Un paseo por la Sierra de Líjar (II).
Entre parapentes y alas delta.




El domingo pasado iniciamos un recorrido por la Sierra de Lijar, un gran mogote calizo situado entre La Muela y Algodonales, que ofrece al paseante impresionantes vistas de las campiñas y las sierras de Sevilla y Cádiz. En el primer tramo, atravesamos una amplia meseta cubierta por bosquetes de encinas, acebuches y algarrobos hasta llegar a la Casa de las Víboras.



En el paseo de hoy, terminaremos este cómodo itinerario circular que nos llevará hasta el punto de partida, pasando por las pistas de lanzamiento de parapente y ala delta. ¿Nos acompañan?

En la cabreriza de las Víboras.

En nuestro recorrido circular por la planicie de la sierra de Lijar hemos hecho un alto junto a las Casas de las Víboras, situadas en el rincón NE de la amplia meseta somital de la sierra, en las proximidades de la estación sismográfica del I.G.N. Apenas hemos recorrido 2 km desde que iniciamos el paseo, pero merece la pena detenernos un rato.

Este lugar tiene un encanto especial ya que nos muestra los restos de la antigua cabreriza de las Víboras ubicada en un pequeño prado, al borde de las laderas de El Canalizo, un estrecho valle cubierto de vegetación. Por él se encaja el Arroyo del Nacimiento, que salva un desnivel de casi 600 m, desde este lugar hasta las Casas de Lijar, situadas a los pies de la sierra en un hermoso paraje de huertas y manantiales, próximo a la carretera Algodonales-Olvera. Hasta la construcción de las pistas forestales por las que hoy llegamos a la planicie de Lijar, la única forma de acceso a la cabreriza era a través de un empinado sendero labrado en las laderas de El Canalizo, lo que nos da idea de que este apartado rincón en el que nos encontramos quedara fuera de las rutas senderistas y fuese, en buena parte, desconocido.



Hace apenas tres décadas se rehabilitó parcialmente el lugar y se construyeron unas pequeñas dependencias y almacenes de apoyo a los trabajos forestales que se realizaron en la zona. Pero lo que sin duda más nos llama la atención son los restos de la antigua cabreriza. Destacan aquí los cercados para el ganado que vemos junto a las casas, distinguiéndose hasta cinco encerraderos de diferentes dimensiones entre los que sobresale el gran corral central, casi circular, de más de 30 m de diámetro. Junto a él se mantienen aún en pie los muros y la estructura de la techumbre de la cabreriza, la choza en la que los pastores se refugiaban, que conocimos con su cubierta vegetal de ramas, cañas y brezo en una visita que realizamos en agosto de 1996.

Los vallados están construidos por sólidos muros de piedra seca que superan en muchos lugares más de 1,5 m de altura y 80 cm de espesor en su base. Destaca también el gran tamaño de los sillares situados a los lados de los huecos de paso, donde debieron apoyarse antaño las puertas del redil. Más de 250 m de muros se mantienen aún en pie dando al conjunto, cuando lo divisamos desde la lejanía, cierto aspecto de fortaleza antigua, de ruinas de un enclave prehistórico cubiertas en algunos rincones por la vegetación u ocultas por las copas de los árboles repartidos entre los corrales y que dan sombra al prado.



Algarrobos, ciruelos, perales silvestres, higueras… crecen en los alrededores del cercado, en uno de cuyos accesos despunta un lustroso pinsapo. Pero sin duda, lo que más llama la atención del paseante, especialmente si visita el lugar en primavera, es un curioso arbusto leguminoso, Anagyris foetida, conocido como “altramuz del diablo” o “jediondo”. Este arbolito, que alcanza aquí los 4 m de altura, resulta inconfundible por sus flores de color amarillo verdoso y por sus legumbres, que crecen con gran profusión y parecen pequeñas algarrobas de color verde. Al abrirlas, nos muestran sus semillas que recuerdan por su forma a los altramuces. Conviene resaltar que son tóxicas, por lo que en ningún caso hay que comerlas. Reconocible también por sus hojas trifoliadas, el “hediondo” es singular por muchos motivos, entre otros, por ser de las pocas especies europeas polinizadas por aves como mosquiteros o currucas.

Por la ladera Este hacia la torre de defensa forestal.

