Con nombre de mujer
Topónimos femeninos en la campiña de Jerez (1)




Cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Establecido en 1977 por la Asamblea General de la ONU, se pretende conmemorar con este día “la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”. Como aún estamos muy lejos de alcanzar este noble objetivo de la igualdad, es necesario que días



como estos sirvan para llamar la atención del largo camino que nos queda por recorrer para conseguirlo.

Desde estas páginas, dedicadas al conocimiento de nuestro entorno, queremos sumarnos modestamente a esta conmemoración subrayando el olvido que en la historia de nuestra ciudad han tenido las mujeres. Como apunta acertadamente Isabel Allende, “la historia la escriben los hombres” y



aunque las mujeres hayan jugado el papel más determinante en el progreso y en el avance de los pueblos, quedan injustamente invisibilizadas.

Basta fijarnos en nuestra historiografía local para comprobar las escasas referencias que nos han llegado de la segura contribución de las mujeres en la historia de nuestra ciudad. Así, por ejemplo, Parada y Barreto, en su conocido libro Hombres Ilustres de la ciudad de Jerez



de la Frontera
, uno de los primeros que estudia los jerezanos que por algún motivo ocuparon un lugar destacado en la historia local, menciona sólo a 5 mujeres entre los 289 personajes que describe, desde la dominación árabe hasta 1875. Se trata de Sor Rita de Cazares, Francisca Trujillo abadesa del monasterio de Ntra. Sra. de Gracia, la beata Inés de Medina y las fundadoras de sendos beaterios Ana Díaz y Antonia Tirado, todas ellas,


como vemos relacionadas con lo religioso (1). Hace medio siglo el profesor Fedriani Fuentes, en su Jerezanos insignes (1967), incluía en su selección 259 nombres entre los que sólo aparecen 9 mujeres, las mencionadas anteriormente más las benefactoras Juana de Dios Lacoste, Carmen Núñez de Villavicencio, Micaela Parada y Elena del Páramo (2). Antonio Mariscal Trujillo actualizó y completó recientemente estos estudios en su libro Jerezanos para la Historia. Siglos XIX y XX (2011) resaltando a 177 personajes entre los que encontramos 9 mujeres: Pilar Aranda, Carmen Carriedo, Lola Flores, J. de Dios Lacoste, Francisca Méndez, M. del Carmen Requejo, Josefa de los Reyes, Isabel Ruiz y Mª A. de Jesús Tirado (3). Otra pista de la escasa presencia femenina en nuestra historia local nos la aporta José Ruiz Mata en su libro Mil años de escritores y libros en Jerez (del año 1000 a 1999), donde se incluye 377 referencias de las que sólo 14 corresponden a mujeres y 12 de ellas del siglo XX (4). Ante datos como estos cabe preguntarse: ¿dónde queda entonces la memoria de tantas mujeres anónimas que contribuyeron con su dedicación y trabajo a escribir las pequeñas historias cotidianas de la que está hecha, en suma, la Historia de nuestra ciudad?

Para responder aunque sólo sea mínimamente a esta pregunta, hemos querido rendir un sencillo homenaje a muchas de aquellas mujeres olvidadas por los libros de las que si hemos encontrado modestas referencias en los paisajes en torno a Jerez, en muchos rincones de nuestra campiña, en parajes poco conocidos del término, en los nombres de pagos de viñas, de lomas y cerros, de casas y



cortijos, de cañadas, coladas e hijuelas, de pozos, fuentes y arroyos… La toponimia ha sido, afortunadamente, más generosa con las mujeres que las historias locales y para dar tan sólo una muestra de ello les proponemos hoy un itinerario por aquellos lugares que guardan la memoria de nombres femeninos. ¿Nos acompañan?

Doña Benita, La Suara, La Catalana...

El de Doña Benita es uno de los topónimos más antiguos de nuestro término y da nombre a un rincón de la campiña ubicado en las proximidades de la dehesa de la Matanza y de la barriada rural del Mojo. Se llega hasta él a través de la Cañada de la Cuesta del Infierno que une este último enclave con Torrecera, pasando por los Entrechuelos.



Estas tierras se reparten hoy entre los cortijos de Doña Benita la Alta y Doña Benita la Baja, estando dedicadas a cultivos de secano y olivar y en las que se enclava un gran parque eólico con la misma denominación. Este antropónimo da también nombre a un arroyo salado y a unas antiguas salinas, conocidas también como “de Fortuna” o “de la Matanza”.

