Cuando el bosque no deja ver los árboles.
Árboles singulares en torno a Jerez.




Es conocido el viejo refrán que afirma sabiamente que “los árboles no dejan ver el bosque”. Pero con frecuencia sucede lo contrario: es el bosque el que no deja admirar los árboles que encierra, los hermosos ejemplares que oculta, aquellos que atesoran algunas características más notables que los hacen destacar sobre los demás.

Desde hace unos años, sin embargo, están siendo posibles las dos cosas a la vez: disfrutar de los bosques y admirar los árboles más sobresalientes que albergan. Y ello gracias a una serie de publicaciones de la Consejería de Medio Ambiente que nos descubren los Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, con monografías dedicadas a cada provincia. Esta interesante iniciativa divulgativa se complementa con una práctica aplicación informática en la que se va actualizando los inventarios, incluyendo nuevos ejemplares que no aparecían en los libros editados años atrás.

Arrimándonos a los buenos árboles.

Sentimos desde siempre una especial fascinación por los árboles. Por esas encinas cuyas raíces se agarran a los peñascos calizos de las sierras más abruptas, allá en Benaocaz o Grazalema; por los pinos que se asoman a los acantilados en La Breña; por las robledillas que crecen, azotadas por el viento, en lo más alto del Aljibe; por los pinsapos que brotan con nuevos bríos en las paredes empinadas de la sierra de Zafalgar;



por los enebros marítimos acorralados en los acantilados de Roche, por los eucaliptos centenarios repartidos por tantos rincones de la campiña de Jerez; por los viejos y nudosos acebuches que custodian, como si de un lugar mágico se tratase, la entrada de la Cueva de las



Palomas, a los pies de la Sierra de las Cabras... Y es que nos gustan los árboles, en general y sin excepciones, sean grandes o pequeños, los de porte soberbio y majestuoso y los más discretos y humildes. Por esa razón, en nuestros recorridos por las campiñas y serranías en torno a Jerez siempre nosatraen las arboledas, los sotos ribereños, los “bosques isla” que se conservan en muchos lugares.



Hoy, sin embargo, reclamamos su atención sobre algunos de los más notables que, por su especial relevancia o destacada singularidad, reúnen todos los requisitos para ser considerados como emblemas de nuestro patrimonio natural (“Bienes de Interés Natural”, podríamos denominarlos, a imitación de los BIC) y que están siendo ya reconocidos al incluirse en inventarios y catálogos que garanticen su protección.



Como se recoge en la presentación del Inventario de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, “un árbol es considerado singular cuando destaca del resto de los ejemplares de su misma especie, bien sea por adoptar una forma poco habitual, tener una avanzada edad, poseer dimensiones excepcionales, adquirir un alto valor paisajístico, localizarse en lugares poco habituales para su especie,por su historia o tradiciones populares, o sencillamente por su rareza”.

Árboles singulares en torno a Jerez: lo mejor de nuestros bosques y dehesas.

De los 56 ejemplares que figuraban en el primer Inventario de Árboles Singulares de la provincia de Cádiz, se ha ido ampliando la lista hasta incluir los 80 actuales. Y aunque no están todos los que son, si puede afirmarse que son todos los que están. Como puede imaginarse, en esta acertada selección repartida por toda la geografía provincial, figuran los representantes más sobresalientes de las especies propias de nuestros ecosistemas (acebuches, alcornoques, encinas, enebros, lentiscos, pinsapos, quejigos, pinos…), pero también otros de especies foráneas (eucaliptos, ombúes, naranjos...) o



de algunas de escasa o rara presencia en nuestro territorio (arces, tejos…).

En el entorno de la campiña se encuentra un buen número de estos árboles y, si tuviésemos que elegir alguno de los que crecen en el término municipal de Jerez, destacaríamos el alcornoque de Rojitán, un soberbio ejemplar que crece en el paraje conocido como Llanos de



La Jarda, en terrenos pertenecientes a la finca de Rojitán que forma parte de los Montes de Propios de Jerez. El viajero que desde Jerez o Algar se dirige hacia el Puerto de Gáliz por la carretera de Cortes, fijará a buen seguro la vista en este magnífico alcornoque que por la armoniosa composición de su copa y su porte aparasolado, llama la atención aislado en un prado en las proximidades del punto kilométrico 58. Alcornoques singulares son también los de Berlanguilla (entre La Barca y San José del Valle) o el del Camino de las Playeras, en Arcos.

