En estos días se cumplen cien años de la gran riada del 7 de marzo de 1917 que tuvo grandes consecuencias en toda la cuenca del Guadalete. Para recrear aquel episodio hemos preparado una crónica que tendrá su continuación en próximas entregas.
Intensas lluvias en la Sierra de Grazalema.
Durante el
otoño de 1916 las precipitaciones en la Sierra de Grazalema fueron intensas. Habían “reventado los caños” del Tajo, lo que era un síntoma claro de que los acuíferos estaban ya a rebosar. El 21 de Noviembre, el maestro y meteorólogo de la villa,
Cándido Ruiz y Ruiz, había anotado en su primoroso cuaderno la cantidad de
213,6 litros, una cifra de record desde que cuatro años atrás, en 1912, iniciara los registros. Casi setenta años después, en 1983 tuvimos ocasión de consultar ese cuaderno que amablemente nos enseñaría su

septuagenario hijo,
Luis Ruiz Dorado (1).
Todos los signos apuntaban entonces a un invierno muy lluvioso, como confirmaron las precipitaciones de
enero y febrero de 1917. Por esta razón, cuando a inicios del mes de marzo de ese mismo año se desataron s fuertes y continuadas lluvias, la cuenca ya estaba saturada y el caudal de los ríos y arroyos amenazaba con provocar graves inundaciones. Todas las alarmas se desataron ya que, en apenas 36 horas, como nuestro meteorólogo anotó en su cuaderno, “
la lluvia caída desde las 4 de la tarde del 5 de marzo, hasta las 4 de la madrugada del día 7 de marzo de 1917 fue de 289 litros por m2”(2).
Una imagen nítida de aquella catastrófica primera semana de marzo de 1917 nos la ofrece el relato del geólogo
Juan Gavala, quien visitó ese mismo año a D. Cándido Ruiz en Grazalema y quien apunta como la
madrugada del 6 al 7 de marzo fue especialmente lluviosa, siendo las consecuencias (grandes avenidas, inundaciones, destrucción de puentes y carreteras…) desastrosas. Como afirma el insigne geólogo, nada de esto era de extrañar si se tiene en cuenta que “
después de cuatro meses de lluvias continuadas, durante los cuales cayeron en Grazalema 1.948,7 milímetros de agua, se sucedieron, desde el 26 de febrero hasta el 5 de marzo, ocho días de lluvias bastante persistentes y algunas de carácter torrencial como la que cayó el día 4 (95,1 mm.) acompañadas de nevadas copiosísimas en la parte alta de las montañas. Además, el día 5, a las cuatro de la tarde, empezó a llover torrencialmente en toda la Serranía con viento huracanado del Sudoeste y no cesó la lluvia ni disminuyó su intensidad hasta las cuatro de la mañana del día 7” (3).

Los 289 litros caídos en apenas 36 horas en Grazalema auguraban lo peor y, como indicaba Gavala, “aun cuando seguramente no cayó en toda la cuenca del Guadalete una lluvia tan colosal, basta que una gran parte de ella recogiese la enorme cantidad de
2890 metros cúbicos por hectárea a que corresponde la lluvia antes citada, para que la crecida alcanzara tan desconocidas proporciones. Y todavía este fenómeno resulta más explicable cuando se considera que esa lluvia… la recibió la tierra después que los terrenos más permeables habían dejado de serlo por estar saturados de agua” (4).
Los efectos de la riada aguas abajo.
Aunque el viejo puente de Zahara soportó la crecida del río, y el de La Nava aguantó también los envites de las aguas del Guadalete que bajaban crecidas con las del Bocaleones, las

poblaciones ribereñas fueron sufriendo la onda de la gran avenida que se dejó sentir ya en Puerto Serrano. Como recuerda Juan Gavala, “
fue tal la fuerza de la corriente, que arrastró los dos arcos que quedaban aún en pié del antiguo puente de Villamartín y parte del estribo de la margen izquierda; el puente de San Miguel, en Arcos de la Frontera; el llamado de la Junta de los Ríos, situado unos metros aguas debajo de la confluencia del Majaceite con el Guadalete, y el puente metálico y los arcos de avenida por donde cruzaba el río, en la Florida, uno de los sifones del acueducto de Tempul” (5).

