Los baños en el Guadalete.
Un paseo por las playas fluviales de nuestro río y su historia




Si algo caracteriza de manera inequívoca la llegada del verano, es el inicio de la temporada de baños que, desde hace ya unas semanas, viene marcada por el éxodo de los jerezanos hacia las playas cercanas. Sin embargo, cuando en tiempos pasados se hablaba de “verano” y de “baños”, en lo que de verdad se pensaba era en bañarse en el río. En el Guadalete.



Los baños en el Guadalete.

Y es que las “playas de Jerez”, durante la segunda mitad del siglo XIX no eran Valdelagrana o La Puntilla, La Ballena o El Palmar… sino la ribera del río comprendida entre la Huerta de la Cartuja -junto al Monasterio- y el Vado de los Hornos. Este último lugar se corresponde con la actual barriada rural de La Corta, donde a comienzos del siglo XX se construiría un azud para los regadíos de los Llanos de las Quinientas.



Los alrededores del Puente de Cartuja y de El Portal fueron también otros parajes fluviales a los que los jerezanos acudían para bañarse en el Guadalete. El investigador de nuestra historia ferroviaria Francisco Sánchez Martínez, nos informa que ya en el verano de 1854, recién inaugurado el primer tramo del ferrocarril entre Jerez y El Puerto de Santa María, “…la empresa ferroviaria establecía un servicio especial para llevar a la gente a tomar los baños en el río Guadalete junto al muelle del Portal, los precios de ida y vuelta eran de 3 reales/v en 3ª clase, y 5 reales/v en 2ª clase”. (1)

En la segunda mitad del siglo XIX los baños en el río debieron ser muy populares y, para regularlos, el Ayuntamiento de Jerez elaboró las correspondientes Ordenanzas Municipales de Baños Públicos en el Guadalete. Esta normativa se publicaba con la llegada del verano, época en la que los jerezanos encontraban en el río el mejor lugar de esparcimiento. Su lectura detenida nos aporta curiosas referencias sociológicas de esa época en la que todavía no estaban de moda los baños de mar. Como ejemplo de ellas, sirvan las correspondientes al año 1873 en las que se incluyen artículos realmente llamativos:

Art. 281. La temporada de baños en el río Guadalete durará desde el 16 de julio al 8 de septiembre ambos inclusive. Antes ó después de esta fecha sólo podrán bañarse los que justifiquen por certificación facultativa la necesidad de hacerlo, adquiriendo al efecto el competente permiso. El Alcalde podrá, sin embargo, anticipar el principio de la temporada ó hacerla más duradera, si la estación ó cualquiera otra circunstancia aconsejase alguna de estas variaciones.

Art. 282. Para los baños al aire libre se señala el espacio que hay entre los sitios llamados Vado de los Hornos y Huerta de la Cartuja, reservándose a toda hora para las mujeres una cuarta parte del dicho sitio, a contar desde el primer punto.

Art. 283. No podrán establecerse cajones para baños sin permiso previo de la alcaldía, siendo de cargo del que lo solicite, sufragar los gastos de reconocimiento pericial que se efectúe y hacer todo lo que se le prescriba para la debida seguridad de los bañistas.

Art. 284. Se prohíbe que se bañen los niños si no van acompañados de personas mayores: así como que lo hagan juntas personas de distinto sexo, aún cuando estén casados. Los individuos pertenecientes á establecimientos de Beneficencia necesitarán además el permiso de sus jefes.

Art. 285. Todos los bañistas quedan obligados á usar, según su sexo, el traje que la decencia prescriba, prohibiéndose además cruzar el río á nado, promover juegos ó alborotos dentro del agua, y en absoluto todo hecho ó dicho ofensivo á la moral.

Art. 288. En el Puente de Cartuja y sitio del Portal, se bañarán los caballos y demás bestias con absoluta prohibición de ejecutarlo en otro punto. En estos mismos sitios y otros no señalados para baños de personas podrán los laneros, tintoreros, etc., lavar los efectos propios de sus artes y oficios durante la temporada de baños, verificándolo en las demás épocas donde lo crean más conveniente.

Art. 289. Los que contravinieren las disposiciones de este capítulo incurrirán en la multa de 2 a 25 pesetas, según los casos
.”

La Corta y los alrededores del Puente de Cartuja, fueron lugar habitual de baños hasta la década de los 60 del siglo pasado, época en la que los vertidos urbanos e industriales convirtieron al río en una cloaca. En una de las fotografías que ilustra esta entrada, puede verse a nuestro viejo amigo Pepe Salas, disfrutando de un baño con sus amigos en el río en la década de 1950. Parajes como los de La Greduela, Bucharaque (en La Barca), Tablellina, en las cercanías de la Junta de los Ríos… fueron otros tantos lugares de baños en el Guadalete, antes de que la contaminación terminara con ellos.

