Jerez y los elefantes.
Un curioso paseo por la historia con los elefantes como protagonistas.


En nuestra entrega de hoy “entornoajerez”, les proponemos un curioso paseo por la historia y los paisajes de Jerez y sus alrededores de la mano de los elefantes. Si, aunque les suene extraño, vamos a tomar la figura de este singular animal como hilo conductor de pequeñas historias que tienen como protagonistas a los elefantes que, de una u otra manera, tuvieron algún vínculo con la ciudad y su territorio. ¿Nos acompañan?

Los primeros elefantes. Una “visita” al Paleolítico.

En una pequeña elevación a orillas de un río, sin nombre todavía, una banda de cazadores nómadas ha instalado su campamento. En estos parajes, próximos a su desembocadura, su corriente es muy caudalosa y sus aguas se extienden por la llanura formando un gran pantano.

Por el lugar han avistado algunos caballos y ciervos que salen de entre los bosques cercanos y acuden aquí a beber y a pastar. Pero sobre todo han puesto sus ojos en los grandes elefantes que merodean por las orillas, a los que han observado moviéndose torpemente por estos aguazales. Han realizado un largo viaje desde la parte alta del valle, donde los animales son menos abundante y deciden establecerse por un tiempo para cazar, construyendo sus cabañas temporales con ramas y pieles en un lugar protegido entre los árboles desde donde se divisa el río.

Esta singular escena, u otra parecida, era posible observarla en tiempos remotos, durante el Paleolítico, en diferentes puntos de nuestra campiña, junto al Guadalete. Donde hoy sólo corretean entre los lentiscos y los acebuches los conejos, las perdices y algún meloncillo, en el mismo lugar donde pastan actualmente los caballos de la yeguada de El Palmar del Conde entre Las Quinientas y El Portal, podían verse en estos mismos parajes de la vega baja del Guadalete hipopótamos, rinocerontes, grandes ciervos o caballos salvajes… y elefantes. Hace de ello “sólo” 200.000 años (milenio más, milenio



menos), cuando el clima era más cálido y húmedo en nuestras latitudes. Estas mismas escenas, también con la presencia de grandes elefantes, se repetían durante el Paleolítico inferior en las laderas de Garrapilos (1) donde hoy se aloja la Yeguada Militar, en las proximidades de La Barca, o durante el Paleolítico Medio en Majarromaque, junto a las riberas del río.

Estos y otros muchos datos de gran interés, fueron aportados por los hallazgos que, hace ya un cuarto de siglo, llevaron a cabo un equipo de arqueólogos dirigido por Francisco Giles Pacheco, en el marco de un ambicioso programa de Investigación titulado “Prospecciones Arqueológicas Sistemáticas en la cuenca fluvial del río Guadalete” en el que, entre la paleo fauna de nuestro entorno cercano destaca la presencia en los parajes ribereños de los primeros elefantes de los que tenemos constancia en nuestro territorio (2). En 1989, cuando el equipo del Proyecto Guadalete realizaba el estudio arqueológico de los paquetes de arenas y cantos rodados que iban a ser explotados en la gravera de El Palmar del Conde (3), en las proximidades de El Portal, salieron a la luz numerosos cantos tallados, así como algunos restos fósiles de grandes mamíferos, entre ellos de elefantes.

Estos enormes paquidermos, de tamaño superior a los actuales, pertenecían a la especie Paleoloxodon antiquus y se extinguieron hace aproximadamente 30.000 años. Podían alcanzar los 4 m de altura y llegar a pesar entre 6 y 7 toneladas. Sus largos colmillos eran más rectos que los de los elefantes actuales, curvándose ligeramente hacia arriba.

Noticia de elefantes en la antigüedad.



Otra curiosa referencia a los elefantes en relación con nuestro entorno cercano nos la ofrece la numismática. En este caso no se trata de su presencia real en nuestros paisajes sino de su imagen, muy repetida, en las monedas de la antigua Lascuta, una ciudad estipendaria del imperio romano que acuño monedas de tipo libio-fenicio.

Aunque no está clara todavía la localización de este enclave (que pudo hallarse en Alcalá de los Gazules o en la Torre del Esparragal, en las proximidades de Gigonza…) lo cierto es que este territorio fue ya desde la antigüedad dependiente de “nuestra” Asta Regia, tal como se desprende del conocido Bronce de Lascuta. Se trata de un excepcional documento epigráfico fechado en el 189 a.C. (el más antiguo referido a la presencia romana en Hispania) en el que el general romano Lucio Paulo Emilio decreta que “los siervos hastenses que habitaban en la Torre Lascutana fueran libres y, así mismo, ordenó que tomaran y mantuvieran el campo y la plaza fuerte que en aquel momento poseían mientras así lo quisiera el pueblo y el senado romano” (4).