El profesor Emilio Martín Gutiérrez ha investigado el origen de este antropónimo en el repartimiento urbano realizado tras la incorporación de la ciudad a la corona de Castilla. Así consta que “Domingo Minno” y su mujer “donna Benita”, recibieron casas en la collación de San Dionisio y heredaron “cavallería”; es decir, el “heredamiento correspondiente a un caballero”. Conviene recordar que en el Libro del Repartimiento figuran también otras cinco mujeres con el nombre de “donna Benita” por lo que, en cualquier caso, la denominación con la que se conoce este lugar de nuestro alfoz se remonta al último tercio del siglo XIII (5).

Con el nombre de La Suara, otro antropónimo femenino muy conocido por los jerezanos, se designa en la actualidad a un cortijo, una dehesa y un Parque Forestal situado en las cercanías de La Barca de la Florida, muy visitado por la población al ser uno de los lugares de esparcimiento más cercanos a la ciudad. Su origen hay que buscarlo en las propiedades que desde principios del siglo XV tenían en la zona Diego Suarez y su mujer Teresa Martínez. Ambos mantuvieron pleitos con la ciudad por usurpaciones de tierras en este sector que, a la muerte de Diego Suárez, continuaron de la mano de su mujer y sus hijos.



La Suara (probable apelativo de Teresa Martínez) dio nombre a estas tierras (6) que ocupan en buena parte los suelos de una extensa terraza del río Guadalete. En la actualidad se conservan en este lugar sectores con la vegetación propia del monte mediterráneo (alcornoque, encinas, quejigos, acebuches…), así como extensas manchas de pinos y eucaliptos fruto de repoblaciones realizadas en la segunda mitad del pasado siglo las cuales que están siendo sustituidas progresivamente por especies autóctonas.

Entre los cortados de Montealegre y las tierras de Estella del Marqués y Lomopardo se abre una extensa vaguada por la que discurre el Arroyo Salado y la traza de la autopista Sevilla-Cádiz. Se trata de los Llanos de La Catalana, al que da nombre un curioso antropónimo femenino que tiene casi quinientos años. Por el profesor Emilio Martín



Gutiérrez sabemos que “en los años treinta del siglo XV, los propietarios de esta dehesa fueron Juan Fernández Catalán y su mujer Isabel Martínez. Se sostiene que el antropónimo hace referencia al apelativo con el que se conocía a Isabel Martínez”, “la Catalana” (7). Con este nombre se conoce también una amplia finca agrícola situada frente al Cementerio Municipal situada en la zona más alta de este rincón de la campiña cercano a la ciudad y que era paso obligado de los caminos que unían Sevilla y el Campo de Gibraltar a través de Gibalbín, el Guadalete y Medina.



La Astera, La Martelilla, La Bernala…

La autovía de Sanlúcar divide en dos las tierras del Cortijo de Santo Domingo, antigua posesión de los Dominicos desde los tiempos el repartimiento de las tierras del alfoz, en el último tercio del siglo XIII. Saliendo de Jerez, a la derecha de la vía, puede verse el magnífico edificio, de aire señorial, de la que fuera su singular casa de viña.

Frente a ella, al otro lado de la carretera, en un paraje que atravesara en tiempos pretéritos la traza del ferrocarril Jerez-Bonanza, aún se conserva el Pozo de la Astera y su antiguo abrevadero. Ubicado en el Descansadero del mismo nombre (que con 12 aranzadas es uno de los mayores del término), este pozo era parada obligada para los ganados que circulaban por la Cañada de Gudajabaque, una de las más



importantes de cuantas circundaban la ciudad. Este curioso nombre tiene su origen en el apelativo con el que era conocida una singular dama jerezana: Dª Elvira Martínez de Trujillo, “La Astera”. El archivero e historiador Agustín Muñoz y Gómez nos recuerda que en una Capilla de San Dionisio está enterrada “La Astera”, mujer de D. Alonso Sánchez conocido como “El Astero”, fabricante de astas para lanzas.



Esta piadosa señora se distinguió por sus obras de caridad y llegó a fundar varias capellanías en la Colegial y otras iglesias de la ciudad, según se desprende de distintas escrituras realizadas ante el escribano Juan Román fechadas en 1420, siendo también protectora del Convento de Espíritu Santo, fundado en 1431 (8).