Baños en el río en El Puerto de Santa María.

En El Puerto de Santa María, junto a los baños de mar en la Playa de La Puntilla, el verano se anunciaba también con los baños en el Guadalete. Como ha estudiado el historiador portuense Enríquez Pérez Fernández (3), existen ya noticias de regulación municipal de los baños en el río desde 1816, cuando se concedió en exclusiva a la Casa de Niños Expósitos la facultad de instalar barracas, cajones y aposentos para los baños "aplicando su producto al aumento del salario de las nodrizas o amas de cría y a las demás urgencias y necesidades que padece la casa y los inocentes niños".

Pero será a partir de 1860 cuando empiezan a adquirir más relevancia. La temporada se iniciaba con el verano, por San Juan, debiendo ponerse fin a la misma después de la Virgen de los Milagros, el 8 de septiembre. Como sucedía en Jerez, también en El Puerto hombres y mujeres ocupaban espacios diferenciados, estableciéndose multas de cuatro ducados a los hombres que fueran sorprendidos en la zona reservada a las mujeres. En esta época operaban tres empresas de baños en el río y una en La Puntilla, lo que da idea de la importancia de los baños en el Guadalete frente a los de mar. Para facilitar los baños en el río y evitar los peligros de las corrientes, se instalaban en la orilla barracas y una pasarela que comunicaba con una estructura de madera techada, situada en el río, donde se encontraban los baños flotantes, con cajones sumergidos que impedían que los bañistas pudieran ser vistos (4).

Entre las escasas imágenes que se conservan sobre aquellos baños en el río destacan por su espectacularidad las del arquitecto y fotógrafo jerezano Francisco Hernández-Rubio, rescatadas por Adrián Fatou y que pudimos admirar hace unos meses en la magnífica exposición “Arquitectura de una mirada”. Realizadas en los primeros años del siglo XX, se observan en ellas los bañistas en la orilla del río, a los pies del antiguo Puente de San Alejandro, con las salinas al fondo, desde el que se lanzan al Guadalete los niños y jóvenes en atrevidas piruetas (5).

También en El Puerto –como en Jerez- el Guadalete quedará vedado para el baño a partir de la década de los 60 del siglo pasado, como consecuencia de la contaminación de sus aguas. Habrá que esperar hasta julio de 1995, tras más de una década de lucha por la recuperación del río y la puesta en marcha de un Plan de Saneamiento, para que los colectivos ciudadanos y ecologistas integrados en la Federación Ecologista Pacifista Gaditana, celebren la fiesta “El Guadalete empieza a vivir” dándose un simbólico “baño popular” en las aguas del río Guadalete que empieza, por fin, un proceso de lenta recuperación.

Una bañista de excepción: Fernán Caballero.



De la mano de una de nuestras más renombradas escritoras decimonónicas, Fernán Caballero, podemos hacernos una idea muy aproximada de cómo eran aquellos baños en el ríoGuadalete a mediados del siglo XIX. Lo describe con detalle en una de sus novelas más célebres “Un verano en Bornos”, escrita en 1850.

Cecilia Böhl de Faber se deshace en elogios hacia esta localidad serrana señalando los baños en el río Guadalete como uno de sus atractivos: “Este pueblo es muy lindo y tiene un indisputable aire señorito (así traduzco el come il faut francés).

Se deja ver que la esplendidez con que Cádiz en otros tiempos esparcía, y aún tiraba el dinero, lo hizo llegar a este apartado lugar, al que vendrían aquellos millonarios que sabían serlo, á buscar el bienestar y la salud que procuran sus aires puros, sus hermosas aguas y los baños de su río, suaves y tónicos á un tiempo, por afluir a él en estas cercanías algunas fuentes minerales
”.

En su Carta VII descubrimos las “casetas” de baño de la época y la curiosa forma en que se construían y utilizaban: “Hemos empezado los baños en el río. Según la costumbre establecida aquí, nos han hecho una choza anfibia, esto es, que se asienta en la orilla y se prolonga en el río. La parte acuática está sin techar, pues nos bañamos á la caída de la tarde, cuando ya el sol ha descendido; sus cuatro paredes de cañas, castañuelas y junco vano, unidas por una tomiza de palma y sujetas á unos postes con jical de esparto, forman una florida alberca de agua corriente y tibia, muy preferible á las de alabastro con sus estancadas aguas. El buen hombre que la hizo, dejó en el fondo una puerta abierta para que la persona que quisiese pudiese salir al río; pero mi madre me había prohibido hacerlo, porque, aunque no es profundo, le habían advertido que tenía ollas, esto es, unos hoyos en que es muy fácil caer y ahogarse la persona que no sepa nadar” (6).

