Una ciudad sedienta.

Desde el siglo XVI, de manera recurrente, el concejo jerezano anduvo embarcado en dos grandes empresas: la traída de aguas y la canalización del Guadalete y su unión con el Guadalquivir. Si bien la mejora de la navegación por el Guadalete y, el sueño de acercar el río y el mar a los pies de la ciudad ha conocido tantas frustraciones como proyectos se han sucedido en todos estos siglos, el abastecimiento de agua potable se convirtió en uno de los mayores logros de la historia de Jerez.

A mediados del XIX Jerez era ya una de las grandes ciudades del país. En plena expansión y con más de 60.000 habitantes, no había resuelto todavía el problema del abastecimiento de agua potable llegando a afirmarse que era más fácil conseguir un vaso de vino que uno de agua. Desde los pozos y manantiales ubicados en las cercanías del casco urbano, el agua llegaba a las escasas fuentes públicas de Jerez, dependientes del Ayuntamiento o de particulares, que la distribuían y vendían por la ciudad a través de los aguadores. Estos menguados recursos proporcionaban poco más de cuatro litros por habitante y día, cuando las necesidades que reclamaba una ciudad como la nuestra se estimaban en unos ciento cincuenta litros.

No es exagerado afirmar que la necesidad de dotar a la ciudad con un suministro estable era uno de los principales sueños colectivos. Un sueño que se había visto frustrado en los siglos anteriores, debido a que los proyectos planeados tropezaban con dificultades técnicas y económicas insalvables. Como señalaba la Revista de Obras Públicas (1869) “El abastecimiento que se hacía en los algibes y el caudal de algunas fuentes particulares no eran a veces suficientes para llenar las necesidades del vecindario, y a consecuencia de ello resentíase la salud pública, y la vegetación en los alrededores de la localidad, y en los paseos eran tan escasas, que no sin gran trabajo se salvaban los árboles plantados para mejorar las condiciones higiénicas y climatológicas de la ciudad”

Consciente de esta gran necesidad, el Gobernador Civil de la provincia Sr. Méndez Vigo, se propuso retomar las iniciativas y solicitó la colaboración de la Real Sociedad Económica. El propósito que se planteaba entonces era llevar a cabo una obra que permitiera el abastecimiento conjunto de las ciudades de Jerez y Cádiz, de manera mancomunada, tomando el agua en la confluencia de los ríos Majaceite y Guadalete. Sin embargo, en 1861, la Real Sociedad Económica desestimó la propuesta al no considerar adecuado el lugar de la toma (Junta de los Ríos), de dudosas condiciones sanitarias. A ello había que añadir además que se dañaban los intereses de los agricultores ribereños y de los molinos instalados en sus cauces. Como alternativas se plantearon la traída de aguas desde los manantiales de la Sierra de Gibalbín, de los situados en Mesas de Asta o de los pozos de La Piedad, en el valle de Sidueña, junto a Doña Blanca.

Los primeros proyectos.

Será a mediados del siglo XIX, cuando ingenieros de diferentes empresas nacionales y extranjeras realicen estudios en la zona al objeto de tratar de resolver el problema de abastecimiento de las principales ciudades de la provincia. Así, el 19 de enero de 1861, el diario local “El Guadalete” publicaba los datos de los aforos del manantial de Tempul que había realizado el ingeniero francés Pablo Roaulht de Fleury. Las mediciones, tomadas de su caudal “…por orden y en presencia del señor alcalde corregidor era muy reducido por la escasez de agua de los años anteriores y del verano de 1852 daba 54 pulgadas fontaneras. El agua de Tempul deposita mucha toba o sea carbonato de cal”. La escasez de estos caudales (medidos en un año especialmente seco) y la “mala calidad” de las aguas, descartaban este manantial, a juicio del ingeniero francés, quien en el mismo informe daba cuenta también de la visita que realizó a los manantiales de la Sierra de Gibalbín.

Al ser un tema de interés público, la prensa escrita del momento se hacía eco de estos debates, apostando por una solución “local”, que pasaba por realizar la traída de aguas desde los ríos Guadalete o Majaceite o de los manantiales del Tempul, de la mano de una Sociedad que contara con la participación del Ayuntamiento y de las “fuerzas vivas” de la ciudad. Así las cosas, se constituye la Sociedad Anónima de Abastecimiento de Aguas potables y Riego de Jerez de la Frontera, bajo la presidencia de Rafael Rivero de la Tixera, encargándose al prestigioso ingeniero Ángel Mayo los estudios necesarios que comenzará, sin demora, en el mes de agosto de 1861. En su “Memoria relativa a las Obras el Acueducto de Tempul” estima que el volumen de agua que llegaba a Jerez procedente de fuentes y pozos era de 216 m3 diarios, cantidad a todas luces insuficiente. Era necesario, por tanto, conocer detenidamente los recursos del entorno y analizar todas las opciones posibles que permitieran dotar a la ciudad de un abastecimiento estable y en cantidad suficiente para las crecientes necesidades de su población y de una industria vinatera en clara expansión.

