Un viejo amigo, que conoce nuestro interés por las cosas pequeñas y cercanas que nos rodean, nos ha animado a dedicar una "pieza" a los higos chumbos, de los que es un hábil recolector. Fruto "humilde" donde los haya es también, en alguna de sus variedades, delicioso, dulce y sabroso. Ha sido fácil complacerle -aunque nos repitamos- ya que, hace tiempo, dedicamos dos artículos a las chumberas y los higos, que ahora hemos refundido. Va por ti Juan.
Procedente de América Central, considerada como una especie exótica y foránea, tan ajena a estas latitudes, la chumbera se ha convertido ya, desde hace casi cinco siglos, en un elemento integrante de nuestros paisajes rurales desde hace varios siglos, donde ha llegado a naturalizarse. Se la conoce también como tuna, higuera chumba, nopal, nopalera, higuera de Indias, raqueta, higuera de pala… Muchos nombres para referirse a una misma planta: la humilde y rústica chumbera.
Lejos de ser una especie protegida, se la ha llegado a considerar como especie exótica invasora, si bien –y podríamos decir que afortunadamente- no figura entre los planes de control institucionales para reducir sus poblaciones como sucede con otras plantas. Y es que la chumbera –como pasa también con la pita o ágave- vino para quedarse y ya se ha integrado en la imagen de muchos rincones de la campiña.
La chumbera o nopal es el nombre genérico de distintas especies de plantas de la familia de los cactus (cactáceas). Tiene porte arbustivo aunque a veces puede llegar a tener aspecto arborescente, alcanzando en determinadas condiciones hasta los 5 metros de altura. En la actualidad conviven en nuestros campos varias especies del género Opuntia, si bien la más conocida de todas es Opuntia ficus-indica, (denominada también O. ficus–barbarica) por ser la más abundante. Junto a ella encontramos otras especies como O. dilenii, de palas algo más pequeñas que la anterior y O. megacantha (conocida por otros sinónimos como O. maxima), de palas más grandes y alargadas que las ya mencionadas. Distintos autores citan otras especies de Opuntia en la provincia como O. tuna, O. vulgaris, O. cochenillifera… de porte y aspecto muy parecidos a las anteriores. Estas últimas, destinadas en sus orígenes al cultivo de la cochinilla, se ha naturalizado también en distintos puntos de la geografía provincial, preferentemente en la zona litoral.
Una planta singular:
Las chumberas son plantas fácilmente identificables por su porte singular y sus característicos tallos, aplanados y de formas ovales, que se ramifican con gran profusión a modo de paletas o raquetas en las que brotan las “hojas”, transformadas en espinas, que no hay que confundir con sus tallos verdes y carnosos. Los bordes de las “palas” que componen sus tallos se cubren de brotes de flores y, posteriormente, de frutos: los característicos higos chumbos que la hacen inconfundible.
Desde finales de mayo a julio, los nopales o chumberas exhiben unas vistosas flores de pétalos con colores amarillentos (los más comunes) pudiendo ser también en determinadas especies, anaranjados o rojizos. Estas tonalidades se repiten en los frutos que pasan del verde al amarillo e incluso al rojo vivo o púrpura en su madurez.
Los frutos están protegidos por una piel gruesa provista de pequeñas pero abundantes espinas, que se desprenden con cierta facilidad cuando están maduros. Los recolectores experimentados tratan de coger los frutos de espaldas al viento ya que de lo contrario las espinas pueden acabar en la cara arrastradas por aquel. En su interior, los frutos encierran una baya de pulpa carnosa que guarda abundantes semillas: el higo chumbo.
Como nos recuerda Paz Martín Ferrero en su Diccionario Rural sobre el habla de la provincia de Cádiz, el higo chumbo es conocido, en nuestro entorno con diversos nombres: higo de tuna, chumbo, higo de Jerez (como los venden en Cádiz, al son de una cantinela), higo tuno (en Algar y otros lugares)… El higo chumbo “americano”, es como se denomina en algunos pueblos de la provincia al más común, de color verdoso, mientras que al más grande y rojizo, le conocen en diferentes lugares como higo “moscatel”.
Un poco de historia:
¿Cómo llegaron las tunas, las higueras chumbas o nopales hasta nuestra tierra? Existen diferentes propuestas que justifican su introducción por la facilidad de adaptación de esta planta a terrenos incultos, para el aprovechamiento de sus frutos, para su utilización en vallados naturales… sin embargo, la más extendida es la que liga su cultivo a la producción de la grana o colorante rojo que se obtenía de un insecto que parasitaba estas plantas: la cochinilla, Dactylopius coccus.
Si hacemos un poco de historia, recordaremos que los diferentes proyectos de colonización agraria de nuestras sierras y campiñas coincidían, como ha señalado el historiador Antonio Cabral, en cierta “agromanía” por la introducción de cultivos exóticos y desconocidos en nuestro territorio: algodón, azafrán, caña de azúcar, cáñamo, moreras… no faltan en la literatura agronómica de la época como productos en los que el campo encontraría nuevas riquezas. Desde los primeros intentos de Fernando Padilla para colonizar en el S. XVI las tierras del castillo de Tempul, pasando por los proyectos de ilustrados y liberales que se sucedieron durante lo siglos XVIII y XIX (Crivellí, Cambiaso, Sagrario de Beloy…), se venía apuntando la necesidad de experimentar con nuevos cultivos que posibilitaran el despertar de la agricultura. En esta lista no faltaba nunca el nopal.
