Por los Llanos de la Ina con don Rodrigo y Orelia.
La Batalla de Guadalete en la versión de Antoine de Latour (I).




Entre los hechos históricos que han marcado de manera determinante la Historia de España, se encuentra sin duda la conocida como Batalla de Guadalete que supuso la desaparición de la Hispania visigoda. En diferentes ocasiones, nos hemos ocupado en esta ventana a la historia y a los paisajes de la campiña que pretende ser “Entornoajerez”, de este singular episodio bélico del que hace unos años, en julio de 2011, se cumplieron los XIII siglos de su conmemoración.

Aunque en lo relativo a las fechas en las que aconteció la famosa batalla hay bastantes coincidencias (entre el 19 y el 26 de julio del 711), en lo relativo al espacio físico donde la contienda tuvo lugar existen no pocas discrepancias. La Laguna de la Janda, las orillas del río Barbate, los alrededores de Medina sidonia o Vejer, las tierras de Sidueña o los campos de Sangonera, en Murcia… son algunos de los escenarios donde diferentes historiadores han ubicado a lo largo de esos últimos siglos este decisivo enfrentamiento.

Sea como fuere, en la historiografía tradicional y aún en el imaginario colectivo, se habla siempre de la batalla de Guadalete para aludir a este suceso histórico y que historiadores como Claudio Sánchez Albornoz ubican en las orillas del Wadi Lakka, nuestro Guadalete. No es de extrañar por ello que, dada la cercanía del río a nuestra ciudad, muchos autores han vinculado algunos parajes de la campiña jerezana próximos al Guadalete, con el posible escenario de esta batalla, aunque a nadie escapa que a falta de fundamentos históricos se recurra especialmente a los literarios y aún a las leyendas. Este es el caso del paraje de los Llanos de Caulina, donde la sitúa el historiador gaditano Adolfo de Castro, entre otros, y del que ya nos ocupamos en otro artículo.



En nuestro paseo de hoy por los paisajes de la literatura y de la historia, en torno a Jerez, recorreremos los Llanos de la Ina y los alrededores del monasterio de La Cartuja y Lomopardo donde sitúa el escenario de aquella batalla el escritor francés Antoine de Latour.

Con Antoine de Latour por los Llanos de la Ina.

Considerado como uno de los primeros hispanistas franceses, Antoine de Latour llega a nuestro país en 1848 residiendo en Sevilla. Allí trabajó como secretario de los Duques de Montpensier, quienes habían instalado en esta ciudad su “corte” tras salir de Francia, agitada en aquellos años por los episodios convulsos que darían lugar a la segunda república. Nuestro personaje, como era habitual en todos los ilustrados, visita Jerez mostrando su admiración por los “inmensos campos de viñas” que encuentra en el camino que recorre desde El Puerto de Santa María. En el relato de su viaje no faltan referencias a la ciudad y a sus numerosas y afamadas bodegas, sus calles, al Alcázar, al monasterio de La Cartuja o al embarcadero de El Portal. Pero si algo llama la atención en sus consideraciones son sus amplias referencias a la Batalla del Guadalete.

En el prólogo del libro “La Bahía de Cádiz de Antoine de Latour”, Juan Manuel Suárez Japón repara también en el interés del escritor francés por este trascendental episodio bélico señalando que “…el Latour viajero y curioso, observador y narrador versátil, se nos marcha tras su imaginación desatada y romántica hasta el cercano Guadalete donde él decide situar el recuerdo de la batalla final de D. Rodrigo” (1). Vamos nosotros, de la mano de sus escritos y fabulaciones a recorrer de nuevo estos parajes, “testigos” de la batalla.

