Por la “carretera del Calvario”.
(II) Buscando el Guadalquivir.




Desde Jerez, siguiendo la “carretera del Calvario”, el paseante ha hecho un alto frente a la Casa del Higuerón donde en 1893 se descubrió una importante inscripción romana del s. IV. Retomando el camino, en un recodo que se abre a la derecha, encontramos algo más adelante la entrada de la Cañada del Amarguillo. Merece la pena que nos desviemos momentáneamente de nuestra ruta para disfrutar de los paisajes y la historia de este hermoso rincón de la campiña.

La Cañada del Amarguillo corre paralela al arroyo del mismo nombre cuyas aguas, de carácter salobre, forman pequeñas charcas en muchos puntos de su cauce donde se adivina una pátina blanca de sal. Este arroyo se abre camino por los bajos que se forman entre el Cerro Pelado y el del Hinojal y los cerros de Macharnudo y Santiago, para cruzar después la carretera del Calvario junto al Rancho de los Cedros y continuar hacia Las Salinillas. Aguas abajo, ya cerca de Jerez, cambiará su nombre por los de La Loba y Guadajabaque, alimentando la Laguna de Torrox y desaguando en el Guadalete a través de un aliviadero subterráneo.



Por Puerto Escondido y el Cerro del Barco.



En su primer tramo, la cañada deja a sus lados los célebres pagos de viñedos de Cerro Pelado, Tizón, Macharnudo Bajo y Santiago, donde aún se conservan antiguas casas de viña como las de La Gallarda, Santa Teresa, La Palma, Santa Petronila…. Una de las más singulares es la del Dulce Nombre de María, que domina el Cerro de la Carpintera rodeada por la frondosa arboleda de su jardín. A lo lejos, coronando las lomas de Macharnudo, despunta la torre de la viña El Majuelo una de las más antiguas y célebres de la campiña. Más modesta, la Casa del Barco, queda alejada del camino y desde ella se nos ofrecen los dilatados paisajes de la marisma de Tabajete y las Mesas de Asta. Otra de estas antiguas casas de viña, la de San Isidro ha sido remodelada hace unos años, y nos muestra su blanco caserío en la ladera del Cerro del Hinojal, en un paraje conocido desde antiguo con el curioso nombre de Puerto Escondido.



En este rincón, y sin pasar por alto estos llamativos topónimos, distintos autores han planteado la existencia de un posible canal natural que pudo comunicar en tiempos pretéritos los cursos del Guadalete y el Guadalquivir. Esa es la hipótesis que plantea el profesor Genaro Chic García. Dejemos que él nos lo explique: “Estudiando el mapa geológico de la provincia de Cádiz, publicado por el Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas en 1971, hemos podido comprobar la existencia de una única estrecha y larga franja de carácter diluvial (cuaternaria) que, partiendo de la zona del Portal, al sur de Jerez de la Frontera, continúa hacia el Noroeste siguiendo la Cañada de la Loba y bifurcándose poco más arriba de Jerez en dos brazos: uno, por la derecha sigue unos tres kilómetros por la Cañada del Moro para morir a la altura del km 4 de la carretera de Jerez a Trebujena. El brazo izquierdo sigue la dirección de la Cañada del Amarguillo para terminar a dos km. del extremo sur de las marismas de las Mesas de Asta, pertenecientes al Guadalquivir.



El tramo intermedio está ocupado por el llamado Cerro del Barco, al que rodea la Cañada Ancha, continuación de la del Amarguillo por su parte Sur y cuyo último tramo por el Norte discurre ya por la zona de la marisma antes citada en la que tiene su directo final. En el corto tramo de esta Cañada encontramos nombres tan sugerentes como Casa del Barco, Cortijo de Puerto Escondido y Puerto de los Olivos. La altitud actual sólo supera la cota 20 m en el paso comprendido entre los cerros Pelado y del Hinojal, las únicas elevaciones destacadas en todo el trayecto; paso que fácilmente se ha podido ir colmando, tanto por los aportes de las aguas marinas, como, sobre todo, por los materiales que arrastran hacia abajo el viento y las lluvias al incidir sobre ambos cerros
”. (1)