En busca del agua con el ingeniero Ángel Mayo.

Desde agosto de 1861 y durante varios meses, Ángel Mayo recorre el término de Jerez y los de otras poblaciones de la provincia aforando fuentes y manantiales para estudiar las posibilidades de la conducción de sus aguas a la ciudad. En su periplo visitará los manantiales y pozos de Mesas de Asta, de la Sierra de Gibalbín (La Torre, Las Navas, Romanina, …), así como los de San Andrés, en las cercanías del cortijo del mismo nombre, entre Arcos y Bornos.

También estudiará la posibilidad de realizar tomas, mediante la construcción de azudes, en el Río Guadalete, en el lugar conocido como Cerrada o Angostura de Bornos (donde casi un siglo después se construiría la presa), en el propio río Majaceite a la altura de la Angostura de Arcos, o en el Guadalete en la zona del Puente de La Cartuja, el punto más próximo a Jerez, con aguas de peor calidad que sería necesario elevar mediante bombeo utilizando máquinas de vapor.

En su afán por asegurar el abastecimiento, Ángel Mayo exploró también fuentes y manantiales de localidades próximas, como los de La Piedad, en el Puerto de Santa María, los diferentes manaderos de la sierra del Calvario en Bornos, o la copiosa fuente del Nacimiento, en Benamahoma, que aunque muy alejada de nuestra ciudad era y es la más caudalosa de la provincia. Ya en nuestro término, pero en puntos mucho más alejados de Jerez, aforó los manantiales de la sierra del Aljibe o los de Ortela, en las faldas de Montifarti, frente a la Jarda. En su periplo no de dejó de visitar el conocido manantial de Tempul, cuyas virtualidades había descartado ese mismo año el ingeniero francés P. Rouaulth que apostaba por traer a la ciudad el agua desde el río Guadalete en el Puente de Cartuja, mediante una estación de bombeo movida por una máquina de vapor que elevaría el agua hasta un depósito ubicado en el Cerro del Real (Lomopardo), desde donde llegaría a la ciudad por gravedad.

Junto a estos manantiales, Ángel Mayo aportó también en su Memoria nuevos estudios de otros puntos de abastecimiento próximos a la ciudad como las Fuentes de La Canaleja, La Teja, el Clérigo, La Vaquera o Pedro Díaz, ubicadas en el Pago de Montealegre, en las vertientes de Albadalejo y Los Albarizones.

El manantial de Tempul como solución

En este periplo “en busca del agua” Mayo fue descartando, por razones muy diversas, la mayoría de los puntos estudiados. Si bien los manantiales del Aljibe, Ortela y Benamahoma presentaban aguas de buena calidad, en la práctica quedaban demasiado lejos de Jerez, lo que encarecía notablemente su posible conducción. Otros como los de Bornos y La Piedad, abastecían ya a otras poblaciones y se utilizaban para el riego de huerta, por lo que planteaban un posible conflicto de intereses. Los manantiales de Gibalbín, Mesas de Asta, San Andrés o la Canaleja, eran irregulares y tenían caudales escasos, como los pozos y fuentes de las proximidades de la población…

Así las cosas, las opciones finales se centraron en tres posibles puntos: el río Majaceite en la Angostura de Arcos (donde se levantaría medio siglo después la presa de Guadalcacín), el Río Guadalete en una zona próxima al Puente de La Cartuja, y el manantial del Tempul, al que en caso de necesidad, se podían sumar las aguas de los manantiales del Aljibe.

Después de estudiar los presupuestos económicos y los proyectos técnicos de las tres opciones, se apostó por las fuentes de Tempul, situadas a 46 km. de la ciudad en la falda de la Sierra de Las Cabras, en razón de la potabilidad de sus aguas certificadas por la Academia de Medicina de Madrid, a las que no sería necesario aplicar los costosos filtros requeridos para las otras opciones. Junto a ello, la altura adecuada del manantial, que permitiría su conducción rodada por gravedad hasta la ciudad, sin necesidad de maquinaria para su elevación, supondría también un ahorro de costes. A todo esto había que añadir la suficiencia de su caudal que, aunque menor del que podía tomarse de los ríos, bastaba para las necesidades calculadas. Después de su largo periplo, ángel mayo había llegado a la misma solución que los ingenieros romanos habían adoptado casi dos mil años atrás cuando se construyó el acueducto de Tempul a Gades, una de las obras públicas más notables de la antigüedad.

Sin mucho tiempo que perder, en Junio de 1863 se autorizan las obras y en mayo de 1864 se iniciarán los trabajos de acuerdo al proyecto de Ángel Mayo que, no sin dificultades, posibilitarían finalmente que “el día 16 de julio de 1869, coincidiendo con la fiesta en honor de la Santísima madre del Carmelo, las aguas del rico e inagotable manantial de Tempul se elevaron a gran altura, y corrieron por primera vez por nuestras calles y plazas…”.