Los acebuches, que tanto abundan en nuestras campiñas y sierras, cuentan con ejemplares sobresalientes, como los de Berlanguilla o Los Cuquillos. El primero de ellos, sobresale entre un cultivo de algarrobos, destacando por su equilibrado porte y por las curiosas oquedades y hendiduras que se forman en la base del tronco y el fuste. El de Los Cuquillos, cercano al manantial del Tempul, es de mayores dimensiones. Ubicado en el paraje conocido como Majal de San Pedro, en una ladera junto a la carretera de Cortes, con el embalse de Guadalcacín y la Sierra de Aznar como telón de fondo, tiene más de 10 m. de perímetro de su base y una espectacular copa aparasolada que cubre una superficie cercana a los 350 m2. En tiempos pasados, cuando la finca fue propiedad de José Berdún Lorenzo, bajo su sombra se cobijaba el rebaño de 400 ovejas que pastaba en estos prados, según nos contaba su hijo Rafael.



Menos conocido, pero no menos hermoso ni destacable, es el taraje del Puente de La Barca de La Florida, un ejemplar singular por muchos motivos, ente los que destacan la gran altura de su copa, el notable calibre de sus troncos que brotan de una misma cepa y su magnífica estampa que se dibuja con el puente metálico del Guadalete como fondo. Aunque hace unos años se “podaron” algunos de sus troncos, el taraje supera los 10 m. de altura, descollando su copa por encima del tablero del puente y confundiéndose con las celosías de la estructura de sus grandes arcos metálicos.



De más difícil acceso para el viajero curioso son otros árboles singulares de nuestro entorno que, por encontrarse en puntos alejados de las carreteras o en el interior de fincas privadas, son menos conocidos. Son los casos del madroño de La Ventalleja, el tejo de El Marrufo, el piruétano de Berlanguilla o el mesto del Encinar de Vicos. Este último es un curioso ejemplar, híbrido entre alcornoque y encina, de más de



15 m. de altura que sobresale entre el bosque adehesado del Encinar de Vicos. Su formidable copa proyecta una sombra de casi 600 m2.

Por su porte arbóreo y sus notables dimensiones, llaman la atención varios ejemplares de singulares lentiscos, especie que habitualmente presenta porte arbustivo. Destacamos aquí los lentiscos del Pinar de Coy (o Coig), junto a la antigua carretera de Jerez a El Puerto, con alturas que superan los 6 m. Otro notable ejemplar es el lentisco de la Cañada de los Sotillos, vía pecuaria entre San José el Valle y Arcos. El lentisco se halla junto a la cañada, en las proximidades de la finca El Chaparral y de las centrales Termosolar y Térmica. Forma parte de un frondoso seto vegetal destacando por la formidable altura de su copa.

Otros árboles singulares de nuestro entorno son el conocido Pino de la Vereda (Chipiona), de inconfundible silueta, o el eucalipto del Pinar de La Algaida, magnífico ejemplar de más de 40 m. de altura que sirvió antaño de puesto de observación para los forestales que velaban en verano por el control de incendios. Presenta la particularidad de tener incrustados en su tronco unos aros metálicos, a modo de escalera, para acceder a la “torre de vigilancia natural” que fue en su día.

Entre nuestros árboles singulares favoritos, se encuentra también el conocido Ombú de Faín, que resiste el paso del tiempo y los embates de la voracidad urbanizadora, a los pies de la carretera que une Arcos con Algar. Junto a la entrada de una antigua hacienda de olivar, el Cortijo de Faín, este árbol originario del Cono Sur americano, llama la atención por el gran calibre de su tronco. Aunque ya se encuentra muy deteriorado y



su copa se ha reducido, el perímetro de su tronco en la base supera los 14 m. y medido a 70 cm. del suelo, los 10 m.

