“… yo no quiero catorce de febrero…”.
Eso es lo que canta Joaquín Sabina en “Contigo”, una de sus canciones más hermosas, pero no parece tener muchos seguidores. Aunque cada vez somos más los que como él, estamos contra esta celebración sensiblera y comercial que cada año reeditan los medios de comunicación
y las grandes superficies, la batalla parece estar perdida a juzgar por el creciente número de quienes se rinden a San Valentín. Y es que –permítasenos la digresión en la temática habitual de estas páginas- nada parece “detener” a los “enamorados”…Es habitual que en muchos de nuestros paseos “entornoajerez”, -no importa cuál sea el escenario o el paraje por el que nos movamos- nos encontremos con algunas de
esas manifestaciones de “amor” que en los más variados formatos van dejando los amantes en todos los rincones de nuestro territorio.Lejos quedan ya los tiempos en los que se grababan en la corteza de los árboles aquellos corazones atravesados por una flecha, en cuyos extremos se escribían las enigmáticas iniciales de la pareja de enamorados. Aquellas inocentes y tiernas muestras del cariño eterno que se prometían quienes inscribían sus nombres en la blanda madera de un álamo, se han visto hoy sustituidas por las más variadas expresiones artísticas que no reparan en técnicas
pictóricas o escultóricas, en las que llega a utilizarse todo aquello que sea capaz de escribir, manchar, pintar, rayar… Cualquier cosa puede ser útil a estos enamorados de hoy día para dejar patente su amor: rotuladores, bolígrafos, brochas, botes de spray, navajas, pegatinas, plantillas de serigrafía…Tampoco son obstáculo los “soportes” utilizados y ninguno de ellos, por duro o frágil que sea, impedirá que quede grabada, escrita
Francis quiere a Encarni y, para que quede claro, se lo deja escrito en la “hoja” de una chumbera que crece en un lugar que frecuentan en las proximidades de la Fuente de Jadramil
Isa y David, o David e Isa han
Mela y Francis han sido más tradicionales y han escrito los suyos sobre la gruesa rama de un gran eucalipto que crece en las proximidades de la presa de Bornos. Han evitado dañar su corteza con aquellas incisiones clásicas, pero el rotulador resta algo de lirismo a su gesto. Natalia y Agus no han estado tampoco muy acertados, y aunque lo suyo ya va para dos años, corre el riesgo de desaparecer con el próximo encalado que se de a los muros de un cortijo cercano a Jerez.
Lo de Lorenita y Salvita es para nota, no en balde se han fabricado una plantilla para facilitar la reproducción de su mensaje amoroso por toda la ciudad, aunque deben mejorar la técnica para no manchar más de la cuenta. También sería aconsejable variar de color, a ver si logran superar así ese tono “frío” del negro y ese aspecto de “producción en serie” de su declaración de amor.
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Chu y Rosalinda se han “pasado”. Su testimonio amoroso acaba de cumplir un año y deseamos que dure todavía… pero se han pasado (se llama vandalismo, chavales…) pintándolo en ese rojo pasión sobre un panel informativo junto al faro de Roche. Ahora, en lugar de ilustrarse sobre los enebros marítimos que crecen aquí junto a los acantilados, los paseantes se enteran de lo de estos dos amigos. Tampoco está nada bien lo de Paula y Caco, que han inscrito sus nombres a punta de navaja en la dura tabla de haya de un banco del parque. Ya va para siete años…
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Luego están los mensajes grabados a hierro… O en el hierro, en las gruesas chapas remachadas y casi centenarias de las vigas del viejo puente de la Junta de los Ríos. En sus alamedas se
refugiaban los amantes que luego acudían al puente, privilegiado mirador a cuyos pies se unen el Majaceite y el Guadalete. Y para dejar constancia de todo ello, ahí están los mensajes de Alejandro y María, de Carmen y Chris, de Pascual y Ana. Ahí está ese “Te quiero María”, pintado en el hierro, viendo pasar el tiempo y el agua.Quienes han llevado su amor a lo más alto han sido Benjamín y Bea. En el cartel que nos indica el Puerto de las Palomas (1357 m.), perdidos entre otros muchos nombres de visitantes, de viajeros, de ciclistas que trepan por esta empinada carretera, Ben y Bea han logrado también un hueco para los suyos, como quien mete un pequeño papel doblado en una rendija imposible del muro de las lamentaciones.
