“Por los campos de Jerez” con Pedro I el Cruel.
Un romance para una desdichada reina.



“Por los campos de Jerez / a caza va el rey don Pedro;
allegóse a una laguna, / allí quiso ver un vuelo.”
Con estos versos, situando con claridad y desde el comienzo el lugar donde transcurren los hechos que describe, comienza un antiguo romance poco conocido con “los campos de Jerez” como telón de fondo.

Una laguna, escenas de caza, un rey malvado, una desdichada reina encerrada en un castillo con la muerte como destino irremediable, una misteriosa aparición, una trágica profecía y una historia fantástica. Estos son los ingredientes de un curioso romance que tiene por protagonistas a al rey Pedro I y a su esposa, la reina Doña Blanca de Borbón y como escenario una laguna situada entre Jerez y Medina.

Un rey cruel.

En 1350, tras la muerte de su padre Alfonso XI, llega al trono de Castilla y León Pedro I, conocido para la historia con los sobrenombres de el Justiciero, el Severo… y El Cruel.

Mucho se ha escrito sobre este personaje que accedió al reinado a la edad de dieciséis años, cuando las circunstancias políticas y económicas de Castilla eran ciertamente complejas. Son tiempos en los que el reino se resiente de los estragos de la peste negra y de los problemas ocasionados por el descenso de la producción, el aumento de precios y las tensiones creadas por las rebeliones de la nobleza. Tres años más tarde contrae matrimonio con Blanca de Borbón, nieta del rey de Francia, una joven que a sus 18 años llega a Valladolid para sus esponsales después de una larga travesía de siete meses. El enlace había sido pactado para consolidar la alianza castellano-francesa.

No abundaremos en la desgraciada vida que aguarda a la reina, abandonada por su marido dos días después de la boda tras acusarla de amores falsos durante el viaje (1), cuando al parecer las razones fueron el impago de la dote acordada, así como la relación que el rey mantenía con María de Padilla, su amante y madre de cuatro de los nueve hijos que tuvo.
Sea como fuere, Doña Blanca empezara un triste peregrinar de presidio en presidio que la llevará a estar cautiva durante siete años hasta que su marido “mandola matar y era de edad de 25 años cuando murió y era blanca y rubia y de buen donaire, y de buen seso y rezaba cada día sus oras muy devotamente" (2).



Pedro I tuvo también, como su esposa, una corta vida, muriendo en 1369 a los treinta y cinco años. En 1353, cuando el rey dicta orden de prisión sobre doña Blanca anda enfrentado en permanentes luchas con la nobleza cuyas ambiciones consigue frenar. Tres años después, los nobles se levantarán de nuevo contra el rey aprovechando la guerra que entabla con Aragón. Su hermano bastardo Enrique de Trastamara, quien le disputa el trono castellano y está exiliado en Francia, acudirá junto a las tropas aragonesas y francesas a combatir contra Pedro I, quien finalmente caerá asesinado en la famosa batalla de Montiel. En estos últimos años de su reinado, exacerbado por la inestabilidad política, llevó a cabo una sangrienta persecución contra buena parte de la nobleza en su guerra civil con los partidarios de su hermanastro dejando un reguero de víctimas que acrecentarían su fama de cruel. Ordenó decapitaciones en Toledo y Soria, mandó matar a su hermano don Fadrique, maestre de Santiago y al hijo de Alfonso IV de Aragón así como a la madre del monarca, Leonor de Castilla. La amante de su padre Alfonso XI, Leonor de Guzmán, corrió la misma suerte al igual que otros muchos de sus contendientes a quienes ajustició.

No  es de extrañar que tanto por el trato que dio a sus rivales, como por los crímenes que cometió y por los asesinatos que ordenó, exista una leyenda negra en torno a Pedro I, acrecentada por lo relatado en la Crónica de su reinado. El canciller Pedro López de Ayala, su autor, estuvo durante muchos años al servicio del rey, para pasarse posteriormente al bando de Enrique de Trastamara en 1366, pues al decir del propio cronista “…viendo que los fechos de don Pedro no iban de buena guisa, determinaron partirse dél”. López de Ayala llegó dejó escrito de Pedro I que “Por el rey matar omnes, non llaman justiçiero, ca sería nombre falso: más propio es carnicero” (3). De esta manera, frente al apelativo de “El Justiciero” que le atribuyeron sus seguidores, la historia se ha decantado por el de “El Cruel” para calificar a este rey, del que el romancero tradicional se ha hecho eco representándolo como una uno de las figuras más perversas de nuestros siglos medievales.



El romancero y la leyenda negra de Pedro I.