La visita al Monasterio de la Cartuja ha sido una constante en todos los viajeros que han pasado por Jerez (2). Latour cumplirá también con este rito (3) y, al describir los alrededores del monasterio anota: “… el río rodeaba melancólicamente el campo de batalla de don Rodrigo para perderse luego en la serranía de Ronda, llena también del recuerdo de los moros”. Tras dirigir su mirada a los Llanos de la Ina no puede por menos que evocar los episodios históricos



a los que añade tintes épicos: “Esta llanura del Guadalete es uno de esos circos que parecen formados para siempre para presenciar el desenlace, en un día determinado, de algunos de los enormes dramas que marcan las fases de la historia. Detengámonos un momento ante aquella fecha fatal de 711 y ante la gran catástrofe que tanto sitio ocupó en los anales de España… ¿Cómo narra la historia el brusco final de la dominación goda? Digo la historia y no los historiadores pues si los modernos, instruidos en una crítica más difícil y en una ciencia más exacta desecharon rigurosamente la leyenda, los antiguos fueron menos escrupulosos”.

Latour pasa revista a los relatos que sobre la Batalla de Guadalete escribieron los autores más relevantes. Critica la falta de rigor y el exceso de fabulación del padre Mariana quien en su monumental obra Historia general de España (1592), a decir de Latour, “no rechaza lo que la imaginación algo crédula de sus compatriotas fue añadiendo al primitivo relato de la caída de Don Rodrigo”. Al referirse a otro famoso historiador, Antonio Conde y a su célebre obra Historia de la dominación de los árabes en España (1820), le reconoce el mérito de fundamentar sus estudios de manera más sólida al ser “quien primero consultó en los autores árabes los elementos de su narración”, desterrando así muchos episodios procedentes de la leyenda y del que dice que “ni siquiera nombra a la hija del conde Julián” a quien todos los relatos de la historiografía más tradicional habían mencionado como un personaje “histórico”, y a quien autores anteriores venían asignando un papel importante en los hechos que desencadenaron la Batalla.

Latour elogia también los estudios de Modesto Lafuente, otro célebre historiador decimonónico que publica su gran obra Historia general de España (1850-1857) en los años en los que nuestro escritor francés reside en Sevilla. De sus aportaciones sobre los hechos de Guadalete dice Latour: “don Modesto Lafuente que en España y en el momento en que escribo eleva a su país un monumento en el que cada parte nueva extiende y consagra su autoridad, recuerda la tradición, pero ajustándose, como Conde, a las causas verdaderas y a los hechos incontestables”. Antoine de Latour está dispuesto a ser riguroso en su relato sobre la Batalla de Guadalete, pero deja entrever que no desdeñará las referencias que aporta la leyenda: “Sería mala voluntad por mi parte el no seguir tales ejemplos, aunque más adelante enfrente la tradición a la historia y busque la parte de verdad que en alguna medida se mezcla siempre a la fábula”.

La batalla de Guadalete según Latour.

Así las cosas, Latour relata como Teodomiro, lugarteniente de Roderico al mando del ejército godo, hace frente con mil setecientos jinetes a los doce mil hombres mandados por Tareg-ben-Zain (Tariq) a quienes no puede contener en Algeciras. La petición de ayuda a Roderico lo sorprende en el norte luchando contra los partidarios de Witiza: “intentó inmediatamente aliarse con ellos frente a aquellos que él, ignorante de la traición, llamaba el enemigo común… Roderico envió rápidamente lo que le quedaba de la caballería para reforzar el insuficiente ejército de Teodomiro. Esta ayuda, de por si escasa, llegó agotada e incapaz de detener las incursiones que ya habían alcanzado Medina Sidonia”.

Llegados a este punto del relato Latour comienza con las primeras concesiones a la fábula cuando escribe “el 25 o 26 de julio de 711, los dos ejércitos se encontraron a orillas del Guadalete cerca del lugar donde más tarde se elevaría Jerez. El lugarteniente del emir, en una carta que envió a Muza tras la batalla, cuenta que Roderico avanzaba en el combate sobre un carro adornado con mármol y tirado por dos mulas blancas. Tenía sobre la cabeza una corona de perlas y sobre sus hombros un manto púrpura bordado en oro”. Y sabedor del componente fabuloso de esta parte de su relato, que Latour ha recogido en la historiografía clásica citado por otros muchos autores, añade: “este detalle parece verosímil conocido el gusto de los bárbaros por el fasto”.