Apunta el profesor Chic García que esta tesis, por razones geológicas y de altura de los terrenos, es más verosímil que las de otros autores como Martín de la Torre (que propone la unión por la marisma de Asta, Cañada Ancha y Caulina) o Chocomeli (quien la traza a través de los Arroyos de Tabajete y Salado de Rota). De esta misma opinión es también Alberto M. Cuadrado Román, quien en un interesante estudio sobre “Los Canales de Jerez” denomina a esta posible unión a través de un estero existente en tiempos pasados entre Guadalete y Guadalquivir, como “Canal de Guadabajaque”. Este autor aporta la altimetría de los diferentes lugares por los que pudo trazarse este estero, y plantea la existencia de “una estructura meándrica entre los cerros de Santiago y del Canónigo, que sería un vestigio del antiguo recorrido del canal. La longitud total del recorrido es de 23 km desde Asta al paleo estuario del Guadalete” (2). Se trata del curso actual del arroyo del Amarguillo que puede recorrerse por la cañada del mismo nombre.

Por el Barroso y el Barrosillo.



De nuevo en la carretera, dejando atrás la Cañada del Amarguillo, continuamos nuestro camino para llegar al cruce de la carretera que conduce a Las Tablas (a la izquierda en sentido de la ruta) y por la que podremos enlazar con la carretera de Sanlúcar pasando por el pago de Añina. Algo más adelante, a la izquierda, se encuentra el cortijo de El Barroso, en la explanada de un antiguo descansadero de la Cañada de Maricuerda y Tabajete que, procedente de las Tablas, nos conduce en dirección a Mesas de Asta atravesando parajes que lo fueron de marismas.



Frente al cortijo, un camino escoltado por cipreses sube hasta la cercana Casa de la Viña del Barrosillo, una antigua construcción de finales del s. XVIII, acondicionada y reformada para eventos, que conserva aún el sabor de las tradicionales casas de viña. A sus pies, la cañada se dirige hasta el Cortijo del Barrosillo y continua luego, más desdibujada, hacia Tabajete y Mesas de Asta. Diferentes autores llevan por este mismo lugar el trazado de la romana Vía Augusta que desde Portus Gaditanus (El Puerto de Santa María) conducía a Hasta Regia (3).

Desde El Barroso (cuyas tierras tuvieron como ilustre propietaria ya en el S. XIII a doña María Alfonso Coronel, esposa de Guzmán el Bueno) la carretera abandona las tierras de viñas e inicia un suave ascenso hacia el Cerro del Cuco y las Lomas de Cestelo. A ambos lados del camino se extienden sembrados de cereal (trigo, cebada, cebada cervecera…) y girasol, que sirven de cobijo a una interesante avifauna. Estas tierras de la campiña cerealista comprendidas entre Mesas de Asta, Trebujena, Lebrija y El Cuervo, próximas a las marismas, fueron el último enclave documentado de nidificación de la avutarda en la provincia de Cádiz, siendo en la actualidad zona de cría de diferentes especies de aves de gran interés faunístico.



Estos hábitats esteparios, que constituyen medios abiertos y desarbolados, como las extensas zonas de cultivos de secano que aquí vemos, acogen a no pocas especies singulares como sisón común, alcaraván, canastera común, terrera marismeña o curruca, entre otras, muchas de las cuales hacen sus nidos en el suelo. Es fácil también ver sobrevolar estos sembrados en busca de sus presas al cernícalo primilla o al aguilucho cenizo. Para contribuir a la protección y conservación de estas especies de aves esteparias, la Junta de Andalucía ha firmado convenios de colaboración con los propietarios de fincas agrícolas en estos parajes colindantes con las marismas de Tabajete.

Continuando nuestro camino, podremos ver a la izquierda, a lo lejos, las tierras del cortijo de Alijar, donde se instaló el primer parque eólico del término de Jerez. A la derecha se adivina la pequeña planicie de las Mesas de Asta, sobre la que se asentó la ciudad de Hasta Regia, que nos delata un bosquete de eucaliptos.