Aunque algo más alejado de nuestro territorio, no queremos dejar de referirnos a un auténtico Monumento Natural, figura de protección de la que gozan sólo algunos de los más sobresalientes árboles singulares. Se trata una encina centenaria: el Chaparro de la Vega, que podemos admirar en la localidad sevillana de Coripe, junto a la Vía Verde de la Sierra. Ubicado en un paraje de fácil acceso conocido como La Vega, el Chaparro domina, con su imponente silueta, una amplia zona de prados abiertos entre los cerros circundantes. Lo primero que sorprende al visitante es el diámetro de su tronco, próximo a 1,20 m. En la base, su perímetro supera los 4,50 m. y medido a 1,30 m. del suelo, se aproxima su contorno a los 4 m., lo que da idea de la regularidad del fuste que se divide en gruesas ramas secundarias a una altura aproximada de 2,50 m. Si nos situamos bajo su copa, que llega en su punto más alto hasta los 13 m. de altura, podremos admirar la poderosa estructura que componen sus ramas que, armoniosamente distribuidas, dan lugar a un inmenso parasol de casi 30 m. de diámetro. No es de extrañar que la encina proyecte una superficie de sombra próxima a los 600 m2 bajo la que, como presumen los vecinos de Coripe, cabe literalmente todo el pueblo. Estas considerables



dimensiones se ven superadas por la belleza y armonía de sus formas que hacen de esta gran encina un Monumento Natural incomparable.

No queremos terminar sin lamentar aquí las pérdidas de algunos de los árboles singulares catalogados. Unos, por los efectos del viento, que desgajó sus ramas, como el viejo madroño de El Gato (San José del Valle), otros, como el conocido lentisco de La Perdiz por el asfaltado de su entorno que acabó con el mínimo espacio que necesitaba para seguir viviendo.

Finalizamos este rápido recorrido por algunos de nuestros árboles singulares solicitando también, a ”quien corresponda”, la inclusión en este inventario de otros ejemplares, tal vez más modestos pero no menos valiosos, como los pinos de Cuartillo, el ombú de Gigonza, los lentiscos de Santa Teresa o de la Viña de Las Tablillas , los acebuches de la Cueva de las Palomas, los piruétanos del Cerro del Viento, el ciprés de Zarpa… Pero de ellos nos ocuparemos en otra ocasión.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 26/10/2013

Por los altos de Montegil y Capirete: el telégrafo óptico en Jerez




El antiguo Camino de Lebrija, también conocido como carretera de Morabita, guarda muchas sorpresas para el paseante curioso que quiera conocer este rincón de nuestro término municipal. Una de ellas, apenas hemos cruzado el puente sobre la Ronda Oeste, es la que se esconde tras el llamativo nombre de la “Viña El Telégrafo”, en el conocido Pago de Capirete. Este curioso topónimo evoca una pequeña historia. Vamos a conocerla.

Atalayas y ahumadas.

En plena era de la telefonía móvil, cuando ya las barreras de la comunicación parecen no existir, no dejan de sorprendernos las soluciones que en épocas pasadas, se adoptaron para dar respuesta a la necesidad que a lo largo de los tiempos han tenido los hombres y los pueblos para transmitir información a grandes distancias. Por no remontarnos más allá de los siglos medievales, basta con recordar el papel que en ello jugaron los castillos, atalayas y torres de almenara repartidos por toda la campiña que, junto a las funciones defensivas, fueron también una pieza fundamental para la comunicación de los peligros y amenazas que acechaban al territorio. Se valían para ello de hogueras y ahumadas poniendo así en conexión puntos distantes del alfoz, incluidas las zonas costeras, con la ciudad. Como recuerda el historiador Bartolomé Gutiérrez, estas torres “…eran atalayas para enemigos, avisándose de unas a otras con los hachos encendidos; de modo que en corto espacio de tiempo, se noticiaban las novedades que ocurrían en toda la costa y su comarca. El contenido de los mensajes que podían transmitirse con este rudimentario sistema de “telecomunicación”, eran muy limitados pero a buen seguro resultaron eficaces para el aviso de graves riesgos. Fray Esteban Rallón nos cuenta en su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera cómo la torre existente en las cumbres de la Sierra de San Cristóbal, visible desde Jerez, daba aviso a la ciudad de las amenazas procedentes de la costa y desempeñaba un papel fundamental, a decir de Rallón, como “… árbitro del océano y de la tierra, índice de la paz y de la guerra que con sus fuegos y albarradas avisa a nuestra ciudad y su comarca de lo uno y lo otro”.

Como ha escrito el profesor Emilio Martín, las Ordenanzas Municipales de 1450, dedicadas a la guerra, prestan gran importancia al mantenimiento de estas atalayas, designándose personas encargadas de las almenaras y ahumadas para comunicar mensajes de peligro, mencionando los principales lugares desde los que se hacían, entre los que se citan: “…san Cristóual, en la Cabeça del Real, en la Torre de Diego Dias, en la Cabeça de Espartrynas, en el Torrejón de Asta, en el Cabeça de Macharnudo”.