En el último tercio de su recorrido, el que discurre por los términos de Jerez y El Puerto, los cálculos del caudal que pudo llevar el Guadalete en los momentos de apogeo de la avenida se estimaron en
2000 m3 por segundo. Y el desastre pudiese haber sido aún mayor de no haber contado con el efecto regulador del recién construido pantano de Guadalcacín que retuvo buena parte de las aguas del Majaceite, laminando después sus crecidas (6). El Ingeniero Pedro M. González Quijano, director del Pantano, lo contaba así unos días después: “
en Grazalema han caído en diez y seis horas de un solo día, 215 mm, y que pasan de 70 los
recogidos ese mismo día en dos pluviómetros de la cuenca del Majaceite, afluente el más importante del Guadalete. En dicho afluente está situado el pantano de Guadalcacín, que estaba lleno, y en el que la lámina de aliviadero de superficie llegó a tres metros de altura, correspondientes a un caudal de unos 500 metros cúbicos por segundo, en el momento en el que quedaban embalsados por encima del nivel normal, y sustraídos por consiguiente al máximo de la avenida, más de 25 millones de metros cúbicos. Sin este embalse regulador, el máximo del Majaceite hubiera pasado seguramente de 1000 m3 por segundo y hubiera igualado próximamente al del Guadalete, a pesar de tener la cuenca más pequeña y sin comparación mucho más arbolada que la del río principal. Un embalse análogo en este rio hubiese reducido tal vez su caudal a la mitad y en una tercera parte el que produjo la inundación de la región situada aguas debajo de la confluencia, disminuyendo considerablemente o quizas evitando en absoluto la inmensa mayoría de los daños causados" (7).

Como puede imaginarse, estos caudales tan excepcionales explican que, como apuntaba Juan Gavala, las inundaciones en el curso bajo fuesen inevitables y de proporciones catastróficas y que “
los llanos de El Portal, entre el Puerto de Santa María y Jerez, que escasamente se encuentra a 12 km del mar, y cuya extensión es enorme, fueron cubiertos con una lámina de agua de más de un metro de altura, que en ciertos sitios montó sobre el terraplén del ferrocarril de Sevilla a Cádiz y sobre la carretera de Jerez a El Puerto” (8)
La riada en Villamartín.

Al día siguiente de la gran riada,
La Correspondencia, publicaba un radiograma fechado a las 17:35 del día 7 en el que se daba cuenta de que "
Las inundaciones han causado daños incalculables en toda la provincia. El Guadalete ha destruido el puente de Villamartín, inundado campos y huertas, ahogando los ganados y ocasionando la pérdida de la cosecha de trigo” (9). El mismo diario, refiriéndose a

las últimas noticias de la mañana del día 8, ampliaba datos sobre los efectos de la riada en el pueblo y sus alrededores “
El Guadalete lleva seis metros de crecida sobre su nivel ordinario… las aguas arrastraron centenares de cerdos, asnos, ovejas, gallinas y enorme cantidad de cereales. Villamartín ha quedado incomunicado… El Guadalete se ha llevado el puente que da paso para muchos pueblos de la ribera.” (10).
El Imparcial daba cuenta también de que Villamartín había quedado aislado por la destrucción del puente y de que “
El Guadalete continua creciendo considerablemente y ha arrastrado tres
molinos” (11). En similares términos informaba
La Nación, donde después de enumerarse las desgracias ocasionadas por la riada se apuntaba “
Afortunadamente no se registraron desgracias personales” (12). La situación en el pueblo después de la riada la sintetizaba
El Liberal del 9 de marzo con estas elocuentes palabras: “
En Villamartín la miseria es horrible” (13).
Aguas arriba, en
Algodonales, se dejaba sentir también el aislamiento y su alcalde “
telegrafía diciendo que por hallarse cortada la carretera entre Jerez y Ronda, el abastecimiento de aquel pueblo se hace imposible. Dice que
los desperfectos ocasionados por el temporal son grandes también y pide auxilios” (14).
La
destrucción del puente ocasionó para Villamartín importantes pérdidas, poniendo en evidencia la necesidad de construir uno nuevo. Apenas una semana después de la riada, el 13 de marzo, el corresponsal local de
El Guadalete denunciaba que "
El comercio con Jerez, Cádiz y Sevilla se hace cuando a este "dichoso" río le da la gana... En Arcos son más afortunados que nosotros, pues apenas se tuvo conocimiento del desastre, establecieron la balsa capaz de sostener toda clase de vehículos. Las luces que
existían el año pasado en las márgenes del río han desaparecido siendo esto un peligro inminente pues el transeúnte no sabe en las grandes riadas hasta donde alcanzas el río” (15).
Hasta la construcción unos años después del nuevo puente de hierro, hubo que recurrir para cruzar el río a la instalación de una “
barca de soga” o de maroma. Tradicionalmente, ya había

venido funcionando una barcaza de estas características durante el siglo XIX, siendo sustituida por un
puente de fábrica cuando se construyó la carretera Jerez-Ronda en las décadas finales de dicho siglo (16). Esta obra, sin embargo, por su débil estructura, sufrió serios desperfectos en la riada de 1895 que tardarían tres años en repararse. "
En 1912 y 1915 volvieron a repetirse los temporales de viento y lluvia, que inutilizaron completamente el puente. Teniendo que recurrir a las barcazas, como se había hecho tradicionalmente para unir ambas orillas del Guadalete y facilitar la comunicación de la Sierra con la Campiña y Sevilla” (17). El famoso

dicho de “
en Villamartín te espero… si la soga no se rompe” recuerda aún, en la memoria colectiva, aquellos años en los que el río se cruzaba en barcazas de las que han quedado algunos testimonios gráficos, como el rescatado por el investigador J.J. Portillo Ramos en la revista
Heraldo Deportivo en 1921, donde los propios pasajeros deben colaborar tirando de la soga para cruzar el río (18).