Frente a nosotros, a la izquierda del camino, una construcción singular se alza en un pequeño cerro. Es el cortijo de San José de Prunes, en el que llama la atención, a medida que nos acercamos, la peculiar fisonomía del sobrio edificio de dos plantas de su señorío, que nos recuerda por su aspecto a un viejo cuartel y que, lamentablemente, se encuentra semiderruido. En su fachada, de gusto decimonónico, se abren de forma simétrica los huecos de puertas y ventanas, recercados con ladrillos pintados en rojo. Sobre el balcón de la puerta principal se conserva un curioso panel cerámico con la imagen de San José, de posible origen valenciano, que se ha deteriorado en los últimos años (5). Un pretil oculta el tejado, contribuyendo así a la apariencia de “edificio urbano”, de este cortijo que se nos antoja extraño en medio de las viñas. Como se señala acertadamente en el estudio Cortijos Haciendas y Lagares de la Provincia de Cádiz, “ Por la contundencia de su volumen y su composición, se alza desde su posición elevada con una clara vocación de dominio del paisaje”. (4)


En relación con este lugar, el arabista M.A. Borrego Soto (6) plantea la posibilidad de que el topónimo de Prunes (que también aparece como Brunes o Prunas, según distintas fuentes) pueda estar relacionado con la alquería árabe de Bunas, vinculada al territorio jerezano en la Cora de Sidonia. De esta aldea era originario el “sabio jerezano” Abu Ishaq al-Bunasi al-Sarishi (1177-1253). Su localización geográfica no se ha confirmado y distintos autores “adjudican” este mismo topónimo a Bonanza o Bornos. A nosotros nos gusta suponer, de acuerdo con este autor, que en estos parajes de Prunes, camino del Guadalquivir, pudo estar situada la citada alquería. Otros autores (Galmés de Fuentes), apuntan también a que el topónimo Prunes, puede corresponder al plural femenino de pruno (ciruelo), forma característica de los dialectos mozárabes meridionales. (7)

Por las tierras de El Olivillo y Ventosilla.



Dejando atrás este cortijo y, tras superar un puertecillo que se abre entre el Cerro del Cuco y la Loma de Cestelo, la carretera inicia un suave descenso y el paisaje se abre hacia los extensos horizontes de las tierras de marismas, que se intuyen a lo lejos, junto a los invernaderos y el pinar de la Algaida, ya en las proximidades del Guadalquivir. En este lugar se encontraban en tiempos pasados las casas de Cestelo Alto y Bajo. De esta última sólo permanecen los restos de un pozo y una reducida arboleda (en la que aún persisten viejos olmos) que se adivina a la izquierda de la carretera, tras el cortijo de San José de Prunes. Conviene recordar que las lomas de Cestelo Alto o la colindante Loma de La Cartuja, donde se levanta hoy el parque eólico “El Olivillo”, cuentan con diferentes yacimientos arqueológicos con adscripción cultural a la protohistoria (bronce final) y a la época romana. La cercanía de la marisma de Ébora, en el ámbito del antiguo “Lacus ligustinus”, la gran paleo ensenada del Guadalquivir en la antigüedad, justifica en buena medida esta presencia de restos arqueológicos en los lugares citados (8).



Desciende ahora la carretera hasta el llano en el que se enclava el caserío de El Olivillo. A la izquierda, en la ladera de una loma, veremos las Casas de San Francisco, conjunto de construcciones para viviendas de los trabajadores del cortijo. Al poco, el camino pasa junto al Cortijo del Olivillo, que deja a la derecha, en las tierras de Ventosa y Ventosilla.



Estos antiguos topónimos apuntan lo acertado de la instalación en estas lomas de un parque eólico. Este cortijo presenta una singular fachada, presidida por un gran olivo, en la que llama la atención el edificio del señorío -con una curiosa campana sobre el tejado- así como una capilla sobre cuya entrada hay un notable panel de azulejos con escenas de temática religiosa. Las explanadas que se encuentran frente al cortijo, así como las cercanas del de Ventosilla, son utilizadas como lugar de parada y descanso por las carretas que realizan la Romería del Rocío.

Algo más adelante, poco antes de llegar al cruce con la carretera de Trebujena a Sanlúcar, llegamos al cortijo de Ventosilla, muy reformado en la actualidad. El antiguo tentadero y las viejas naves en las que se encerraba el ganado estabulado, han sido restaurados y habilitados como restaurante y locales para fiestas y celebraciones. Lejos quedan los tiempos en que estas tierras de La Ventosilla (como las de Prunes) formaban parte de uno de los donadíos de Alfonso X, en el siglo XIII, contándose entre sus primeros propietarios a Don Alfonso Pérez de Guzmán, “Guzmán el Bueno” que lo fue también del cercano Donadío de Alixar (Alíjar). Más adelante, y hasta su desamortización en el siglo XIX, fueron propiedad del Monasterio de San Jerónimo de Bornos.