Como registro de la memoria colectiva de un pueblo, los romances han rescatado no sólo los personajes protagonistas de los hechos históricos más destacados, sino que también “nos han acercado a los sentimientos y a la vida de la gente corriente, expresados con una frescura que aún hoy nos sorprende” (4). No cabe duda de que en su día fueron un poderoso instrumento de propaganda, y que por esta razón, un personaje como Pedro I El Cruel no podía salir bien parado en los relatos que de él ha transmitido el romancero histórico castellano, en el que los romances relativos a su reinado y a los hechos que protagonizó ocupan un lugar destacado siendo, en su inmensa mayoría, contrarios a su figura.

Como ejemplo, hemos traído el que tiene por título “Romance del rey don Pedro el Cruel” que se centra en la desdichada suerte de doña Blanca y que tiene “los campos de Jerez “como marco en el que se desenvuelve un fantástico suceso.

En él se cuenta como el rey sale de caza por los alrededores de Jerez y en las cercanías de una laguna se le aparece un pastor quien le profetiza toda clase de desgracias si no vuelve con Doña Blanca, su legítima esposa, a quien mantiene presa. El romance está plagado de elementos fantásticos y prodigiosos, como la muerte de un ave que cae a los pies del rey, la aparición del pastor en el interior de un bulto negro que cae del cielo, su extraño aspecto… En la mano el pastor lleva una serpiente (animal que se asocia al diablo) y un puñal, como anunció a don Pedro de la muerte que tendrá a manos de su hermanastro don Enrique en Montiel. La mortaja en el hombro, la calavera en el cuello y el perro aullando que trae de la mano, son también avisos de



muerte. La profecía se cierra con la amenaza –de no volver con Doña Blanca, quien le daría una heredera- de males para las hijas que había tenido con María de Padilla, su amante, y con el anunció de su propia muerte. Finalmente el pastor desaparece (5). El romance dice así:








“Por los campos de Jerez a caza va el rey don Pedro:
en llegando a una laguna, allí quiso ver un vuelo.
Vido volar una garza, desparóle un sacre nuevo,
remontárale un neblí, a sus piés cayera muerto.
A sus piés cayó el neblí, túvolo por mal agüero.
Tanto volaba la garza, parece llegar al cielo.
Por donde la garza sube vió bajar un bulto negro;
mientras mas se acerca el bulto, más temor le va poniendo:
con el abajarse tanto, parece llegar al suelo
delante de su caballo a cinco pasos de trecho:
dél salió un pastorcico, sale llorando y gimiendo,
la cabeza desgreñada, revuelto tráe el cabello,
con los piés llenos de abrojos y el cuerpo lleno de vello;
en su mano una culebra y en la otra un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja, una calavera al cuello:
a su lado de trailla traia un perro negro:
los aullidos que daba a todos ponian gran miedo,
y a grandes voces decia: Morirás, el rey don Pedro,
que mataste sin justicia los mejores de tu reino:
mataste tu propio hermano el Maestre, sin consejo,
y desterraste a tu madre: a Dios darás cuenta de ello.
Tienes presa a doña Blanca, enojaste ha Dios por ello,
que si tornas a quererla darte ha Dios un heredero,
y si no, por cierto sepas te vendrá desman por ello;
serán malas las tus hijas por tu culpa y mal gobierno,
y tu hermano don Henrique te habrá de heredar el reino:
morirás a puñaladas: tu casa será el infierno.
Todo esto recontado, despereció el bulto negro”
El romance, incluido en la monumental “Antología de poetas líricos castellanos. Romances Viejos”, editado a mediados del XIX (6), corresponde a la versión de Juan de Timoneda en su Rosa española (1573), incluyéndose también en esta misma antología otra versión anterior que figura en la “Silva de romances” (Zaragoza, 1550), que aunque se asemeja mucho a la primera presenta un trágico final, ya que termina con la muerte de Doña Blanca:

…Quieres mal a doña Blanca,—a Dios ensañas por ello;
perderás por ello el reino. Si quieres volver con ella,
darte ha Dios un heredero. El rey fué mucho turbado,
mandó el pastor fuese preso; mandó hacer gran pesquisa
si la reina fuera en esto. El pastor se les soltara,
nadie sabe qué se ha hecho. Mandó matar a la reina
ese día a un caballero, pareciéndole acababa
con su muerte el mal agüero.
Una fantástica aparición.