Con todo, habría que esperar a 1923 para que se instalara el nuevo puente de hierro, obra del ingeniero ubriqueño Juan Romero Carrasco, construido por la empresa
Astilleros Gaditanos con un coste de 420.000 pesetas. El conocido como “
Puente de los Hierros”, de 132 m de longitud y cuatro tramos de celosía de 33 m de luz, luciría esbelto durante décadas aguantando incólume una de sus primeras pruebas de fuego: la riada de 1930 (19).
Pero volviendo a la de 1917 y a sus efectos directos en Villamartín, hay que recordar una curiosa polémica desatada en las semanas inmediatas a la destrucción del puente y hasta la

instalación de la barcaza, periodo en el que hubo que recurrir a los “
vadeadores”. Algunos hombres, conocedores del río y sus pasos, cruzaban a las personas y animales mediante el cobro de una cantidad, al parecer no menor, y en penosas condiciones, tal como refleja el corresponsal local de
El Guadalete, una semana después de la destrucción del puente: “
los vadeadores a pesar del "bonito" sueldo que perciben (de los particulares y viajeros), no han tenido tiempo de hacerse un decoroso bañador, haciendo uso de una mala camisa y simples calzones blancos y aun a veces sin lo último, siendo una verdadera lástima, que por esta razón
esté el paseo del puente exento de mujeres. Nuestras autoridades no deben prolongar este estado tan indecoroso en que los vadeadores se encuentran, pues la moralidad es una cualidad esencial propia y característica de los pueblos cultos" (20). Curiosamente, en la fotografía que acompaña a este reportaje donde se muestra el puente destruido por la riada y que, como la de barca de Villamartín, nos ha sido gentilmente facilitada por nuestro amigo
Pedro Sánchez Gil, puede verse a uno de estos vadeadores, con camiseta y calzonas blancas, pasando a un grupo de personas a pié y en burro (21).
El temporal y la avenida en Bornos.

En Bornos, además de los daños causados por el río, los efectos del temporal de lluvia y de la fuerza del viento se dejaron sentir también en la carretera. El corresponsal en esa localidad serrana del diario jerezano El Guadalete, enviaba una completa crónica de los desastres ocurridos el día 7 de marzo donde informaba que “
el auto ascendente de la Sierra quedó detenido ayer en el kilómetro 41 de la carretera de Jerez a Ronda, próximo al ventorrillo de "La Alegría", por hallarse interceptada aquella por varios árboles atravesados arrancados de cuajo por el vendaval” (22).

Con todo, la peor parte se la llevó la ribera del Guadalete donde la onda de avenida arrasó los campos y huertas, e inundó y destruyó varios molinos. Así, el
molino de La Aceña, propiedad de D. Fernando Perdigones y muy próximo a la población quedó seriamente dañado, como el de
Las Hoces, situado en el paraje de
La Angostura, al pie de la sierra de Barrancos, donde la familia de su propietario D. Pedro Sánchez pudieron abandonar el molino momentos antes de que se hundiera el edificio por la “
impetuosa corriente de las aguas”. Como relata el corresponsal de
El Guadalete en Bornos, el dueño del molino con su familia, pudo escapar a tiempo de una muerte segura y refugiarse, ladera arriba en una cueva “
donde pasaron la noche guarecidos del temporal”.

Peor suerte tuvieron los dueños y operarios del
molino de La Gredera, situado entre los dos anteriormente citados, y ubicado también en la garganta del Guadalete conocida como La Angostura, donde la avenida cobró mayores bríos y la estrechez del cauce hizo subir el nivel del río como en pocos lugares del valle. D. José Domínguez, su propietario estuvo a punto de perecer arrastrado por la corriente junto a su mujer y sus dos hijas adolescentes. En la crónica de la avenida del día 7 de marzo se narra como “
sitiado el molino por las aguas, interceptada la puerta de salida e inundado inclusive el piso alto donde se habían refugiado en unión de algunos operarios de la casa, se vieron precisados a hacer un escalo pasando la noche en el caballete del tejado envueltos en unas mantas donde permanecieron hasta las seis de la mañana que auxiliados por algunos vecinos que acudieron al lugar del suceso se inicia el salvamento poniendo una escala y sacadas en brazos ateridas de frío y con el agua a la cintura por algunos operarios de la casa. Ha sido un verdadero milagro el que se haya salvado esta honrada familia, pues a eso de la una de la madrugada, en que la arriada estaba en su mayor apogeo llegaron las olas casi a lamerle los pies, habiendo visto desmoronarse algunos tabiques y fragmentos de muros de las habitaciones sobre las cuales se hallaban” (23).
La próxima semana, continuaremos recorriendo río abajo, describiendo los efectos de la riada en Arcos, la Junta de los Ríos, la Florida y El Portal.
1 comentario :
Extraordinario este artículo Saludos
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