Al llegar al cruce, seguiremos la carretera hacia Sanlúcar, y ya a la derecha, el paisaje nos mostrará la inmensidad del antiguo estuario del Guadalquivir, las tierras de La Algaida, el cerro en el que se encuentra el cortijo de Ebora, tan vinculado a Tartessos, las lomas de Martín Miguel… Y seguiremos así, camino ya de Sanlúcar, de Bonanza, de Bajo de Guía…, hasta el Guadalquivir.


Para saber más:
(1) CHIC GARCÍA, G.:Gades y la desembocadura del Guadalquivir”. Gades, 3, 1979, pp. 7-23, pag. 7.
(2) Cuadrado Román, A.M.:Los canales de Jerez”. Revista de Historia de Jerez, 14-15, 2008/09, pp. 67-90, pg.79
(3) En López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, pp. 163-164, pueden verse interesantes imágenes aéreas de vestigios del antiguo trazado de la Vía Augusta por este rincón. Cesar Pemán recuerda como los vestigios han sido visibles en las cercanías del cortijo de Tabajete hasta mediados del siglo pasado en su estudio: “Nuevas precisiones sobre vías romanas en la provincia de Cádiz”. A.E.Arq XXI: 255-268. Pg. 258, Madrid, 1948.). El mapa de la provincia de Cádiz de F. Coello (1868) señala también el antiguo trazado de la Vía Augusta en las cercanías de Tabajete. De ello han escrito R. Gónzález Rodríguez y D. Ruiz Mata (1999): “Prehistoria e Historia Antigua de Jerez”, en Historia de Jerez. T. 1, pg. 153); J. Caballero Ragel en “Los caminos de la Vía Augusta en torno a Jerez” Diario de Jerez 12/06/2012, o J. Montero Vítores (2012): “Los caminos de la Vía augusta en torno a Ceret”: Suplemento digital de la Revista de Historia de Jerez ISSN: 1575 – 7129.
(4) VV.AA.: Cortijos, haciendas y lagares. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía. Provincia de Cádiz. Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y Transportes. 2002, pg.196.
(5) Sobre el posible origen valenciano del panel cerámico de San José de Prunes puede consultarse el enlace: http://carloscatalanfont.blogspot.com.es/2011/11/tres-retablos-caramicos-de-san-jose-y.html
(6) Borrego Soto M.A.: ”El sabio jerezano Abu Ishaq al-Bunasi (i). Prunes”: en el Blog: “En la tierra de Sidueña”: http://donnablanca.blogspot.com.es/2009/10/prunes-y-el-sabio-jerezano-abu-ishaq-al.html
(7) Galmés de Fuentes, A.: Los topónimos: sus blasones y trofeos (La toponimia mítica), Real Academia de la Historia, Madrid, 2000, pg. 84.
(8) Mata Almonte, E. y Márquez Carmona, L.: "Prospección arqueológica con sondeos en El Olivillo, Jerez de la Fontera, Cádiz", en Anuario Arqueológico de Andalucía/2011. III Actividades de urgencia, Volumen 1. pp, 75-80.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Carreteras secundarias, Paisajes con historia, El Paisaje y su gente, Rutas e itinerarios, Por la “carretera del Calvario”. (I) Buscando el Guadalquivir.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 8/06/2014

Buscando el Guadalquivir
Por la “carretera del Calvario” (I)




Como cada año, en estos días en los que se realiza la peregrinación anual a la Ermita del Rocío en Almonte, los romeros jerezanos y los de otras poblaciones cercanas, cruzan las tierras de la campiña buscando el Guadalquivir. Sin embargo, la pandemia ha truncado por segunda vez la más popular de las romerías de nuestro país. Para recordar este "camino jerezano" al Rocío, vamos a recorrerlo virtualmente. ¿Nos acompañan?

La ruta habitual seguida por los rocieros atraviesa en su tramo
inicial por un hermoso rincón del término municipal de Jerez habiendo tenido a lo largo del tiempo diferentes nombres. Denominada popularmente como “carretera del Calvario”, por salir de la ciudad junto a esta antigua capilla, se la conoce también como “carretera de las viñas” ya que durante buena parte de su recorrido se cruzan antiguos pagos de viñedos que se cuentan entre los más afamados del marco.