Sea como fuere, lo que aquí nos interesa destacar es que, entre las monedas atribuidas a la ceca de Lascuta, son frecuentes las que muestran en el reverso la silueta de un elefante. Una buena selección de ellas puede verse en la ya clásica obra de D. Antonio Delgado, “Medallas Autónomas de España” en la que figuran distintos ejemplares de monedas procedentes del entorno de Alcalá de los Gazules y de Mesas del Esparragal, procedentes de la antigua Lascuta. Muchas de estas monedas, con inscripciones en caracteres libio-fenices, muestran en su reverso la silueta de un elefante que simboliza a África, continente de procedencia de sus primeros habitantes, tal como apunta Francisco Mateos Gago, autor del capítulo dedicado a Lascuta (5)

Elefantes en Jerez en los siglos XV y XVIII.

A falta de nuevos datos que puedan desmentirlo, casi podemos afirmar que hubo que esperar hasta finales del siglo XV para que en nuestra ciudad pudiera verse un elefante. Este singular suceso tuvo lugar en el año 1480 como puede leerse en la obra Cronicón de Benito de Cárdenas, transcrita y publicada por el profesor Juan Abellán y en la que se da cuenta de los sucesos más importantes ocurridos en Jerez entre los años 1471 y 1483.

Entre la relación de hechos del año 1480 encontramos este curioso apunte: “Truxeron un elefante a esta çibdad de Xeres que nunca vino tal cosa a ella, vino de toda Castilla, que ganavan dineros por que lo viesen. Vino sábado a dies dias del mes de março de IVCCCCLCCC.” (6).

En aquel año, se viven en Jerez momentos de tensión y algunos caballeros veinticuatro han denunciado ante el rey al corregidor Juan de Robles, a quien acusan de haber vendido trigo a Portugal en la guerra que hasta octubre de 1479 había mantenido con Castilla. Son también los días en los que el jerezano Pedro de Vera, acaba de ser nombrado por los Reyes Católicos Gobernador de Gran Canaria para impulsar la conquista de las islas, y en los que se prepara la gran armada que para tal fin, partirá en agosto desde El Puerto de Santa María.

Y a ese Jerez llegó por primera vez un elefante el sábado 10 de marzo de 1480. A juzgar por la noticia, debía formar parte de alguna atracción ambulante que en su periplo habia recorrido “toda Castilla” despertando la admiración allá por donde pasaba como lo haría en nuestra ciudad. En el Jerez medieval no debieron ser muchos los entretenimientos públicos y junto a los juegos de cañas y lanzas que se celebraban en el Arenal, se hacían también pequeñas representaciones teatrales. A buen seguro que debió contarse para el ocio de las clases populares con las actuaciones de juglares, cómicos y saltimbanquis que de manera itinerante acudían por pueblos y ciudades. Sin embargo, la presencia del elefante, tuvo que suponer una atracción muy singular y muy rentable para sus propietarios “que ganavan dineros por que lo viesen” y para lo que debieron de contar con un recinto cerrado o con algún corral cercado donde presentar este fantástico animal.

La exhibición de animales exóticos, monstruosos o que presentaban algún rasgo fuera de lo común, fue siempre motivo de interés. De ello encontramos en nuestra ciudad algunos curiosos ejemplos que llamaron la atención de historiadores y cronistas. Este es el caso de un enorme cerdo que en el año 1674 fue mostrado en un privilegiado escenario y del que tenemos noticia por Sebastian Marocho quien en sus “Cosas notables ocuridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729” nos informa, entre los hechos destacados de ese año, que “trajeron a Jerez un marrano que pesó 430 libras; estuvo en la casa de las Comedias” (8). Ya en el siglo XVIII el mismo autor da cuenta de otra de estas exhibiciones muy del gusto de las clases populares y en esta ocasión cuenta como en 1737 “se vió este año un caballo blanco, comprado en Villamartín, con la natura en la cola como si fuera hembra” (9).

Pero si el primer elefante que visitó la ciudad en 1480 causo expectación, no debió ser menor la que provocó el segundo del que queda constancia documental. Y es que casi tres siglos después, volvemos a tener noticia de otro elefante en Jerez.



