Cuando el bosque no deja ver los árboles.
Árboles singulares en torno a Jerez.




Es conocido el viejo refrán que afirma sabiamente que “los árboles no dejan ver el bosque”. Pero con frecuencia sucede lo contrario: es el bosque el que no deja admirar los árboles que encierra, los hermosos ejemplares que oculta, aquellos que atesoran algunas características más notables que los hacen destacar sobre los demás.

Desde hace unos años, sin embargo, están siendo posibles las dos cosas a la vez: disfrutar de los bosques y admirar los árboles más sobresalientes que albergan. Y ello gracias a una serie de publicaciones de la Consejería de Medio Ambiente que nos descubren los Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, con monografías dedicadas a cada provincia. Esta interesante iniciativa divulgativa se complementa con una práctica aplicación informática en la que se va actualizando los inventarios, incluyendo nuevos ejemplares que no aparecían en los libros editados años atrás.

Arrimándonos a los buenos árboles.

Sentimos desde siempre una especial fascinación por los árboles. Por esas encinas cuyas raíces se agarran a los peñascos calizos de las sierras más abruptas, allá en Benaocaz o Grazalema; por los pinos que se asoman a los acantilados en La Breña; por las robledillas que crecen, azotadas por el viento, en lo más alto del Aljibe; por los pinsapos que brotan con nuevos bríos en las paredes empinadas de la sierra de Zafalgar;



por los enebros marítimos acorralados en los acantilados de Roche, por los eucaliptos centenarios repartidos por tantos rincones de la campiña de Jerez; por los viejos y nudosos acebuches que custodian, como si de un lugar mágico se tratase, la entrada de la Cueva de las



Palomas, a los pies de la Sierra de las Cabras... Y es que nos gustan los árboles, en general y sin excepciones, sean grandes o pequeños, los de porte soberbio y majestuoso y los más discretos y humildes. Por esa razón, en nuestros recorridos por las campiñas y serranías en torno a Jerez siempre nosatraen las arboledas, los sotos ribereños, los “bosques isla” que se conservan en muchos lugares.



Hoy, sin embargo, reclamamos su atención sobre algunos de los más notables que, por su especial relevancia o destacada singularidad, reúnen todos los requisitos para ser considerados como emblemas de nuestro patrimonio natural (“Bienes de Interés Natural”, podríamos denominarlos, a imitación de los BIC) y que están siendo ya reconocidos al incluirse en inventarios y catálogos que garanticen su protección.



Como se recoge en la presentación del Inventario de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, “un árbol es considerado singular cuando destaca del resto de los ejemplares de su misma especie, bien sea por adoptar una forma poco habitual, tener una avanzada edad, poseer dimensiones excepcionales, adquirir un alto valor paisajístico, localizarse en lugares poco habituales para su especie,por su historia o tradiciones populares, o sencillamente por su rareza”.

Árboles singulares en torno a Jerez: lo mejor de nuestros bosques y dehesas.

De los 56 ejemplares que figuraban en el primer Inventario de Árboles Singulares de la provincia de Cádiz, se ha ido ampliando la lista hasta incluir los 80 actuales. Y aunque no están todos los que son, si puede afirmarse que son todos los que están. Como puede imaginarse, en esta acertada selección repartida por toda la geografía provincial, figuran los representantes más sobresalientes de las especies propias de nuestros ecosistemas (acebuches, alcornoques, encinas, enebros, lentiscos, pinsapos, quejigos, pinos…), pero también otros de especies foráneas (eucaliptos, ombúes, naranjos...) o



de algunas de escasa o rara presencia en nuestro territorio (arces, tejos…).

En el entorno de la campiña se encuentra un buen número de estos árboles y, si tuviésemos que elegir alguno de los que crecen en el término municipal de Jerez, destacaríamos el alcornoque de Rojitán, un soberbio ejemplar que crece en el paraje conocido como Llanos de



La Jarda, en terrenos pertenecientes a la finca de Rojitán que forma parte de los Montes de Propios de Jerez. El viajero que desde Jerez o Algar se dirige hacia el Puerto de Gáliz por la carretera de Cortes, fijará a buen seguro la vista en este magnífico alcornoque que por la armoniosa composición de su copa y su porte aparasolado, llama la atención aislado en un prado en las proximidades del punto kilométrico 58. Alcornoques singulares son también los de Berlanguilla (entre La Barca y San José del Valle) o el del Camino de las Playeras, en Arcos.

Los acebuches, que tanto abundan en nuestras campiñas y sierras, cuentan con ejemplares sobresalientes, como los de Berlanguilla o Los Cuquillos. El primero de ellos, sobresale entre un cultivo de algarrobos, destacando por su equilibrado porte y por las curiosas oquedades y hendiduras que se forman en la base del tronco y el fuste. El de Los Cuquillos, cercano al manantial del Tempul, es de mayores dimensiones. Ubicado en el paraje conocido como Majal de San Pedro, en una ladera junto a la carretera de Cortes, con el embalse de Guadalcacín y la Sierra de Aznar como telón de fondo, tiene más de 10 m. de perímetro de su base y una espectacular copa aparasolada que cubre una superficie cercana a los 350 m2. En tiempos pasados, cuando la finca fue propiedad de José Berdún Lorenzo, bajo su sombra se cobijaba el rebaño de 400 ovejas que pastaba en estos prados, según nos contaba su hijo Rafael.