Retomamos nuestro camino siguiendo la pista que, desde aquí, inicia un suave ascenso y pronto presenta ante nosotros los primeros repechos. Se trata del único tramo donde el sendero se hace algo trabajoso, si bien lo veremos compensado por las magníficas vistas que se nos ofrecen a nuestras espaldas o, si nos asomamos un poco, en la orilla izquierda del camino, que pasa en esta zona muy cerca de los tajos. Así, apenas ganamos algo de altura, descubrimos un impresionante paisaje.



Al norte, los pueblos y las tierras de Montellano, El Coronil, Morón, Coripe… Más cerca de nosotros, despunta la mole rocosa del Peñón de Zaframagón que nos muestra en su flanco izquierdo la Garganta del Estrechón. Algo más al este y de izquierda a derecha, distinguimos el Peñón de Algámitas y la Sierra del Tablón cuyo pico de El Terril es la máxima altura de la provincia de Sevilla. El castillo de Pruna, el caserío de Olvera, los “peñones”, Torrealháquime, la Loma de la Cordillera…, van cerrando el horizonte donde también divisamos el monte que albergó la ciudad romana de Acinipo, los perfiles tabulares de las Mesas de Ronda y, cerrando el horizonte la mole del Torrecilla y la Serranía de Ronda.

La pista va dando la vuelta a la planicie de la sierra dejando ahora a nuestra derecha su zona central, presidida por una pequeña elevación cubierta de encinas, labiérnagos, madroños y algún pino. Más escasos son aquí los acebuches y los algarrobos, abundando ente la vegetación arbustiva que crece entre el roquedo calizo, jaras, matagallos, gordolobos, aulagas… Poco a poco van viéndose los frutos de las tareas de repoblación y la vegetación va cubriendo por este lugar las faldas del Tajo de las Palomas, que con 1032 m. es la segunda elevación en altura de las que coronan la planicie de Lijar. Conviene recordar que, aunque los incendios forestales de septiembre de 1985 causaron graves daños en la cubierta vegetal de estos parajes, esta sierra posee una gran riqueza florística como quedó demostrado en el Catálogo Florístico de la Sierra de Lijar (Aparicio, 1982), donde se daba cuenta de la presencia de más de 700 taxones. Como dato relevante, recordamos también que en estas cumbres vive un buen rebaño de cabra montés, sin duda la especie más relevante de la fauna de Líjar.

Apenas hemos caminado 2 km desde que salimos de la Cabreriza de las Víboras, teniendo siempre a la izquierda de la ruta los cortados de la sierra y unas impresionantes vistas del paisaje de las cumbres de la Serranía de Grazalema, divisaremos a lo lejos frente a nosotros la torre de control del Centro de Defensa Forestal situada junto al vértice geodésico de la sierra, al que nos dirigimos.

En las pistas de despegue de parapente y ala delta.

En este sector del camino habremos parado no pocas veces a contemplar el soberbio panorama que se nos ofrece a cada paso y, casi sin darnos cuenta, llegaremos a un punto en el que una cancela cruza el sendero. La franquearemos y, desviándonos un poco de la pista forestal, nos acercaremos hasta los miradores y las cercanas pistas de despegue de ala delta y parapente que veremos frente a nosotros, a la izquierda.



Se trata de las pistas de Levante, instalaciones para la práctica de estos deportes de aventura que han hecho famoso al pueblo de Algodonales y a la Sierra de Líjar.



Salvo que se trate de un día ventoso, a buen seguro que tendremos la oportunidad de contempla desde muy cerca los lanzamientos de parapentistas o de voladores de ala delta que han encontrado aquí uno de los lugares más privilegiados para disfrutar de este deporte de aventura.



Sea como fuere, asomarnos a esta privilegiada balconada, a la que se puede llegar también en coche, justifica sobradamente este paseo circular en torno a la sierra y la subida hasta Lijar.



Si desde los miradores que en la pista de subida se orientaban a Coripe contemplábamos los paisajes que se abrían al Norte y al Oeste, desde el situado junto a la pista de Levante, obtendremos unas vistas privilegiadas de la Sierra de Grazalema y de las tierras circundantes, al Sur y al Este.