Más dudoso es el antropónimo de Martelilla o La Martelilla que da nombre a la conocida finca situada en el km 9 de la carretera de Medina donde se cría una rama de la afamada ganadería del Marqués de Domecq. En estos parajes, el concejo de la ciudad abrió en el s. XVI una cantera de la que se obtendría la piedra para la construcción del Puente de Cartuja y, posteriormente, de las casas del Cabildo Municipal. Algunos investigadores relacionan este nombre con el de un posible antropónimo romano ya que en la



epigrafía gaditana encontramos distintos cognomina (Marcellus, Martialis, Martilla) de los que pudiera derivar (9). Otros autores platean un probable origen castellano como diminutivo femenino de Martel.



Otro curioso topónimo del rincón nororiental del término es La Bernala. Sus tierras, ubicadas en las proximidades de la barriada rural de Gibalbín, junto a la Cañada Real de Arcos a Lebrija, fueron arrebatadas por el concejo jerezano al arcense, junto a las de las dehesas de la Cespedosa y Cabrahigo en los primeros años del siglo XIV (10). Los litigios por la posesión de estas tierras se mantuvieron durante los siglos siguientes, decantándose finalmente su posesión, como la de las tierras de Berlanga y el Abadín por la ciudad de Jerez. En la actualidad La Bernala sigue dando nombre a una dehesa, una cañada y un cortijo, ubicado frente a la Bodega de Barbadillo en Gibalbín, en el inicio de la carretera que desde este enclave rural se dirige hacia Arcos.



La Rendona, Las Pavonas, La Basurta, Las Pachecas…



Junto a los ya citados, otros muchos nombres de lugares hacen referencia a apellidos notables de la ciudad, algunos de los cuales se remontan a los primeros repobladores. En un momento de la historia, algunas de las mujeres de estas familias adquirieron un mayor protagonismo o pasaron a ser herederas o titulares de sus tierras, hecho singular que permaneció ya para siempre en la toponimia. Este es el caso de La Rendona, que da nombre a un rincón situado junto a la Cañada de los Arquillos, colindante a la finca de los Isletes. El arroyo de la Rendona cruza este mismo paraje de suaves lomas que albergaron hasta hace unos años un gran viñedo hoy desaparecido. En el cerro de La Rendona se conservan también los restos de una de las torres del sifón de Los Arquillos perteneciente al antiguo acueducto romano de Tempul a Gades. Como señala A. Muñoz y Gómez es un apelativo “muy común á diversas mujeres descendientes del caballero Garci-Pérez de Rendón”. Se trata de Garci Pérez de Burgos, uno de los primeros pobladores de Jerez que según la “leyenda” adquirió el apelativo de Rendón” en 1292, en los combates “intrépidos y sin reparo” (que es lo que significa literalmente esta palabra) que protagonizó sin la autorización expresa de Sancho IV contra las tropas de Abu Yusuf establecidas en Tarifa (11). Diferentes mujeres con este apellido figuran con el apelativo de “la Rendona” en distintos documentos del siglo XVI, siendo una de ellas Catalina García La Rendona, viuda del Guarda de Términos Diego de la Fuente, de quien tal vez provenga la denominación de este rincón de la campiña jerezana (12).

Las Pavonas da nombre a una finca agrícola ubicada en las proximidades de Nueva Jarilla, junto a la Cañada de Romanina, y su nombre puede proceder de las descendientes del ilustre linaje de “los Pavones de Xerez” (13). Muy cerca de este lugar, junto a la antigua Cañada de Espera, encontramos las tierras de La Basurta. Esta finca está también próxima a la pantaneta del cortijo de Jara, junto a la carretera de Gibalbín. El cerro de La Basurta, a cuyos pies se unen varios arroyos que bajan de las Mesas de Santiago y de la Sierra de Gibalbín, está cubierto por un olivar y debe su nombre a una descendiente de esta familia de origen vizcaíno. Diego Pérez de Basurto, caballero procedente de Medina se estableció en Jerez a comienzos del s. XVI y de él deriva la rama jerezana de este apellido (14). Conviene recordar que ya a mediados del siglo XIX, una de las cinco mujeres latifundistas que figuran en la relación de los principales propietarios de tierra de la nobleza jerezana es Dª Josefa Basurto y Sopranis (15). Algo parecido ocurre con Las Pachecas, cuyo nombre hay que buscarlo en el apelativo de sus antiguas propietarias, descendientes de una notable familia jerezana. Este topónimo bautiza a un cortijo y a una extensa finca situada junto a la carretera de Medina, entre el Guadalete y el Cerro del Viento y da nombre también a una barriada rural establecida en las inmediaciones del antiguo cortijo junto a la que fuera Cañada de Medina.
(Continuará)