Tras los primeros enfrentamientos, descritos por el hispanista francés en términos épicos, y ante el estancamiento de la batalla, Tariq, al ver flaquear a sus tropas arenga a los soldados: “Conquistadores del Magreb, ¿adónde vais? ¿adónde os lleva una huida tan vergonzosa e imprudente?, delante de vosotros está el enemigo y detrás el mar. El único refugio está en vuestro valor y en la ayuda de Dios. Haced, musulmanes lo mismo que yo”.

Latour guarda para el desenlace de su relato un final épico y novelesco, muy al gusto de los escritores románticos. Así, Tariq, después de jalear a sus “voluntarios de la fe”, dando ejemplo de arrojo y de valor “… lanzó su caballo contra las filas enemigas buscando a Roderico con mirada fiera. El rey, por su parte, había descendido de su carro y mandado traer a su caballo Orelia. Si creemos a los historiadores árabes apenas si tuvo tiempo de ponerse a la defensiva: Tareg, se lanzó sobre él con todo el furor de su caballo y lo atravesó con su lanza y derribándolo le cortó la cabeza que envío al emir como testimonio de su victoria. Los moros, siguiendo su ejemplo se lanzaron sobre los cristianos con renovado ardor e hicieron una horrible matanza: “durante mucho tiempo, cuenta el historiador árabe, esta tierra permaneció cubierta de huesos blanqueados…”. “Así termina la batalla del Guadalete, así acaba la monarquía de los godos en España…”.



Para saber más:
(1) La Bahía de Cádiz de Antoine de Latour. Traducción y notas: Lola Bermúdez e Inmaculada García. Diputación de Cádiz., 1986. De esta obra (pp. 123-134) han sido tomadas las citas textuales entrecomilladas.
(2) Clavijo Provencio, R.: Jerez y los viajeros del XIX. B.U.C. Jerez, 1989. A este respecto puede también consultarse el libro de este mismo autor Viajeros apasionados. Testimonios Extranjeros sobre la provincia de Cádiz 1830-1930. Diputación de Cádiz, 1997.
(3) García Lázaro, J. y A.: Signos y dibujos en el patio de La Cartuja. Un paseo con Antoine de Latour, Diario de Jerez, 8 de noviembre de 2015.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, XIII siglos. Batalla de Guadalete, Los Llanos de Caulina como escenario de la Batalla de Guadalete: la versión del historiador Adolfo de Castro
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 26/11/2017

Estampas del puente de Cartuja.
Cuatro siglos de imágenes.

A Antonio Mariscal y los amigos del Clúster Turístico de Jerez



Esta semana el Pleno del Ayuntamiento ha solicitado por unanimidad la delcaración del Puente de Cartuja como Bien de Interés Cultural (B.I.C.). La propuesta ha partido en esta ocasión del Clúster turístico de Jerez y con anterioridad -y sin mucho éxito- la había planteado también en 2017 Ecologistas en Acción conel apoyo de otros muchos colectivos de la ciudad.

Con ese feliz pretexto, traemos hoy a los lectores un recorrido visual por la historia de nuestro viejo puente cuya construcción se inició en 1525, entrando en servicio en 1541, por lo que en unos años cumplirá cinco siglos de este emblemático "monumento" civil.

Las obras que en estos años se han realizado han mejorado el entorno del puente y de las riberas del Guadalete, eliminando de aquél la vieja tubería que tuvo adosada en el último medio siglo y devolviéndole parte de la imagen que se guarda de esta obra monumental en la memoria colectiva de muchos jerezanos. Con todo, aún faltan algunas intervenciones para recuperar su antigua fisonomía, esa que nos devuelven los testimonios gráficos que se conservan del puente y que hoy vamos a recordar.