Mucho antes de que la romería tuviese el protagonismo del que hoy goza, este “Camino del Rocío jerezano” fue también nombrado como “carretera de El Barroso”, “camino de Bonanza”, o como “camino antiguo de Sanlúcar” como se refleja en los mapas y planos de finales del siglo XIX y comienzos del XX (1).



Y lo era porque, junto a la carretera de Sanlúcar, esta fue la vía principal de acceso a ese embarcadero que, junto a otros de la Bahía, se utilizó para el comercio y embarque de nuestros vinos.

Sea como fuere, la ruta que proponemos bien pudiera llamarse “camino del Guadalquivir”, en recuerdo de esa querencia histórica, de esa búsqueda natural que desde hace siglos, llevó a nuestra ciudad a trazar distintas vías hacia el encuentro con el gran río andaluz en las tierras de Sanlúcar, en Bonanza, en Alventu o en Trebujena. Así, el embarcadero de Alventos o Alventu (topónimo que pudiera derivar del Adventus (2) latino: “lugar de llegada”) está bien documentado en la Edad Media como punto al que mercaderías y viajeros de nuestra ciudad iban y venían utilizando esta ruta fluvial. El profesor Juan Abellán (3), al estudiar las rutas de comunicación durante la dominación musulmana, señala como desde Jerez existía una vía que llegaba hasta el Guadalquivir, al embarcadero (marsa) de Trebujena (Tirbixena). De la misma manera el puerto de Bonanza jugó un papel importante para el comercio de nuestra ciudad y a mediados del siglo XIX, de la mano del crecimiento de la vitivinicultura en la campiña, se proyectó una línea férrea, destinada fundamentalmente al comercio del vino, que comunicó Jerez y Bonanza y se mantuvo en funcionamiento entre 1867 y 1965. Sea como fuere, volvemos a recorrer hoy estos viejos caminos en torno a Jerez, cargados de historia, para acercarnos hasta el Guadalquivir, admirando el hermoso paisaje de estos rincones la campiña.

Una parada en Las Salinillas.

Salimos de la ciudad por la “Carretera del Calvario” pasando junto a la conocida Capilla y al parque Zoológico. Tras dejar atrás la zona comercial Área Sur y Luz Shopping y cruzar el paso elevado sobre la Ronda Oeste, la carretera presenta a ambos lados grandes llanadas que llegan a encharcarse temporalmente en épocas de lluvias. A la derecha veremos los silos de cereal de la Cooperativa de San Dionisio. A la izquierda, un camino conduce al paraje de Las Salinillas donde se forma una pequeña laguna salobre los años más lluviosos. Este singular humedal se forma con carácter estacional junto a la carretera y ocupa los terrenos bajos a los pies de los cerros de Santiago y Corchuelo, en cuyas laderas se ubican los famosos pagos de viña del mismo nombre.

En este lugar, tan transitado en tiempos pasados, confluyen también las cañadas del Moro, de La Loba o de Guadajabaque y la Hijuela del Corchuelo (frente a la Cooperativa San Dionisio), por la que se llega hasta Las Salinillas. Este mismo camino continúa entre viñedos para unirse a la Hijuela de Rompeserones que nos lleva a la viña de Vistahermosa, donde se alzan las renombradas Bodegas Luis Pérez cuyo llamativo edificio vemos dominando el cerro de El Corchuelo.

Hasta Las Salinillas llegan las aguas de los pequeños arroyos que drenan el rincón noroeste de la campiña jerezana. El principal de ellos, el del Amarguillo, viene de las laderas de poniente del pago de Macharnudo y ya delata en su nombre el carácter salobre de sus aguas. El Arroyo del Zorro, que se une a él en las cercanías de este lugar, arranca en las faldas de los "cerros del Carrascal y Capirete, y forma también pequeños lagunazos y aguazales a los pies del Cerro de Santiago.