Para saber más:
(1) Parada y Barreto D. I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera . Edición facsímil. Extramuros, Sevilla, 2007.
(2) Fedriani Fuentes, E.: Jerezanos Insignes. Gráficas San Luis, Jerez, 1968.
(3) Mariscal Trujillo, A.: Jerezanos para la historia. Siglos XIX y XX, Tierra de Nadie Editores, Jerez, 2011.
(4) Ruiz Mata, J.: Mil años de escritores y libros en Jerez de la Frontera (del año 1000 al 1999). Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Jerez, 2000.
(5) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento. El Alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media. En Historia Instituciones y Documentos, nº 30. Universidad de Sevilla, 2003, pg. 278. LA referencias a Dª Benita están tomadas de González Jiménez, M. y González Gómez, A.: El libro del Repartimiento de Jerez de la Frontera. Estudio y edición. Cádiz, 1980. Prt. 1813, XX y 184.
(6) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia… , pg. 281.
(7) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia… , págs. 276-77. Este autor documenta un amojonamiento realizado por Alfonso Núñez en el año 1434, en el que se cita este antropónimo.
(8) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas de Xerez de la Frontera. Edic. Facsímil 1903, BUC. P. 90
(9) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia… , pg. 300.
(10) Mancheño y Olivares, Miguel: Apuntes para una Historia de Arcos de la Frontera. Edición de María José Richarte García. Servicio de Publicaciones de la UCA y Excmo. Ayto. de Arcos. 2002. Vol. I. pg. 150.
(11) Rallón, Esteban.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, p. 9-10.
(12) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas… pg. 274.
(13) Rallón, Esteban.: Historia de la ciudad de Xerez… vol. I, p. 239.
(14) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas… pg. 122.
(15) Lozano Salado, L.: La tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación Provincial, 2001, p. 166.


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Puedes ver otros artículos relacionados en nuestro blog enlazando con Con nombre de mujer. Topónimos femeninos en la campiña de Jerez (y 2), Toponimia, El paisaje y su gente, Paisajes con historia y Cortijos, viñas y haciendas

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 8/03/2015

Las lagunas “perdidas”.
Humedales en torno a Jerez (2).




En otra entrada de este blog, hemos realizado recorrido por las lagunas más significativas de nuestro entorno, entre las que figuran las de Medina, Las Canteras y El Tejón, con el reconocimiento de Reserva Natural y por otras como Los Tollos y Las Quinientas que, aunque han sufrido graves agresiones en el pasado, están en vías de recuperación. El paseo que hoy proponemos para "celebrar" el día de los humedales" será también un viaje en el tiempo en busca de las huellas de antiguos humedales. De algunos de ellas se perdieron las pistas y ya sólo nos quedan sus nombres, otros dejaron de existir como tales y unos pocos aún perviven, aunque pasen desapercibidos ante los ojos del viajero que recorre nuestras sierras y campiñas.

Antiguas lagunas citadas ya en el Medievo.

Además de las ya citadas, para conocer aquellas lagunas que estaban presentes en nuestro paisaje rural durante el Medievo, nada mejor que guiarnos de la mano del laborioso estudio de investigación sobre el alfoz jerezano realizado por el profesor Emilio Martín Gutiérrez (1). En los siglos medievales se citan ya numerosos humedales repartidos por el todo el término, y si bien algunos se perdieron con el paso del tiempo de la mano de roturaciones y drenajes, otros han llegado hasta nuestros días aunque con nombres diferentes.