El telégrafo óptico.

Con el paso de los siglos, estos imprecisos “sistemas de comunicación a distancia” mejorarán notablemente, pero aún deberemos esperar hasta finales del siglo XVIII para que hagan su aparición los primeros intentos de telegrafía aérea u óptica. Como nos recuerda el profesor Carlos Sánchez Ruiz, quien a través de sus trabajos de investigación y sus publicaciones ha difundido como nadie la historia de la telegrafía óptica en nuestro territorio, el de mayor éxito fue sin duda el del francés Claude Chappe. Señala Sánchez Ruiz que “en 1793… construyó un telégrafo de señales ópticas o visuales que se extendió por toda Francia durante la primera mitad del siglo XIX hasta formar una amplia red de líneas de torres telegráficas. Cada torre, mediante un aparato telegráfico en su parte superior, mostraba un mensaje codificado que podría observarse a gran distancia mediante anteojos acromáticos”, de gran alcance y claridad.

En España, será el ingeniero y militar Agustín de Betancourt quien introduzca el telégrafo óptico, instalándose en 1799 una primera línea de cuatro torres entre Madrid y Aranjuez, proyectándose también otra mucho más ambiciosa de treinta torres hasta Cádiz que, por problemas económicos, no llegó a ejecutarse.

Las primeras líneas en la provincia.

Desde ese momento, se suceden en nuestro país diferentes proyectos y, por limitarnos solamente a los vinculados a nuestro territorio, mencionaremos el impulsado en 1805 por el gobernador militar de Cádiz y Capitán General de Andalucía, Francisco Solano, quien, como expone el profesor Sánchez Ruiz en su trabajo sobre Los telégrafos ópticos de Jerez, encargó al ingeniero militar Francisco Hurtado la creación de las llamadas Líneas telegráficas de Cádiz, que funcionaron hasta 1820. Estas líneas pioneras permitieron la comunicación por telégrafo óptico de la capital gaditana con las poblaciones de Sanlúcar, Jerez, Medina y Chiclana y tenía, básicamente, fines militares. El citado autor, -de cuyos trabajos hemos tomado las referencias históricas que se citan-, supone que la torre de Jerez debió estar ubicada en el Alcázar o en las proximidades del actual depósito de aguas de El Tempul, conectando visualmente con la zona de El Puerto de Santa María. Esta primera línea telegráfica será utilizada en 1820 por Rafael de Riego, cuando tras su levantamiento en las Cabezas de San Juan contra los absolutistas enviará un ultimátum al jefe militar de Cádiz a través del telégrafo òptico. Como apunta el profesor Sánchez Ruiz, durante su estancia en Jerez, Rafael de Riego tiene noticias de que las tropas revolucionarias de Quiroga han sido rechazadas en la entrada de Cádiz. Su reacción no se hace esperar tomando con sus tropas la trocha de Jerez al Puerto. Al llegar al Puerto de Buena Vista divisará Cádiz y (tal como escribe el historiador Adolfo de Castro, en su Historia de Cádiz y su provincia) “…agitado de su esperanza y de su valor, y creyendo que todo le era fácil desde que había visto que tardaban en apoderarse de las ciudades lo que en pisar su recinto, se apoderó del telégrafo (en el Cerro de Cabezas, cerca del Puerto) y por medio de él (hasta el Telégrafo Principal de Cádiz) intimó al gobernador de Cádiz la inmediata rendición de la plaza”. (TomoII , pg. 87).

Las torres del telégrafo óptico de Montegil y Capirete.

Volvemos ahora sobre el comienzo de nuestra historia y nos situamos de nuevo en la carretera de Morabita y en la Viña El Telégrafo, ya que en este lugar, situado en lo más alto del Cerro de Capirete, que da nombre a un famoso pago de viñas, se instaló una torre de Mathé, una de las 59 que ponían en comunicación Madrid con Cádiz.

En 1844 el brigadier José María Mathé recibió el encargo del Ministerio de la Gobernación de poner en marcha tres grandes líneas de telegrafía óptica: Madrid-Valencia-Barcelona-Gerona, Madrid-Irún y Madrid-Cádiz. Esta última, conocida como la Línea de Andalucía contaba con un total de 59 torres, casi el doble de las previstas en el proyecto de Betancourt en 1799, y tardó más de tres años en construirse en su totalidad si bien fue entrando en servicio por tramos. En 1850 ya funcionaba el de Madrid-Puertollano y hasta 1853 no terminó de construirse la última torre en San Fernando, junto al Real Observatorio de la Armada.