Así, de izquierda a derecha, distinguiremos la Sierra de Montecorto (Málaga), presidida por el pico de Malaver. Junto a ella, la inconfundible silueta del Tajo de Lagarín (o Algarín), en cuya falda destaca el pueblo de El Gastor. Frente a nosotros, el embalse de Zahara embellece aún más si cabe este paisaje en el que este pueblo serrano, a los pies de su castillo, se nos antoja más hermoso que nunca. A lo lejos se adivinan los perfiles de la Sierra de Líbar.



Los más cercanos de Monte Prieto o el Puerto de Las Palomas pueden verse también desde el mirador. La crestería de la Sierra del Pinar se muestra desde aquí en toda su extensión dominando el panorama. Más a la derecha, siguiendo el horizonte, vemos también el pico de Sierra Margarita y cerro Verdugo, sobre el que se asienta Prado del Rey.



A nuestros pies, una inigualable vista "aérea" del caserío de Algodonales completa una escena que recordaremos durante mucho tiempo como una de las más espectaculares que pueden verse en estas sierras.

Volviendo sobre nuestros pasos retomaremos la pista y nos detendremos al pie de la torre de vigilancia forestal (CEDEFO), que sale a nuestro encuentro. La torre está abierta durante el periodo en el que se activa el dispositivo de prevención de incendios. Desde ella se divisan las tierras de este rincón de las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga. A sus pies veremos el Vértice Geodésico de la Sierra de Lijar instalado en su día por el Instituto Geográfico y Catastral, señalándola máxima cota de la sierra, con 1051 m.



Continuaremos el último tramo de nuestro camino por la pista que desde aquí empieza a perder altura atravesando por una zona en la que la vegetación se muestra menos densa debido al div>escaso desarrollo de los suelos, en los que aflora con mayor desnudez el roquedo calizo. En estos litosuelos, los amantes de la geología podrán encontrar un lugar idóneo para apreciar muchas de las formas externas que definen al modelado cárstico. Grietas y fisuras, pequeños sumideros, dolinas, callejones… pueden ser vistos en estos parajes en los que en las zonas más abiertas, la roca caliza presenta el aspecto característico de los lapiaces: afiladas crestas, aristas cortantes, oquedades y estrías… Algunas de estas simas fueron exploradas por la Sociedad Espeleológica GEOS, alcanzándose desarrollos próximos a los 40 m de profundidad.

Toda esta planicie, salpicada aquí y allá de llamativas peonías, de diferentes especies de orquídeas o de macizos de jacintos que llamarán la atención del paseante, actúa como una gran superficie de infiltración, de manera que las aguas de lluvia penetran hacia las cavidades internas del macizo para aflorar después, al contacto con el nivel de base impermeable que forma el sustrato margoso de edad triásica, por numerosas fuentes y manantiales que se abren a los pies de la sierra y en especial en sus laderas E. y NE.

Tras recorrer 2 km desde el vértice geodésico llegamos al punto donde iniciamos el recorrido, en el que habíamos hemos dejado el coche, cerrando así nuestro itinerario. Si queremos, podemos aprovechar en el camino de bajada para hacer un alto en el Mirador de Poniente, perfectamente señalizado.




También aconsejamos terminar la jornada con una visita a La Muela y a las ruinas del cercano Convento Carmelita de El Juncal, (a 500 m siguiendo la carretera hacia Olvera) del que aún se conservan restos de los arcos de su antigua iglesia. En 2006, con motivo del cuarto centenario de su construcción, se colocó una placa conmemorativa que así lo recuerda.




Ver Ruta por la Sierra de Lijar en un mapa más grande

Para saber más:
- Aparicio Martínez, A.:Catálogo florístico de la Sª de Líjar” Tesina de licenciatura. Universidad de Sevilla. 1982.
- Aparicio, A. y Cabezudo, B.: (1982). Aportaciones al conocimiento florístico de la provincia de Cádiz (Sierra de Lijar). Anales Jardín Botánico Madrid 38(2): 477-483.
- Bel Ortega, C. y García Lázaro, A. (1990): La Sierra Norte. Guías naturalistas de la Provincia de Cádiz. Diputación Provincial de Cádiz. Págs. 155-163.
- Ojeda, J., Díaz del Olmo, F.; Rubio, J.M. y GEOS (1987): El macizo de Algodonales (Cádiz): un modelo de karst mesomediterráneo. Gades, 15, 157-182.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 7/05/2017

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