Así, por ejemplo, en el Prado de las Dueñas, junto a Mesas de Asta, se encontraba la laguna del Mortero que aún se mantenía con ese nombre hasta comienzos del siglo XX, muy próxima a las marismas de Asta. Se trata de una laguna estacional cuya cubeta fue utilizada como balsa de vertidos industriales por la Azucarera de Guadalcacín durante más de 30 años desde finales de los 60 del siglo pasado, si bien ahora se encuentra en vías de recuperación. En la Dehesa de Sepúlveda, próxima a la Dehesa de los Potros y al arroyo Salado (junto a la actual pedanía de Estella del Marqués) se hallaba la laguna de Torres y en este lugar se conserva también el topónimo de “majada de las Lagunillas”. Este humedal desapareció tras los drenajes que se realizaron para mejorar las tierras repartidas a los colonos de Estella a mediados de los 50 del siglo pasado. Hoy la veríamos junto a la carretera que une esta pedanía con el circuito a la altura de la Finca Los Potros.



Muy cerca de este lugar, en el buhedo de Garciago, junto al Salado, “existía también otra laguna en medio de la vega”, cuyo recuerdo aún puede rescatarse en las albinas y grandes charcas que se forman hoy día en este mismo lugar, en la urbanización Prados de Montealegre, próxima a Montecastillo.



En la Dehesa del Almirante, junto a la Suara, estuvo la laguna Seca, ya desaparecida, en las proximidades del Guadalete, en terrenos que hace décadas alteraron las extracciones de gravas y arenas.



En la Dehesa de Chipipe, junto a la de Rajamancera (de la que luego nos ocuparemos) se menciona también otra pequeña laguna que, a diferencia de aquella, aún se conserva en la actualidad junto al cortijo del mismo nombre y a la que se accede por la barriada rural de Cañada del León.

De la que no queda rastro es de la laguna de Albadalejo, ubicada en la Dehesa de los Carniceros, en los Llanos de Caulina y que identificamos con las zonas encharcadizas que se sitúan en los accesos a la autopista de Sevilla en las cercanías del Hato de la Carne, donde los años de grandes lluvias pueden verse también algunas albinas.

En el donadío de Torrox se menciona la laguna del mismo nombre que fue alterada y transformada la década pasada en un gran estanque con aliviadero vertiente al río Guadalete. En la Dehesa de Diego Mirabal, en la zona sur del alfoz, entre las tierras de Martelilla y El Guadalete, se tiene noticia de las lagunas del Somidero y de las Aves. Emilio Martín recoge también registros documentales de la presencia de esteros, albinas y una laguna, la de las Cabras en la Dehesa de la Fuente de la Zarza, camino de Puerto Real, en cuyas proximidades están también las marismas de Cetina.



En la Dehesa de las Quinientas Aranzadas se ubicaba la laguna del mismo nombre (de la que ya nos ocupamos la semana pasada) y próxima a ella, la laguna de la Isleta, junto a la Cañada de Medina, en la zona de Las Pachecas, un humedal estacional parcialmente desaparecido.

En el sector oriental del término, en la Dehesa del Alcornocalejo aún persiste laguna de Marimorena, a la que se hace referencia con diferentes nombres en fuentes escritas desde los siglos medievales. Por último, en las faldas del Picacho y del Aljibe, en los confines del término de Jerez y próxima ya a las tierras de Cortes, se menciona la laguna de los Taconeros. En estas faldas se conserva todavía el topónimo de las Taconeras (2) y el citado humedal podría corresponderse con la actualmente denominada Laguna del Moral, a la que se accede desde La sauceda en una interesante ruta senderista.



Nuestros humedales en el siglo XIX.

Durante la época medieval y más tarde, con las roturaciones de tierras comunales y de baldíos llevadas a cabo en los siglos posteriores, algunos de estos humedales desaparecieron. Aunque de manera estacional muchos de ellos seguían encharcándose en los periodos de grandes lluvias, lo cierto es que sus nombres se pierden, poco a poco, en la memoria de los lugareños.



Una prueba de ello son las reducidas referencias a las lagunas y humedales de nuestro término que recoge Pascual Madoz (3), en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España (1845-1850). Entre las citadas figuran la Laguna de Alcornocalejo, ubicada en el actual término de San José del Valle y que en otras fuentes (4) se conoce también como Laguna de La Oscuridad, próxima al cortijo del mismo nombre. El mismo Madoz, al describir los caminos desde Arcos hasta El Valle, nos ofrece una tercera denominación de esta misma laguna (aunque se cita como otra distinta) al afirmar que “…sigue el camino por carriles de arena hasta llegar al cortijo del Sotillo, y pasando por su encinal, se vadea a ½ legua la garganta del Valle y se pasa por la laguna de Marimorena; a ½ legua de la barca del Majaceite…”. Marimorena, Alcornocalejo y La Oscuridad son tres nombres de un mismo humedal que aún se conserva en este mismo lugar en un hermoso paraje visible desde la Cañada de Arcos a Medina.