En la última parte de su recorrido, desde Sevilla hasta San Fernando, la línea contaba con 12 torres en los siguientes lugares: Sevilla, Quinta de las Monjas (Dos Hermanas), Dehesa de Bujadilla (Alcalá de Guadaira), Venta Alcantarilla (Utrera), Las Cabezas de San Juan, Cornegil (Lebrija), Montegil (Jerez), Cerro de Capirete (Jerez), Cerro Cabezas (Puerto de Sta. María), Cádiz, Torregorda, San Fernando. Veamos algunas de las más cercanas a Jerez.

La torre Mathé de Las Cabezas de San Juan, ya desaparecida, estuvo ubicada en el cerro Mariana, al este del actual casco urbano, tal como puede observarse en una litografía que ilustra la Guía del Viajero por el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz (1864) donde puede apreciarse sobre la torre la típica maquinaria óptica que las caracteriza.

Enlazaba visualmente con la siguiente torre, construida sobre el Cerro de Cornegil (próximo al Rancho de Majada Vieja), a mitad de camino entre El Cuervo y Lebrija, junto a la carretera que une ambas poblaciones y que aún muchos conocen como Cerro del Telégrafo. Ya en el término de Jerez, la red continuaba con la torre situada en el Alto de Montegil, desaparecida en la actualidad, que estuvo ubicada en el paraje donde hoy pueden verse grandes antenas de telecomunicaciones. Desde este punto se observa una inigualable perspectiva sobre las campiñas y marismas del bajo Guadalquivir.

Y, por fin, llegamos a la Torre de Capirete, también en tierras jerezanas, que estuvo ubicada en el Cerro del mismo nombre y que pasó a conocerse con los nombres de Cerro del Telégrafo, Telégrafo de Capirete o Viña El Telégrafo, como hoy se la denomina, en una feliz pervivencia del curioso topónimo que tuvo su origen cuando se construyó, allá por 1850. Aunque permaneció erguida durante muchos años, sus últimos restos se demolieron al construirse en su emplazamiento una bodega.



Desde Capirete se conectaba visualmente con la siguiente torre, ubicada en el Cerro Cabezas, ubicado a 4 km. de El Puerto de Santa María, en la margen izquierda de la carretera que une esta población con Sanlúcar. En la actualidad, enclavado en un campo de golf, sobre el cerro se ha construido un gran depósito de agua. La torre del Cerro Cabezas fue, al parecer, utilizada anteriormente en la línea de telégrafo óptico entre Jerez y Cádiz que construyó el ingeniero militar Francisco Hurtado, a la que nos hemos referido.

La siguiente torre de la red, tal vez una de las más emblemáticas era la situada en la muralla de Cádiz, elevándose sobre la Puerta de Tierra, que se conserva como uno de los símbolos de la ciudad de Cádiz. Sobre ella se situaba el mecanismo óptico de Mathe que entró en funcionamiento en 1851. La línea se prolongó posteriormente hasta San Fernando, para lo que fue necesario construir una torre de enlace (Torregorda), a mitad de camino del arrecife que une ambas poblaciones y de la que no queda sino el tópónimo que la recuerda. La última de las torres de la Línea de Andalucía, la denominada Torre Chica, se levantó junto al Real Observatorio de la Armada, en San Fernando, donde aún se conserva a los pies de otra gran torre, Torre Alta, como recuerdo permanente de esta gran iniciativa de mediados del XIX que supuso la instalación de la red de Telegrafía Óptica.



Sin embargo, el gran esfuerzo económico y de ingeniería que se realizó para la construcción de la línea de torres de Mathé, se aprovechó sólo unos años ya que, al poco de concluirse los trabajos, comenzó a desarrollarse la telegrafía eléctrica, que desplazó a la óptica en poco tiempo. Tanto es así que en 1868, el año en el que la mencionada litografía de las Cabezas de San Juan nos muestra la torre con su maquinaria óptica, una Real Orden dispuso la enajenación de las máquinas existentes en todas las torres que, ya sin funcionalidad, se fueron arruinando progresivamente.