Y si unos suben a lo más alto, otros descienden a las profundidades. Y allí, en las paredes de la cueva-cantera de la Luz Divina, en la Sierra de San Cristóbal, Alex y Carmen y Juan y Yasmina, aprovechando la oscuridad, han dejado escrito lo suyo y eso ha estado francamente mal. Han perpetrado una pintada de la peor especie en un lugar que tiene algo de mágico y reverencial y que debía protegerse de actos como este.
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Más disculpas tienen otras “pintadas” amorosas (censurables también, en todo caso) ya que pueden ser reparadas. Es el caso de nuestro enamorado anónimo del Castillo de Doña Blanca, quien en la soledad de la marisma ha dejado su grito, blanco sobre verde -¿patriota andaluz?-,
Para terminar, les traemos la última moda. Tampoco aquí nos íbamos a librar de los candados y las cadenas. Ya saben, dos enamorados, dos candados, dos llaves que se pierden, una cadena…. La puerta del Parque González Hontoria es un buen lugar para dejar testimonio de ello, a juzgar por la elección de estos amantes que, cada vez que vuelvan a visitar el parque podrán verse encadenados. O la de esos otros que han elegido una vieja columna que sirve de guardacantón en una esquina de una recoleta calle del centro histórico. Alli han dejado sus candados y sus cadenas, como refugiados en un lugar escondido. Sin embargo, nos tememos que en estos tiempos de robos de cable, estas últimas muestras de amor tienen sus días contados…
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que hacia 142 d.C. -fecha de la inscripción– su hijo o nieto alcanza el rango consular. Es importante observar como en este currículo político Senecio ha pasado por numerosos cargos desde el ámbito local, como sacerdote del Templo de Hércules Gaditano, a cargos que se vinculan directamente con la Urbs –cuestor urbano y tribuno de las plebe- para luego acceder al consulado y terminar su carrera como procónsul en Bitinia (C. Castillo, 1965).
determinante para los negocios de estas familias dedicadas al tráfico de mercancías agrícolas. Algo que no es descabellado si tenemos en cuenta el alcance de los Cornelios Balbo y de sus ramificaciones en la política de época altoimperial (F.J. Lomas, 1991).
comunicaba sin duda los estuarios del Guadalquivir (Lacus Ligustinus) con la actual Bahía de Cádiz y el Guadalete (Sinus Tartesius), habiendo sido planteado ya desde hace algunos años (G. Chic, 1981) y también recientemente (A. Cuadrado, 2012), si bien sospecho que se desarrolló a partir de una comunicación de marisma natural en la que la ingeniería hidráulica romana puso el resto, pues recordando la cita de Estrabón, los canales han sido abiertos. Aceptemos que el más importante de ellos unía Mesas de Asta con el arroyo La Zarpa y su prolongación por el arroyo Salado o Badalac para alcanzar los Llanos de Caulina y el Guadalete –pues está bien estudiado- llegando precisamente a este punto en La Cartuja, que es donde nuestro Viajero accedía al Ager Ceretanus.
Dejaba, pues, a su izquierda, hacia Poniente, un entramado de canalizaciones que le llevarían si fuera necesario hacia la vieja colonia de Hasta. Pero decidió continuar por el interior, subiendo los Llanos de Caulina, y viendo como a medida que se alejaba de la costa encontraba un paisaje de villas en el cual, quizás por entonces, los ingenieros romanos planificaban el desarrollo de la Vía Augusta y de sus calzadas anexas y de vez en cuando un curator Víarum supervisaba las obras y el mantenimiento de las mismas. Podemos pensar de que esto fue así hasta al menos el año 143 d.C, pues las noticias de las reparaciones de calzadas que conocemos por otros miliarios de Hispania nos remiten sobre todo a la dinastía antoniniana (Trajano, Adriano, Antonino Pío) como una época de especial atención en la restauración de la vieja Vía Augusta (la de los Vasos de Vicarello), y a caballo entre ésta y la calzada que, ya en época tardía, nos describe el Itinerario de Antonino y el Anónimo de Rávena.