Al referirse a las lagunas más conocidas del término de Jerez, Madoz señala que “…son las tituladas de Torrós, Medina, El Cuervo, Rajamancera, Gami, Torres, Alcornocalejo y Caños de Uza.” Así, a las ya mencionadas de Medina y Alcornocalejo, se unen la de El Cuervo (otra denominación de la ya citada de Los Tollos o El Tollón) y la de Torrós, que no es sino la actual laguna de Torrox o Torró, como también se la denomina en otras fuentes.



La de Rajamancera, ya desaparecida, se situaba a los pies del Cerro de los Caravantes, y estaba próxima a la barriada rural del mismo nombre, y cercana también a La Ina, en un paraje próximo al cortijo de La Campana, donde se ubica una pista de aterrizaje de ultraligeros. Aún se observa en este lugar, junto a la carretera, el canal de drenaje que canaliza sus aguas al Guadalete, pese a lo cual, en los años de intensas lluvias, vuelve a encharcarse el vaso de este humedal.

La laguna de Torres, ya comentada, ocupaba una pequeña cuenca junto a la Cañada de Garciagos y de Bornos, en la finca Dehesa de Sepúlveda, en la zona que actualmente está comprendida entre la finca Los Potros y Los Garciagos, a la derecha de la carretera que une Estella con el Circuito.

No está claro si la laguna de los Caños de Uza mencionada por Madoz, se corresponde con el lecho encharcable de un antiguo meandro abandonado del Guadalete, o un pequeño vaso lagunar que debió existir en las tierras que se extienden junto al actual cortijo de Caños de Usa o de Aduza, junto al Palmar del Conde, en los Llanos de las Villas. En la actualidad, en el seno de los dos meandros que el río traza en este mismo paraje, situados frente a El Portal y la EDAR, y junto a las Casas de El Torno, se siguen conservando dos pequeñas lagunas formadas en los fosos de dos antiguas graveras abiertas en los años 60 del siglo pasado, que se mantienen con agua durante todo el año, al haberse alterado la capa freática y que se han naturalizado como nuevos humedales.



De todas las mencionadas por Madoz, la más alejada de la ciudad era la de Gami, pequeña laguna ubicada en las vallonadas forestales próximas a la Loma de Gami y al arroyo del Parrón, entre las casas de Abanto y Gami. Este paraje se encuentra a unos 8 km del Puerto de Gáliz, en dirección al Mojón de la Víbora, ya en los límites del término lindando con los montes de Cortes.

Noticia de otras lagunas en el siglo XX.



Damos otro salto en el tiempo para poner la atención sobre un valioso documento elaborado en 1948 denominado “Clasificación de las Vías pecuarias del Término de Jerez”, acompañado de un detallado plano que hemos podido consultar (5). Se mencionan aquí los trazados de las cañadas de nuestro alfoz, encontrándose también en él referencias a no pocos humedales. Un siglo después del Diccionario de Madoz, este documento vuelve a citar las lagunas de ya reseñadas por el citado autor, haciendo también alusión a la Laguna del Rey. Ya desaparecida, esta laguna de notable extensión, estuvo situada entre las dehesas de Sianca y Doña Benita, en las proximidades de la actual barriada rural de El Mojo, colindante con la Cañada de los Arquillos o de la Cuesta del Infierno. Actualmente estaría rodeada por los aerogeneradores del parque eólico de Doña Benita, y en los campos de cultivo de esta finca, todavía se puede apreciar la depresión del gran vaso que ocupaba, transformado hoy en tierra de cultivo al ser drenado con un canalillo que pasa junto a la actual estación depuradora de El Mojo.

Otro de los humedales mencionado a mediados del siglo pasado por el citado documento es la Laguna de la Isleta, ubicada en Las Pachecas, junto a la Cañada Real de Lomopardo o de Medina, en las proximidades del conocido pozo de Matasanos.



Esta laguna tenía forma circular y dejaba en su interior una pequeña isla, siendo modificada con las parcelaciones que en los años 50 y 60 del siglo pasado se hicieron en el diseminado de Las Pachecas.



