EL MENHIR DE LA LANCHA.
"Blanqueando" y "encalando" la Historia.




El viajero que transita por la carretera provincial CAP-5234, una deliciosa vía secundaria que une la de Arcos a El Bosque con la de Villamartín a Prado del Rey, atraviesa el paraje de La Sevillana, una vez que se han dejado atrás la tierras del Regantío y las colas del del pantano de Bornos.

El paisaje se abre entonces a los horizontes de los llanos de Villamartín y la Sierra de Grazalema. Junto a la carretera queda el antiguo Descansadero de las Palomas donde se cruzan la Cañada de las Carboneras y la Cañada Real de Ronda. En este lugar, a la izquierda de la carretera (en dirección a Villamartín), llama la atención del viajero un gran bloque de piedra que marca el camino de acceso al cortijo del Convento, y que destaca con rotundidad entre los cultivos de cereal.

Se trata del menhir de La Lancha El Pilón (1) un hito megalítico hincado verticalmente sobre el terreno que, con una altura máxima de 1,77 m, “se inserta en un túmulo de en torno a 1,80 m de diámetro” que no ha sido excavado y que podría deparar valiosos testimonios.



Cuando lo visitamos por primera vez, hace más de diez años, lo hicimos atraído por la descripción que de él hacían los autores de un interesante estudio (2) publicado en “Arqueología y Cuaternario”, un libro homenaje a Francisco Giles Pacheco. Entonces podían verse con claridad algunos detalles que se adivinaban en las caras de este gran bloque de arenisca, aún después del desgaste que la erosión había ocasionado en su superficie. Así, se observaban huellas de abrasión en una de sus caras que, como se indicaba en el citado estudio, “se disponen en sentido semicircular, a 1,80 m del suelo actual, produciendo una imagen esteliforme de carácter antropomorfo”. En la descripción se añadía también que “tanto la cara Oeste, que da al camino actual, como la cara Norte ,presentan pequeñas cazoletas de origen natural, documentando la búsqueda intencional de piezas que sugerían motivos reconocibles por los constructores del momento”.


El menhir de La Lancha ya se mencionaba en antiguos documentos de deslinde, en un lugar ya definido y localizado por distintas crónicas desde finales del siglo XV, porque su singular presencia en este paisaje, desde milenios atrás, no podía pasar desapercibida (3).

En los años posteriores, y en distintas ocasiones, llevé a algunos amigos por esta carretera secundaria que tanto me gusta recorrer sin prisas y todos, sin excepción, quedaban sorprendidos ante este menhir que nos retrotrae a la ocupación del hombre en la más remota antigüedad en un territorio en el que se descubrió también el cercano y famoso dolmen de Alberite o el más modesto, pero no menos interesante de Las Rosas.

Pues bien, sirva todo este largo preámbulo para decir que, hace unos días volví a recorrer esta carretera y cuando llegué al paraje de La Sevillana, me quedé perplejo al ver como el menhir de La Lancha estaba pintado de blanco. Tal vez alguien lo haya hecho, para que fuese más fácil su reconocimiento en horario nocturno. El caso es que, con este despropósito, con esta falta de respeto ante un auténtico “monumento megalítico” han “BLANQUEADO LA HISTORIA” o si se prefiere, “LA HAN ENCALADO”.

No se entienden este tipo de actuaciones que, queremos pensar, son más fruto del desconocimiento del valor de este elemento patrimonial que de un acto vandálico que descartamos. Solo cabe esperar que por parte de “quien corresponda” se haga algo para que, la próxima iniciativa no sea poner un anuncio de carretera en nuestro maltratado menhir y que, a ser posible, se devuelva a su estado original, cuestión que no debe ser muy complicada. Dicho lo anterior, tampoco se entiende que un elemento catalogado como el que nos ocupa no contara con una mínima señalización que, tal vez, hubiese evitado este episodio. A ver si las administraciones implicadas se aplican también en la difusión y protección de nuestro patrimonio.

 (1) Luis Iglesias García, José María Gutiérrez López, Ernesto Pangusión Cigales, Virgilio Martínez Enamorado, Lorenzo Enríquez Jarén y Antonio Bru Madroñal.:  “Sobre los límites del Campo de Matrera”, en  José María Gutiérrez López y  Virgilio Martínez Enamorado (Editores)  A los pies de Matrera (Villamartín, Cádiz). Un estudio arqueológico del oriente de Siduna, 2015, p p.487

(2) Bueno Ramírez, P, De Balbín Behrmann, R., Gutiérrez López, J.Mª y Enríquez Jarén, L. , 2010.: “Hitos visibles de megalitismo gaditano”, en Mata Almonte, E. (Coord.), Cuaternario y arqueología: Homenaje a Francisco Giles Pacheco, Cádiz, pp. 212-214.

(3) OSUNA, C. 3459, D/ y OSUNA, C.3459, D8. Citado en la referencia 1.













7 comentarios :

Anónimo dijo...

Es penoso que se hagan esas cosas

Anónimo dijo...

Tierra de botarates, sin remedio

Anónimo dijo...

Impresionado .. desgraciadamente no hay educación ni se promueve .. sociedad en la q vivimos q olvida el pasado necesario para mirar hacia el futuro .. esperemos q tenga arreglo .. sería una pérdida muy triste sino .. y de la q todos de algún modo somos responsables … gracias por compartir las experiencias al autor del blog .. enhorabuena por la dedicación y él entusiasmo ..

Anónimo dijo...

Otros resultado más de la falta de educación. Porque intencionado o no el origen de la causa es el mismo, falta de educación.

Anónimo dijo...

Califcar de desdén o catetismo local a este suceso, no deja de ser una frivolidad y un estupido complejo de superioridad. Esta claro que debemos cuidar nuestro patrimonio histórico. Pero la responsabilidad debe caer sobre la administración y sus responsables que para ello cobran de nuestros impuestos.

Anónimo dijo...

Si el qué, lo a hecho ! Savia de la importancia de su origen y antigüedad, no tiene ningún sentimiento hacia el patrimonio histórico, debería de ser sancionado .

Unknown dijo...

Hay que tener en cuenta que los constructores originales muy probablemente también los decoraban o pintaban. Quizás así por lo menos se rescate alguno del olvido en que se encuentran.

Pasa por ejemplo con grandes monumentos de épocas más modernas, como El Partenón, o iglesias y catedrales. Los constructores originales no solo erigían piedras, las embellecían.

Por supuesto podríamos perder la información "pictórica" original, si la hubiese. Pero el objetivo original era el de "resaltar" en el paraje y ahora se ha conseguido también.

Es mucho el patrimonio que tenemos olvidado por las administraciones y que todos se declaran de insolventes para mantenerlo, estudiarlo o protegerlo.

Quizás sean necesarias más actuaciones de este tipo para hacernos conscientes.

 
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