La ciudad contrajo una deuda de gratitud con el célebre ingeniero que en esos mismos años también intervino en el proyecto de la primera línea de ferrocarril de Andalucía de Jerez al Trocadero. No es de extrañar por ello que se sintiera con gran pesar la noticia de su muerte, el 24 de Agosto de 1884, tras las graves heridas sufridas en un accidente ferroviario en las proximidades de Astorga, cuando contaba con 57 años de edad.



Su periplo por nuestras tierras “en busca del agua”, y los frutos de sus proyectos y de su riguroso trabajo, bien merecen ser recordados ahora que se cumplen ciento cincuenta años de aquella magna obra que fue la traída de las aguas del manantial de Tempul a la ciudad.


Para saber más:
- Arcila Garrido, M.Luis.: La figura de Ángel Mayo vista por la prensa de la época" en Aguas de Jerez. Tempul: entre el medio natural y la técnica hidráulica. Coord. J. M.Barragán Muñoz, Ed. Ajemsa. Jerez de la Frontera, 1993. Las ilustraciones de los aguadores en la fuente de Los Albarizones y de los planos de Proyecto del Acueducto del Tempul, han sido tomados de esta obra.
- Barragán Muñoz, M. Coord.: Agua, ciudad y territorio. aproximación geohistórica al abastecimiento de agua a Cádiz. Ed. Servicio de Publicaciones de la UCA, Cádiz, 1993.
- Barragán Muñoz, M. Coord.: Aguas de Jerez. Evolución del abastecimiento urbano. Ed. Ajemsa. Jerez de la Frontera, 1993.
-Inauguración de las Aguas de Tempul. Revista de Obras Públicas. 1869. Tomo 15-2, pg. 177


Otras entradas sobre Fuentes, manantiales y pozos...

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 17/11/2019

Curiosos topónimos en la campiña de Jerez.
“Lo pequeño es hermoso”.




Como recordarán los lectores, la semana pasada hicimos un recorrido por algunos curiosos topónimos relativos a cortijos del término que tenían como “pareja” al mismo nombre en diminutivo. Comentamos así aspectos relevantes de algunos de ellos como Alijar y Alijarillo, Berlanga y Berlanguilla, Barroso y Barrosillo… A veces estos “nombres dobles” están referidos a parajes, dehesas o grandes fincas que no tienen por qué identificarse con un cortijo o una construcción concreta, aunque si suelen estar vinculados por relaciones de proximidad.

Jarda y Jardilla, Rojitán y Rojitanillo, Montifarti y Montifartillo.



Ejemplos de ello los tenemos en la zona de los Montes de Propios de Jerez, en la zona este de nuestro término, y tienen su origen en divisiones de las grandes fincas o en la identificación de un topónimo menor con el mayor de otras fincas o dehesas colindantes. Veamos algunos casos.

El nombre de La Jarda, que con 600 hectáreas es la mayor de las fincas de nuestros Montes, figura ya en documentos medievales, como sucede también con su “hermana pequeña”, La Jardilla (1). El topónimo puede tener su origen en el sustantivo “halda”, sinónimo de “falda”, es decir, la parte baja de un monte o sierra. Con este nombre de “Halda”, figuran también estos parajes en el primer mapa topográfico del IGN de 1917.



Ubicada a los pies de la Sierra de La Gallina, las laderas de la Jarda están cubiertas de monte alcornocal albergando en sus zonas basales prados donde pasta el ganado retinto. La dehesa de La Jardilla ocupa el sector más oriental de los Montes, colindante con la finca de La Alcaría (2).



Montifarti (o Montifarte) y Montifartillo dan nombre a dos antiguas dehesas que forman parte de los Montes de Jerez. Ubicadas al sudoeste de La Jarda, entre la Sierra de Las Cabras y la del Aljibe, llegamos a ellas por la carretera que, desde Alcalá de los Gazules, se dirige al Puerto de Gáliz. Tienen una superficie de 820 hectáreas, estando surcadas, entre otros arroyos, por la Garganta del Caballo y la de Ortela. Estos parajes ya aparecen descritos en textos árabes del siglo XI y en el origen de su nombre se encuentra una curiosa historia relacionada Abū’l-Jayr al-Išbīlī, (“el sevillano”) uno de los más afamados botánicos y agrónomos andalusíes de su tiempo.

Como “jardinero” del rey al-Mutamid, (S. XI), visitó nuestros montes en busca de especies vegetales de utilidad medicinal y, en especial, de unos enebros singulares que crecían en las cercanías de la fortaleza de Tempul (hins Tubayl), próxima a los famosos manantiales (3). En uno de sus tratados en el que describe las hojas, madera y semillas de estos enebros, así como sus propiedades para las afecciones del corazón escribe: “Yo he visto esta especie al sur de Arcos (Arkus), en el monte Munt Fart, que domina sobre una aldea que se llama Taqbl, en la ladera de la parte de poniente, sobre tierra roja…” (4). Como ha estudiado el profesor Joaquín Bustamante, el yabal Munt Fart no es sino el actual “Montifarti” y, por extensión, toda la Sierra de las Cabras. Según este autor el nombre deriva del árabe “fart”: “abundante”, “bien provisto” (5). De Montifarti hallamos referencias en otras fuentes medievales como el Libro de la Montería del rey Alfonso XI, donde al describir los lugares de caza en el entorno de la Sierra del Aljibe se apunta que “(...)Et son las armadas la una en la abertura de cara a Montifarte; et es la otra armada en fondon de la Breña como vá Barbate Ayuso” (6).



