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Paisajes alfonsíes en torno a Jerez.
Un recorrido por algunos lugares vinculados al rey Sabio.


En este año que termina en el que se ha conmemorado con un amplio programa de actividades el “750 aniversario de la incorporación de Jerez a la Corona de Castilla”, queremos hacer una modesta contribución haciendo un recorrido por diferentes lugares y parajes de nuestro entorno rural que, de una u otra manera, se vinculan con Alfonso X y que aparecen mencionados en distintas fuentes documentales alfonsíes.

La aldea de Grañina.

Para el conocimiento del medio natural y el entorno rural de nuestro territorio en el último tercio del siglo XIII, constituyen un referente de primer orden los denominados libros de repartimiento. En el caso de nuestra provincia se han conservado los correspondientes a Cádiz-El Puerto de Santa María, Vejer y Jerez. Pero si bien podemos conocer con bastante detalle todo lo referente al reparto urbano de las casas y solares de estas poblaciones, en lo relativo a la distribución de tierras y heredades existe lamentablemente una gran laguna, ya que a diferencia de lo que sucede en otras ciudades, en Jerez se perdió el libro del repartimiento rural a finales del siglo XVI. Por esta razón, la información que se tiene de la organización del amplio término municipal jerezano, de las tierras, parajes y aldeas que integraban su extenso alfoz es muy reducida.



El profesor Emilio Martín Gutiérrez localizó en las Actas Capitulares de 1505 la copia de un capítulo del libro del repartimiento rústico: el de la aldea de Grañina situada al pie de la Sierra de Gibalbín. El texto está fechado en 1269, y da cuenta del reparto de las tierras de este lugar entre diez pobladores. La pervivencia en el tiempo de este enclave rural debió de ser muy limitado ya que la lejanía de la ciudad dificultaba su protección. E. Martín apunta que “las indudables dificultades de toda índole que tuvieron que sufrir los pobladores de la aldea de Grañina durante las incursiones de los meriníes, que utilizaron la Sierra de Gibalbín como centro de operaciones para sus razias, provocaron presumiblemente la huida y el abandono de este lugar” (1). Aunque se desconoce el emplazamiento exacto de esta antigua aldea alfonsí, el topónimo de Gratina ha llegado hasta nosotros dando nombre a una de las hazas que integran el cortijo de Romanina, tal y como puede verse también en el Plano Parcelario del término de Jerez que en 1904 realizara Adolfo López Cepera. Sus tierras lindan con la actual cañada de Romanina que, arrancando desde las cercanías de Nueva Jarilla, llega hasta el Cortijo de La Sierra, a los pies de Gibalbín. (2)

Por Tabajete y el Guadaxabaque.




En su estudio sobre el Libro del Repartimiento de Jerez, los profesores M. González y A. González aportan también interesantes referencias acerca de algunos enclaves rurales en los que se distribuyeron tierras a los primeros pobladores de la ciudad. Buena parte de los nombres de estos parajes o aldeas han pervivido hasta nuestros días, quedando así –de alguna manera- la huella alfonsí en muchos de nuestros topónimos.

En 1267 se concedieron a los franciscanos tierras y huertas junto a la Puerta Real y a los dominicos junto a los caminos de Sevilla y Sanlúcar. Estos últimos recibieron además 1.000 aranzadas en distintos lugares del término: “…ochocientas cabe é pasado Guadaxabaque en la media legua de carrera que va de Xerez a Solúcar,… é las doscientas á comprir, en un olivar, é mas tierra en el sitio de Tabayet por soma de un cerro antes del Arroyo” (3). En la actualidad Tabajete aún da nombre a un cortijo y aún extenso paraje ubicado al borde las marismas del mismo nombre, junto a Mesas de Asta.

Peor suerte ha corrido el Arroyo de Guadajabaque, cuyo tramo final ha “desaparecido”, literalmente, canalizado en parte a través de la laguna de Torrox y a través de los colectores que corren por el polígono industrial El Portal. Sin embargo, aún queda constancia en la actualidad de aquellos originarios repartos alfonsíes a la orden de predicadores, ya que las tierras que se extienden a ambos lados de la



carretera de Sanlúcar, en sus primeros kilómetros, conservan aún el nombre de Santo Domingo, al igual que el cortijo que las preside, del que nos llama la atención su edificio principal que fuera en otro tiempo una renombrada casa de viña. No debe extrañarnos la pervivencia en el tiempo de este topónimo ya que, no en balde, pertenecieron a los dominicos casi seis siglos hasta la desamortización de 1835. El actual Arroyo de La Loba, que cruza también la “carrera de Solúcar” y que linda con las tierras de Santo Domingo, formó parte en su día de la cabecera de aquel río Guadajabaque mencionado en los documentos alfonsíes. (Ver mapas).