En las distintas cartas que componen “Un verano en Bornos”, Fernán Caballero menciona en muchas ocasiones estos baños en el Guadalete: “…el río y el aire son bienes comunes; cada cual puede disfrutarlos sin acreditarse por eso de socialista”, llega a decir en una de ellas. En su carta VIII resume lo que suponen para ella los baños, a través de uno de sus personajes: “Luisa mía: nada me prueba tanto como la benéfica influencia que sobre mi han ejercido estos aires y estos baños, como lo hace el bienestar moral de que por grados voy gozando”.

Las playas fluviales en la actualidad.



Hoy día, los baños en el Guadalete y en algunos de sus arroyos tributarios son una rareza… pero aún existen puntos donde se practican de la mano de nuevas instalaciones. Entre las pequeñas “playas fluviales” o parajes donde los vecinos acudían a bañarse mencionaremos las que existían en las riberas del Bocaleones o del Arroyomolinos. En este último arroyo encontramos la “Playita de Zahara”, nombre con el que se conoce a la adecuación recreativa instalada en su cauce hace apenas veinte años, donde la construcción de una represa en el cauce del arroyo ha dado lugar a una “piscina” natural de aguas cristalinas que cuenta con distintos servicios para facilitar el baño.

Aguas abajo de la presa de Zahara, se construyeron hace unos años pequeños azudes para crear una lámina de agua permanente en el Guadalete y facilitar el baño. Son los casos del Puente de la Nava en Algodonales y de La Toleta, en las proximidades de uno de los accesos a la Vía Verde, en Puerto Serrano. Ambos se encuentran hoy deteriorados. Atrás quedan los tiempos en los que familias enteras acampaban en las alamedas junto al puente viejo de La Nava, conocido como “el de los americanos”, para pasar unos días de “veraneo” junto al río y bañarse en sus aguas.



En la cuenca del Majaceite, uno de los rincones preferidos por los bañistas eran las inmediaciones del Puente del Arroyo del Astillero, muy cerca del poblado del Charco de los Hurones. Este lugar llegó a contar con instalaciones recreativas dependientes del Ayuntamiento de Jerez, hoy en estado de abandono. Aguas abajo, este mismo arroyo tenía otra zona para baños muy concurrida hace unas décadas, antes de que las aguas del embalse



de Guadalcacín la cubrieran: los alrededores del viejo puente del Picao, entre Tempul y Algar. El embarcadero de Bornos y el Club Naútico del Santiscal, en el embalse de Arcos son también otras zonas donde pueden verse bañistas.



En los últimos años, han surgido dos nuevas instalaciones a orillas del embalse que nos permiten disfrutar del contacto con la naturaleza, de los deportes acuáticos y del baño. Se trata del complejo del Tajo del Águila en Algar (con embarcadero, piscina, alojamientos rurales…) y la conocida como “Playa de San José del Valle”, (actualmente se realizan mejoras) una adecuación creada en las cercanías de la presa de Guadalcacín que cuenta con playa artificial acotada para el baño y embarcadero con piraguas, canoas y barcas.

¡Qué tengan ustedes un buen verano!

Para saber más:
(1) Sánchez Martínez, F.: “El Portal, su muelle, el arrecife a Jerez y el Ferrocarril (II)”, Diario de Jerez, 11/06/2013.
(2) Clavero, J. García Lázaro, A. y Grupo Entorno.: El Guadalete Empieza a Vivir. F.E.P.G., Consejería de Obras Públicas. 1996.
(3) Pérez Fernández, Enrique.: El vergel del Conde y el Parque Calderón: historia de dos paseos de El Puerto de Santa María. Biblioteca de Temas Portuenses. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, 2000.
(4) “Los baños de mar en El Puerto”. Diario de Cádiz, 20/07/2008. De este artículo hemos tomado la ilustración de las casetas de baño en el río.
(5) De la exposición “Arquitectura de una mirada. Francisco Hernández-Rubio, fotógrafo” comisariada por Adrián Fatou hemos tomado la fotografía que muestra a un joven saltando al río Guadalete desde el Puente de San Alejandro que ilustra la portada del libro-catálogo.
(6) Fernán Caballero.: Un verano en Bornos. Gráficas El Exportador. Jerez, 1985. Ed. Asociación de Amigos de Bornos. Pgs.161-162, 201-211 y 215.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 29/06/2014

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