Rojitán (o Rogitán) y Rojitanillo (o Rogitanillo), dehesas colindantes, se encuentran también en el sector oriental del término, entre el río Majaceite y las carreteras de Cortes y la que conduce a la presa de Los Hurones. La primera de las fincas pertenece a los Montes de Jerez y en ella se enclava un cortijo rehabilitado hace dos décadas para el turismo rural. Este curioso y llamativo topónimo es conocido ya, al menos, desde el siglo XVI, mencionándose en documentos sobre Señalamiento de las dehesas de Montes de Propios el “Buhedo de Rusitan” (7). También figura en un curioso plano sobre pergamino el siglo XVIII conservado en el Archivo Municipal de Jerez que recoge las formas de “Roxitan, y “Rojitán” (8). A nuestro entender este singular topónimo, pueda estar vinculado en su origen con la forma latina “russus” (rojo) de la que, a través de diferentes modificaciones a lo largo de más de cuatro siglos, se habría podido llegar a la denominación actual. La justificación del nombre inicial de estos parajes, requiere ya aventurarse en los territorios de la especulación… ¿Tal vez por el color pardo o rojizo de los roquedos de arenisca del Aljibe que constituyen estos montes? ¿Quizás por el apelativo de un antiguo propietario, que aludiese a alguna característica personal como su color de pelo o de piel? (9).

Berroquejo y Berroquejillo, Majarazotán y Majarazotanillo, Frías y Friillas.



Más cerca de la ciudad encontramos también otras curiosas parejas de topónimos. El de Berroquejo da nombre a un antiguo castillo enclavado en la dehesa homónima, situada junto a la carretera de Medina, entre El Mojo y El Pedroso. Construido en el último cuarto del siglo XIII, en tiempos de gran inestabilidad fronteriza en la zona, jugó un papel importante en la estrategia defensiva de los castellanos, junto a otras fortalezas cercanas como las de Torrestrella, Alcalá de los Gazules y Medina. Todas ellas pertenecían, por donación real, a la Orden de Santa María de España u Orden de la Estrella, fundada por Alfonso X el Sabio en 1270 para la defensa naval de la corona de Castilla. El castillo de Berroquejo conectaba visualmente con los citados, así como con otros hitos relevantes en el entorno próximo como el cerro de El Mojo y la Serrezuela, estando vinculado también al control de la frontera y las vías de comunicación cercanas. El topónimo de Berroquejo o Berrueco hace referencia a un “peñasco elevado que tiene semejanza con un gran hito o mojón” y que se presenta aislado sobre las tierras que lo rodean, tal como sucede con el montículo en el que se levanta el castillo.



Frente al Berroquejo se encuentra la dehesa de Berroquejillo, junto a la antigua Cañada que unía Jerez con Medina, hoy carretera y autovía. También conocido como Barroquejillo o Papicha, sus tierras se extienden por las laderas de la Sierrezuela colindantes con el embalse de Fuente Rey (10).



El paraje de Majarazotán (o Majarrazotán), situado en las proximidades de los Llanos de Caulina, está cruzado por los canales de riego del pantano de Guadalcacín y por la antigua traza del Ferrocarril de la Sierra. En sus tierras se explotaron durante décadas canteras de piedra caliza para la fabricación de cal. El profesor E. Martín plantea que este nombre, de origen andalusí, pudiera tener la significación de “mayar de Azotán, assultan, el poder, el rey, es decir, del “cortijo del rey”. Es posible que nos encontremos con bienes fundiarios que pertenecían al reyezuelo Abén Abit, que tal, como describe la crónica alfonsina, “era sennor de Xerez” en los momentos previos a la conquista” (11). Junto a él, próximo a la barriada rural de La Inmaculada, se encuentran las tierras de Majarazotanillo.

Frías da nombre a un conocido cortijo situado a 10 km al sur de la ciudad, en las Mesas de Bolaños, cercano a los de Roalabota, Barja y Bolaños. Este último formó parte de Frías hace un siglo. En las tierras de estos cortijos cercanas a la Cañada de la Isla, que bordea las marismas del Guadalete hasta Puerto Real, se han localizado vestigios de antiguos alfares romanos que darían salida a su producción en los embarcaderos del cercano estuario (12). El arqueólogo y epigrafista alemán Emil Hubner, quien estudió las marcas halladas en los restos de ánforas olearias acumuladas durante siglos en el conocido “monte Testaccio” de Roma, relacionó algunas de estas marcas alfareras de mediados del siglo II d.C. con dos topónimos de esta zona. Así, asoció Barcufia y Barcufiense Lucidi, al cercano cortijo de