En el centro del Ager Ceretanus el Viajero se encontraría con una encrucijada de caminos,como sucedía en el Ager Tusculanus, solo que en este caso descongestionaban la entrada o salida de Gades, convirtiéndose entonces en parte de una verdadera área suburbana, como parece querer indicarnos Estrabón cuando dice que muchos de los gaditanos viven en tierra frontera (Str. III, 5, 3). Eso si, aun no se deja ver el proceso de concentración de propiedades de los potentados gaditanos en el interior, (A. Padilla 1990), que parece ser algo posterior a la época de Augusto, cuando escribe Estrabón
En este centro del Ager Ceretanus podemos atestiguar la aparición de monedas de Ceret y la presencia de villas suntuarias como fue la de Cortijo de La Jara (J.G. Gorges, 1979) de donde procede una herculanense datada en siglo II d.C que nos revela el modo de vida de uno de estos grandes propietarios gaditanos de la época. Lástima que no se haya registrado una secuencia estratigráfica completa que permitiese asegurar la existencia, probable, de esta villa a mediados del siglo I d.C. Pero al menos podemos decir que es factible que esta villa actuase como estación del entramado Víario de la Vía Augusta, precisamente porque desde ella es fácil el acceso tanto al Camino de Romanina (para aproximarse más hacia los complejos de alfares de los esteros) como al Camino de Espera (que se orienta más hacia el interior, hacia Torres Alocaz-Ugia).
Esta población agraria turdetana debió de asentarse, necesariamente, en donde ya estaba desde antes de la llegada de los romanos: en la base de la Sierra de Gibalbín, entre ésta y las marismas de El Cuervo (R. González et alii, 1991). Eso si, afectada por los efectos de las colonizaciones en Hasta Regia, Nabrissa o Carissa Aurelia y por la expansión de la gran propiedad gaditana en el Ager Ceretanus.
Nos quedan aun, en lo que al trazado Víario se refiere, otras dos cuestiones. El acceso a Mesas de Asta y el paso de la Sierra de Gibalbín. Respecto al primero, hemos visto las posibilidades que daban los canales, pero ahora podemos ver otra más. Sin que esto ponga en cuestión las tesis de P. Sillieres podemos pensar que, de nuevo, la situación de La Torre como nexo de comunicaciones es factible. Terminado el Camino de Romanina, el Viajero que venía del sur, como nuestro gaditano, podía orientarse hacia los esteros de Nabrissa (Marismas del Cuervo) o hacia Gibalbín, utilizando en ambos casos la Cañada de Gibalbín o Cañada de Casinas . En el primer caso, siguiendo los restos de las villas descritas, podría alcanzar los esteros para conexionar con la vía litoral de P. Sillieres a la altura de El Cuervo. Luego, hacia el sur, el paso hasta la vieja colonia pudo hacerse desde Espartinas (nº 22) o a través del fondeadero de El Muelle (nº 23). Un yacimiento, este último, que nos sugiere un puente de barcas, más en consonancia con el paisaje de humedales de la zona, y en el cual se levantaba otro fundus, en Espartinas, quizás propiedad de los conocidos Baebios de Hasta, o puede que de los Baebios de Gades
El desarrollo de este modelo de ager traído de Italia se explica también porque el Ager Ceretanus abastece de mercancías para ser exportadas a Roma, y porque personas como los Balbo o la familia de Columela, los propietarios de estas tierras, ejercieron cargos políticos en Roma y vivieron muy vinculados a la Urbs, y que, conociendo plenamente estas formas de vida de la aristocracia romana, las imitaron en Hispania: tendríamos que encontrar, eso si, más restos de villas residenciales que nos explicasen, por ejemplo, cómo era esta “tusculana”de Columela.
tiempo, y llegada la pacificación de Hispania con Augusto, este castrum cesa como centro militar, pues ya no es necesario.
potentados gaditanos, quizás algunas “tusculanas” de recreo, otras sencillos centros de producción. Y quizás pudiese ver a su paso las ruinas del viejo castrum y/o un oppidum turdetano.