En las donaciones realizadas por el Rey Sabio a diferentes Órdenes Militares aparecen también, desde los primeros días de la ocupación cristiana del territorio jerezano, otros nombres de distintos rincones de nuestro término que aún hoy nos resultan familiares. Como los que figuran, por ejemplo, en el documento de la donación a la Orden de Calatrava en 1269 de “…3 aranzadas de huerta, cerca de la muralla, 8 aranzadas de viña en Barbaina, 30 aranzadas de olivar y 12 yugadas de tierra de labor en Crespellina”. Según el mismo privilegio, la Orden de Alcántara, recibió también huertas junto a la muralla y a la Orden de Santiago se le asignaron tierras de viña y olivar en Casarejos, Vicos y Barbayna, parajes todos ellos que aún dan nombre a otros tantos pagos del alfoz jerezano. Las Mesas de Santiago o “de Santiago de Fe” figuran, así mismo, entre los lugares que en 1270 Alfonso X concedió a Fernando Alfonso de Mendoza, a quien quiso premiar entregándole “la aldea de Fe con su torre” (4).



El Portal y el Guadalete.

Junto a los ya citados, existen en los documentos alfonsíes otras referencias a distintos topónimos de nuestro entorno. Tal es el caso de las menciones a la aldea de El Portal y al río Guadalete.

La historiografía tradicional jerezana atribuye la fundación de la aldea de El Portal al rey Sabio. Así lo apunta por ejemplo, entre otros autores, Parada y Barreto, quien sostiene que tras la sublevación mudéjar, que acabo con la guarnición cristiana del alcázar de la ciudad, “…volvió D. Alonso el Sabio a aparecer por segunda vez en los campos de Jerez y con ánimo entonces decidido de asegurar para siempre la población […] sentó sus reales a alguna distancia de la ciudad […] Dícese que D. Alonso puso su campamento hacia el sitio que llaman del Portal y que dejó allí fundada una villa que ha desaparecido con el tiempo.



En dicho sitio que sirve de puerto a Jerez para el comercio de transporte por el Guadalete, existía una ermita de Nuestra Señora del Portal, cuya imagen, que había sido encontrada allí en un pozo en 1709, gozaba de gran devoción y se le atribuían multitud de prodigios. Dicha imagen fue trasladada en 1752 a la iglesia de San Miguel…
” (5).



Sea como fuere, el nombre de este antiguo enclave es mencionado ya en las fuentes alfonsíes y así aparece en un documento de deslinde (27/06/1269) de los términos de La Puente de Cádiz, donde se señala que en las salinas del Zurraque se encuentra el mojón que divide los términos de La Puente, Medina y El Portal (6). Es muy probable que el origen de esta población pudiera estar en la reutilización o ampliación de un antiguo embarcadero árabe que se ubicase en la zona y que recobraría una mayor importancia estratégica como puerto fluvial del Guadalete, una vez que la alquería musulmana de Alcanate situada aguas abajo, pasara a manos cristianas con el nombre de Santa María del Puerto controlándose definitivamente la desembocadura del río.

Un suceso milagroso.

De lo que no cabe duda es que tanto El Portal como el Guadalete aparecen también citados en las Cantigas de Santa María. En una de ellas, la nº 356, se glosa “como Santa María do Porto fez viir hua ponte de madeira pelo rio de Guadalete pera a obra de sa igreja que fazian, ca non avian y madeira con que lavrassen”. El supuesto milagro de la Virgen narrado en esta cantiga hace referencia a la curiosa forma en la que pudo obtenerse la madera



necesaria para erigir la iglesia-fortaleza (actual Castillo de san Marcos) que Alfonso X mandó construir en Santa María del Puerto y de la que se carecía (7). Así, las vigas que se precisaban para los andamiajes de los muros y las cimbras de las bóvedas pudieron levantarse gracias a que una providencial riada del Guadalete arrastró milagrosamente un puente de madera existente en El Portal que llegó flotando por el río hasta los pies del castillo. La versión en castellano actual del “milagro” narrado en la citada cantiga es la siguiente: “Hizo venir una riada de agua, que pasó por el Portal / y arrastró un puente de madera, tan íntegra / como en él estuviera; nunca se vio mejor. / Y por el río Guadalete la hizo llegar, / tal como estaba, allí donde / construían la iglesia, / para que no fallasen en terminar / a tiempo la obra” (8).

