
Jerez, primeros años del siglo XX. Dos hombres, Walter J. Buck y Abel Chapman, dos amigos naturalistas y cazadores casi a partes iguales, se disponen a salir una mañana de comienzos de mayo a un paraje situado en las cercanías de la ciudad para disfrutar de una agradable jornada de campo. Vamos a acompañarles a los cerros de Chipipe (también nombrados como Chipipi o Chipepe), para disfrutar del contacto con la vida salvaje y asomarnos con ellos a los tajos del Peñón de La Batida, cercano a Torrecera, junto al Guadalete.
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Walter J. Buck –Don Gualterio- se había establecido en Jerez en 1868 como exportador de vinos, asociándose unos años más tarde con la familia Sandeman. Agente consular británico y reconocido naturalista, tuvo su residencia desde 1879 en el Recreo de las Cadenas, donde en sus jardines mantenía una apreciable colección de animales en semilibertad y grandes pajareras. Entre otros, destacaba un lince al que tenía como “animal de compañía”, tal como nos recuerdan las fotografías de la época (1).
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En el Recreo de las Cadenas recibirá en muchas ocasiones a su buen amigo Abel Chapman, padrino de su hija Violet, prestigioso ornitólogo y cazador, toda una autoridad en caza mayor africana, con quien realizó numerosas expediciones cinegéticas y naturalistas por toda España.

Un paraíso para la avifauna.

“Cabalgando cómodamente durante medio día desde Jerez se llega a los riscos de Chipipi, que se levantan como niveles almenados desde el sinuoso río que está en su base. Es una bella



Buck y Chapman nos describen con todo lujo de detalles la rica avifauna de los sotos ribereños del Guadalete que se extienden entre la Vega de El Torno y la Vega de Espínola, a los pies del actual Cerro de los Yesos, también conocido como Peñón de la Batida.

Estos parajes conservan aún buena parte de la vegetación descrita (álamos, sauces, algunos fresnos y olmos…) si bien muchos ejemplares de aquellas especies autóctonas del bosque galería han sido desplazados por los eucaliptos. De la misma manera, algunas de las especies animales citadas ya no son tan frecuentes en las alamedas.

En el mismo relato, los autores nos describen después una “cruenta” escena silvestre en la que un alcaudón real captura a un lagarto, o nos cuentan como dieron caza a “una culebra que tenía 5 pies y medio de largo y contenía en su interior dos conejos que habían sido tragados enteros por la cabeza; uno había sido digerido en parte”: ¡Naturaleza salvaje en estado puro en las cercanías de la ciudad!.

De su interés científico por confirmar las diferentes especies que desconocen da prueba el siguiente hecho: ”otra serpiente, bastante pequeña, nos sorprendió pues no la habíamos visto nunca. La embotellamos en alcohol y la mandamos al British Museum, Posteriormente llegó la respuesta agradeciéndonos el “lagarto Blanus cinereus”. ¿Un lagarto? En fin, aprendimos la lección. Hay lagartos sin patas y éste era uno de ellos, la culebrilla ciega”.
Águilas, búhos, alimoches… y mariposas.

El paraje, aún depara más novedades zoológicas y nuevas escenas de caza, como aquella en la que una mantis religiosa se da un festín de mariposas: “en un sombreado claro se ven por doquier las alas de las mariposas. Si se examina de cerca algún arbusto, se descubrirá un ojo
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Después de estas descripciones los autores fijarán su atención en las rapaces ya que acuden a estos cortados rocosos de yeso, que caen a plomo sobre el Guadalete, atraídos por la presencia de las águilas a las que han venido observando desde hace varias décadas: “Durante más de

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De gran interés es también el relato de su encuentro con el guarda de la finca, quien vigila ese territorio rico en caza que constituyen los cerros que se extienden entre la Dehesa de Espínola y el cortijo de Chipipe y el río. Esos mismos cerros que hoy en día se hayan cubiertos de una densa vegetación arbustiva (acebuche, coscoja, lentisco, carrasca…) que da cobijo a un buen número de especies animales. Así es como lo describen: “Las colinas cubiertas de matorral ralo que se levantan sobre nuestro cantil están protegidas, y habiéndonos encontrado al poco con el guardabosques intentamos (pues aquel total diario de cuatro perdices más unos cuantos conejos nos había impresionado mucho) defender a nuestras amigas las águilas, asegurándole que le prestaban un buen servicio al matar serpientes y lagartos (lo cual no es cierto). “Sí señor”, contestó, añadiendo “¡y los insectos!”


El Peñón de la Batida hoy.

El viajero que circula desde la Ina hacia Torrecera, tras atravesar la Vega de Espínola, descubrirá las ruinas de la que, hace décadas, fuera la fábrica de “Yesos del Guadalete”, una planta de


Todavía en nuestros días, se conservan en estos lugares interesantes manchas de monte mediterráneo, como las que crecen a ambos lados del canal de riego que atraviesa las lomas cubiertas de acebuches, lentiscos y coscojas. No es de extrañar que, amparados por la densidad de la vegetación, estos parajes representen un importante espacio de refugio para la fauna (aves de roca, córvidos, rapaces, pequeños mamíferos…).

En las escabrosas paredes verticales del Cerro de la Batida (o de los Yesos), ya no hay aguileras, pero siguen anidando diferentes especies de aves entre las que cabe destacar una

A ser posible antes de que este hermoso rincón se degrade para siempre, ya que en las últimas décadas han empezado a aparecer aquí vertidos de escombros en las laderas del cerro que caen al río. Algo que, a buen seguro denunciarían hoy, con todas sus fuerzas Walter J. Buck y Abel Chapman-
Para saber más:
(1) La fotografía que muestra un lince en el Recreo de las Cadenas la hemos tomado de FOTOTECA FORESTAL ESPAÑOLA DGB-INIA: http://wwwx.inia.es/fototeca/index.jsp
(2) Chapman, A. y Buck, W.J..: La España Inexplorada. Junta de Andalucía y Patronato del Parque Nacional de Doñana. Sevilla, 1989. pp. 425-428. De estas páginas proceden todas las citas entrecomilladas así como los dibujos en negro.
(3) Ecologistas en Acción-Jerez: Estudio de impactos ambientales en el Río Guadalete. Jerez, 2008.
NOTA: Las imágenes de aves que ilustran esta entrada han sido tomadas de la obra VV.AA.: W.H. Riddell. Pintor y Naturalista 1880-1946. Caja San Fernando, Diputación de Cádiz y Asociación de amigos del parque Natural de los Alcornocales. 2002. Conviene recordar que W.H. Riddell estuvo casado con Violet Buck, hija de Walter J. Buck, con quien residió hasta su muerte en el Castillo de Arcos de la Frontera. Riddell fue también buen amigo de Abel Chapman.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
Otros enlaces que pueden interesarte: El paisaje y su gente, Flora y Fauna, http://www.entornoajerez.com/2009/07/rutas-e-itinerarios.html
Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 6/04/2014
1 comentario :
Que buenas historias contáis. Un afectuoso saludo: Alberto
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