Barja
, mientras que Frigidum y Frigidense, los vinculó a la dehesa de Frías (13). Aunque esta interpretación ha sido puesta en cuestión (14), de lo que no cabe duda es de la importante presencia romana en estas tierras. Pese a todo, no está claro el origen del topónimo que las bautiza, que bien pudiera derivar de un antropónimo castellano. No en balde, el historiador Agustín Muñoz y Gómez, al estudiar la procedencia del nombre de la jerezana calle Frías, nos recuerda que “el apellido Frías resulta ya en el libro del Repartimiento de casas de 1266, en que se asigna la casa núm. 60 de la collación de San Dionisio a Nicolás de Frías, escribano, y la núm. 226 á Pedro Martínez de Frías”. Junto a ellos existe constancia documental (1674) de “…D. Luis de Frías Ponce de León, hijo de D. Álvaro de Frías y de Dª Leonor Ponce de León. Desde 1827, existe en el callejero jerezano la calle Frías, cuyo nombre procede de los herederos del mencionado Luis de Frías” (15). Tal vez, sea de este personaje del que proceda también el nombre de este rincón de la campiña que, sea como fuere, encontramos ya en la cartografía del siglo XIX. Así, en el Plano del Término Municipal de Jerez de Lechuga y Florido (1897), en los Planos del Catastro de Rústica (1899) y en el Plano Parcelario de López Cepero (1904), figuran ya reflejados la Dehesa, Pozos, Casa y Coto de Frías (16). En los últimos años, en Frías se han adaptado buena parte de sus estancias como establecimiento hostelero abierto al turismo rural y a la celebración de eventos.



En las tierras bajas del cortijo, colindantes ya con la marisma de La Tapa y con el término de Puerto Real, se encuentra la dehesa de Friillas, separada del Frías por la antigua Cañada Real de La Isla y de Cádiz que cruzaba este paraje por el denominado “puente romano”, que todavía se conserva (17).

Dos Hermanas y Dos Hermanillas, Sauceda y Saucedilla, Chorro y Chorrito.

No siempre, similares denominaciones apuntan a espacios colindantes o relacionados históricamente. En algunos casos están referidas a lugares que geográficamente se encuentran muy distantes, por lo que, en este caso, no parece existir vinculación entre estos nombres más allá de la puramente léxica. Como ejemplo nos sirve el de Pozo Blanco y Pozo Blanquillo. Por regla general los pozos llevaban el “apellido” de la finca en la que estaban enclavados, sin nombres propios, por lo que debemos entender que en este caso nos estamos refiriendo a pozos singulares, encalados, que llaman la atención en el paisaje Así encontramos un Pozo Blanco, que aún pervive, en la dehesa del Chorreadero, frente a la entrada del cortijo junto a la carretera Arcos-Paterna, y otro con el mismo nombre en el cortijo de Fuente Rey. Pozo Blanquillo da nombre a otro pozo situado en el cortijo de Casa Alta, junto arroyo de Tabajete y la carretera de Sanlúcar.

Algo parecido sucede con los arroyos de La Sauceda y de La Saucedilla. El primero, es también conocido como Garganta de La Sauceda, afluente del río Hozgarganta y tiene su origen en el Puerto de Gáliz atravesando las tierras de El Marrufo. Su curso divide los términos de Jerez y Cortes, recibiendo las aguas de la Garganta de Pasadallana, el arroyo que cruza por el antiguo poblado de La Sauceda, destruido por la aviación franquista, la mayoría de cuyos habitantes fueron fusilados y enterrados en la fosa del Marrufo (18).



A más de 30 km de este lugar, en las proximidades de La Barca de la Florida, discurre el arroyo de La Saucedilla (llamado también de la Sauceda) que vierte sus aguas al arroyo Salado de Paterna en las proximidades de Torrecera. Este arroyo, que debe su nombre a la existencia en sus orillas de diferentes especies de sauce, atraviesa las tierras de los cortijos de Los Isletes y Ranchiles. Casi en paralelo a su curso discurría el antiguo camino de Jerez a los Baños de Gigonza por el que en el siglo XIX llegaban los viajeros a este afamado balneario. Junto al camino y al arroyo, en el paraje conocido como La Sauceda o La Saucedilla se instalaron chozas de trabajadores del campo que desaparecieron con el tiempo, habiendo permanecido hasta la actualidad el topónimo de Casas de La Saucedilla.



Con los arroyos del Chorro y del Chorrito, sucede lo mismo: nada tienen que ver uno que el otro y además están muy distantes entre sí. El arroyo del Chorro tiene su origen en las lomas de Cuartillo de Plata, en Gibalbín, al pie de las instalaciones de la conocida bodega de Barbadillo. Su nombre da idea de su escaso caudal, como así sucede, lo que no impide que en sus crecidas llegue a cortar los caminos que atraviesa, en las proximidades de la Venta la Choza, junto al cruce con la carretera que desde Gibalbín nos lleva hasta Arcos. Como su “hermano mayor”, el arroyo del Chorrito, es un curso poco caudaloso. Su cabecera se encuentra muy próxima al Puerto de Gáliz siendo tributario del anteriormente citado Garganta de La Sauceda.