Este delicioso relato esconde algunos datos de gran interés que, como sucede en muchas otras cantigas, pudieran tener alguna base cierta. El río Guadalete se presenta aquí como un curso caudaloso y de grandes crecidas, característica a la que ya se aludía también en la Cantiga 328. El profesor Martín Gutiérrez nos recuerda como en esta cantiga, al enumerarse las bondades de la alquería de Alcanate (el actual Puerto de Santa María), se señala que está situada entre el Guadalquivir –“que es muy noble río en el que entran muchas aguas y por el que pasan grandes navíos”- y el Guadalete, “que corre con mucho brío” (9).

El texto de la Cantiga 356 confirma también la existencia del enclave de El Portal y de su relativa importancia, que deducimos por la posible ubicación en este lugar de un puente de madera (o de barcas), en las proximidades del embarcadero. De ser cierto, nos encontraríamos con uno de los primeros puentes documentados en la cuenca del Guadalete, levantado tres siglos antes del puente de cantería que en el s. XVI se construiría en el vado de Medina. Dado que en los siglos medievales no se tiene noticia de otros puentes en este sector del río -que se cruzaba por vados, pasadas y barcas- cabe pensar que en la elección de este lugar para su construcción pudo pesar el hecho de que por El Portal se accedía más directamente que por otros vados a la calzada que conducía hacia La Puente de Cádiz. Esta vía pasaba por las tierras del Tesorillo, Frías y Bolaños y circundaba las marismas situadas en la margen izquierda del Guadalete, un camino que aún hoy discurre por la antigua Cañada Real de la Isla y Cádiz.

Habría que esperar hasta el siglo XX para que, el viejo puente de madera de El Portal que por la intervención milagrosa de la Virgen fue arrastrado por una riada del Guadalete hasta Alcanate, fuese sustituido por uno de hierro, el conocido como “Puente de la Azucarera”.



Hoy, el “Puente de la Herradura” ocupa el lugar de aquellos para seguir comunicando Jerez con los caminos que conducen a las tierras de Medina y Vejer y, especialmente, con esos otros que, bordeando la marisma, se dirigen a Puerto Real, San Fernando y Cádiz. Como hace 750 años cuando Alfonso X, el rey Sabio batallaba por estas tierras.

Para saber más:
(1) Martín Gutiérrez, E.: Aproximación al repartimiento rural en Jerez de la Frontera: la aldea de Grañina. En la España medieval, 1999, nº 22, pg. 355-368. La cita está tomada de la p. 367.
(2) López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000.
(3) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, (Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, pp. 12-13.
(4) González Jiménez, M. y González Gómez, A.: Jerez de la Frontera en el siglo XIII. CEHJ, Jerez, 1984, pp. 27-28.
(5) Parada y Barreto D.I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera. Imprenta del Guadalete, Jerez, 1878, pg. XXXIII.
(6) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004, p. 73.
(7) Cómez Ramos, R.: “Arquitectura y técnicas constructivas en la miniatura Castellana del siglo XIII”, en Sousa Melo, A. y Ribeiro, M.C.: História da Construção – Arquiteturas e Técnicas Construtivas, Braga, 2013, pp. 135-151, ver pp. 140-143.
(8) Montoya Martínez, J.: “Cancionero de Santa María del Puerto. Edición, traducción y notas”, en Alcanate I (1998-1999), Cátedra Alfonso X El Sabio, 1999, pp. 145-146 y 237. Citado por J.J. López Amador y E. Pérez Fernández: El Puerto Gaditano de Balbo, El Puerto de Santa María, 2013, p 190, nota 485.
(9) Martín Gutiérrez, E.: “Reflexiones en torno a los paisajes rurales en Jerez de la frontera durante el último cuarto del siglo XIII, en 750 aniversario de la incorporación de Jerez a la Corona de Castilla 1264-2014. Ayuntamiento de Jerez, 2014, Colección Patrimonio. p. 184. Véase también la nota a pie de página nº 55.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Puedes ver otros artículos relacionados en nuestro blog enlazando con Paisajes con historia, Río Guadalete.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 9/11/2014