En ambos casos el romance parece tomar como referencia un suceso recogido en la Crónica del rey don Pedro I de Castilla del Canciller Pedro López de Ayala donde se cuenta que: «E acaesció que un día, estando ella en la prisión do murió, llegó un ome que parescía pastor, e fué al rey Don Pedro donde andaba a caza en aquella comarca de Xerés e de Medina, do la Reyna estaba presa, e díxole que Dios le enviaba a decir que fuese cierto que el mal que él facía a la reyna Doña Blanca su mujer que le avía de ser muy acaloñado, e que en esto non pusiese dubda... E el Rey fue muy espantado, e fizo prender al ome que esto le dixo, e tovo que la reyna Doña Blanca le enviaba decir estas palabras: e luego envió a Martín López de Córdoba, su camarero, e a Mateos Fernandez, su chanciller del sello de la puridad, a Medina Sidonia, do la Reyna estaba presa, e que ficiesen pesquisa cómo veniera aquel ome, e si le enviara la Reyna. E llegaron sin sospecha a la villa, e fueron luego a do la Reyna yacía en prisión en una torre, e falláronla que estaba las rodillas en tierra e faciendo oración; e cuidó que la iban a matar, e lloraba, e acomendóse a Dios. E ellos le dixeron que el Rey quería saber de un ome que le fuera a decir ciertas palabras, cómo fuera e por cuyo mandado: e preguntáronle si ella le enviara; e ella dixo que nunca tal ome viera. Otrosí las guardas que estaban y que la tenían presa dixeron que non podría ser que la Reyna enviase tal ome, ca nunca dexaron a ningund ome estar do ella estaba. E según esto, paresce que fué obra de Dios, e así lo tovieron todos os que lo vieron e oyeron. E el ome estovo preso algunos días, e después soltáronle, e nunca más dél sopieron» (7). Como puede comprobarse, el contenido de ambos romances con lo referido en la Crónica es más que evidente.

El suceso es recogido también, de estas mismas fuentes, por nuestros historiadores locales. Rallón, con algunas incorporaciones, recoge también este suceso del encuentro con del rey Pedro I con el pastor quien le advierte “… que por el mal que hacía a la reina doña Blanca su mujer, que él había de ser muy expiado por ello… aunque si él quisiese tornarse a ella y hacer vida con ella como estaba en razón, que habría de ella hija que heredase a Castilla…”. Esta versión es similar a lo relatado en romance original (1550) en el que ya se apunta el hecho de que si el rey volvía con Doña Blanca, Dios le daría un heredero. En el texto de Rallón en lugar de un varón se menciona a una hija, apareciendo también cambiado el nombre del canciller real y, así, se cuenta que el rey, “mandó llamar a Juan Fernández, su chanciller, a Medina Sidonia, donde la reina estaba, para que hiciese pesquisa y supiesen la verdad, como hubiese venido aquel hombre y si lo enviaba la reina…” (8). Bartolomé Gutiérrez lo incluye también en su “Historia de Xerez de la Frontera” (9) en similares términos.

No hace falta especular mucho para afirmar que la “laguna” del romance y la Crónica de Ayala situada entre Medina y Jerez, debe ser la que hoy conocemos como Laguna de Medina. Más confusión existe en la identificación del lugar que sirvió de prisión a la reina Doña Blanca, que en un largo itinerario de cautiverios, paso por el Castillo de Arévalo, el Alcázar de Toledo y el Castillo episcopal de Sigüenza, de donde sería trasladada a Jerez en 1359. El castillo de Medina Sidonia, el Alcázar de Jerez y la torre de Sidueña, se “disputan” haber sido la prisión de la reina. Este último lugar, conocido hoy como “Castillo de Doña Blanca”, se encuentra a medio camino entre Jerez y El Puerto de Santa María. Más seguro parece que murió a manos del ballestero del rey Juan Pérez de Rebolledo. De lo que no hay duda es de que la infortunada esposa de don Pedro I El Cruel fue enterrada en el convento de San Francisco de Jerez. De todo ello ha dado cuenta en un reciente trabajo Antonio Mariscal Trujillo (10).

La trama del romance ha inspirado también obras de teatro así como alguna novela de literatura fantástica que, al igual que aquel, sitúan la escena principal “por los campos de Jerez” (11). Esos campos donde ya no cabalgan reyes crueles y justicieros, pero en los que todavía permanece la “laguna” del romance. Ya no sobrevuelan sus cielos el halcón sacre o el halcón neblí, pero en esta misma laguna, la de Medina, aún pueden verse volar garzas.