Un caso muy curioso es de los topónimos Dos Hermanas y Dos Hermanillas, muy frecuentes en todo el territorio andaluz, para designar colinas, cerros o montes que presentan dos cumbres o cimas “gemelas”. En el caso de la Sierra de Dos Hermanas, se aprecian muy bien estas características al tratarse de una gran elevación con dos picos separados por un amplio collado. Situada en el km 40 de la carretera de Cortes, entre San José del Valle y Tempul, su silueta resulta reconocible desde la lejanía y su nombre viene de antiguo, pues ya en el siglo XIV aparece citado en el Libro de la Montería de Alfonso XI, donde se dice que “el monte de Dos Hermanas es bueno de puerco en verano” (19). En sus abruptas laderas cubiertas de monte bajo se encuentra la Cueva del Parralejo excavada en 1977 por Manuel Pellicer y Pilar Acosta. En este yacimiento arqueológico se localizaron materiales del Neolítico, Edad del Cobre y Bronce Final, lo que sugiere que fue ocupada durante un amplio periodo (20). Por las faldas de esta sierra cruzaba el antiguo acueducto romano de Tempul a Gades, por tierras del cortijo de Fuente Ymbro, donde se crían en la actualidad los toros de la afamada ganadería de este nombre. Por esta sierra pasa hoy el acueducto de los Hurones que abastece a la Zona Gaditana. En su vertiente oeste, a cuyos pies pasa el conocido arroyo del Infierno, se explota una cantera de roca caliza. A unos 15 km de la Sierra de Dos Hermanas se encuentra la Dehesa de Dos Hermanillas, en la Loma de Malabrigo, una amplia llanura que queda a la derecha de la carretera de Cortes, entre La Barca y El Chaparrito. Este paraje, colindante con las tierras del parque forestal de La Suara, debe su nombre a dos pequeñas colinas, de escasa elevación, que flaquean el arroyo de Cabañas, que surca estos llanos. En sus proximidades se encuentra el Rancho del Toril de las Pitas. Como el de Dos Hermanas, el topónimo de las Hermanillas se conoce también desde los siglos medievales y ya en la documentación sobre el Donadío de Berlanga, se alude a este lugar de las dos "cabezuelas" de las Hermanillas "donde nasçe el açenna de Cabannas, de que se mantiene el río en verano” (21).

Un caso singular es también el relacionado con el topónimo bujeo. Con este nombre se conoce en nuestra zona a las zonas bajas donde predominan las tierras “negras” de carácter arcilloso que debido a su mala permeabilidad se encharcan en la estación lluviosa y se agrietan en la seca. En nuestro término todos los “bujeos” están presentes en ámbitos serranos, al este del término. Así, con este nombre encontramos el Bujeo de la Biznaga, en la Dehesa del Rodadero, el Bujeo de Olivares, en la del Quejigal, o los Bujeos de la Miel, en la Dehesa del Cándalo. En este mismo territorio serrano, cerca ya de los límites del alfoz jerezano con los términos de Ubrique y Cortes se encuentran los Bujeillos de Andrés, en la Dehesa de Pasada Blanca y los Bujeillos de Ubrique, en la dehesa de Garganta Millán. En casi todos los casos mencionados estos parajes se encuentran en las hondonadas que dejan las colinas o montes dependiendo la denominación de bujeo o bujeillo de la mayor o menor superficie de los mismos.

El Portal y el Portalillo, Jédula y Jedulilla.



Estos curiosos nombres duplicados también los encontramos en las denominaciones de algunos enclaves rurales. Así, la barriada rural de El Portal, tiene su apéndice en El Portalillo. La historiografía tradicional jerezana atribuye la fundación de la aldea de El Portal al rey Sabio. Así lo apunta por ejemplo, entre otros autores, Parada y Barreto, quien sostiene que tras la sublevación mudéjar, que acabo con la guarnición cristiana del alcázar de la ciudad, “…volvió D. Alonso el Sabio a aparecer por segunda vez en los campos de Jerez y con ánimo entonces decidido de asegurar para siempre la población […] sentó sus reales a alguna distancia de la ciudad […] Dícese que D. Alonso puso su campamento hacia el sitio que llaman del Portal y que dejó allí fundada una villa que ha desaparecido con el tiempo […] en dicho sitio que sirve de puerto a Jerez para el comercio de transporte por el Guadalete” (22). Sea como fuere, el nombre de este antiguo enclave es mencionado ya en las fuentes alfonsíes y así aparece en un documento de deslinde (1269) de los términos de La Puente de Cádiz, donde se señala que en las salinas del Zurraque se encuentra el mojón que divide los términos de La Puente, Medina y El Portal (23).



Junto a él se encuentra El Portalillo, un pequeño y antiguo enclave de pescadores situado a orillas del río, frente a la conocida Venta El Pollo, que sufre los estragos de las inundaciones cada vez que el río se desborda.