Tras las huellas de Roma por la campiña.
Topónimos latinos en torno a Jerez




Escribe J. M. Albaiges en el prólogo de la obra “Enciclopedia de los topónimos españoles” (Planeta, 1998): “Hay algo más duradero que la piedra, que un cuadro, que un libro, incluso que la memoria humana misma. Es el nombre de una cosa… El nombre, que saltando de generación en generación vive en sus hablantes, preservando del olvido ese mágico instante en que la cosa obtuvo verdadero ser. Y dentro de la palabra ocupa un lugar especial el topónimo,


que inicialmente emanado del común para ser aplicado a un lugar concreto, va siendo trabajado a su >modo por cada generación, que lo transformará, pulirá y construirá su propia versión para uso de la siguiente. Pueblos que pasan a habitar los mismos lugares recogen el nombre de éstos, y con el paso de los siglos, extinguido su significado primigenio, transmiten fascinantes mensajes desde generaciones traspapeladas de la memoria actual, en lenguas ya incluso desaparecidas, permaneciendo a menudo como un orgulloso misterio que hay que saber descifrar
".



No es fácil, sin embargo, descubrir ese “misterio” que muchas veces se esconde detrás de algunos topónimos, ese mensaje histórico y cultural que atesoran. Ello requiere, como señala acertadamente el profesor J. Martínez Ruiz, “el trabajo en equipo de historiadores, arqueólogos,



lingüistas, etnólogos…” Apoyándonos en algunas de estas investigaciones, les proponemos aventurarnos por los paisajes de nuestro entorno rastreando las huellas de la presencia romana a través de algunos de estos topónimos de raíces latinas que han llegado hasta nuestros días.

Desde hace décadas, los trabajos arqueológicos que se vienen realizando en distintos rincones de la campiña en torno a Jerez, confirman la existencia de enclaves de carácter rural, villae o vici, en época romana, en muchos de los cuales se asientan en la actualidad cortijos y viñas que conservan en su nombre actual el recuerdo de su remoto origen. Como señalan los profesores e investigadores E. Vega Geán y F.A. García Romero en su interesante trabajo “Ceret revisitado”, el nombre de muchas de estas antiguas villae deriva de los gentilicios o cognomina de sus propietarios. Junto a estos autores, otros como M. A. Borrego Soto, J. Martínez Ruiz, J. M. Pabón, A. Padilla Monge, J. Abellán Pérez o E. Martín Gutiérrez, apuntan también el posible origen de algunos de estos topónimos latinos.

Por las tierras de Balbaina, con Lucio Cornelio Balbo.

Una zona de la campiña en la que abundan estos curiosos nombres es la correspondiente a los actuales pagos de viñas. Así, Balbaina, debería su denominación a Balbus, el conocido militar y político gaditano romano Lucio Cornelio Balbo el Menor. La variante Barbaina, muy frecuente también en las fuentes medievales y modernas, hace apuntar a algunos autores su posible derivación de algún romano de nombre Barbatus.

El pago de Grañina, cercano al anterior, entre la Laguna del Gallo y la carretera de Sanlúcar, está relacionado con Granius, nombre presente en la epigrafía gaditana.

Con este mismo topónimo se designaba también una aldea medieval, hoy desaparecida, a los pies de la Sierra de Gibalbín, que ha sido estudiada por el profesor E. Martín. Junto a la barriada rural de las Tablas y Polila, y bautizando desde hace siglos a un rincón de la campiña donde tradicionalmente se han cultivado viñas, permanece vivo el topónimo de Añina, donde tal vez pudieron ubicarse ser las tierras de un romano llamado Annius (o Anius), nombre que consta en la epigrafía gaditana.

Este territorio entre el antiguo Portus Gaditanus (El Puerto de Santa María), Asta Regia (Mesas de Asta) y Gibalbín, fue una zona de la campiña intensamente romanizada. Entre estos dos últimos enclaves y en conexión con la antigua vía romana que unía Asta con Ugía (actual Torres de Alocaz), hallamos la loma y el cortijo de Espartinas, en la carretera de Morabita, cuyo nombre derivaría posiblemente de un antiguo propietario: Spartus o Spartarius. En tierras del cortijo de Espartinas se encontró una estela funeraria de Baebius Hilarus, al que Cesar Pemán identifica con un rico labrador al que hace referencia Marcial en sus Epigramas. En este sector, más cercano a la Sierra de Gibalbín, junto al antiguo camino de Sevilla, encontramos hoy el cortijo de Romanina (Alta y Baja), cuyo nombre derivaría de Romanus, antropónimo presente en la epigrafía latina de la provincia. En Romamina la Baja, apareció una estatuilla del dios Baco que se expone en el Museo Arqueológico de Jerez.