Para saber más:
(1) Ortiz de Zúñiga escribe en sus Anales a este respecto , “El Lunes 3 de Junio de 1353 celebró el Rey sus bodas en Valladolid con la Reyna Doña Blanca de Borbón , que con tardo viage habia sido traída de Francia , en cuya espaciosa venida algunos hallaron tiempo á agravios, del honor Real, que motiváron su aborrecimiento , dexada el dia siguiente”. Ortiz de Zúñiga, D.: Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, Tomo II, Lib. VI, pg. 135. Edición de 1795
(2) Rallón E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, pp. 104.
(3) La cita está tomada del Rimado de Palacio de Pedro López de Ayala, estrofa 347. Tomada del Esbozo de edición crítica de Rafael Lapesa, Biblioteca Valenciana, Generalitat Valenciana, 2010
(4) Anónimo: Romancero Viejo, Edición y prólogo de María de los Hitos Hurtados, Edaf, 2005, p. 9.
(5) Romancero. Edición de Paloma Díaz-Mas, 1994 Editorial Crítica, p. 97.
(6) Menéndez Pelayo, M.: Antología de poetas líricos castellanos. Romances Viejos castellanos (Primavera y flor de romances) T.3., p. 67. El mismo romance se recoge en Silva de 1550, t. II, f. 78.
(7) Este pasaje está citado en la Crónica del rey don Pedro (Año XII, Cap. III) de Pedro López de Ayala
(8) Rallón E.: Historia… Obra citada, p. 104.
(9) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. II, p 220.
(10) Mariscal Trujillo. A.: Doña Blanca, Jerez en el Recuerdo, Diario de Jerez, 30 de mayo de 2016.
(11) Por ejemplo, la obra de teatro El Rey Don Pedro el Cruel. Tragedia en cuatro actos de Santiago Sevilla, o la novela Los malos años, de León Arsenal, Edhasa 2007, están ambientadas en el Romance del Rey don Pedro El Cruel.


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Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar Paisaje y literatura, Paisajes con Historia y Lagunas y humedales

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 11/12/2016


23 de abril: DÍA DEL LIBRO




Cada 23 de abril se celebra el Día del Libro y desde estas páginas de ENTORNOAJEREZ, hemos querido sumarnos a esta feliz iniciativa asomándonos a nuestro entorno cercano de la mano de los libros.

Para ello hemos traído una pequeña muestra de algunas de las publicaciones que en los últimos años están relacionadas con la campiña de Jerez y el medio rural en cualquiera de sus facetas.

Algunos de estos libros están relacionados con los pueblos de colonización o con las barriadas rurales, otros con los espacios naturales, con el río Guadalete, con la historia, la etnografía o el patrimonio.

En esta pequeña selección hemos querido incluir también algunas novelas que transcurren en estos escenarios de todos conocidos o que tienen como telón de fondo los paisajes de los pueblos y las gentes de nuestro entorno rural.

De algunos de ellos, disponibles en internet, se ofrecen también los enlaces para dscargarse las publiaciones en formato PDF, una razón más para asomarse a nuestra biblioteca de "Entornoajerez"
¡Feliz Día del Libro"

ENLACE: Algunos libros para conocer el entorno rural de Jerez


22 de Abril. DÍA DE LA TIERRA




Cada 22 de abril se celebra el DIA DE LA TIERRA.

... También de la "nuestra". De los hermosos paisajes -más hermosos que nunca, ahora en primavera- que nos esperan. Aquí mismo, al lado de casa, sin ir más lejos.
Para disfrutarlos como nunca.
Más que nunca.

Salimos y saldremos.
Un repaso a la historia epidemiológica de Jerez.




Por José Rodríguez Carrión, Médico.

Sí, así es, y confiemos así será. Muchas veces pasó Jerez calamidades, no como ésta, sino mucho peores, y de todas salió adelante. Ahora, si Dios quiere, también saldremos. No les quepa duda. La historia se repetirá y Jerez volverá a levantarse de lo que quede tras la epidemia. Volveremos a nuestra rutina, y en pocos años olvidaremos, una vez más, la gran enseñanza de esta y otras epidemias que diezmaron nuestra población y nuestra economía: que cuando se pierde la salud, todos lo demás que poseemos no es sino algo inservible, que de nada nos protege. Y cuando hayan pasado unos años y tengamos la vacuna, esto será una batallita más que contar a quienes nos sucedan y decirles… yo estuve allí, y sobreviví.

Pero por desgracia volveremos a olvidar la inversión en Salud Pública y en prevención, porque sus resultados no son palpables de inmediato y ningún político quiere invertir a futuro para que el rédito lo recoja otro cuando ocurra una calamidad. Olvidaremos de nuevo que un sanitario, de la especialidad que sea, es más importante para nuestras vidas que muchos famosos con sueldos impensables por entretenernos los domingos. Los sanitarios volverán a su quehacer diario, salvar vidas. Lo harán con sus salarios de miseria y seguirán formándose cada día a costa de su peculio para estar preparados cuando llegue otra de estas, que llegará (ojalá tarde, pero llegará), y suplir con sus conocimientos la ignorancia de quienes obligados por el cortoplacismo de sus estancias en el poder necesitan los votos de hoy, y no a los ciudadanos de mañana, que vaya usted a saber lo que votarán. Pero si algo demuestran las múltiples epidemias padecidas por Jerez a lo largo de su historia es que esta es cíclica y se repite, y siempre debemos, o al menos deberíamos aprender cosas:

La primera y más importante, que de todas ellas (la peste de 1348, 1518, 1600, 1648… las tercianas y cuartanas de 1784, la fiebre amarilla de 1800, 1804, 1820, el cólera morbo de 1834 y 1854, o la gripe de 1918), se consiguió salir y la ciudad cambió, con sus pros y sus contras, pero siguiendo adelante. De hecho, aquí estamos, ¿no? ¡No olvidemos eso… salimos y saldremos!