En este empeño de abrirse a nuevas especies con potencial agrícola se embarcó también la Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera. Ya en 1835 Francisco Basurto, su director, da cuenta del ensayo con éxito de los nuevos cultivos de arroz y patata. Pedro Riquelme, en su memoria de 1836 propone el fomento del cultivo de algodón, café y cacao. De la misma manera, en la memoria de 1857 se incluye la lista de expositores que concurrieron a la Exposición Agrícola e Industrial de 1856, promovida por Pedro Carlos Gordon, presidente de la Sociedad y que supuso un escaparate de cuanto se producía y experimentaba en nuestra tierra. Ente los muchos productos agrícolas que se exhiben aparecen, dentro del apartado de plantas exóticas, zumaque (para la obtención de taninos), lino, algodón, yute y nopal, esta última, “con vistas a la extracción de cochinilla, tal como hacía la Sociedad de Cádiz”. Por ahí estaban puestas, al parecer, las miras para la extensión del cultivo de las chumberas.
El dulzor de los higos:
Sea como fuere, y aunque no estén muy claros los orígenes de su cultivo y de su introducción, lo cierto es que las chumberas se han naturalizado con gran facilidad en los países del entorno mediterráneo y hoy día se las ve en los bordes de los caminos rurales o formando setos vivos entre parcelas de cultivos. No es de extrañar por ello que las chumberas (y sobre todo las pitas) aparezcan en diferentes obras literarias de los escritores costumbristas del XIX que reflejaron en sus cuentos y relatos los parajes de nuestro entorno. Por citar un ejemplo remitimos al lector a Luis Coloma y especialmente a Fernán Caballero, la conocida escritora afincada en El Puerto de Santa María, quien en uno de sus cuentos, Juan Holgado y La Muerte, refleja una escena tragi-cómica en la que una mujer enferma y muere de un atracón de “”higos de tuna”, nombre con el que se conocía popularmente a estos frutos.
Muy utilizada para la formación de vallados naturales, la chumbera proporcionó también un complemento a las débiles economías rurales ya que sus palas o raquetas han sido también empleadas como alimentación del ganado y en sus formaciones han encontrado refugio no pocos animales del campo. Estos tallos carnosos, que se propagan fácilmente dando lugar a nuevas plantas cuando se desprenden o se siembran, han tenido también curiosas aplicaciones. Una de ellas es la de ser utilizados como “reserva” de agua para asegurar el crecimiento de nuevos plantones. Así, en los pequeños huertos de subsistencia labrados en lugares con escasa disposición de agua, se practicaba un hoyo en el que se enterraban trozos de tallos de chumbera, ricos en agua, sobre los que se situaban los plantones de las especies hortícolas.
Pero sin duda, la recolección de higos chumbos es el principal aprovechamiento que en el medio rural ofrecen las chumberas. Ya era un fruto popular en el siglo XIX
No están muy lejos los tiempos en que muchos campesinos y jornaleros, que vivían en las chozas que ellos mismos construían en los descansaderos y márgenes de nuestras vías pecuarias, recogían los higos para su venta en la ciudad. Transportados en serones sobre burros o mulos, acudían a los mercados o eran vendidos de manera ambulante desde mediados de agosto hasta la entrada del otoño. Hoy las cosas han cambiado y en su recolección y venta participan ya personas que viven en la ciudad y que, por encontrarse sin trabajo, buscan un complemento a sus escasos ingresos con la venta del higo chumbo y otros productos silvestres de temporada.
Aunque han sustituido los burros y mulos por “motillos”, los vemos todos los años por las cañadas o por las lindes de los campos, recogiendo en los vallados de tunas este sabroso fruto utilizando la misma técnica de siempre. Se ayudan para ello de una larga caña, en cuya parte superior se practican unas incisiones para abrirla a modo de “pequeño cesto”, colocando en su interior una piedra que asegura el hueco necesario para que quepan los higos. Dado que las pequeñas espinas que cubren su gruesa piel se desprenden con facilidad, como ya se ha dicho, hay que realizar esta operación en contra del viento. Una vez recogidos se frotan contras las hierbas o el suelo y se “barren”, con lo que se pierden las espinas. Es fácil ver en muchos rincones de nuestros barrios, junto a los puntos más concurridos o en los alrededores de los mercados, a los recolectores de higos vendiendo su producto ya “pelado” y envasado por docenas, listos para su consumo.
El higo chumbo es un fruto dulce y sabroso que asociamos en nuestra campiña a los sabores de finales del verano y comienzos de otoño. Ricos en principio activos, están siendo “redescubiertos” para la medicina natural y para la nueva cocina, y ya son consumidos en elaboraciones muy diversas: pulpa, zumos, gelatinas, aguardientes preparados por fermentación de su pulpa… No es de extrañar por ello que desde hace unos años ya se encuentran, envasados como otros frutos exóticos, en las secciones de frutería de los hipermercados.
Aunque sólo sea por esto, el modesto higo chumbo y la rústica y humilde chumbera tienen garantizada su permanencia ente nosotros. Los vallados de tunas seguirán así formando parte de las estampas rurales de la campiña.
Para saber más:
- Cabral Chamorro, Antonio (1996): La colonización ilustrada y liberal en Jerez de la Frontera 1750-1850. B.U.C. Colección Premios Manuel Esteve, 1. Ayuntamiento de Jerez.
- Ruiz Lagos, Manuel (1974): Tareas de la Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera (1833-1860). C.E.H.J. Graficas del Exportador. Jerez.
- Martín Ferrero, Paz (1999): El habla de los pueblos de Cádiz. Diccionario Rural. Quorum Libros Editores. Cádiz.
- Oleg Polunin (1982): Guía de campo de las flores de Europa. Ed. Omega. Barcelona
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Nos encantan y el artículo es muy interesante y bien ilustrado :) Gracias y un abrazo.
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