Más cerca de la ciudad, los actuales Llanos de Caulina nos hablan de un posible propietario de nombre Caulius o tal vez de Catullus (como apunta J.M. Pabón). Más discutidos son los topónimos de Abadín (donde estuvo la aldea medieval de Xabadin o Labadín y que pudiera derivar de Sabinus) o de Martelilla, en cuyas tierras, en el camino de Medina, han aparecido restos romanos. Algunos autores hacen derivar este nombre del antropónimo Marcelus o Martialis, mientras otros ven un origen castellano como diminutivo femenino de Martel.



Otro topónimo de posible origen romano es el de Calcena (en el actual cortijo de Casinas, en la Junta de los Ríos), que en las fuentes medievales árabes y cristianas figura como Calsena y que
a juicio de J.M. Pabón podría derivar de un propietario de tierras de nombre Calcius, Caltius o Calicius. Crespellina, antiguo cortijo próximo a Trebujena, junto a los de Bonanza y Los Algarves, hace alusión a otro nomen possessoris, tal vez Crispillus, Crispulus o Crispus que pudo ser un terrateniente afincado en estos parajes. Próximas también a Trebujena, junto a La Ventosilla, se encuentran las tierras de Burujena, colindantes con el antiguo estuario del Guadalquivir, y próximas a un enclave de gran importancia histórica, Ebora, con presencia turdetana y romana. Este topónimo podría tener su origen en el cognomen Burilius o Burulius.



De gran interés es también el nombre de Sarana, derivado del cognomen Serus o Serius, que autores como J. Abellán asocian al actual enclave del Barrio Jarana, cerca de Puerto Real, donde se encontraron restos de una importante villa romana. Otros autores lo vinculan con el cortijo



de Arana
(más conocido hoy como cortijo de Capita), en el antiguo Camino de Lebrija, donde pudo ubicarse la alquería musulmana de Šarāna. Hübner y Tovar lo relacionan con el fundus Sacranenesis de algunas inscripciones latinas.

Tras las huellas de Roma por la campiña.

Junto a los topónimos de origen latino que pudieran derivar de los nombres de antiguos propietarios de tierras, ya comentados, nos ocuparemos de otros más discutidos, que pudieran estar también relacionados con la presencia de Roma en nuestra zona.

Así, Alventus (Alventos o Alventu), cortijo de Trebujena que dio nombre a un embarcadero en el Guadalquivir, podría derivar de Adventus, -lugar de llegada-, como propone el profesor E. Martín, en relación con un posible puerto fluvial del que se tiene constancia desde hace siglos. Capita (cabezas en latín) es el nombre de un cerro y un cortijo (del que ya hemos mencionado



su antiguo nombre de Arana) en el camino de Lebrija, próximo a las marismas de Casablanca y en el que algunos han querido ver también resonancias latinas, como en Torrox. Este topónimo (existente también en otras provincias de Andalucía) que bautiza el pago de viñas localizado entre la ciudad y la Sierra de San Cristóbal, así como el paraje donde tradicionalmente se formaba una gran laguna, apunta a la posible existencia de una antigua torre o enclave rural fortificado. Más “transparente” es el topónimo Vicos, que da nombre a un arroyo, una cañada, un cortijo, un pago, un encinar… Deriva del sustantivo latino vicus, con el significado de aldea o enclave rural y resulta creíble suponer que en este lugar, donde hoy se asienta la Yeguada Militar, y en el que hubo una aldea medieval, pudiera existir también una asentamiento romano.

Otros nombres de lugares requerirán detenidos estudios para aclarar su verdadera significación, aunque apunten a un posible origen latino. Es el caso de Bonaina, antiguo pago de viñas en el quse asentó una alquería medieval, junto a la Sierra de San Cristóbal y Sidueña, así como elde  Frontino (posible antropónimo y hoy nombre de un puerto y un arroyo entre Alcalá de los Gazules y Jerez), o los ya desaparecidos de Cambilax, Fontanina, Poblanina, Baina (cortijo de Vaina) en El Puerto de santa María), Illena (Arcos) o Barja, Frías, y tal vez, Montana, en Jerez…. Traemos también aquí el llamativo y conocido nombre de Fuenteimbro (o Fuente Ymbro), cortijo que alberga una afamada ganadería de bravo al pie de la sierra de Dos Hermanas. Por este lugar atravesaba el acueducto romano de Tempul del que aún se conservan aquí algunas galerías. Su nombre pudiera estar relacionado con fontes imbrus/imbricus, “la fuente de la tormenta o de agua de tormenta”, aludiendo tal vez a un manantial que brotaría después de intensas lluvias. Casualmente, en las laderas de Dos Hermanas se encuentra el Arroyo del Infierno y los manantiales del mismo nombre que afloran por diversos puntos cuando se satura el acuífero de la Sierra de Las Cabras cuya fuente más conocida es la de Tempul.