La segunda, que llámese Yersinia Pestis, Vibrio Cholerae, Fiebre Amarilla, Paludismo, Gripe o Coronavirus, ninguna de estas bacterias o virus distingue de clases sociales. Son por sí mismo igualitarias y nos demuestran que la salud sigue siendo lo más importante, te llames Bill Gates o Pepe Carrión. Así lo describió ya en noviembre de 1800, el anónimo autor del Manuscrito Riquelme que describió la terrible epidemia de Fiebre Amarilla que diezmó la ciudad de Jerez y en la que él mismo murió: “… dicen que pronto daremos a Dios acción de gracias, pero no paro de ver y oir pasar el carro de los muertos. Esta sí que es la Gran Justicia. Igual para todos. Mañana volverá la de los hombres, y de esta tomará ejemplo, pues no es posible que se olvide lo que estamos viendo y sufriendo”.

Hoy afortunadamente, al menos aquí, la cosa no llega a esos extremos, pero por los medios informativos sabemos que “el bicho” no entiende de clase social, credo, color de sangre ni rimbombancia de apellido. Afecta a todos por igual, o al menos así lo parece. Importante sería para sacar conclusiones y aprendizajes a futuro, que como preconiza la Dra. Traverso, al acabar esto, que ya va quedando menos, se analizará cómo afectó la epidemia en función del Código Postal en que se vive. Cosa distinta será que a los políticos les interese saberlo y más complicado, que quieran contárnoslo.

Peste, tercianas, viruelas...

La historia nos muestra que en epidemias anteriores, fueron los arrabales (collaciones de Santiago y San Miguel), donde se concentraban los temporeros que acudían a las labores agrícolas, los más azotados. Juan Daza, que vivió en primera persona la Peste que afligió la ciudad entre 1518 y 1523, lo narra así: “en el mes de abril andaba ya la pestilencia y se encendia asy como se enciende el fuego y como entro mayo cada dia yva creciendo en gran manera que un dia enterravan diez y otro dia treinta y… ovo semana que se enterraron quatrocientos cuerpos y mas… que unos ydos y otros muertos y otros huidos no avia gente ninguna enla cibdad…” ¿les suena?

Pues sí, de aquella, también salimos, para llegar a otra terrible, también de peste en 1600, en la cual falleció el Hermano Juan Pecador (hoy San Juan Grande) atendiendo enfermos en su Hospital de la Candelaria (La Salle de Cristina). Y trabajo no habría de faltarle, pues según las Actas Capitulares (AC) de julio de ese año, entre el 1 de abril y el 12 de junio, fueron afectadas más de 2.000 personas, y en las AC de 30 de agosto, se recoge que ya eran más de 5.000 los afectados. Y también se salió de aquello.

Y en 1648, de nuevo nos visitó la peste descrita por los médicos en las AC de marzo de 1649 de la siguiente escueta manera… “no ha habido barrio ni arrabal en que no haya munchos muertos y enfermos del contagio”. Sin embargo, también Jerez se recuperó de aquella calamidad. Y con la llegada de la Ilustración, se vivieron años más o menos saludables hasta la epidemia de tercianas y viruelas de 1785, que de nuevo puso de manifiesto la situación de la ciudad, descrita por los propios médicos como “… la extensión de sus términos, fertilidad de sus campos, y abundantes cosechas, con la falta de proporciones para la comodidad de la vida en la mayoría del vecindario… parece imposible unir riqueza y mendicidad… problema fácil de resolver, si reflexamos que Xerez produce la miseria de sus propias abundancias”. Y añaden algo que serviría para hoy “… si Xerez no tiene otro giro q.e su agricultura y en ella tiene todas su riquezas, si por ella se sostiene la mayor parte de su vecindario ¿qué será de esta quando aquella no la ocupe? ¿Qué se hará de tan gran porción del pueblo si se descuidan las Artes y se pone solo atención en la agricultura y cria del ganado? Perecer en la miseria, respondemos nosotros como ha sucedido en Xerez en la presente epidemia”.

Pero conseguimos salir también de esta, para enfrentarnos a la peor de todas: la Fiebre Amarilla. Diezmó la ciudad en 1800 y en menor medida varios años después.

Fiebre Amarilla, Cólera Morbo y Gripe Española.

Según datos de la propia Junta de Sanidad, enfermaron 46.000 personas y fallecieron más de 10.000. Si tenemos en cuenta de que según el Censo de Floridablanca de 1787, la población de Jerez en esa fecha era de 44.382 habitantes, darían por hecho que enfermó toda la población y falleció en torno al 20%. No sería extraño, teniendo en cuenta que el número de muertos de los que hay constancia documental fueron 5.491.