Una de las primeras imágenes que tenemos del Puente de Cartuja es la que nos proporcionan los planos realizados en 1778 (1) para un proyecto de obras de reparación que se conservan en el Archivo Municipal. Los dibujos – de gran precisión- nos muestran la estructura del puente y de su cimentación y revelan la existencia de graves daños en uno de los pilares del arco central. La fuerza de la corriente llegó a descalzarlo ocasionando un leve hundimiento de una parte de la obra, patente aún en las cornisas de piedras que figuran sobre los arcos. De la misma manera, los planos detallan el funcionamiento del antiguo molino harinero de cuatro piedras, construido a finales del siglo XVI bajo uno de los arcos del puente, señalando el emplazamiento del azud original (que en esos años presenta una rotura) y el proyecto del nuevo azud (Foto I)



De mediados del siglo XIX es un conocido grabado del Puente de Cartuja que forma parte de una colección de 16 estampas de la ciudad con las que se ilustró, a modo de orla, el Plano Topográfico de Jerez de la Frontera (2), realizado en 1852 por el arquitecto municipal José San Martín. La imagen nos muestra un puente armonioso en el que destaca el molino y los almacenes del mismo (actual Venta de Cartuja). La vista está dibujada desde la orilla izquierda, aguas abajo del puente, mostrándonos en primer plano la isleta que se formaba en el Vado de Cartuja y que dividía en dos canales el cauce del río (Foto II). En su centro se aprecian unas artes de pesca, posiblemente un trasmallo o un “velo” para pescar sábalos, a las que se refiere en esa misma época Joaquín Portillo (3).



Entre los mejores testimonios gráficos del puente hay que destacar las fotografías realizadas por el fotógrafo jerezano Antonio Palomo González (1864-1944) -realizadas hacia 1900- cuyo fondo ha sido conservado y digitalizado por su sobrino-nieto Francisco Lozano Romero quien gentilmente nos las ha facilitado. En una de ellas se ofrece una imagen del puente tomada desde la orilla derecha, aguas abajo, donde se muestran siete de sus arcos, reflejados en la lámina de agua del río que presenta una anchura desconocida, esa que se quiere recuperar con las actuales obras de restauración. El puente mantiene todavía su originario pretil de cantería en el que, sobre el arco central, se aprecia el escudo de la ciudad de Jerez conservado en el Museo Arqueológico (Fot. III). Como puede observarse, muchos de los sillares que cubren los tajamares y los pilares muestran signos de deterioro, por lo que tal vez esta imagen pueda ser anterior a 1907, fecha en la que el ingeniero ubriqueño Juan Romero realizó obras de restauración de parte del revestimiento del puente (4). Tras los arcos del puente se observan los perfiles del islote de sedimentos depositados en la margen derecha, junto al molino, sobre el que crecen algunos álamos y que ha sido retirado recientemente. A nuestro juicio, esta acumulación se produjo a partir del s. XVII con la construcción del primitivo azud que cruzaba a cartabón el cauce del río y que facilitó la retención de limos y arenas que se fue incrementando en las sucesivas crecidas.



Otra de las imágenes, tomada desde el acceso al vado, junto al estribo derecho del puente, es de gran valor documental (Fot. IV). En ella vemos el puente en toda su magnitud, mostrándose el edificio del molino -ya desaparecido- que ocupaba el segundo arco y apreciándose los canales y muros separadores de la salida del agua de sus cuatro piedras. El molino había quedado inutilizado unos años antes (1895) tras una fuerte crecida (5). A los pies del puente se observa también su basamento, una sólida superficie sobre la que se asienta toda la obra, apenas cubierta por la lámina del río. Aguas abajo de la base del puente se forma un pequeño salto en el cauce, lo que nos hace suponer que hay marea baja y que la imagen pudo ser tomada antes de la construcción del azud de la Corta (en los años del cambio de siglo XIX al XX) ya que, como muchos lectores recordarán, cuando esta barrera no existía, la carrera de la marea llegaba aguas arriba del puente de Cartuja (6). En esta curiosa fotografía se aprecia también el muro que limitaba el cauce del río junto al estribo izquierdo del puente. Un dato llamativo que pone en evidencia la escasa profundidad del cauce, es la presencia de varias personas cruzando el vado a los pies del puente o situadas junto a sus pilares. En primer plano, un hombre y tres niños con sus capachos de esparto nos recuerdan como muchas personas vivían en aquellos años del río en tareas relacionadas con la pesca, la extracción de arena o la recogida de otros productos.