En la actualidad aún se encharca de manera estacional su antiguo vaso, que se adivina rodeado de tarajes entre las casas de colonos de esta barriada rural y la fábrica de cemento.

No se llega a nombrar en este documento, ni en otros anteriores, la pequeña laguna de La Calera, situada frente a la conocida Casa de Postas que encontramos al pie de la antigua carretera de Arcos, en las proximidades de la Torre de Melgarejo, y que si figura en el Mapa Topográfico Nacional (edición de 1917), como una de las de mayores dimensiones de la zona. En este mismo lugar se construyó hace unos años un gran aparcamiento de vehículos para el Circuito de Velocidad, pero en sus márgenes hemos fotografiado en diferentes ocasiones las albinas que se forman en los años lluviosos y que nos recuerdan la existencia de este pequeño humedal.

El Inventario de Zonas Húmedas de 1985.

Nuestro recorrido, siguiendo el rastro documental y geográfico de las lagunas y humedales en torno a Jerez, nos lleva a 1985 cuando se publica el Inventario de Zonas Húmedas Naturales de la Provincia de Cádiz (6), donde de los 45 espacios naturales que se mencionan, 14 pertenecen al término de Jerez. Entre las lagunas figuran las más conocidas y ya citadas (Medina, Tejón, Canteras, Tollos, Quinientas, Torrox, Rajamancera…), incluyéndose además otras dos no mencionadas en los anteriores documentos: las lagunas de Mesas de Asta y de Bocanegra. La de Mesas de Asta se identifica con la antigua Laguna del Mortero.

La de Bocanegra se corresponde con una pequeña cubeta encharcable, en las proximidades del Cortijo de Roa la Bota, y colindante con la carretera que une El Portal con la laguna de Medina, alimentada por el arroyo del mismo nombre. Junto a ella se ha construido recientemente una subestación eléctrica si bien, parte de su superficie se ha rellenado.



No queremos alargar más esta relación de las lagunas que fueron y se perdieron y de aquellas que continúan existiendo, pero lo cierto es que nuestra campiña guarda muchos rincones donde aún se conservan humedales poco conocidos pero no por ello menos valiosos. Es el caso, por ejemplo, de las pequeñas lagunas de Besana Larga y de Los Fosos, ubicadas junto a la Casa de Las Piñas en la carretera de Paterna, a unos 2 km del cruce de El Pedroso; o la de Las Caballerías, en la finca del mismo nombre, en las proximidades de Martelilla y del Mojo y que en los años lluviosos puede apreciarse desde la Cañada de Medina, “la Puerta Verde de Jerez” (8).

En su “Guía de lagos y humedales de España” (7), los profesores e investigadores Santos Casado y Carlos Montes lamentan las amenazas y dan fe de la desaparición de algunas de nuestras lagunas señalando, en pasado, que “…sobre sedimentos modernos de origen fluvial… pueden citarse las lagunas de Las Quinientas, de la Isla o de las Pachecas, y de Rajamancera, que existían en el borde meridional de las terrazas del Guadalete, al pie de lomas margosas entre las que discurre la llanura aluvial. La intensa transformación agraria que han sufrido los fértiles terrenos de vega ha desfigurado casi por completo las características naturales de estos enclaves palustres”.



Para saber más:
(1) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004.
(2) Hoja del Mapa topográfico Nacional 1063 de Algar).
(3) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986. Págs. 14, 82 y 246.
(4) Como por ejemplo en el PGMOU de 1986.
(5) Clasificación de las Vías Pecuarias Término municipal de Jerez 1948. Ayto. de Jerez.
(6) Atlas Hidrogeológico de la provincia de Cádiz. Diputación Provincial de Cádiz. 1985.
(7) Casado de Otaloa S. y Montes del Olmo C.: Guía de los lagos y humedales de España. AMA. Junta de Andalucía. 1995
(8) VV.AA.: Inventario de Toponimia andaluza. Cádiz. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla 1990.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar en Lagunas y Humedales, Toponimia, Rutas e itinerarios, Parajes Naturales, Humedales en torno a Jerez (1). Un recorrido por las principales lagunas cercanas a la ciudad. y
  • Humedales en torno a Jerez (y 3). Un recorrido por las lagunas salobres, marismas y balsas.



  • Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 7/02/2016

     
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