Desde Las Salinillas, donde en invierno se remansan las aguas formando una laguna de escasa profundidad, el curso resultante toma ya el nombre de Arroyo de La Loba o el de Guadajabaque. Este arroyo atraviesa la Ronda Oeste bajo un paso construido recientemente y rodea el perímetro del centro comercial Luz Shopping y Área Sur para dirigirse hasta la nueva Laguna de Torrox por cuyo aliviadero se conducen finalmente sus aguas al Guadalete.



No faltan en los alrededores de Las Salinillas, los años en los que no se labra y siembra su superficie, las típicas especies de la vegetación acompañante de estas lagunillas salobres, entre las que destacan las salicornias (Salicornia ramosissima) que se mantienen verdes y carnosas aún en los días más calurosos del verano. En las laderas del arroyo crecen también tarajes, carrizos, juncos…

En los meses más calurosos, el paseante curioso podrá también detenerse a observar las formas caprichosas que adoptan los tallos secos de la vegetación perilagunar, revestidos de sal, o las curiosas figuras que se forman en el lecho cuarteado de la laguna veladas por una delicada capa blanca que, por un momento, se nos antoja como cubierto por una tenue nevada. La sal forma también pequeños grumos sobre las margas que rodean el vaso de la laguna y se deposita sobre las huellas que dejan los animales que merodean por este lugar o sobre las pisadas de los visitantes. Algunos años, la cubeta de este pequeño humedal de Las Salinillas se rotura y se siembra de cereal, no pudiendo disfrutar entonces del llamativo contraste de colores entre el verde intenso de los viñedos circundantes y el blancor de la fina capa de sal que cubre su lecho.

Por la “carretera de las viñas”.



Retomamos nuestro camino que se adentra en terrenos de suaves colinas cubiertos de viñedos. A la derecha, sobre el Cerro de Santiago llaman la atención las viñas de Cerro Viejo y Cerro Nuevo, esta última reconocible por la inconfundible fila de cipreses que escoltan su camino de acceso. Algo más cerca queda la viña de La Constancia, con sus lagares y bodegas sobresaliendo entre las laderas cubiertas de cepas. En este lugar, a la derecha, arranca la antigua Cañada del Amarguillo que tiene su continuación a la izquierda con la de Cantarranas. Algo más adelante, la carretera pasa junto a la conocida Viña Los Monos y deja a sus lados otras muchas (Cartera, La Salud, San José, Los Cedros, Verdejo, La Tonelera, La Palma…) que justifican sobradamente otro de los nombres con el que se conoce a esta ruta: “carretera de las viñas”.



Poco antes de llegar a un puertecillo (Puerto de los Olivos), despunta a la izquierda, sobre el Cerro de Orbaneja, el caserío de la Viña Santa Bárbara. Restaurado y ampliado hace apenas una década, aún conserva su sabor de construcción tradicional habiéndose mantenido el almijar, la antigua nave del lagar o el fogarín, con un gran chimeneón que asoma sobre los tejados.

La carretera inicia desde aquí un suave descenso que nos llevará hasta el cortijo de El Barroso, a la vez que el horizonte se va abriendo a la campiña. A la izquierda una cancela cierra el paso a una antigua casa oculta entre los viñedos. Se trata de la Casa de las Postas, como puede leerse en la reja. El lugar se encontraba hace un siglo al pie del antiguo camino de Sanlúcar, y es de suponer que, en tiempos pasados, se apostaban aquí las caballerías para que los tiros de las carretas pudiesen ser renovados en sus idas y venidas de Jerez a Sanlúcar y Bonanza, al Olivillo, Prunes y Ventosilla, a Pozuela y Tabajete.

En el Higuerón tras las pistas de una antigua inscripción romana.