Lascuta, por ejemplo, termina de emitir hacia 90 a.C y no por ello desaparece. Además, todas las ciudades de Hispania dejaron de acuñar en tiempos de Claudio, cuando Columela escribía su De Re Rustica, como vimos. Algo que además ya estaba presente en el pensamiento de Augusto, pues el control de la circulación del numerario desde Roma era algo vital en la nueva economía mercantil abierta en el Imperio, y de la que se benefició precisamente esta nueva clase mercantil y terrateniente que adquiría las tierras del Ager Ceretanus como de otros puntos de Hispania. Los hallazgos numismáticos en Nueva Jarilla o en Gibalbín son indicadores precisos de dónde debe ubicarse la ceca, independientemente de cuanto duraron sus emisiones. Y- al menos es lo que yo pienso - mucho más fiables que la moneda que hacia 1.763 se dice que apareció en la Plaza del Mercado de Jerez.
romanizado, como ya se advertía en el siglo XIX, si no antes (F. Fita, 1896). Este tipo de asentamiento, que pudo ejercer también las funciones de castrum, como sucedía en el Ager Tusculanus, no se detecta en otros puntos del Ager Ceretanus (aunque se me pueda criticar que eso no justifica el que no existan otros que no se han encontrado).
A partir de los cálculos que he efectuado (J. Montero, 2000), las coordenadas que corresponderían a Oleastrum deben situarse en un paralelo entre Ugia (37º 10´ - 7º 00´) y la colonia de Hasta (37º 00´ - 6º 00´). Nabrissa, además, presenta 6º 30´ de longitud, y Carissa los 7º 30´; por tanto en la Sierra de Gibalbín las longitudes alcanzan aproximadamente los 7º 15´. Las coordenadas ptolemaicas 37º 05´- 7º 15´ (que en Ptol. II, 4, 10 se dan para Baesippo) podrían ser las de Oleastrum.
Fuera del Ager Ceretanus encontramos, además, la respuesta de por qué las fuentes ya no citan Ceret, que efectivamente sigue existiendo en este entramado de vías de comunicación que dependían de la Vía Augusta”
Ceret tampoco era una colonia (como Hasta, Nabrissa, Asido o Carissa) ni en principio un municipio (como Gades u Occuri), y por tanto su régimen de propiedad de las tierras no estaba en manos de los turdetanos. Así, queda patente que son estas tierras ceretanas las primeras que se adquirieron por parte de los potentados gaditanos. Columela nos lo recuerda (D.r.r. 3,3,3) :”La producción –de vino- es prodigiosa en nuestros (campos) Ceretanos “(in nostris Ceretanis). Y los campos –en manos privadas- hicieron olvidar el papel administrativo de la ciudad, quizás ya en tiempos del Edicto de Latinidad de Vespasiano, hacia 75 d.C.
, donde se encuentra el antiguo oppidum y el punto principal de control de rutas: los caminos de la Vía Augusta en torno a Ceret. Pues desde allí pueden verse los trazados de la vía litoral y de la vía interior y las calzadas que permitirían, desde su base, la comunicación entre ambas a lo largo de un paisaje de fundi y villas. El modelo del Ager Tusculanus que, con la experiencia de la colonización del Lacio, los romanos aplicaron en algunos puntos de Hispania y del imperio (con toda la prudencia con la que debe hacerse esta afirmación), y que adquiere todo su significado dentro de este proceso, como una unidad administrativa y de producción, orientada al desarrollo de una economía de exportaciones centrada en este caso en torno al gran puerto de Gades. Así se explican que los tres elementos citados (el castrum, las villas y la calzada oficial, con su red de caminos secundarios) deban estar necesariamente vinculados.
que, como vimos, hizo una impresionante carrera en Roma representando los intereses de las aristocracias gaditanas aun en el siglo II d.C, justo antes del declive de la ciudad. O quizás solamente fuera un administrador que iba recogiendo rutinariamente datos para la annona…. Tal vez, una vez en Roma, entregó aquellos vasos para dar gracias a los dioses por el buen resultado de una empresa (seguramente marítima, pues para el transporte de mercancías era más rápida) o por haber alcanzado un cargo público notorio como el de curator Víarum….¿y quién lo sabe? Pero su descanso en las termas de Aquae Apollinares, no sabemos cuántas semanas o meses después, era bien merecido.






