Maltrecho y renqueante, también salió Jerez de esta terrible epidemia, y de las siguientes, para afrontar la del Cólera Morbo de 1834 y luego la de 1854, en la que según nos cuenta el profesor Caro Cancela, enfermó casi el 10% de la población (4.437), y de estos murieron uno de cada cuatro. Como toda epidemia deja héroes, en esta ocasión, fue el alcalde Rafael Rivero de la Tijera quien lideró las medidas que hicieron posible el confinamiento, curación y posterior recuperación de la ciudad.

Ya en pleno siglo XX, será la denominada Gripe Española la que azotará la ciudad en 1918. Ahora, si no aquella, su prima hermana, lo hace cada año. Ahora la llamamos Gripe A, B o C, y cada año la esperamos para combatirla como mejor podemos. Ojalá en poco tiempo este virus coronado forme parte de ese calendario estacional para el que cada año nos preparamos.

Aislamiento, hospitales y sanitarios “héroes”.

La tercera enseñanza que debemos extraer de nuestra historia epidemiológica, es que siempre las medidas fueron similares: el aislamiento. Desde el cierre de las entradas de la ciudad en la peste, la fiebre amarilla o el cólera, a pesar de la oposición en ocasiones del gobierno central, hasta aventuras más osadas como la de aprovechar que El Puerto tenía peste en 1648 y había que protegerse, para construir un canal que unió los ríos Salado (S. Pedro) y Guadalete haciéndolos navegables hasta Cádiz y conseguir así llevar los productos para América sin pasar por el vecino. Así lo demuestra el interesantísimo documento “Discurso demostrable en desengaño de las causas que dieron motivo a abrir la comunicación de el Salado al río Guadalete”. Pero esa es otra historia de la que hablaremos otro día. Hoy, cada uno de nosotros hemos construido nuestra propia aduana en la puerta de nuestro hogar para protegernos de la infección. Pero a pesar de los miedos, la solidaridad hace cada día saltar esa muralla ficticia para preguntar al vecino si necesita algo, o para ayudar en lo que se pueda. ¿Cómo no vamos a salir de esta? ¡Y lo principal es que saldremos mejores!

Por último, las epidemias padecidas en Jerez nos dejan otra enseñanza. Los sanitarios siempre estuvieron a su suerte, siempre fueron unos héroes, y a pesar de caer unos tras otros en muchas epidemias (el 8 de febrero de 1649 se recogen en las AC que los médicos que entran a curar en el hospital mueren antes de cumplir el mes que se les paga por adelantado, y tras la epidemia de 1800 solo quedó un miembro de la Junta de Sanidad), siempre estuvieron, están y seguirán estando ahí, para garantizar nuestra salud aún a costa de la suya. Tiempo habrá de escribir sobre las condiciones en que lo hacen y medios con los que cuentan. Los jerezanos, siempre por delante, no paran de inventar y fabricar aquello que pueda protegerlos supliendo los déficits que puedan tener los gobernantes.

Tampoco el sistema hospitalario y su capacidad escapa al acontecer histórico, si bien aquí tenemos buenas noticias. A lo largo de los siglos hubo que ir construyendo sobre la marcha hospitales de campaña para acoger a los contagiados en las distintas epidemias. En el Tinte (zona de Madre de Dios) para los afectados de peste, en el Lazareto de las Cuatro Norias (Camino de Espera), para los de la fiebre amarilla.

De aquellas epidemias sacamos enseñanzas como la necesidad de evitar entierros por doquier y construir cementerios generales, como el que durante años se ubicó en el Muladar de Santo Domingo, o centralizar la acogida de enfermos en hospitales generales, como el de Santa Isabel, primero de esta guisa y predecesor del actual Hospital General. Un hospital que se ha mostrado preparado y capaz para lo que se venía encima, y que nos da la tranquilidad, junto a todos y cada uno de quienes de una u otra forma ayudan a hacernos la vida más fácil en estos días, de que una vez más en nuestra historia de las epidemias, los jerezanos salimos de aquellas, y ahora… ¡saldremos de esta!

Referencias documentales:
-Rodríguez Carrión, J. Estudio Epidemiológico de la Peste en Jerez 1648-1650. Tesis de Licenciatura. 1986.
-Ibidem. Medicina y Sociedad en el jerez de la Ilustración. Tesis Doctoral. 1993
-Ibidem. El Lazareto de la Cuatro Norias de Jerez de la Frontera. Premio J. León de Carranza. Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. 1983
-Ibidem. Jerez, 1800. Epidemia de Fiebre Amarilla. CEHJ. 1980
-Ibidem. Apuntes históricos del Hospital de la Candelaria de Jerez. Todo Hospital. 1984.
-Caro Cancela, D. El cólera Morbo en Jerez. La epidemia de 1854. Trocadero, 1 (3), 117-155. 1991.
-Sancho de Sopranis, H. Estracto de las ocurrencias de la peste que aflixió a esta ciudad (Jerez de la frontera) en el año 1518 hasta el de 1523, por Juan Daza. SEHJ, nº 1. 1938.