Los restos de algunas de ellas persisten todavía e incluso otras han sido restauradas en distintos puntos del país para recordar que, en tiempos pasados, la telegrafía óptica consiguió poner en comunicación a los pueblos y los hombres, con mayor rapidez que ningún otro medio lo había hecho hasta entonces.


Para saber más:
- Antón Rodríguez, Eduardo.: Guía del Viajero por ferrocarril de Sevilla a Cádiz. Novedades. 1864
- De Castro, A.: Historia de Cádiz y su provincia, Cádiz, 1985, Diputación Provincia. Tomo II, pg. 87.
- Gutiérrez, B.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1989, vol I, p. 31.
- Martín, E.: en Caro Cancela, D. Coord.: Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval. Tomo 1. Diputación de Cádiz, 1999. p. 282.
- Sánchez Ruiz, C.: La telegrafía óptica en Andalucía. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Junta de Andalucía, 2006
- Sánchez Ruiz, C.: La torre telegráfica del Gobierno Militar de Cádiz: 1805-1820. Ubi Sunt?: Revista de historia, ,Nº. 20, 2006, pags. 76-80
- Sánchez Ruiz, C.: Los telégrafos ópticos de Jerez. Diario de Jerez, 13/10/2003.
- Sánchez Ruiz, C.: "Torre Chica: la última torre de telegrafía óptica". Actas del IX Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas. Cádiz, 2006. Tomo I, págs.591-604.
- Sánchez Ruiz, C.: "Las Líneas telegráficas de Cádiz (1805-1820)". Actas del X Congreso de la SEHCYT. I Simposio de Historia de las Telecomunicaciones. Badajoz, 10-14 de septiembre de 2008.

Para una información más detallada del telégrafo óptico Madrid Cádiz, o Línea de Andalucía, puede consultarse la magnífica web de amigos del Telégrafo, donde se facilitan textos e imágenes de todas las torres que se conservan. La página de la wiki dedicada a Telegrafía Óptica incorpora también fichas individuales de cada una de las torres.

Procedencia de las imágenes:
- Torre Chappé de telegrafía (dibujo): http://www.xatakaon.com/
- Claude Chappé (grabado): http://www.claudechappe.fr
- Agustin de Betancourt (pintura): http://www.pgups.ru/eng/abitur/a_betancourt/
- Rafael del Riego (pintura): http://ceres.mcu.es/
- Torre Mathé de telegrafía (grabado): http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2010/06/los-telegrafos-opticos-de-cabeza.html
- Puerta Tierra. Grabado (Cádiz): http://www.gentedecadiz.com
- Pintura de la Torre Alta y Torre Chica (San Fernando): http://www.gentedesanfernando.com
- Torre Mathé restaurada de Adanero (Avila): http://www.la-ruta-mathe.com/

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otras entradas sobre Toponimia y Paisajes con historia 


Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 19/10/2013

De Jerez al cielo… pasando por el infierno.
Un paseo por curiosos topónimos de la campiña en torno a Jerez.



Los topónimos forman parte de la memoria colectiva y son, de alguna manera, propiedad de todos. Tanto si se trata de nombres de lugares usados en la actualidad, como si ya pertenecen al pasado y han dejado de utilizarse, son un elemento más del patrimonio cultural que han quedado ya para siempre ligados a nuestros paisajes.

Hoy vamos a ocuparnos de algunos de estos topónimos, que entre los más de tres mil que hemos podido registrar en el término municipal de Jerez, llaman la atención por su singularidad. Y para ello les proponemos un relajado paseo por los alrededores de la ciudad, caminando sin prisas por las antiguas cañadas e hijuelas que aún discurren entre viñedos. Iremos en primer lugar hasta el "Infierno" para visitar después el “Purgatorio” en busca de las “Ánimas”. Tras un breve descanso en el "Limbo", ascenderemos hasta el "Cielo" y el "Paraíso" para estar en "La Gloria"… Y todo ello sin salir de la campiña en torno a Jerez. ¿Nos acompañan?

Una visita a “los Infiernos”



Nuestros “infiernos” más cercanos están en las proximidades de Torrecera y en la Sierra de dos Hermanas, en San José del Valle. Con el nombre de Cañada de la Cuesta del Infierno se conoce también a la de Los Arquillos, una importante vía pecuaria que arranca de la Cañada Real de Medina, en la barriada rural de El Mojo y que cruza por terrenos de las dehesas de Espínola y Doña Benita y por las lomas de Los Entrechuelos. La Cuesta del Infierno se abre después camino entre el Guadalete y el cerro del Castillo, donde se asienta el torreón de Torrecera, por cuyas faldas traza empinados repechos. La cañada se abre paso aquí entre las albarizas y los materiales margosos del triásico, en los que se producen frecuentes deslizamientos que en otro tiempo, debieron transformar estos caminos en barrizales intransitables en épocas de lluvia.