Un caso parecido es el de Jédula y Jedulilla. Aunque pertenecientes al término de Arcos, sus tierras son colindantes con el de Jerez, con el que han estado históricamente vinculados estos dos antiguos cortijos. Ambos se encontraban situados a ambos lados del camino que unía Jerez con Arcos y el mayor de ellos, el de Jédula, a la derecha de la vía, termino por dar nombre al núcleo de población que, a partir de los años 50 del pasado siglo, fue surgiendo en torno a él, aunque de este enclave ya se tienen referencias en los siglos medievales. El cortijo de Jedulilla, a la izquierda del camino, de creación posterior, figura ya en una descripción de caminos del s. XVIII (24).

Nombres por triplicado… y cuadruplicado.



A veces, estos curiosos topónimos de los que nos estamos ocupando aparecen por triplicado y aún por cuadruplicado, mostrando curiosas variaciones. Uno de los más conocidos es el trío formado por La Matanza, La Matancilla y La Matanzuela, que dan nombres a cortijos, arroyos, parajes, cerros… situados en el entorno de la barriada rural de El Mojo y Baldío Gallardo, junto a la carretera de Medina. El nombre, en sus diferentes variantes, tiene raíces históricas obedeciendo al hecho de haberse librado en estos pagos enfrentamientos entre las tropas jerezanas y las de los benimerines. La historiografía local relata que, en estas lomas dedicadas hoy al cultivo de cereal, entre las que sobresalen los aerogeneradores de un parque eólico, tuvo lugar en 1325 la Batalla de Los Cueros, también conocida como de Los Potros o de La Matanza por la gran cantidad de bajas que los jerezanos causaron a los meriníes. Este hecho, más allá de las licencias literarias de escritores e historiadores, ha dejado



para siempre su huella en la toponimia de la zona, con un nombre rotundo y esclarecedor de lo que allí, de una otra manera sucedió, permaneciendo siete siglos después los topónimos de La Matanza, La Matanzuela y La Matancilla (25).



Otro caso de “triple” topónimo está relacionado con las antiguas majadas. Emplazadas junto a las vías pecuarias de mayor importancia, las majadas eran los lugares donde se recogían de noche los rebaños y donde se albergaban los pastores. Este era el caso de dehesa de Las Majadillas, que da también nombre a un cortijo situado en la carretera de Cortes, entre Cuartillos y La Guareña y que en su día se encontraba a orillas de la Cañada Real de la Sierra. A no mucha distancia encontramos la antigua dehesa de Majada Alta cuyas tierras están en buena parte ocupadas por el parque forestal de Las Aguilillas, en las proximidades de Estella del Marqués y que también estuvieron cruzadas por la citada cañada. En el extremo norte del término, y alejado de ambas dehesas se encuentra la dehesa de Majada Vieja, enclavada en la Sierra de Gibalbín entre los cortijos de La Sierra y de La Torre de Pedro Díaz, junto a la antigua Cañada de Casinas que unía la Sierra de Gibalbín con el Guadalete.



Con todo, el caso más sobresaliente es el del topónimo Jara del que derivan diferentes nombres de lugares. Derivada del árabe “sa`rā΄” y tiene el significado de “tierra llena de vegetación” (26), por lo que en su origen, los lugares con este denominación, estuvieron poblados de las típicas especies del monte mediterráneo que, fueron desapareciendo a lo largo de los siglos con las roturaciones y desmontes. Este topónimo da nombre al antiguo Cortijo de Jara, situado en la carretera que une la Torre de Melgarejo con Gibalbín, cuyas tierras ya conocieron la presencia romana, tal como testimonia el hallazgo en sus cercanías (Haza de Casablanquilla) de una escultura de mármol que representa una dama cubierta con túnica y manto, expuesta en el patio de entrada del Museo Arqueológico de Jerez (27). Tras la conquista de Jerez, el donadío de Xara se encuentra entre las grandes propiedades rurales repartidas por Alfonso X a finales del s. XIII. En la actualidad, estas tierras situadas a orillas de la antigua Cañada de Bornos, se dedican a cultivos de secano. Gracias a una pantaneta que aprovecha el foso de una antigua cantera, riega también sus cuidados viñedos y olivares de los que se obtienen los afamados vinos y aceites que con la marca Cortijo de Jara se cuentan entre los mejores de la campiña.



Frente a él se levanta también el cortijo de Jarilla–Jareta, por cuyas tierras atraviesa el canal de la margen izquierda del Guadalcacín procedente del cortijo de Montecorto al que ha llegado a través del túnel de Jédula. A los pies del cerro de La Basurta, cubierto de olivares, encontramos aquí el pequeño embalse de Jarilla-Jareta, que como si de una laguna natural se tratase, tiene un denso cinturón de tarajes y una pequeña olmeda en sus orillas. La cercanía de estos cortijos, en los que trabajaban como temporeros muchos obreros del campo, bautizaría al poblado de colonización que se levantó en 1955 apenas a 4 km de aquí: Nueva Jarilla.