A la década de los 20 del siglo pasado pertenecen otras singulares fotografías que nos aportan también valiosa información sobre el entorno del puente de Cartuja. Una de ellas, fechada en 1921 nos muestra en primer plano un hombre y una niña posando sobre el muro del estribo izquierdo del puente, ese mismo muro que se ha descubierto en estos días con motivo de las obras de retirada de sedimentos que se realizan junto al puente (7). Como telón de fondo el puente, el río -que baja crecido- y el cerro de Lomopardo, que vemos aquí con sus perfiles originales (Fot. V).



Muy conocidas son también las que nos muestran una manada de toros abrevando en el río (Fot. VI) y la que recoge una imagen del puente y el molino con lo que parece ser un fotógrafo en primer plano (Fot. VII).



Ambas son obras del fotógrafo jerezano Enrique Butler Ortiz. La primera de ellas es similar a otra publicada en la Revista del Ateneo en 1925 (esta sin toros) (8), y nos recuerda como el Vado de Cartuja y los alrededores del puente, donde se asentaba un gran descansadero de ganado, fueron utilizados desde tiempo inmemorial para las aguadas de toros, vacas, ovejas y caballos. Son también muy conocidas otras imágenes con yeguas y caballos abrevando en el río junto al puente, procedentes del cercano rancho de Zarandilla, cuando el Depósito de Sementales y la Yeguada Militar tuvieron su sede en el Monasterio de La Cartuja en las primeras décadas del siglo XX. Otro dato de gran interés que aporta esta imagen es la disposición del muro del azud del molino, delante de los almacenes, que posteriormente quedaría enterrado por los sedimentos y que ha sido localizado recientemente en las catas arqueológicas que se realizan con motivo de las actuales obras de restauración de ribera. La segunda, tiene también un gran valor al ser una de las pocas imágenes antiguas del puente tomada aguas arriba. Fue realizada por Butler en 1923 como postal, y publicada también en la Revista del Ateneo en 1925. En ella se observa la isleta de su cauce con una gran acumulación de sedimentos, incrementada a buen seguro por los acarreos de la “gran riada de 1917” (9).



Más cercana a nuestro tiempo es una hermosa imagen del puente realizada a finales de la década de los 50 del siglo pasado por el ingeniero Carlos Fernández Casado en la que tanto la obra, como el puente muestran importantes variaciones (Fot. VIII). A decir del ingeniero, la silueta del puente de Cartuja destaca "por su extraordinaria ligereza y elegancia” y ello debido a que la relación de “macizo a vano es de 030” lo que le hace tener una estampa más estilizada y menos “maciza” (10) cuyo reflejo en la lámina del río ofrece una imagen muy armoniosa. El puente aparece aquí sin las dependencias del molino y con la barandilla metálica que sustituyó al pretil de sillares de piedra, y que mantuvo hasta su última reforma en 2012. De la misma manera aún mantiene visible en el estribo izquierdo el muro recientemente descubierto, mientras que en la orilla derecha se aprecia ya el aterramiento del cauce debido en parte a la actividad de los areneros, cuyos pequeños muelles de descarga de arena se aprecian también en la fotografía.



En relación con estos últimos es la curiosa fotografía de Genaro Capote, realizada a finales de la década de los 60 del siglo pasado (IX), que posee un gran valor documental por testimoniar la actividad de las muchas personas que se dedicaban a la extracción de arena del fondo del cauce, antes de la aparición a partir de los 70 de las grandes graveras a cielo abierto. Los areneros realizaban un trabajo de drenaje permanente del río con sus sistemas tradicionales de extracción y con sus dragalinas, lo que evitaba la acumulación de sedimentos y el crecimiento de la vegetación en el cauce que se multiplicaría en las décadas siguientes con el cese de su actividad. La fotografía de Genaro Capote nos muestra también esa aparatosa tubería que se adosó sin miramiento alguno al histórico puente a mediados de los 60 (afeando su silueta), y que conducía el agua al polígono del Portal desde una elevadora situada junto en la Ermita de la Ina. (11).