Publicado en Diario de Jerez el 12 de abril de 2020 y reproducido con autorización del autor, a quien agradecemos su cortesía.

"Los venideros jamás querrán creer semejante destrozo"
La epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Jerez.



En estas semanas de confinamiento en los que las noticias nos traen cada día el aumento de personas contagiadas por el "coronavirus" y las tristes cifras de muertos, hemos recordado otras terribles epidemias que asolaron nuestra ciudad.

Una de las más letales fue la conocida como "Epidemia de Fiebre Amarilla" de 1800. Aunque se repitió también en 1804, 1819 y 1820 causando centenares de bajas, la de 1800 fue, DEVASTADORA.

El doctor José Rodríguez Carrión, en un libro dedicado a la citada epidemia, cifra en 5.491 los muertos que causó en Jerez, aproximadamente el 12% del total de la población. Casi uno de cada 8 jerezanos de la época murió a consecuencia de esta terrible EPIDEMIA.

Para conocer de primera mano como afectó a la ciudad hemos querido traerles el relato que de ella ofrece D. Juan de Trillo y Borbón en su obra: Libro en donde están apuntadas todas las novedades acaecidas en esta ciudad de Xerez de la Frontera desde el año de 1753 y algunas otras que han ocurrido fuera de ella publicado en Jerez en 1890.

Del relato de Trillo entresacamos algunas de las frases más reveladoras, que nos ayudan a hacernos una idea de las dimensiones de esta catástrofe humanitaria:

“Todo pasajero que venía a Jerez...por cualquier lado que intentaba entrar se le impedía hasta que lo verificara por la Alcubilla donde se registrara su salud y se le examinara el pasaporte, rechazándose al que venía enfermo o no”.

“No había cementerio, parroquia, convento o capilla que no estuviesen llenos de cadáveres".

Se hizo un lazareto en las Cuatro Norias y un camposanto en la Laguna del Jabonero.

Hubo un día, en octubre, en el “que murieron 335 personas”.

La ciudad tuvo que “hacer cuatro carros y embargar cinco carretas para sacar los cuerpos de las casas, porque eran tantos que había algunos que estaban fétidos por haber varios días de haber fallecido”.

“Era una confusión ver gemidos y llantos de viudas, viudos, huérfanos, hijos, padres, huyendo unos de los otros, sin querer asistirse por no contagiarse, ver los carros y carretas cargados de muertos por esas calles, como si fuesen gavillas de paja.”

“Se experimento en esta ciudad el azote del contagio desde el 26 de agosto hasta el 21 de diciembre.”

“Del cuerpo del Ayuntamiento murieron 21, contando en ellos el Corregidor, el Alcalde Mayor, catorce veinticuatros, cuatro Jurados y un diputado del común.”

No dejen de leer, completo, este sorprendente y terrible testimonio...






Para saber más:
-RODRÍGUEZ CARRIÓN, J.: Jerez, 1800. Epidemia de fiebre amarilla.Jerez, CEHJ, 1980.
-TRILLO Y BORBÓN, J.:Libro en donde están apuntadas todas las novedades acaecidas en esta ciudad de Xerez de la Frontera desde el año de 1753 y algunas otras que han ocurrido fuera de ella, Jerez, 1890. pp 61-65

-La Epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Jerez

Jaramagos.
Las más humildes de la flores




Cuando hace ya casi tres semanas empezó el estado de alarma que nos tiene a todos confinados, LOS JARAMAGOS YA ESTABA ALLÍ, llenando el campo y sus confines. La primavera nos pilló a todos encerrados, pero en el campo abierto, en todos los rincones de la campiña, los jaramagos llevaban semanas recordándonos, como una premonición, que la vida es imparable.






ELOGIO DEL JARAMAGO.

Entre las más humildes de las flores, pocas tan hermosas como el jaramago. Apenas el invierno dobla el mes de febrero y si las lluvias han sido oportunas, los jaramagos empiezan a pintar de amarillo los linderos de los campos, los bordes de los caminos, los ribazos de los arroyos. En pocas semanas, anunciando ya la primavera, su tenue follaje y sus vistosas y diminutas flores, como si de un cuadro impresionista se tratara, visten de color los baldíos, los terrenos incultos, las laderas y cunetas de los carriles, los setos, los solares abandonados, los viejos muros…

En un alarde de aérea ligereza, se enseñorean en los tejados de las viejas casas y, aún con cierto descaro irreverente, lo hacen también en las cornisas de las iglesias mostrando sus tenues y delicados colores. A nuestro entender, su sencilla belleza los rescata del reino de las “malas yerbas” al que se les había condenado, por su persistente omnipresencia y por esa forma obstinada con la que se instalan, más que como invasores, como auténticos supervivientes que resisten entre las ruinas y los escombros.