Sabemos de él por un curioso libro de Juan de Trillo y Borbóndonde están apuntadas todas las novedades acaecidas en esta ciudad… desde el año 1753” hasta 1836. En una escueta noticia fechada el viernes 12 de agosto de 1773 se dice que “pasó por esta ciudad, para regalo que llevaban al Rey, el elefante, y se fue al día siguiente” (10).

La visita debió suponer también una enorme atracción en una ciudad que en aquellos tiempos no ganaba para tragedias. Apenas unos meses antes, el lunes 5 de abril de ese mismo año, a las cinco de la mañana, Jerez se había visto sacudida por un terremoto que había despertado grandes temores, por lo que tres días después “salió en procesión de penitencia Nuestra Sra. de las Angustias, y fue al Calvario; y al sábado siguiente salió el Sto. Cristo de la Espiración y fue a la Iglesia Mayor”. Para colmo de desdichas “se quemó la casa de Comedias que estaba en la bajada de la Cárcel". Aunque para suceso desafortunado el que tuvo lugar el último día de ese año, cuando “pusieron la Cruz en la media naranja de la Iglesia Mayor y hubo un gran repique. Y al día siguiente 1º de Enero del año 74, cantando el Tedeum laudamus, estando en el repique el esquilón grande cogió a Antonio Orellana, y lo tiró a la calle, donde cayó muerto, rotos todos sus huesos” (11).

Este segundo elefante que pudo ser visto en Jerez tiene una curiosa historia que ha sido estudiada en distintas publicaciones (12). En ella se relata como a finales de julio de 1773 la fragata Venus de la Real Armada española, que procedente de Manila había realizado una larga travesía, desembarco en la Isla de León “un elefante asiático adulto que el gobernador de Filipinas don Simón de Anda remitía al rey Carlos III” (13). El elefante fue conducido hasta la corte por una partida militar y de operarios encargados de los cuidados del animal que recorrió a pie durante 42 días en etapas de 2/3 leguas, el largo itinerario que separaba San Fernando de la Granja de San Ildefonso, donde se encontraba el rey. En este largo viaje pasó por Jerez, Écija, La Carlota, Córdoba, Andújar, Bailén, Valdepeñas, Aranjuez o Carabanchel, hasta llegar a la Corte en La Granja. Partieron de la Isla de León la tarde del 16 de agosto, llegando a Jerez la mañana del 18. En este primer tramo del recorrido, el elefante y la partida que lo conducía, tomaron la Cañada de la Ysla y de Cádiz, llegando a Jerez procedente de Puerto Real después de rodear el estuario del Guadalete, por un camino que coincide con la actual “carretera de Bolaños”. El elefante cruzó el puente del río pasando por La Cartuja (14), acercándose a la ciudad para continuar después su ruta hacia Las Cabezas de San Juan por el camino de Sevilla y seguir después por El Arahal, Marchena y Écija hasta Córdoba.

Aunque no conocemos testimonios documentales de la respuesta de los jerezanos a su paso, más allá de la cita de Trillo y Borbón, suponemos que la expectación creada fue grande, como sucedió por todos los lugares por los que pasaba. En Córdoba, por ejemplo, un gran gentío seguía al elefante, debiéndose cortar los accesos al puente para evitar problemas. Tras su muerte en 1977 este elefante que pasó por Jerez fue naturalizado por el célebre taxidermista Juan Bautista Bru, pasando a los fondos del Museo de Ciencias Naturales donde desde entonces está expuesto, tal como muestran las fotografías que hemos incluido en esta página.

Este curioso episodio nos recuerda a la deliciosa novela de José SaramagoEl viaje del elefante”, en el que recrea un suceso parecido, cuando a mediados del siglo XVI el rey Juan II de Portugal ofrece a su primo, el archiduque Maximiliano de Austria, un elefante asiático como regalo que deberá recorrer media Europa hasta llegar a su destino (15).

Y la elefanta Buba…

Junto a los ya mencionados, otros muchos elefantes vinieron a la ciudad ya desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX de la mano del circo. El historiador Jesús Caballero Ragel menciona incluso algún espectáculo (¡qué horror!) de lucha de elefantes contra toros, que tuvo lugar en el coso jerezano, a partir de su reedificación por F. Hernández Rubio en 1894 (16). Aunque tenemos constancia de espectáculos de este tipo en Madrid, no hemos podido encontrar referencias documentales de los celebrados en Jerez a los que hace alusión este autor.