Terminamos este recorrido con una imagen reciente (X) que hemos captado hace tan sólo unos días donde el puente, desprovisto ya de la tubería, ha empezado a recuperar su antigua estampa. A ello han contribuido las obras de restauración de riberas que desde hace unos años ha emprendido con determinación la Consejería de Medio Ambiente, con el impulso y el compromiso decidido de sus técnicos, que queremos personificar aquí en la figura del ingeniero José María Sánchez García. Gracias a ellas se han retirado de este paraje los eucaliptos que invadían el cauce y miles de toneladas de sedimentos que lo aterraban. Estas obras continúan en estos días y están devolviendo al cauce del Guadalete la anchura que tuvo en los siglos pasados y al entorno del Vado de Medina el valor paisajístico que siempre le caracterizó. Unas nuevas escenas fluviales en las que el puente de Cartuja, nuestro histórico puente para el que se pide la declaración de B.I.C., empieza poco a poco a lucir como antaño.

Agradecemos a Francisco Lozano Romero, Genaro Capote, Ramón Clavijo y Cristóbal Orellana su amabilidad facilitándonos algunas de las imágenes que figuran en este reportaje.

Para saber más:
(1) AMJF, Legº N.º 151, exp. N.º 4608: Expediente formado para la composición del Puente d Cartuja desta Ciudad situado en el Río de Guadalete. Juez Executor el Sr. Correxidor. Escrivano mayor de Cavildo.
(2) San Martín, J.: Plano topográfico de Jerez de la Frontera. Grabado por Isidore Dalmont et Raynaud, París 1852. Curiosamente, las ilustraciones del plano figuran impresas “en espejo”, por lo que para la correcta interpretación de la relativa al puente hemos realizado un montaje, presentándola en su posición correcta.
(3) Portillo, J.: Concisos recuerdos de Jerez de la Frontera. Año de 1847. Edición facsímil, B.U.C., Ayuntamiento de Jerez, 1992, p. 42.
(4) Gavira Vallejo, José M.ª.: El ingeniero ubriqueño Juan Romero Carrasco… en http://loscallejones5u.blogspot.com.es/, (consultada el 7 de noviembre de 2016).
(5) García Lázaro A. y J.: El puente de Cartuja. Una obra monumental para la que se pide la declaración de B.I.C., Diario de Jerez, 29 de noviembre de 2017.
(6) García Lázaro A. y J.: Azúcar amargo: un siglo de azucareras en la campiña, www.entornoajerez.com, 30 de octubre de 2009.
(7) Caro Cancela, D. Clavijo Provencio, R. y González García, F.: 100 años de imágenes de Jerez, Colección La ciudad abierta, 3, La Luna Nueva, Jerez, 2010, p. 26. La imagen corresponde a una fotografía de Luis Cruz que figura en el Carnet oficial de festejos Jerez de la Frontera, abril 1921.
(8) Revista del Ateneo, 15 de octubre de 1925, Año II nº 15 p.54. De ambas fotografías existen senda fichas técnicas en Consejería de Obras Públicas y Vivienda. Agencia de Obra Pública de la Junta de Andalucía. Ficha descriptiva de material fotográfico.
(9) José y A. García Lázaro: La Gran riada de 1917. Serie de cuatro artículos publicados en Diario de Jerez en 12/03/2017, 19/03/2017, 26/03/2017 y 02/04/2017. Puede también consultarse y descargarse la siguiente publicación La gran riada de 1917
(10) Fernández Casado, C.: Historia del puente en España: puentes romanos. CSIC, 2008, p. 183.
(11) Jerez 1965-1970, Grafibérica, 1969


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Rio Guadalete, Paisajes con Historia, Patrimonio en el medio rural, Puentes y obras públicas.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 5/11/2017

 
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