Al llegar al llano, la carretera deja a su izquierda la Casa del Higuerón, poco antes de cruce que conduce a Añina y Las Tablas. Las tierras de El Higuerón, hoy dedicadas a cultivos de secano, lo fueron también de viñedos, como puede verse en el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero de 1904. Uno de los sectores de esta finca, el que se encuentra colindante con el cruce de la carretera de Las Tablas, tiene el curioso nombre de Haza del Mármol, como se refleja en el citado Plano. El llamativo topónimo hace alusión a un hallazgo arqueológico del que solamente ha llegado a conocerse una pequeña parte. El viajero que circula por la carretera podrá observar aquí, entre los cultivos, dos antiquísimos pozos con abrevaderos, en un lugar que fue desde antiguo cruce de caminos donde existió un descansadero de ganado. Nuestro amigo el historiador Jesús Caballero Ragel nos informó que junto a estos pozos se descubrió en 1893 una importante inscripción romana de la que sólo pudo extraerse un fragmento, tal como se relata en el escrito que el entonces archivero municipal de Jerez, D. Agustín Muñoz y Gómez, remite a Fidel Fita, presidente de la Real Academia de la Historia relatando el hallazgo. En su carta, nuestro archivero informa de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV con calco”, señalando también que ”…existe otra parte, pero es muy difícil recuperar". Al parecer, había tenido conocimiento de ella en una visita a casa de Don Juan Fadrique Lassaletta y Salazar, su descubridor, en cuya finca de El Higuerón los trabajadores encontraron la inscripción (“el mármol”) que localizaron aproximadamente “…en el vallado… frente al pozo del cortijo del Barroso”. Lamentablemente sólo pudieron tomar de ella un pequeño fragmento ya que, como recuerda Muñóz y Gómez en su carta a Fita: “Respecto á la importante lápida cristiana de “Hasta Regia”…al excavar para reformar el vallado, salió en lo más hondo de la excavación la piedra; comprendiéndose que, no pudiendo los operarios quitarla, por lo grande, procuraron partirla de cualquier modo; hecho que se comprueba con decir que la fractura del trozo salvado cuando él lo llevó de noche á su casa, era reciente; y sin interposición de tierras u otros cuerpos, que indicasen rotura antigua entre los trozos que la componían”. Según nuestro archivero, el texto legible en el fragmento de lápida recuperada decía lo siguiente: “(Roma) la Sacra Roma, dióle la vida, el aliento y nombre: Así el (Dios) uno y trino conceda gozar del cielo...

Dejamos el Higuerón para continuar nuestro camino pensando que, enterrada en algún lugar en las cercanías de los pozos, guarda aún parte de su secreto una lápida, “un mármol”, que tal vez un día nos aporte pistas de esa familia cristiana romana, poseedora de tierras en las cercanías de Asta Regia, distante tan sólo7 km de este enclave.

Algo más adelante, en un recodo que se abre a la derecha de la carretera, encontramos la entrada de la Cañada del Amarguillo, que se abre camino en los bajos que se forman entre el Cerro Pelado, el Cerro del Hinojal y los Cerros de Macharnudo y Santiago.

La próxima semana, en nuestro recorrido “buscando el Guadalquivir”, nos detendremos momentáneamente en este rincón de la campiña. En él visitaremos hermosos parajes de viñedos y nos acercaremos a curiosas historias de canales que pudieron haber comunicado el Guadalete y el Guadalquivir. Lugares con nombres tan curiosos como Puerto Escondido o Cerro y Casa del Barco, han sido objeto de sugerentes hipótesis por parte de algunos historiadores. No se las pierdan.

Para saber más:
(1) Como “carretera del Barroso” (primer tramo) y “camino antiguo de Sanlúcar” (segundo tramo) aparece en el Plano Parcelario… de A. López Cepero (1904) y como “camino de Sanlúcar” y “Trocha a Jerez”, en el Mapa Topográfico Nacional, I.G.N., primera edición, 1917. El Plano del Término Municipal de Jerez de A. Lechuga y Florido lo recoge como “Camino de Sanlúcar a Jerez” (1897).
(2) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 257-300, p. 259.
(3) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004, p. 30.
(4) Agradecemos a nuestro amigo, el historiador Jesús Caballero Ragel, la transcripción del documento titulado "Carta de A. Muñoz y Gómez donde informa a F. Fita del hallazgo de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV" con calco; existe otra parte, pero es muy difícil recuperar", donde se da cuenta de los restos encontrados en El Higuerón en 1893. Puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

.La fotografía de la Viña Santa Bárbara nos ha sido facilitada por nuestro amigo Faly Fajarro. La imagen de la Capilla del Calvario (1890) ha sido tomada de una aportación de Manuel Jesús Garzón al grupo de Facebook "Cosas de Jerez que se han perdido con el tiempo".

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Carreteras secundarias, Paisajes con historia, El Paisaje y su gente, Rutas e itinerarios, Por la “carretera del Calvario”. (II) Buscando el Guadalquivir.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 1/06/2014

 
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