El apelativo de “Cuesta del Infierno” se explica por estas malas condiciones del terreno, aunque hoy en día, con la modificación y reparación de la carretera entre Espínola y Torrecera la Vieja, estos parajes del “Infierno” jerezano han perdido parte de su leyenda.

A los pies del cerro del Castillo, el viajero podrá asomarse a las Vegas de la Harina y de El Torno para disfrutar de la contemplación de los dilatados paisajes del bajo Guadalete. En este lugar, en el arcén junto a la carretera, llamará nuestra atención una pequeña hornacina con una imagen de la Virgen que, de manera simbólica, hace olvidar el antiguo nombre de este rincón de la campiña.

En las proximidades del cortijo de Fuente Imbro, en el término municipal de San José del Valle, persiste todavía otro de los “infiernos” de la campiña. Se trata el Arroyo de Infierno, que se abre paso en las vertientes occidentales de la Sierra de Dos Hermanas, bajando en acusada pendiente hasta el Majaceite, embalsado aquí en la presa de Guadalcacín. En los estratos basales de esta sierra caliza, en estos parajes del Infierno, el agua aflora por numerosas bocas cuando, después de episodios de intensas lluvias, se satura el acuífero. No es de extrañar por ello que el del Infierno sea un arroyo de furiosas crecidas como se aprecia en las paredes de su cauce. En algunos pequeños tramos, se labra en él una estrecha y profunda garganta en cuyas paredes se aprecian los paquetes de arenas y gravas erosionadas por la violencia de las aguas. Así puede verse, por ejemplo, en las cercanías de la cantera de la Sierra de Dos Hermanas donde un sólido puente salva el cauce del arroyo para dar paso a las conducciones del acueducto de los Hurones.

Por el Purgatorio, con las “Ánimas”.

Entre el infierno de la campiña (la Cuesta del Infierno) y el Cielo (la Ermita de Salto al Cielo), tenía que estar el purgatorio. Se trata en este caso de la Vaqueriza del Purgatorio, una mediana empresa ganadera y una de las mayores vaquerías de la campiña ubicada junto a San Isidro del Guadalete, a orillas del arroyo de Cuerpo de Hombre, otro curioso topónimo del que un día hablaremos. “El Purgatorio” es el topónimo de estos parajes, frente al Rancho Perea, colindantes con la carretera que desde Cuartillos nos trae hasta San Isidro y a donde llegamos poco después de haber pasado junto a Salto al Cielo. Frente a nosotros, despunta el Cerro de la Batida, al otro lado del río, y las cornisas de los Tajos del Infierno: Cielo, Purgatorio e Infierno…

En la toponimia de la campiña están también muy presentes las siempre inquietantes y misteriosas “animas”. Así, por ejemplo, nos encontramos con ellas en las cercanías de Estella del Marqués. Y es que La Hijuela o Cañada de las Ánimas discurría por el Pago de Cuartillos, entre Las Aguilillas y el antiguo Olivar de Domecq (ubicado tras la Potabilizadora). Hoy día aún podemos recorrer esta vía a través de un carril que arranca desde el mencionado parque periurbano (en la margen izquierda de la carretera de La Barca) y que discurre entre campos de labor y laderas de monte bajo hasta las proximidades de Cuartillos. En su tramo final, junto a la antigua casa de viña El Hacedor, podremos obtener unas magníficas vistas del entorno circundante.

Otra Cañada de las Ánimas sirve de límite para separar los términos de El Puerto de Santa María y Jerez, discurriendo por las tierras de los



pagos de Balbaína y Los Cuadros. Llegamos a ella tomando un desvío que encontramos a la derecha, en la carretera de Rota, pasada la Viña La Torre.

La cañada discurre por el hermoso paisaje que conforman los viñedos, salpicados de viejas casas de viña junto a las que despuntan los aerogeneradores del parque eólico La Rabia.