Menos conocido, pero no menos hermoso ni destacable, es el taraje del Puente de La Barca de La Florida, un ejemplar singular por muchos motivos, ente los que destacan la gran altura de su copa, el notable calibre de sus troncos que brotan de una misma cepa y su magnífica estampa que se dibuja con el puente metálico del Guadalete como fondo. Aunque hace unos años se “podaron” algunos de sus troncos, el taraje supera los 10 m. de altura, descollando su copa por encima del tablero del puente y confundiéndose con las celosías de la estructura de sus grandes arcos metálicos.



De más difícil acceso para el viajero curioso son otros árboles singulares de nuestro entorno que, por encontrarse en puntos alejados de las carreteras o en el interior de fincas privadas, son menos conocidos. Son los casos del madroño de La Ventalleja, el tejo de El Marrufo, el piruétano de Berlanguilla o el mesto del Encinar de Vicos. Este último es un curioso ejemplar, híbrido entre alcornoque y encina, de más de



15 m. de altura que sobresale entre el bosque adehesado del Encinar de Vicos. Su formidable copa proyecta una sombra de casi 600 m2.

Por su porte arbóreo y sus notables dimensiones, llaman la atención varios ejemplares de singulares lentiscos, especie que habitualmente presenta porte arbustivo. Destacamos aquí los lentiscos del Pinar de Coy (o Coig), junto a la antigua carretera de Jerez a El Puerto, con alturas que superan los 6 m. Otro notable ejemplar es el lentisco de la Cañada de los Sotillos, vía pecuaria entre San José el Valle y Arcos. El lentisco se halla junto a la cañada, en las proximidades de la finca El Chaparral y de las centrales Termosolar y Térmica. Forma parte de un frondoso seto vegetal destacando por la formidable altura de su copa.

Otros árboles singulares de nuestro entorno son el conocido Pino de la Vereda (Chipiona), de inconfundible silueta, o el eucalipto del Pinar de La Algaida, magnífico ejemplar de más de 40 m. de altura que sirvió antaño de puesto de observación para los forestales que velaban en verano por el control de incendios. Presenta la particularidad de tener incrustados en su tronco unos aros metálicos, a modo de escalera, para acceder a la “torre de vigilancia natural” que fue en su día.

Entre nuestros árboles singulares favoritos, se encuentra también el conocido Ombú de Faín, que resiste el paso del tiempo y los embates de la voracidad urbanizadora, a los pies de la carretera que une Arcos con Algar. Junto a la entrada de una antigua hacienda de olivar, el Cortijo de Faín, este árbol originario del Cono Sur americano, llama la atención por el gran calibre de su tronco. Aunque ya se encuentra muy deteriorado y



su copa se ha reducido, el perímetro de su tronco en la base supera los 14 m. y medido a 70 cm. del suelo, los 10 m.

Aunque algo más alejado de nuestro territorio, no queremos dejar de referirnos a un auténtico Monumento Natural, figura de protección de la que gozan sólo algunos de los más sobresalientes árboles singulares. Se trata una encina centenaria: el Chaparro de la Vega, que podemos admirar en la localidad sevillana de Coripe, junto a la Vía Verde de la Sierra. Ubicado en un paraje de fácil acceso conocido como La Vega, el Chaparro domina, con su imponente silueta, una amplia zona de prados abiertos entre los cerros circundantes. Lo primero que sorprende al visitante es el diámetro de su tronco, próximo a 1,20 m. En la base, su perímetro supera los 4,50 m. y medido a 1,30 m. del suelo, se aproxima su contorno a los 4 m., lo que da idea de la regularidad del fuste que se divide en gruesas ramas secundarias a una altura aproximada de 2,50 m. Si nos situamos bajo su copa, que llega en su punto más alto hasta los 13 m. de altura, podremos admirar la poderosa estructura que componen sus ramas que, armoniosamente distribuidas, dan lugar a un inmenso parasol de casi 30 m. de diámetro. No es de extrañar que la encina proyecte una superficie de sombra próxima a los 600 m2 bajo la que, como presumen los vecinos de Coripe, cabe literalmente todo el pueblo. Estas considerables



dimensiones se ven superadas por la belleza y armonía de sus formas que hacen de esta gran encina un Monumento Natural incomparable.

No queremos terminar sin lamentar aquí las pérdidas de algunos de los árboles singulares catalogados. Unos, por los efectos del viento, que desgajó sus ramas, como el viejo madroño de El Gato (San José del Valle), otros, como el conocido lentisco de La Perdiz por el asfaltado de su entorno que acabó con el mínimo espacio que necesitaba para seguir viviendo.

Finalizamos este rápido recorrido por algunos de nuestros árboles singulares solicitando también, a ”quien corresponda”, la inclusión en este inventario de otros ejemplares, tal vez más modestos pero no menos valiosos, como los pinos de Cuartillo, el ombú de Gigonza, los lentiscos de Santa Teresa o de la Viña de Las Tablillas , los acebuches de la Cueva de las Palomas, los piruétanos del Cerro del Viento, el ciprés de Zarpa… Pero de ellos nos ocuparemos en otra ocasión.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 26/10/2013

1 comentario :

Marian dijo...

Me ha parecido un hermoso artículo porque a mí también me fascinan los árboles. Se disfruta su esplendor y se sufre su decadencia cuando se debe a nuestras agresiones.

 
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