No podíamos cerrar este recorrido por los elefantes vinculados a Jerez sin mencionar a Buba, la elefanta africana que durante casi 24 años vivió en nuestro parque zoológico haciendo las delicias de grandes y mayores. Este entrañable animal, llegó al zoo jerezano en marzo de 1988, cuando era todavía una cría de cinco años, al ser adquirida a un zoológico de Lisboa donde había llegado desde Namibia, gracias “a una colecta de los niños jerezanos” con la ayuda de otros patrocinadores (17). Desde el primer momento, Buba fue una de las principales atracciones del parque, por lo que su marcha a comienzos de octubre de 2011 al zoo húngaro de Sóstó supuso una gran tristeza. Y a la vez una gran alegría al saber que el largo viaje que emprendía tenía como objetivo formar parte de “un grupo de elefantes amplio en el que va a tener la posibilidad de reproducirse” (18). Hace ahora justo un año, dos trabajadoras de nuestro parque zoológico tuvieron ocasión de visitar a Buba, “la última elefanta de Jerez”, en la reserva húngara de Sóstó donde vive actualmente. El encuentro fue emocionante y el animal reaccionó a las llamadas de sus antiguas cuidadoras reconociendo sus voces y mostrándose atenta a sus palabras… (19)-.



Ojalá que dentro de unos años pudiese volver a nuestro “Tempul”, ya con su familia, donde a buen seguro sería de nuevo la atracción del zoo y donde todos aguardan su regreso, un retorno que nos gusta pensar que tendrá lugar algún día. Y es que, como escribe José Saramago al comienzo de su delicioso El viaje del elefante: “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”.

Para saber más:
(1) Giles, F.; Santiago, A.; Gutiérrez, J.M.: Mata, E.; Aguilera, L.; (2001): “El registro arqueológico de los primeros grupos humanos en la comarca de Jerez y su contexto en el sur de la península. Resultados de un proyecto de investigación. Revista de Historia de Jerez, N.º 7. Cuaderno de arqueología. 2001, págs. 14-19.
(2) Giles, F..; Gutiérrez, J.M.; Santiago, A.; Mata, E. y Gracia, F.J. (1993): “Prospecciones Arqueológicas y análisis geocronológicos y sedimentológicos en la cuenca del río Guadalete. Secuencia fluvial y paleolítica del río Guadalete (Cádiz). Resultados de las investigaciones hasta 1993”. Investigaciones Arqueológicas de Andalucía 1985-1992. Proyectos. 211-227. Huelva.
(3) Giles, F.; Santiago, A.; Gutiérrez, J.M.: Mata, E.; Aguilera, L.; (1990): “Un tecnocomplejo del Pleistoceno Medio en la desembocadura del río Guadalete: el yacimiento achelense del Palmar del Conde”, Revista de Historia de El Puerto, 5.11-30. Sobre este mismo yacimiento: Giles, F.; Santiago, A.; Gutiérrez, J.M.: Mata, E.; Rodríguez, V.; (1990): “Aproximación a un complejo técnico del Pleistoceno Medio en la cuenca baja del río Guadalete. Casa del Palmar del Conde (Jerez de la Frontera, Cádiz)”. Xábiga. Revista de Cultura, 6. 83-97.
(4) González Rodríguez L. y Ruiz Mata, D.: Prehistoria e Historia Antigua de Jerez, en “Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval”. Tomo 1. Diputación de Cádiz. 1999, pp. 113-114.
(5) Delgado, A.: Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España, Sevilla, 1873, T. II, pp. 160-171 y láminas XLVI y XLVII.
(6) Abellán Pérez, J.: Cronicón de Benito de Cárdenas, Peripecias Libros, 2014, p. 47 y siguientes.
(7) Trillo y Borbón, J.: Libro en donde están apuntadas todas las novedades acaecidas en esta ciudad de Xerez de la Frontera desde el año 1753 y algunas otras que han ocurrido fuera de ella. Curiosidad observada por D. Juan de Trillo y Borbón, desde el referido año, en el cual comenzó a tener uso y retensión para ello. Jerez: 1890, Imprenta de Melchor García Ruiz, pp. 9-11.
(8) Marocho, S.: Cosas notables ocurridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729, Transcripción y notas de José Soto y Molina, Larache, Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos y Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, 1939, pp. 26.
(9) Ibidem, p. 38.
(10) Trillo y Borbón, J. de: Libro…, p. 10.
(11) Ibidem, pp. 9-11.
(12) Una síntesis completa puede verse en Sánchez Espinosa, G.:Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773”, en Goya, 295-296, Madrid, 2003, pp. 269-285. Las referencias a Jerez en la p. 270.
(13) Ibidem p. 270
(14) Torrejón Chaves, J.: El elefante que llegó a la Isla de León, Diario de Jerez, 6 de diciembre de 2016.
(15) Saramago, J.: El viaje del elefante, Alfaguara, 2008.
(16) Caballero Ragel, J.: La Feria de Ganados de Caulina, Diario de Jerez, 23 de marzo de 2010.
(17) “El Zoo contará con un elefante comprado por los niños de Jerez”, Diario de Jerez 29 de agosto de 1987.
(18) Miró, J.: Buba viaja camino de su nuevo hogar en un zoológico de Hungría. Diario de Jerez, 4 de octubre de 2011, p. 17.
(19) “Un emocionante encuentro con Buba cinco años después”, La Voz del Sur, 18 de octubre de 2016.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Miscelánea, Paisajes con historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 15/10/2017