Para terminar este recorrido por la toponimia latina, dejaremos también constancia de otros nombres de lugares que aunque de origen castellano, guardan estrecha relación con la presencia de Roma en estas tierras. En relación con Montegil, el profesor Pascual Barea, sugiere la posible relación de este orónimo con “montecellu”, (vocablo del latín tardío) que derivaría de “monte (mons, montis) y el sufijo -cellu, del que procede el sufijo castellano -cillo. “Montegil equivale por tanto al castellano ‘montecillo “. De origen medieval, el nombre de El Portal, que fue el puerto fluvial de Jerez y que actualmente bautiza a una barriada rural, pudiera estar relacionado con Ad Portum (posible estación aduanera próxima a Portus Gaditanus), o con Portus.

Otros muchos topónimos, de origen más reciente (medieval o moderno), contribuyen a conservar viva en el paisaje aquella presencia de siglos que los romanos mantuvieron en la campiña. Algunos de los más explícitos como el “Camino de los romanos”, bautiza a una antigua cañada (y vía romana) que, partiendo de la zona de El Puerto de Santa María se dirigía a Asta Regia. Este camino, con este mismo nombre, se conserva todavía en las proximidades de las lagunas de El Puerto. Los ya señalados de Romanina (alta y baja) bautizan hoy en día a cortijos, cañadas, arroyos…. En la zona de la carretera de Morabita, se mantienen otros curiosos topónimos que no deben confundirnos, al estar relacionados con el apellido de sus antiguos propietarios, la familia Romano, o con nombres actuales que gurdan vinculación con la presencia romana en la zona. Son los de Viña Romano (que fuera propiedad en el s. XIX de Francisco Romano de Mendoza) El Denario, La Gente Romana (junto a Espartinas y Berango), Los Romanos (también en las proximidades de la Loma de Espartinas)… En las cercanías de Mesas de Asta está el cortijo de Romanito y junto a la Dehesa de Angulo, en las proximidades del actual núcleo de Guadalcacín, existió también el Hato de Romanito, como se refleja en los mapas de hace un siglo y que deben su nombre al apelativo con el que era conocido Antonio Abad romano de Mendoza, hijo del mencionado Francisco Romano, quien fuera su propietario. Junto a La Barca, las tierras que encierra un amplio meandro del Guadalete se conocen como Vega Romana (en alusión, en este caso al citado apellido) y con el nombre de Pozo Romano se denomina también otro paraje de la campiña…

La Bética romana presente aún, gracias a la toponimia, en tantos lugares en nuestra tierra.


Para saber más:
- Caro Cancela, D. Coord.: Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval. Tomo 1.Diputación de Cádiz, 1999.
- García Romero F.A. y Vega Geán E.J.: “Ceret revisitado”. Puede consultarse el texto en:
http://www.cehj.org/articulos/historia.htm
- Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del doblamiento. El Alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media. En Historia Instituciones y Documentos, nº 30. Universidad de Sevilla, 2003.
- Martín Gutiérrez, E.: Aproximación al repartimiento rural en Jerez de la Frontera: la aldea de Grañina. En la España medieval, 1999, nº 22.
- Martínez Ruiz, J.: “Toponimia gaditana del siglo XIII”, en Cádiz en el siglo XIII, Actas de las Jornadas conmemorativas del VII centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio, Cádiz, 1983, pg. 107 y 119.
- Pabón, J. M.: Sobre los nombres de la villa romana en Andalucía. En Estudios dedicados a Menéndez Pidal. Madrid: [S. Aguirre], 1950-53, t. IV, pp. 87-165
-Padilla Monge, A.: “La transferencia de poder de Gades a Asido. Su estudio a través de la perspectiva social”, en Habis, 21 (1990). 241-258

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 2/11/2013

 
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