Para saber más:
(1) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004, págs. 258-259.
(2) VV.AA.: Guía de los Montes de Propios de Jerez de la Frontera. Biblioteca de Urbanismo y Cultura. Ayuntamiento de Jerez, 1989
(3) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004. Págs. 26 y 146
(4) Abu l-Jair al-Isbili “Umdat al-tabib…, II, 563-564. Versión de Joaquín Bustamante Costa. Puede consultarse en Abellán Pérez, J.: El Cádiz islámico a través de sus textos, Cádiz, 1996, p. 154.
(5) Bustamante Costa, J.:Toponimia árabe del cuadrante sudoccidental de la provincia de Cádiz”, en Janda. Anuario de Estudios Vejeriegos, 3 (1997), 27-42, pg. 40
(6) Valverde J.A.: Anotaciones al Libro de la Montería del Rey Alfonso XI. Ediciones Universidad de Salamanca. pg. 1392. Ver también. García Lázaro, J. y A.: Por los Montes de Jerez con el botánico Abul Jair al Isbili, Diario de Jerez, 15 de noviembre de 2015
(7) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004, pg. 258-259.
(8) Fragmentos de un mapa de las sierras del término de ciudad de Jerez. Anónimo en pergamino. S. XVIII, AMJF. C.12, nº 4 Bis.
(9) A. y J. García Lázaro: Por las tierras de Rojitán: un curioso topónimo y un alcornoque monumental. Diario de Jerez, 25 de enero de 2015.
(10) A. y J. García Lázaro: Castillo de Berroquejo. Un sobreviviente de las luchas de frontera, Diario de Jerez, 20 de abril de 2014.
(11) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 257-300, p. 269
(12) Pemán, C.:Alfares y embarcaderos romanos en la provincia de Cádiz”, Archivo Español de Arqueología, XXXII, 1959, pp. 169-173. De este trabajo ha sido también tomado el mapa del estuario del Guadalete.
(13) Chic García, G.:Lacca”. Habis, 10-11, 1979-1980, p. 11. Y López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, p, 36
(14) López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: Obra citada, p, 36.
(15) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas de Xerez de la Frontera. Edic. Facsímil 1903, BUC, p, 180.
(16) Lechuga y Florido, A.: “Plano del Término Municipal de Jerez de la Frontera”. Arreglado a la escala de 1/100.000 para la Guía de Jerez de 1897. Archivo Histórico Provincial de Cádiz.: Trabajos Topográficos. Provincia de Cádiz. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. Escala 1:25.000, 1899. López-Cepero, Adolfo: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López-Cepero. - Año de 1904. Escala 1:25.000.
(17) A. y J. García Lázaro: Frías, un cortijo con vistas a la Bahía, Diario de Jerez, 6 de noviembre de 2016.
(18) Sobre esta dolorosa cuestión puede verse: A. y J. García Lázaro: Los paisajes de la memoria, www.entornoajerez.com, 14 de julio de 2012.
(19) A. y J. García Lázaro: Escenas de caza en torno a Jerez, Diario de Jerez, 31 de diciembre de 2017.
(20) Para más información de la Cueva del Parralejo, también llamada de Dos Hermanas puede verse: IAPH.: Cueva de Dos Hermanas en el enlace: http://www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/resumen.do?id=i15949, consultado el 08/03/2018.
(21) Martín Gutiérrez, E.: La organización… obra citada, págs. 169-170.
(22) Parada y Barreto D.I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera. Imprenta del Guadalete, Jerez, 1878, pg. XXXIII.
(23) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004, p. 73.
(24) A. y J. García Lázaro: Por el camino de Jerez a Arcos. Un recorrido en 1744, Diario de Jerez, 12 de noviembre de 2017.
(25) Para conocer la vinculación de estos topónimos con la historia, puede consultarse Coloma, Luis: La Batalla de los Cueros. Episodio Histórico. Imprenta de la Revista Jerezana. 1872.; Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, pp. 28-31, Gutiérrez, Bartolomé.: Historia del estado presente y antiguo de mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Edición facsímil. BUC. Ayuntamiento de Jerez, 1989, vol. I P. 178-183; Gonzalo de Padilla.: Historia de Jerez de la Frontera (Siglos XIII-XVI). Ed. de Juan Abellán Pérez. Agrija Ediciones 2008., pp. 48-57; (5) Martín de Roa (1617):Santos Honorio, Eutichio, Eſtevan, Patronos de Xerez de la Frontera”. Edición Facsímil, Ed. Extramuros Edición S.L., 2007. Cap. VIII. Una síntesis de todos ellos en: García Lázaro, A. y G.: Con el Padre Coloma por tierras de La Matanza, Diario de Jerez, 17 y 24 de mayo de 2015.
(26) Bustamante Costa, J.: Toponimia árabe… obra citada, p. 41.
(27) Sobre la escultura hallada en el cortijo de Jara puede consultarse: Esteve Guerrero, M.: Guía breve de la colección arqueológica Municipal de Jerez de la Frontera, 1961 y Balil, A: Estatua romana del Museo de Jerez, Archivo Español de Arqueología XXXV, Madrid, 1962, pp. 103-104


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Toponimia, Paisajes con historia, Cortijos, viñas y haciendas.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 11/03/2018

 
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