
(Continua de la semana anterior)
Aunque desde la lejanía el viejo torreón de Torrecera se nos antoja, todavía hoy, una obra sólida y altiva, solo cuando nos acercamos hasta ella podemos apreciar el deterioro y la ruina de sus

Tras solicitar la correspondiente autorización, accedemos a la torre desde el aparcamiento de la bodega Entrechuelos y llegamos a ella en un corto paseo por una empinada cuesta que discurre entre olivares y viñedos. La base de esta construcción es de planta cuadrada y aunque no es posible conocer con

El tapial: una curiosa técnica constructiva.
Está edificada con la técnica de tapial, al igual que la cerca almohade de Jerez, procedimiento constructivo que puede apreciarse también en otras torres repartidas por el término, como las que se conservan parcialmente en el cortijo de Pedro Díaz, en el de Alíjar o en la cerca que rodea la torre de Gibalbín.

El observador curioso deducirá, a la vista de las numerosas huellas y marcas de los encofrados que permanecen todavía en los muros, algunos detalles de esta antigua técnica muy utilizada por los alarifes andalusíes. Cedemos la voz, por un momento, a Ibn Jaldun, el sabio musulmán

“…Otra rama, es formar las paredes con la sola arcilla. Se sirve para esta operación de dos tablas, cuya longitud y anchura varían según los usos locales; pero sus dimensiones son, en general, de cuatro varas por dos. Se colocan estas tablas en los cimientos, observando el espacio que debe separar entre ambas, conforme a la anchura que el arquitecto ha juzgado conveniente dar a dichos cimientos.





Cuando estos cajones se llenaban, apisonando las capas de argamasa fuertemente, y una vez que el mortero se había fraguado, se separaba el encofrado y se trasladaba para seguir completando el muro por hiladas horizontales. Completada la primera, se avanzaba en altura situando las tapias de manera contrapeada para evitar que las juntas verticales quedaran superpuestas, ganando así el muro en solidez. Para ello, como describen los mencionados autores,

La Torre en la actualidad.

Observando los restos de los muros de la torre puede apreciarse que la altura de las tapias es aproximadamente de unos 80-90 cm, llegándose a contar hasta 11 filas de tapias –la última muy destruida- en los sectores más altos de los paredones. La distancia horizontal entre los mechinales es también variable, siendo la más frecuente entre 75 y 80 cm. El muro orientado





La pared sur de la torre sólo conserva seis hiladas de tapias y, parcialmente, los restos de una séptima, mostrando también las mismas una composición uniforme. En la esquina en la que se une al muro oeste presenta también una preocupante grieta longitudinal.

Por último, los desplomes nos permiten observar, en el caos de bloques originado, el grosor y longitud de sus tapias. A juzgar por la erosión superficial de los materiales y por la altura de la capa de suelo acumulado entre ellos, el muro debió arruinarse hace mucho tiempo.
Un mirador excepcional.

Como el lector podrá suponer, un cerro elegido hace casi un milenio para la construcción de una torre vigía, debe contar con vistas panorámicas excepcionales que permitan controlar visualmente un amplio territorio. En efecto, el Cerro del Castillo (141 m), en cuya cima se emplaza un vértice geodésico, es también un mirador privilegiado que nos permite asomarnos a un amplio sector de la campiña gaditana. Así, desde cada uno de los lados de la torre, podemos contemplar el soberbio espectáculo que se nos brinda hacia los cuatro puntos cardinales.

Al Norte se divisan, en la lejanía, los perfiles de la Sierra de Gibalbín, cerrando el horizonte. A nuestros pies, en esta misma dirección, descubrimos los Tajos de El Infierno bordeando el meandro que forma el Guadalete en la extensa vega que se extiende entre El Torno, Torrecera, San Isidro y La Barca de la Florida, pueblos unidos por el curso del río al que delatan sus alamedas.

Son los paisajes del regadío y de los poblados de colonización que se aprecian desde aquí a vista de pájaro. Siguiendo el sentido de las agujas del reloj, destaca el blanco caserío de Arcos que se desparrama sobre su inconfundible “peña”.

Al Este, los relieves de la Sierra de Grazalema se nos muestran en toda su extensión y más cerca, los de las sierras del Valle, de las Cabras, del Aljibe… Al Sureste, en las laderas de la Sierra del Valle, junto a una gran cantera, se adivina la torre de Gigonza y puede seguirse también el curso de la cañada de Los Arquillos, por el valle donde discurre el Salado de Paterna y en el que sobresale el cerro, casi cónico, de Cabezas de Santa María. Sobre él, en la lejanía, queda Paterna, entre parques eólicos, y ya donde se pierde la vista, el castillo de Torre Estrella.

Hacia el Sur, despunta el cerro de Medina y, más cerca, el Cortijo de Torrecera, en el que destaca su pantaneta. Algo más hacia el Oeste nos llama la atención una zona de colinas cubiertas por monte bajo: son los Entrechuelos, Bajos y Altos, topónimo que da nombre a los vinos que se crían en las bodegas de la finca Torrecera, cuyas instalaciones observamos también desde aquí a vista de pájaro y cuyos viñedos crecen en estas faldas del Cerro del Castillo, cargadas de historia, llegando, como los olivares, hasta los pies de la Torre.

En dirección Oeste se aprecian, en primer plano, las tierras de los cortijos de Espínola y de Doña Benita, que albergan un gran parque eólico. Muy cerca de nosotros, despunta el Peñón de la Batida, sobre el Guadalete y los cerros de Chipipi.

Con un emplazamiento como este y unas vistas tan singulares, no es de extrañar que este lugar fuese escogido, hace ya casi un milenio para construir una importante torre vigía que jugó un papel estratégico en las luchas de frontera. La misma torre que acabaremos perdiendo si no se realizan en ella las obras de consolidación que detengan la ruina de sus muros.
Para saber más:
(1) Azuar, Ruiz, R.: ”Las técnicas constructivas en al-Andalus. El origen de la sillería y del hormigón de tapial”, V Semana de Estudios Medievales. Nájera. 1995, Pg. 133. (Traducción de J. Ferés, 1977).
(2) González Rodríguez, R. y Aguilar Moya, L.: El sistema defensivo islámico de Jerez de la Frontera. Fuentes para su reconstrucción virtual. Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2011,. Págs. 41-48.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
Puedes ver otros artículos relacionados en nuestro blog enlazando con :
- Un recorrido por las torres y castillos en torno a Jerez
- El Castillo de Berroquejo. Un sobreviviente de las luchas de frontera.
- Por La Torre de Pedro Díaz. Paisajes fronterizos en torno a Jerez.
- Patrimonio en el medio rural
- En la Torre de Melgarejo con Fernán Caballero.
Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 07/06/2015
2 comentarios :
Hola, muy buenas, le pido si puedo usar un de las fotos para una guía turistica de Andalucía
muchas gracias y saludos
Claro. Sin problemas.
Publicar un comentario