Los sencillos y hermosos jaramagos ya habían sido ganados para la literatura y elevados a los altares de las letras gracias a Rodrigo Caro, quien hace más de cuatro siglos, los inmortalizara en su célebre Canción a las Ruinas de Itálica como imagen viva de la decadencia:
“Este despedazado anfiteatro,
impío honor de los dioses, cuya afrenta
renueva el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo!, representa
cuánta fue su grandeza y es su estrago.”



Un mismo nombre para muchas flores distintas.

El jaramago, o mejor dicho los jaramagos, así en plural, es el nombre común de diferentes especies de plantas herbáceas, pertenecientes también a distintos géneros de la familia de las Crucíferas. Sus matas, con tallos, muy ramificados, llegan a alcanzar los 60 u 80 cm de altura, destacando en ellos sus pequeñas flores amarillas (o blancas en algunas especies), que se caracterizan por tener cuatro pétalos en forma de cruz, lo que da nombra a la mencionada familia. Las flores se disponen en largas espigas terminales. Sus frutos pasan también desapercibidos, y presentan el aspecto de unas diminutas vainas casi cilíndricas, torcidas ligeramente en las puntas, conteniendo muchas semillas que garantizaran su presencia y dispersión en años sucesivos. De ellas se alimentan numerosas especies de aves granívoras.

En nuestras campiñas comparten este nombre, como se ha dicho, diferentes especies, siendo las más conocidas Diplotaxis siifolia, Sisymbrium irio o S. officinale, de tallo piloso. Junto a ellas son también muy comunes Diplotaxis cathólica, D. virgata o D. erucoides, esta última de pequeñas flores de color blanco.



Entre otras especies de jaramago que podemos ver en torno a Jerez mencionaremos también a Hirschfeldia incana, jaramago de pequeñas flores blancas, o Sinapis alba, conocido también como mostaza blanca, de delicadas flores amarillas (1).



Volviendo a la literatura, nuestro gran poeta Manuel Ríos Ruiz, acudió también a esta humilde flor (“flor mínima”) para dar título a una de sus obras Los predios del jaramago, con la que fue galardonado con el premio “José María Lacalle 1978”. En muchos de los poemas de este hermoso libro, por su fuerza evocadora, se hace alusión al jaramago, como por ejemplo en el titulado Travesía de la celda: “…Este jaramago crece/ del puro escombro, cenicienta carne, cuerpo/ en pena de una historia creada en su camino” (2).

Otros muchos poetas han tenido presente al jaramago en sus obras, como el arcenés Julio Mariscal, Antonio Machado, Rafael Alberti o Juan Ramón Jiménez quien dedica a su amigo Javier de Intuyesen el hermoso texto titulado Trigo y Jaramago (3).



Sin embargo, nada mejor para expresar la serena belleza que para nosotros encierran estas humildes flores que recordar lo que otro gran escritor de esta tierra, Sebastián Rubiales, dice de ellas en su novela Del viento al infinito:

Recuerda la existencia humana a la flor del jaramago, tan escasa de dones, sin olor, sin vistosidad, sin delicadeza, tan poca cosa, y, sin embargo, tan fieramente constante, tan inquebrantable, rebrota una y mil veces en las condiciones más hostiles para una planta. Su acerada voluntad nace entre escombros y supera, una tras otras, todas las adversidades de una manera sorprendente. Del mismo modo, el hombre” (4).

Imagina el lector que, por estas razones, ya no podemos pensar que los jaramagos, los hermosos jaramagos que nos anuncian cada año la primavera son “malas hierbas”. Feliz primavera.




Para saber más:
(1) Íñigo Sánchez García y José Carlos Moreno Fernández.: Flora Silvestre Gaditana. Colabora Junta de Andalucía, Consejería de Medio Ambiente, Jerez, 2008
(2) Manuel Ríos Ruiz: Los predios del Jaramago, Editorial Oriens, Madrid, 1970, p, 70.
(3) Juan Ramón Jiménez: “Trigo y Jaramago”, dedicado a Javier de Winthuysen, en “Diario de un poeta recién casado” Calleja, 1917, p, 231
(4) Sebastián Rubiales.: Del viento al infinito, Pre-Textos, 2000.

Nota: agradecemos a nuestro amigo José Manuel Amarillo Vargas, autor del Blog Naturaleza, sitios y gentes, sus magníficos macros sobre jaramagos que ilustran este capítulo.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar Flora y fauna, Paisaje y Literatura, Miscelánea

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 20/03/2016

 
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