Un Monumento Natural.
El Chaparro de la Vega: una encina centenaria.




En diferentes ocasiones nos hemos ocupado en estas páginas de los árboles y arboledas singulares de nuestro entorno y aún de algunos ejemplares que por su excepcionalidad han sido declarados “Monumento Natural”. Hoy nos acercaremos a conocer uno de los más excepcionales que conocemos, el Chaparro de la Vega, una encina centenaria que podemos admirar en la localidad sevillana de Coripe, junto a la Vía Verde de la Sierra.

Para llegar hasta este árbol de proporciones colosales, tomaremos la comarcal CA-339 que une Algodonales y Coripe. Tras recorrer las estribaciones de la Sierra de Lijar la carretera va ganado altura y se interna por entre cerros cubiertos de la típica vegetación del monte mediterráneo hasta alcanzar el Puerto de la Araña, que marca el límite entre las provincias de Cádiz y Sevilla.



A partir de ese punto y tras dejar atrás el Cortijo del Castaño, iremos descendiendo hasta el valle del río Guadalporcún. La carretera cruza la Vía Verde en un punto en el que se alza la Estación de Coripe, a 3 km de este pueblo serrano.

En las orillas del Guadalporcún.

Desde la estación, cuyo antiguo edificio fue remozado en su día como infraestructura hostelera y de servicios para la Vía Verde, parte un sendero perfectamente señalizado que nos conduce directamente al Chaparro de La Vega tras recorrer algo más de un kilómetro. El camino, habilitado para la circulación de vehículos, discurre en su primer tramo por la Vía Verde de la Sierra (en dirección hacia Puerto Serrano).



Justo antes de cruzar el impresionante Viaducto de Coripe sobre el río Guadalporcún, se desvía a la izquierda de la traza siguiendo paralelo al curso fluvial que nos acompaña en todo momento a nuestra derecha. El río se encajona aquí a los pies del imponente Cerro del Castillo, un monte de abruptos perfiles que cruza en su base el Túnel del Castillo. Al poco, el paisaje se abre en una llanada despejada de vegetación donde se adivina ya desde lejos la imponente silueta de nuestro monumental Chaparro.

Llegamos así a La Vega, un hermoso paraje abierto entre los cerros circundantes, donde crecen plantíos de nogales regados con el agua retenida en una pantaneta cercana que alimenta el arroyo de la Cañajosa. No faltan aquí tampoco, dispersas por las laderas de la que fuera una antigua dehesa, otros ejemplares de encinas, pinos piñoneros, acebuches, retamas, palmitos… Y en este lugar, ocupando el centro de un extenso prado y atrayendo también todas las miradas, se alza una de los árboles más singulares de cuantos puedan admirarse en el territorio andaluz: el Chaparro de La Vega.



Una encina monumental.



Cuando se apuntan las notables dimensiones de este ejemplar de encina (Quercus ilex L. subsp. ballota), las cifras y los números, aunque sorprendentes, apenas puedan darnos una idea remota de la armonía de sus formas, de la equilibrada composición que conforman su grueso tronco, sus portentosas ramas y su gran copa aparasolada.



Lo primero que llama la atención del visitante es el diámetro de su tronco, próximo a 1,20 m. En la base, su perímetro supera los 4,50 m. y medido a 1,30 m del suelo, se aproxima su contorno a los 4 m., lo que da idea de la regularidad del fuste que se divide en gruesas ramas secundarias a una altura aproximada de 2,50 m (1).