Tras dejar atrás la casa del Escudo y descender hasta el cruce del camino de Pocito Chico, la cañada trepa en cuesta por las laderas de Grañina conduciéndonos hasta los accesos de la Casa de la Viña de las Ánimas, como indican los azulejos de la puerta de entrada. El viejo caserón de esta viña, donde se localizó el posible emplazamiento del antiguo “Castillo de las Ánimas”, llama la atención por su curiosa estructura que le aporta también cierto toque de misterio. En lo más alto del muro que se orienta hacia la laguna del Gallo, aún se conserva un gran azulejo donde puede leerse “Las Ánimas”. En este paraje se ubicaba la antigua alquería medieval de Grañina, mencionada en el Libro de Repartimiento de El Puerto y podría corresponderse, en opinión del historiador J. A. Ruiz Gil, con la de Galyana o Ghaliana citada en fuentes árabes. Sea como fuere, un lugar cargado de historia.



Una parada en el Limbo.

En este mismo sector de la campiña, pero con su caserío en perfecto estado de conservación, encontramos El Limbo. Se trata de una antigua casa de viña, transformada actualmente en un negocio hostelero de celebración de fiestas y eventos. Accedemos hasta aquí desde la Carretera de Rota, por un desvío a la derecha bien señalizado, que se encuentra un poco antes del Centro Penitenciario Puerto II. Como reza en la inscripción de su fachada, la casa de El Limbo y Santa Ana se remonta a 1863. Rodeado por el hermoso paisaje de viñedos de las campiñas portuense y jerezana El Limbo no es el cielo, ni el paraíso, pero por su entorno diríamos que se encuentra muy cerca de ellos.



La Gloria…baja. Y “El Paraiso”.



Hemos tomado ahora la carretera de Sanlúcar para llegar hasta La Gloria. Se trata de “La Gloria Baja”, como reza el rótulo que leemos en los muros de una modesta construcción, lo que queda del antiguo Rancho del Pandero. Ubicada en el pago de Los Cuadros, esta vieja casa de viña ha perdido hasta las cepas que la rodeaban. Es, a todas luces, una gloria “venida a menos”, aunque su nombre hace alusión a la situación topográfica de la finca, al pie de las laderas cercanas, donde destacan los cuidados caseríos y cortijos de renombre como los de Alijarillo, el Herrador, Casa Alta, La Soledad….

Quien sí hace honor a su topónimo es el Cortijo del Paraíso. Lo encontramos en el pago de Añina, protegido por la espesa arboleda de un jardín centenario que oculta su el caserío de El Paraíso, como si de un edén secreto se tratase. Rodeado de viñedos, El Paraíso se alza en la parte elevada de la ladera de un cerro que comparte con la casa y lagares de la Viña Las Conchas. Frente a ellos despunta el Cerro de la Solana y entre ambos discurre la Cañada de Cantarranas, que une el asentamiento rural de Polila con la carretera del Calvario. Son los rincones más escondidos de los renombrados pagos de viñas de Añina, Cantarranas, El Corchuelo…

En los paisajes de la memoria queda ya la que fuera afamada Venta del Paraíso, situada en la salida de la carretera de Medina, junto al Puente de Cádiz, como recoge el primer mapa del IGN de 1917.

Y al Cielo… de un salto.

Y dejamos para el final el “cielo”, que está también presente en la toponimia de la campiña de una manera muy relevante de la mano de la “Cartuja Chica”, como se conoce popularmente a la Ermita de Salto Al Cielo. Distintas fuentes se refieren también a este topónimo como Alto Cielo. Con este nombre figura en el primer mapa del IGN (1917) o en la Clasificación de las Vías Pecuarias del Término Municipal de Jerez (1948), donde se menciona la Dehesa y la Cañada de Alto Cielo (o de las Parrillas), que desde Cuartillos se dirigía en dirección al río Guadalete, donde finaliza, pasando junto a la Ermita de Salto al Cielo. La tradición popular apunta que el nombre de esta ermita obedece a que a este lugar acudían los ancianos cartujos cuando ya estaban próximos a la muerte para dar el “Salto al Cielo”…

Recreándonos en estas viejas leyendas que adornan tantos rincones de nuestra campiña, de vuelta a casa, nos gustaría poder tomar una copita –en consonancia con el paseo- de aquellos viejos vinos para consagrar de Carrizosa y Garvey o de aquel otro de Carmona y López, la auténtica “Gloria” de Andalucía, como figura en estas singulares etiquetas que nos ha facilitado gentilmente J.L. Jiménez.






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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 12/10/2013

 
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