Si nos situamos bajo su copa, que llega en su punto más alto hasta los 13 m de altura, podremos admirar la poderosa estructura que componen sus ramas que, armoniosamente distribuidas, dan lugar a una inmensa cubierta vegetal de casi 30 m de diámetro. No es de extrañar que la encina proyecte una superficie de sombra muy cercana a los 600 m2 bajo la que pueden llegar a caber hasta 2000 personas. Por esta razón no



es exagerado afirmar que, como presumen los vecinos de Coripe, al cobijo de la inmensa copa del Chaparro quepa literalmente todo el pueblo. Estas considerables dimensiones, ya de por si asombrosas, se ven superadas por la belleza y armonía de sus formas que hacen de esta gran encina un Monumento Natural incomparable y es que, con esta figura de protección y de reconocimiento a un tiempo, fue declarado oficialmente en 2001 por la Junta de Andalucía, reconociéndose así los valores singulares que atesora este hermoso árbol (2).

En función del perímetro de su tronco, se ha calculado la edad del Chaparro de la Vega en torno a los 300 ó 400 años, si bien no faltan quienes le atribuyen más de 500. A buen seguro, el magnífico porte de esta centenaria encina ha permitido que sea respetada y cuidada a lo largo de los siglos y haya sobrevivido al hacha, al carboneo y al fuego, a diferencia de muchos árboles centenarios de la sierra, siendo además un hito paisajístico, visible desde la distancia, en los Llanos de La Vega en los que se enclava.

Hace tan solo unos meses, la Consejería de Medio Ambiente, atendiendo a la petición realizada por el Ayuntamiento de Coripe, llevó a cabo algunos trabajos de mejora en el árbol con todas las precauciones para no dañarlo. Se eliminaron así las ramas más bajas por las que algunas personas se subían al árbol y se podaron también las ramas muertas y de los “chupones” que ponían en riesgo el buen estado fitosanitario de esta preciada encina. Con estas actuaciones se ha contribuido también a evitar que las ramas secas pudiesen caer sobre los numerosos visitantes que acuden a La Vega a disfrutar de la contemplación de este monumento natural.





En el paraje de La Vega.

Y es que, conviene recordar que el Chaparro de la Vega es “venerado” y admirado por los vecinos de todos los pueblos cercanos (Algodonales, La Muela, Puerto Serrano, Olvera, Montellano, Morón…) y especialmente por los de Coripe, a cuyo término municipal pertenece el paraje de La Vega. En este mismo lugar se alza la Ermita donde anualmente se lleva a cabo la conocida Romería de Coripe que se celebra en honor de la Virgen



de Fátima
y congrega cada segundo domingo de mayo a numerosos visitantes de las poblaciones de la Sierra Sur de Sevilla y de la Sierra Norte de Cádiz. A decir de muchos, la romería no es sino un pretexto para “peregrinar” hasta el Chaparro de la Vega, en torno al cual se ha levantado una zona recreativa frecuentada ya durante todo el año.

La visita a este Monumento Natural justifica, por sí sola, una excursión que podrá completarse con los atractivos que nos ofrecen otros parajes cercanos. Así, podremos realizar un cómodo recorrido por la Vía Verde desde la Estación de Coripe hasta el Peñón de Zaframagón (6 km en dirección Olvera), o si tomamos la dirección de Puerto Serrano, adentrarnos en el cercano túnel bajo el Cerro del Castillo que, con 990 m, es el de mayor longitud de cuantos atraviesa la Vía Verde y que se encuentra perfectamente iluminado.



Un paseo por las riberas del Guadalporcún, una visita a Coripe, un paseo por La Muela para conocer los restos del antiguo convento del Juncal o un recorrido por las pistas forestales de la cercana Sierra de Lijar, podrán ser otras tantas opciones con las que completar nuestra excursión al Chaparro de la Vega.



Ya de regreso a casa contemplamos este magnifica encina a vista de pájaro, cuando la carretera gana altura, camino de Algodonales. Desde la lejanía sorprende también su majestuosa copa dejando claro por qué fue declarada como Monumento Natural.

Para saber más:
(1) Árboles y arboledas singulares de Andalucía. Sevilla. Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía, 2003, p. 46
(2) El Chaparro de la Vega fue declarado Monumento natural en 2001 por el Decreto 226/2001, de 2 de octubre, por el que se declaran determinados Monumentos Naturales de Andalucía, BOJA N.º 135 de 22 de noviembre de 2001, p. 18834.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Arboles y arboledas singulares, Parajes Naturales, Flora y fauna.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 8/10/2017

 
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